RSXXI. Lo que la inmigración supone para España (VII de XV)
Infokrisis.- El gobierno de Aznar ayer y el de ZP hoy han tratado con similar frivolidad el tema de la inmigración. Y no tienen excusa: porque cuando en España la inmigración estaba en pañales, en Europa ya estaba claro su papel desestabilizador. Aquella desidia se ha transformado en el primer problema de nuestro pueblo. Pero el fracaso de los intentos de integración de la inmigración en Europa parece no haber sido tenido en cuenta: ni tan siquiera existe una política de inmigración en nuestro país.
La izquierda nos ha mentido ante el problema de la inmigración:
- Empezó pidiendo el “papeles para todos” y aún hoy se resiste a aplicar políticas enérgicas de contención, a pesar de la evidencia de que estamos afrontando una verdadera invasión.
- Utilizó eslogans demagógicos (“ningún ser humano es ilegal”) para ligar los derechos humanos a la posibilidad de que los inmigrantes se instalen en nuestra tierra.
- La izquierda ha promovido valores que han aportado el contenido pretendidamente intelectual al tema de la inmigración: “multiculturalidad”, “mestizaje”, “fusión cultural”, “diálogo de civilizaciones”, en los que nadie cree y mucho menos el inmigrante.
- En realidad, detrás de todo esto, la izquierda lo único que buscaba era un electorado de reemplazo tras su hundimiento doctrinal de los años 90: la deserción del proletariado europeo impulsó a la izquierda ver un nuevo proletariado entre la inmigración.
La derecha nos ha mentido ante el problema de la inmigración:
- Nos dijo que gracias a los inmigrantes se pagarían las pensiones de nuestros abuelos, pero ya desde el principio era evidente que la inmigración costaba más al erario público de lo que éste recibía de las bolsas de inmigración. La inmigración, no solamente no pagará las pensiones de nuestros abuelos, sino que su presencia masiva hace que dichas pensiones peligren hoy más que nunca.
- La derecha en el poder minimizó el impacto de la inmigración en la seguridad ciudadana, e incluso hoy prefiere no considerar que el 80% de los delitos es cometido por una minoría de inmigrantes.
- Además, la derecha minimizó durante ocho años el número de inmigrantes, falseó las cifras y dio siempre un número un 30% inferior a las estimaciones reales.
- En realidad, callaba para favorecer a las patronales de la construcción, hostelería y agricultura (íntimamente vinculadas históricamente a la clase política de la derecha), en la contratación de mano de obra barata que permitiera un aumento de beneficios.
Los partidos nacionalistas nos han mentido ante el problema de la inmigración:
- Ante la falta de una política propia, estos partidos han asumido alternativamente los argumentos de la derecha y de la izquierda, careciendo de una posición original y demostrando, en la práctica, que el tema, simplemente, no les interesaba.
- En realidad, su único interés era que los nuevos inmigrantes asistieran a los cursos de catalán o euskera como indicativo de su integración.
La derecha, la izquierda y el nacionalismo son solidariamente responsables de la situación POR ELLOS CREADA. Esta situación se resume así:
- Presencia sobre nuestro territorio de 5.200.000 inmigrantes, aunque el gobierno sólo reconozca, según los días, entre 4 y 4,5 millones.
- Entre el 2010 y el 2012 llegarán a 10.000.000, es decir, pasarán del 12% al 25% de la población española.
- Más del 50% de esta inmigración está compuesta por individuos no productivos: en paro, jóvenes que no están en edad de trabajar, trabajadores empleados en negro…
- Las tasas de productividad del colectivo inmigrante son bajas, especialmente las de los dos colectivos mayores (andinos y magrebíes); en cualquier caso inferiores a las de la población española.
- Salvo algunas bolsas de inmigración de Europa del este, el resto no demuestra el más mínimo interés por integrarse en la sociedad española, ni por regresar a sus países de origen.
- Los gastos generados en seguridad ciudadana y subsidios sociales, educación y sanidad, han crecido extraordinariamente en los últimos 10 años: el colectivo inmigrante consume entre el 70 y el 80% de estos recursos.
