Artículos sobre partidocracia. (V de V). Una muestra de la crisis de la partitocracia- ¿Es lícito vender el voto?
Infokrisis.- El voto es una mercancía electoral sometida a la oferta y la demanda. A finales de febrero de 2008, varios usuarios de eBay pusieron a la venta su voto. No eran mafiosos como en Italia; simplemente pretendían obtener una rentabilidad de algo que, al menos para ellos, no servía para nada. Una iniciativa absurda por impracticable… pero paralela a la irrupción de Rodolfo Chiquiliquatre en Eurovisión: puesto que el festival no sirve para nada, ridiculicémoslo. Puesto que la clase política se mofa de nuestro voto, mofémonos nosotros de él. ¿Delito electoral o derecho? ¿legal o legítimo?
El voto es algo muy importante… especialmente para los políticos que viven de él. Frivolizar sobre el voto -y colocar anuncios en eBay vendiendo el voto es, como mínimo, frivolizar- y ya se sabe que si la partitocracia se mantiene es a costa de que nadie señale a la clase política, como al rey del cuento infantil, y grite: "Está desnudo".
El 5 de febrero alguien dudó de la partitocracia
A mediados de febrero apareció en eBay un curioso "artículo": alguien subastaba su voto para las elecciones del 9 de marzo. El anuncio tenía todos los visos de ser "serio". El nick utilizado por este primer vendedor era elocuente: Lasombradecain. Evocador.
El diario gratuito ADN se preocupó de localizarlo y Telecinco le ofreció aparecer en los informativos con la cara distorsionada. El "vendedor" lo rechazó. "Esto es algo serio, no soy un friki". Se trataba de un parado de 27 años, convencido de lo desaprensivo de una clase política que no hace nada real por la población y que piensa que con promesas dinerarias se pueden comprar votos: "Soy como cualquiera, no tengo hipoteca pero pago alquiler y los políticos no me ofrecen nada".
El interesado no pretendía realmente "subastar el voto", sino hacer que la población reflexionase sobre el por qué hay gente tan hastiada que pone su voto en venta y por qué apareció gente que había pujado. Lo intentó una primera vez el 5 de febrero sin recibir pujas. Liego lo volvió a repetir y la oferta llegó a la agencia EFE. A partir de ese momento tuvo pujas y logró llamar la atención.
Al percatarse del contenido de la oferta, eBay se puso en contacto con el vendedor anunciándole que retiraba el anuncio de la subasta dado que una de las políticas de la compañía era que únicamente podían venderse objetos tangibles y que una intención de voto no lo era. Cuando el interesado insistió, cambiando el texto del anuncio y ofreciendo, no el voto, sino la papeleta de un partido de elección del comprador introducida en su sobre. eBay rogó que retirara el anuncio. Finalmente, la empresa lo eliminó unilateralmente.
Entre tanto, otros habían puesto también en subasta su voto: el nick de "jeluco", registrado desde el 2003 lo hizo por "el cachondeo de los políticos actuales".
El 19 de febrero, eBay se preocupó especialmente de que subastas de este tipo desparecieran de sus páginas. Algunas habían alcanzado los 100 euros y registraban 17 pujas. Aparecieron, como mínimo, otras cinco, una llegó a los 65 euros y el resto no superaron los 10 euros. Todos colocaban en el texto que eran muy conscientes de lo que estaban haciendo y que lo habían decidido libremente y con perfecto conocimiento de las implicaciones de su acto.
¿Subasta o acto de protesta?
Es evidente que los ciudadanos que han puesto a la venta su voto lo han hecho como acto de protesta por una situación que estiman inaceptable. No se trata tanto de subastar realmente el voto como de desvalorizar su importancia a la vista del uso que hacen los partidos del mismo.
En una sociedad de mercado todo pasa a ser situado en ese mismo mercado. No han sido los ciudadanos con nicks anónimos los primeros en traficar con los votos, sino los partido ofreciendo el oro y el moro a cambio de ese mismo voto.
De la misma forma que las palabras dejan de tener sentido cuando se las repite interminablemente, el voto a fuerza de ser ofertado por miles de ciudadanos redimensionaría su importancia y su trascendencia.
El voto no es otra cosa que una medida cuantitativa del seguimiento de tal o cual partido. Nada más. Mitificarlo y elevarlo a una categoría casi religiosa como si de él emanara una fuerza invisible con la que se aureola el "político" para ejercer su poder, es llevarlo más allá de una simple unidad de medida gracias a la cual se comprueba qué partido ha sabido recaudar más "apoyo popular".
Para obtener ese apoyo, los partidos emplean ingentes medios económicos, en gran medida surgidos de fondos públicos. Los partidos comprar el apoyo del ciudadano ofreciendo promesas sobre todo económicas… pero la forma de pago es aplazado. A fuerza de repetir esta práctica, elección tras elección, y ser permanentemente defraudados, algunos electores aspiran a denunciar este estado de cosas.
Los ciudadanos que han puesto a la venta su voto parecen decir: "¿Quieres que te vote? ¿estás dispuesto a comprar mi voto mediante la promesa y el engaño? Lo siento, ya no me lo creo. Si quieres mi voto, págalo por anticipado, en efectivo contante y sonante. Conmigo tu crédito se ha acabado".
