Tribus y Bandas (II de II) Bandas étnicas y delincuencia
Infokrisis.- Hasta hace poco, pertenecer a una tribu urbana era casi un juego que duraba apenas unas semanas o unos pocos meses. Luego, el joven se reintegraba a la vida "normal". La tribu urbana era una parte de su vida que marcaba el tránsito de la infancia a la juventud. Pero la llegada de la inmigración ha trastocado también esto: las bandas latinas no son "tribus urbanas", sino organizaciones de delincuentes.
La llegada masiva de inmigrantes y la irrupción de bandas, a partir del asesinato de Rodney Tapias el 28 de octubre de 2003 por los Latin Kings, introdujo un nuevo elemento: la “banda étnica”, cuyo potencial de violencia es muy superior a la de las tribus urbanas existentes en España.
Los rasgos propios de la “banda étnica” son:
- Están formadas por jóvenes inmigrantes o hijos de inmigrantes. A pesar de que existen casos de españoles implicados en actividades de bandas étnicas, lo normal es que estén formadas por hijos de inmigrantes o por inmigrantes.
- Agrupan a sus miembros en función de su procedencia nacional. Fatalmente, cada banda termina englobando a miembros de una misma nacionalidad. Esto hace que los choques entre bandas étnicas sean todavía más feroces.
- Nacen de la frustración y el complejo de inferioridad, como forma de superarlo mediante la fuerza. El joven inmigrante ve que el trabajo de sus padres no les rinde suficiente beneficio. No percibe la importancia del estudio para mejorar. De aquí emana un complejo de inferioridad que sublima en el interior de la banda: cree que de la banda procede el apoyo y la fuerza de la que él solo carece.
- Son rígidas a diferencia del resto de tribus urbanas. Mientras que en el interior de las tribus urbanas clásicas el mando es difícil de ubicar (como máximo existen en cada tribu personajes más “representativos”), las “bandas latinas” están rígidamente jerarquizadas.
- Se entra tras un proceso iniciático. Este proceso tiene como elemento central la realización de una “proeza”, habitualmente violenta y delictiva, llegando incluso a asesinatos.
- Son extremadamente violentas. La violencia es un elemento característico, a diferencia de las tribus urbanas clásicas, donde la violencia no es sistemática e incluso algunas de ellas se declaran pacifistas.
Así pues, si hasta hace poco las tribus urbanas eran solamente “subculturas”, en la actualidad y cada vez de manera creciente, empiezan a ser expresiones de “subculturas étnicas”.
Es importante no culpabilizar a la totalidad de la inmigración de este fenómeno: se cree que solamente entre un 4 y un 10% de los jóvenes latinos inmigrantes pertenecen a estas bandas. La inmensa mayoría son pacíficos y con voluntad de integrarse.
Las bandas son grupos espontáneos que tienden a aparecer en zonas con áreas donde existen profundas desigualdades sociales y económicas, problemas laborales y una amplia diversidad socio cultural. Se despliegan en zonas, con la pretensión de “controlarlas”. Es una proyección de las inevitables desigualdades sociales en colisión con los movimientos migratorios.
Las bandas étnicas no son ninguna broma. En 2004, el 57% de los actos de violencia juvenil tuvieron como protagonistas a extranjeros, el 32,4% magrebíes y el 13,9% iberoamericanos. La cifra es del Instituto Nacional de Estadística y se calcula que la mayoría de estos delincuentes están vinculados a bandas. Ese año el número de homicidios cometidos por adolescentes ascendió de 8 hasta 38. Se calculaba que en torno a cinco mil menores delinquen cada año. Lo más sorprendente no fue el aumento del numero de delitos –en número fue solo ligeramente superior al año anterior- sino la violencia y gravedad de los mismos, así como el descenso en la edad de los detenidos. Así mismo, los delitos contra la libertad sexual ascendieron un 10% y los relacionados con agresiones un 17%. Las sentencias condenatorias contra adolescentes subieron un 46% en 2004 en el caso de los internamientos en régimen cerrado, un 81% en régimen semiabierto y un 95% en castigos de fin de semana.
¿Cómo averiguar si tu hijo o hermano han entrado en una banda?
Existen unos cuantos signos distintivos que indican que un joven ha ingresado en una banda:
- Aparecen cambios inexplicables en su comportamiento cotidiano.
- Los amigos de siempre son sustituidos por nuevas amistades.
- Los padres y hermanos perciben que estos amigos están envueltos en el secreto.
- El individuo prefiere ser llamado por un apodo antes que por su nombre de pila.
- Aparecen problemas de disciplina y comportamiento en el hogar y la escuela.
- Cambian las rutinas y los comportamientos hasta entonces habituales.
- El rendimiento escolar se desploma.
- Aparecen signos nuevos relacionados con el sujeto: tatuajes y graffiti.