- El impacto de la inmigración es insoportable para la sociedad española y se ha manifestado en el aumento del precio de la vivienda, las tasas de paro, la inseguridad ciudadana, la crisis de la educación, el déficit sanitario de las autonomías, etc. y resulta extremadamente duro y decisivo.
Hasta ahora no puede decirse que la inmigración haya resultado un buen negocio para el país receptor. Hemos podido ver cómo:
- La delincuencia extranjera crecía hasta convertirse en incontrolable la acción de las mafias.
- Amplias franjas del empleo han quedado vedadas para la población española.
- No existen cifras, pero se intuye fácilmente que entre el 75 y el 80% de los presupuestos de asistencia social tienen como destinatarios a inmigrantes.
- Se generaba un “efecto llamada” mantenido y creciente a partir de la Ley de Inmigración de 1999 y ampliada tras la regularización masiva de 2005.
- El precio de la vivienda de propiedad y de alquiler se disparaba con la llegada de 5.000.000 de nuevos “consumidores”.
- La sanidad quedaba completamente desbordada.
- La educación no estaba preparada para recibir cientos de miles de niños, en muchos casos con poco dominio sobre el castellano y escasamente motivados para el estudio.
- No existe sector de la vida pública en la que la inmigración no haya hecho sentir su presencia masiva y perturbadora.
España es, en estos momentos, el país europeo que:
1) Tiene menor experiencia en inmigración (solamente empezó de forma masiva en 1999).
2) Tiene el mayor porcentaje de inmigrantes de toda la Unión Europea.
En ningún momento de la historia europea se ha producido en tan poco tiempo una migración de tanta envergadura, susceptible de alterar en el plazo de una sola generación todo el sustrato étnico y antropológico de nuestro país. Pensar que esta alteración se realizará sin causar dramáticos traumatismos es ingenuo y absurdo.
El conflicto de civilizaciones.
La inmigración supone inevitablemente la interpenetración de unas civilizaciones en otras.
Esta interpenetración no sería preocupante si, en algún momento, las civilizaciones hubieran demostrado ser capaces de convivir sin tensiones. Pero eso jamás ha ocurrido.
Por otra parte existen civilizaciones que se encuentran más próximas entre sí, y otras entre las que existe un verdadero abismo antropológico. En algunas, el elemento religioso y el pensamiento mágico siguen teniendo un peso decisivo e imposibilitan cualquier “diálogo” con civilizaciones instaladas en el siglo XXI.
A todo esto hay que añadir los factores económicos, energéticos, políticos y geopolíticos que suponen elementos añadidos de confrontación, en un marco excepcionalmente revuelto y confuso.
En ese marco es fundamental conocer las posiciones de cada actor para evitar caer en juicios erróneos.
Los elementos esenciales a tener en cuenta son:
- El ascenso del fundamentalismo islámico, extendido a todos los países árabes, constituye el mayor elemento de distorsión. Sistema religioso petrificado desde el siglo IX, doctrina mesiánica de guerra santa y expansión universal, ha configurado un sistema alejado de la modernidad, e incluso reñido con ella. Un tercio de los inmigrantes que han llegado a nuestro país siguen esa religión que considera a la “umma” (comunidad islámica) por encima de cualquier normativa legislativa no islámica.
- Las contradicciones geopolíticas en el interior de Eurasia. Los tres actores eurasiáticos (China, Rusia y la UE) tienen dos enemigos geopolíticos comunes:
o La “dorsal islámica” desde Marruecos a Filipinas, cuya tendencia es expandir sus conquistas hacia el Norte de Eurasia y reforzar una alianza con los EEUU.
o El “espacio turcófono”, que penetra en Europa a través de la inmigración y de la propuesta de adhesión a la UE y genera tensiones: entre Rusia y sus ex-repúblicas del Sur y en el Este de China.
