UNIVERSO SECTARIO. UNA RADIOGRAFIA
Existe pues una dificultad terminológica que crea unas fronteras imprecisas en torno a las sectas. Ni siquiera están claras las diferencias entre sectas y algunos partidos políticos, o determinados círculos culturales. A esto se une el hecho de que ninguna secta gusta ser definida como tal. A nadie se le escapa de connotación negativa de palabras como "secta", "sectario", "sectarismo", sinónimos de algo excluyente, cerrado, aislado, a modo de un ente conspirativo contra el cual la sociedad debiera generar defensas. De hecho secta deriva etimológicamente de "sectum", cortado, aislado, separado. Inicialmente se aplicó a quienes se habían separado, voluntaria o involuntariamente, de la Iglesia Católica. Desde este punto de vista, las Iglesias Protestantes surgidas en el siglo XVI son "sectas", al igual que las herejías que aparecieron en la Edad Media (arrianos, cátaros, valdenses, etc.).
Resulta evidente que, si bien la palabra ha subsistido, el concepto ha variado. Algunos autores han preferido utilizar el nombre de "nuevos movimientos religiosos" para definir con mayor precisión a este sector. A pesar de no ser peyorativa, ésta definición tampoco satisface a muchos movimientos y organizaciones que niegan ser una religión (Método Silva, Meditación Trascendental, etc.). Para colmo la escuela sociológica que parte de Max Weber distingue entre "secta" y "religión", atribuyendo a cada una rasgos diferenciales. Pero, incluso aceptando esta distinción, sería necesario precisar de qué religión estamos hablando y si su forma actual es unitaria y tiene que ver con sus orígenes. El cristianismo, por ejemplo, ha evolucionado extraordinariamente adoptando diversas formulaciones en momentos históricos diferentes; por lo demás coexisten en la actualidad distintas sensibilidades católicas, algunas de las cuales tienen que ver con sectas, mientras que otras, probablemente son más parecidas a ONG's que a iglesias propiamente dichas.
Con estas salvedades podemos realizar un intento de definición de secta. Definimos a la secta como un movimiento creado en torno a una persona o a un proyecto, con la suficiente fuerza y entidad como para crear una diferenciación tácita entre los valores propios y los que informan a la sociedad, generador de una cohesión vincular entre sus miembros mayor que la existente entre la que mantienen cada uno de ellos con la sociedad.
Desglosando esta definición podemos concretar: "se trata de un movimiento creado en torno a una persona o a un proyecto", en la medida en que existen sectas en las que la figura del fundador, del gurú o de su sumo sacerdote, tiene tal capacidad de fuerza y atracción que eclipsa cualquier otro valor o bagaje teórico. Es el caso de los "Niños de Dios", ligados a la personalidad de Moisés Berg, o al movimiento generado por Sai Baba. En otros casos, sin embargo, la fuerza radica en el "libro sagrado" o en la doctrina, más que en el fundador; sería el caso de los mormones o de los Testigos de Jehová, cuya referencia central no es el líder espiritual temporal del grupo, sino el patrimonio doctrinal. Finalmente, en algunos casos, la personalidad del fundador y la teoría que ha creado van indisolublemente unidas; la antroposofía de Rudolf Steiner y la teosofía de H.P. Blavatsky son casos suficientemente significativos.
La definición seguía: "...con la suficiente fuerza y entidad como para crear una diferenciación tácita entre los valores propios y los que informan a la sociedad". La secta siempre tiende a crear una diferenciación entre el "nosotros" y el "todo lo demás". La visión global que tiene la secta sobre el mundo, sobre la sociedad y la historia, tiende a ser diferente de la aceptada habitualmente en ese momento histórico. De aquí surge una contradicción que, en último extremo, enfrenta a la secta con el mundo que le rodea y está en el origen de su alejamiento del "centro" de la sociedad. Este alejamiento puede ser total o parcial; la Iglesia de la Cientología busca un alejamiento parcial, si bien sus miembros cuestionan algunos valores sociales aceptados, no tienen intención de constituir un movimiento alternativo que pretenda derribar los valores vigentes; y otro tanto vale para la Iglesia de la Unificación o incluso para Meditación Trascendental. Otros, sin embargo, cuestionan el ordenamiento social vigente, sus valores y sus pautas: los Hari Khrisna, por ejemplo o algunas formas de satanismo contemporáneo están en esta línea. Lo importante es que, sea cual sea, el grado de alejamiento de los valores aceptados por la sociedad, existe una propuesta diferente que justifica la existencia de la secta.
