Cinco directores de cine norteamericanos (I) Howard Hawks (1ª Parte) Artesano del entretenimiento
Polifacético y esférico director todoterreno
A Howard Hawks le pareció entender que el fin del cine es entretener. Dijo en una entrevista: «Todo lo que hago es contar una historia. No la analizo ni pienso demasiado en ella. Trabajo sobre la base de que si a mí me gustan unas personas y me parecen atractivas, puedo hacerlas atractivas. Si creo que una cosa es divertida, entonces la gente se ríe con ella. Si creo que una cosa es dramática, el público también lo cree. No me paro a analizarlo. Sólo hacíamos las escenas que eran divertidas de hacer. Creo que nuestro trabajo es entretener.»
A diferencia de Lang que pretendía hacer del cine un arte, Howard Hawks no tiene mas aspiraciones, ninguna más, que la de hacer pasar al espectador un rato entretenido. Frecuentemente lo consigue y es por eso que merece un lugar en esta web. Se ha dicho, con razón, que Hawks es un “buen artesano”, una calificación que admitimos solo si le la considera un merecido elogio. Entretener, en el fondo, no es malo. Claro que entretener y “formar”, es mejor. Pero Hawks es americano y todo lo que no sea eminentemente práctico le importa poco. Divertirse es práctico. Formarse es aburrido. Luego, mejor optar por el entretenimiento, si lo que se pretende es tener un éxito profesional y un reconocimiento del público.
Para entretener, Hawks toca todos los “palos”. Entre su filmografía se encuentran películas propias del género negro, westerns, comedias de enredo, frivolidades varias, películas de aventuras. No hay género que no haya tocado en algún momento de su vida. Filmaba aquello que los estudios le solicitaban que filmase. En el fondo, hay que comer todos los días y aunque Hawks era un niño bien, nacido en una familia pudiente, fue educado en el trabajo. A pesar de que en su juventud, lo que verdaderamente le interesaba era la aviación.
Así pues, nuestro director es polifacético en el sentido de que toca todos los géneros cinematográficos habidos hasta entonces, especialmente aquellos que no revisten excesiva complicación. Huye, por ejemplo del thriller psicológico que tanto gusto al Lang de la etapa norteamericana. No busquéis complicaciones en las 47 películas que filmó. Como máximo alguna pequeña consideración nietzscheana, derivada del espíritu aventurero de su juventud. Así por ejemplo en “Sólo los ángeles tienen alas” presenta el retrato de unos hombres duros especialmente consigo mismos, aviadores que si vuelan y sobreviven, valen, si se estrellan, es que no servían para ese oficio. De todas formas, se trata de un nietzscheanismo de manual básico, no esperéis, insisto, encontrar mensajes profundos en sus películas.
Truffaut y los “cahieristas du cinema”, en su afán de redescubrir directores, glosaron de manera desmesurada el cine de Hawks e, incluso, en su película, eminentemente frívola y de mero divertimento, “Los caballeros las prefieren rubias”, han uerido ver “una obra intelectual”. Para Truffaut, tras la antítesis entre la “rubia” y la “morena” se esconde la perífrasis simbólica de dos tipos humanos femeninos que encarnan dos posturas existenciales extremas. Nos parece excesivo. Se trata de un divertimento, de nada más que un divertimento y el propio Howard Hawks se hubiera reído de una interpretación tan alambicada.
Ahora bien, hemos definido a Howard Hawks como director esférico, con ello pretendemos afirmar que era “regular” en sus obras. Todas, tienen la misma calidad, es muy difícil Howard Hawks establecer cuál es su mejor filme y cuál el peor, o en que género se desenvuelve mejor y en qué otro se le nota incómodo. No, Hawks, en tanto que “buen artesano”, acaba todos sus productos con el mismo esmero y, en este sentido, cualquier película firmada por él, garantiza hora y media de entretenimiento a buen precio. Hoy, la inmensa mayoría de sus filmes pueden encontrarse en DVD o en videoclubs especializados. Esa regularidad, a menudo brillante, es lo que nos permite calificarlo de “esférico”. Un crítico dijo de él: «Hawks puede que no haya creado ningún género, pero ha firmado, probablemente, la obra maestra de cada género que ha tocado»
Apuntes biográficos a vuelapluma
Nuestro hombre nace en 1896 en Goshen, Indiana. La mayor parte del pueblo es de su familia: desde la fábrica de tejidos, hasta el super, desde los transportes hasta el transporte público. Es, pues, un niño bien, que luego se convertirá en rico heredero. Jamás conocerá problemas económicos, ni, por tanto, en sus películas aparecerá una temática social evidente. A diferencia de Lang que vivió en la Alemania deprimida de Weimar y que llegó a EEUU a poco de estallar la crisis del 29, Howard Hawks, por el contrario, nunca conoció la pobreza de cerca y cuando planeó sobre su país, le dio la espalda.