- Las contradicciones geopolíticas entre Eurasia y América. Tales contradicciones se basan en la eterna lucha geopolítica entre “potencias oceánicas” (América) y “potencias continentales” (los actores eurasiáticos). Cuando hablamos de “América”, no nos referimos solamente a EEUU, sino a la totalidad del continente americano, tanto de la América de la “doctrina Monroe” (“América para los americanos del Norte”), como del futuro continente en el que los hispanos tendrán un peso decisivo.
Esta situación internacional genera un panorama extremadamente conflictivo en lo que a flujos de inmigración se refiere:
- De un lado, en un marco de ascenso del islamismo radical, resulta absolutamente suicida incorporar masivamente inmigrantes procedentes del mundo islámico, so pena de que puedan convertirse en el futuro en quintacolumnistas de un bloque geopolítico exterior a y enemigo de Europa.
- De otro lado, el ascenso hispano en EEUU no es decisivo. EEUU seguirá dominado por la oligarquía WASP y el elemento hispano se convertirá en la carne de cañón de su expansionismo. Por otra parte, no existen datos que permitan afirmar que existe un movimiento consistente capaz de emancipar América del Sur de la influencia del gran coloso del Norte.
- En este sentido, resulta imposible admitir a más poblaciones andinas en España, especialmente cuando las nuevas políticas de los países andinos se basan en la culpabilización de España y en la propia victimización. Cada vez son más andinos los que reclaman “venganza” por los “quinientos años de colonización” y en su aspecto más extremista –las bandas latinas- están dispuestos a ser instrumentos de esa venganza.
Por todo ello, la consecuencia lógica es:
- Contener la inmigración procedente de los países islámicos y andinos.
- Contener la inmigración procedente de otros horizontes culturales y antropológicos, especialmente asiáticos y subsaharianos.
- Priorizar únicamente a la inmigración que sea verdaderamente necesaria procedente del Este Europeo, esto es, de grupos etno-culturales similares a los de Europa occidental.
La tendencia natural de los pueblos consiste en mantener su régimen de identidades basadas en la cultura, la antropología, la etnología y la Historia. Y es normal y lógico que así sea: “lo semejante se une a lo semejante”, tal es la ley universal. Solamente de esta ley universal pueden surgir intercambios culturales armoniosos y enriquecedores. Pero cuando se inoculan elementos de una civilización contradictoria en el seno de otra, se está abriendo el camino al conflicto.
Las civilizaciones no son iguales: cada una tiene sus rasgos distintivos y su particular régimen de identidades. En ocasiones –tal como ocurre con el mundo islámico y el andino- este régimen de identidades es contradictorio e incompatible con la naturaleza profunda de Europa. Obstinarse en intentar armonizar dos “materiales” étnicos, culturales y antropológicos completamente diferentes, es negar la realidad y abrir el camino a la crisis.
La inevitable evolución del fenómeno: la guerra civil racial, religiosa y social.
Esta crisis tiene un nombre: guerra civil racial, religiosa y social. Esa guerra ya ha comenzado en Europa, aunque la clase política europea se obstine en negarlo. Sus primeros fogonazos ya se han producido en Francia en noviembre de 2005. Se trató de una revuelta espontánea protagonizada por los jóvenes inintegrables de los suburbios, inmigrantes o hijos y nietos de inmigrantes. Desde entonces, lejos de pacificarse, la situación en Francia se ha seguido degradando más aún. La próxima revuelta tendrá contenido político-religioso. Cuando desde las mezquitas se perciba la posibilidad de vencer, la insurrección volverá a las calles de Francia y de toda Europa.
No somos optimistas: creemos que tenemos ante la vista una inevitable guerra civil racial, religiosa y social:
- Será racial porque estará protagonizada por los contingentes magrebíes transplantados a Europa en los últimos 25 años.
- Será religiosa porque tendrá como punta de lanza contra Europa a las mezquitas creadas sobre nuestro territorio.
- Será social porque sus efectivos habrán salido de una inmigración que solamente ha podido alcanzar un nivel subalterno, rayano con la pobreza, en Europa.
