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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Constantes geopolíticas en Oriente Medio (I de III)

Constantes geopolíticas en Oriente Medio (I de III) Redacción.- Presentamos la primera de tres entregas dedicadas a las “Constantes Geopolíticas en Oriente Medio”. Este trabajo lo hemos estructurado en tres partes: en esta primera nos limitamos a definir las grandes líneas de tensión de la geopolítica mundial en estos momentos. En la segunda parte, estudiaremos la geopolitica del conflicto de Oriente Medio y en la última, analizaremos la posición de EEUU y cómo responde a sus intereses geopolíticos directos.

Las características del tiempo nuevo

El desenlace de la Segunda Guerra Mundial, consagró la tendencia iniciada en el siglo XV, con la época de los grandes descubrimientos geográficos. Si hasta entonces se había vivido una geopolítica de “espacios cerrados” (limitados geográficamente e independientes económicamente unos de otros), a partir de ese momento los espacios de intercambio cultural, de mercancías y de influencias políticas, van creciendo y se tiende a lo que, geopolíticamente se ha llamado el “gran espacio”. De hecho, la geopolítica puede ser definida hoy como la ciencia de apoyo de la política que estudia el “gran espacio”.

A partir de 1945, se inicia una tendencia que culmina en 1990 con la proclamación, por parte de George Bush del Nuevo Orden Mundial. Este período está caracterizado por el ensanchamiento del campo geográfico a nivel universal; la lucha por la hegemonía mundial iniciada con la Guerra Fría y, especialmente, a partir de 1948, llega a su límite y se resuelve en los 15 años siguientes a favor de los EEUU que se consolidan como única potencia con capacidad global, aún siendo evidente que, a partir de la invasión de Irak y de la incapacidad para doblegar a la resistencia iraquí, esa capacidad puede ser, legítimamente, puesta en duda.

En ese mismo período de 15 años, llega hasta el paroxismo la densidad de los intercambios internacionales y de los flujos de capital, que ya no se limitan a ser invertidos en una bolsa concreta, sino que pueden migrar en segundos de un continente a otro, sin ningún límite.

Pero si la red de mercados financieros ha adquirido un carácter global, el Acuerdo General de Aranceles, ha favorecido, así mismo, la implantación de un mercado de bienes y servicios, así mismo, globalizado. En este marco de economía mundializada, es evidente que las empresas que mejor se moverán, serán las multinacionales. No contentas con alcanzar por sí mismas unas dimensiones que exceden el presupuesto y la importancia de muchos Estados Nacionales, desde 1990 se asiste a acelerados procesos de fusión entre distintas empresas multinacionales y a la formación de consorcios que funcionan en régimen de oligopolio en distintos sectores de la economía mundial. Todo este proceso no podía realizarse sin el concurso de las nuevas tecnologías y de la irrupción de la era de la informática. Nunca como ahora, las tecnologías de la información, la electrónica y la microinformática, han tenido tanta influencia en la sociedad y nunca como hoy han existido tantas posibilidades de bienestar alcanzado a través de la ciencia.

Sin embargo, lo que podía constituir el “final de la Utopía”, es decir, un avance para la mejor gestión de los recursos al alcance de la humanidad, está convirtiendo a nuestro mundo en un infierno. Hasta 2003, los EEUU parecían la única potencia adaptada para ejercer el gobierno mundial en un marco de hegemonía unipolar. Tras los sucesos de Irak, y a la vista de la marcha de la economía norteamericana, todo induce a pensar que estamos en el umbral de un tiempo multipolar en el que todavía están por perfilar el alcance de algunos actores (China, la nueva Rusia reconstituida, la Unión Europea, cuando salve sus dificultades de integración). Pero no está claro, como va a ser el comportamiento de estas entidades y cuáles serán sus relaciones y su lógica de alianzas.

A la espera de cómo se resuelvan estos enigmas, la realidad actual nos dice que la pobreza global avanza en el planeta, los atentados ecológicos, lejos de descender, aumentan en las zonas en desarrollo acelerado que aspiran a ser competitivas en todos los sectores de la escena mundial; aparecen, así mismo, el respeto a los derechos humanos está ausente en la mayor parte del planeta e, incluso en Europa, se perciben graves desajustes políticos, procesos de esclerosis y degeneración en los sistemas políticos. Esto, sin contar, la aparición constante de conflictos entre Estados vecinos que se desarrolla sin cesar, no sólo en el mundo subdesarrollado, sino también en el Este de Europa.

En cualquier caso, las contradicciones entre las superpotencias, a diferencia del pasado, no son totales, sino parciales, y, desde luego, han atenuado su carga ideológica: entre todas las superpotencias existen acuerdos e intercambios comerciales, relaciones políticas e incluso flujo de capitales y tecnologías. No estamos, pues, ante oposiciones absolutas entre regiones, sino relativas, que se desarrollan en un escenario global. En este escenario evolucionan (de manera irracional muy frecuentemente) países en busca de su autosuficiencia en materia energética, en recursos hídricos y en producción alimentaria, avalados por ejércitos dotados de armamento progresivamente más sofisticado. Todos estos factores tienden a crear un escenario completamente inestable en donde las políticas de alianzas se fraguan a corto plazo y sin garantía de que un elemento desestabilizador no las modifique a continuación. Inestabilidad e inseguridad son las características del tiempo presente que ha consagrado el dominio del “gran espacio”.