Durante la I Guerra Mundial sirvió en la aviación americana en Europa. No voló, se limitó a ser un humilde mecánico en tierra, pero, en realidad, llevaba la aviación en la sangre como Howard Hughes. Voló miles de horas en su biplano particular y quiso llevar su afición al cine. Películas como “Águilas Heróicas”, “Escuadrilla del Amaneces” y la citada “Sólo los Ángeles tienen Alas”, tratan de la aviación y se evidencia el cariño puesto en su elaboración. Las carreras de automóviles también le atrajeron y participó con su bólido en varias. También en este terreno llevó al cine la afición en “Red Line 7000”, o “Indianápolis Speeday” en la que elaboró el guión.
De su obra han quedado 47 películas, 23 guiones y 21 películas en las que actuó como productor. Trabajó, sin duda, con los mejores actores de su tiempo y tuvo como guionistas a grandes de la literatura (Hemingay, William Faulkner o Raymond Chandler). Entre sus películas más notorias vale la pena reseñar a “Código del Hampa”, “Scarface” y “El Gran Sueño” en lo que a género negro se refiere; “Primera Plana”, “La fiera de mi niña” y “Los caballeros las prefieren rubias” como comedias, “Rio Bravo” y “Río Lobo” en western; “Hatari!”, y”Red Line 7000” y las películas de aviación como género de aventuras; incluso tuvo una breve incursión en el terreno del cine histórico (o seudohistórico) con “Tierra de Faraones” un peplum no particularmente desastroso; su única nominación al Oscar fue en 1942 por una película, en nuestra opinión, mediocre, sino ruin, seguramente su película más mediocre, “Sargento York”, un santurrón Gary Cooper, situado ante la tesitura de ser fiel a su patria (que le obliga a matar en la guerra) o a su religión (que persiste en el “no matarás”). Es evidentemente, una película de preguerra en la que se defiende la “pureza” del americano medio ante el hecho bélico.
Las películas de Howard Hawks tienen una personalidad propia en cuanto a lo que a fotografía se refiere. A diferencia de Lang o de Orson Welles que gustan de innovar sus películas con movimientos de cámara particulares (ya vimos como Lang utilizó una cámara puesta en un columpio para dar una sensación de explosión en “Metrópolis” y como Welles utiliza una toma secuencial de casi cuatro minutos en el inicio de su maravillosa “Sed de mal”), Howard Hawks sostiene –y tal es una de las premisas de su cine- que el espectador no debe notar el movimiento de la cámara, ésta tiene siempre que estar a la altura de los protagonistas, evitar picados y contrapicados. Es una forma extremadamente sencilla de contar las películas, pero, al mismo tiempo, en esa sencillez radica una enorme dificultad. Los actores deben ser brillantes, buenos actores, deben conocer su oficio, todo depende de ellos; los guionistas deben ser ágiles, conscientes de que el público se cansa de los diálogos cargados de “mensaje”, deben no olvidar la regla de oro del cine de Howard Hawks: entretener, entretener y entretener. Hay que añadir que, por su parte, tendía a sacar lo mejor de los actores, apurar hasta el máximo sus posibilidades interpretativas y lograr de ellos, actuaciones magistrales. Todo este conjunto de características hizo del cine de Lang algo extremadamente brillante que siempre contó con el favor del público. Tras la aparente sencillez de las películas de Howard Hawks se esconde un paciente trabajo de dirección, guionizacion y fotografía. No se ve, pero está ahí.