- Los padres encuentran armas blancas, drogas, signos de peleas.
- El sujeto empieza a utilizar prendas caras sin poder explicar cómo las ha pagado.
¿Qué hacer con un hijo metido en una banda?
La relación de un joven con una tribu urbana no es particularmente peligrosa. La tribu es un grupo de afinidad creado en función de una música, una moda o una afición. Solamente en muy escasas ocasiones tiene que ver con la delincuencia. La integración de un joven en una tribu urbana es un rasgo de determinadas edades e indica los intereses y las aficiones del joven. Por el contrario, la banda tiene un carácter específicamente delictivo y peligroso. Mientras la tribu urbana tiene un seguimiento breve en la vida de un joven y éste puede abandonarla en cuanto desea, en una banda ya no es tan simple. El hecho de que se realicen actos delictivos implica que, antes o después, habrá un enfrentamiento con la policía y con el aparato de justicia y, consiguientemente, una condena penal que puede marcar de por vida al sujeto.
Por eso, cuando un hijo o un hermano menor ingresan en una banda debe actuarse siguiendo un protocolo preventivo:
- Será preciso que los padres aumenten sus contactos y relaciones con el hijo.
- Deberán intensificar con él la comunicación afectiva.
- Evitarán atacar o criticar abiertamente al grupo. Si lo hacen, el hijo se cerrará en sí mismo.
- Intentarán observar el comportamiento del hijo con detenimiento.
- Tratarán de obtener información sobre la naturaleza de la banda.
- Hablarán con los profesores.
- Buscarán orientación psicológica apropiada.
Una encuesta del Ministerio de Asuntos Sociales apuntaba que seis de cada diez jóvenes opinan que la llegada de extranjeros provoca un aumento de los delitos. En el 2004 la policía detuvo a 48 personas e identificó a 400 bandas, presentes sobre todo en Madrid y Barcelona, que empezaban a extenderse por Andalucía. El 17 de septiembre de 2005 se daba cuenta en la prensa de que en el 57% de los actos de violencia juvenil, vandalismo y puñaladas en los colegios el agresor era extranjero. Por nacionalidad, el 32,4% eran magrebíes, el 13,9 iberoamericanos y el 7,94, de los países del Este. Eso explica por qué los delitos cometidos en las escuelas se han triplicado en apenas 5 años…
Así pues, las cifras nos obligan a concluir que:
a. Negarse a reconocer que la violencia juvenil tiene que ver con la inmigración descontrolada y masiva es negarse a reconocer la realidad y, por tanto, no poder establecer remedios adecuados.
b. La inmigración, que supone un 8% de la población juvenil, registra tasas de delincuencia siete veces superiores a las normales entre españoles.
c. Estos episodios de violencia tienen lugar, mayoritariamente, en la enseñanza pública y explica el porqué de que la privada no muestre excesivo interés en incorporar a alumnos inmigrantes.
d. Es innegable la responsabilidad del poder político en esta situación. Alguien no está haciendo las cosas bien.
En este contexto aparecen las bandas latinas. Vale la pena conocer algo sobre ellas.
a. Características generales
Desde mayo de 2003 salieron a la superficie las llamadas bandas latinas. Desde entonces hasta hoy su violencia ha causado un número incalculable de asesinatos y son, en buena medida, responsables del clima de violencia de algunos centros escolares.
Se trata de un fenómeno heredado de América Latina que ha llegado a nuestro país con la inmigración. En la actualidad, la policía tiene “fichados” a unos 5.000 miembros de estas bandas, considerados como “peligrosos”.
Van armados con cuchillos y navajas. El jefe de estudios de un Instituto de Hospitalet se atrevió a decir, después de que apuñalaran a un alumno, que eso “formaba parte de su cultura”. Es posible. Pero aquí a eso no le llamamos cultura. Ir a escuela con una navaja es, simplemente, salvajismo. Quien quiera trabajar y convivir entre nosotros debe aceptar las reglas de nuestra convivencia. Sin fisuras, sin peros y sin reservas mentales. Si las “bandas latinas” utilizan la violencia, su lugar no son las calles sino las cárceles, aquí y en su país de origen.
Existe media docena de bandas latinas, cada una de ellas se caracteriza por su origen y por sus colores. Todas ellas están formadas por jóvenes de entre 13 y 20 años. Poseen un “territorio” propio (una plaza pública, una fuente, una acera, una pista deportiva, un jardín) que “defienden” con sus navajas. Obligan a pagar “peajes” a quien pretende utilizar esos espacios y no pertenece a su tribu.
