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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Aribau: buceando en los orígenes de la Renaixença (y IV de IV). VI. La “ruta” de los liberales ochocentistas

A los veintidós años exactos de la muerte de Bonaventura Carles Aribau (o Buenaventura Carlos Aribau como él firmaba siempre sus escritos) se inauguraba en el Parque de la Ciudadela de Barcelona la estatua que lleva su nombre, cincelada por Manuel Fuxá. En la decoración de la plazoleta donde se encuentra y en la peana, participó el arquitecto Antoni Gaudí en lo que constituyó uno de sus primeros trabajos en 1875, cuando todavía era estudiante (58). Tanto la ubicación del monumento como la pena de la estatua son extremadamente significativos.

En la peana se reconocen con facilidad símbolos masónicos: taus, piedras cúbicas, piedras puntiagudas, piedra sin desbastar y, por supuesto, hojas de acacia que indican a las claras una inequívoca influencia masónica. Así mismo, en nuestra obra Gaudí y la Masonería resaltamos dos hechos anómalos en la historia y la ubicación de la plazoleta (59) que contribuyen a generar un rompecabezas de muy difícil solución. De un lado, las obras del Parque de la Ciudadela fueron confiadas por el Ayuntamiento a los hermanos Fontseré, maestros de obras con los que trabajó Gaudí mientras era estudiante. Se trataba de dos hermanos que alcanzaron altos grados en la masonería de Barcelona, concretamente en la obediencia disidente dirigida por Ronsend Arús i Arderiu, la Gran Logia Simbólica Regional de Catalunya. De hecho, puede afirmarse que si recibieron el encargo del ayuntamiento fue precisamente por su adscripción a la masonería. Ahora bien, el otro elemento es mucho más perturbador: la llamada “plazoleta Aribau” donde se encuentra la estatua está situada en un extremo del parque y tiene forma triangular, como si se tratara de una punta de flecha que apunta en dirección oeste. Pues bien, en nuestra obra mencionada demostramos que ese punto constituía uno de los vértices de un triángulo rectángulo formado por otros dos puntos situados en el Turó de las Menas del Parque de Güell y por el dragón Ladón de las cuadras Güell en Pedralbes, diseñadas y construidas también por Gaudí a lo largo de su trayectoria. El eje de este triángulo está orientado hacia el norte y la decoración del Turó de las Menas es así mismo extraña: se suele decir que se trata de tres cruces, pero no es cierto. Son tres símbolos que indican las seis direcciones del espacio: la ascendente y descendente, la norte y sur y la este oeste. Estas cuatro últimas están representadas por “cruces” cuyos brazos horizontales están orientados en esas direcciones geográficas… y coronadas ambas por piedras cúbicas terminadas en punta, una decoración inédita en la iconografía cristiana, pero habitual en la masónica: esas piedras cúbicas puntiagudas (remedo de los obeliscos egipcios) indican la “obra” que debe realizar quien quiera acceder al grado de Maestro, tercero en la jerarquía masónica. Lo sorprendente es que la “cruz” que indica la dirección arriba-abajo fue “restaurada”, pero la que cuenta es la versión originaria: mostraba muy claramente un triángulo rectángulo de lados iguales con el vértice de 90º orientado hacia arriba. Hay que decir que ese pequeño triángulo reproducía el triángulo gigantesco cuya hipotenusa arranca de la Plazoleta Aribau, sigue a través del Eixample (cruzando la Plaza de Letamendi, la única plaza del Eixample) y llega hasta la verja del dragón en las cuadras Güell).