Bastará una pequeña crisis económica para que afloren todos los odios y rencores atizados desde las mezquitas, y se vea en todo lo que es europeo –esto es, en todo lo que es competitivo- el enemigo a abatir por las legiones de menesterosos que llegaron a Europa pensando que aquí ataban los perros con longaniza. Este error de cálculo les llevó a odiar a la Europa que los había arrojado al subempleo, a vivir de los subsidios sociales y a alternar largos períodos de paro con contratos en precario… y siempre sin poder acceder a los grandes escaparates del consumo.
Hoy, la gravedad de ese momento todavía no se percibe en Europa. Se cree que el erario público y el “dinamismo de la economía europea” -¿de qué dinamismo nos hablan?- serán capaces de dar trabajo a millones de inmigrantes y que, aun cuando estén en el paro, se les podrá alimentar con cargo a los subsidios. Pero este planteamiento es irreal y absurdo, además de ruinoso para Europa: los subsidios, el trabajo negro, el subempleo, los contratos basura, la discriminación positiva, no van a lograr acallar el grito de “igualdad” que se transmite de boca en boca en los guetos de la inmigración. Para ellos “igualdad” quiere decir tener acceso a las “riquezas”.
Los europeos sabemos que la competitividad, el espíritu de iniciativa, el esfuerzo continuado, el trabajo sin descanso, la renovación tecnológica y el don de la oportunidad son las llaves del éxito económico. Éste no viene por sí solo: hace falta buscarlo. Sin embargo, la inmigración atribuye su infortunio económico al “racismo”, la “xenofobia”, la “marginación” o cualquier otro motivo ajeno a ellos… De ahí el odio incontenible e "in crescendo" de las bolsas de inmigración en Europa. Ignorar ese odio, esconder la cabeza, no implica que deje de existir, ni siquiera que se desactive.
El momento crítico será cuando Europa ya no pueda absorber más inmigración (hace dos décadas que la inmigración que llega a Europa es inintegrable e inexpulsable y cinco años que eso mismo ocurre en España), pero falte el valor político para decretar la repatriación de todos estos contingentes de menesterosos y parados. Cuando Europa ya no esté en condiciones de subsidiar a las bolsas de inmigración y esté próxima a producirse la quiebra de los sistemas de seguridad y previsión social. Cuando se una a esta situación una leve crisis económica, junto a las deslocalizaciones, a la recesión económica, a la mecanización de los trabajos agrícolas, etc., inmensas bolsas de inmigración no tendrán, literalmente, ni trabajo, ni posibilidades de tenerlo, ni de sobrevivir de manera subsidiada.
En ese momento (hacia el 2010-2015) la posibilidad de una guerra civil racial, religiosa y social, estará ante nosotros. Y, al menos nosotros, tendremos claro quién es el amigo y quién el enemigo, cuáles son los territorios y los valores a defender y contra quién hacerlo. Y, además, estaremos dispuestos a defender “lo nuestro”: nuestro territorio, nuestra forma de vida, nuestras tradiciones, nuestras creencias, nuestro sistema político y a nuestra gente. Que a nadie le quepa la menor duda: esta es nuestra tierra y vamos a defenderla.
De los tiempos fríos a los tiempos calientes. Consecuencias.
Vivimos tiempos de frivolidad multiculturalista, de glosas, loas y alabanzas al mestizaje y de discriminaciones positivas respecto a cualquier cosa que no sea nuestro pueblo. Tiempos de inocuo “diálogo de las civilizaciones” y de ilusiones ilusas en que los “otros” piensan como “nosotros” y aspiran a llegar a los mismos objetivos.
Cada día, miles de inmigrantes llegan a nuestras costas. Se dice que vienen a trabajar. Los que tienen intención de venir a trabajar, ya saben que en Europa cada vez hay menos trabajo. Estos cada vez son menos. Sin embargo, están en aumento los que llegan con otras intenciones:
- Los que saben que en Europa delinquir sale barato y son ya mayoría en nuestras cárceles.
- Los que llegan atraídos por el gran efecto llamada: los subsidios y los restos del Estado del bienestar.
- Los que llegan incapacitados para trabajar y contemplando sólo la bondad de los sistemas sanitarios europeos.
