ENSAYO SOBRE EL FIN DE NUESTRA EDAD - A. Marques Bessa
Infokrisis.- Presentamos la traducciones realizada hace veinte años de un admirable texto que nos llegó de Portugal de una pequeña editorial que en aquel momento difundía textos de la Nueva Derecha francesa, escrito por Antonio Marques Bessa. Es evidente que el texto fue escrito a principios de los años 80 y que resume las ideas de la Nueva Derecha en el estado en que se encontraban en aquel momento. Lo reproducimos tal como lo hemos recuperado. El texto tiene hoy más de 25 años y fue escrito en un momento en el que la izquierda marxista se aproximaba al final de su "reinado intelectual". Tiene el valor del compendio justo que refleja el patrimonio cultural, siempre en evolucion, en un momento dado de la historia del pensamiento contra-corriente.
Ensayo sobre el fin de nuestra edad
Antonio Marques Bessa
A Vintila Horia, el teorizador. A D. Andrés Rodriguez Villar, un "caballero" y a todos mis camaradas que, bajo condiciones muy adversas, siempre tuvieron en la boca un poema de esperanza para saludar a la aurora solar.
1. LA CULTURA CIRCULAR
Es inútil crearse ilusiones con la quimera de un falso optimismo: nos encontramos hoy al final de un ciclo. Desde hace siglos, primero de forma insensible, luego con la rapidez de una masa que se desmorona, varios procesos tienden a destruir en Occidente cualquier ordenamiento normal y legítimo de los hombres y a falsear las más elevadas concepciones del vivir, del actuar, del conocer y del compartir. Y el motor de esta caída vertiginosa fue llamado "progreso".
J.EVOLA
La historia de la cultura occidental y el análisis de las grandes transformaciones político sociales muestra que éstas están normalmente precedidas por movimientos intelectuales, olas culturales, que funcionan como períodos de gestación de los grandes sistemas, de las revoluciones y de las mutaciones estructurales, que solo para los profanos pueden aparecer bruscas y radicalmente nuevas. En verdad, han sido preparadas por múltiples esfuerzos intelectuales, todos tendientes a alterar la mundovisión básica y la concepción del mundo y de la vida. Las convulsiones sociales, la ruptura de los regímenes, las alteraciones de los sistemas, surgen así tras un trabajo cultural previo, como identificó muy bien el marxista italiano Antonio Gramsci.
Ahora, las soluciones sociales e ideológicas hoy vigentes encuentran sus raíces profundas en el Renacimiento, movimiento cultural que abre paso a la Edad Moderna y que opera una caída centrífuga del teocentrismo hacia el antropocentrismo. Dios, recluido en su esfera remota, abandona el centro de la sociedad, dejando al hombre en papel de matriz y medida de todas las cosas. Como consecuencia lógica de esta actitud, el movimiento desplegó un racionalismo optimista confianza absoluta en las capacidades de la razón para discernir sobre los acontecimientos de lo real consagró el principio de la libertad individual.
Todas las disciplinas pasaron a reflejar el peso de la nueva mundovisión. La teología y la lógica ceden su lugar a las Ciencias Naturales en la jerarquía del conocimiento. Incluso en filosofía, la investigación se concentró en la gnoseología (teoría del conocimiento), disciplina que amplió su campo de acción al asimilar otros saberes hasta culminar en la elaboración de los grandes sistemas racionalistas de tipo hegeliano.
La mitificación de las capacidades de la razón condujo al cisma en el seno de la Iglesia Católica. Se asistió al advenimiento del protestantismo, que no es sino la creencia en las posibilidades de la razón humana para interpretar correctamente la palabra de Dios sin intermediarios. En las ciencias naturales germinó un estado de espíritu que culminó en el positivismo cientifista y en el mecanicismo de los siglos XVIII y XIX, cuya característica también es la creencia en el entendimiento humano como instrumento capaz de interpretar los datos facilitados por la naturaleza y aislados por métodos experimentales.
El siglo XIX el estúpido siglo XIX, como escribió León Daudet vio a la mecánica analítica erigirse en principio explicativo general y tomó conocimiento del gran axioma: "el todo es igual a la suma de las partes". De la física a la biología, operaciones tan simples como sumar, analizar o integrar, agotaban la realidad. El universo era una máquina, un reloj perfecto, y los hombres no pasaban de ser algo semejante: máquinas, más o menos complicadas, pero máquinas al fin y al cabo. Es el tiempo de explicar el comportamiento animal por meras acciones y correcciones, por tropismos, por tensiones eléctricas, esquema que pasó a la ideología americana y soviética con el behaviorismo y el pavlonianismo.
La psicología y la política aceptaron y profundizaron en la imagen ofrecida por la física, la biología y en general por las ciencias naturales. De esta forma ofrecerán como verdad esencial una imagen del hombre con grandes novedades simétricamente invertidas respecto a la época de las catedrales. En lugar de la persona creada por Dios con inteligencia e instintos,con dimensión interior autónoma, presentaron al ser humano como un conjunto de reflejos condicionados, como una personalidad íntegramente definid por estímulos exteriores. El Bien y el Mal pierden su carácter absoluto y pasan a ser apreciados en función de las condiciones sociales, las experiencias positivas o negativas de los individuos. La sociedad en lugar de un todo jerarquizado y funcional, instrumento de supervivencia, es concebida como una mera suma de agentes individuales, según el axioma de la época. El CONSTITUCIONALISMO es también un exponente de esta moderna visión del mundo: acreditó que la mente humana podía descubrir las leyes fundamentales de la sociedad e inscribirlas en documento estatal perenne. Todo el folklore de la Constitución es puramente novecentista y los desmentidos que ha sufrido parecen no bastar todavía para demostrar la imposibilidad de esta area romántica.
Entre tanto, la Química y la Física confirmaban lo acertado de tales posiciones al dividir los fenómenos en sus elementos componentes y al volver a reconstruirlos mediante las síntesis. Ciencias Naturales, psicología, política y sociología, se orientaron según las líneas de fuerza del sistema cultural insistiendo en la concepción analítica, en el mecanicismo, en la reflexología, en las cualidades deterministas, como si toda la realidad no pasara de ser una imaginación calcada de las leyes de Newton. No se concebían espacios vedados: todo tenía una explicación mecánica y causal estricta, positiva y científica, total. El misterio había sido borrado.
Marx, en muchos aspectos, es el hombre que completa en la política, el compendio reflexológico causal y determinista, tal como Dollar y Skinner en psicología, y luego la escuela marxista en multitud de disciplinas sociales.
NUESTRO CICLO.
El momento cultural actual nace en un punto que no es fácil de aislar, pero cuyo período vital puede situarse, grosso modo, entre el advenimiento del Renacimiento y el declive el positivismo cientifista de fines del siglo pasado.
Muy esquemáticamente, nuestro ciclo cultural puede caracterizarse, así como sus consecuencias de orden práctico (económicas, políticas, religiosas, organizativas), como un continuo desvío hacia el antropocentrismo, hacia la desacralización del mundo, como una substitución del indeterminismo básico del origen divino mediante sucesivas estructuras determinantes o sistemas fechados.
La línea dominante puede ser sintetizada en un esquema muy simple:
ANTROPOCENTRISMO HUMANISMO RACIONALISMO
En las ciencias naturales: positivismo, reflexología y obsesión analítica.
En las ciencias políticas: creencias de que es el ambiente el que hace al hombre.
En la Economía: liberalismo económico, capitalismo, socialismo y planificación.
En Política: liberalismo, constitucionalismo, democracia parlamentaria o popular, partidos, mito de la igualdad, voto, totalitarismo y socialismo.
En la Sociedad: intensa conflictividad, impacto de la ideología marxista popularizada.
En la Religión: cismas, sectas, tolerancia, relativismo de la Verdad, teologías antropocéntricas.
Las consecuencias prácticas de las categorías y actitudes surgidas, en primer lugar, en las ciencias naturales, no se hicieron esperar. La imagen del mundo definida por la Física, la Química y la Zoología, se fue ampliando a todos los demás terrenos, preparando las mentalidades para la aceptación de la "verdades científicas", y cambiando efectivamente la concepción del mundo y del hombre. Las Ciencias Sociales fueron a beber en la misma fuente y no es extraño que Karl Heinrich Marx pretendiese añadir a su construcción unas "verdades" enunciadas por las ciencias exactas, constituyéndose él mismo en un punto de referencia obligatoria del ciclo cultural contemporáneo.
Por ello, aunque a la luz de ciertos criterios se consideren grandiosas las realizaciones teórico prácticas de nuestro ciclo, la verdad es que los intelectuales más despiertos y atentos ya su agotamiento y su fin. Existen muchos indicadores que hacen sospechar la conclusión del ciclo, específicamente los que se refieren a las líneas de desarrollo de las Ciencias Fundamentales, los problemas prácticos de los sistemas de civilizaciones del Mundo y las cribas existentes en el corazón de la cultura.
El sociólogo americano Wrigt Mills, entre varios más, se ha hecho de estas perplejidades afirmando: "Nos encontramos al final de lo que llama la Edad Moderna. Tal como sucedió en la antigüedad, ésta fue sucedida por varios siglos de ascendencia oriental, a los que los occidentales llaman prosaicamente "período de las Treguas" (Edad Media), también la Edad Moderna está en camino de ser sucedida por un período post moderno al que tal vez podamos dar el nombre de Cuarta Edad".
Esta observación de Mills sitúa claramente el problema de las transposiciones. En realidad, el movimiento cultural se condensa en una mundovisión determinada, dando origen a los sistemas políticos, sociales, a organizaciones peculiares, esto es, a consecuencias de orden práctico. Las nuevas estructuras tienden a sustituir a las antiguas, que entre tanto, debido a la pérdida de vitalidad del antiguo sistema cultural entraron en un proceso de decadencia y pérdida de vigencia, presentándose frecuentemente en antagonismo con lo Real.
Ha llegado el momento de asimilar las dimensiones de la crisis: aquella en la que un nuevo ciclo cultural está a punto de condensarse y en el que aún tienen un vigor residual las formas prácticas e intelectuales del ciclo antiguo. Estas intentan resistir, luchan por su conservación, denuncian e intentan liquidar las nuevas formulaciones pudiendo incluso incorporar algunas y demoler tesis y conceptos de vanguardia. Por ello su crisis interna, su incapacidad para competir con las nuevas interpretaciones, su falta de poder para integrar todos los elementos, se traduce normalmente en el abandono y el colapso de amplias zonas de explicación y de futuras áreas de organización práctica. La crisis pues, un tiempo de confusión en que la sociedad oscila entre dos ordenamientos, entre dos o múltiples explicaciones, pero donde los más atentos ya pueden notar la debilidad del viejo ciclo.
Y prosigue Mills caracterizando perfectamente este tiempo: "Sentimos que estamos en una época en la que suponemos que vamos a entrar. También cuando intentamos orientarnos, verificamos que existen un gran número de expectativas y antiguas imágenes históricas desfasadas; que los patrones de pensar y sentir ayudan y perpetúan, al mismo tiempo la interpretación de lo que está por ocurrir: que gran parte de nuestras explicaciones datan de la transición histórica del Medievo hacia la Edad Moderna y que la generalización de su uso las vuelve actualmente pesadas, irrelevantes e inconvenientes".
El stablishment cultural y científico tiene grietas y esas grietas se van ampliando. Los problemas son otros y requieren una nueva formulación. Las preguntas que se hacen a los mismos documentos son de otra naturaleza. Los fenómenos tienen otro alcance.
El aparato cultural de la Edad Moderna ya no es suficientemente adecuado para la interpretación y explicación del los problemas contemporáneos. Las ideologías y demás derivados de su Ciencia, por muchas razones, no pueden satisfacer a los hombres, en el diagnóstico de los males que afligen a las sociedades orientadas por principios ideados en el auge del Ciclo Moderno, y sumergidas en una crisis existencial que radica en la incapacidad de adecuarse a lo Real y explicarse a sí mismas en un discurso renovado.
