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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

El 11-M y los riesgos de oponerse a la “versión oficial”

El 11-M y los riesgos de oponerse a la “versión oficial”

 

Infokrisis.- La entrevista concedida por uno de los principales imputados en la trama del 11-M, González Trashorras, al diario El Mundo parecía dejar claro que ETA y el núcleo de marroquíes imputados tenían relaciones previas con ETA que algunos policías se opusieron a investigar. No no sentimos en condiciones de valorar si estas afirmaciones pueden ser ciertas o simplemente improvisaciones de alguien que no tiene nada que perder. Lo que sí queremos exponer son algunos elementos imprescindibles en toda "buena" conspiración.

 

Nota: como complemento a la lectura de este artículo se recomienda el libro

11-M Los Perros del infierno de Ernesto Milà. Editorial PYRE 

 

Premisas previas a tener siempre presente

Que ZP es, sin duda, el peor presidente de la democracia, y su gobierno el más inepto surgido de una elección democrática, tampoco se le escapa al observador imparcial.

Que esa elección democrática se realizó bajo presión de unos atentados y de una campaña mediática que empañó el “sacrosanto” día de reflexión, eso es simplemente constatar un hecho innegable.

Que las repercusiones de la ineptitud de ZP y su gobierno van a caer como una losa sobre este país durante generaciones, es un presentimiento que angustia y empaña nuestro futuro.

Que tras el 11-M hubo una verdadera conspiración, solamente lo puede negar un ciego desinformado o un socialista perfectamente alimentado.

Que el 11-M fue un verdadero golpe de Estado cuya única intención era provocar un vuelco político en España, tampoco lo puede dudar alguien que utilice la lógica y el sentido común en su vida cotidiana.

Que el principio de toda investigación criminal es “a quién beneficia el crimen” valdría la pena que lo recordaran policías, jueces y magistrados que tienen que investigar sobre la muerte de 191 personas.

Cómo se arma una buena conspiración

Aunque solamente un 10% de toda la investigación paralela contraria a la versión oficial sea cierto, ese 10% supone el elemento decisivo en la trama del 11-M y evidencia que detrás de los atentados hubo una mano conspirativa.

Para que una conspiración tenga éxito, es preciso:

1) Elaborar una “versión oficial” inamovible y simple

Esta versión oficial habrá que mantenerla contra viento y marea, no podrá ser alterada por ningún elemento, sino que todos los elementos que vayan introduciéndose en la “investigación” tenderán a integrarse en ella. La versión oficial sostenida desde el principio se reduce a lo siguiente:

- Unos terroristas islámicos, airados por la presencia de Aznar en la foto de las Azores deciden cometer un atentado en trenes

- Para ello se dotan de explosivos facilitados por una banda de delincuentes asturianos.

- Una de las bolsas con los explosivos queda indemne, y a partir de ahí se logra realizar una secuencia de detenciones; finalmente, los autores materiales mueren en Leganés.

- Se intuye que están en contacto con redes terroristas islámicas internacionales, pero no ha podido demostrarse “todavía” la intervención de Al Qaeda.

Asunto resuelto. Todos los elementos de la conspiración están presentes en esta versión oficial. Porque para que esta conspiración sea verosímil debe existir:

1) Un terrorismo islámico internacional… existe, difuso, confuso y abstruso… pero existe. Ciertamente, tanto los detenidos en agosto en Londres y Pakistán como la mayor parte de la investigación sobre el 11-S, o los atentados de Casablanca o Londres en 2005… todos ellos tienen en común con los del 11-M que siempre la “versión oficial” es incompleta, insatisfactoria, si no manifiestamente falsa y mendaz. Es el elemento MAGICO-MITICO que, en sí mismo, planea sobre la “versión oficial”, aunque nadie lo cite y tenga un extraordinario PESO PSICOLOGICO en la trama.