- Los atraídos por la posibilidad de alcanzar la fama y el éxito económico: los émulos de Zidane, Eto’ o, o Carlinhos Brown…
- Las mujeres que vienen a parir a Europa huyendo de sistemas sanitarios negligentes…
Esta masa creciente de inmigrantes sin motivación laboral, buscando solamente beneficios, encuentra en Europa a progres capaces de darles todo lo que piden, sin caer en la cuenta de que dentro de poco esas ventajas nos faltarán -¡nos están faltando ya!- a nosotros, es decir, a los que las hemos diseñado, construido y pagado…
Estos son “tiempos fríos”: el sentido común, la lógica, la racionalidad, parecen haberse ocultado tras toda la proliferación de argumentos humanistas, bienintencionados, propios de catequesis y de ONG. Los progres europeos piensan más en el último inmigrante recién llegado que en sus propios hijos. En estos “tiempos fríos” parece que no vaya a pasar nunca nada. Y si pasa algo, se minimiza, se oculta, se sepulta bajo un alud de subvenciones y concesiones, de tal forma que se niega que lo sucedido haya sucedido; se encuentran argumentos para interpretar el fenómeno y desviarlo de su simple elementalidad. Se discute de todo, menos de lo esencial. En los “tiempos fríos” no es que no pase nada, es que bajo los adoquines va fraguando un inmenso potencial explosivo.
Este potencial acumulado tarde o temprano estallará. Los “tiempos fríos” se convertirán en “calientes”. Iniciado el conflicto, ya no se tratará de discutir, sino de defender lo propio. Se recuperará la lógica y el sentido común, los argumentos del período anterior caerán, nadie se sentirá capaz de defenderlos, se estructurarán nuevas escalas de valores y cobrará forma una racionalidad en ruptura con la anterior.
Pero también serán tiempos de brutalidad y esencialidad: una vez estallado, el conflicto ya no tiene marcha atrás. Se combate por la supervivencia. Nosotros, dentro de poco, afrontaremos ese combate, mal que nos pese.
Hoy contención, mañana autodefensa.
Vale la pena plantearse si es posible detener lo que hoy vemos como inevitable. Sí, pero con dos condiciones:
- Aplicar una política de contención de la inmigración. Despojarse de los prejuicios humanitarios y desmantelar el efecto llamada de la forma más brutal posible. Eso, o una violentación constante de nuestras fronteras y de nuestra integridad territorial.
- La emergencia de una nueva clase política sin complejos y sin miedo a lo políticamente incorrecto, capaz de asumir una brutal determinación basada en el siguiente principio: el destino de Europa, su pasado y su Historia, el bienestar y la tranquilidad de nuestra gente es mucho más importante que los derechos de los inmigrantes que aspiran a violentar sus fronteras.
Lo que tenemos ante la vista hoy es la necesidad de una política de contención. Si esta política no puede aplicarse, la segunda trinchera en la que nos veremos obligados a refugiarnos es la autodefensa. Y ésta solamente puede desembocar en una guerra civil étnica, religiosa y social, a corto plazo.
¿Por qué nos obstinamos en percibir el conflicto armado en el futuro de Europa?
Hay muchas razones objetivas para ello. La primera de todas es que los pueblos que están llegando a Europa son pueblos jóvenes, con mucha más energía que Europa: continente postrado y cansado por sesenta años de tópicos progresistas. Saben lo que quieren y cómo conseguirlo. Tienen claras sus raíces, a diferencia de Europa que las ha perdido. Conocen sus puntos de referencia (el Islam, la umma, el Corán). Están dispuestos al sacrificio (la guerra santa). Y, para colmo, nos desprecian: confunden a nuestra clase política y a las bolsas de progresistas con la totalidad de Europa. Ese es su error. Consideran que Europa es débil, degenerada y corrupta. Les parece increíble que se les deje avanzar, delinquir, que se les subsidie, que el sistema penitenciario sea tan absolutamente blanco y edulcorado; se burlan de los derechos de las mujeres y creen que todo europeo es homosexual. Solamente el odio hacia todo lo que Europa representa es más fuerte que su desprecio hacia Europa.