Por otro lado, las consecuencias prácticas del ciclo están a prueba en todo el mundo, tanto en la forma de sociedades emanadas del capitalismo, como en las sociedades totalitarias, atrapadas, donde se vigoriza el socialismo "científico" y el modo de producción asiático, ahora, en ambas, aparecen las mismas características generales: sociedades de masa, materialistas, basadas en el principio de la razón suficiente. Todas dominadas por contradicciones y antagonismos profundos que parecen presentir su fin, cuando sus soportes culturales hace mucho que ya se vieron asaeteados por las arremetidas de la Nueva Ciencia, expresión de la claridad apetecida en el Nuevo Ciclo.
Tal paso es indispensable para comprender la crisis general y abordar los dos sistemas mundiales desde el punto de vista de sus claves esenciales, para luego examinar brevemente la civilización industrial, urbana, laica, que es la nuestra.
2. LAS FRACTURAS DEL SISTEMA CAPITALISTA.
Algo tendrá que parar. La sociedad de consumo no puede extenderse más a no ser que inventemos máquinas consumidoras.
Denis Gabor The Mature Society
El capitalismo es la forma político económica nacida del encuentro entre el espíritu del protestantismo (el enriquecimiento como muestra de salvación) y los elementos tecnológicos salidos de la revolución cultural inglesa. Si bien el capitalismo ya había tenido expresiones financieras y comerciales en Babilonia, Grecia y Roma, es solo en los siglos XVII y XIX cuando encontró una aceptación generalizada y planetaria. Los descubrimientos, las colonizaciones, las investigaciones técnicas y la expansión de los poderes occidentales, que disponen de una tecnología superior y más eficaz, imponen esta matriz ideológica y práctica en amplios espacios del mundo.
Con el triunfo del capitalismo y del liberalismo avanza el capitalismo como ideología justificadora de la moralidad y de la propiedad privada y del lucro. Con el tiempo, pasó a ser un vector globalmente estructurante de toda la sociedad industrial, dando origen a un sistema político de amplia lógica, capaz de digerir e integral en sí mismo nuevas problemáticas y alcanzar teorizaciones adecuadas para su propia expansión.
Con su clase dominante, la alta burguesía, con su sistema económico, el imperialismo financiero industrial, consiguió realizar una civilización planetaria, extendiendo a todo el globo sus mitos y conflictos. Fue agente de modernización y transformación, bien como factor de destrucción o de exploración. Su sistema ideológico tiene una capacidad de respuesta altamente flexible y diversificada. En cada coyuntura sabe encontrar los instrumentos apaciguadores y evitar su destrucción, integrando al liberalismo, a la socialdemocracia, o "socialismo con rostro humano", a la democracia cristiana y a otras mini respuestas, su sistema ideológico (pluralista) asegura la manutención de una élite de poder y la conservación del régimen. Sobre esta amplia gama de respuestas fundamentales, aparentemente contradictorias, se destaca el mismo tronco retórico común: la creencia en que los individuos son un fin en si mismos, iguales entre sí y que la sociedad y el Estado son meros instrumentos para la realización de su bien estar material, creencia que finaliza en que el todo no es igual a la suma de las partes, como se ve en la Química y la Física clásicas.
Imaginativo y conquistador en su lógica expansionista, el sistema se ve hoy a la espera de un soporte renovador que no se materialice. En cuanto pierde potencia y fuerza ideológica, se agravan los problemas cruciales en su seno, sin que hasta la fecha se consiga discernir cuales van a ser las soluciones. De este modo, son contradicciones estructurales abiertas, las fracturas que pueden inventariarse en sus sectores decisivos, como el político, el social, el espiritual o el científico o el biológico cultural y el ecológico, que bloquean y degradran esta máquina que no cesa de crecer desde la primitiva revolución industrial inglesa.
En el sector social se verifica su capacidad para realizar una integración no masificadora del individuo en la sociedad y en el Estado. Y por eso fue sumergida en el reino de la cantidad y hoy en día a pasado de ser costumbre el describir al hombre moderno como un ser esencialmente amputado de sus raíces profundas, prisionero de los parásitos artificiales de la sociedad consumista o de la manipulación publicitaria.Aislado y acorralado entre el modelo de la termitera y el individualismo exacervado, duda entre el rechazo y la nausea. La solución parece haber sido la opción por una manipulación y una manifestación más acentuadas, de forma que anulen la conciencia de la situación.
En el plano mundial, el sistema no tiene posibilidades de asumir, paralelamente a su formulación materialista universal, la correspondiente responsabilidad para el desarrollo económico de todos los pueblos dominados y sometidos. La revolución agrícola fue un fracaso y lo que se constata después de años y años de ayuda al desarrollo es que es lugar del progreso de los más pobres, se acentúa el distanciamiento entre países pobres, dominados y dominantes, dentro del marco de la civilización capitalista.
Por otro lado, obsesionado por la técnica que potenció la vertiginosa marcha de la cultura material, el sistema encuentra aquí el principio de su propia ruptura. Y ello por que, para él, es más preeminente el problema superficial del progreso técnico que la cuestión fundamental de la mutación institucional de las funciones políticas, económicas y sociales dentro del régimen, adecuándolas al avance de su propio frente científico.
En el sector político se sustituye la selección natural de los mejores por mecanismos artificiales que eligen en función de los mitos realidades del régimen, de los cuales cumple destacar la riqueza, la retórica y la habilidad manipuladora. Así, se funda un régimen oligárquico con clases políticas contratadas y pagadas, en la que los detentadores del Estado conservan su presa con la mayor impunidad. La Nación cedió el paso a la sociedad concebida como el campo de luchas como facciones, la unidad primordial fue dislocada por el atomismo, y los intereses reales enmascarados por las ideologías. El juego político tiene un carácter conservador de las situaciones afuncionales y de los intereses de grupos o individuos.
En el círculo más amplio del mundo, surgieron poderes hegemónicos que dominan y rigen a otras naciones en nombre de una mitología que no tiene realidad objetiva. La intoxicación americanista es un factor decisivo. Su ideología OCCIDENTALISTA y sus sucedáneos (mundo libre, cruzada democrática, solidaridad atlántica, etc.) no pasan de ser enmascaramientos de los intereses del imperialismo americano para instrumentalizar a los pueblos de su órbita en el conflicto pragmático que mantiene con la alternativa comunista.
Todas las ideas políticas fundamentales para la conservación de las comunidades se encuentran en fase adelantada de disgregación o incluso de eliminación pura y simple.
En el sector cultural, paralelamente el reduccionismo de interpretación intelectual racionalista y positivista, avanzó el proceso de la alienación de la existencia, que subordina al hombre y a los valores a objetivos de carácter inmediato y material. Surge así un antagonismo fundamental entre la matriz del ser humano y los imperativos del propio sistema, que alabándolo superficialmente, le niegan en realidad el cumplimiento de su propia humanidad. El "humanismo burgués" que practicaba la superación del individualismo egoísta y del utilitarismo comercial, no pasa de ser hoy un pálido recuerdo fundado en los ataques concentrados de los teóricos de la sociedad de consumo y de los ideólogos del marxismo. La vida se reduce a un esquema muy estrecho y a una problemática tecno económica unidireccional. Es programada de acuerdo con las necesidades del binomio producción consumo, con el consiguiente margen de lucro. El hombre apenas posee condiciones objetivas para desenvolver sus facultades materiales concordantes con el proyecto en vigor, que apunta a un modelo masificado. El hombre masa es el producto del siglo. Pero este tipo no es más que el resultado del industrialismo es decir, un producto standarizado de la cadena de producción.
El hombre integral, que preserva ba una axiología espiritualista en contradicción flagrante con el esquema valorativo de la sociedad de consumo, no pasa hoy de ser un enquistamiento en la sociedad moderna. Este testimonio supramaterial va siendo cada vez más difícil de mantener, una vez que la tentación de los reinos de la cantidad y de la facilidad, aliada al vértigo sexual cuidadosamente construido, se hubo revelado mucho más fuerte que el ejercicio de la ascesis, la moderación, la templanza y la disciplina interior.
Pero propiamente, a nivel científico, el sistema capitalista permaneció amarrado a su metodología analítica y a la obsesión atomista. Aun hoy no posee una visión global y organizada del hombre y del mundo. La Ciencia, reducida a especialización atomista y a investigaciones sectoriales, carece de bases necesarias para la elaboración de una perspectiva sistemática global, siendo lo mejor de su esfuerzo loas pequeñas síntesis particulares y contingentes.
Sus intentos de globalización, han sido más bien dictados por las necesidades de respuesta a las acusaciones y ataques de la teología marxista que por las necesidades intrínsecas del sistema. En este, las respuestas son dadas a medida que son necesarias.
En la dimensión biológico cultural se constata actualmente otra grave ruptura. El antagonismo entre los imperativos culturalmente dictados por la civilización de masas y las necesidades profundas de carácter biológico del animal que no paran de aumentar. En verdad, la ciencia etológica demuestra que el hombre está condicionado a nivel filogenético por las mismas fuerzas que motivan el comportamiento de los primates y demás mamíferos. Somos, de hecho, cazadores de savana, de espacios abiertos, seres que gustan de vivir en grupos de reducidas dimensiones. La cultura apunta en un sentido completamente antagónico cortando profundamente las líneas básicas de nuestros imperativos más arraigados. Ahora, cuando la discontinuidad entre la biología del hombre y la cultura que creó (medios extra biológicos de actuación) alcanzan graves niveles de incompatibilidad, se refuerza el peligro de inconformidad bio cultural y se vuelve permanente la necesidad de volver a las bases de la cultura (en el sentido antropológico) o modificar la biología. Es evidente que muchos de los conflictos sociales, paranoias y estados de crisis en el mundo contemporáneo prueban, en gran medida, la oposición entre la herencia natural humana y el mundo simbólico en que se mueve el mono desnudo.
En el sector ecológico. La ecología del planeta, por culpa de las consecuencias prácticas del sistema industrial, se erige en problema grave para los sistemas civilizados.
La cuestión deriva del hecho de que la tierra es agotable en términos de recursos movilizables para la manutención de la población en el mismo nivel de vida y consumo, y también del sistema ecológico susceptible de degradarse más allá de límites que representan un peligro letal para la totalidad del género humano.
La civilización moderna puso en marcha un mecanismo que siempre se ha negado a reconocer sus límites y que, además de ello, tuvo sus propias exigencias expansionistas. La contradicción entre el sistema de civilización y los múltiples y delicados desequilibrios del planeta se altera catastróficamente, apunta hacia un desenlace fatal, antes de que se agoten todas las riquezas aun existentes y movilizables. el equilibrio entre animal y medio, única forma de mantener la herencia recibida y la hipótesis de vida en el planeta, se complica y se ve amenazado por el superdesarrollo se la industria y de la población humana, que hasta ahora nadie ha pensado en detener. Estas líneas, como reconocen muchos especialistas, no tiene salida: ni para lo mejor, ni para la humanidad.
En el sector económico, el sistema capitalista a pesar de haber dado pruebas cabales de eficacia y de razonable garantía de las libertades cívicas para que se le pueda colocar como alternativa frente a las formas de dictadura del proletariado, experimentada en numerosas regiones siempre con resultados negativos, parece sufrir de problemas interiores graves que le inviabilizan para en futuro prometedor. Si en análisis demuestra que las formas políticas occidentales neocapitalistas (de fachada socialdemócrata o socialista) han dado metodologías capaces de hacer crecer las economías hasta tasa elevadas y elevar el nivel de vida, también es evidente que este crecimiento no puede mantenerse indefinidamente; se ha dicho que la Economía establece que la peculiar estructura del mercado perfecto está sujeta a crisis cíclicas (kuznetz), inventariadas y estudiadas por los mejores especialistas sin que tal estudio haya producido hasta hoy un instrumento capaz de evitar o minimizar tales rupturas, y aun hoy estén abiertas a la manipulación de los más fuertes en su propio beneficio.
