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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Geopolítica del conflicto con Marruecos

Geopolítica del conflicto con Marruecos

Redacción.- En 2003, inmediatamente se produjo el conflicto de Perejil, publicamos “El Enemigo del Sur”, obra actualmente agotada. Uno de los capítulos de esta obra estaba dedicado a la Geopolítica del conflicto con Marruecos, tres años después de haber sido escrito mantiene casi por completo su actualidad. En las próximas semanas, iremos publicando otros documentos actualizados relativos al conflicto con Marruecos.
 
Unas pocas precisiones de carácter geopolítico y demográfico darán una idea de la dimensión del problema y de su gravedad. Para ello basta observar en un atlas los países de la cuenca mediterránea. Con eso y unos cuantos datos sobre la demografía de la zona, se puede elaborar en pocos minutos una hipótesis de trabajo que nos indicará, a modo de conclusión:
 
1.           Que el Mediterráneo es una zona estratégica de primer orden por el volumen de tráfico marítimo, por las materias primas que se encuentran en el sur y los recursos tecnológicos del norte.
 
2.           Que existen dos culturas perfectamente diferenciadas en la orilla norte y en la orilla sur del Mediterráneo, con dos modelos políticos completamente diferentes.
 
 
3.           Que existe un desfase demográfico entre el norte y el sur mediterráneos. Mientras el Sur cada 25-30 años duplica su población, en el Norte el crecimiento demográfico se ha estancado.
 
4.           Que existen dos tipos diferentes de modelo económico el del norte industrial y el del sur, inadaptado a una economía moderna.
 
5.           Que a esto se une la presión demográfica que sufre en Magreb procedente del desastre subsahariano y que, por supuesto, no puede absorber.
 
6.           Que Europa no puede absorber de ninguna manera los excedentes de población que proceden del Magreb, que ya han alcanzado un límite y que a partir de ahora deben remitir so pena de crear tensiones insuperables.
 
7.           Que en el Mediterráneo Occidental, tanto Marruecos como España son países, así mismo, Atlánticos.
 
8.           Que esta naturaleza geoestratégica implica interés por parte de países exteriores a la zona pero con intereses geoestratégicos y aspiraciones hegemónicas. En concreto de EE.UU.
 
9.           Que cualquier conflicto que se dé entre España y Marruecos va a implicar una necesaria definición a favor o en contra por parte de los países de la Unión Europea y de los EE.UU.
 
Estas líneas de análisis son las que vamos a abordar en las páginas que siguen, centrándonos en primer lugar en la geopolítica y la demografía.
 
Suele existir poca información disponible para el gran público sobre la geopolítica. Se trata de una ciencia apta solo “para iniciados”. Pero las grandes decisiones en política internacional y los grandes movimientos políticos desde hace milenios, se toman inevitablemente teniendo en cuenta criterios geopolíticos. La geopolítica es la rama de la ciencia política que tiene en cuenta el impacto de los accidentes geográficos en la marcha de los acontecimientos políticos. Esta consideración no es baladí: podrán cambiar los pueblos, ser expulsados unos por otros, podrán cambiar la composición étnica y cultural de las poblaciones, incluso podrán cambiar los sistemas políticos, la sicología de gobernantes y gobernados, podrán varias las estructuras económicas y los niveles de desarrollo... pero nunca podrán varias las condiciones geográficos de un espacio determinado, ni variarán significativamente sus riquezas naturales, ni la orografía, ni las montañas, ni todos aquellos elementos que impiden o facilitan la creación de fronteras naturales.
 
La geopolítica, en buena medida, determina las opciones que toman los grandes caudillos y los movimientos históricos significativos. En este sentido, la geopolítica determina la política internacional de las naciona y, al mismo tiempo, la condiciona. Un buen analista geopolítico es para un gobierno, la garantía de que acertará en sus análisis de política internacional. Una mala orientación geopolítica generará quimeras y ficciones en la política exterior de un país, e incluso podrá condicionar su existencia en el futuro.
 
