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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Ante las próximas elecciones europeas (I de V). Las contradicciones de la construcción europea

Infokrisis.- Iniciamos una serie de cinco artículos sobre Europa y sobre la construcción europea que vienen dados de manera natural por los apuntes que estamos tomando en estos días de cara a establecer cuáles son las prioridades y las necesidades de nuestro continente en el actual momento histórico. Como siempre, las anotaciones son bastante anárquicas y desordenadas, pero deberían contribuir al propósito de elaborar un documento coherente, orgánico y estructurado sobre este tema.

 

En el momento en el que cualquier proyecto científico requiere la colaboración de distintas naciones, cuando el presupuesto de cualquier proyecto de investigación de vanguardia excede con mucho los de una nación concreta, y cuando los problemas del área geográfica europea son comunes (remontar la crisis económica, supervivencia de la propia identidad, garantizar la propia defensa y la independencia, evitar la desertización industrial y detener la deslocalización), es inevitable que los Estados-Nación busquen aproximarse entre sí y colaborar.

Unión Europea: Un balance incompleto

En este sentido el proceso de construcción europea no ha sido negativo para nuestro país ni mucho menos para el resto de naciones europeas. De hecho, España se ha beneficiado hasta 2006 de los fondos estructurales que contribuyeron a relanzar la obra pública y la modernización de la red de comunicaciones. La existencia de un espacio económico europeo ha permitido que aumentemos exportaciones y ha creado la sombra de un poder europeo que ha impedido en algunos momentos que los niveles de corrupción se hayan extendido, durante 15 años ha contribuido a auto imponer una disciplina económica y la creación de una moneda única ha hecho que el dólar finalmente tuviera un rival.

Ahora bien, el balance no es completamente positivo:

1) El balance de la construcción europea dura más de 50 años, tiempo suficiente como para haber coagulado una estructura más sólida, y no ha sido así; subsisten grandas (y graves) incertidumbres sobre la Unión e incluso sobre su alcance y límites.

2) Aún hoy se ignora cuál es el futuro de la Unión Europea y si, finalmente, tendrá la forma de federación, de confederación, de unión de Estados Nacionales o de algo completamente diferente y, mucho más opacos, son los plazos que se desarrollarán.

En su actual configuración Europa (que es mucho más que la Unión Europea que, a fin de cuentas no sería más que intento burocrático de construir una estructura supranacional a golpes de decreto) sigue siendo un proyecto inorgánico que se mueve a velocidad de tortura con los ojos vendados y sin brújula ni hoja de ruta.

Historia y futuro de la UE

En tanto que Europeos tenemos el derecho de exigir un pronunciamiento a nuestras autoridades sobre el futuro de la Unión. Es imposible permanecer por más tiempo sumidos en un mar de dudas viendo como caen uno tras otro acuerdos, constituciones y pactos que al ser rechazados en un punto de Europa pasan a ser automáticamente invalidados.

Las etapas en la construcción de la UE han sido fundamentalmente tres:

1) Prehistoria de la UE: desde el llamamiento de Schuman a la creación de la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), creación de la Comunidad Europea de Defensa en 1952,

2) Arranque de la UE: firma del Tratado de Roma en 1957 piedra angular de la Comunidad Económica Europea (o “mercado común”), creación de las primeras instituciones europeas en 1965 (comisión Europea y Consejo de Europa) que son foros de colaboración entre los distintos gobiernos de la CEE. Hasta 1987 no hay grandes variaciones salvo las incorporaciones de más países.

3) Vacilaciones de la UE: Tratado de Maastrich firmado en 1992 que transformaba a la CEE en Comunidad Europea trascendiendo el carácter económico originario y adquiriendo una vertiente política. El tratado crea la “ciudadanía europea” y el euro.

A esta última etapa debería seguir una última en la que se aprobara una “constitución europea”. Sin embargo, las ambigüedades contenidas en el proyecto originario fueron suficientes como para que se rechazara en Holanda y Francia, colocando el proyecto en situación de atasco.

La UE surgió inicialmente como un “mercado” (la denostada “Europa de los tenderos”), pasó luego a expresar una voluntad política (y por tanto a adquirir una formulación como tal) y ahí se estancó.