De igual forma, resulta claro que la industrialización desenfrenada como vía de crecimiento y desarrollo, conduce a un punto muerto, hoy evidente para los mejores especialistas de las economías superindustrializadas, de forma que, púdicamente, los teóricos más avanzados, en vez de hablar de tasas de crecimiento impresionantes, prefieren especular sobre la necesidad de alcanzar la fase de crecimiento cero, o sea, el equilibrio perfecto en el ramo de la filosofía económica; en fin, se sabe que el crecimiento autosuficiente y continuado, base real de todos los sistemas económico políticos de occidente, deberá alcanzar en punto de involución, limitado como está por el ecosistema terrestre y por la cantidad de recursos utilizables para los actuales niveles tecnológicos. El sector económico, luego, también es un sector en crisis en el que se hacen sentir los profundos antagonismos, apareciendo los mismos fantasmas amenazadores del futuro.
Desde el punto de vista ideológico, tras una fase pujante y conquistadora (liberalismo, revoluciones de igualdad y libertad, publicas parlamentarias), se estabilizó y dio muestras de poca inventiva y capacidad de proselitismo. Frente al marxismo, ha optado por hacer concesiones parciales, compromisos coyunturales, anexiones semánticas, sin que la vieja doctrina del siglo XIX (liberalismo político económico) haya sido refundida i modernizada. Conceptos procedentes de la teorización socialista y neomarxista han sido integrados en el sistema a título de "socialización" sin alterar sustancialmente el stato quo anterior.
Queda la certeza que, tanto la vieja ideología, cono las nuevas refundiciones de inspiración socialista, son incapaces de explicar la reakidad social o guiar incluso de forma aproximada la práctica política. El desencanto que suscita es generalizado y no se muestran como los instrumentos más idóneos y solventes para resolver las diversas contradicciones del sistema. Estas mismas. justificación última del régimen instaurado, están en contradicción directa con los elementos de juicio de la ciencia comtemporánea.
3. LAS CONTRADICCIONES DEL SISTEMA COMUNISTA
Hoy el marxismo es el opio de las masas. Es una ignorancia institucionalizada, universalizada, y santificada.
Robert Ardrey The territorial imperative.
El marxismo es la base teórica fundamental de otro sistema de civilización moderna: el comunismo.
Ligándose a la ciencia de la época, el marxismo pretendió crear una nueva ciencia global el materialismo dialéctico que aplicaba a la historia, la filosofía y las ciencias naturales y sociales, y se presentaba a sí mismo como el máximo exponente del rigor, del racionalismo, del positivismo y del cientifismo novecentista. De simple esquema ideológico, consagrada en el MANIFIESTO y en las obras capitales de Marx y Engels pasó a ser el sistema político oficial con el triunfo del sovietismo, del castrismo y del maoismo; con la derrota de Alemania en 1.945, la fuerza del ejército rojo impuso también el marxismo a los pueblos del Este europeo.
Si en la teoría progresista, la fase marxista nace como un estadio superior a la fase burguesa una vez que intenta dar nueva lógica y reformular problemas concretos que no encuentran solución en los marcos mentales y materiales del capitalismo, lo cierto es que, en la práctica, la ideología marxista no pasa de ser un intento de complementar la ideología demo liberal, divergiendo apenas en los medios que consagra para la obtención de los fines últimos. En realidad, el marxismo defiende los mismos objetivos que el liberalismo político: la felicidad material del individuo en la tierra, equitativamente distribuida para todos los hombres hasta la igualdad universal. Es precisamente en la instrumentalización de la igualdad real de los hombres que las doctrinas racionalistas divergen: el marxismo reivindica la utilización de los medios científicamente estudiados, objetivos, en completa consonancia con su interpretación materialista restringida: apropiación colectiva de los medios de producción, destrucción de la burguesía explotadora y dominante, planificación centralizada y burocrática, partido único de los trabajadores, eliminación del Estado.
Tomando como base a Rousseau y aceptando que el hombre es intrínsecamente bueno y perfecto como requiere la falacia humanista y expone metafísicamente el filósofo de Ginebra, los pasos del marxismo desarrollarán la temática que supone también volver al fundamento filosófico de la Era Moderna. En el "Discurso sobre la Desigualdad", Rousseau tiene escrito: el hombre es bueno de forma natural. Cualquier trazo de violencia en su ser íntimo es producido por las instituciones sociales. La propiedad privada y el Estado son las dos instituciones preponderantes de invención y autoría humanas. La primera, produce la desigualdad y requiere la segunda para mantenerse. La propiedad privada y el Estado se combinan para producir la ruina del hombre. Glosando este tema Proudhom debería escribir: "la propiedad privada es un robo", y Owen, Fourier, Marx, Engels y demás utópicos se aplicaron a determinar científicamente la validez de estos razonamientos.
Marx llegó inevitablemente al diagnóstico y a la receta: aceptando que la naturaleza humana específica y buena, adelantó que el ambiente social es el responsable de la violencia y el vicio. La naturaleza de la sociedad humana está determinada por la posesión de la tierra y de los medios de producción. Por tanto, la naturaleza del hombre está determinada por la posesión del capital. En cuanto la propiedad siga siendo privada, la humanidad permanecerá dividida entre explotados y explotadores. Toda la Historia, por consiguiente, debe ser interpretada en términos de lucha de clases, todo conflicto en términos de esfuerzos de la clase explotadora para mantener sus privilegios. Por ello, si los explotados consiguieran llegar al control del Estado, la propiedad sería extinguida y terminaría la lucha de clases. La guerra, la miseria y el vicio, la violencia y las necesidades del Estado acabarían, por que en ese momento el hombre será naturalmente pacífico y bueno. Es claro que en los países en donde esta lógica fue mantenido hasta las últimas consecuencias se pudo constatar una ironía final: cuando un hombre confía en la bondad de otro, nunca pierde nada más que la vida.
Se trata, por consiguiente de aceptar que el hombre no pasa de ser barro moldeable por el ambiente que le rodea. La revolución marxista tiene por ello como objetivo alterar radicalmente el medio vivencial para que todos los hombres puedan ser plenamente iguales, plenamente conscientes y perfectos. Como si no hubiese ni la biología, ni la genética, y Mendel no hubiera establecido las leyes de la herencia humana y los cromosomas en el siglo pasado.
LAS CONTRADICCIONES MAS FLAGRANTES.
Sea como fuere, el sistema marxista se impone de diversas maneras, vigoriza amplios espacios del mundo y el análisis de sus formas conctretas y reales permite un diagnóstico que no se diferencia mucho del que ya se ha hecho para aquello que se ha convenido en llamar "mundo libre". Efectivamente, tal como éste, el sistema marxista se debate en la crisis, en las contradicciones y los antagonismos internos y externos. Por un lado comparte la mayor parte de las contradicciones igualmente presentes en el capitalismo siento también una opción masificada, parcial, industrializada, que procura con ahínco el desarrollo económico, prestigiando los valores materiales; por lo demás se le suma otras que tienen origen en su peculiar mundovisión, organización, y estructuras sociales.
Así, este sistema conocido por su monolitismo y solidez universal, tiene problemas estructurales graves (aún poco divulgados), contradicciones internas profundas y revela una notable incapacidad para resolver problemas cotidianos y normales dentro del marco rígido de las instituciones del régimen y de su ideología. La participación del pueblo por medio de las contribuciones particulares o colectivas, en el proceso de crecimiento, es limitado en lo que tiene de original y acelerador, debido al tipo de planificación y a la ausencia de estímulos materiales, ya que, así mismo, contribuye al mantenimiento de un modelo muy conservador que avanza lentamente a través de la integración y selección de los descubrimientos occidentales y los pequeños logros internos.
Sin ir tan lejos como Emmanuel Todd, que por el método histórico describe a la URSS como un país subdesarrollado y atrasado, exponente de la forma de producción asiática, puede tenerse la seguridad de que en esa vasta región se está muy lejos de la sociedad pujante, que la ideología prometió en la revolución de octubre y nunca dejó de exhibir como meta para el pueblo soviético.
La realidad cotidiana es dramática, la falta de géneros, el control de los consumos, está de acuerdo con las necesidades policiales. Efectivamente, la posibilidad de elección entre distintos productos, la viabilidad para determinar una opción de cara a una oferta rica, solo puede estimular el espíritu de independencia y reforzar la libertad individual. Tal vez por ello el sistema haya evitado cuidadosamente la sociedad de consumo con sus tentaciones, manteniendo al proletariado bajo una férrea dictadura de los hombres de la nomenklatura, que saben lo que conviene a todos por igual, pero especialmente lo que les favorece como clase dirigente y dominante.
La voluntad en cambio, de transición hacia la sociedad de la abundancia que se ve en Occidente y que en el fondo es una promesa de la ideología marxista, se expresa hoy en día en la disminución de las tasas de natalidad y en las reivindicaciones salariales, que chocan con el conservadurismo tradicional del Régimen. Este, después del aviso de Hungría y de la confirmación en el caso checoslovaco, no puede dejar de evitar la sociedad de consumo. Esta implica la libertas política y ello es impensable en la sociedad soviética.
En el sector social de exasperó la tendencia masificante del capitalismo, agravándose con el concentracionismo característico del sovietismo. La sociedad sin clases, prometida y "científicamente" justificada, es una utopía crónica que apenas sirve para justificar la nueva estructuración social, que asegura el funcionamiento burocrático de la sociedad global. Con una cúspide formada por los altos dignatarios del partido, burócratas y técnicos, la NUEVA CLASE, la sociedad real, continúan los viejos mujiks, trabajadores, obreros, pequeños e ínfimos burócratas, la masa del funcionariado del Estado. El sistema político soviético no ofrece, entre tanto, una alternativa para la superación de las clases. Para mantenerlas firmemente, eliminó en amplia medida a los estratos intermedios y los mecanismos de movilización ascendente, proletarizando a la masa de los ciudadanos.
La ciencia contemporánea enseña que la jerarquía es la columna vertebral de la comunidad. Lo prueba Lorenz en la sociedad animal y lo mismo demostraron Paretto, Mosca, Michels, Mills y otros notables sociólogos, a nivel de organizaciones humanas. La búsqueda de la sociedad sin clases no es más que una fórmula política, una justificación metafísica, como quien dice, por parte de los detentadores del poder. Por ello, hoy, tras tanto tirmpo de experiencia, se muestra absolutamente falsa. Y esto es extremadamente importante. La competición por las posiciones y por el poder discurre como en todos lados, excepto que en sociedades sin propiedad privada, la agresividad se acentúa y manifiesta en el estrecho círculo de los espacios aprobados: lugares directivos del partido, honorarios oficiales, símbolos de prestigio. Y la lucha se vuele más salvaje y brutal.
Así, invocando el beneplácito de la sociedad sin clases, lo que realmente se hizo fue operar una mutación en el esquema obligatorio de colaboración entre las clases. La división entre gobernantes y gobernados, distinción fundamental de Duguit, permanece, aun como la separación de los estratos de la nueva sociedad igualitaria. La ideología justifica el nuevo orden de las cosas y explica todo descontento como reaccionarismo capitalista. De cualquier modo, a pesar de haber sido reducida a su expresión más superficial y convencional es ahora un potente instrumento de estabilización para el análisis de un sistema explotador. Basta aplicar un análisis marxista a la sociedad soviética y a sus satélites para obtener la imagen de una estructura dual en la que la clase dominante, con nivel de vida muy acomodado, explota y vigila a la gran masa del proletariado, y a trabajadores del campo y de la industria, reducidos a un papel de siervos. Bajo estas circunstancias la productividad en sus ínfimos niveles puede ser explicada por que el estatuto de servidumbre nunca estimuló la inventiva, ni aumentó la producción en cualidad, ni en cantidad.