Finalmente este proyecto es "generador de una cohesión vincular entre sus miembros mayor que la existente entre la que mantienen cada uno de ellos con la sociedad". Si las sectas tienen atractivo entre la juventud es por que ofrecen un ambiente en el que refugiarse frente a la hostilidad de la sociedad. La secta es, en cierto sentido, un marco ampliado y matizado de una "tribu urbana" en el interior de la cual el joven crea un ambiente propio en el que se reconoce y dentro del cual se establecen fuertes vínculos de apoyo mutuo, solidaridad y fraternidad.
Como vemos es posible realizar una aproximación de lo que es una secta solo a partir de sus elementos constitutivos: es imposible entender una secta sin gurú, sin doctrina (o práctica), sin establecimiento de fronteras y sin el factor fraterno interior.
SECTAS Y SECTAS PELIGROSAS. NIVELES DE PELIGROSIDAD
Probablemente la sociedad no se habría preocupado de las sectas de no ser por el carácter destructivo de alguna de ellas, hasta el extremo de que, a la postre, secta, ha terminado siendo sinónimo de secta destructiva. Se considera que una secta es destructiva cuando tiende a desestructurar la personalidad de sus miembros y a explotarlos en algún sentido. Resulta evidente que la explotación es paralela a la desestructuración, hasta el punto de que si ésta es anterior a aquella. No hay explotación del afiliado a una secta destructiva, sin un mayor o menor grado de desestructuración de la personalidad. Es importante, de todas formas, no olvidar, que no todos las sectas -ni siquiera la mayor parte- son destructivas. Simplemente son "diferentes". Nuestras sociedades tienden automáticamente a descalificar a lo que es diferente de lo usual, o al menos a mirarlo con cierta desconfianza.
De la misma forma que existen dificultades a la hora de definir a las sectas, también volvemos a encontrarlas al definir su mayor o menor peligrosidad. Resulta evidente que no podemos movernos en el terreno de las consideraciones absolutas: hemos podido comprobar como determinadas sectas que pueden resultar beneficiosas para algunos individuos, son destructivas para otros; y lo contrario también suele ocurrir: asociaciones inofensivas -ni siquiera con vocación sectaria- pueden resultar extremadamente destructivas y absorbentes para según que tipos de personalidad. Podemos decir que el mayor o menor grado de peligrosidad de una secta, deriva de la ecuación personal de cada sujeto. Existen personalidades más proclives a militar en sectas y más susceptibles de caer bajo el control de terceros; no todas las personas reaccionan de la misma manera sometidos a los mismos estímulos.
Existen, eso sí, distintos niveles de peligrosidad: el primero es doctrinal. Cualquier visión unidimensional y reduccionista es negativa y peligrosa; constituye una forma de ceguera que impide ver los matices del mundo y de la vida. Es parcial e impide percibir la Totalidad; necesariamente subjetiva pretende dar una explicación única y excluyente a cualquier aspecto de la vida y del mundo. En todo esto radica la peligrosidad de cualquier secta destructiva: una vez logra imponer su doctrina y la necesidad de un seguimiento fiel, cuesta poco situar esta doctrina por encima de cualquier otro valor o relación personal, afectiva o familiar. No es raro que las sectas más destructivas difícilmente toleren que el adepto mantenga relaciones normales con su familia o con el entorno afectivo anterior a su entrada en la secta. A la desestructuración psicológica que implica una visión reduccionista y exclusivista del mundo, se une la desestructuración social que sigue. A partir de entonces el adepto a una secta destructiva puede ser víctima de cualquier tipo de abuso y explotación: los crónicas de sucesos de los últimos 20 años nos han ofrecido ejemplos de adeptos que han cedido su patrimonio a sectas, o que han trabajado para ellas full time sin recibir remuneración, o bien que han sido explotados sexualmente.
Existe otro elemento presente en cualquier secta destructiva: el gurú. Contra más fuerte es la personalidad de un gurú y más irracional es su doctrina, más posibilidades existen de que se trate de una secta destructiva. Resulta difícil explicar la personalidad de los líderes de este tipo de sectas. De un lado tienen los rasgos propios del megalómano estafador, incluida la inteligencia lúcida para encontrar los métodos adecuados para alcanzar los objetivos perseguidos (lucro mediante la explotación del adepto), pero de otro existe en todos ellos un mesianismo enfermizo; muchos de ellos tienen los rasgos propios del psicópata (baste recordar al "reverendo" Jim Jones, inductor de la "masacre de Guyana", donde pereció casi un millar de adeptos de su secta "El Templo del Pueblo"): sexualidad desenfrenada, relativismo moral, incapacidad para advertir que se causa daño a otros, ego supravalorado, gran capacidad para mentir, manía persecutoria, etc.