Evolución del mundo y evolución de la UE

Los avances en la construcción europea han estado muy por detrás de los cambios que se han producido en los últimos 50 años en el mundo. La clase política europea ha dado muestras sobradas de incapacidad

a) para clarificar el proyecto y definir las intenciones finales clara y detalladamente.

b) para llevar adelante un proyecto tenuemente definido, sin plazos ni estrategias.

c) para identificar lo europeo de lo no-europeo y en concreto para situar (a partir de 1989) a los EEUU como “adversarios” de Europa y a redimensionar el papel de Rusia después de la caída del comunismo.

d) para adelantarse a la globalización y ser capaces de diseñar un proyecto europeo que fuera capaz de responder a esta pregunta: ¿cuál es el papel de Europa en un mundo globalizado?

A fin de cuentas, desde 1945 lo único que suscita el entusiasmo y el interés de los partidos políticos de izquierda y derecha es cómo seguir controlando el poder o como desalojar de él al partido de la oposición. El oportunismo, la falta de objetivos políticos a medio y largo plazo, la demagogia, los niveles de corrupción cada vez más alarmantes, los miedos de los conservadores y las piruetas sin red de los progresistas, han contribuido a que los cambios en el mundo tuvieran lugar a mucha más velocidad de la capacidad de adaptación de la política europea a los tiempos nuevos.

La extrema ralentización en el proceso de construcción europea y el hecho de que habiendo estado en condiciones de responder a la realidad inmediatamente posterior al final de la II Guerra Mundial, a partir de finales de los ochenta (con la caída del Muro de Berlín y el inicio del proceso globalizador) haya ido quedando poco a poco retrasado en relación al momento histórico presente, se debe especialmente a la ausencia en la clase política europea de la figura del “estadista” (el que “construye” la política en función de una voluntad y un destino definidos y que persigue inexorablemente). La clase política europea carece por completo de figuras de la talla de los grandes estadistas y apenas agrupa a poco menos que gestores –más o menos honestos, más o menos eficaces- del día a día.

Mientras Rusia se reconstruye y replantea su proyecto “nacional”, mientras China ha optado por la vía del crecimiento económico sacrificando al mismo las libertades políticas, mientras India intenta hacer una mixtura de lo uno y de lo otro, mientras los EEUU viven los años previos a su colapso y desplome interior, Europa ha ido desperdiciando su capital humano, su tiempo y renegando de su propia cultura, de su misión civilizadora y, a fin de cuentas, de su identidad.

Identificar las grandes contradicciones del momento presente

Los factores que entran en juego y que vale la pena analizar con más detalle son cinco: la unión Europa, los Estados Nacionales que la componen, las potencias ajenas a la UE (y en particular los EEUU), las ideas con las que ha nacido la UE y la población del conjunto. Estos elementos se relacionan entre sí generando distintas contradicciones.

Las contradicciones que se producen en el interior de la UE se dan en siete niveles:

1.  Contradicciones entre el proceso de construcción europea y la globalización: para algunos de nuestros políticos la construcción de la UE es una fase local de un proceso mucho mayor, la globalización. Toda la clase política profesional, sin excepción, de la UE asume como propio el proceso de globalización aún cuando se trata de una mecánica impuesta por los grandes consorcios multinacionales y por la clase política al servicio de la plutocracia (poder del dinero). El problema es que la globalización debilita sobre todo a Europa en la medida en que genera un doble movimiento de sentido contrario: deslocalización empresarial desde Europa hasta fuera de Europa e inmigración masiva desde fuera de Europa hasta Europa, todo ello para optimizar los beneficios del capital mucho más que para racionalizar los procesos de producción. Así pues, tiende fatalmente a ocurrir que en un mundo globalizado Europa es cada vez más débil, tanto si está formada por un conglomerado de Estados Nacionales como si es una federación. El hecho de que el tejido industrial europeo vaya siendo liquidado y que el mismo tejido agrícola en algunos países (España entre ellos) sea progresivamente laminado convirtiéndonos en dependientes no sólo de manufacturas sino también de alimentos de zonas geográficas muy distantes, generan un futuro incierto e incluso un problema de viabilidad continental: cada vez con menos puestos de trabajo y con un trabajo de menos calidad, cada vez con mayor mano de obra extranjera, cada vez más dependientes de los suministros exteriores… Esta contradicción no puede resolverse positivamente para Europa dentro del actual orden de cosas. Para conseguir superar la contradicción es preciso romper el juego de la globalización. Solo en un mundo no globalizado, Europa podrá sobrevivir en la medida en que se verá obligada a reconstruir tejido industrial y agrícola, conseguirá una autonomía en suministros y será lo menos posible dependiente del exterior. Esa Europa por supuesto es lo que podemos llamar “Europa Extendida” desde Lisboa a los Urales. Y en este sentido la lucha contra la globalización debe convertirse en el nexo de unión entre Europa y Rusia.