Las grandes potencias que se distribuyeron el mundo mientras duró la guerra fría, operaban según criterios geopolíticos. Los imperios que se enfrentaron en tres crueles guerras púnicas chocaron en función de esos mismos criterios que 2.500 años atrás seguían siendo idénticos a los que hoy se toman en consideración. Siempre, una potencia naval detentadora el “Sea Power” (poder naval), se ha enfrentado por la hegemonía a una gran potencia terrestre. Ayer fue Roma y Cartago, hasta hace poco fue la Rusia Euroasiática y la “nueva Cartago”, los EE.UU. y, por extensión, el mundo anglosajón. Y es que las leyes e la geopolítica como las leyes de cualquier otra ciencia son exactas e inexorables.

APUNTES DE HISTORIA RECIENTE

Y estas leyes se aplican también en el Mediterráneo. Un mar cerrado es ante todo una garantía para el comercio entre los países ribereños. Pero, no nos engañemos: quien controla el mar, es decir, quien puede operar con una flota comercial o militar más eficaz, controla el comercio marítimo.
 
Uno de los rasgos de la naturaleza humana y de las naciones es precisamente la desconfianza hacia su vecino. Naciones vecinas suelen ser enemigas, mientras que el axioma de “los enemigos de mis enemigos son mis amigos” sigue rigiendo las directrices políticas de las naciones. El mundo lánguido y estable de paz y concordia universal puede existir solo en las mentes de los místicos planeantes y de los utopistas ingenuos, no en la realpolitik de las relaciones internacionales.
 
Así mismo, el hecho de que dos países vecinos mantengan buenas relaciones diplomáticas e incluso un cierto calor humano entre sus gentes, no constituye una garantía de que esa situación idílica va a prolongarse hasta el infinito. Los gobiernos cambian y también las mentalidades, se crean nuevos modelos económicos, nuevas necesidades y es ahí donde reverdecen las rivalidades geopolíticas. Los gobernantes están obligados a considerar siempre la peor de las hipótesis para asegurar la supervivencia de sus pueblos. Esto es lo que ha ocurrido en el Mediterráneo.
 
En 1936, Franco se sublevó contra la República junto a un puñado de oficiales, en su mayoría “africanistas”. Habían hecho buena parte de su carrera en el ejército de Africa  lograron sus ascensos en base a méritos de guerra. Muchos de ellos estaban enamorados de Africa. No dudaron en incorporar a las filas del Ejército sublevado a enormes contingentes de tropas marroquíes (“regulares”) que mostraron durante tres años su extraordinaria preparación para el combate y... su crueldad inaceptable incluso para muchos de su propio bando. Por lo demás, la sublevación contra la República se inició en las guarniciones de Ceuta, Melilla y Canarias y desde ahí se extendió como un reguero de pólvora.
 
De ahí y en los cuarenta años siguientes surgió la política de “tradicional amistad con el mundo árabe”. Los conflictos de Sidi Ifni, la retrocesión de una parte de Marruecos y, finalmente, la cuestión del Sahara Occidental, empañaron esta política que se fue diluyendo en las décadas siguientes, si bien España siguió siendo un interlocutor válido para el diálogo entre Occidente y el Mundo Arabe.
 
A partir de la transición democrática, España fue integrándose en las instituciones europeas: primero en la OTAN a la que contribuyó dándole “profundidad” y extendiendo su retaguardia 1000 kilómetros más entre los Pirineo y el Cabo San Vicente. Luego vino la integración en la Unión Europea. Estos elementos suponían la integración de la política internacional española (y su subordinación) a la política, primero occidental (en el marco de la OTAN junto a EE.UU.) y posteriormente a la política europea que con el paso de los años, especialmente a partir de los atentados del 11 de septiembre del 2002, ganará coherencia y definición.
 
En esos años habían cambiado muchas cosas en las sociedades de ambas orillas del Mediterráneo. Durante décadas los países del Magreb habían ido capeando sus excedentes de población y lo inestable y precario de sus economías, mediante la exportación de mano de obra inmigrante: los excedentes, enviados al extranjero, no solo atenuaban la presión demográfica, sino que ingresaban cuantiosas divisas a las economías nacionales. Pero a principios del 2000, se hizo evidente que Europa cada vez iba a colocar más obstáculos a la inmigración procedente del Magreb. En Enero del 2003 deberán iniciarse las repatriaciones masivas de inmigrantes ilegales tal como se acordó en la Cumbre de Sevilla de junio del 2002. Italia se ha blindado con una ley de extranjería excepcionalmente dura. El ejemplo está proliferando en la mayor parte de Europa. En el futuro el Magreb ya no podrá recurrir a esta técnica para sanear su economía y esponjar su población.
 
