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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

La Catástrofe de la Enseñanza (I de VII) Sociedad Violenta – Sociedad Insostenible

La Catástrofe de la Enseñanza (I de VII) Sociedad Violenta – Sociedad Insostenible

Infokrisis.- Iniciamos una serie que irá apareciendo esporádicamente en Infokrisis sobre los problemas de la enseñanza. Valga desde el principio nuestra posición de salida: la enseñanza pública está en quiebra absoluta y, en general, el sistema de enseñanza está empezando a caer por el precipicio. La violencia en las escuelas y el hecho de que España esté a la cola del rendimineto escolar de toda la Unión Europea, muestra a las claras que estamos ante un problema real, tal real como la inmigración, la inseguridad ciudadana, el paro y el coste de la vivienda. Empezaremos analizando la violencia en la escuela como reflejo del clima de violencia en la sociedad.

 

 

 

Nuestra sociedad tiene un problema y todavía no nos hemos dado cuenta de hasta qué punto es importante. Ese problema es la violencia. La violencia está tan cerca de nosotros que, incluso, parece que nos hayamos acostumbrado a su compañía. Tendemos a banalizarla. Pero, no os quepa la menor duda:

Una sociedad en la que la violencia sea cada vez más incontenible y esté progresivamente presente en todas las actividades es una sociedad inviable.

No vamos a pasar revista a los frentes desde los que la violencia se manifiesta. Los conoces perfectamente, a poco que pienses en ellos. Lo que sí podemos hacer es recordarte las direcciones desde las que la violencia te acecha. Vale la pena tener en cuenta alguna noción de geometría. Tú estás en el centro y el espacio se abre en torno tuyo siguiendo seis direcciones. Pues bien, desde cada una de estas direcciones te llega algo de violencia.

[Figura 1]

 

Por arriba: es la violencia sobre la que tú no puedes hacer apenas nada. Es la que transmiten los medios de comunicación y que te muestra una sociedad violenta a través de los noticiarios o, incluso, de la incapacidad del Estado para controlar la violencia. Todos esperamos que el Estado haga algo por nosotros. El problema es que no siempre está en condiciones, ni sus gestores saben hacerlo. Entonces tú y yo, y todos nosotros, tenemos un problema: nos asalta una sensación de indefensión. Pagamos impuestos directos; cuando compramos cualquier cosa pagamos impuestos indirectos. Se supone que deberíamos recibir “seguridad” a cambio. Pero no siempre es así. Y lo que es peor: ni tú ni yo podemos hacer nada para evitarlo.

Por abajo: existe una presión surgida de las cloacas más profundas de la humanidad que genera una violencia capaz de incidir muy duramente sobre tu vida. Si todos perciben al Estado y su aparato legislativo, resulta mucho más difícil percibir la acción de los grupos mafiosos y terroristas surgidos en las profundidades y en los bajos fondos de la sociedad. Estos grupos de delincuentes planifican estrategias para amasar beneficios a costa tuya. Es el tráfico de drogas en gran escala, incluso son los creadores de “modas” o hábitos sociales que fuerzan el normal discurrir de una sociedad. Son, en definitiva, todos aquellos que intentan beneficiarse de los bajos instintos que, en mayor o menor grado, todos tenemos, para obtener grandes beneficios.

Por la derecha: Es la violencia susceptible de llegar de nuestros “próximos”. No estamos solos en la sociedad. Pertenecemos a una familia, tenemos unos compañeros de estudios, frecuentamos un círculo de amistades. Son lugares agradables, parece increíble que con nuestros padres, con nuestros amigos y compañeros puedan existir problemas. Y sin embargo, así es. Existe violencia doméstica: la del padre contra la madre o viceversa, la de uno u otro progenitor contra el hijo, la de los hijos contra los padres o contra los abuelos. La de los compañeros contra otros compañeros. La del amigo que, de repente, deja de serlo y se convierte en nuestro peor enemigo. Es una suerte cuando todos estos flancos están asegurados y cubiertos: amigos leales, padres abnegados, hermanos fieles, compañeros alegres y solidarios. Pero no siempre ocurre así. Con demasiada frecuencia ese flanco se puede convertir en una tortura.

Por la izquierda: Es la violencia que puede llegar de nuestros “lejanos”, es decir, de la sociedad. Preguntas la dirección a seguir a un ciudadano y te aparta con un gesto despreciativo; un cajero desconocido te devuelve un cambio voluntariamente amañado; un anuncio de televisión te ofrece un producto engañoso. Y luego está la violencia de las mayorías sobre las minorías. La violencia contra los que son diferentes y, en algunos, la posibilidad de que esos diferentes se recreen en su diferencia y la exalten contra otras comunidades. Hay minorías que pasan a ser mayorías en un parque público, considerado como “su territorio”. Existen distintas “identidades” y en la sociedad los equilibrios y las crisis tienen mucho que ver con las relaciones entre identidades diversas. Quizás el ciudadano al que le has preguntado la calle se identifica con las personas ancianas –porque es un anciano– y recela de los jóvenes. Quizás has ido a beber a una fuente pública, “controlada” por un grupo étnico que se cree suficientemente fuerte como para “controlar” y “alquilar” los espacios públicos.

