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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

No a Turquía en la UE (XIV) Geopolítica del terrorismo islámico

No a Turquía en la UE (XIV) Geopolítica del terrorismo islámico

Infokrisis.- Todavía no está claro lo que es el "terrorismo internacional", aparte de una banda de desalmados sin fronteras, ni cuál es el papel de Turquía en el nuevo contexto creado tras los atentados del 11-M. las posiciones de los analistas varían desde considerar a Turquía como un lugar privilegiado para las andanzas de Al Qaeda, hasta verlo como un objetivo preferencial de los terroristas. Hay, en efecto, elementos suficientes como para sostener ambas posiciones

Turquía se ha visto afectada por atentados cargados en la cuenta del terrorismo internacional y, así mismo, ha producido terroristas de tronío, como el mismísimo Alí Agca, ya jubilado, por no acordarnos del terrorismo kurdo, aún activo. Desde Agca, por cierto, no se sabe exactamente a quien sirve el terrorismo internacional. A todo esto, Bin Laden tomó a Turquía como “objetivo”.

Ahora bien, si el terrorismo internacional es un riesgo real, Turquía es un partener importante a la hora de combatirlo y se entiende que EEUU e Israel cuenten con él. Pero esto, que se suele repetir con excesiva frecuencia, no está del todo claro. El terrorismo existe; sería ocioso negar que de, tanto en tanto, se producen atentados en los lugares más distantes del planeta. Pero, de eso a afirmar que cualquier atentado, e incluso una parte significativa de ellos, son coordinados por una misma organización, va un trecho. Y desafiamos a que se demuestra que los atentados de Londres, de Madrid o de EEUU son hijos de la misma madre. Digámoslo una vez más antes de avanzar en el tema: no hay ni una sola prueba objetiva e incontestable, aceptable por algún tribunal de justicia, de que una organización terrorista real esté detrás de los atentados calificados como “terrorismo internacional”. Y si se acepta esto, el papel de Turquía en la lucha contra algo inexistente, disminuye rápidamente. Turquía tiene una amenaza terrorista en su propio territorio, la kurda, de la misma forma que Israel bastante tiene con sofocar los rescoldos del terrorismo palestino. Lo último que se sabe de Bin Laden es que de tanto en tanto envía cintas casette a algún medio de comunicación lanzando amenazas aquí y allí. En estos casettes, Bin Laden demuestra un odio visceral hacia Kemal Ataturk (“el apóstata y francmasón, enemigo del Islam, lacayo servil de Occidente”). A Bin Laden, el hecho de que Ataturk transformara el “último califato turco-otomano islámico” en una Estado laico pro-occidental, tras haber combatirdo al sultanato, no termina gustarle.

Las relaciones –reales o supuestos, no lo perdamos de vista- de Bin Laden con Turquía empeoraron desde que en 1990, Ankara dio luz verde para que los bombarderos y tropas norteamericanas pasaran sobre su territorio de camino a Irak. Y se volvieron mucho más ásperas tras los acuerdos militares con Israel en 1996 y muchísimo más cuando en mayo de 2005, Erdogan, los renovó, especialmente por tratarse de un líder islamista moderado. Esto sin olvidar que tampoco las bases norteamericanas instaladas en Turquía son digeribles para el misterioso y exótico Bin Laden cuya idea recurrente al referirse a la Turquía surgida de Ataturk es que la “Umma islámica ha sido humillada desde hace 80 años”.

La versión oficial indica que Al Qaeda está presente en Turquía y, añadimos más, no solamente en este país, sino en todo el mundo turcófono. Creemos que en todo esto hay mucha confusión: deberíamos hablar más bien de “terrorismo islámico” y de “terroristas islámicos”, antes que de Al Qaeda. No sabemos lo que es Al Qaeda, pero si tenemos la certidumbre en cambio de que hay terroristas en la zona. Algunos analistas, particularmente puntillosos y alarmistas, han fijado en medio centenar el número de organizaciones terroristas dispersas por la Península Anatolia, todas ellas de carácter salafista, que operan en cooperación con jihadistas del Kurdistán irakí, pero también se han localizado terroristas turcos en Arabia Saudí, Afganistán y Pakistán.

En la óptica historicista de Bin Laden Turquía es un “gran país musulmán”. Durante cinco siglos mantuvo la bandera del Califato, incorporó al Islam a media Europa Oriental y ha sido la última tierra “robada” al Islam cuando en 1924 Ataturk proclamó la abolición del califato. En teoría, la incorporación de Turquía a la UE alejaría la posibilidad de restablecer un Estado islamista y los “judeo-cruzados” se saldrían con la suya.

En el organigrama de Al Qaeda aparecen algunos turcos: Habib Akdash, por ejemplo, uno de los hombres clave de la organización, del que se dice que estuvo directamente vinculado a Moussab Zarqawi (responsable de Al Qaeda en Irak) y al saudí Saud al-Autaybi (responsable de Al Qaeda para el Golfo Pérsico), todos ellos dirigidos por el también saudí Salah al Awadi (responsable de Al Qaeda para Oriente Medio). El hecho de que las fronteras entre Irak y Turquía sean extremadamente porosas en el Kurdistán, aumenta el interés de Al Qaeda en la zona. Es muy posible que la insurgencia iraquí reciba, a través de esta zona, armas y municiones, como también lo es que los propios terroristas kurdos hagan otro tanto. Y si bien es cierto que todos los datos sobre Al Qaeda son extremadamente nebulosos, lo cierto es que en la zona muere gente a causa de atentados terroristas. Aunque haya en torno a Bin Laden y a su grupo un alto grado de indefinición, ambigüedad y sea en gran medida una construcción mediática para justificar cualquier intervención “antiterrorista”, todo esto ha podido hacerse por la existencia de un terrorismo mucho menos mediático, pero infinitamente más real.