Los poetas han considerado al Mediterráneo como fuente de inspiración. Los artistas afirman que la luminosidad del Sol aporta una gama de colores a este mar más rica que en lugar alguno del mundo. Los humanistas ven en el “Mare Nostrum” un lugar de cruce de culturas. Pues bien, es preciso despojarse de todas estas nobles ideas si queremos comprender como va a evolucionar la situación en el futuro.
Por que el Mediterráneo es hoy una frontera natural antes que un espacio común. Es, digámoslo ya, una línea de ruptura entre el Norte y el sur. Sin el Mediterráneo, Europa hoy, la del Sur particularmente, sería una zona islamizada. El Mediterráneo es una línea de defensa de Europa ante el estallido demográfico del Sur. Tal es nuestra primera hipótesis de trabajo.

LA EXPLOSIVA DEMOGRAFÍA DEL MUNDO ARABE

Vayamos a la segunda. Es la hipótesis de la demografía vertiginosa del sur en relación a la demografía estable del norte. Veamos.
 
En la orilla norte del Mediterráneo se da un modelo demográfico caracterizado por:
 
-          equilibrio demográfico
-          tasas de natalidad bajas
-          tasas de mortalidad bajas
-          aumento de la edad media de las poblaciones.
 
Por el contrario, en la orilla sur del Mediterráneo los fenómenos que se producen a solo 50 kilómetros de las costas de Gibraltar o a 150 de Pantelaria y Lampedusa, son inversos:
 
-          crecimiento demográfico desenfrenado
-          tasas de natalidad muy altas
-          tasas de mortalidad medias
-          disminución de la edad media e las poblaciones.
 
Si hay una palabra que defina esta contradicción es “desequilibrio”. En efecto, entre las dos orillas existe un desequilibrio creciente e imparable. Continuemos este análisis con más detalles.
 
Existen tres trozas en el Mediterráneo:
 
-          Zona A formada por España, Francia, Italia, Yugoslavia y Grecia.
-          Zona B formada por Albania, Chipre, Israel, Líbano y Malta.
-          Zona C formada por Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto y Turquía.
 
La tasa de crecimiento demográfico de la Zona A es de un 0’9%, la tasa de crecimiento demográfico de la Zona B es de un 2’3% y la de la Zona C de un 2’5%. Esto implica que en el 2025, la Zona A albergará solo al 3&% de la población total del Mediterráneo. Algo sorprendente, por que en 1950 suponía el 66% y en 1985 el 52%. Por el contrario, los países islámicos hacia el 2025 tendrán el 60% de la población de la cuenca: el doble de lo que tenían en 1995 y cinco veces más que en 1950.
 
De estos países, los que constituían la Unión del Magreb Arabe suponían un 30% de la población total del mundo árabe en 1995. Estos países crecen con una tasa anual del 3%. Hoy, la población total de los países islámicos asciende a 300 millones. En el 2010, rebasarán en población a la Unión Europea y se configurarán como el tercer bloque demográfico tras China e India.
 
Sin embargo no se trata de un bloque que pueda compararse a ningún otro de los existentes. Llama la atención que la población total en edad de trabajar sea solamente de un 53% de la población total. Esto se debe a que la mujer no está incorporada al mercado laboral (menos de un 10% de mujeres trabajan en el mundo árabe, frente al 45% de Dinamarca y cifras ligeramente menos en otros países europeos. Pero además el mundo árabe tiene la tasa mundial más baja e “fuerza activa de trabajo”: un 53% de la fuerza de trabajo, es decir que de cada 100 personas en edad y disposición de trabajar, solamente lo están haciendo 53.
 
Hay otras particularidades que resultan sorprendentes en la demografía musulmana. La estructura sexual de los países occidentales representa un equilibrio entre hombres y mujeres, es decir, por 100 hombres existen 100 mujeres. Por increíble parezca la naturaleza, por caminos que se desconocen, ha logrado preservar este equilibrio... equilibrio que no aparece en el mundo árabe, donde por cada 100 mujeres hay 103 hombres. Los sociólogos y los analistas todavía no han explicado convenientemente este dato que sin duda está íntimamente ligado con el papel secundario, subordinado al varón e “inferior” que, en la práctica, atribuyen las sociedades islámicas a sus mujeres.
 
