Una "morada filosofal" en Barcelona: la Casa Xifré
Infokrisis.- En el Paseo de Isabel II de la Ciudad de Barcelona, a menos de cincuenta metros de los muelles del puerto existe un edificio singular que alberga a un conocido restaurante, de nombre evocador, "Las siete puertas". La primera vez que contemplamos con detalle este edificio intuimos que sus muros guardaban un secreto misterioso: el de la piedra filosofal de los alquimistas. Poco a poco, a medida que fuimos estudiando e investigando al inmueble y a su constructor, llegamos al convencimiento de que habíamos encontrado una verdadera "morada filosofal".
¿QUE ES UNA MORADA FILOSOFAL?
Para Fulcanelli, alquimista del siglo XX, una "morada filosofal" es todo soporte físico de una verdad hermética. Desde este punto de vista son "moradas filosofales" algunas catedrales góticas, y algunos edificios ornados con símbolos e imágenes cuyo descifrado indicaría los distintos pasos y características de las operaciones alquímicas.
A lo largo de dos libros ("El misterio de las catedrales" y "Las moradas filosofales"), Fulcanelli analiza los ornamentos de varios inmuebles que le sirven como excusa para describir las distintas operaciones herméticas y los materiales empleados.
JOSEP XIFRE, BIOGRAFIA PROFANA Y ESOTERICA
José Xifré, era natural de Arenys de Mar y nació con el siglo XVIII. Tras morir su padre arruinado al haber perdido su flotilla de barcos en la guerra contra Inglaterra, reconstruyó en pocos años su fortuna comerciando en Cuba. De allí pasó a Nueva York en donde se casó y de regreso a Barcelona en 1830, construyó el edificio porticado que aun puede verse hoy en el Pº de Isabel II.
Esta biografía sintetiza solo los hitos "profanos" del "indiano". Habría que completarla diciendo que vivió y murió como buen cristiano; fue protector de las ciencias y las letras y sobre él circulaban historias y leyendas populares sobre el origen de su fortuna.
Sin embargo, podemos hablar de una "biografía secreta" de José Xifré. Y muy abultada, por cierto. Miembro de la franc-masonería española, en Cuba fue uno de los puntales sobre los que se edificó el Gran Oriente Cubano.
Su esposa, de origen irlandés, pertenecía a una familia relacionada con las logias orangistas que se habían extendido al nuevo continente y que eran suponían una corriente esotérica paralela a la franc-masonería.
No es cierta, sin embargo, la información que nos facilita Luis Carandell en "La Guía Secreta de Barcelona", según la cual Xifré sería el introductor en España de la teosofía de H.P. Blavatsky. Xifré muere antes de poder conocer la Sociedad Teosófica. Ahora bien, si es cierto que seguía las tesis del "filósofo desconocido" Louis Claude de Saint Martin y de Martínez de Pasqually, fundador de la Orden de los Caballeros Elegidos Cohen, que pueden ser definidas como una "teosofía católica", pero sin ninguna relación con los "teósofos" blavatskianos. Xifré tampoco pudo pertenecer a la "Orden Martinista" renovada por el doctor Encausse (alias "Papus") en 1888, pero sí a los grupos que dentro de la masonería ochocentista española estaban inspirados en la doctrina original de Martinez de Pasqually. De hecho, cuando Encausse renueva el martinismo, su "Orden" reclutará solo entre los altos grados de la franc-masonería.
XIFRE Y EL ENTORNO ALQUIMISTA
Cuando el general Prim bombardea Barcelona, Xifré vivía en el último piso de su edificación y allí recibía a las personalidades europeas que visitaban Barcelona; el Gobierno Civil, ante la carencia de hoteles y albergues de lujo, se las remitía a Xifré para que las alojara. El bombardeo de Prim hace que los barceloneses nombren a Xifré presidente de una especie de Junta de Defensa Cívica que a decir verdad nunca pudo constituirse de manera efectiva.
A esta Junta pertenecía otro sujeto curioso de la Barcelona ochocentista, Quintín Gaviria, misterioso vendedor ambulante que ejercía su profesión bajo los porches de la Casa Xifré. Allí vendía un brebaje que anunciaba diciendo que prolongaba la juventud. Le gustaba alardear de sus conocimientos en ciencias ocultas y no negaba a quien quisiera creerle que la fórmula del brebaje se lo había dado el mismísimo diablo.
Xifré debió conocera Gaviria, tanto por su vinculación común a la Junta Ciudadana, como por el hecho de que ejerciera de vendedor bajo sus porches. Es curioso que su brebaje recogiera una de las promesas clásicas de los alquimistas: la eterna juventud. Tras el bombardeo de Barcelona, Gaviria se perdió para siempre y la historia ignora que fue de él.