Howard Hawks y el cine del Oeste
En 1970 filmó su última película, “Río Lobo”, una clásica película de vaqueros. ¿Por qué accedió, una vez más, a filmar una película de un género que entonces empezaba a estar desvalorizado a raíz de la masiva introducción en el mercado de spaghetti-westerns? Sin duda, por que se lo habían pedido los estudios y, en segundo lugar, por que Howard Hawks se movía bien en ese género. Había escrito: «El Western es la forma más simple de drama... un rifle, muerte... todos se dividen , en realidad, en dos clases. Una es la historia de los principios del Oeste, la historia de los pioneros, que era la historia de Río Rojo (Red River, 1948). Luego está la fase en la que llega la ley y el orden. Tienes un sheriff... a veces tienes un mal sheriff; a veces tienes uno bueno. Sólo hay unos cuantos esquemas. Pero siempre que un director de primera fila hace un Western, normalmente consigue una película bastante buena, por que el Western es un buen espectáculo, es dramático. Ford hizo grandes Westerns. Era el mejor director de ese género». Le unía una buena amistad con Ford.
Hay fuerza en los westerns de Hawks. Innovaciones pocas, pero fuerza mucha. Vanamente encontraríamos algo diferente en sus westerns a los de otros directores clásicos en este género como Jhon Ford. No es un director sentimental, ni se obstina en buscar el lagrimeo, pero algunas de sus obras en este terreno con conmovedoras. Algunos han dicho abiertamente que, en este terreno se encuentran sus mejores producciones, de lo que damos cuenta, aun no compartiéndolo.
Hawks dirigió cinco westerns: Río Rojo, Río de sangre, Río Bravo, El Dorado y Río Lobo, a los que habría que añadir Hatari!, en realidad un western con formato de safari en África. En todos ellos, da la sensación de Hawks se siente bien en este género y lo aprovecha para sacar sus temas favoritos: la necesidad del heroísmo, el valor y el esfuerzo colectivo si lo que se quiere alcanzar es el éxito y, paralelamente, la renuncia a muchas cosas, entre ellas al amor.
Con “Río Bravo” forma parte de una trilogía junto con “El Dorado” y “Río Lobo”. Se ha dicho que esa película era un remake de “Sólo los ángeles tienes alas” y que el personaje de Angie Dickinson es una reproducción del que interpretó Jean Arthur. Habría que dudarlo. Fuera de las coincidencias generales y del hecho que han sido elaboradas por el mismo director, en todas las películas elaboradas en la segunda mitad de la vida de Hawks encontraríamos paralelismos y similitudes –e incluso escenas idénticas- con otras elaboradas en la primera etapa de su vida.
Lo que si es cierto es que “Río Bravo” fue una respuesta oportunista a “Sólo ante el peligro”. En esta película, Gary Cooper se desespera ante todo el pueblo, cobarde y miserable, que le niega la ayuda que ha pedido para combatir a los malvados. Hawks sostenía que un sherif que se preciara jamás pediría ayuda a la población que sabe inútil para demostrar reflejos de valor. Así pues, en “Río Bravo”, Jhon Wayne, el sherif protagonista, solamente cuenta consigo mismo y con dos secundarios para combatir a los malvados de turno: su ayudante alcoholizado (Dean Martin) y un abuele decrépito (Walter Brennan). El sherif no pide ayuda a nadie. No la necesita. Sabe hacer su trabajo. Para eso le pagan. Hay en la película una mezcla de tragedia y comedia que jamás termina de disiparse. En “El Dorado” vuelven a repetirse estas características, pero el centro de la trama es la acción colectiva de un grupo de hombres hermanados por la amistad que hacen frente a los malvados. Allí se estrena un James Caan juvenil y tratado casi cariñosamente por Howard Hawks. Una muy buena película que no ha perdido ni un ápice de lustre con el paso de los años. Diferente a “Río Lobo”, su última película, realizada por un director ya cansado, rutinario y envejecido. Las apariciones de Wayne iluminan esta película gris y posca y es, en realidad, lo único que salva la película. Al parecer, Wayne agotó el presupuesto para la contratación de actores y el resto del reparto era demasiado mediocre para brillar con luz propia. No fue, desde luego, el mejor cierre para el ciclo de Hawks como director.
© Ernesto Milà – infokrisis –infokrisis@yahoo.es
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