2) Unos miembros de los cuerpos de seguridad del Estado que crean que van a salir ganando con la conspiración. El policía de a pie está mal retribuido, tiene un trabajo frecuentemente desagradable rozándose siempre con lo peor de la sociedad. Sus treinta años de vida laboral implican un lento ascenso que solamente se ve acelerado o ralentizado según el poder político esté en unas u otras manos. El “jefe”, por el contrario, está alejado de todo eso. Trabaja en un despacho acomodado, se reúne con gente importante, tiene acceso a fondos reservados y, unos pocos, pasan a ser cargos políticos. Estos saben que, una vez jubilados, irán a parar a consejos de administración o se encargarán de la seguridad de grandes empresas. Un policía de 50 años puede estar destinado a un lugar inhóspito o bien conocer la moqueta de los despachos selectos de la administración. Y dependerá que el poder político esté en manos de unos o de otros que sea o no así.

3) Unos confidentes de baja estofa. La inmensa mayoría de los imputados en el 11-M han reconocido ser confidentes policiales. No es raro que así sea. La policía precisa de estos chivatillos para poder conocer los entresijos de la delincuencia. Para un policía, el “confite”, el confidente, es como el lazarillo para un ciego. En ocasiones las relaciones entre uno y otro llegan a ser estrechas e intensas: yo te doy información, tú me proteges; yo te indico a quién detener, tú me das algo a cambio (dinero, droga, seguridad, putas). El confidente –individuo siempre simple y con el cerebro, habitualmente, desbaratado por drogas- no ve el fondo de la cuestión: que el policía no siempre cubrirá sus desmanes, ni siquiera es su amigo, sino que, frecuentemente, para él es simplemente un instrumento que, en ocasiones, hay que sacrificar.

4) Unos “pringaos”. Una parte –y no pequeña- de la inmigración marroquí en España, vive a salto de mata; hoy trafican con haschís, mañana con otras drogas, pasado son peristas, al otro secuestradores y, si se tercia, atracan a una castañera. O venden teléfonos robados o, además de todo lo anterior, ejercen también el noble arte del confite. Están en un país que no es el suyo y frecuentemente no entienden lo que pasa a su alrededor. Además, tienen nombres islámicos… o sea que se supone que por eso mismo ya deben ser peligrosos integristas que tienen a Bin Laden como santo patrón. Algunos, realmente, son caricaturas de integristas islámicos. Hablan de cometer atentados aun cuando no saben siquiera cómo encender una traca de feria. Además, el islamista bocazas tiene otra ventaja: dice, con una seriedad espantosa, que está dispuesto a morir por el “paraíso de Alá”. Salvo los anarquistas nihilistas del siglo XIX, resultaría difícil encontrar en la historia de la humanidad a unos “pringaos” tan bien matizados y tan perfectos como los integristas islámicos que, inevitablemente, terminan creyendo que han cometido un atentado sólo porque han llevado el vídeo de reivindicación…

5) Unos “altavoces”. Siempre hay medios de comunicación interesados en cambios de gobierno. Es decir: siempre hay medios de comunicación que obtienen más beneficios con un gobierno que con otro. Estamos hablando de dinero y poder. PRISA, por ejemplo, tiene más experiencia “de gobierno” y más sabiduría política que ZP que, en el fondo, no es más que un político de provincias de pocas luces y menos aptitudes. El papel de un grupo mediático en una conspiración es algo fundamental: es el altavoz de la misma. A él le cabe el dudoso honor de realizar la campaña de “agitación psicológica”, una vez cometido el crimen y de señalar con el dedo acusador a unos o a otros.