En los momentos más duros de éste episodio, Xifré, temiendo represalias por su papel en la Junta Ciudadana, se refugió en casa de un querido amigo suyo, Cónsul que era de Francia en Barcelona, un hombre que luego alcanzaría la fama como constructor del Canal de Suez: Fernando de Lesseps. El mismo Xifré compró 400 acciones de la empresa del Canal que todavía hoy, entregadas a un convento de monjas de Arenys, rinden anualmente dividendos.
Pero Lesseps no era solo ingeniero y diplomático; versado en hermetismo, practicaba ante el horno de fusión el noble arte de la alquimia y su piso parisino de la Avda. Montaigne era visitado por varios de los más destacados hermetistas de la época, uno de ellos, era el que firmó sus libros con el seudónimo de Fulcanelli...
LA CASA GRALLA: LA HISTORIA ALQUIMICA DE BARCELONA
En el espacio de lo que hoy es la Calle del Duque de la Victoria existió hasta 1856 un edificio notable construido en el siglo XV y restaurado posteriormente en el XVI. Dotado de un patio interior con arcos apuntados neogóticos, lo más notable del inmueble era su fachada, de estilo plateresco, ornada con medallones y esculturas que denotaban la sabiduría hermética del hombre que la construyó.
Perteneció a la familia Desplá y posteriormente en el siglo XVI pasó a la familia Gralla. A mediados de 1856 cuando era propiedad del Duque de Medinacelli el edificio amenazaba ruina y el ayuntamiento decidió derribarlo.
El pórtico y las piedras del patio fueron compradas por José Xifré a cambio de 5.000 pts. Este numeró y guardó las piedras en varios almacenes suyos con la intención de reconstruir la casa en el parque que tenía en Sant Marti de Provençals, en los terrenos en los que hoy se encuentra el Hospital de San Pablo.
Xifré murió sin poder llevar a cabo su proyecto y las piedras se dispersaron, perdiéndose unas y yendo a parar otras a museos y colecciones privadas, siendo muy difícil hoy dar con la totalidad de los medallones. Sin embargo, en distintos museos de la ciudad pueden verse todavía dos fotos y varios dibujos que nos dan una idea muy clara del contenido alquímico de los medallones y de la ornamentación en general. Xifré lo advirtió igualmente y quiso preservar -inútilmente- aquella joya hermética de la Barcelona renacentista.
LA CASA XIFRE: UN PARADIGMA HERMETICO
En 1834 se inician los trabajos para la construcción de la Casa Xifré, que durarán cuatro años.
En el cuerpo central de la edificación y en su culminación se encuentra un conjunto escultórico compuesto por Urania que enarbola un compás y un catalejo. Frente a ella se encuentra Saturno ornado con sus atributos: la guadaña y el reloj de arena. Una dama estudia a un lado; en el otro una peana sostiene una esfera armillar. cuatro niños juegan en distintos lugares del conjunto.
Urania ostenta, no solo los atributos de esta diosa clásica sino también los que corresponden a Dama Alquimia: con el compás se miden las proporciones, con el catalejo se observa la naturaleza. Por lo demás, la figura de Urania está embarazada y cubierta de unos tupidos ropajes, símbolos ambos de la autogeneración y de los tupidos velos en los que está cubierto el arte hermético.
Por su parte, Saturno, es el símbolo del Caos para los alquimistas; es el dios Cronos, último rey de la Edad de Oro, que devora a sus hijos. El reloj de arena es el símbolo del tiempo, pero también la indicación de la operación más reiterada en los trabajos alquímicos: el solve y el coagula, la disolución de la materia y la coagulación del espíritu. Un texto clásico de Sendivogius (alquimista del siglo XVII al cual se le atribuyen varias transmutaciones) indica que "el arcano de la obra se contiene en el Azufre [el alma] que se encuentra encerrado en una tenebrosísima cárcel, cuyas llaves guarda Mercurio [el espíritu] y Mercurio se halla bajo la custodia de Saturno [el cuerpo].
La peana que sostiene a la esfera armillar es la estilización del horno o atanor, dentro del cual los alquimistas colocaban su "huevo filosófico" que en este caso está representado por la esfera armillar. Fulcanelli, en sus tratados da abundantes datos, tanto sobre el contenido del huevo como de la composición y características del horno.
En cuanto a la Dama que estudia hay que señalar que está colocada simétricadmente en relación al atanor, es la contrapartida de éste: si el atanor indica sobre todo pràctica, la Dama estudiando nos habla del necesario dominio sobre la teoría que debe tenerse antes de iniciar los trabajos.
Finalmente, los cuatro niños son la alusión a las cuatro partes constitutivas del ser: cuerpo y alma y las dos formas del espíritu, un espíritu no controlado por el alma y otro al servicio de ésta. Pues bien, ésto último era lo que los alquimistas pretendían realizar: desplazar el eje de la existencia, a través de una técnica de ascesis y colocarla bajo el influjo del alma, en lugar de sometida al cuerpo y a la materia.