2.  Contradicciones entre los distintos Estados Nacionales que forman la Unión: las desconfianzas entre España y Francia son habituales, en los países del Este existen distintos puntos de fricción territorio y distintas reivindicaciones. Sin olvidar el problema de la retrocesión de Gibraltar. El caso inglés es particularmente visible en la medida en que se trata de un país que siempre ha mirado con recelo a la Europa continental y que prefiere mantener abierto el vínculo atlántico con los EEUU. Históricamente para los ingleses la Commonwealth y las relaciones con el mundo anglosajón siempre han sido más importantes que cualquier otro proyecto. En este sentido, desde el siglo XIX, los estrategas anglosajones han visto con horror la posibilidad de que cristalizara un eje París-Berlín-Moscú. Pero esta no es la única contradicción de este nivel que aparece en el horizonte. La persistencia del nacionalismo en los distintos países europeos hace que frecuentemente salga a la superficie el espíritu anti-alemán en Francia o el espíritu anti-polaco en Alemania, o fricciones entre Rumania y Bulgaria o entre los Países Bálticos y Rusia, o incluso entre España y Francia. Tales fricciones no pueden ser consideradas más que como residuo del tiempo en el que los Estados Nacionales eran omnipotentes. En tanto que contradicción anidada en el subconsciente colectivo de algunos pueblos es de difícil solución y no desaparecerá más que cuando se inserte el nuevo espíritu de una idea europea común.

3.   Contradicciones entre los Estados Nacionales y la Unión Europea: no siempre las decisiones de los primeros convienen a los segundos, y lo mismo ocurre en sentido inverso. Una decisión del Banco Europeo puede general dificultades en España y las veleidades del gobierno ZP en muchos terrenos, perjudican al conjunto de la UE. Al no existir una “clase política europea”, sino estar formada ésta por las “clases políticas nacionales” suelen aparecer conflictos e incomprensiones entre las necesidades de una política europea común y las necesidades de los Estados miembros. El concepto que los europescépticos manejan contra la idea europea es la de “pérdida de soberanía”, cuando en realidad quiere decir que temen dejar de tener las manos libres para aplicar las políticas demagógicas y oportunistas. En estos momentos, el Banco Central Europeo ha optado por aprestarse a políticas contención de la inflación para lo cual sube los tipos de interés respondiendo a la solución técnica para el conflicto, cuando los Estados Nacionales, especialmente los de Europa del Sur hubieran defendido las bajadas de tipos de interés. Contradicciones de este tipo surgen constantemente. El desinterés europeo por el olivo y el aceite de oliva en los años 90 deriva de que la comisaría de agricultura de la UE estaba en manos de centroeuropeos ajenos por completo a la cultura mediterránea del aceite. Las contradicciones de este tipo solamente podrían superarse mediante la creación de una clase política europea que tomara el relevo a las viejas clases políticas de los Estados Nacionales.

4.   Contradicciones en el interior de los Estados Nacionales: a todo lo anterior se suman los conflictos latentes en el interior de cada uno de los Estados que forman la UE. Estas contradicciones son, fundamentalmente cuatro:

a.   contradicciones entre los intereses de la población y los intereses de la clase política: el “país real” nunca ha estado tan distanciado como ahora del “país oficial”, nunca la población ha estado tan de espaldas a la clase política y a la política misma. El Estado tiene presupuesto suficiente para satisfacer las necesidades de la población, elevar las pensiones y mantener el Estado del bienestar… sin embargo el egoísmo de la clase política impone el que solamente esté dispuesto a “repartir” en función de sus necesidades electorales.