Todo esto es suficientemente extraño y, aunque no es éste el lugar para intentar esclarecer la intencionalidad de todo el conjunto, sí es la hora de preguntarnos qué hace Aribau en todo esto. Albergamos la convicción moral, aunque no lo podemos demostrar, que Aribau fue miembro de la Sociedad Carbonaria durante un período de su vida. Ese período es posible que se inicie en pleno trienio liberal o bien, inmediatamente termina, cuando Barcelona está repleta de carbonarios italianos exiliados, a los que conoce bien y con los que colabora en El Europeo, cuyo mismo nombre en la época era de resonancias carbonarias como hemos demostrado. Antes, Aribau había sido un liberal exaltado, a partir de ese momento se irá moderando progresivamente, cada vez más. La imagen que se ha pretendido dar de él como de un “modesto oficinista” es evidentemente falsa. Es cierto que nunca fue un multimillonario al estilo de Villavecchia o Remisa para los que trabajó, pero también es cierto que disfrutó durante un largo período de una situación económica muy desahogada y que ocupó cargos de mucha relevancia, de los que el menor no era, precisamente, ser uno de los hombres de confianza del mayor banquero de la época de Isabel Segunda. Lo cierto es que estuvo ocupando puestos de gran responsabilidad y de poder antes de cumplir los 60 años. Entonces enfermo, se trasladó a Barcelona y fue agotándose su patrimonio hasta el punto que su viuda solicitó una pensión a la Casa Real por los servicios prestados. No fue nunca, salvo en sus primeros de juventud, un “pobre oficinista”, especialmente cuando atenuó sus ardores juveniles, se convirtió en alguien que estuvo siempre cerca de los centros de poder, que sobrevivió e 1826 a 1858, más de treinta años, frecuentando los centros de poder y ocupando cargos de responsabilidad pública de primer orden. También aquí la historiografía catalanista ha creado la ficción de un catalán que malvivió en Madrid, incomprendido y añoradizo, ignorado por las gentes de la capital que desconsideraban su talento y lo marginaban por su catalanismo. No hay nada de eso. Ni Aribau fue marginado, ni llevó una vida oscura, ni siquiera alardeaba de catalán, ni mucho menos de catalanismo.

Murió durante las fiestas de la Merced, patrona de Barcelona. Aprovechando esa festividad, Anselm Clavé había organizado en los “Campos Elíseos”, zona de recreo próxima a lo que hoy es el Paseo de Gracia, un festival de tres días, con sus “masas corales”. A hemos dicho que la inspiración de Clavé para crear grupos corales derivaba de la lectura del Viaje a Icaria de Étienne Cabet. Clavé, más tarde, después de una vida vinculada desde su juventud a los movimientos liberales más radicales, ingresó en la masonería y hoy figura en el cuadro de honor de los masones célebres españoles.

¿Fue el caso Aribau similar al caso Clavé? La trayectoria de éste le llevó del liberalismo exaltado, al comunismo utópico y a la masonería. Aribau ¿debió realizar un recorrido similar del liberalismo constitucionalista, al carbonarismo y de ahí a la masonería? Esta trayectoria no es extraña entre los liberales del siglo XIX. ¿Fue el caso de Aribau? Fue, en cualquier caso, el caso de otro catalán, Adbón Terradas que siguió una trayectoria similar pasando por el carbonarismo, el republicanismo y… la literatura. Es lo que podemos llamar “la ruta de los liberales ochocentistas”.

VII. El caso de Abdón Terradas

Terradas fue carbonario y republicano. Colaboró asiduamente en las páginas de El Vapor, la revista que publicó la Oda a la Patria de Aribau. Terradas había ingresado en la fraternidad carbonaria en su tierra natal, Figueras, en el Empordà, en donde había alcanzado fama de agitador eficiente, de ahí que el carbonarismo la propusiera desplazarse a Barcelona para ampliar su radio de acción (60). Fue así como en 1836 se hizo cargo de la “venta” (61) carbonaria de Barcelona que empieza a utilizar el nombre Los Vengadores de Alibaud (62).

El carbonarismo catalán contaba con núcleos importantes en todo el Principat. También estaba presente en el País Valencià y Baleares, que irradiaron a partir del núcleo catalán. Barcelona fue durante unos años la meca del carbonarismo italiano en el exilio y por su situación geográfica fronteriza facilitó la ósmosis con el carbonarismo francés. El carbonarismo era una organización clandestina, inspirada en la masonería forestal de los bosques del Jura (inicialmente sus logias se llamaron “bosques jurásicos”…) y organizado en “ventas”. Habitualmente, dieron vida a organizaciones políticas que ejercían una actividad pública, pero frecuentemente, la represión hacía que se convirtieran pronto en grupos clandestinos. En Catalunya, el carbonarismo tuvo la primacía entre las asociaciones secretas conspirativas, mientras que en Madrid, la Sociedad de los Caballeros Comuneros era quien marcaba los ritmos. En Catalunya también hubo “torres” comuneras.