En el marco científico emerge y se acumula un antagonismo primordial entre la ciencia del siglo XX y las fijaciones de la ideología. La ortodoxia condenó a los genetistas rusos a los campos de concentración siberianos (caso Lysenko), que continúan en peligro permanente en los laboratorios soviéticos. Toda la física moderna y la genética, están en estado de contradicción con los textos de los profetas reverenciados por la clase dominante. Es imposible hacer bombas atómicas, conocer la ecuación de Einstein, de Werner Heisemberg, los principios de Pauli y simultáneamente seguir reverenciando al materialismo dialéctico. Es extremadamente difícil escamotear las implicaciones filosóficas y las prácticas de la vanguardia científica, cuando se quiere utilizar sus descubrimientos. Y ahí nace una contradicción en el propio corazón de la ideología justificadora de todo el sistema político social. Y tal vez por eso mismo es que Todd afirma que la clase dirigente dominante tiene mala conciencia. Ya no acredita ni la propia doctrina; se limita a imponerla como un formulario oficial y a conservar el poder en el estrecho círculo de las clases del partido.
Por otro lado, también es sabido que en un clima de constante espionaje y vigilancia policial el trabajo científico es pobre y retrasado: así la URSS nunca podrá dejar de ser una potencia dependiente desde el punto de vista tecnológico. Tienen que espiar a las naciones occidentales más avanzadas para aplicar sus descubrimientos y seguir avanzando. ¿Y cuando estas no existan? ¿a quién espiará?
4. EL CREPUSCULO DE LA CIVILIZACION CONTEMPORANEA.
Capitalismo y comunismo son los dos subsistemas que conforman la civilización moderna, esto es, los modelos a que aspiran a imitar todos los pueblos subdesarrollados sin darse cuenta que esos "paraísos" se encuentran en una situación de ruptura global.
En efecto, el sistema capitalista los sistemas comunistas desarrollarán una civilización industrial, masificante, que presentan hoy en día problemas estructurales que no tienen solución en el marco material o mental del sistema general.
Crisis económica, crisis de estado, crisis de la cultura, crisis del propio hombre y de su ambiente natural, son las múltiples facetas del marco que más que nunca explica coherentemente las tensiones y los antagonismos que miman a la sociedad occidental. Al otro lado de la divisoria ideológica, las sociedades totalitarias afrontan problemas semejantes y el Estado no es más que la caja de resonancia de los conflictos de clase o un vector de presión de los grupos nepóticos de intereses variados.
Las dos civilizaciones planetarias, lejos de volver a sus bases al liberalismo y al marxismo continúan irreversiblemente al desarrollo lógico de sus axiomas, volviendo inevitables la polarización de los conflictos internos y la disputa internacional de los espacios y las esferas de influencia. En ambas, las formas de civilización y los imperativos económicos apuntaron al industrialismo, que tiene exigencias propias. En el Este y en el Oeste nació una civilización que como analiza Macurre, configura todo un universo del pensamiento y de la acción, de la cultura material y de la cultura intelectual. En el medio tecnológico, consustancial a ambos campos, la cultura la política y la economía, se unen en un sistema omnipresente que devora o rechaza todas las alternativas. La productividad y el crecimiento potencial de este sistema estabilizan la sociedad y sustentan el progreso técnico dentro de un marco de dominación. La razón tecnológica se vuelve razón política. Cada vez más notoriamente el aparato impone sus exigencias económicas y políticas, para la expansión y la defensa de sí mismo, sobre el tiempo de trabajo y el tiempo libre, sobre la cultura material y espiritual. En virtud del modo de organización de su base tecnológica, la sociedad, la sociedad industrial contemporánea tiende a ser totalitaria. Por que no es exclusivamente totalitaria una coordenada técnico económica, no policial, que actúa a través de la manipulación de las necesidades por intereses suscitados por la propaganda impidiendo por tanto la aparición de una oposición efectiva contra el Todo".
Es un sistema nacido de las ideas del iluminismo que presuponen una relación innata entre la razón y la libertad, que presenta hoy en día dos interpretaciones distintas y aparentemente antagónicas, ya que, los medios de contención, los hábitos y concepciones prácticas, son fundamentalmente los mismos, de la misma forma que las justificaciones ideológicas se atenúan. Por otro lado, se trata de una civilización parcial y baja, con una profunda y obsesiva tendencia analítica, desarrollando preferentemente, patrones culturales de tipo materialista.
Sus líneas de orientación global hace mucho que han perdido actualidad y están en contradicción con los datos de las ciencias de vanguardia. En la estela de otros pensadores, Mills escribe: "Las ideas de razón y libertad aparecen frecuentemente como ambiguas, tanto en la sociedad capitalista como en la comunista de nuestra época, por que el marxismo se vuelve con frecuencia una retórica repetitiva de la defensa y abuso de la burocracia; y el liberalismo una forma demasiado simple e irrelevante de enmascarar la realidad social. Los principales hechos de nuestra época ya no pueden ser correctamente comprendidos en términos de interpretación liberal, ni de interpretación marxista. Estas formas de pensamiento surgieron como líneas maestras de reflexión sobre sociedades que hoy ya no existen ni volverán. Jhon Stuart Mill jamás examinó los tipos de economía que aparecieron en el mundo capitalista. Marx jamás analizó los tipos de sociedad que emergieron en el bloque comunista. Y ninguno de ambos pensó jamás en los problemas de los llamados países subdesarrollados, donde cada vez más los hombres luchan por sobrevivir". Lo real representa problemas y el mundo revela estructuras que ya no pueden ser aprendidas en términos de liberalismo o de marxismo.
En resumen: vivimos hoy, aquí y ahora, bajo la presión de un sistema mundial fundamentado en los presupuestos científico culturales de los siglos XVII XIX, fracturado en dos imperialismos de coordenadas totalitarias, que se presentan en crisis interna y externa. Cuestiones fundamentales para todas las comunidades no encuentran respuesta, y la ruptura se agrava por que la situación actual descubre lógicamente la incapacidad de los viejos aparatos para realizar el salto cualitativo y cuantitativo que presupone y exige la congestión y la afuncionalidad de los sistemas actualmente en vigor. El impass en que se encuentra la civilización planetaria moderna es profundamente grave. La razón tecnológica que gobernó su desarrollo se muestra cada vez menos capaz de responder eficazmente a los desafíos, que se multiplican de día en día en sectores clave de la sociedad mundial.
Por ello se pueden inventar un rosario de problemas concretos, cada uno más amenazador que el otro. El mundo natural del hombre, de ese cazador de savana, inventivo y arrojado, se parece más a una caseta de animal domesticado. Y eso tiene consecuencias, aunque nuestros contemporáneos no quieran verlas.
LAS LINEAS DE RUPTURA
Empezando por el campo material, aparecen contradicciones en el sector económico, saso que la riqueza producida, aunque en aumento, está cada vez más imperfectamente distribuida. Tanto el Estado comunista, como el Estado del bienestar social, no consiguen resolver este problema. La dialéctica entre explotados y explotadores (entre grupos, personas y naciones) continúa siendo de la más preeminente actualidad y es una fuente permanente de conflictos y tensiones sociales.
Por otro lado, la organización social está atrasada en relación a la superdesarrollada estructura científico tec nológica. En verdad, la vida, amputada de la dimensión espiritual, se ve progresivamente concentrada en lo económico, en lo puramente material; el desequilibrio entre los subsistemas sociales no se atenúa sino que aumenta.
Pero las angustias más caracterizadas de nuestro tiempo y de nuestra civilización son las espirituales, que nacen de la tensión entre el hombre y la sociedad de masas que lo sofoca y aniquila en todo aquello que tiene de supramaterial. Pese a las ideologías libertadoras y a las antropologías teológicas, fue imposible elevar al hombre hasta su dimensión. Tanto en el Este como en el Oeste, lo que domina es el reino inmundo de la cantidad, de las ideas reflejas, del hombre vegetativo. La afectividad se empobrece y reducirá las relaciones entre los hombres, tanto en cantidad como en cualidad, la biología tiene que pasar factura a la sociedad de masas. La naturaleza humana, dice Lorenz, es más pobre y esto es un indicador concreto de los efectos del sistema sobre el espíritu humano.
En el campo biocultural hay contradicciones que enraizan una creciente incompatibilidad entre la superestructura cultural y las exigencias naturales de la biología humana. El ritmo de vida, los patrones de actividad, la acción sobre el ambiente, agravan permanentemente la tensión entre la ecología del planeta y el hombre, y entre la cultura y la biología. Como escribe Lorenz, "el ritmo de evolución genética en el hombre se encuentra constantemente atrasado respecto al ritmo de su evolución genética en el hombre se encuentra constantemente atrasado respecto al ritmo de su evolución cultural. De aquí resulta que el desafío que el hombre se lanza a sí mismo por medio de su vida cultural termina por superar en amplitud la totalidad de sus capacidades genéticas. Esta contradicción basta para explicar el fundamento de civilización altamente desarrolladas en cierto momento de su evolución". El peligro de inconformismo biocultural ya no es una amenaza a largo plazo, sino un peligro muy próximo.
A esta incompatibilidad entre biología y cultura humana, se suma la contradicción entre la cultura moderna y el propio planeta. Ciegas por sus potencialidades tecnológicas, las sociedades iniciaron un proceso de explotación de los recursos que pone en peligro los equilibrios fundamentales de la Tierra. Como escribe Lorenz "cuando se ve al hombre llegar al extremo de servirse de tales técnicas para atacar a la naturaleza viva y destruir de este modo los propios fundamentos de su existencia, se puede pensar que es una verdadera dolencia mental, una auténtica locura. Pero cuando los hombres se empeñan en seguir por este camino, incluso con la certeza de que al hacerlo aniquilan incluso recursos destinados a sus hijos y a sus nietos, como aún el oxígeno que ellos mismos respiran, entonces ya no se puede hablar de un pecado de locura. Se trata de un crimen".
El desarrollo de los medios de comunicación y planificación del sistema civilizacional dominante hace aparecer otro peligro: la HOMOGENEIZACION. El hombre se ve uniformizado a través de un proceso de vulgarización que elimina las diferencias, las características locales y personales, para dar lugar al hombre medio en todas partes del mundo.
La causa principal de esta involución es la uniformización de las presiones selectivas en todos los espacios humanos. Con el progreso de la tecnología y los avances del moderno frente cultural, los mecanismos de selección natural fueron eliminados en beneficio de una presión selectiva artificial y normalizada para todas las comunidades civilizadas. Las diferencias culturales entre comunidades y naciones, que surgieron en función de los diferentes desafíos históricos y presiones selectivas, van desapareciendo a medida que todo se uniformiza. Es, en definitiva, la vulgarización del hombre, una monstruosidad que ni siquiera Ortega y Gaset pudo imaginar al escribir "La rebelión de las masas".
Este peligro, que implica una pérdida en las capacidades de respuesta de la especie humana en su conjunto, presenta también fenómenos secundarios de domesticación corporal, como el aumento de la gordura, la disminución de la combatividad las obsesiones sexuales, disminución de la selectividad sexual y otros elementos negativos para la conservación de nuestra especie. La uniformización y la vulgarización son también aspectos de una regresión de civilizaciones pues el camino ascendente de caracteriza por una creciente diferenciación y un mayor grado de organización.