b.   contradicciones entre los intereses de la población y los intereses de la oligarquía económica: los partidos políticos son los mediadores entre los poseedores del capital y los recursos jurídico-administrativos del Estado, sirven a los poseedores del capital y sólo a ellos y, de la misma forma que la televisión vende publicidad y para hacerla digerible inserta entre los anuncios programación, la clase política vive por y para servir a las grandes concentraciones de capital y para hacer digerible esta situación genera el pequeño zoo de la política cotidiana, con su oportunismo y su demagogia, su ilusión de libertades políticas y de democracia-ficción.

c.   contradicciones en el interior de la partitocracia e inadecuación creciente del sistema: sin embargo, la clase política de cada Estado Nacional dista mucho de ser homogénea, existen distintos grupos de intereses y distintas alianzas, la clase política ni siquiera tiene actitudes unificadas ante muchos problemas y en el interior de cada partido está en perpetua tensión debido a las ambiciones de unos y de otros. Por otra parte, las necesidades de las poblaciones y la viabilidad de los Estados modernos solamente pueden sostenerse mediante la aplicación de criterios técnicos libres de los condicionantes políticos y económicos. Al no existir esa posibilidad dadas las vinculaciones entre las clases políticas y los intereses económicos, resulta una inadecuación creciente del sistema a la realidad tecnológica y a las necesidades sociales.

d.   contradicción entre el poder del Estado central y las periferias: particularmente en España se vislumbra un proceso de dramáticas consecuencias, la fragmentación del Estado en distintas administraciones cada una de ellas dotada de una burocracia paquidérmica favorece la aparición de conflictos y contrastes entre el “centro” y la “periferia”. Hasta ahora estos conflictos estaban atenuados por la convicción de que se pertenecía a una misma nación-Estado, sin embargo, los nacionalismos periféricos se han convertido en la “coartada ideológica” para las burocracias periféricas. Así pues, hoy la clase política está ubicada en el aparato central del Estado y en los aparatos autonómicos y cada vez son más visibles las contradiciciones entre uno y otros, hasta el punto de que en determinados partidos –PSOE, pero también el PP- tales contradicciones llegan hasta el punto de carecer de un “proyecto nacional” y de la imposibilidad de reconstruir uno. Agitar el elemento “nacionalista” o “localista” es un factor emotivo y sentimental de singular capacidad movilizadora y que cualquier demagogo puede revitalizar o poner en marcha.

5.   Contradicciones entre los Estados Nacionales y los EEUU: durante medio siglo la lucha por la hegemonía mundial tuvo como escenario preferencial la disputa sobre una Europa vencida primero y dividida después. Tras la caída del Muro de Berlín Europa hubiera podido recuperar su independencia, pero los EEUU mantuvieron sólidos apoyos en el interior de Europa y especialmente entre los régimen de Europa del Este. Hoy los intereses entre Europa y los EEUU son contradictorios e incompatibles, sin embargo los EEUU siguen influenciando en el interior de Europa a través de tres canales:

-   Partidos políticos ganados para la causa del americanismo.

-   Consorcios multinacionales cuya sede social está en los EEUU.

-   La hegemonía cultural norteamericana mucho más fuerte que su hegemonía política y que su hegemonía económica.

A medida que los EEUU vayan viendo más erosionada su situación interior (por la deuda pública, por la crisis económica, por el problema étnico, por la debilidad estructural y de valores de la sociedad americana, por su incapacidad militar para mantener por mucho tiempo su situación hegemónica, por un cambio étnico debido al ascenso de la etnia hispana) intentarán imponer a sus “aliados” europeos un sistema de alianzas tendentes a poder mantener el liderazgo (con excusas tales como la “lucha contra el terrorismo internacional) y para ello utilizarán a los tres canales de influencia que hemos descrito. Gane quien gane el próximo proceso electoral en EEUU no tendrá interés en varias políticas de Estado que se mantienen desde el enunciado de la doctrina del “destino manifiesto”.

La OTAN es en Europa el canal preferencial a través del cual los EEUU aseguran “protección” (¿ante el terrorismo internacional?) a sus aliados europeos los cuales descargan su desinterés por las cuestiones militares fiándolas al arbitrio de los EEUU y, por tanto, prolongando su situación de debilidad. La contradicción no podrá resolverse en beneficio de Europa más que cuando cese la hegemonía cultural americana en el continente, cuando se cree una ala europea de la OTAN primer paso para una política europea común en materia de defensa y cuando el electorado haya arrojado a la cloaca de la historia a los partidos y a los políticos ganados por el americanismo.