En 2003 se produjo en Turquía una oleada de atentados antijudíos y antimasónicos que produjeron 61 muertos y 300 heridos. Se responsabilizó un cierto Frente del Gran Oriente Islámico que se estrenó con estas acciones. El consulado de Gran Bretaña y una institución bancaria también recibieron su cuota de metralla. El 29 de abril de 2004, 16 personas resultaron detenidas en Burna cuando preparaban un atentado contra la cumbre de la OTAN. Eso no fue óbice para que una nueva bomba estallara contra otra oficina internacional de Banca y el 20 de mayo contra un establecimiento McDonald’s de Estambul. Mas bombas durante la visita de Georges Bush y otras más durante la cumbre de la OTAN, a pesar de las detenciones. Veinte heridos, luego, en Cesme, el 10 de julio de 2005 y cinco turistas muetos y trece heridos en el balneario de Kusadasi una semana después, éste último cometido por un adolescente miembro del llamado “Halcones de la Liberación del Kurdistán".

Si en España hemos tenido nuestro atentado del 11-M (no menos nebulosos respecto a su procedencia), en Turquía estamos hablando de una cantidad desmesurada de crímenes similares. Pero hay una diferencia: el 11-M fue una excepción y España está fuera de los circuitos terroristas habituales, mientras que Turquía está situada en la región que constituye el escenario por antonomasia del terrorismo. Turquía no solamente tiene frontera con los escenarios terroristas del Cáucaso o Irak, sino que además, exporta terroristas y es objejo de repetidos atentados terroristas. Podemos imaginar lo que supondría para la Unión Europea, si un terrorista pudiera desplazarse desde el Kurdistán turco hasta la bahía de Cádiz o hasta Santiago de Compostela, sin cruzar una sola frontera, cuando Turquía fuera socio de pleno derecho de la UE. Entonces si estaríamos ante un riesgo real al alcance de cualquier extremista que deseara escalar en el ranking de los más asesinos. Bastaría que un terrorista islámico irakí o iraní se le pusiera entre ceja y ceja que las fiestas de moros y cristianos de Levante, son ignominiosas para el Islam, para que un comando terrorista pudiera atravesar las porosas fronteras del Kurdistán turco y plantarse en Madrid con armas y bagajes. Mientras persistan las actuales circunstancias en Oriente Medio y el “terrorismo internacional” sea un modelo a imitar por radicales y psicópatas, Europa debe de preocuparse de poner tierra de por medio entre una zona conflictiva y su remanso de paz.

En geopolítica existe el concepto de “estado tapón”. Más que considerar a Turquía como un socio de pleno derecho en la UE, se trataría, eso sí, de apoyarle en su desarrollo, en su lucha contra el terrorismo y en su orientación hacia el sud-este, a cambio, naturalmente, de que se constituyera como valladar ante las penetraciones terroristas (o simplemente delincuenciales relacionadas con la heroína) hacia Europa. Nadie podrá negar que el hecho de que terroristas curtidos pudieran pasearse a sus anchas por el “espacio Schengen” es preocupante. No se trata de hacer de Turquía un “puente” del terrorismo medio-oriental hacia Europa, sino de que ese país sea un “tapón” de ese mismo terrorismo.

No hay que olvidar otro elemento. Existe en Asia Central un amplísimo espacio, llamado el Valle de Ferghana, situado entre dos países turcófonos: Uzbekistán y Kazajastán. El primer país puede ser considerado como refugio de los movimientos terroristas islámicos. Allí tiene su sede el Movimiento Islámico de Uzbekistán y el movimiento Islámico del Turkestán, cuyo objetivo es restablecer el Califato de Estambul. Pues bien, estos grupos, desde el valle de Fergana conspiran contra el gobierno uzbeko. El 11 de noviembre de 2004, resultó desarticulado un núcleo terrorista en el vecino Kazajastán. Los 19 detenidos, al parecer, habían participado en un intento de atentado contra el presidente de Ubekistán. En cuanto al MIU, cuenta con un apoyo creciente de la juventud islámica.

A partir de mediados de los años noventa, resultó evidente que el Estado Turco estaba implicado en el apoyo a tres frentes de actividad terrorista:

- las redes islamistas de los Balcanes, que se cuentan entre los primeros responsables de la guerra de Bosnia-Herzegovina y en el responsable indiscutible de los sucesos de Kosovo, a través de la UCK. Este apoyo, en buena medida, no era solamente oficial. La UCK no era otra cosa que un grupo de delincuentes que intentaban establecer una ruta de la droga a través del “corredor islámico” de los Balcanes, por cuenta de las mafias de la droga turcas.

- las redes de apoyo a los terroristas anti-armenios de Azerbaiyán, cuyo presidente es el aliado principal de Ankara en la zona. Entre 1993 y 1994, un millar de mujahidines de este país fueron enviados para luchar contra los armenios y desaloalrlos del Alto Karabaj.

- las redes islamistas chechenas refugiadas en el valle de Pankissi en Georgia.

En otras palabras: Turquía es víctima del terrorismo islámico, pero también utiliza ese mismo terrorismo para apoyar algunos de sus objetivos en la política regional, ya sea por iniciativa del Estado o de las poderosas mafias de la heroína que actúan en ese país. Es importante no perder de vista un dato: lo que hemos dado en llamar “países turcófonos” (Turkmenistán, Uzbekistán, Kirghikistán y, el Xinjiang chino), albergan una extrema inestabilidad interior. Un hervidero de 200 millones de personas en permanente tensión y efervescencia político-religiosa que puede ser utilizado por unos o por otros, como placa giratoria para arrojar terrorismo y radicalismo islámico a cualquier lugar de Eurasia.

(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es 

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