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Análisis Geopolítico de España (IIª entrega)

Análisis Geopolítico de España (IIª entrega) Redacción.- Presentamos la segunda entrega del ensayo de definición de la Geopolítica de España con la primera entrega del capítulo titulado “¿Potencia Marítima o potencia terrestre?” en el que realiza una aproximación a los condicionamientos de la geografía española, desembocando en una serie de conclusiones hacia el futuro. En la segunda parte se analizarán esos factores enfocados hacia el pasado intentando explicar la aparición de algunos conflictos del presente (tendencia al estallido nacional).

¿POTENCIA MARITIMA O POTENCIA TERRESTRE? [1ª Parte]

Reviste especial importancia la distinción geopolítica establecida entre espacio oceánico y espacio terrestre que lleva directamente a la clasificación de las naciones como “naciones marineras” o “naciones terrestres”, o bien “potencias oceánicas” y “potencias continentales”. Vale la pena resumir aquí lo que implica cada una de estas clasificaciones.

POTENCIAS OCEANICAS, RASGOS GENERALES

Las potencias oceánicas hacen del mar el eje de su actividad. Pronto, incluso en momentos muy tempranos de su desarrollo, el mar les lleva directamente al ejercicio del comercio. En el curso de su desarrollo, la actividad marítima se convierte en la actividad central que configura el carácter de la comunidad y las propias estructuras del Estado. El mar y la actividad comercial inducen a la relación con otros pueblos vecinos y las necesidades comerciales –las mismas en todas las épocas- favorecen un carácter tolerante y liberal e inducen en poco tiempo al cosmopolitismo. La guerra no se presenta como la primera actividad para conseguir nuevos mercados, sino que se intenta, inicialmente, la colaboración con otras potencias, los acuerdos bilaterales y el establecimiento de redes que busquen, fundamentalmente, un control comercial, no político, salvo, naturalmente, que para ampliar los mercados sea preciso recurrir a la fuerza; algo que no se evita, en absoluto. No son principios éticos y morales los que inducen al pacificismo, sino la economía de esfuerzos y el pragmatismo. Pero cuando la paz no lleva a la cuenta de beneficios al lugar deseado, se recurre a la guerra. En lo que se refiere a la forja del carácter, estos pueblos y sus negocios promueven automáticamente el individualismo y la falta de una conciencia colectiva arraigada. Ratzel explica que el poder marítimo contiene “elementos espirituales”: prudencia, perseverancia y amplitud de miras. Políticamente, su sistema de organización es liviano, tienden a disminuir el aparato estatal (no es la administración pública lo que interesa al comerciante, sino la rentabilidad de sus negocios, el Estado solo sirven en la medida en que a su sombra pueden realizarse también buenos negocios). Pero, claro, todo esto a condición de que las costas sean una puerta abierta y no una frontera desde la que se otee la presencia de un enemigo siempre dispuesto a atacar.

DE LAS DISTINTAS FORMAS DEL SER TERRESTRE

Frente a las potencias oceánicas, se encuentran las potencias continentales o terrestres, con unas características completamente diferentes. En este tipo de sociedades el individuo se disuelve en el grupo, encuentra su riqueza en la tierra y tiende a ampliarse constantemente mediante las conquistas. Mientras el mar es relativamente uniforme, el territorio terrestre es absolutamente diverso. En las zonas montañosas suelen asentarse poblaciones que adquieren un carácter áspero, apegado a sus tradiciones seculares, celosos de su independencia, tienden al aislamiento y a la formación de microestados, mientras que la población de los valles suele estar predispuesta a las renovaciones culturales y de cualquier otro tipo a las que se adaptan con facilidad y tienden a la formación de Estados complejos.
Existe pues, una contradicción fundamental entre “valle” y “montaña”. Vicens señala que tanto la “dieta, la ocupación o las costumbres de los pueblos de la montaña chocan con las de los valles”. Por lo demás, en la montaña se han refugiado los proscritos, los perseguidos, los individuos celosos de su libertad e independencia, en tanto que son lugares de difícil accesibilidad.