Pero el desarrollo del aparato tecnológico, no hace apenas que aumentar el peligro de homogeneización y domesticamiento, provoca una profunda mutación de la humanidad frente al mundo vivo. El pensamiento tradicional fue sustituido por el pensamiento teomórfico. La característica principal de este nuevo tipo de pensamiento radica en la aplicación a los sistemas vivos de métodos de análisis y de acción elaborados para ser aplicados a los sistemas muertos. La tecnología dejó de ser un medio para convertirse en un fin y es en base a su óptica que el hombre moderno ve el mundo vivo.
En el dominio político ideológico continúa el antagonismo de bloques, que instrumentaliza las naciones y los pueblos según los objetivos de las grandes potencias. Las ideologías dominantes en contradicción con los datos experimentales de la ciencia de nuestro siglo, justifican y disfrazan los intereses reales en juego. Las masas cada vez más masificadas, científica y sistemáticamente atontadas, manipuladas por los técnicos de la propaganda, son llevadas como carneros ciegos y estúpidos tras los "grandes ideales", cumplidos los objetivos de quien detenta el poder. Sin embargo, razones suficientes asisten a Pareto, Michels, Schmit y Mosca, para abordar de forma neomaquiavelista el fenómeno del poder.
Desde el punto de vista científico, lo que se verifica es la existencia de un ordenamiento conservador y terrorista, en la sociedad comunista de los "todos iguales" y en la sociedad libertaria capitalista. Las ideas nuevas, contrarias a los fundamentos ideológicos del stablishment son combatidas por todos los medios. Sin suficiente capacidad para explicar la fenomenología, la estructura implantada se limita a negar las nuevas interpretaciones y refuerza desesperadamente todos los viejos axiomas positivo racionalistas. El ciclo moderno resiste, reafirma sus bases y su romanticismo, busca nuevas maneras de decir las mismas cosas. El ciclo cultural culminó llevando a sus últimas consecuencias la mundovisión de base y ahora puede deslizarse en el círculo de sus axiomas, cultivando mala conciencia y fiscalizando las nuevas aportaciones intelectuales.
Ignorando premeditadamente los nuevos datos hechos puestos a la luz del día por los investigadores solitarios, sabios silenciosos, científicos y hombres de vanguardia, los teóricos y servidores del stablishment continúa ofreciendo las mismas explicaciones novecentistas y románticas. Continúan concibiendo la atracción del hombre por la propiedad y por la nación como aberraciones provocadas por la inseguridad sexual, por la educación, obsesiones y frustraciones, pero lo que nunca admitieron es la explicación correcta: que a ello obliga el instinto territorial que se manifiesta en todos los animales. De hecho, esta explicación que se basa en la existencia de imperativos filogenéticos más viejos que nuestra especie, finalmente no es tan sutil como las demás seudocausas y mucho menos complicada que las ingeniosas construcciones de Marx, Freud, y demás maestros del pasado.
Los científicos oficiales prefirieron explicar el Estado por la lucha de clases, el canibalismo por la deficiencia en proteínas, la guerra por las industrias de armamento y por el capitalismo la droga por la falta de amor, el crimen por la frustración y así sucesivamente. El ciclo cultural que nos integra culminó finalmente en una gigantesca era de la Disculpa, todo está disculpado. Nadie tiene la culpa de nada.
A pesar de los nuevos campos abiertos por la investigación científica de nuestro siglo, afirma Ardrey que "el científico oficial está viendo la vida humana a través de la cortina de la falacia romántica y prepararse recetas que a pesar fatales para el paciente le serán entregadas con toda confianza, con lógica y, por encima de todo, con las manos lavadas de cualquier culpa".
Incrustadas en el corazón del Viejo Ciclo que termina, los científicos oficiales, los ideólogos y los ciudadanos masificados, luchan contra lo que ya es inevitable: los efectos prácticos de la revolución científica del siglo XX. Efectivamente, los investigadores de campos tan distantes como la Física y la Zoología destruirían las bases del confort intelectual de los "avanzados" "progresistas" o modernos. Metódica y silenciosamente, estos hombres desconocidos llevarán a cabo una verdadera revolución, tal vez la única que merezca este título. Abrirán las puertas a la Cuarta Edad y por esto mismo, los más atentos inteligentes y serios,y tienen suficientes razones para sentirse perplejos ante las confusiones derivadas del encuentro entre dos ciclos: el moribundo y el ascendente. Reconoce también Mils este hecho al escribir que "Así como las teorías de hoy se encuentran desconectadas de la realidad, también nuestras principales concepciones liberalismo y marxismo se descomponen como expolicaciones adecuadas del mundo y de nosotros mismos". Salidas del caudal científico de los siglos XVIII y XIX y alimentadas por él, estas dos sociedades contemporáneas no son más que la consecuencia de orden práctico del movimiento cultural racionalista mecanicista, base del ciclo anterior.
El futuro pese a los determinismos primarios nunca está definido. Su construcción es una tarea de vanguardia, de élites, un trabajo perennemente presente. Con todo, desconociendo el contenido de ese futuro, podemos adivinar ya su entorno. Como Vintila Horia, uno de los intelectuales más celebrados de Occidente, nosotros también tenemos que reconocer que "si las ideologías que nos manejan hubieran tenido la habilidad de ligar su destino al de la ciencia a mediados del siglo pasado, y si la ciencia de nuestro siglo destrozase las conclusiones de su predecesora, lo que moriría con aquel antiguo error materialismo, determinismo, racionalismo es todo aquello que nadie encuentra razón de ser. Si el soporte científico del materialismo, comunismo marxista, o pragmatismo americano, se desmorona bajo el embite del principio de la incertidumbre, es inútil procurar encontrar la cuadratura del círculo ideológico por que no existe". Y sigue el ensayista: "Entre la ciencia de hoy y la de ayer, y tal es el mal de las ideologías contemporáneas, existe una ruptura. La era en que entramos, ayudados por la Ciencia y por otras claridades, tiene aspectos de complementariedad. Las antiguas separaciones, razón contra sentimiento, consciente contra inconsciente, clase contra clase, generación contra generación, ya no tienen ningún sentido. Feroces antagonismos desaparecen bajo la luz del principio de complementariedad. El propio ser humano es una integridad, y la sociedad debe ser su reflejo".
5. ERIGIR UNA NUEVA CULTURA.
Sin alardes ni publicidad, la vanguardia científica de nuestro siglo empezó a destruir, silenciosamente las bases esenciales del Sistema contemporáneo. El trabajo de estos años apenas fue destructivo para las tesis más amadas por el homo sapiens. Fue más amplio: produjo una inversión de conceptos, desalojó lo falso e impuso lo verdadero, barrió el mito románico, satisfactorio para nuestra variedad de animales culturales, y colocó al hombre, desnudo, ante la brusca realidad.
Nombres ignorados como los de Puali, Heisemberg o Lupasco, Lorenz y Weizaker, Planck, Bhor, Bertalanffy, hacen sonar ahora su voz decisiva. Fuera de los esquemas reduccionistas, estos hombres, más allá de sus trabajos especializados, no han dudado en ir hasta el fondo de los problemas. Superando la tendencia analítica, la mayor parte de ellos lleva su ejercicio intelectual más allá de las fronteras de su especialidad. Con profundos conocimientos interdisciplinarios, no dudaron en pasar de las Ciencias de la Naturaleza a la Filosofía, la Ética, la Antropología y la Sociología. Ahí está el gran físico Werner Heisemberg probando en sus "Diálogos sobre la física atómica" hasta donde pueden ir las implicaciones lógicas de los descubrimientos en este sector clave. Y ahí están los libros de Lupasco, Lorenz, Ardrey y demás, para mostrar amplios espacios completamente nuevos que solo ahora empiezan a ser intuidos.
DE LA ETOLOGÍA A LA ESCUELA SOCIALISTA ITALIANA
De entre las nuevas ciencias que irrumpieron bruscamente en el panorama del saber, cabe destacar a la Etología. Esta rompió definitivamente el bloqueo del behaviorismo americano y ruso y demostró que no todo puede ser explicado por los "condicionamientos exteriores". Efectivamente, la lucha llevada a cabo por Raymond Dart en la Antropología y Jacob von Uexhull en la zoología debería cobrar significado en nuestra época al igual que los trabajos pormenorizados de los observadores de los animales en libertad: Carpenter, Schaller, Hall, Eugene Marais, Jane Goddall, Nikolas Tinbergen, Eibl Eibesfeldt, Schenkel, Petter, Buechner, Konrad Lorenz y tantos otros hombres dispersos por ecologías distantes. Las notas reunidas e integradas por hombres de la talle de Lorenz, Eibesfeldt, Humphry Knipe, Robert Ardrey, Desmond Morris (discípulo de Tienbergen), asumen ahora un significado decisivo para la comprensión de las motivaciones y del comportamiento humano.
Las viejas explicaciones freudianas, marxistas, behavioristas, quedan archivadas definitivamente como muestras del pensamiento romántico del siglo pasado, preocupado en las bellas construcciones intelectuales más que en la realidad y exactitud de las cosas. Rousseau, Engels, Owen y demás utópicos, solo interesan a una galería de literatos y humoristas. Nunca para explicar los fundamentos de la sociedad ni los patrones de la conducta humana.
En realidad, en estos años de investigaciones, la etología dejó claro que el hombre es un animal con impulsos instintivos heredados, filogenéticamente definidos y que Eibesfeld llega a denominar "programa". No nace como una "tabula rasa" o como un "buen salvaje". Nace como una herencia definida un plano de ser, que obligatoriamenente varía de uno a otro. Es la fecundación, ese accidente de la noche, como dice Ardrey, quien determina el banco de genes y las posibilidades de surgimiento de los individuos iguales que no pueden expresarse en un número accesible para nuestro entendimiento.
Las pulsiones, las bases instintivas del comportamiento, son comunes a la mayor parte del mundo animal. El hombre tiene, por consiguiente, un fundamento biológico innegable que tras el punto de partida crea una desigualdad bien clara. Aquí, la etología confirma el pensamiento neomaquiavélico de la sociedad italiana, liberada por Pareto, Mosca y Robert Michels.
Por otro lado, contrariamente a la creencia de los demiurgos sociales, el hombre actúa dentro de marcos institucionales extremadamente antiguos, tan viejos como la propia naturaleza. La Enciclopedia, que elevó la razón y la capacidad de inventar al rango de modelo social más adecuado (línea marxista, positivista y romántica) tiene en la Etología el más claro desmentido. Las estructuras fundamentales de la sociedad son animales, o sino, ENTERAMENTE NATURALES. No se inventaron en parte alguna: son algo innato idéntico a lo que encontró el primer homínido. En cualquier sociedad será siempre así: en las animales y en las humanas.
En primer lugar tiene un territorio que defiende contra los miembros de la misma especie integrados en grupos diferentes. Dentro del territorio la agresividad está controlada, disciplinada, orientada hacia el exterior. Así, el control de un territorio por un individuo, una tribu, un grupo, no es un invento del capitalismo; es un don natural.
En segundo lugar, existe siempre un jerarquía y una élite que detenta el poder. Es la espina dorsal de la sociedad y todos los animales revelan tal estructura de mando. No es luego un efecto de la propiedad privada: es un perfeccionamiento que se incorporó a lo largo de la evolución y que constituye hoy un patrimonio de todas la sociedades que sobreviven. Las que no tuvieron jerarquía, si las hubo, no dejaron huellas en la historia. Tienen toda la razón Pareto y Michels al escribir que si la jerarquía desapareciese, esto supondría el fin de la sociedad. A lo largo del tiempo, como afirma esta escuela por medio de Julien Freund, "lo que varía es la minoría que ejerce el poder". Existe siempre, ya que es una exigencia intrínseca de la propia estructura social.