LAS SECTAS FRENTE AL MILENIO
Es preciso disipar un equívoco: la llegada del año 1000 no implica el "advenimiento del milenio". Mientras que lo primero responde a una constatación del calendario, lo segundo implica una mutación social. Ciertamente en la noche de San Silvestre de 1999 no se produjeron grandes convulsiones, ni suicidios colectivos, ni siquiera una oleada de propaganda apocalíptica y milenarista. Más aún, grupos que hasta entonces habían predicado formas de milenarismo (sectas ufológicas, particularmente), prácticamente desaparecieron pocos meses antes del 31 de diciembre de 1999. En el momento en que escribimos estas líneas no se han vuelto a producir irrupciones milenaristas. Sin embargo, el riesgo está ahí; ¿cómo olvidar que los "terrores del año mil", en la práctica empezaron a manifestarse ciento cincuenta años después. Una cosa es la aparición de las avanzadas de cualquier fenómeno y otra muy diferente el momento en el que alcanzan las más altas cotas de vigor. Hoy resulta innegable que nuestra sociedad vive un momento de crisis: crisis de valores, crisis de ideales, crisis de formas de vida, crisis política e institucional, cuestionamiento de las perspectivas de crecimiento económico ilimitado, crisis ideológica, convulsiones sociopolíticas en distintos puntos del planeta y, para colmo, catástrofes naturales cada vez más frecuentes que se traducen en el sentimiento creciente de que la dinámica actual no puede mantenerse hasta tiempo ilimitado y que, antes o después, algo, todo, tendrá que cambiar.
En los últimos años las manifestaciones de integrismo en el seno de las grandes religiones tradicional, especialmente en el Islam, ha generado tensiones apocalípticas: ¿acaso los partidarios de la guerra santa no son apóstoles del fin del mundo? Los suicidios colectivos en 1997 de rosacruces suizos y canadienses y de treinta miembros de "La Puerta del Cielo" al año siguiente, los atentados terroristas del metro de Tokio (provocado con gas sarín por la secta "La Verdad Suprema") y de Oklahoma (atentado cometido por un miembro de las milicias ultraderechistas muy influidas por las doctrinas de "supramacía blanca" y por escisiones de grupos protestantes norteamericanos), todo ello son manifestaciones crecientes de movimientos milenaristas que actúan aquí y ahora y que en los próximos años corren el riesgo de aumentar su presencia.
Las sectas milenaristas y apocalípticas están lejos de haber tocado techo. En la práctica, puede decirse, que la llegada cronológica del año 2000 ha operado a modo de vacuna. Y de la misma forma que el llamado "efecto 2000" en informática, no ha causado ninguno de los desastres tecnológicos que habría podido producir de no haberse previsto, el milenarismo sectario se ha batido en retirada ante la alarma social y la vigilancia de las fuerzas de seguridad del Estado. Tras la noche de San Silvestre de 1999, esa vigilancia se ha relajado, pero el milenarismo lejos de desaparecer, lo único que ha hecho ha sido retirarse, como el tigre en la selva, para saltar mejor.
RELIGIONES, SECTAS, SECTAS SECRETAS, OCULTISTAS O ESOTERICAS
Existen diversos conceptos que se prestan a equívocos y que definiéndolos se logrará una aproximación mayor a la idea de secta. Así pues, una religión sería un todo, en cuyo interior podrían coexistir distintas iglesias o formas de concebirla. La religión cristiana ha dado lugar a la Iglesia Católica, a la Ortodoxa, a las Protestantes, etc. Otro tanto ha ocurrido con las distintas formas de percibir y practicar el budismo o el islam. Una secta estaría pues en un nivel inferior al de una Iglesia, sería una confesión menor, frecuentemente formando en los márgenes, muy radicalizada y con tendencia hacia el fundamentalismo.