Históricamente, los pueblos montañeses se han visto estimulados por una climatología adversa (pero no excesivamente adversa) desplegando posibilidades históricas en un momento concreto y descargando fuertes dosis de agresividad contra la población de los valles. Frecuentemente los Estados situados en los llanos han sido arrasados por invasiones de pueblos procedentes de la montaña. Pero los pueblos montañeses jamás han tendido a la formación de Estados complejos sino, más bien, de microestados. Han protagonizado el cantonalismo y la parcelación del territorio; algunos de estos Estados montañeses todavía subsisten en Europa: Andorra, el principado de Mónado, San Marino o en Asia (Nepal o Buthan).
Los pueblos montañeses suelen adherirse sin gran dificultad a un poder central aglutinador, pero cuando éste falla, tienden a disgregarse. La conclusión final es que la montaña favorece el cantonalismo y acentúa (o facilita) las oposiciones sociales que lo generan.

Pero en la “tierra firme” existen otras características morfológicas: los ríos, por ejemplo, que se convierten en canales de tránsito de mercancías y de dinámicas históricas. En el pasado, las poblaciones de las montañas se vieron arrastradas por el curso de los ríos, hacia las tierras bajas, mientras que, frecuentemente, las invasiones se han canalizado ascendiendo a través de los ríos, como si se pretendiera elucidar el misterio de sus orígenes. . El río, a fin de cuentas, comunica, para bien o para mal. Los valles situados en torno a los ríos tienen también unas características neohistóricas muy concretas: están poblados por gentes de la misma cultura y lengua y limitan con cordilleras montañosas. Desde estas cordilleras es más fácil defender el territorio en la medida en que generalmente las riveras de los ríos están deforestadas y abiertas como resultado de la glaciación cuaternaria. En los valles resulta imposible establecer fronteras, éstas vienen dadas por cordilleras montañosas, ríos o selvas espesas.

En las cordilleras, la inaccesibilidad hace que los pasos, brechas o extremos se convierten en zonas de tránsito de invasiones en el peor de los casos, o que favorezcan las comunicaciones en el mejor. Los pasos de montañas se han definido geopolíticamente como “ganglios del sistema de comunicaciones” o “puertas de invasión”. Por el contrario, la presencia de masas boscosas ha supuesto la aparición de fronteras naturales bien protegidas y, desde luego, suponen un refugio superior a la montaña. Cuando el bosque se encuentra en zona montañosa, esa frontera resulta inexpugnable. Contrariamente al bosque, la estepa es una “región de comunicación abierta” a través de la que se producen las grandes invasiones y en torno a las cuales se forjan grandes imperios o Estados.

Finalmente, antes o después, toda masa terrestre termina en un litoral. Éste puede generar estímulos importantes a las poblaciones y movilizar energías sociales. Pero para que ello se produzca es preciso que se den una serie de condiciones: el papel de las costas será favorable cuando éstas se hallen a una prudencial distancia de otras que, económicamente, sean tentadoras y técnicamente alcanzables.

En general, cuando “cuaja” una potencia terrestre, suele dar mayor importancia al Estado. Al tener que administrar territorios progresivamente más extensos, se forman estructuras sólidas y complejas. El comercio es secundario en relación a la actividad del Estado.

LA SITUACION GEOPOLITICA DE ESPAÑA Y SU POLITICA EXTERIOR

Para definir el papel geopolítico de España es preciso atender a su situación geográfica en el extremo occidental de la masa continental eurasiática, constituyendo la frontera suroeste de Europa. Esta privilegiada situación hace que sobre nuestro territorio se hayan conjugado dos movimientos neohistóricos: el que tiende de Este a Oeste (corriente mediterráneo-atlántica) y el que tiende de Norte a Sur (corriente euroafricana).

No hay que olvidar que la marcha de la historia siempre ha sido de Este hacia el Oeste. En esa dirección se han generado los más fuertes movimientos históricos incluso en la actualidad, cuando la “Doctrina Rumsfeld” establece el Océano Pacífico como el teatro principal de operaciones de los EEUU, es decir, hacia su Oeste. En este sentido, la “fechada” atlántica de Europa está formada por la Península Ibérica, Francia y el Reino Unido. El papel de los países situados más al norte (Dinamarca, la Península Escandinava) es menor en función de su alejamiento geográfico y su proximidad a zonas de climatología más hostil.