La primera sociedad carbonaria conocida en Catalunya fue la Societat dels Drets de l’Home. La clandestinidad, la represión, la incomunicación acentuaron la tendencia al fraccionamiento que siempre tuvo el carbonarismo y la comunería. Paralelamente se formó (con disidentes de ambas asociaciones) el grupo de Los Vengadores de Alibaud que terminó fusionándose con la Societat dels Drets de l’Home, adoptando el nombre de La Federación. Más tarde se integraron en La Federación las logias mazinianas de Joven España y los Carbonarios Unitarios que habían salido del encuentro entre distintas ramas carbonarias y masónicas, extendidos estos últimos por Castilla. Por lo que se sabe, la influencia de todos estos grupos alcanzó casi todo el territorio nacional. Los acuerdos tomados por La Federación implicaban que su presidencia estaría durante tres años en manos de catalanes surgidos de Los Vengadores de Alibaud y otros tres en manos de los carbonarios castellanos de Joven España, alternándose por períodos iguales. Eugeni Puch, Joan Lamarca y Ramón Pelachs eran los catalanes comisionados para mantener la relación con el resto de núcleos de La Federación. A partir de 1836, todos estos grupos tuvieron más relación con los carbonarios franceses que con los italianos, especialmente con la Socièté des Amis du Peuple, presidida por August Blanqui (63).

En 1840, Terradas, en Barcelona, incansable, organiza una sociedad secreta, la Sociedad Patriótica que difunde un ideario republicano a través de una Hoja Volante que luego se transformará en el semanario El Republicano (1942).  Ese mismo año fue elegido alcalde de Figueras pero al negarse a jurar lealtad a la regencia de Espartero, éste, a través del Duque de la Victoria, se niega a reconocerle el cargo, ingresándolo en el castillo-prisión de Figueras, desterrándolo luego a Perpignan. Allí redactará un poemita, el Pla de la Revolució, que será conocido como el “cant de la campana” y musicado por Anselm Clavé (64), un republicano habitual de todos estos círculos. Se trataba de una canción insolente y de contenido radical que tuvo éxito entre las clases populares. Luego, Terradas participó en las “bullangas” barceloneses, especialmente en la Jamancia de 1843, episodio tras el que resultó confinado en Vilafranca del Penedès y luego a Sigüenza. Se exilia en París desde donde lanza su llamamiento del 1 de julio de 1848 instando a los republicanos españoles a la insurrección y a romper su pacto con los carlistas. De retorno y algo serenados los ánimos, fue elegido en 1854 alcalde de Figueras, cargo que ocupó diez meses hasta que el capital general, de apellido Zapatero, lo destituyó desterrándolo a Cádiz donde moriría.

Abdón Terradas tenía también ambiciones culturales. Como Aribau escribió y, en buena medida, lo hizo también en castellano. Su primera novela data de 1835, La esplanada en donde realiza una descripción casi costumbrista de la Barcelona de la época. Diez años después, ironiza contra la monarquía –una de sus bestias negras- en El Rei Micomicó, escrita en catalán. Tradujo en 1846 al castellano la Historia popular de la revolución francesa de Etienne Cabet.