¿De verdad alguien cree que a medio plazo es posible una coexistencia pacífica con unos colectivos que nos consideran débiles, timoratos y cobardes? Hoy, cualquier ayatolah del tres al cuarto puede predicar el odio hacia Europa utilizando los textos canónicos del Islam; y sus fieles percibir que, efectivamente, hay entre nosotros demasiados débiles, timoratos y cobardes.
Gentes que son tratadas con crueldad y rudeza en su tierra, al llegar aquí se ven arropados y subsidiados, discriminados positivamente y protegidos por un sistema extremadamente garantista. Pero, en lugar de integrarse y asimilarse, terminan convenciéndose de que es posible conquistar Europa y convertir a los “señores” en “esclavos”, expropiarles de sus riquezas y terminar sustituyéndolos en la cúspide del poder. A fin de cuentas, Europa ha demostrado demasiadas veces su debilidad. De hecho, esta es la historia de la descolonización en el Tercer Mundo.
Hace solo tres años, en la antigua Rhodesia, se seguía achacando todos los males a los “blancos”, y gentuza como Robert Mugawe sostenían que era imprescindible “expropiar a los blancos”. Esto ocurría en Rhodesia… aquellas granjas están hoy abandonadas. Expropiar a los blancos no implicaba que los negros dejaran de trabajar. Pero esta segunda parte, nadie se lo había dicho. Esta es la mentalidad que está ganando terreno entre la inmigración, especialmente magrebí.
Resulta una irresponsabilidad no oponerse a este estado de cosas.
Es muy sencillo: tienen que regresar a su tierra.
Podemos seguir hablando, dándole vueltas y contorneando el tema miles y miles de folios. Pero todo el problema de la inmigración es extremamente simple como para que alguien puede tener como excusa el decir que no lo entiende:
- Hay más inmigrantes de los que se necesitan y de los que queremos.
- Hay más inmigrantes de los que el mercado laboral europeo puede absorber.
- Es inadmisible que los inmigrantes disputen puestos de trabajo a nuestra gente y vendan su fuerza de trabajo a precio de dumping.
- Hacia el 2040-50 seremos extranjeros en Europa, de seguir como en los últimos 10 años las tasas de crecimiento de la inmigración en Europa.
- Los recién llegados se han mostrado inintegrables, pertenecen a otros horizontes etno-culturales y religiosos que apenas tienen nada que ver con nosotros.
- El balance de la inmigración es netamente desfavorable. Los problemas que genera la inmigración son muy superiores a lo que aporta.
Por todo ello, resulta extremadamente sencillo dar una solución:
- Se tienen que ir, tienen que volver a los países de los que llegaron –sus países- y levantarlos como nosotros hemos hecho con el nuestro.
- Capítulo aparte es si esta repatriación conviene que sea subsidiada o forzosa, no cambia el fondo de la cuestión: se tienen que ir.
- Si Europa necesita población, basta con estimular la natalidad entre la población autóctona o recurrir inmigración cualificada y lo más similar y próximo a nosotros.
- No hay otra solución: repatriación.
La inmigración no es un tema político más entre otros muchos: la inmigración es el factor de desestabilización más profundo que afecta hoy a las sociedades europeas. La política inmigratoria de los últimos ocho años llevada por los gobiernos de Aznar y ZP, es absurda, laxa y suicida. La solución de buena parte de los problemas que sufre hoy España y, por extensión Europa, se resolverían solamente resolviendo antes el problema de la inmigración: inseguridad ciudadana, paro, coste de la vivienda, educación, etc.
De ahí que no podamos votar a ninguna opción que no deje bien clara su posición en esta materia. O dicho de otra manera, no podemos votar a ninguna opción que no deje bien claro:
- Que hoy la única política posible se basa en la contención de la inmigración y en:
- La repatriación de los inmigrantes que no sean una fuerza laboral en activo.
Y si una fuerza política de este tipo no existe habrá que constituirla.
© Ernesto Milà Rodríguez – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – 25.07.06
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