El estudio sobre las líneas de comunicaciones desde finales de la Edad Media, cuando las condiciones técnicas facilitaron la navegación oceánica, indican que quedó definida una línea de expansión desde la Península hasta las Canarias y las Azores y de ahí hacia el Atlántico Sur con las “Cathay” como destino buscado y Sudamérica con el encontrado realmente. Anteriormente, otra línea de penetración, la Norte-Sur, había sido definida desde el Paleolítico y el Neolítico, trayectoria que luego siguieran en dirección descendente los vándalos hasta establecerse en el actual Marruecos, más tarde, nuestros antepasados para asegurarse una franja defensiva en el Principado de Marruecos que controlara el mar de Alborán y la otra orilla del Estrecho y previniera la posibilidad de nuevos ataques llegados del Sur.

Pero estas rutas no solamente han sido de tránsito hacia América o hacia el Magreb. También han sido rutas por las que han discurrido las invasiones: desde el Sur se produjo la primera oleada islámica y las que siguieron posteriormente, y desde el Atlántico llegaron los grandes ataques vikingos y normandos de la Edad Media que consiguieron adentrarse, remontando los ríos, por el corazón de la Península. Esta tendencia no ha cambiado durante el tiempo: hoy la inmigración constituye una verdadera migración de Sur a Norte, que desde el punto de vista geopolítico puede ser considerada una colonización pacífica (al menos por el momento), y de Este a Oeste se han producido, sobre el plano cultural, la penetración de los productos americanos, y sobre el plano militar, la construcción de bases avanzadas de la thalasocracia norteamericana.

Así pues, por su situación geográfica, España es.

1) Ruta avanzada y bidireccional de dos líneas de expansión: Norte-Sur y Este-Oeste.

2) Ocupa un tercio de la fachada atlántica de Europa

Mientras duró la “guerra fría” y la bipolaridad (1945-1989), aun cuando en teoría, España no hubiera estado adherida a la OTAN, en la práctica los acuerdos tejidos por Franco con los EEUU suponían una inclusión efectiva en la Alianza Atlántica a la que proporcionábamos cuatro elementos clave:

1) El control del tráfico naval sobre el Estrecho de Gibraltar, operado a través del Mar de Alborán cuya costa Sur, al independizarse el Principado de Marruecos quedó recudido a Ceuta, Melilla y las Islas Adyacentes, suficientes elementos como para asegurar el cierre del Estrecho y embotellar a la flota soviética en el estanque Mediterráneo.

2) “Profundidad” a la Alianza cuyas líneas que daban extendidas más de 1000 km con la inclusión de España. Sin esta inclusión era imposible defender Europa Occidental de un ataque soviético (real o supuesto) pues, entre la frontera Germano Occidental y el Atlántico francés de Bretaña y Aquitania, apenas existían entre 900 y 1000 km.

3) El portaviones atlántico del Archipiélago Canario situado en la ruta del Atlántico Sur, pero también en la ruta del petróleo que, desde el Golfo Pérsico bordea las costas de Africa para llegar a Europa, uno de los ejes en disputa en el mundo bipolar a partir de 1973 (primera crisis del petróleo con el cierre del canal de Suez e inicio de la era de los superpetroleros).

4) Base avanzada para la llegada de aprovisionamientos de EEUU, potencia aislada geográficamente y, por tanto, segura en el caso de confrontación bipolar, donde, históricamente se ha concentrado la producción de armamento destinado a los campos de batalla europeos durantes los dos últimos conflictos mundiales.

Ahora bien, liquidada la era de la bipolaridad, el mundo pasó a una situación de inestabilidad unipolar a cuyo fin estamos asistiendo. En esa nueva etapa, el papel geopolítica de España, lejos de atenuarse, queda realzado en la perspectiva de un mundo multipolar en el que España es la frontera Sud-Oeste de Europa y, por tanto, el puesto avanzado en las comunicaciones con tres bloques exteriores a Eurasia:

1) El Magreb, cuya evolución futura se basará en tres factores:

- Inestabilidad interior (conflicto sociales a causa de la pobreza, políticos a causa del déficit democrático y religiosos a causa de los choques entre distintas facciones del islamismo local) que pueden derivar en conflictos armados civiles.

- Presión demográfica propia y recepción de la presión demográfica procedente del Africa Subsahariana que exceden con mucho las posibilidades de integración de los Estados locales.

