GITANOS RUMANOS: ¿PARA CUANDO LA REPATRIACION?
Infokrisis.- Badalona, ciudad “modelo de integración”, ciudad en la que han convivido sin fricciones emigrantes de todas las regiones españolas con la población originaria. Una ciudad trabajadora hoy en la que la inmigración está generando desequilibrios imposibles de superar por la población. El caso de los gitanos rumanos así lo demuestra. La tensión originada en la localidad catalana de Badalona supone, una vez más, situar una población al borde del estallido.
Llama la atención el saber que el ministerio del interior y las propias autoridades rumanas ignoran completamente el número de gitanos romanís que se encuentran en estos momentos en España, y de los que algunos medios de la seguridad del Estado opinan que se sitúa entre los 25 y los 50.000. No confundir con “los rumanos”. La etnia romaní es completamente diferente a cualquier otro grupo étnico rumano, y a lo largo de la historia, ha demostrado ser absolutamente inintegrable en el Estado rumano.
LAS PECULIARIDADES ANTROPOLÓGICAS ROMANIS
Cuando empezó a valorarse a la inmigración como problema, en 2001, los sociólogos y psicólogos se sorprendieron de que en el código de comportamiento de los romanís el robar, estafar, engañar o realizar cualquier tipo de exacción a gentes exteriores a su comunidad, no era considerado por ellos como algo reprobable, sino considerado como “normal”. Así pues, en su estructura mental, lo más normal para un romaní es hacer justo lo que han venido a hacer: los podemos ver mendigando con sus recién nacidos, los podemos ver entrando en comercios y realizando pequeños robos, los podemos ver usando y abusando de nuestra hospitalidad y los podemos ver, como los han visto en Badalona, orinando desde los balcones, arrojando la basura y la inmundicia a los patios interiores, abandonándolos en los rellanos de la escalera, etc., todo ello como las cosas más naturales del mundo, aun cuando eran perfectamente conscientes de que causaban extraordinarios perjuicios a sus vecinos. El problema era que les importaba un pepino. Simplemente, todo lo que rebasa las dimensiones de su grupo étnico les trae al fresco.
Es posible que con “educación” lograran rectificar esos puntos de vista. En Rumanía se opina justo lo contrario –y algo deben entender sobre la materia-: la etnia romaní es absolutamente inintegrable y se percibe como un gran éxito “social” el que emprendan el camino de la emigración a España. En Rumanía, durante el comunismo y en los primeros años de democracia, se les intentó integrar con un resultado cero. Ahora se facilita su salida del país por todos los medios. Y en España, especialmente en Catalunya, donde ni hay autoridad ni casi Estado, acuden en número insoportable hasta el punto de que en el fin de semana del 3 y del 4 de febrero han estado a punto de ocurrir en Badalona incidentes mucho más graves que en Alcorcón.
La ineficacia endémica del ayuntamiento de Badalona ha permitido que proliferaran los empadronamientos masivos. Hoy en la ciudad existen 175 “pisos patera” en los que están empadronados una media de 70 personas. Lo más curioso es que esos pisos no son propiedad de españoles, sino de pakistaníes, cuyo “negocio” desde hace cinco años viene siendo el alquiler de miserables chamizos, destrozados por dentro, a gitanos rumanos. En realidad, las mafias pakistaníes son las únicas que generan el respeto suficiente por parte de los rumanos para confiarles las llaves de un piso. O pagan el alquiler o salen a escape. Y esto no ocurre en el tercer mundo, sino en un país que aparentemente tiene instituciones, sistemas judiciales, policía, etc. Digámoslo ya: el Estado está desapareciendo en Catalunya a más velocidad que en el resto de España y está siendo sustituido por la relación entre grupos mafiosos llegados del extranjero, ante los cuales nuestros ciudadanos, habituados a la placidez de una vida en democracia, no están en condiciones de enfrentarse.