6) Una población anestesiada y carente de capacidad crítica. En el fondo Aznar fue víctima de algo en lo que, tanto él como otros muchos antes que él, eran culpables de haber creado: la castración de la capacidad crítica de la población española. Desde los peores momentos del Imperio Romano se sabe que el pueblo es sencillo y simple, si no simplón. Vota sin meditar muy bien a quién vota, y lo hace cuatro veces cada cuatro años, en esto consiste la “democracia”. Claro está que más vale votar que no votar (por poco que sea) y, por supuesto, más vale hacerlo ejerciendo la crítica y el sentido común, antes que influenciado por apriorismos, subjetividades, o influenciado por campañas mediáticas y programas que todo el mundo sabe que no se van a cumplir. Pero el gobernante lo que precisa es una masa inerte y amorfa a la que obsequiar y neutralizar con “pan y circo”. No se le dice que los grandes negocios se hacen a la sombra del poder, ni mucho menos que el pelotazo desde el poder se convierte en hipotecas a 50 años con interés variable en la “base”. Desde el siglo XIX se sabe que un atentado a tiempo justifica cualquier medida gubernamental. Salvo un terrorismo residual realizado por psicópatas o idealistas trastornados, la historia del terrorismo desde mediados del siglo XIX ha servido para aplicar medidas que de otra manera no se habrían podido aplicar. Y esto ha podido hacerse porque desde el siglo XIX, tras un atentado, la población ululante ha llamado a la ejecución de los “pringaos” presentados como terroristas, antes que a la reflexión crítica hasta sus últimas consecuencias sobre lo que había sucedido. Así pues, “parajódicamente”, la población está destinada, no solamente a aportar el grueso de las víctimas (sobre todo los estratos más humildes… los que tienen menos capacidad de presión e investigación), sino que, además, aceptando la “versión oficial” del atentado anterior, anima a la ejecución del atentado siguiente según los mismos cánones y patrones. Es decir, a seguir siendo víctima. ¿Población? Si, pero en la óptima de los ideadores de estos crímenes se trata solamente de “borregos cuyo destino es el matadero” y suerte tienen los que no caen.

7) El “titiritero” o “prestidigitador”. Todo lo anterior es necesario, pero sería imposible combinarlo en las proporciones adecuadas y hacer que la reacción se produjera en el momento justo, de no ser por la presencia del “titiritero”. Su función es la de idear el crimen. Y, además, idearlo con la precisión suficiente como para que genere el efecto esperado. Si el 11-M se hubiera realizado cuatro días antes o tres días después, sus efectos hubieran sido muy distintos. Aquí no se trataba de generar “dolor”, sino de que ese “dolor” fuera capaz de provocar un cambio político. ¿Quién fue el “titiritero”? Imposible ponerle nombre y apellidos. Pero las “tramas superpuestas”, de las que habló Aznar en su intervención ante la Comisión 11-M, precisan para poder articularse de la existencia de un “autor intelectual”.

2) Prever los problemas y anticiparse a las críticas

En el manual del perfecto conspirador hay una serie de normas a tener en cuenta si se quiere evitar que todo termine como terminó la trama del GAL o bien como terminaron las “strage di Statu” italianas de los años 70 y 80: con la mayoría de sus protagonistas entre rejas o bien desahuciados políticamente. Fundamentalmente, las normas a tener en cuenta son:

- Que los árboles no dejen ver el bosque.

Una vez cometido el atentado se trata, simplemente, de resaltar aquellos detalles que confirmen la autoría de los culpables elegidos para protagonizar la versión oficial. Si repasamos las informaciones publicadas por la prensa en el mes posterior a los atentados se percibe que están repletas de datos falsos que posteriormente ni han sido confirmados ni se han incluido en el sumario. El conjunto de esos pequeños detalles es lo que da credibilidad a la trama, en detrimento de las pruebas decisivas. La mayoría son tan pequeños que, semanas después, nadie los recuerda, pero en el momento en el que se publicitaron en los medios causaron un impacto decisivo en la culpabilización de los detenidos. Entre las primeras detenciones, Jamal Zougan fue sin duda el elemento sobre el que apuntaron todos los dedos acusadores. Entonces se publicó que el registro de su locutorio había permitido encontrar un trozo de plástico de la carcasa de un móvil, que coincidía con el que faltaba en el teléfono encontrado en el interior de la mochila que no explotó… Era una información falsa, por supuesto, que no aparece en lugar alguno en las diligencias, sin embargo hubo alguien con credibilidad suficiente como para comunicarla a la prensa. Pues bien, informaciones como ésta, pura intoxicación, proliferaron a decenas en las semanas posteriores al atentado: no eran inocentes, ni espontáneas, ni errores, ni invenciones periodísticas. Eran simplemente pura “intoxicación”. Pero esta intoxicación tendía a impedir que la opinión pública percibiera lo endeble de las pruebas reunidas contra Zougan y los marroquíes detenidos.