LAS TRES FASES DE LA OBRA
José Xifré quiso representar las tres fases de la obra hermética a través de unos ingeniosos relieves en los que se pueden ver el rostro de un hombre negro, el de Neptuno aureolado de una ostentosa barba blanca y finalmente, un indio piel roja.
El simbolismo es paladino: opus nigrum (obra al negro o nigredo, como lo conocían los textos canónicos de las de la alquimia), allí donde se separa la vitalidad de la corporeidad; obra al blanco o albedo, en la que el centro de la personalidad se desplaza al corazón; y finalmente, rubedo o obra al rojo, en la que se integra la personalidad renovada sobre el cuerpo físico.
El paso de una fase a otrase realiza operando a través del mercurio. La notación alquímica del mercurio es que algunos autores representaban así , es decir como el anclaque puede verse entre los porches. Ahora bien, existían dos "mercurios", el normal el purificado, coronado con el sígno de aries. Este último está representado también en la casa Xifré por otra ancla en la cual es perfectamente visible el signo de aries.
LA MULTIPLICACION
Dentro de la obra al rojo hay una operación caracerística que los hermetistas han dado en llamar multiplicación, que básicamente consiste en trabajar sobre la personalidad renovada y ampliar su volumen y dimensiones. Es en el curso de esta operación en la que los textos clásicos de la alquimia empiezan a hablar sobre las habilidades paranormales de los hermetistas (transmutación, clarividencia, etc.).
Xifré presentó esta operación bajo la forma de un cuerno de la abundancía, que puede verse en varios relieves de los porches. Este símbolo es el mismo que utilizan otros textos clásicos.
EL VIAJE DE LOS ARGONAUTAS
En el nivel de los porches, justo en el cuerpo central del edificio, pueden verse unos medallones que lucen las figuras de famosos navegantes españoles y del poeta Alonso de Ercilla. ¿Simple alusión a viajes marítimos a símbolo hermético?
Xifré representó aquí, a través de los rostros de los más famosos navegantes españoles, y del poeta épico Ercilla, las características que deben tener los alquimistas en su personalidad, así como dar una referencia mitológica a disposición de los estudiosos: la leyenda de los Argonautas.
Los "argonautas" son los "nautas" (navegantes) que van en busca del "Vellocino de Oro". La leyenda clásica, a través de sus peripecias, facilita precisas indicaciones sobre las operaciones herméticas. El carácter de "navegantes" les viene dado por que la obra alquímica supone trabajar y dominar las "aguas mercuriales" (esto es, el flujo de pensamientos y voliciones). El Vellocino de Oro, como las Manzanas del Jardín de las Hespérides, como la Piedra Filosofal, tienen el mismo sentido de transmutación del ser.
El hecho de que Xifré haya elegido a Colon, Pizarro, Magallanes, Elcano, Ercilla, etc. ha definido los atributos de la personalidad del alquimista y del carácter de la obra: arrojados navegantes como los Argonautas (Colón, Magallanes, Elcano), heróicos conquistadores en busca del oro de las indias (Pizarro) y poetas épicos que dan a la empresa un contenido trascendente (Ercilla).
EL ZODIACO HERMETICO
En la balconada del piso superior Xifré colocó a uno y otro lado de su paradigma hermético, las doce difuras del zodiaco, coincidiendo con el común saber compartido por todos los hermetistas según el cual los influjos astrales tienen una importancia no desdeñable en la ejecución de los trabajos alquímicos.
La misma conquista del Vellocino de oro por parte de los argonautas ya está marcado de características zodiacales: el Vellocino es la piel de Aries, el primer signo del Zodiaco y es precisamente en los meses de Arias y Tauro, cuando el alquimista debe recoger el agua de rocío que cocerá durante interminables operaciones para extraer las sales que contiene.
UN SABER OCULTO PERO NO PERDIDO
Estas breves notas quizás hayan servido para interesar a alguien en el estudio de la Tradición Hermética y de la Alquimia a través de la observación de algunos edificios cuyos constructores practicaron estas artes y dejaron constancia de ello en sus obras arquitectónicas. En el edificio Xifré quedan todavía innumerables alegorías y relieves que nos sugieren la existencia de un saber oculto, pero no perdido completamente, velado eso sí y al que es difícil acceder sino es por el camino del estudio y de la meditación.
No queremos privar a nadie del placer de estudiar por sí mismo los relieves y ornamentos de la Casa Xifré y callamos aquí invitando a los interesados por la alquimia a analizar este edificio singular. Seguramente a través de él obtendrán enormes satisfacciones y comprenderán la clave de los misterios.
© Ernesto Milá – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.globia.com
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