En general sus motivaciones son racistas. Surgieron entre la inmigración latina en los EEUU con la idea de hacer respetar a la raza latina. En España esto resulta absurdo: la ausencia casi total de prejuicios raciales y la identidad lingüística hace que los latinos estén en mejores condiciones que cualquier otra comunidad étnica para integrarse… con la condición de que, efectivamente, quieran integrarse. Ir con navajas, desde luego, no es la mejor forma de hacerlo. Cobrar “peajes”, tampoco. Para colmo, el principal “enemigo” para una banda latina no es otra tribu urbana española… sino el resto de tribus urbanas latinas. De hecho, ignoran a los skin-heads, oficialmente racistas.
Algunos estudios sociológicos indican que entre los miembros de estos grupos existe un número muy alto que procede de familias rotas, en las que existen agresiones domésticas, malos tratos, alcoholismo y otras toxicomanías. A esto se une el desarraigo propio del inmigrante: por bien que se le reciba en esta tierra, él ha nacido en otra parte y alberga nostalgia de su país originario. El hecho de que se ocupe un escalón humilde en la sociedad hace que aparezca frecuentemente resentimiento hacia el país de acogida y se le termine viendo como a un enemigo.
Cada banda tiene sus distintivos, su método de iniciación –la prueba por la que hay que pasar para integrarse- y un código de comportamiento.
b. Las bandas más conocidas
A partir de estas características generales, hemos podido identificar a media docena de bandas procedentes de distintos países. Resumimos los rasgos de las más conocidas:
1. Latin Kings.- “Reyes latinos”. Nacen entre la emigración portorriqueña de Chicago, fundados por King Eric –hoy en prisión acusado de varios delitos- y luego pasan a Nueva York desde donde se extienden a todo el mundo. En España han admitido a filipinos y magrebíes. También hay españoles nacidos aquí de padres ecuatorianos. Visten prendas negras o amarillas. Se saludan extendiendo los tres dedos medios de la mano derecha; suelen utilizar joyas de oro. Escuchan rap. Las chicas se agrupan en “Latin Queens”, igualmente violentas y agresivas.
2) Ñetas.- Enemigos de los anteriores, de origen portorriqueño. Nacen en la cárcel de Oso Blanco en Puerto Rico en 1979. Se reconocen por prendas con los colores de su bandera nacional: color blanco, rojo y azul. Su símbolo es un corazón con una Ñ en el interior. Se reconocen por su saludo: dedo anular e índice entrelazados. En España, la mayoría de sus miembros con ecuatorianos.
3) Mara Salvatrucha.- De origen salvadoreño. Formada por inmigrantes de esa nacionalidad que llegaron a California huidos de la guerra civil de su país en los años 80. También se conocen como MS13. El 13 es el centro de su sistema simbólico: la M es la 13ª letra del abecedario. En El Salvador “salvatrucha” es cualquier joven de aspecto inquietante.
d) Los Rancutas.- Son jóvenes procedentes de la República Dominicana. Extendidos especialmente en EEUU han logrado cristalizar algunas “delegaciones” en Madrid y Barcelona. Están en buenas relaciones con los Ñetas, de los que algunos los consideran una filial para dominicanos, y se muestran particularmente agresivos con los latin kings.
4) Latin Rapers.- también son llamados “Panteras Latinas”. Están formados por colombianos y ecuatorianos. Escuchan y cantan música rap. Suelen vestir ropa particularmente ancha, preferentemente de color verde y amarillo.
5) Otros grupos minoritarios.- Los Cuerpos de Seguridad del Estado han identificado rastros de media docena más de bandas latinas. Se ignora particularmente todo lo relativo a los Vatos Locos. Se sabe solamente que su origen es mexicano y que tienen cierta fuerza entre la inmigración de ese origen en los EEUU. En España se duda si han sido traídos por jóvenes turistas de aquel país o han logrado formar una sección estable. En Madrid han aparecido sus signos: las iniciales V.L. pintadas junto a la palabra “mato”. Otros grupos son: Fuego Latino, los Brothers, Punto 40, Masters, Latin Forever y K18.
¿Por qué un menor se hace delincuente?
Lo sorprendente, además de esta proliferación de grupos, es que los miembros de estas bandas latinas aceptan gustosos convertirse en delincuentes, vulnerar la ley a cambio de ingresar en la banda. En todos estos grupos, la ceremonia de iniciación en la banda implica mayores o menores niveles de violencia y delito… aún así, no faltan candidatos para ingresar en estos grupos.
Las motivaciones son diversas. Veamos las más reiterativas:
1) Por anomalías psicológicas que pueden ser de tres tipos:
- Psicopatía: aparecen en él los rasgos incipientes del psicópata: capacidad de manipular, falta de empatía, egoísmo extremo, tendencia a utilizar la mentira, ausencia absoluta de arrepentimiento y escrúpulos, crueldad extrema, etc.
- Neurosis: desórdenes de conducta de origen muy diverso (frustraciones, fallecimiento de seres queridos o resultado de divorcios, etc.). El sujeto se siente responsable de esa situación y comete delitos para recibir un castigo y liberarse de la sensación de culpabilidad.