- Que la investigación se cierre definitivamente y no se incorporen datos nuevos.

Para el “titiritero” y los autores intelectuales del crimen lo esencial es que, a las pocas semanas, se cierre lo esencial de la investigación o, de lo contrario, si prosigue, empezarán a incorporarse elementos que no encajan en la trama. De ahí la rapidez que tuvo el PSOE en abrir y cerrar la comisión de investigación y la defensa cerrada de su “doctrina oficial”: que todo fue por culpa de Aznar. Tanto es así que, aún hoy, cada vez que se publica algún dato más sobre el 11-M, la reacción de los portavoces del gobierno es, simplemente, histérica. La idea es que un juez pusilánime no va a tener arrestos para abrir una investigación en direcciones no contempladas en la versión oficial, tras casi tres años del crimen, aun cuando sea evidente –especialmente para él- que le han intentado engañar desde instancias policiales próximas al gobierno. El gobierno ZP sigue enrocado en la misma versión que sostenía a las 7:45 la SER: fueron islamistas airados por la presencia de Irak en las Azores. Cualquier cosa que no entre dentro de esa interpretación es rechazado y estigmatizado como “conspiranoico” y “delirante”. En el momento en que el gobierno admita un solo elemento hallado por la investigación paralela, su esquema no podrá soportar la aparición de una contradicción interna y correrá el riesgo de desplomarse en más o menos breve plazo. La arena es arena porque a una roca se le filtró una gota de agua que la hizo estallar por la noche. Así pues, nada de admitir nada que no se haya dicho en las horas posteriores a los atentados.

- Crear líneas de defensa.

Cuando el gobierno González decidió dar el carpetazo al GAL reclutó al “comando Barcelona”, compuesto por jovenzuelos de extrema-derecha sin experiencia; los enviaron a Francia a que mataran a un “etarra” y luego, los mismos que los habían reclutado, los detuvieron: “lo ven, el ministerio del interior lucha contra el GAL; de hecho, los hemos desarticulado: son de extrema-derecha”… tal fue la versión oficial que se hubiera mantenido de no ser por el aventurerismo de Amedo. La extrema-derecha era la trinchera defensiva del gobierno González. En el caso de la trama del 11-M, la línea de defensa es doble: la primera es ETA, la segunda, nuevamente, la extrema-derecha. El PP cayó en la primera, intentando defender lo indefendible: su versión inicial del crimen, a saber, que había sido ETA. En efecto, tal como sosteníamos en nuestra obra “11-M: los perros del infierno”, en las primeras horas se trató de que la “trama policial” convenciese al ministro del interior (hombre de poca experiencia en el cargo y mucha menos en conspiraciones) de que todas las pruebas apuntaban a que había sido ETA. Mientras el ministro se veía invadido por informes de “expertos” que le aseguraban que el modus operando, el titadine, los “convoyes de la muerte”, etc., apuntaban a ETA, y el ministro comparecía constantemente ante los medios repitiendo esta versión… el grupo PRISA y el aparato de agit-prop desencadenado por el PSOE “demostraba” que eran los islamistas y que el gobierno quería engañar… Luego, era fácil prever que el PP, ya en la oposición, iba a tardar en reconocer su error y que ETA estaba ausente de la trama. Bastaba mantener la esperanza del PP filtrando –a través de confidentes detenidos, especialmente- periódicamente datos que “comprometieran” a ETA. Pero esos datos no llevaban a ninguna parte: es más, ETA desde el 2002 estaba infiltraba en la cúpula y una acción así no hubiera pasado desapercibida para los mismos confidentes que habían delatado tres “caravanas de la muerte” y casi 200 activistas de la organización. No, ETA está al margen de la trama (aun no completamente como ya hemos tratado en otras ocasiones). Si esta trinchera salta por los aires siempre queda la habitual: la extrema-derecha tuvo algo que ver en la trama. Poco antes de los atentados, un grupo considerado de extrema-derecha en Alcalá de Henares había sido contactado por musulmanes que, inexplicablemente, se ofrecían a financiar sus actividades; a mayor abundamiento, un personaje que YA HA SALIDO en la trama les sugirió pegar carteles –de forma inexplicable- en Morata de Tajuña donde se encontraba una de las increíbles “bases” de los terroristas. La idea es: si la versión oficial se desploma, siempre queda refugiarse en la primera trinchera defensiva (no son los moros, pero ha sido ETA) y si esta segunda trinchera flaquea, siempre queda la siguiente (la extrema-derecha, malvada y coriácea, es culpable por definición con sólo estar presente en la trama).