6.   Contradicciones entre la población autóctona europea y 20 millones de inmigrantes no europeos: Europa es un viejo continente que procede troncos étnicos comunes y de unos sustratos culturales que alcanzan desde Moscú a Lisboa y de Narvik a Sicilia. El viejo paganismo europeo que alumbraba desde su alba a los pueblos indo-europeos que poblaron el continente, el mundo clásico y la catolicidad medieval suponen algunas de las señas de identidad comunes que otorgan carta de naturaleza a Europa. Esas son, en definitiva, las raíces de nuestra identidad. Pues bien, el proceso globalizador introduce –utilizando miles de excusas todas ellas falaces: caída de la natalidad en Europa, necesidad de mantenimiento de los sistemas de seguridad social y protección, necesidad de mano de obra, habituales en la derecha y multiculturalismo, universalismo, cosmopolitismo, mestizaje habituales en la izquierda descerebrada- a un elemento nuevo y ajeno histórica, étnica y culturalmente a nuestro continente: la inmigración. No se trata de “asimilarlos” (lograr que pierdan sus raíces) o “integrarlos” (enclaves étno-culturales alógenos en territorio europeo que no deberían crear problemas), sino de que son ajenos a Europa, su presencia carece de sentido y contribuye solamente a crear problemas de todo tipo, rompe la unidad cultural y étnica del continente, difumina su identidad y genera un sin fin de problemas sociales que contrarrestan con creces las presuntas ventajas –en el supuesto de que hubiera alguna- de su presencia. Es esencial entender este punto: si debe cerrarse la puerta a la inmigración extraeuropea es, ante todo, porque desfigura la identidad europea. Y esa identidad es, precisamente, lo que se trata de afirmar y defender, o de lo contrario Europa dejará de tener sentido en la historia. Europa ha existido porque ha tenido una misión y un destino: ser el faro de la cultura, ser el centro civilizador por excelencia. Y eso ha podido ser así porque el sustrato etno-cultural europeo es común desde los albores de la prehistoria: en unas ocasiones unos países europeos ha sido civilizadores y en otras la antorcha ha pasado a oros. Desfigurando la identidad europea mediante el mestizaje, el cosmopolitismo o el universalismo, lo único que se logra es que la antorcha se vaya extinguiendo.

Los conjuntos jurídico-administrativos como la UE son más viables en tanto que más homogéneos son. Si pierden homogeneidad se convierte en mosaicos, frecuentemente mal avenidos como sucedió con las repúblicas de la antigua Yugoslavia; en efecto, la política de trasvases de población para “homogeneizar” una realidad antropológicamente muy diversa, sirvió sólo para crear enclaves étnicos de un grupo en el seno de otro y para alterar mayorías de población (las diferenciales demográficas entre unas y otras comunidades nunca son iguales y siempre terminan beneficiando a alguna, caso de los musulmanes de Kosovo, santuario supremo de la identidad serbia). Reivindicar, pues, otra cosa que no sea la homogeneidad antropológica, étnica y cultural del continente es contribuir a la disolución de Europa en un magma inestable en el que a la vuelta de 50 años nuestros hijos serán una minoría marginada en su propio continente.

Finalmente, entran en juego los problemas económico-sociales: Europa es un continente superpoblado, aquí no necesitamos población y no vendría mal una disminución relativa… a condición de que el Estado supiera administrar sabiamente sus recursos humanos y económicos y cesara la dilapidación de fondos en las tareas más absurdas (enterrar el 0’7%, por ejemplo, en las bombas de absorción que son los países de África) o en unas cargas burocráticas insoportables. Dadas las actuales tendencias de los procesos productivos, con una mecanización creciente incluso en zonas rurales, no importa que disminuya la población, e incluso puede llegar a ser saludable –como cualquier otra táctica para el “decrecimiento”- para aumentar el bienestar y mejorar las condiciones de vida en el continente. Si esto es así –y es innegable que lo es- de lo que se trata es de que sean los europeos quienes trabajen, que no existan bolsas de paro entre europeos, que cualquiera que sea su edad, nunca jamás le falte trabajo a un europeo. Y, finalmente, que los salarios que se cobren en el continente dan acceso a una vida digna y saludable. Y la inmigración perjudica todo este planteamiento.