Este datos con lo que de sorprendente tiene no es quizás tan dramático como la estructura por edad de las poblaciones árabes y, en particular, de las magrebíes. La pirámide de edad es, sin duda, el indicador demográfico más importarte por que nos habla de cómo van a ser esas sociedades en el futuro; de ese datos pueden inferirse todos los demás, especialmente a cuánto va a ascender la “fuerza de trabajo”. No existe tarea de gobierno posible capaz de prever el futuro si no existe un riguroso análisis de la pirámide de población.
 
Pues bien, el factor más llamativo en la demografía árabe es que el 50% de sus poblaciones están formadas por jóvenes menores de 15 años. En el Africa subsahariana este porcentaje desciende al 45% (si bien con una mortandad mayor), mientras que en Europa está en torno al 21%. Algunos datos son extremadamente significativos: el promedio de nacimientos por mujer se eleva en Jordania e 7’7, mientras que en Europa no llega a 2 nacimientos por mujer y en algunas zonas (Italia y España) está por debajo.
Sin embargo, en lo relativo a las tasas de mortandad, las cifras e los Países Arabes coinciden con la media mundial: la tasa es del 12’6 por mil, mientras que las cifras promedio mundiales son de un 11’4 por mil. Esto se debe, sin duda, a las deficiencias en los sistemas de salud. Allí donde existen, la mortandad se reduce a tasas similares a los países occidentales (Kuwait con un 4 por 1000, por ejemplo). La edad media está situada en torno a los 56’3 años, cuando en Europa alcanza los 73’5 años.
 
En el Magreb los menores de 15 años representan el 50% de la población y aunque los demógrafos calculan que hacia el 2015 aumentará el peso del resto de edades, la edad media de la zona seguirá siendo extraordinariamente joven. La edad media de Argelia era en 1985 de 16 años, mientras que la de Europa Mediterránea alcanzada los 34 años.

DEMOGRAFÍA DEL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL

Pero centrémonos en el Mediterráneo Occidental y en sus características demográficas. Los datos son igualmente sorprendentes y preocupantes y la muestra más evidente de que en el Sur si puede definirse la perspectiva de futuro con una palabra, esa palabra es “crisis”.
 
Entre 1953 y 1980 los tres países más significativos del Magreb, Argelia, Marruecos y Túnez, simplemente duplicaron su población que pasó a ser de 22’6 a 45’2 millones de habitantes. En el 2002 llegaban a casi 80 millones y en el 2025 habrán alcanzado los 100. Estas cifras indican que:
 
-          en 1950, los países del Magreb suponían 1/6 parte de la población de la Europa Latina.
-          En 1980, este porcentaje había descendido a “casi”  1/3
-          En 1990, el porcentaje pasó a “más” de 1/3
-          En el 2025, pasará a ser de 2/3: es decir, 110 millones de habitantes, frente a los 170 que se prevén en la Europa Mediterránea.
 
Esto quiere decir que mientras la demografía del norte del Mediterráneo se mantiene en sus cotas de hace 15 años, e incluso en algunos países (Italia) tiende a descender, en el Sur se va duplicando con facilidad cada 30 años. Mientras las tasas de reproducción en la orilla norte son inferiores al 2%, en la orilla sur alcanzan el 4’5%.
 
Lo peor es que en el Sur el desarrollo económico, el tejido industrial y la capacidad inversora no alcanzan para proporcionar empleo a la mayor parte de la población joven. La fuerza de trabajo se duplica igualmente cada 20 años en el Magreb, pero no así el número de puesto de trabajo. Por lo demás, estos países tienen tasas de desempleo enormes, la estructura económica se ve incapacitada para, de un lado, disminuir estas cifras, y de otro facilitar trabajo a los jóvenes que aparecen ante el mercado de trabajo a riadas incontenibles y constantes. La emigración a partir del 2002 se ha convertido en una opción que resultará inviable para la mayoría. Antes bien, el problema puede agravarse con la llegada de repatriados segregados por el mercado laboral europeo.
 