¿El moralmente condenable vender el voto?
Lo que los ciudadanos que han intentado vender su voto pretendían era cuestionar la moralidad de un sistema de mercado en el que cualquier elemento puede cosificarse y lanzarse al albur de la oferta y la demanda.
Cuando Zapatero ha dado al voto del ciudadano un valor de 400 euros en forma de devolución a través de Hacienda, o incluso cuando Rajoy, sin ser tan concreto, ha ofrecido reducción de impuestos, lo que estaban haciendo es reducir a la condición de "cosa" y de mercancía aquello que no lo es. O mejor: que no debería serlo.
Ahí reside la verdadera inmoralidad: antes de que algunos ciudadanos decidieran denunciar a la partitocracia lanzando sus votos al mercado, la partitocracia ya había cometido la inmoralidad mucho mayor de sacralizar el voto y la soberanía que de él emana, simplemente porque beneficiaba a sus intereses.
No era algo nuevo; antes, las monarquías absolutas siguieron defendiendo que su poder emanaba directamente de Dios. La partitocracia donde decía "Dios" puso "voto" y el voto terminó siendo objeto de transacciones a través de las promesas electorales.
El Dios convertido en voto por arte y gracia de la partitocracia ha recibido la mayor de las blasfemias en eBay: se ha ironizado sobre él.
Porque, a fin de cuentas lo que se ha pretendido con esa acción, es solamente ironizar. Zapatero, en cambio, en el curso de la campaña no ironizaba: mentía simplemente. Y en especial sobre economía.
¿Es democráticamente admisible vender el voto?
El sistema político español puede ser calificado con más rigor de partitocracia que de democracia. Una democracia es tal:
- cuando la moralidad está presente en la vida pública, no cuando la mentira es el pan de cada día y en período electoral asistimos a una sobredosis de promesas en las solamente creen las almas cándidas.
- cuando los mecanismos representativos funcionan, son flexibles y el sistema electoral facilita un máximo de representatividad, en absoluto cuando las listas son cerradas, bloqueadas, cuando el recurso al referéndum es casi inexistente, cuando la sociedad civil está reducida a la mínima expresión o cuando la ley d’Hont tiende a falsear los resultados en beneficio de los mayoritarios.
- cuando existe un vínculo entre la clase política y la población en las instituciones y quienes los han elegido; hoy ese vínculo es completamente inexistente y el divorcio entre electores y políticos es absoluto.
- cuando existe una efectiva separación de poderes y un sistema de pesos y contrapesos que, en España, los padres de la Constitución no contemplaron, sino que más bien se preocuparon de construir un sistema representativo en el cual ellos, eternamente tuvieran la sartén por el mando: así actuaron los llamaron "padres de la Constitución". Entonces pudo entenderse como única forma de allanar el camino del franquismo a la democracia. Hoy resulta completamente inaceptable.
Dado que estas condiciones no existen, la inmoralidad del sistema hace legítima cualquier crítica y cualquier ejercicio de cinismo para denunciarlo. Vender el voto es un derecho democrático -una forma del derecho a protesta- lo que no es democrático es el sistema político perpetrado en 1978…
Decálogo del vendedor de voto
Las próximas elecciones europeas de 2009 van a ser decisivas tanto para el PP como para el PSOE. Así mismo, es previsible que vote el 50% de la ciudadanía, por tanto, según la ley de la oferta y la demanda el valor del voto individual subirá. Quien se proponga "vender" podrá encontrar fácilmente argumentos:
1) El ciudadano es dueño de su voto.
2) Puede votar a una u otra opción, puede abstenerse, puede votar en blanco o nulo.
3) El ciudadano puede ejercer el derecho a la protesta mediante su voto o mediante la desmitificación del voto.
4) Si legalmente no están prohibidas las promesas falsas y salen impunes, la protesta y la crítica tampoco pueden estar prohibidas. Debe existir la igualdad en el ejercicio del cinismo.
5) La venta del voto es un acto de protesta con finalidad educativa.
6) El voto no es algo "trascendente" como quieren los gestores del bipartidismo, sino que ellos mismos lo han convertido en mercadería.
7) El voto no es algo espiritual depositada sobre una urna sagrada situada sobre un tabernáculo que otorga una cualidad superior al candidato aureolándolo con la soberanía, sino un objeto de medida cuantitativa y, como todo lo que es material, susceptible de valorarse, comprarse y venderse.
8) Como mercadería que es y como malos pagadores que son los partidos, el ciudadano tiene el derecho de asegurarse un pago por anticipado.
9) La venta de voto sería inadmisible si, en contrapartida, la difusión de promesas electorales falsas y/o incumplibles fuera considerada como "delito electoral" y penado como tal.
10) Lo importante no es percibir un beneficio monetario de la subasta del voto, sino la satisfacción moral de contribuir a denunciar la estafa moral que ejerce constantemente la partitocracia.
11) La subasta del voto no puede ser un gesto de despreocupación y desinterés por la política sino de lo que los griegos llamaban "apolitia", esto es, distanciamiento de la política partitocrática y de sus mecanismos.
(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.
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