La agresividad, por otro lado, mostró sus raíces institucionalizadas. El ambiente puede contribuir para desencadenar el ataque, el combate, más nunca podrá crearlo o eliminarlo. El mundo pacífico empieza, como enseñó Cristo, en el corazón del hombre: en la autodisciplina, en el dominio de los instintos; en la defensa del ordenamiento cultural como dice hoy Arnold Gehlen. Animales creados en aislamiento, fuera de cualquier contacto con sus semejantes, llegada la hora del enfrentamiento, no dudan en los gestos amenazadores característicos de su especie. La información está en los genes. Lo que necesitaban era apenas un estímulo desencadenador. Los niños que fueron sometidos a un sistema educativo basado en la falsa idea de que la agresividad es totalmente APRENDIDA se vuelven, con la ausencia de castigos y control, individuos desequilibrados, arrogantes, implicativos, egocéntricos que fracasan en su vida desde el punto de vista profesional y puramente humano. Los mitos cuestan caros, más esto nunca impidió que tras una calamidad le siguiera inmediatamente otra, procedente de la aplicación de los mismos principios.
La vinculación, el amor, los ritos sociales más consagrados, tienen también una base filogenética y aprueban en su mayoría de ritualización las partas de los cuidados familiares: alimentación, limpieza, protección. Estas actitudes, indudablemente amigables, se divulgaron como signos específicos de amistad y cooperación.
Finalmente, la propia sociedad, como estructura global, es una realización animal. Los estudios efectuados sobre las sociedades de mamíferos superiores, como las comunidades de macacos babuinos, gorilas y demás, demostraron las raíces filogenéticas de esta organización que nosotros también utilizamos. Esto quiere decir, que su ordenamiento no es arbitrario: es de un forma y no de otra. Tiene razón absoluta Alexis Carrel al condenar como absurdas las construcciones abstractas de Marx o de un Rousseau.
Por todo ello la Etología conduce a un ejercicio global que supone una lanza apuntada contra la falacia romántica, del stablishment cultural de nuestro tiempo. Su investigación permite una perspectiva nueva del hombre u del medio animal, y una visión de la cultura y del espíritu fuera de los mecanismos viciados a que nos habituó la psicología americana y la sociología romántica. Aquí se inicia un ejercicio en el punto en que acabó Marx y ello no puede dejar de tener profundas implicaciones. Detrás, los ataques denodados a la ciencia etológica, a sus cultivadores y también el intento de incorporarla como psicología animal en un capítulo de la psicología general son señales de la agitación que recorre al mundo behaviorista, reflexológico y más ampliamente determinista.
La Etología demostró, luego, que tenemos una herencia mucho más rica de lo que se pensaba y subrayó la originalidad de la cultura, como una construcción acumulativa esencial para la supervivencia del hombre, pero también como una variación viable sobre estructuras filogenéticas fundamentales.
Tal vez se a Lorenz el etólogo que mejor describió este problema, mostrando al mismo tiempo las implicaciones de la nueva ciencia en el campo de la política. Afirmó en una entrevista a un diario americano que: "Una perspectiva biológica del comportamiento humano de nuestro tiempo podría contrariar a las doctrinas de repercusión mundial. Y la doctrina simplificada de los reflejos condicionados hace todo lo que puede para destruir a las doctrinas adversas. Esta doctrina la llamo seudo democrática tiene profundas raíces y es muy peligrosa. De hecho una teoría que postula que el hombre no es más que el producto del medio es confortable para todo el mundo. Los ciudadanos así igualados son tan bienvenidos al capitalismo americano, que precisa de un consumidor integrado, como al totalitarismo rojo que quiere un ciudadano sin ideas.
Si, siguiendo a Freud, estudiamos con atención las reacciones mentales y emocionales que los behavioristas tienen contra todo lo que no son reflejos condicionados, descubriremos la ideología subyacente a todas las doctrinas políticas de actualidad. El tratamiento y control de las amplias masas sienta la presunción errónea de que no hay programa innato en el hombre, esto es, ningún programa psicogenético. Este punto de vista igualitario es completamente contrario a toda la evidencia biológica.
En las sociedades humanas la división del trabajo está fundada en una diferencia, en la desigualdad de los miembros de la sociedad que presupone una diferencia de capacidades. Hoy en día se asiste a un intento de demostrar la justicia de una sociedad compuesta por elementos manipulables e intercambiables. En otras palabras: el mejor de los mundos posibles para los tiranos rusos o los monopolistas norteamericanos. Los adversarios de la etología nos acusan muchas veces de ser antidemócratas, por no decir racistas y rodean su propia doctrina con el halo de la democracia. Ahora bien, el fenómeno fue analizado ya por el escritor americano Philip Myllie. Afirmó que la doctrina seudo democrática extrae su fuerza de una verdad que fue transformada en una mentira. La verdad es que todos los hombres deben tener las mismas posibilidades para desarrollar cabalmente sus capacidades. Pero ¿quién ha negado esto alguna vez? Esta verdad indiscutible se desvía cuando proclaman: "Si todos los hombres tienen las mismas posibilidades, todos los hombres serán igualmente iguales". Y esto no es verdad. Es absolutamente falso por que todos los hombres son desiguales desde el momento de la concepción. Por eso se tiene la pretensión de que la igualdad es una llave, un sine quan non de la vida colectiva, lo que también es falso.
Hoy en día ya se siente cierta hostilidad contra la élite intelectual entre ciertos estudiantes contestarios. Ahora, el igualitarismo no lo dudemos que prohíbe a un hombre ser más inteligente que la media, es la muerte de todo el desarrollo intelectual".
Por su parte, el hombre que más se interesó por la aplicación de la Etología en el campo de la antropolítica Ireneus Eibl Eibesfeldt tiene una idea muy particular ( y correcta) de las potencialidades i implicaciones del nuevo saber en el marco de lo "adquirido" a título de revelación.
"La investigación comparada del comportamiento al demostrar claramente la importancia de lo innato en el comportamiento humano, destruye las posiciones extremas de algunos teóricos del medio ambiente, que eran de la opinión de que el hombre era un producto de su medio. Esto tiene importancia bajo diversos aspectos. Tomemos, por ejemplo, las normas éticas: si la teoría del medio ambiente, que eran de la opinión de que el hombre era un producto de su medio. Esto tiene importancia bajo diversos aspectos. Tomemos, por ejemplo, las normas serían relativas según las culturas, lo que quiere decir, que no tendrían ninguna validez universal.Tendría que ser reconocido como natural lo que una cultura elevada a norma, aunque fuese de la tiranía. Ahora bien, la Etología puede demostrar que se producen inhibiciones innatas para matar, robar, etc. Esto significa, dicho de otra forma, que una serie de normas éticas se basaban en adaptaciones filogenéticas y son, por ello, universales. Esto se relaciona también, como expuse especialmente en mi último libro, "Guerra y paz a la luz del comportamiento", con otras normas de reacción y otras pautas de comportamiento. Esto me parece muy tranquilizador pues se trata de una herencia común que une a todos los hombres suponiendo una base que posibilite un entendimiento mutuo muy por encima de sus fronteras culturales.
Tuve ocasión de experimentar algunas veces de manera conmovedora en las comunidades de los pueblos primitivos. Es cierto que el reaccionar según los modelos prestablecidos solo es problemático cuando no sabemos nada a este respecto, pues entonces reaccionamos ciegamente, en el sentido más verdadero de la palabra. Pero una mayor información posibilita superestructurar culturalmente y, así, dirigir inclusivamente el comportamiento innato. En todo lo que es la herencia antigua se muestra una actualidad útil para la especie. Esto es válido, por ejemplo, para nuestra tendencia innata a agasajar a los extraños. Nosotros los etólogos resaltamos, muchas veces explicitamente, la educabilidad del hombre. Es infundada la censura de quien dice que por hacer hincapié en lo heredado defendemos el conservadurismo. Lorenz, por ejemplo, en su libro tan extremadamente discutido "La agresividad" proclamó que considera la agresividad humana en la situación actual como el mayor de todos los peligros: "Tenemos buenas razones para considerar la agresividad interna de la especie humana, en la actual situación histórica, cultural y tecnológica de la humanidad, como el más grave de todos los peligros. Pero, ciertamente, no mejoraremos nuestras expectativas de contención por el hecho de considerarla como algo metafísico que no pueda ser evitado, sino tal vez por el hecho de investigar la cadena de sus causas naturales. Siempre que el hombre consiguió obtener o poder dirigir voluntariamente en determinada dirección un fenómeno de la naturaleza, fue debido a su comprensión del encadenamiento de las causas que lo producen. La doctrina sobre el proceso normal de la vida, cuya acción tiende a la conservación de la especie, la fisiología, constituyó una base indispensable para la doctrina se su perturbación, o para la patología".
"En contrapartida, una teoría del medio ambiente que en su programa educativo no tenga en cuenta la posible existencia previa de tendencias innatas en el hombre, corre el peligro de sobrecargar constantemente en sus propósitos educativos, volviéndose así, directamente inhumana".
Cuando, como ahora, se pretende ignorar las raíces biológicas del hombre y transformar todo en base a la idea de que la sociedad es una construcción artificial (incluso el propio hombre), la etología ofrece un espacio único de reflexión indispensable para la recuperación de la imagen correcta. Las teorías románticas del perfeccionamiento del hombre, que culminan en la celebérrima "sociedad sin clases", quedan infelizmente para sus partidarios, total y completamente demolidas.
Y sí, al avanzar, la escuela etológica, en sus tesis más vanguardistas, corroboró y penetró en la sociología política, lúcidamente desarrollada por Wilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Robert Michels.
LA NUEVA FÍSICA
La revolución silenciosa en la Física no llegó a conclusiones diferentes de las que ya se intuían en el campo de la etología. Por el contrario, las confirmó y abrió nuevos planos revolucionarios para la mentalidad actual. Esto afectó de tal modo la concepción del mundo en que vivimos que los mayores exponentes de este saber se sintieron en la necesidad de explicar las fracturar como la mundovisión antigua y la real novedad de concepción del mundo y de la vida del siglo XX. Fue lo que Werner Heisemberg hizo lúcidamente en diversos trabajos y lo que Carl von Weizaker intentó en "La imagen Física del mundo".
Quiere esto decir que la asimilación de la realidad varía en función del aparato conceptual e instrumental de que disponen los científicos. Las imágenes del mundo dadas por las ciencias de la naturaleza se han modificado de siglo en siglo (Kolster), provocando siempre mutaciones en las ideologías y modificaciones en las ciencias sociales. El marxismo, queriéndose ligar a la explicación científica del siglo XIX, muere hoy al ser negada ésta por parte de las vanguardias científicas. Términos como materia, universo, átomo, tienen una interpretación nueva: significan otra cosa, son asimilados dentro de otros marcos mentales que no coinciden con los de la ignorante suficiencia materialista. Las ideologías que se formaron con base en las antiguas significaciones, dejan de tener cualquier credibilidad en nuestro tiempo. Pero no solo mudó el concepto de los términios llave de las ciencias de la naturaleza. La física moderna con Planck, Einstein, Heisemberg y Pauli formularon principios, leyes y tesis tan radicalmente revolucionarias que han dejado en la sombra a los antiguos axiomas. Puede hablarse así con exactitud de "nueva imagen física del mundo", esto es , de una asimilación más próxima a la Verdad. Y no deja de ser sintomático que mientras los físicos del siglo XIX se entretengan en el escepticismo y en la blasfemia, hoy en día los vanguardistas escriben en este campo las más bellas páginas religiosas, realizando, por tanto, al mismo tiempo, un profundo ejercicio filosófico en el dominio del Misterio.