- Progresiva penetración de los EEUU que al verse rechazados en el territorio de la Unión Europea, intentan seguir presentes en el Mediterráneo a partir del Magreb (penetración efectiva en Marruecos y Argelia, presencia consolidada en Egipto desde su derrota en la guerra del Yonkipur y neutralización de las veleidades libias).

2) Iberoamérica, cuya evolución futura girará en torno a tres ejes:

- El intento de consolidación de Brasil como primera potencia regional si se dan distintos factores políticos (posibilidad de establecimiento de una política de Estado estable), sociales (disminución de la pobreza y el analfabetismo), de comunicaciones (si aumentan las vías de comunicación entre el Brasil atlántico y los países del Pacífico: especialmente Chile, Bolivia y Perú), lingüísticos (bilingüismo práctico en Brasil para facilitar el intercambio con el resto de Iberoamérica de lengua española).

- La concentración de esfuerzos de EEUU para lograr una mayor penetración económica y un mejor control político, especialmente en los países de la cuenca del Pacífico (Chile, Perú, Ecuador y Venezuela). Lo que supondrá, en la práctica, una guerra comercial con España, principal inversor en la zona en estos momentos.

- La estabilización de una zona de librecomercio similar al antiguo Mercado Común que favorezca la integración de las economías regionales y genere un gran mercado de consumo en condiciones de propulsar una industria estratégica propia.

3) Los EEUU, cuya evolución en los próximos veinte años tendrá como ejes:

- El aumento de influencia de la minoría hispana en la vida cultural, en la sociedad y en la vida cultural de los EEUU que, por primera vez en su historia dejarán de ser un país WASP con minorías recluidas en ghetos y sin cultura ni tradiciones propias. [ver nuestro artículo “América se escribe con є publicado en infokrisis]

- Un aumento de la inestabilidad social a causa de las desigualdades crecientes e insoportables de renta y de la estratificación étnica de la misma. La integración racial de los años 60 ha fracasado completamente y EEUU tiene ante la vista un conflicto civil que será a la vez racial y social en un momento de regresión de las libertades públicas y de los beneficios sociales en nombre de un liberalismo salvaje cada vez más extremo.

- La sensación de fracaso civilizacional y neoimperial que generará la breve tentación unilateralista que se aseverará inviable cuando concluya el segundo mandato de Bush, debiéndose aceptar el hecho consumado de una multipolaridad. Esto hará que cristalicen de nuevo las tendencias aislacionistas tradicionales en EEUU y el país se recluya en su territorio nacional, y con aspiraciones hegemónicas reales solamente sobre Iberoamérica.

- Una quiebra inevitable de la economía norteamericana que arrastra desde principios de los 80 un incremento de la deuda pública, actualmente extremo y que solamente está avalado por la aparente estabilidad política y el peso militar de EEUU, como soportes para el valor de cambio del dólar, más que el valor de éste en sí mismo. Esta quiebra puede ser el desencadenante de la fractura racial y social a la que hemos aludido

- El desplazamiento del teatro principal de operaciones de EEUU, del Atlántico Norte al área del Pacífico con todo lo que ello implica: proliferación de bases militares y de intervencionismo en la zona, acuerdos comerciales preferenciales con esos países y, posibilidad de enfrentamientos con una zona, posiblemente no tan desarrollada como la Unión Europea, pero en situación ascendente y en donde EEUU va a encontrar fuertes competidores económicos (Japón) y a la vez militares (China y Rusia).

Cada uno de estos tres actores geopolíticos interacciona en el devenir histórico de España que, inevitablemente, va a estar vinculado a la Unión Europea, antes que a cualquier otro bloque, pero, al mismo tiempo, va a tener que afrontar problemas nuevos:

- El inevitable deterioro de las relaciones con Marruecos que no ha renunciado a sus aspiraciones sobre Ceuta, Melilla, Islas Adyacentes y Canarias, ni realiza esfuerzos reales para cortar la producción e haschís con la que inunda a España, ni tampoco para contener la riada de inmigrantes que aspiran a acceder a los escaparates de consumo europeos.