Pero existen sectas que no entrar de ninguna manera en esta definición. Frecuentemente se habla de sectas secretas, sectas ocultistas y sectas esotéricas. No todas las sectas son necesariamente secretas, si bien casi todas las sectas tienden a la discreción; el silencio es la mejor táctica para alcanzar cualquier objetivo. Sin embargo existen algunas sectas que si son completamente cerradas. Ya sea por necesidades de supervivencia o por la propia estrategia, algunas corrientes son extremadamente elitistas y buscan una cualificación excepcional en algún terreno para sus miembros. No todos pueden entrar, ni se entra en ellas como en un club. Hubo un tiempo en el que los grupos satanistas eran extremadamente cerrados y secretos; hoy el secretismo parece más bien limitado a ciertas sectas que gestionan el poder mundial y que tienen poco que ver con lo que hablamos en esta trabajo; nos referimos a la Comisión Trilateral, al Club Bildelberg, al Centro de Relaciones Exteriores y, finalmente, a la llamada Hermandad de la Muerte, sin duda el círculo más interior, reservado y secreto que trabaja por un Nuevo Orden Mundial. En general estos sectores (más que de sectas podemos hablar de "sectores") agrupan a personalidades de la alta finanza, la información y la política, por encima de las fidelidades nacionales y de las filiaciones políticas. No son estos sectores los que nos interesan ahora.
En cualquier caso resulta evidente que las sectas secretas, lo son, bien por que precisan del secreto para realizar su actividad, o bien por que la importancia de la misma es tal que sería impensable que actuaran a la luz pública. El secretismo también viene impuesto por una situación sociopolítica que impida el libre y normal desarrollo de una actividad sectaria (caso de los grupos masónicos en la España de Franco), o bien por que se trate de grupos que pretenden subvertir el orden establecido y de manera violenta. El caso de "La Verdad Suprema" es significativo al respecto. De un lado la secta mantenía una actividad normal de cara al pública, sin embargo, mantenía una estructura paralela, extremadamente secreta y perfectamente provista desde el punto de vista tecnológico, a través de la cual fabricaba gases neurotóxicos con intenciones criminales.
Estamos lejos en estos supuestos de sectas esotéricas y ocultistas, dos modalidades que, sin embargo, son radicalmente diferentes entre sí. Es importante entender las diferencias entre esoterismo y ocultismo. El esoterismo (palabra derivada de "sôter", lo que está oculto) es un conjunto de doctrinas tradicionales, esto es, extremadamente antiguas, que implican ritos y prácticas concretas, constituyendo en su conjunto el reverso de cualquier tradición religiosa o "exotérica" (es decir realizada de cara al exterior). El catolicismo tiene su esoterismo, como el islam o el budismo.
El ocultismo es otra cosa; constituye un conjunto de grupos y corrientes que aparecieron a mediados del siglo XVII como mutación y adulteración de distintas corrientes esotéricas cristianas (rosacrucianas, en parte) que fueron desvinculándose progresivamente de sus lazos con el catolicismo y constituyendo grupos de nueva creación, sin contacto (y en ruptura) con tradiciones esotéricas anteriores. El ocultismo está ligado a las especulaciones personales de los fundadores de cada secta o corriente, mientras que el esoterismo está ligado a tradiciones ancestrales. El ocultismo es un fenómeno esencialmente moderno, mientras que el origen del esoterismo se pierde en la noche de los tiempos. Finalmente, el ocultismo es, por lo general, laico y, en cualquier caso, nunca está ligado a una forma religiosa, mientras que el esoterismo tiene su complemento en un culto religioso convencional.
En cuando a las sectas satanistas, en parte son una derivación de sectas ocultistas, sin embargo tienen una vida propia y una entidad que las hace radicalmente diferentes a la mayor parte de corrientes ocultistas. El satanismo contemporáneo es relativamente parecido al satanismo antiguo, si bien es difícil admitir que haya podido existir una transmisión ininterrumpida desde el Egipto antiguo hasta nuestros días (tal como sostienen algunos grupos satanistas). Sea como fuere el satanismo ha logrado sobrevivir y adquirir una personalidad propia desde finales del siglo pasado y especialmente a partir de los años sesenta.
LOS NUEVOS MOVIMIENTOS RELIGIOSOS
El Secretariado Romano para la Unidad de los Cristianos lanzó en un documento de principios de los noventa el nombre de "nuevos movimientos religiosos" a fin de eliminar el carácter peyorativo de la palabra secta. Es evidente que el nombre se adapta mejor a algunas sectas y prácticamente es incompatible con otras. El grupo "La Comunidad", puede ser considerada como una secta sociopolítica, pero no es, en absoluto, un "movimiento religioso", ni viejo ni nuevo. Y en cuanto a Meditación Trascendental, se trata de una técnica de relajación, en absoluto de un sistema religioso cerrado.
Lo que sí es evidente es que en las últimas décadas han ido apareciendo grupos que no derivan del ocultismo, ni del esoterismo, ni del satanismo, pero a los que cuadra la calificación de sectas, su aspecto corresponde más propiamente al de una iglesia clásica que al de un movimiento ocultistas. Por otra parte, muchos de estos movimientos nacieron en los años sesenta o posteriormente; son, en verdad, nuevos.