Entre los descubrimientos más significativos por sus implicaciones filosóficas están los principios de Einstein y Pauli Heisemberg. Einstein, por su fórmula de la conversión de la masa en energía es igual a la masa multiplicada por una constante universal (la velocidad de la luz elevada al cuadrado), demuestra que la última realidad no es las materia. Las investigaciones de la Física Atómica confirmaron que la materia no pasa de ser una FORMA DE CONDENSACIÓN DE LA ENERGÍA. En 1.906, Einstein como consecuencia de su Teoría Especial de la Relatividad fue llevado a reconocer la inercia de la energía y su fórmula dejaba concluir que un gramo de materia contiene 25 mil millones de Kw/hora. Planteaba el problema de la demostración, pero fue ahora Otto Hahn, conjuntamente con Meither, quien lo hizo al conseguir realizar la fisión del átomo de uranio. Por otro lado, como afirma Heisemberg, "la fórmula de Einstein nos permite asegurar que las partículas elementales que forman el átomo son energía en estado libre". En efecto, pese a los materialistas, la materia (la celebérrima materia) no es más que un sistema de acontecimientos energéticos. Y esta sistematización no es posible sin la existencia de fuerzas antagónicas, de atracción y repulsión, simultáneamente operantes.
LAS TRES MATERIAS
Fue Lupasco quien descubrió este estado de antagonismo y quien postuló que vivimos en un Universo en que la materia no es una. Pasaron los tiempos en que la referencia a la materia tenía una sola connotación. Ahora, además de saberse que no pasa de ser una sistematización de energía y que la energía obedece a un permanente dinamismo antagónico, se verificó que ella la materia puede presentarse entres estados, todos ellos gobernados por leyes características. Son las tres materias, de que habla Lupasco en sus investigaciones de vanguardia. En primer lugar hay una materia macrofísica que va desde el objeto familiar a las estrellas y las galaxias. Está formada por sistemas de moléculas, átomos, partículas y es gobernada por el principio de la degradación de la energía (en virtud del segundo principio de la termodinámica). En un sistema dado, según Clausius Cournot, la energía se degrada, o pasa de formas más complejas a otras menos complejas y estructuradas. Aquí encuentra el materialismo dialéctico su sentencia de muerte, ya que la materia que se considera no puede evolucionar, o pasar a niveles superiores de organización y heterogeneidad. Lo que sucede es precisamente lo contrario y por eso mismo, en su tiempo, Marx y Engels rechazaron, con completa lógica, aceptar como verdadero el segundo principio de la termodinámica. Más bien, esta primera materia camina hacia su aniquilamiento, hacia su homogeneización.
En segundo lugar existe otra materia, llamada viva, que está hecha por los mismos elementos constitutivos, atómicos y moleculares, pero al contrario de la anterior está gobernada por un principio de heterogeneidad. Inversamente a los sistemas macrofísicos contiene neguentropía, es decir, entropía negativa y obedece a leyes y lógica peculiares.
Finalmente, cuando de penetra en el dominio de la materia energía, en el dominio cuántico, aparece una tercera materia, que está al mismo tiempo animada e inanimada y es campo de batalla entre lo homogéneo y lo heterogéneo. Lejos de degradarse, la energía se acumula a este nivel.
Con todo, tal como explica Lupasco, las tres materias están constituidas por los mismos elementos y no son, en el fondo, "más que acontecimientos energéticos, o mejor, sistemas energéticos"
Esta revisión del concepto de materia como se intuirá inmediatamente, tiene un especial interés para el análisis crítico de los denominados materialismo y deja inmediatamente clara su desactualización.
En este nuevo mundo conceptual que asume un significado profundo las palabras inspiradas por San Juan: "En el principio era el Verbo", la potencia, la energía, la luz. Como escribió el físico James Jeans, "la física moderna tiene la tendencia a reducir el universo a ondas y a nada más que a ondas. Estas ondas son de dos tipos, ondas cohibidos en su movimiento, a las que llamamos radiaciones o luz. Cuando se destruye la materia, el fenómeno consiste simplemente en la liberación de energía indular retenida que entonces se propaga por el universo. Estas concepciones reducen el universo total a un mundo de luz potencial o realmente existente, de tal modo que toda la historia de la creación puede ser narrada con absoluta exactitud e integridad por estas seis palabras:"Y dijo Dios: hágase la luz".
EL INDETERMINISMO BÁSICO Y LA LÓGICA DE LA ENERGÍA
En otra línea, Pauli y Heisemberg avalaron el edificio de la casualidad fechada, novecentista determinista, con sus dos principios: el de indeterminación y el de complementariedad. El principio de indeterminación afirma que no se puede determinar al mismo tiempo la posición y la velocidad de una partícula elemental. En las palabras del propio investigador "una partícula puede tener posición o velocidad, pero en sentido estricto no puede tener ambas". Este principio llamado también principio de la incertidumbre liquida la casualidad determinista del siglo pasado. Las partículas elementales no obedecen por tanto al mecanismo determinista tan querido por los filósofos románticos, antes se dislocan en trayectorias indeterminadas. En el dominio de lo más pequeño gobierna el determinismo.
En otra obra "La naturaleza de la física contemporánea", Heisemberg nota que hoy apenas puede hablarse de leyes de probabilidades o sino, formulación de medidas que integran en su seno el principio de incertidumbre o indeterminismo básico. Escribe el físico: "Las leyes estadísticas significan normalmente que los sistemas físico solo se conocen incompletamente".
A pesar de los trabajos de Bibs y Boltzmann ya apuntaron en principio de la era moderna hacia esta dirección, sólo las investigaciones de Max Planck consiguieron reducir el determinismo a cero. Efectivamente, en sus trabajos sobre la teoría de las radiaciones atómicas demostró que la radiación del átomo es discontinua y brusca exigió para su integración un abordaje estadístico y por tanto basado en el cálculo de probabilidades. Esto significó el abandono de la concepción determinista en el análisis de los fenómenos de la Naturaleza. Después de los trabajos de Einstein, Bhor y Sommerfeld, la teoría probabilística de los quanta de Plank se "reveló la llave de acceso a todo el dominio de la física atómica" y evidenció la inutilidad e inexactitud de los planteamientos causales que dominaron el siglo XIX e informaron toda la teoría marxista, desde el materialismo dialéctico a la teoría económica. El fin de un mundo.
Juntamente con este descubrimiento decisivo, contracorriente, otro no menos importante fue evidenciado por el físico Niels Bhor. Descubrió que la luz apenas puede describirse por medio de dos conceptos lógicamente opuestos, pero complementarios: como partícula y como onda. Bajo ciertas condiciones la luz se manifiesta como si estuviese formada por partículas: en otras como si fuera una onda. En el fondo, los enunciados de Heisenberg implican también una complementariedad tuvo una repercusión importante en la psicología se Jung. Este sabio, trabajando con el físico Pauli, demostró que el consciente y el inconsciente forman un par de oposiciones complementarias. En las ciencias sociales, donde el marxismo (exponente del determinismo del siglo pasado) introdujo las famosas contradicciones dialécticas, el concepto de complementariedad delimita, como advirtió lúcidamente Vintila Horia, muchas oposiciones irreductibles.
Pero no terminan aquí las implicaciones de estos años de estudio sobre la naturaleza. El físico Stephane Lupasco, completamente a la par con la vanguardia científica en la física, transpuso para la lógica las relaciones que encontró en el mundo metafísico. Creó así una nueva lógica, que acrecentó la lógica aristotélica con toda la dimensión que sería imposible de elaborar a partir de la construcción clásica. La llamó "Lógica del Antagonismo" y probó que no solo es capaz de explicar e interpretar todo aquello que la dialéctica explico como pelnetrar dominios como los que so delimitan en la Física Atómica y a presentar una interpretación coherente del mundo y del hombre consecuente con la avanguardia científica. En sus propias palabras, la nueva dimensión de la lógica muestra sus enormes potencialidades.
"La lógica inmanente a todo el pensamiento, a todo el comportamiento y a toda la realidad es de tal importancia que vamos a ver como la lógica y fundamentalmente la noción de energía, permite coordinar, justificar y prever, incluso sus manifestaciones más extrañas. Esta lógica podría ser resumida de la siguiente forma: para que ocurra cualquier acontecimiento en cualquier lugar y momento, es necesario que una energía, que un dinamismo, pueda pasar de un cierto estado de potencialización a un estado de actualización; sin esto, en un estado rigurosamente actual o actualizado, no se podría seguir hablando de energía, dinamismo, todo sería estático, igual desde siempre y para siempre.
Para que una energía, un dinamismo, se pueda encontrar en ese estado de potencialización es indispensable que algo, esto es, que dentro de un universo en que todo es energía, una energía un dinamismo antagónico, se haya mantenido como tal por su propia actualización y se potencialice a su vez para permitir la actualización de la misma. Esto es lo que he llamado la lógica del antagonismo.
Así, toda la energía, todo acontecimiento energético, bajo cualquier forma, si existe y para que exista, implica una energía, un acontecimiento antagónico de tal modo que la actualización de uno determina la potencialización del otro. Esto es lo que llamo el principio de antagonismo. Inducido a partir de la experiencia, transformé este principio en axioma de base para una nueva lógica de lo contradictorio o más simplemente, lógica de la energía.
Por aquí se ve que nunca existe, en la lógica de Lupasco, la superación marxista entre tesis y antítesis. Lo que existe es un permanente antagonismo entre formas que se actualizan y potencian, alternadamente, aunque bajo formas variadas de sistematización energética. La inoperancia de las leyes dialécticas inventariadas por el hegelianismo fue demostrada por Ortoneda en un bellísimo trabajo que casi le consumió la mitad de su vida de madurez. Este autor inventarió 400 errores puramente científicos, 600 dialécticos y 200 filosóficos o de sentido común en la defensa que los marxistas hacen de sus tres principios o leyes dialécticas. En este trabajo de comparación entre las afirmaciones de las tres leyes (unidad y antagonismo de los contrarios, negación de la negación, transición de la cantidad en cualidad) y los datos científicos contemporáneos, utilizó fundamentalmente las fuentes ideológicas soviéticas y ahí discutió 15 argumentos de carácter científico dialéctico.
Jaques Monod, Premio Nóbel de Biología, empleó para la mismas conclusiones su discutido ensayo "El Azar y la necesidad". Efectivamente, partiendo del error epistemológico que deriva del uso científico de la interpretación dialéctica, éste biólogo escribe: "Hacer de la contradicción dialéctica la ley fundamental de todo el movimiento, de toda la evolución, significa intentar sistemáticamente una interpretación subjetiva de la naturaleza, un proyecto ascensional, constructivo y creador; y volverlo así descifrable y moralmente significativo. Se trata de una proyección animista, siempre reconocible, cualquiera que sean sus disfraces y apariencias".
Pero Monod prosigue: "La interpretación marxista no solo es extraña a la ciencia sino también incompatible con ella, como se ha verificado siempre en los materialismos dialécticos, saliendo del puro verbalismo "teórico" se lanza a iluminar las vías de la ciencia experimental con la ayuda de sus concepciones. En este caso el desastre fue total. El propio Engels fue llevado a rechazar en nombre de la dialéctica, los dos mayores descubrimientos de su tiempo: el segundo principio de la Termodinámica y la interpretación puramente selectiva de la evolución presentada por Darwin. Y fue en virtud del mismo principio que Lenin atacó y con qué violencia la epistemología de Mach; que Idanov ordenó a los filósofos rusos que censurasen "las diabluras de la escuela Kantiana de Copenhagen" y que Lysenko acusó a los genetistas rusos, Lysenko tenía razón: la teoría del gen como determinante hereditario invariable a través de generaciones e incluso de hibridaciones, es efectivamente irreconciliable con los principios dialécticos. Es por definición una teoría idealista, dado que se apoya en un postulado de invariabilidad".