Terradas es liberal como Aribau, tiene ambiciones literarias como él y los datos sobre su militancia en el carbonarismo son numerosos a diferencia de Aribau del que solamente podemos sospechar que se vinculara a estos círculos. También la figura de Terradas ha sido objeto de “recuperación” por parte de la historiografía nacionalista catalana. También aquí, la figura de Terradas es la de un político nacido en Catalunya, pero que no manifiesta ningún entusiasmo por formas de nacionalismo. Tenderá hacia el federalismo en la última etapa de su vida, pero si esta está caracterizada por algo es –al igual que en todos los “cabetianos” conocidos, Clavé, Monturiol y, también Cerdá- por su proximidad a las clases populares, mucho más que a la identidad catalana. Así mismo, como Aribau, se expresa indiferentemente en catalán o en castellano, según convenga. No le conocemos ninguna manifestación de aprecio ni a los Jocs Florals, ni su opinión sobre la Oda a la Patria. Al igual que Aribau, Terradas tenía tendencia a escribir poemas satíricos en catalán sobre actualidad política, pero también ensayos y documentos políticos… fundamentalmente en castellano.

Quizás la figura de Abdón Terradas nos haya podido servir para aproximarnos algo más, por vía indirecta, a la figura de Aribau. Los dos, como hemos visto, tienen cierto número de rasgos comunes, es cierto que uno –Aribau- se modera en su madurez y que, en cambio, Terradas muere en Cádiz, desterrado y ostentando los mismos rasgos de radicalismo que en su juventud, pero ambos compartes posiciones liberales y progresistas. Ambos escriben indistintamente en castellano y en catalán. Ambos gozan de popularidad alcanzada gracias a unos pocos versos: el Cant de la campana para Terradas y la Oda a la Patria para Aribau. Terradas fue indiscutiblemente Carbonario. Aribau se rodeó en un período de su vida de carbonarios… luego, también pudo serlo.

VII. Del fin de la carbonaría al nacimiento de Jove Catalunya

La fama de Aribau y su consideración de la Oda a la Patria se consolidan gracias a la acción de la primera asociación catalanista. Su nombre: Jove Catalunya. Un nombre, inequívocamente de resonancias carbonarias y mazzinianas. Esta asociación se funda en 1870 y se disuelve en 1875 después de afrontar graves problemas interiores. Nunca superó el centenar de afiliados, pero se trató siempre de individualidades muy influyentes desde el punto de vista cultural y con relevancia social. La sociedad estaba sostenida económicamente por Eusebio Güell Bacigalupi.

No es, seguramente, por casualidad que la asociación se funda en 1870, el momento álgido en el que culmina la unificación italiana con la toma de Roma (en cuya defensa habían participado catalanes carlistas dirigidos por el Savall). Algunos consideran que el proceso de unificación italiano que culmina en la creación de una “nación”, puede tener paralelismo en Catalunya e inspirar la creación de un nuevo Estado-Nación. Además, es el año en el que una dinastía italiana irrumpe en la política española con Amadeo de Saboya, de ahí que los liberales catalanes consideren que un nombre que evoque la resistencia nacionalista y antimonárquica en Italia, adaptándolo a Catalunya, puede ser suficientemente explícito de la voluntad final de Jove Catalunya.

Los nombres no son neutrales, indican tendencias. La carbonería organizada se extingue en un momento impreciso en Italia (entre otras cosas porque alcanzan su fin, la unificación de Italia) en 1870 y las últimas conspiraciones impulsadas por Louis Auguste Blanqui diez años después. Las organizaciones carbonarias estaban ligadas indisolublemente a la palabra “joven” seguida del país (o la nación) correspondiente, de tal manera que incluir la palabra “joven” a mediados del siglo XIX en el nombre de una asociación implicaba aceptar una vinculación explícita al carbonarismo, de la misma forma que en el siglo XXI, aunque el comunismo haya pasado al basurero de la historia, utilizar la palabra “comunista” califica completamente a la organización que lo asume (65).

Jove Catalunya es una organización cultural, no política. Intenta “hacer país” trabajando el tema lingüístico. Aquí ya no hay bilingüísmo sino que sus miembros tan solo escriben en catalán y lo consideran como el testimonio de una fe política, su creencia en la existencia de una nación, Catalunya, oprimida y que tan solo cuenta con la lengua para garantizar su “factor diferencial”. Inicialmente, era una tertulia informal en la que participaban escritores catalanistas. Tenían un concepto romántico de Catalunya y es fácil pensar que estaban familiarizados con la obra de quienes habían introducido esta corriente estética en Catalunya: los redactores de El Europeo con Aribau a la cabeza. Este romanticismo hacía que, además de sus preocupaciones lingüísticas, los miembros de Jove Catalunya centraran su atención en la historia catalana del que Josep Mª Figueras dice que era “un catalanisme d’arrel historicista i més contemplatiu i reivindicatiu del passat que no pas dinàmic i de posicionament de futur” (66).