Resulta paradójico el que sea en círculos de la propia Iglesia Católica en los que se ha ideado el término "nuevos movimientos religiosos". Estos movimientos, lo que están haciendo es coger el testigo de las concepciones religiosas hasta ahora vigentes y que han entrado en crisis. Es a partir de la conclusión del Concilio Vaticano II cuando el universo de las sectas encuentra un caldo de cultivo abonado para su expansión. La crisis que sufre la Iglesia tras el concilio es de tal magnitud que la convierte en inoperante para canalizas el impulso religioso siempre presente en la sociedad. Desde principios de los años 60 la humanidad ha vivido distintas mutaciones políticas, sociales y científicas, las crisis provocadas han hecho que buena parte de la humanidad se replegara hacia el terreno de lo sagrado para olvidar la realidad cotidiana; esta humanidad, sorprendida por las mutaciones que tienen lugar en su seno, busca certidumbres, busca credos, busca valores absolutos; pero, justo en esos momentos, cuando quizás su presencia era más importante, la Iglesia Católica se desacralizó. Otros tomaron el relevo y, sobre ese caldo de cultivo nacen los "nuevos movimientos religiosos", el ocultismo, que parecía liquidado desde la preguerra, cobra nuevos bríos e, incluso, el satanismo que apenas había tenido en Occidente una presencia más que marginal, ocupa un lugar no desdeñable en el "supermercado espiritual".
En este contexto hay que permanecer atentos. La crisis de la Iglesia Católica no ha dejado de agravarse en las dos últimas décadas; en una generación la falta de sacerdotes se hará tan patente que resultará imposible mantener el culto incluso en las grandes ciudades de Occidente tradicionalmente católicas. Para colmo, las cosas no van mucho mejor en la cúspide romana, el Vaticano, donde la Curia sigue presa de una inercia suicida y se muestra incapaz de reaccionar salvo por sus intereses individuales. Todo induce a pensar que el tiempo del catolicismo ha pasado. Es la hora del relevo. Entre los "nuevos movimientos religiosos" muchos aspiran a recoger la antorcha de Cristo, como antes otros recogieron la de Yavhé y del Antiguo Testamento.
LAS NECESARIAS PREVENCIONES
Esta "Guía" no pretende censurar (ni por supuesto alabar) a unas u otras sectas o "nuevos movimientos religiosos". También hemos procurado evitar en la medida de lo posible, entrar en disquisiciones sobre qué sectas son destructivas y cuales no. Si nos hemos preocupado, por el contrario, de advertir que entre todos los grupos mencionados, su "solvencia" es diversa, tanto en el terreno doctrinal como en el de las prácticas y el comportamiento hacia sus afiliados y hacia la sociedad en general. Si bien no puede generalizarse, tampoco es posible particularizar y extremar el análisis. Existen círculos y movimientos extremadamente respetables, pero alguno de cuyos líderes locales ha cometido tropelías, abusos y figuras delictivas de lo más variopintas.
Así pues, hemos preferido ofrecer en este guía una clasificación de los grupos atendiendo a su orientación general; necesariamente hemos debido esquematizar por imperativos del espacio y de la lógica. No siempre la lógica habitual es la lógica de estos grupos, por tanto es posible que algunos rechacen el lugar que ocupan en esta obra. También hemos preferido que nuestros lectores juzguen por sí mismos. Aquellos que dispongan de conexión a Internet podrán contactar directamente con estos grupos y formarse una opinión extremadamente directa y personal sobre su bondad o peligrosidad y sobre si colman sus aspiraciones o no. En el fondo, militar en un "nuevo movimiento religioso" o en una "secta" es una opción personal, lo único que podemos advertir es que esta opción debe de tomarse con calma y serenidad, de manera objetiva y sin que existan condicionamientos externos. Y ya desde el principio es bueno dejar claro hasta donde uno está dispuesto a llevar su entrega a la "causa".
Finalmente, cabe decir que un Estado Democrático como el español dispone de suficientes recursos jurídicos como para poner coto a cualquier tipo de abusos. El procedimiento más corto, en caso de advertir alguna infracción a la legislación vigente, consiste en presentar denuncia ante la policía o en el Juzgado de Guardia. En principio, a las sectas se les suponen buenas intenciones, como el valor al soldado; pero en caso de defraudar las espectativas iniciales y percibirse puntos negros, siempre queda recurrir a la protección de los organismos estatales competentes. Algo que nunca hay que perder de vista en este terreno vidrioso, ambiguo y contradictorio.
© Ernesto Milà infoKrisis infokrisis@yahoo.es
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