El 22 de enero la policía detuvo a una banda romaní que obligaba a su gente, incluidos bebés y discapacitados –o más exactamente, especialmente a bebés y discapacitados- a mendigar. El 3 de febrero, los vecinos de la calle Pau Pi obligaban a los rumanos a desalojar sus viviendas ante la convivencia inviable que habían mantenido con ellos durante meses, hartos y desesperados por la basura, los malos olores, los ruidos y los atentados contra la convivencia. El 5 de febrero, se sabía que existen miles de “pisos pateras” en el cinturón industrial de Barcelona, formados al calor de la laxitud de la consellería de interior y la permisividad de la Generalitat. Finalmente, el 8 de febrero la Generalitat reaccionaba afirmando que multaría con 800.000 euros a los propietarios de pisos patera… ¿800.000 euros? ¿Quién los pagará? El pakistaní no, desde luego. De hecho, el piso está pagando hipoteca… por lo tanto, en la mejor de las hipótesis, los “pisos patera”, una vez expedientados, serán expropiados para pagar la multa, durando el proceso judicial años y años, en los que el banco no percibirá la cuota de la hipoteca y el inmueble seguirá siendo utilizado para albergar masivamente a inmigrantes.
¿RACISMO, XENOFOBIA? ¡NO! ¡DESEO DE CONVIVENCIA NORMAL!
No es ni racismo ni xenofobia lo que se ha manifestado en Badalona ayer, y anteayer en Alcorcón: es la convivencia imposible con grupos de inmigrantes que, ni están habituados a nuestro estilo de vida, ni tienen la más mínima intención de integrarse en él. Integrarse quiere decir esforzarse. Los vecinos de Badalona saben por experiencia propia que los romanís, por no esforzarse, ni siquiera se han esforzado en mantener limpias sus viviendas, sino más bien en hacerles la vida imposible.
En España existe una amplia comunidad gitana. Salvo escasas excepciones, esta comunidad ya está completamente integrada y, ni sufren problemas de convivencia, ni de xenofobia. Recientemente hemos visto en Operación Triunfo a un chaval de etnia gitana que no ha suscitado la más mínima reserva en los espectadores, sino todo lo contrario. Pero también hemos visto cómo la comunidad gitana autóctona de Villena recogía firmas para erradicar la presencia creciente de romanís en sus barrios. Hemos visto cómo los gitanos catalanes de Sans y el Raval veían con muy malos ojos la presencia masiva de romanís y que intentaran arrinconarlos en sus barrios, que se acostumbraran a vivir a salto de mata realizando pequeños robos y hurtos y atrayendo hacia la comunidad gitana, en general, un rechazo que nuestros gitanos no merecen.
El problema de los gitanos romanís de Badalona es muy simple: admites nuestro estilo de vida o te vas. Te vas a tu país, te vas a Marruecos, pero te vas con viento fresco. Y lo mismo se les puede decir a las bandas latinas: “no nos crees problemas, porque crear un problema supone situarse en la puerta de salida. No eres español, no has nacido aquí, ni perteneces a nuestra comunidad, nadie te ha invitado; has venido por iniciativa propia; bien, aquí estás y vienes a trabajar, si hay trabajo para todos los españoles, seguramente lo habrá también para ti. Bien, pero si has venido a crearnos problemas, si has venido a hundir el mercado laboral, si has venido a generar delincuencia, tu lugar no está entre nosotros, sino que antes o después el “efecto llamada” tendrá como contrapartida el “efecto patada”.
Estas son las normas de una sociedad normal: “cumple o atente a las consecuencias”. Las familias romanís de Badalona no han cumplido y han sido expulsadas por sus vecinos. ¿Podía esperarse otra cosa? Sí, que el Estado hubiera tomado cartas en el asunto. Pero, una vez más, han sido las sanas reacciones populares las que se han impuesto.
No hay autoridad: allí donde las instituciones han renunciado a la autoridad que les corresponde ejercer, de la sociedad misma emanarán nuevas jerarquías y nuevas normas. Es peligroso. Estamos en las puertas de la “selva”. Sí, pero es ahí adonde nos ha llevado la renuncia al ejercicio de la autoridad y del poder.
(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es
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