En la asociación participarán algunas de las plumas catalanas más brillantes de la época, como Ángel Guimerá o el arquitecto Domènech i Montaner. La presidencia de Jove Catalunya estuvo en manos del poeta Picó i Campanar, apoderado del Conde de Güell en sus negocios particulares. En aquella época estudiaron la posibilidad de crear un diario en catalán, pero no se consideró posible. Debieron contestarse con una revista mensual, La Gramalla, que sería el portavoz del grupo. Tras la disolución de Jove Catalunya la mayoría de sus miembros y el propio Güell Bacigalupi, siguieron alimentando las siguientes manifiestaciones y formas del catalanismo político-cultural. Fueron ellos, en primer lugar, quienes elevaron la Oda a la Patria al rango de “arranque de la Renaixença”… ¿acaso por que conocían la vinculación carbonaria de Aribau? De no ser así, resulta muy difícil de entender porqué ese poema escrito sin voluntad política ni patriótica, alcanzó un rango que su autor jamás reivindicó y, lo que es peor, jamás le interesó.

VII. Algunas conclusiones

A falta de un estudio más pormenorizado sobre el carbonarismo catalán (para el que hay que disponer de un tiempo que nosotros no disponemos, desgraciadamente) creemos que, a la vista de todo lo anterior, pueden establecerse algunas conclusiones irrefutables:

1) Aribau tiene una trayectoria política que durante toda su vida lo mantuvo en posiciones liberales y constitucionalistas, a pesar de que fueran atenuándose con el paso de los años.

2) Aribau compartió en Barcelona proyectos e iniciativas con los círculos carbonarios de la Ciudad Condal gracias a los cuales pudo sacar adelante la iniciativa de El Europeo e introducir el romanticismo en España.

3) Aribau, contrariamente a lo que sostiene la historiografía nacionalista catalana, desempeñó cargos de singular importancia en Madrid en un ambiente liberal trufado por la acción de tres sociedades secretas (carbonarios, comuneros y masones), es difícil pensar que lograra sobrevivir en ese ambiente (especialmente tras la muerte de Gaspar de Remisa) de o haber pertenecido a alguna de estas asociaciones.

4) Aribau jamás se interesó especialmente por la lengua catalana, ni por la cultura, ni prestó atención a los primeros destellos de la Renaixença. Simplemente escribió su Oda a la Patria como un encargo para satisfacer al jefe que le había contratado.

5) La masiva presencia de exiliados carbonarios en Barcelona entre 1820-23 posibilitó el que Catalunya se convirtiera en el foco de expansión de esta asociación.

6) A partir de ese momento, siempre existió un vínculo entre los nacientes regionalistas catalanes y los carbonarios italianos. Aquellos veían en el proceso de unificación de Italia el nacimiento de una nación como la que ellos aspiraban a formar. El nombre de la primera asociación catalanista, Jove Catalunya, es significativo al respecto.

7) La Sociedad Carbonaria tuvo en Catalunya implantación en el ámbito federalista, republicano y comunista utópico tal como lo demuestra la adscripción a la misma de figuras como Clavé, Monturiol, Terradas o Cerdá, influidos todos ellos por el Retorno a Icaria de Ètienne Cabet.

8) Es significativo que el gobierno nacionalista de la Generalitat no haya hecho absolutamente nada por estudiar la presencia en Catalunya de los grupos carbonarios y de los comunistas utópicos del siglo XIX que tuvieron una presencia y un peso excepcional en Catalunya y que contaron con la militancia de personalidades del mundo de la política, la cultura y las artes de la época. Seguramente porque ninguna de estas corrientes entra dentro del esquema histórica del nacionalismo catalán preocupado por demostrar que, a partir de la Oda a la Patria, todo catalán de relieve estaba más o menos implicado en la “construcción nacional de Catalunya”.