- Crear el descrédito en torno a las versiones alternativas.

Enlodar y cubrir con el descrédito a una investigación paralela es relativamente sencillo. Para empezar, en su inicio una investigación es apenas una “teoría”. Basta con desprestigiarla porque sus defensores  carecen de “nivel”, porque son “simples aficionados”, porque sus informantes son confidentes o prefieren permanecer en el anonimato. No importa, cualquier argumento es bueno para negarse a entrar al trapo y relegarla al olvido: “El Estado no puede rebajarse a discutir nimiedades”. Pero, frecuentemente, el clamor es demasiado grande, así que se trata de hacer caer el descrédito sobre la investigación alternativa. Eso se consigue lanzando, simplemente, pistas falsas, declaraciones increíbles y sembrando la confusión. El hecho de que aparezcan este tipo de episodios en el curso de una investigación paralela es señal de que va por buen camino. En estos momentos, el diario El Mundo ha sido acusado por El País y ABC de “pagar” a Suárez Trashorras, el cual habría dicho que “por dinero cuenta hasta la guerra civil”… Tanto El País como ABC saben perfectamente que la grabación que ha sido utilizada como base para esa acusación está descontextualizada y, lo que es peor, se refiere a otro confidente. Es evidente que, hasta ahora, las declaraciones de Trashorras han supuesto un nuevo golpe –el enésimo- a la versión oficial. Así pues, lo que los defensores ultrancistas de la versión oficial están intentando es sembrar las dudas sobre la investigación paralela. Lo que quiere decir que ésta va por buen camino. Ahora bien, ésta no va a ser la única ocasión en la que se intente colar material espureo con el que “contaminar” la investigación alternativa.

- Elegir los “cortafuegos” adecuados. Puede ocurrir que se dé la peor de las hipótesis para la versión oficial. El juez, pusilánime y desbordado, tendrá un arrebato de profesionalidad y orgullo personal y, a la vista de las acusaciones, condenara a los implicados por delitos menores y los absolverá de cualquier relación con la masacre. Una cosa es ser condenado por traficar con explosivos y otra que esos explosivos se utilizaran para la masacre del 11-M, una cosa es traficar con teléfonos robados y clonar tarjetas y otra facilitar los móviles a los terroristas por ser uno de ellos. Lo van a tener muy difícil los partidarios de la versión oficial para que ésta triunfe ante un tribunal. Su única esperanza es que los abogados de la defensa se limiten a pedir clemencia para los acusados, o simplemente que sean confidentes policiales y ayuden a hundir a sus clientes. No sería el primer caso que hemos visto en España desde la transición. Las dudas sobre la capacidad de las defensas se sabrán en el momento del juicio y ahora resulta vano especular. Ahora bien, en esa situación, la versión oficial quedará desairada y la investigación deberá partir de cero. De hecho, antes o después, el PP volverá al poder y sea cual sea la sentencia del 11-M no olvidará que perdió el poder gracias a un atentado criminal, así que lo más verosímil es que, cuando el PP recupere el poder, impulse la investigación partiendo de cero o poco menos. Ese detalle no ha podido escaparse al “autor intelectual” de los atentados: el “titiritero”. Así que, ante esa hipótesis, habrá creado los cortafuegos necesarios. Algunos de los que saben demasiado morirán. Se dirá que les falló el corazón, o que se suicidaron o que les atropelló una apisonadora. Otros delatarán a sus superiores pero, finalmente, será su palabra contra la de ellos, y siempre los habrá que negarán lo evidente por miedo, por dinero, por conveniencia o por instinto de supervivencia. La cuestión es que existan cortafuegos que impidan que la investigación vaya más allá de:

1) Determinados niveles en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.

2) Pase de esos niveles de la seguridad a niveles políticos.

3) Pase de determinados colaboradores y directores de medios a los accionistas mayoritarios de sus empresas de comunicaciones y

4) No supere nuestras fronteras, impidiendo llegar a servicios de inteligencia de otros países europeos y no europeos.

Pero ¿qué diablos está pasando con el proceso de paz?

Lo hemos escrito en este blog en alguna otra ocasión: hay demasiadas pistas que llevan a ETA. Las resumimos: las caravanas de la muerte, especialmente la última que es paralela al supuesto transporte de explosivos desde Asturias a Madrid empleados el 11-M, el hecho de que ETA robara un vehículo en el mismo callejón en el que reside Suárez Trashorras para utilizarlo como coche-bomba, el hecho de que haya sido la única organización terrorista que utilizara teléfonos para activar explosivos, el hecho de que el “Chino” tuviera en el País Vasco parte de sus lucrativos negocios de tráfico de droga sin ser molestado por servicio policial alguno, autonómico o no, el interés de algunos mandos policiales en que no apareciera en parte alguno el nombre de ETA, ni siquiera referencias al País Vasco… Todo esto no tendría mucho interés y podría tratarse de “casualidades”, de no ser por dos detalles: el que hoy se sabe que desde 2002 el PSOE mantenía contactos con ETA traicionando el Pacto Antiterrorista y que, una vez en el poder, ZP inició el “proceso de paz”.

El año 2002 es importante en la historia de ETA: uno de sus cabecillas históricos, “Josu Ternera”, abandona su escaño en el parlamento vasco y pasa a la clandestinidad y, a partir de ese momento, empiezan a caer comandos etarras uno tras otro. Resulta sintomático que, en la actualidad, Josu Ternera sea el principal interlocutor del gobierno en el “proceso de paz” y que, desde 2002, ETA no haya podido estabilizar una dirección más allá de seis meses. En todas las redadas “Josu Ternera”, inexplicablemente, ha resultado indemne.

La cuestión es que la “segunda línea de defensa” en caso de caída de la versión oficial es… ETA. Si no son los moros… es ETA o bien ETA más los moros… Un planteamiento así es absolutamente inviable si no existe en el interior de ETA un “cooperador necesario” que ordenase en su momento realizar activadores de explosivos con teléfonos móviles, que la caravana de la muerte se pusiera en marcha ese día concreto en el que también se trasladaban los explosivos de Asturias a Madrid, y, finalmente, que diera la orden de robar un coche, no en cualquier sitio de Asturias, sino en el callejón donde residía Suárez Trashorras. En el interior de ETA, no solamente hay un topo en la cúspide, sino que ese topo es el colaborador necesario para poder articular una “segunda línea de defensa” en caso de desmantelamiento de la versión oficial.