La discusión en torno a la inmigración en Europa se centra en el hecho de que lo que hace falta en el norte (población) tiene en el sur un amplio superavit. La solución parece simple: se desplazan poblaciones del Sur hacia el Norte y así se logra un equilibrio. Pero las cosas no son tan sencillas. En otro lugar de esta obra aludimos a los problemas generados por la inmigración en los distintos países europeos, que en buena medida, son los problemas generados por la inmigración... magrebí. Tal como Guillaume Faye ha dicho con una sobriedad digna de encomio: “si bien la mayoría de magrebíes que llegan Europa llegan a trabajar, también es cierto que la mayoría de delincuentes son magrebíes”. Esto ha generado una percepción diferente de las poblaciones europeas hacia el fenómeno de la inmigración y una hostilidad creciente a la presencia de inmigrantes en el suelo de la Unión Europea.
 
A partir de ahora el Magreb ya no podrá contar con la válvula de escape de la inmigración para aliviar sus problemas internos. El endurecimiento creciente de la política de la Unión Europea en este terreno demostrará que las fronteras si pueden blindarse, que basta con que exista voluntad política para que la invasión de jóvenes norteafricanos sin oficio ni beneficio, ni cualificación profesional, puede ser cortada en seco. Para Europa, este objetivo es cada vez más perentorio.
 
Ahora bien, ¿qué es lo que quedará en el sur? Inestabilidad. Cuando millones de jóvenes menores de 15 años no ven una salida a su situación personal más que en la inmigración legal o ilegal y Europa cierra las puertas... esto implica que en los países de África del Norte va a existir una formidable inestabilidad en las próximas décadas.

EL CONTROL DE LOS ESTRECHOS

Esta es una parte del problema. La otra alude propiamente a la geopolítica de la zona. ¿Qué es, en el fondo, el Mediterráneo? Un mar cerrado con cuatro llaves: Gibraltar, Suez, el Bósforo y los Dardanelos; el control de cada una de estas llaves da poder a quien lo posee. No es raro que en el curso de los siglos estos estrechos hayan sido objeto de constantes disputas.
 
Tales disputas han proseguido a lo largo de todo el siglo XX y, sin duda, proseguirán en el siglo XXI. Cuando se produce la revolución nacionalista de Kemal Ataturk, Occidente respiró tranquilo: sería posible contener el imperio ruso en el Mar Negro. Así mismo, cuando se produjo la intervención anglo-francesa de Suez en 1956 lo que estaba en juego era poder seguir disponiendo para Europa del control sobre el canal como única forma de asegurarse el suministro de petróleo. La segunda guerra árabe-israelí de 1967 y la siguiente de 1973, supusieron un prolongado cierre del canal. Europa, solamente gracias  a la botadura de una flota de superpetroleros que bordeaban Africa y conducían el crudo a las refinerías de Europa Occidental pudo asegurarse el suministro.

GIBRALTAR POR CEUTA Y MELILLA

En la actualidad la puerta más conflictiva del Mediterráneo es paradójicamente aquella que es custodiada por dos países aparentemente estables, Marruecos y España, o quizás por tres en tanto se prolongue la presencia británica en Gibraltar.
Pero se trata de una estabilidad sólo aparente. España e Inglaterra han podido aparcar su contencioso en torno a Gibraltar en la espera de que se resuelva en el marco de la Unión Europea. ¿Qué es lo que retiene a Inglaterra en Gibraltar? Algo muy sencillo. La política inglesa manteniendo su presencia en el Peñón quiere evitar que las dos orillas del Estrecho estén en una sola mano, la de España. Nuestro país está presente al otro lado del Estrecho, en Ceuta y Melilla, lo que implica que, sin la presencia inglesa en Gibraltar, también la orilla Norte estaría en manos de España con lo cual el tráfico marítimo en el Mediterráneo podría ser controlado por una sola potencia.
 
Inglaterra no tiene gran interés ni en los “llanitos” que representan muy poco para la Corona y, en realidad, son un menoscabo para la misma en tanto que el Peñón se ha convertido en un refugio de dinero negro procedente del narcotráfico y el contrabando. Es falso que el papel militar del Peñón haya disminuido con los nuevos desarrollos armamentísticos. En absoluto, los pasos marítimos jamás verán disminuida su importancia estratégica. Cualquier tipo de armamento situado sobre el Estrecho, puede proteger el trágico marítimo... o cortarlo en seco.
Ahora bien, la actitud inglesa en relación a Gibraltar ha variado a partir de inicios del 2002, ¿a qué se debe esta modificación? A dos factores extremadamente simples: de un lado el Ministerio de Asuntos Exteriores inglés está persuadido de que España no va a poder mantener por muchos años su presencia en Ceuta y Melilla y será expulsada definitivamente de la orilla Sur del Estrecho. En esa situación ya no tiene mucho sentido la presencia inglesa en Gibraltar por que sin el control de las dos orillas, la tutela española sobre la entrada al Mediterráneo se vuelve frágil.
 