- Alteraciones de la realidad: son los adolescentes que empiezan confundiendo juego y realidad, y terminan no sabiendo dónde empieza uno y termina otro.
2) Por anomalías no patológicas del carácter, que, así mismo, puede ser también de tres tipos:
- Afectados por alteración antisocial de la personalidad: con hiperactividad, falta de sentimientos de culpa, alto grado de fracaso escolar y escasa comunicabilidad. Aparece particularmente por ausencia de la madre o crecer sin padre. Menores de edad que viven en la calle, con falta de amor y cariño de los padres.
- Menores con síndrome de fuga: menores maltratados en el hogar, que lo han abandonado lo más pronto que han podido. Son psicológicamente débiles y prefieren huir antes que enfrentarse al problema. Esta situación de falta de raíces y vida nómada los hace permeables a la delincuencia
- Menores normales o próximos a la normalidad: afectados por situaciones que no perturban ni la conciencia ni la capacidad de decisión, emotividad o afectividad. A esta categoría pertenece la mayor parte de delincuentes juveniles; los hay de varios tipos:
- Los que realizan actos de vandalismo por perturbaciones psicobiológicas en el período de cambio entre preadolescencia y adolescencia.
- Los que cometen pequeños delitos como forma de autoafirmación personal.
- Los que cometen delitos sexuales por placer morboso y desviado; los que cometen actos delictivos para satisfacer su ansiedad consumista.
¿Qué perfil tiene el delincuente juvenil?
Hay una serie de características presentes en la personalidad de la inmensa mayoría de los delincuentes juveniles. Estos rasgos son:
Carácter impulsivo | Fracaso escolar |
Escaso equilibrio emocional | Exceso de agresividad |
Afán de protagonismo | Frustrado |
Sin habilidades sociales | Falto de afectividad |
Baja autoestima | Consumo de drogas |
Inadaptado | Familia desestructurada |
¿Hay momentos en los que aumenta la delincuencia juvenil?
Por eso podemos afirmar que la delincuencia juvenil está ligada a algunos fenómenos sociológicos suficientemente estudiados:
- Al producirse un brusco aumento de la población, aumenta la delincuencia juvenil: no es raro pues, que España cuya población ha aumentado un 10% en apenas 8 años, con cinco millones de inmigrantes llegados en este período, haya visto aumentar este tipo de actividad conflictiva.
- Al producirse un aumento en los índices de drogadicción y en la permisividad de la sociedad hacia las drogas, aumenta la delincuencia juvenil.
- Al aumentar el número de divorcios y la inestabilidad familiar, la delincuencia juvenil se dispara.
- Al aumentar la inestabilidad laboral y la frecuencia de las crisis económicas, aumenta la delincuencia protagonizada por menores.
¿Es posible invertir el fenómeno de la delincuencia juvenil?
Si, siempre y cuando se diagnostiquen correctamente las causas; no, si por un prejuicio “políticamente correcto” se contornea el problema de fondo. Los remedios deben estar a la altura del problema y adecuarse al fondo de su naturaleza. Por ejemplo, si no admitimos que el consumo de hachís sea un problema, difícilmente podremos admitir que está allí donde se encuentran focos de violencia juvenil y, por supuesto, no podremos hacer nada para prevenirlo. Otro ejemplo: si consideramos “normal” que el 50% de las parejas se divorcien antes de los 10 años de convivencia, por supuesto no podremos aceptar que sean precisamente las familias monoparentales y las que han sufrido crisis traumáticas las que generan más hijos conflictivos. Y así sucesivamente: nadie debería temer coger el toro por los cuernos y denunciar en los grandes medios de comunicación el verdadero rostro de los problemas.
Así pues, es posible frenar y disminuir la delincuencia juvenil; para ello será preciso:
- Frenar y controlar los flujos migratorios: no admitir más inmigración que la que verdaderamente puede absorberse.
- Aumentar el número de centros de rehabilitación para delincuentes jóvenes. Este tipo de centros reintegran al adolescente a la normalidad. Ciertamente no todos los ingresados en estos centros se recuperan, pero sí una parte sustancial.
- Aumentar y crear programas de reintegración familiar, escuelas de padres, cursos de formación y capacitación para padres y profesorado, orientados hacia la prevención y el tratamiento de la delincuencia juvenil.
- Aumentar los programas de lucha contra las toxicomanías, haciendo especial énfasis en las “drogas blandas”. No hay droga blanda, la droga blanda es la puerta de acceso a la droga dura. En este terreno hay que ser tajantes: no hay lugar para la permisividad.
- Aumentar las instalaciones deportivas y los lugares de ocio juvenil. Está demostrado que la integración del joven en un grupo deportivo o en una actividad cultural facilita su socialización y lo hace inmune a la delincuencia.
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – 08.08.06
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