Además sobradas razones asisten a Ernst Topich al comentar las interminables discusiones sobre el valor de la dialéctica del siguiente modo: "No hubo ninguna respuesta ni la habrá jamás para la pregunta, ¿cuál es la verdadera dialéctica?".
DE LA BIOLOGIA A LA PSICOLOGIA.
La genética asestó otro profundo golpe a la visión del mundo del siglo pasado ¿Quién iría a suponer que los cruces de Mendel llevarían a la liquidación física de los grandes genetistas rusos, en nuestro siglo, por orden de un funcionario del partido, criado en la lógica del mito romántico? En realidad, como confirma Monod, el principio de invariabilidad ausente en el gen niega absolutamente todas las posibilidades a los juegos dialécticos y propone como corolario el principio más amplio de la desigualdad.
De hecho, la recombinación sexual (que combina genes del padre con genes de la madre) impone la diversidad de todos los seres vivo que se convierte en desigualdad real en el marco de la vida social. Una generación de biólogos, entre los cuales se entregan los nombres de Julian Huxley, George Geylord, Simpson y Ernst Mayr, sintetizaron los avances de su disciplina confrontándolos con la teoría darwinista y dejaron perfectamente claro que "todos los hombres nacen desiguales". El gen como principio hereditario fijo, transmisible por combinación sexual, asume un significado anti igualitario a nivel individual, pero también no deja de tener implicaciones a nivel comunitario.
Los biólogos, como Jhon Calhoun, abandonaron hace tiempo las herencias individuales para fijarse sobre otro campo más interesante: las poblaciones. Estas, son "cualquier agrupamiento de una única especie, contiguamente distribuida que se caracteriza por su continuidad genética y cultural a lo largo de varias generaciones". Estos grupos desarrollan con el tiempo sus capacidades genéticas y se separan de otros grupos por una línea de discontinuidad donde raras veces sucede la hibridación. Esta concepción corresponde, en rasgos generales, a nuestras nociones actuales y pone de relieve la base filogenética de cada agrupamiento. Esto significa que tiene caudales genéticos diferenciados y como tal, desiguales. Escribe Ardrey, basado en esta perspectiva, que hay que acabar con el relativismo cultural de una vez por todas. Incluso en poblaciones bien integradas en su ambiente, no todas tienen el mismo potencial de respuesta. Existen niveles de adaptabilidad, unos inferiores y otros superiores, cosa que nunca dejó de afirmar el gran economista Ludwig von Mises en el análisis a que sometió la acción humana.
Estas constribuciones específicas de la nueva biología fueron a encontrar eco en la psicología, que se liberó de los esquemas behavioristas y reflexológicos. Buscando los fundamentos de la "performance" intelectual, algunos de los más destacados exponentes de esta disciplina concluirán con la teoría de la diferencia genética como factor fundamental. Herejía. Pensamiento inadmisible para los buddas del satablishment, que se ocuparon en destruir la obra y la reputación de hombres como Hans Eysenck, Arthur Jensen, Herrstein y el premio Nóbel, Schokley. Estos profesores, con gran reputación académica, verificaron simplemente que el factor genético desempeña un papel preponderante en la determinación de los niveles de inteligencia. Cosa esperada más no por ello menos chocante para la religión ambientalista de los sacerdotes de la "coartada".
Por ello pregunta con toda la razón Ludwig von Bertalanfly, creador de una ciencia sistemática y destacado psicólogo:"¿Hasta qué punto son útiles o morales los cuidados que hoy prodigamos a los retrasados mentales, a los dementes e inclusive a los criminales, si sabemos con la misma certeza que la que rodea a un hecho científico, que el resultado será el deterioro de las reservas genéticas humanas y la futura multiplición de las generaciones de idiotas y malformados?". Y si esto se hace asociado al odio socialmente cultivado hacia el más inteligente, el destacado, a la falta de escuelas y protecciones especiales para los más dotados (otros anormales, o sino, los únicos anormales que interesan para la conservación y mejora de la especie) el panorama se vuelve aterrador. ¿Quién da la pauta para la conservación de la vida, para la supervivencia o el progreso de la especie? La fé de los norteamericanos en el progreso, en la igualdad absoluta y democrática, apenas glosa un tema aterrador", afirma así mismo Bertalanffy.
No hay duda que, como afirma, se siente que nuestra especie está fascinada por todo lo que es enfermizo, degenerado y subnormal. "Tres por ciento de la población infantil, los atrasados mentales, atraen fuertemente la atención pública; el otro 97% normal tiene que remediarse con un número insuficiente de profesores mal retribuidos". Y en ese 97% sería necesario incluir a los superdotados. Pero de esto no se habla. Si fueran identificados, en un futuro próximo, podrían ser condenados a las nuevas cámaras de gas, como temen con razón los más avisados.
Pero el pensamiento de los heréticos, que ya hace correr mucha tinta, continua presionando las viejas bases de la psicología en su torre de marfil. El "jensenismo", como fue cualificado, suscitó algunos trabajos fundamentales en el dominio de la genética humana y hasta hoy no encontró una respuesta de envergadura. A los libros de Jesen, se sucedieron las obras de Eysenck, que alimentan, entre tanto, un debate cuya conclusión se conoce anticipadamente. Efectivamente, la contribución de otras ciencias de vanguardia, permiten demostrar la exactitud de la aserciones de los jensenistas, sin hablar ya de las capacidad epistemológica de su propia disciplina.
LA REFLEXIÓN SOBRE LA ELITE.
La desigualdad individual origina en el plano social una división entre fuertes y débiles, constatada ya por Duguir. Los fuertes capturan los poderes sociales (político, ideológico, económico) y gobiernan a la mayoría de la población. Es el fenómeno de las élites dirigentes y dominantes, de la jerarquía, que tan bien evidencia el análisis de la sociedad animal. La reflexión más desapasionada sobre esta materia fue efectuada por la escuela sociológica italiana, con Wilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Robert Michels. Estos autores probaron la perennidad de la minoría, la minoría poderosa, que impone su voluntad sobre la mayoría dándole la impresión de ser ella la que decide y gobierna.
Analizando las sociedades y el hombre tal como son, estos autores se anticiparon casi medio siglo a las realidades científicas de nuestro tiempo. Identificaron correctamente a los detentadores del poder real y formularon leyes según las cuales discurre la disputa por el poder. Así mismo identificaron las justificaciones, más o menos elaboradas, que la minoría creó para su poderío y la llamaron fórmula política. Decir que el poder le viene de Dios, o del Pueblo, o que se es un autócrata a título de conquista, son todas razones óptimas desde que operan y cumplen su función justificativa. Hoy en día las fórmulas políticas son las ideologías y en ellas no hay, como se ha visto, el menor grado de credibilidad. Está por nacer la fórmula política de nuestro tiempo, que reduzca democracia y socialismo, socialdemocracia y marxismo, a meros trastos viejos de la historia del homo sapiens.
Los autores que sitúan correctamente estos problemas en un análisis neomaquiavelista son pocos. Todos prefieren las visiones románticas penetradas por la ideología, justificativas en última instancia del poder de la minoría actuante, o de la minoría que aspira al poder. Con todo con la desaparición de estos grandes lastres del pensamiento político, no es menos cierto que aparecieron autores que interesa conocer y que se refieren, en Teoría Política, a la revolución intelectual a que se asiste en otros terrenos del saber. Carl Schmitt, el viejo profesor alemán, James Burnham, Wright Mills y Julien Freund, llegan a asegurar un ejercicio impecable en materia de realismo político y transparencia de concepción.
Las minorías, por tanto, lejos de confundirse con la multitud, son por su organización y coherencia el único fermento social de mudanza y poder. Solo caen para ceder el lugar a otras, de modo que la Historia no pasa de ser un viejo y enorme cementerio de oligarquías. La Ley de Hierro de la Oligarquía, formulada por Michels, se hace eco de esta constatación empírica, tan desagradable a los decanos del igualitarismo acéfalo, fervorosos creyentes en la coartada de la tábula rasa.
REGRESO AL MISTERIO.
También en otros campos del pensamiento verdaderamente vital se asiste a una importante ruptura y renovación. En la Etología, la Filosofía, la Literatura, la Metaciencia, se abre desde el inicio del siglo un nuevo espacio ontológico, un dominio del Ser y de lo Sagrado en donde se reconoce implícita o explícitamente, la impotencia de la Razón. Nace otra vez la conciencia de los límites de la capacidad humana para conocer y percibir. Si en el período anterior el campo de los problemas invadió el campo de los misterios, hoy vuelve la Zona del Misterio, hacia la Zona del Problema.
En la Etnología, Mircea Eliade busca las bases perdidas por la Antropología, demasiado racionalista y positivista. En la Metaciencia, René Guenon y Julius Evola, vuelven a ver en los mitos, los fundamentos valorativos, revisitando lo Sagrado y los altos valores de la Tradición. En la Filosofía Antropológica, Arnold Gehlen hace ejercicio completo sobre la Cultura y la disciplina superadora, que asegura la manutención de la civilización. Contra el mito roussoniano no cesa de exigir un "regreso a la cultura", oponiendo a lo reaccionario da enseñanza que proclama el regreso a la naturaleza como factor de redención.
En Filosofía, Max Scheller, Husserl, Heidegger y Jaspers, continúan apuntando a una línea de investigación y búsqueda de lo Absoluto y de superación de la razón eficiente.
En Psicología, Jung, Jesen, Eysenck, Bertalanffy, vuelven a los fundamentos biológicos ( a los instintos) y extraen consecuencias de la Genética contemporánea y de la Etología, todas fundamentales para nuestro mundovisión.
Poco a poco, todos los campos científicos se ven afectados por la revolución silenciosa y por la necesidad de recorrer los nuevos descubrimientos para explicar y entender lo Real.
Entre tanto, el Dios Vivo, Aquel que es, que fuera marginado por la ciencia racionalista que todo lo explicaba por las relaciones mecánicas y los modelos hidráulicos, entra de nuevo en el campo del saber de la mano de los grandes Físicos. El milagro fue implantado por decreto: todo funcionaba como un reloj sin necesidad de vigilante, se insinúa hoy en el plano de los quanta a través de los acontecimientos del indeterminismo básico de toda la construcción universal. Grande es la libertad de las cosas materiales que no están sincronizadas con las sabias doctrinas de la causalidad fechada. Grande y sabio es el constructor de tan grande misterio, que en la propia base tiene el Misterio.
Y tal vez por ello hoy en día las más bellas páginas de la espiritualidad se encuentran en los escritos de los grandes físicos occidentales que se revelan al mismo tiempo como grandes creyentes en Su Sabiduría ¿No aseguró Cristo a los judíos que le perseguirían por haber curado aun paralítico en sábado, "MI PADRE TRABAJA CONTINUAMENTE Y YO TAMBIÉN TRABAJO". Esta operación continua de conservación no puede encontrar mejores entendedores que los que trabajan en la frontera de lo indeterminado.
Esta onda renovadora que trae mucho de ruptura no puede dejar de tener consecuencias prácticas, político sociales o encontrar formulación y concretización a nivel de lo social. Los elementos superadores de la Vieja Mundovisión están disponibles en un cuerpo de conocimientos verdaderamente revolucionarios que fundamentaron una nueva visión del mundo y de la vida. Y las nuevas líneas sociales, económicas, políticas, espirituales, demográficas, no pueden colisionar con el acervo científico acumulado por centenares de ignotos investigadores. Al contrario, las teorías, las explicaciones, la práctica, tienden a ir al encuentro de ése saber buscando así las respuestas para sus perplejidades. Para la edificación de las estructuras político sociales estables, donde el hombre reintegrado en su herencia natural y cultural, puede vivir feliz.
Madrid/Algueirao
1º Domingo de Agosto.
(c) Por el texto: Bessa
(c) Por la traducción: Ernesto Milà
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