Desde el punto de vista inglés hay dos opciones aceptables:
 
-          o las cosas siguen como están: orilla norte con bandera inglesa y orilla sur con bandera española
-          o se modifican en las dos direcciones: orilla norte bajo pabellón español y orilla sur bajo pabellón marroquí.
 
Y una opción inaceptable:
 
-          España controlando las dos orillas del Estrecho.
 
A la certidumbre de que España va a perder Ceuta y Melilla se une otro elemento decisivo. La integración Inglesa en Europa. Hasta el 2001, el vector tradicional de la política exterior inglesa ha tendido a establecer vínculos preferenciales con los Estados Unidos en detrimento de sus relaciones con la Europa continental. Distintos lobbys y grupos de presión en ambos lados del mundo anglosajón han sido partidarios de este eje desde mediados del siglo XIX hasta el 11 de septiembre de 2001.
 
El impacto de los atentados y su descarada utilización como casus belli para desencadenar una guerra sobre Afganistán con el objetivo de controlar los yacimientos petrolíferos del Caspio, así como el hecho de que las operaciones militares fueran asumidas en exclusiva por los EE.UU., desmereciendo la contribución de sus “aliados” europeos, supuso un giro en la política exterior británica que en los meses siguientes dio muestras de un tenue, pero inexorable cercamiento a Europa, y de un alejamiento de los designios norteamericanos. El tiempo dirá si esta tendencia se confirma o es solo una sugestión momentánea. Pero a mediados de 2002, incluso en el espinoso terreno del Europa, la moneda única europea, los ingleses se muestran mucho más receptivos que solo ocho meses antes.

EL FRENTE ATLANTICO

El tercer elemento a tener en cuenta es que las dos potencias del Occidente Mediterráneo tienen una característica que las hace radicalmente diferentes al resto de países ribereños: sus aguas tienen también un amplio “frente atlántico”. Marruecos con la anexión del Sahara ha ganado casi 1000 km más de costa que se suman a una extensión similar que ya poseía. En cuanto a España, o más bien a la Península Ibérica, hay que recordar que se trata de Estados con un amplio frente atlántico.
 
Pero decir Atlántico implica decir también Estados Unidos. Si bien es cierto que las orientaciones nuevas a la política exterior americana derivadas de la Doctrina Rumsfeld implican el desplazamiento del teatro principal de operaciones del Atlántico Norte al Pacífico, también es cierto que especialmente las costas atlánticas de Marruecos han sido importantes para los EE.UU. Fue en ellas en donde se inició la participación americana en la II Guerra Mundial y allí empezó la serie de victorias que llevarían al control total de Africa del Norte por parte de las fuerzas aliadas y permitirían poner un pie en Italia.
 
EE.UU. sabe que en caso de tener que actuar en el Magreb contra los intereses de Europa, le es vital contar con Marruecos como aliado. Y está dispuesto a cultivar esa amistad por todos los medios posibles. Además está la cuestión de la incipiente industria petrolífera marroquí que acentuará el interés de los EE.UU. por esa zona.
 
El nivel de las relaciones de EE.UU. con España y Marruecos son sintomáticos. Oficialmente, el coloso americano mantiene estrechos lazos de amistad con ambos países, sin embargo, resulta evidente que han pasado ya los tiempos en los que los americanos arrojaban sobre a mesa unos cuantos cientos de millones de dólares como para del alquiler de sus bases en nuestro país. España ha evolucionado extraordinariamente; su proceso de democratización ha contribuido a integrarla en Europa, un coloso en vías de constitución. A medida que el aislamiento español ha ido remitiendo hasta desaparecer, ha ganado la integración en Europa y la sustracción creciente a la tutela americana.
 