Por delante: es aquel tipo de violencia que asumimos libremente. Después de un partido de fútbol aceptamos el hecho de acompañar a un grupo de hinchas destrozando voluntariamente mobiliario urbano. Aceptamos libremente algún tipo de sustancia que altere nuestra personalidad aun sabiendo que tendremos una reacción agresiva. Es el tener conciencia de que pisar el acelerador del coche nos va a llevar a una velocidad tan extrema como peligrosa. Es, en definitiva, todo aquello que aceptamos libremente, pensando que nos beneficiará y nos gustará, pero eludiendo todos los riesgos que implica.

Por detrás: es la violencia que te llega a traición y por la espalda; es la violencia del ladrón que fuerza tu intimidad y te roba, te sorprende cuando menos te lo esperas. Pero es también la llegada de un imprevisto con el que no habían pensado y que, bruscamente, cambia tu planteamiento y te lleva a situaciones indeseables. Es, por ejemplo, cuando tu padre se queda en el paro o cuando tu hijo cree que ha aprobado una asignatura y resulta que no. Es todo lo que deriva de situaciones imprevistas. No olvides que vivimos en un mundo cada vez más desprovisto de la noción de “seguridad”. Cada vez podemos estar “seguros” de menos cosas. Lo imprevisto nos acecha y casi siempre violenta los hábitos que hemos adquirido.

Y, además, existe una séptima “dimensión”, quizás la más importante de todas: tú mismo. Tú estás en el centro. Tú soportas la presión de esas seis dimensiones. Es muy posible –casi seguro– que la violencia habrá penetrado dentro de ti. Y es muy importante que tomes conciencia de esta violencia que está dentro de ti.

No es cierto que existan seres carentes por completo de agresividad. Todos tenemos mayores o menores dosis de agresividad y, además, la tenemos a más o menos flor de piel. Los hay que responden de manera extremadamente violenta al menor estímulo y otros que se contienen durante más tiempo. La agresividad está desigualmente repartida y la capacidad de control sobre ella también.

Es normal, por ejemplo, que si a la salida de la escuela te asalta un navajero y te roba el reloj, reacciones con ira. Te gustaría atrapar al delincuente y lograr que te devolviera el reloj, e incluso machacarle, de la misma forma que él ha violentado tu vida y te ha amenazado; e incluso es posible que seas capaz de perseguirlo, hacerle frente y darle un par de guantazos. O quizás, después del robo, seas consciente de que un tipo con una navaja es alguien peligroso, te cueste quitarte el susto de encima y durante unos días vayas con miedo por las calles.

Todas estas son reacciones normales: todos somos diferentes y tenemos distintas respuestas ante los mismos estímulos. Eso no es lo importante. Hay otras dos cosas que son más importantes:

- Lo primero es saber qué es lo que llevas dentro. Tienes que tener conciencia de cuál es tu carácter: agresivo, tímido, incluso, violento. Y debes ser extremadamente realista en la valoración.

- Lo verdaderamente importante –y esto es lo segundo que no debes olvidar– es que, sea tu carácter como sea, debes tener la capacidad de autocontrol.

Autocontrol quiere decir tener capacidad de dominio sobre uno mismo, sobre las propias reacciones y actitudes. Desde el miedo a la cólera, todo puede ser dominado por ti… o bien dominarte. El héroe no es el que desconoce lo que es el miedo –ese es el insensato–; el héroe es aquel que es capaz de dominar su miedo.

Y ahí estás tú, en el centro, sometido a presiones violentas por todos los costados, y, además, teniendo que soportar las presiones interiores. Porque nadie es inmune e impermeable al ambiente que le rodea. Las presiones que recibimos se filtran en nuestra personalidad y pueden deformar nuestro carácter.

* * *

Esta pequeña obra te va a introducir en un mundo del que, sin duda, ya te habrás apercibido: el de la violencia. Cada uno, desde nuestro rol social, vivimos y sufrimos alguna forma de violencia. En la primera parte, vamos a intentar mostrarte qué es la violencia y dónde está y, en una segunda parte, te enseñaremos cómo hacerla frente. Esta segunda parte está dedicada a los jóvenes, porque tiene que ver directamente con la temática de esta obra: la violencia en la escuela.

Evidentemente, estudiar todos los aspectos de la violencia en la sociedad excede el marco de esta obra. Nos vamos a centrar especialmente en la violencia en las aulas y, por extensión, en la violencia juvenil.

Una cosa debes de tener en cuenta antes de que sigas: estás penetrando en el aspecto más oscuro y sombrío del siglo XXI. Esta época que acaba de comenzar promete ser extremadamente violenta. De hecho, ya lo está siendo. Más que ninguna otra. Tú estás implicado, te guste o no, en todo esto. No puedes permanecer de espaldas al gran problema de tu tiempo. Tienes que conocer el problema, tienes que actuar sobre el problema. Posiblemente, ni tu ni yo lograremos erradicar la violencia de la sociedad. Pero, al menos, debemos intentar que la violencia no pueda nada contra nosotros y no contribuir a agravar el problema.

¿Violencia? ¡No por mi culpa! ¡No por mi ignorancia!

 

(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es 

 

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