Notas

(58) Tratamos exhaustivamente el asunto de la estatua de Aribau en el Parque de la Ciudadela en nuestra obra Gaudí y la Masonería (Ernesto Milá, Editorial PYRE, Barcelona 2005, págs.. 83 a 92).

(59) Ernesto Milà, op. cit., págs. 168-173.

(60) Abdó Terrades, primer apostol de la democracia catalana, Josep Soler i Vidal, Ediciones de la Magrana, Barcelona 1983, pág. 36.

(61) Para una visión rápida y global de las sociedades conspirativas españolas durante la primera mitad del siglo XIX, puede consultarse nuestro artículo: La Sociedad Comunera, una masonería conspirativa española, que alude ampliamente a los carbonarios: http://infokrisis.blogia.com/2009/021302-la-sociedad-comunera-una-masoneria-conspirativa-espanola.php. La Sociedad Carbonaria estaba organizada en “ventas”, equivalentes a las logias masónicas o a las “torres” comuneras.

(62) Alibaud, oriundo de Perpignan fue detenido en esta ciudad por intento de regicidio contra la figura de Luis Felipe de Orleans cuando salía del palacio de las Tullerías para trasladarse a Neully. No acertó con el disparo. Un año antes, Alibaud había estado en Barcelona durante la revolución de 1835. En ese momento, el carbonarismo catalán estaba organizado en la Societat dels Drets de l’home. Josep Soler (op. cit., pág. 37) duda si Terrades lo conoció en calidad de “buenos primos” (trato que se deparaban unos a otros carbonarios del mismo rango) o bien como “oficial de organización interna”. El caso es que el paso de Alibaud por Barcelona dejó una profunda huella entre los carbonarios locales.

(63) Josep Soler, op. cit., pag. 38.

(64) Terradas y Clavé militaron juntos en el Partido Democrático o Partido Democratico-Progresista, fundado en 1849 en Madrid como escisión del ala izquierda y radical del Partido Progresista, cuya dirección estaba formada mayoritariamente por antiguos carbonarios. Los servicios policiales consideraron a este partido como la punta del iceberg de otra sociedad secreta, Los Hijos del Pueblo, fundada por Fernando Garrido (también carbonario) y debió refugiarse en la clandestinidad. Debió esperar hasta el bienio progresista (1854-56) para ser de nuevo legalizado. Puede ser considerado como una formación socialista utópica de carácter obrerista que en Catalunya fue dirigida por comunistas utópicos seguidores de Etiénne Cabet: Narcís Monturiol, Abdón Terrades, su discípulo Francesc de Paula Cuello, Pere Montaldo, Ceferí Tresserra y Anselm Clavé. En 1857, el partido seguía dirigido por antiguos carbonarios, como Ceferí Tresserra y Antoni Ignasi Cervera que habían creado la sociedad secreta El Falansterio que se impuso en la dirección. En 1859, de nuevo en la clandestinidad, se fueron radicalizando y participaron en distintas sublevaciones que fracasaron regularmente. Evolucionaron hacia un federalismo republicano de la mano de Pi i Maragall que en 1864 se impuso en la dirección del partido. Tras el triunfo de la revolución de 1868, junto a Prim se transformaron en el Partido Republicano Democrático Federal.

(65) La historia de Blanquí y de sus iniciativas conspirativas están perfectamente resumidas en la obra de Sarane Alexandrian, El Socialismo Romántico, op. cit., págs.. 180 a 273.

(66) Josep María Figueras, El primer diari en Llengua catalana,  Premio Nicolau d’Olwer 1995, Institut d’Estudis Catalans, Barcelona, 1995, pág 80 a 83. Traducción “un catalanismo de raíz historicista y más contemplativa y reivindicativa del pasado que no dinámica y con posicionamientos de futuro”.

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