Desde 2002 se ha ido realizando una labor de detenciones selectivas de la cúpula etarra que la han reducido a unos cuantos imberbes, botarates, sin cerebro ni experiencia, a unos pocos veteranos cansados de clandestinidad y de jugársela en una aventura fracasada (en todo salvo en el “impuesto revolucionario”, verdadero núcleo de la cuestión: el tesoro de ETA), mientras que los cuadros veteranos, con experiencia, partidarios de proseguir las acciones terroristas y la dinámica habitual de la banda, han caído uno tras otro. Estas detenciones selectivas han hecho llegar a la situación actual y sería bueno que los abertzales empezaran a plantearse cuestiones sobre quién les ha traicionado y les está traicionando y sobre cómo se ha llegado al proceso de paz. Seguramente se sorprenderán de lo que encuentren.

ETA no ha tenido nada que ver con el 11-M… es mejor que el PP deje de aferrarse a esa esperanza. Incluso en el caso de que en las investigaciones paralelas en curso vuelvan a salir más veces nombres de etarras y de la propia organización, será mejor que el PP abandone toda esperanza: los tiros no van por ahí. Harina de otro costal es que en la actual cúpula de ETA exista un topo –el “topo” por excelencia- que haya sido cooperador necesario para crear pistas que mantuvieran la llama de ETA siempre viva en la investigación paralela del 11-M. Pero ese “topo” (puesto que es sólo uno) no ha actuado en nombre de ETA, sino de sí mismo, y no ha sido autor intelectual de más crímenes que los firmados por su organización, sino una pieza más –otra “trama superpuesta”- manejada por el “titiritero”, seguramente, a través de policías que han permanecido en las últimas fases de investigación sobre la banda y han facilitado las detenciones selectivas a las que aludíamos.

* * *

Lo verdaderamente trágico de toda esta historia es que hay 191 personas que han muerto, un país traumatizado, el peor gobierno en la historia de la democracia sobreviviendo a base de desmanes que pagarán las generaciones venideras y una trama de ocultación defendida por grupos mediáticos de primera división, tanto de izquierdas (PRISA), como de derechas (VOCENTO).

No debemos ver la trama del 11-M como excesivamente compleja: de hecho, es probable que participaran en ella unos cuantos funcionarios policiales, unos pocos políticos y comunicadores y dos docenas de “pringaos” que se sentarán en el banquillo de los acusados o han pasado a mejor vida en Leganés. No estamos hablando de un “bosque”, sino de un jardincillo, primorosamente cultivado por un titiritero sin escrúpulos. Una investigación sobre un terreno de estas dimensiones es viable para la policía española. Lo que ha ocurrido ha sido que la investigación se vició desde el primer momento y que no se han autorizado seguir pistas alternativas. De hecho sabemos que algunos cuerpos y departamentos policiales están en estos momentos en guerra civil: funcionarios que no se hablan, que sospechan unos de otros, que saben perfectamente qué aspectos de la investigación están cerrados y los mandos –empezando por el propio ministerio del interior en manos de Rubalcaba- no permiten reabrirlos, que se sienten observados, y que sospechan unos de otros. El día en que sea posible restablecer la armonía interior en los cuerpos de seguridad y procesar a los que han participado en la trama del 11-M, por acción, omisión u ocultación, a partir de ese momento será posible realizar ese viaje al final de la noche oscura del terrorismo que propició el 11-M.

Y aquí, realmente, de lo que se trata es que crímenes como éste no puedan volver a darse nunca jamás, ni en la Historia de España, ni en ningún otro país. Defender la verdad, hoy, aquí y ahora, realizar un constante análisis crítico de la versión oficial, abordar su deconstrucción y el paralelo trabajo de investigación y formulación de una hipótesis con más visos de verosimilitud, es el trabajo que nos corresponde a todos los que aspiramos a erradicar el terrorismo de la política cotidiana. El terrorismo no puede ser la excusa para provocar cualquier terremoto político. Ya lo hemos visto y vivido demasiadas veces, así que ¡NUNCA JAMÁS!

Nota: como complemente a la lectura de este artículo se recomienda el libro

11-M Los Perros del infierno de Ernesto Milà. Editorial PYRE  

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

 

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