Por todo ello la única solución para esta contradicción consiste en aplicar políticas de:

-   contención de la inmigración

-   reversión del fenómeno con repatriación de inmigrantes en paro

-   evitación de las políticas de reagrupamiento familiar

-   seleccionar la inmigración necesaria marcando los contingentes

-   endureciendo las medidas para adquirir nacionalidad europea

-   acelerando los procesos de expulsión, no prolongándolos 18 meses como establece la nueva Directiva Europa de Retorno, sino acortándolos a 72 horas y retornando al inmigrante al último país del que procede.

7.   Contradicciones entre los valores del siglo XVIII y las exigencias de lo “actual”. Utilizamos la palabra “actual” (o “actualidad”, es decir, lo que está presente y lo que se aproximará en el tiempo) antes que “modernidad” por la connotación ideológica que tiene (la modernidad no es un concepto temporal sino filosófico que ha sido definido como el intento de imponer la razón como única norma verdaderamente trascendental de la sociedad). Sea como fuere la “modernidad” está hoy regida por valores que nacieron en el siglo XVIII:

-   el liberalismo económico:

-   la democracia política:

-   el racionalismo mecanicista:

-   la concepción progresista:

Todos estos valores tuvieron su ciclo que abarca un período situado entre 1789 y mediados de los años 80. A partir de ese momento, todos estos valores empezaron a ser cuestionados: el liberalismo económico arrastrado por la globalización terminará generando la imposibilidad de far play en el mercado mundial, la democracia ha terminado siendo sinónimo solamente de plutocracia y de partitocracia; el nacionalismo mecanicista está siendo sustituido en las ciencias y en la filosofía por un paradigma holístico que vuelve a considerar el cosmos como totalidad en lugar de estudiar cada una de sus partes o mecanismos aisladamente de las demás y que ha llevado a la “especialización”, el gran vicio de la modernidad. Y en cuanto al progresismo cabe decir que hoy más que nunca es evidente que la historia no discurre siempre en sentido ascendente y que los valores “mas avanzados” no son siempre los mejores, sino que frecuentemente en su intento de responder a problemas existentes terminan generando otros mayores.

Es absolutamente increíble que una sociedad extremadamente compleja y “nueva” como la del siglo XXI puede estar gestionándose con valores cristalizados a lo largo del siglo XVIII.

Esta última contradicción es, a la postre, una contradicción liberadora y a través de la cual se pueden resolver todas las demás. Hemos intentado establecer desde el principio que la mayor parte de contradicciones que hemos enumerado no tendrán salida mientras persistan las actuales circunstancias políticas, culturales y económicas que dominan en Europa. Hemos insistido en que solamente la emergencia de una nueva clase política dirigente europea podrá revitalizar la idea europea y darle un sentido que hoy no tiene y que, en buena medida, explica el atasco en el proceso de construcción europeo.

La forja de una nueva clase política es inseparable de la inyección de nuevos valores. En realidad, tampoco es que haga falta una gran capacidad creativa y de síntesis: esos valores han existido siempre y existen aún hoy, son los valores que han hecho a Europa y que nos han convertido en el faro de la civilización. Se trata sólo de rescatar esos valores tradicionales para un determinado momento histórico.

Las contradicciones que pueden surgir en el seno de un sistema solamente pueden ser superadas mediante respuestas contundentes y enérgicas que generen nuevas condiciones objetivas y favorezcan la emergencia de procesos históricos hasta ahora situados en vía muerta o simplemente atascados. Si la construcción de Europa (y el concepto mismo que debería alumbrar tal construcción) están hoy agonizando, se debe exclusivamente a que para abordar un proyecto de tal naturaleza hace falta dotarse de un nuevo espíritu y de unos valores diferenciados en relación a lo que existe hoy. Al haber abandonado los valores tradicionales europeos ha resultado imposible construir “Europa”, como máximo se hubiera podido aspirar a construir una especie de coordinadora inestable de Estados Nacionales, pero no reconstruir la superación de todas las contradicciones en forma de un proyecto histórico ambicioso que no puede ser otro más que el de transformar los rasgos comunes de la identidad europea en una cristalización jurídico-administrativa capaz de jugar un peso decisivo en el tercer milenio.

© Ernesto Milá – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com

 

 

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