Los focos de tensión geopolítica o la "geopolítica del caos"

La geopolítica es una ciencia auxiliar de la política, en absoluto determina los acontecimientos políticos, sino que, como máximo, los orienta. Pero, en general, la política internacional, incluso en este tiempo del “gran espacio”, se basa en los mismos principios que cuando dominaban los pequeños “espacios cerrados”: seguridad para las poblaciones, garantía de fronteras que protejan la actividad económica y la vida de la comunidad, garantía de dominar y disponer de recursos económicos suficientes como para garantizar la vida y la prosperidad del Estado y de la comunidad. Es evidente que la política y la economía caminan juntas y que, en el siglo XXI, la economía guía a la política. Esto contribuye a aumentar la inestabilidad mundial y a establecer lo que se ha llamado “geopolítica del caos”.

En este momento, los focos de tensión y duda de la política mundial son los siguientes:

1) El ascenso de la economía china, el aumento incesante de su capacidad de producción y de invasión con sus manufacturas de todos los mercados mundiales; las dudas sobre este proceso son: ¿Hasta cuándo proseguirán las altas tasas de desarrollo chino? ¿hasta cuando la marcha de la economía china no forzará un cambio en la estructura política desembocando en una democracia formal? ¿hasta qué punto será viable una sociedad de 1200 millones de personas en las que se acumulan tensiones sociales, étnicas y religiosas?

2) El espacio de la antigua URSS, fraccionada en Estados, microestados y superpotencias, con una Rusia humillada y empobrecida, pero todavía disponiendo de grandes recursos energéticos y militares, la convivencia con algunos de sus vecinos, se asevera difícil sino imposible. El espacio geopolítico ruso es hoy el “corazón del caos”, en donde se acumulan en algunas de sus exrepúblicas el ascenso del integrismo islámico, guerrillas al servicio de intereses petroleros, y generalización de la corrupción en todas las exrepúblicas, que hacen inviable el fortalecimiento de una democracia formal.

3) Oriente Medio, donde los conflictos se acumulan sin solución aparente: conflicto entre Israel y sus vecinos, causado por el control sobre los acuíferos de Gaza y Cisjordania y por las fuentes del Jordán, envenenado por los integrismos de uno y otro lado; conflicto entre los países árabes moderados y el ascenso de la marea islámica; contradicciones entre formas distintas del islam y, finalmente, contradicciones y rivalidades nacionales entre países de la zona. A esto hay que añadir situaciones de guerra abierta y resistencia armada como en Irak y Arfganistán.

4) El Magreb que, por su proximidad a Europa y su carácter mediterráneo, nos afecta muy directamente. La explosión demográfica que hace que su población se duplique cada 20 años; el ascenso del integrismo, la posibilidad de guerra social y religiosa, las rivalidades nacionales entre Estados vecinos, la aparición de un incipiente integrismo islámico, crean una situación de inestabilidad extrema.

5) Africa Subsahariana, zona de pobreza endémica y, prácticamente, irresoluble, en la que el SIDA, el Ebola, epidemias de todo tipo, analfabetismo y estructura tribal, parece muy difícil que logre despegar en algún momento. Zonas, incluso, que hasta la descolonización, habían vivido un aceptable nivel sanitario y de vida, han terminado hundiéndose en pocos años a causa de la corrupción y el desgobierno.

6) Los conflictos en Asia Central, que tienen su centro de gravedad en el contencioso indo-pakistaní por la región de Cachemira. Ambos contendientes, con una demografía explosiva, se han dotado de armamento nuclear y mísiles tácticos. Así mismo, la inestabilidad alcanza a la región del Himalaya, siendo observada con interés y preocupación en China.

7) La zona del Pacífico hacia la que se ha desplazado el eje de la economía mundial y que tiene centros de conflicto extremadamente marcados: la contradicción entre Japón y China, entre las dos Coreas, de China Continental y Taiwan, los problemas del crecimiento del integrismo islámico en Malasia, la inestabilidad económica de la zona, especialmente de los dragones asiáticos y del propio Japón, contribuyen a hacer de este nuevo centro de la economía mundial, un escenario particularmente inestable.

8) El subcontinente centro y suramericano, a pesar de los ingentes recursos energéticos y económicos, tiene en su fracturación en decenas de Estados su talón de aquiles. Y lo que es peor: parece difícil su integración en un solo bloque, sino que persisten las rivalidades nacionales surgidas de las independencias del siglo XIX. Inestabilidad económica, inestabilidad política e inestabilidad del ritmo de desarrollo, amenazan al subcontinente.

9) Finalmente, los problemas encontrados por la Unión Europea, con su última integración poco meditada, el rechazo al Tratado de la Unión, las rivalidades nacionales que todavía no terminan de superarse y la ausencia de una política única, exterior y de defensa, no permiten ver a una UE independiente, federal y estable en el futuro.

Quedaría por hablar del papel de las organizaciones internacionales en el siglo XXI. Éste ha quedado desdibujado, a partir de 1990 y, sus directrices cada vez han contado menos en la escena internacional. Esas organizaciones, empezando por NNUU, pero también por sus agencias especializadas (FAO, UNESCO, UNICEF, etc.) deberían de modificar sus estrategias y sus objetivos. Revisar el camino andado hasta ahora por estas asociaciones, debería bastar para comprender que, a pesar de las buenas intenciones y las declaraciones grandilocuentes, estas entidades, no solamente han distado mucho de alcanzar sus objetivos, sino que, en la actualidad, se encuentran en completa crisis de iniciativa e identidad.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

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