En el vecino país no ha ocurrido lo mismo. Los intentos de integración regional en el Magreb –como veremos- se han saldado con fracasos más o menos estrepitosos y, aun hoy son más los puntos de fricción que los de coincidencia. El tiempo, lejos de dar estabilidad política a la zona, se la ha ido restando. Están lejos los tiempos en los que una Argelia socialista se erigía como potencia regional y lejanos también parecen los tiempos en los que el “dúo de la muerte” Hassan II y Ufkir hacían y deshacían a su antojo. En realidad, el actual régimen marroquí es particularmente débil y su debilidad va a ir aumentando en razón directa a su demografía. El despegue económico de la zona no parece algo inmediato, más bien se evidencia estancamiento, sino regresión y los beneficios que pueda aportar el petróleo, sin duda, trascenderán muy poco a la población. Por lo demás, el ejército marroquí no parece particularmente predispuesto a más aventuras bélicas. La del Sahara no le supuso una experiencia particularmente agradable y los años de inactividad han convertido a las guarniciones en ociosas y con escasa preparación bélica.
 
Marruecos es el eslabón débil, mucho más que España, por tanto si EE.UU. puede cortejar con facilidad a uno de los dos países ribereños, éste será sin duda Marruecos.  Por lo demás las buenas relaciones entre Marruecos y EE.UU. datan de los años 50, inmediatamente posteriores la independencia. EE.UU. apoyó al nuevo régimen con armas y ayuda técnica y económica. Al  producirse la guerra de Ifni, los reactores de las Fuerzas Aéreas que España habían recibido como pago por el alquiler de las bases militares americanas no pudieron ser empleados contra Marruecos. Resultó un arcaísmo ver como antiguos Junkers JU-52, trimotores, Messersmith 109 y Heinkel 111, de las primeras fases de la Segunda Guerra Mundial retomaban los cielos de Africana bajo las escarapelas españolas. En efecto, en el contrato de cesión de los F-86 Sabre se especificaba que no podían ser utilizados... contra Marruecos.
 
Posteriormente, con motivo de la Marcha Verde, los servicios secretos americanos apoyaron con armas y bagajes la movilización marroquí. No era un apoyo gratuito; los agentes de la CIA y del Departamento de Estado desplazados a la zona, aspiraban a obtener el control sobre los yacimientos de Fos Bucraa, las primeras reservas mundiales de fosfatos situadas en medio del desierto saharaui.
 
Mas tarde, durante la lucha contra el Frente POLISARIO, EE.UU. ayudó a Marruecos vendiendo equipos militares sofisticados, formando técnicos en la lucha antiguerrilla y facilitando información obtenida vía satélite sobre los movimientos de las tropas polisarias. Compitiendo con Francia y en mucha menor medida con España, los EE.UU. fueron progresivamente afianzando su posición en Marruecos hasta el punto de que hoy puede decirse que, a pesar de la Guerra del Golfo, a pesar del conflicto Arabe-Israelí, a pesar de la agresión contra un país árabe como Afganistán, las relaciones entre EE.UU. y  Marruecos, lejos de deteriorarse, siempre han mantenido unos extraordinarios niveles de cordialidad, e incluso de complicidad.
Y todo induce a pensar que así va a seguir siendo. La política de acercamiento entre EE.UU. y Marruecos en razón directa a varios factores:
 
-          Si se confirma la importancia de los yacimientos petrolíferos en Marruecos y las aguas del Sahara y Canarias.
-          A medida que aumente el “decoupling” entre los intereses de EE.UU. y los de la U.E.
-          A medida que vaya incrementándose la inestabilidad en el Norte de Africa, inestabilidad debida al ascenso del integrismo islámico, a lo imprevisible de las situaciones en Argelia y Libia, a la fragilidad del régimen marroquí y, sobre todo, al vuelco demográfico en el reino alauí.
 
Por el contrario, las relaciones entre EE.UU. y España se irán enfriando progresivamente:
 
-          A medida que la Unión Europea se configure como el gran competidor de los EE.UU. en zonas de expansión económica (China, Rusia, principalmente).
-          A medida que los mercados mundiales adquieran una confianza creciente en el Euro y la UE siga demostrando disciplina en el control del déficit público y la inflación.
-          A medida que la U.E. se vaya solidificando políticamente y esté en condiciones de elaborar una política exterior común.
 
Tales son los elementos más importantes a tener en cuenta.
 
 
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es
 

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