- El inevitable distanciamiento con los EEUU a causa de la “alianza más segura” que practica este país en la zona (actualmente orientada hacia Marruecos y entre 1956 y 1999 orientada preferencialmente hacia España) con la contrapartida del ascenso hispano en EEUU que tenderá a atenuar este distanciamiento.

- El inevitable endurecimiento de la relación económica con Iberoamérica que gravitará en torno a una potencia regional emergente (Brasil) que pretenderá hacer valer su influencia ante presencias exteriores, incluida la española y en torno a una potencia histórica presente en la zona desde la Doctrina Monroe (EEUU) que seguirá consideran a Centroamérica y el Caribe como su “patio trasero” y a la masa sudamericana como su “coto privado de caza”.

En este sentido, la política exterior española del futuro estará determinada por estos tres ejes:

- Desde el punto de vista cultural: contribuir al aumento de influencia del mundo hispano en los EEUU, haciéndolo extensible, no solamente a los troncos étnicos indios venidos del Sur de Río Grande, sino también a la propia población hasta ahora WASP, esto es, restando impacto a los productos culturales surgidos de ese núcleo, para lo que es preciso “hispanizarlo”. Esto, parecía ilusorio en décadas anteriores, pero un estudio de las curvas demográficas de la población hispana en los últimos diez años, deja prever un vuelco completo a la situación. En otras palabras: culturalmente, se trata de recuperar la idea de que parte de la tradición norteamericana es hispana y que la mitad del territorio de los EEUU (según atestigua el Tratado de Paz de París de 1763 que marca el límite entre las posesiones inglesas y españolas en América del Norte) fue hispano y colonizado por españoles (Florida y el Virreinato de Nueva España cuya parte superior correspondía a los actuales Estados de California, Fevada, Texas, Nuevo México y parte de Oregón). Esto aporta raíces históricas para avalar y justificar la penetración cultural.

- Política de contención hacia un mundo árabe imprevisible, atrasado y sin posibilidades de alcanzar un nivel óptimo de desarrollo económico a causa del atraso histórico que supone la religión islámica así como el fracaso de los intentos occidentalizadores (Naser, el baasismo iraqui, sirio y libanés, los vaivenes persa-iraníes), un mundo árabe al que le quedan únicamente treinta años de reservas petrolíferas para seguir manteniendo una providencial fuente de ingresos y dentro del cual no existe ni un solo país en el que pueda hablarse de una situación de estabilidad real.

- Política de cooperación con entre la Unión Europea e Iberoamérica en aras de asegurar la estabilidad de las inversiones españolas, evitar que los intercambios comerciales en el subcontinente se realicen solamente en dirección Norte-Sur con el grado de dependencia que implica. El mantenimiento de una situación imperial de los EEUU sobre Iberoamérica, implicaría en corto espacio la reaparición de una tentación intervencionista en el resto del mundo. De ahí que la Unión Europea y España en concreto deban apoyar el desarrollo de los grandes países iberoamericanos: Brasil (llamado a ser por sus geografía, reservas, población y tecnología, el germen de una potencia regional), Argentina, Chille (países con gran potencial económico y cultural, cuyas contraposiciones geopolíticas se trata de atenuar) y Venezuela (ruta más corta hacia Iberoamérica).

TRES CONSECUENCIAS PARA UNA POLÍTICA EXTERIOR

Lo visto hasta ahora nos permite formular tres consecuencias.

La primera consecuencia a desarrollar es el siguiente: contra más atenuada esté la influencia cultural protestante y calvinista en los EEUU, mayores espacios de libertad tendrán los pueblos Iberoamericanos y mayor estabilidad tendrá un sistema multipolar. En ese contexto el papel de España queda reubicado como puente -no retórico sino muy real- entre Eurasia y el continente americano.

La segunda consecuencia a desarrollar es: dada la inestabilidad del mundo islámico, la única política posible es la contención. De nada sirve ayudar a políticas de desarrollo regional en países que, de la noche a la mañana, pueden deslizarse bruscamente hacia el fundamentalismo más radical, o países que albergan en su interior un potencial explosivo que hace inviable la inversión en desarrollo; dadas las peculiares características del islam y la intensidad con que esta religión condiciona la vida de los pueblos árabes y magrebíes, les imprime agresividad, les dota de un mesianismo enfermizo e históricamente superado y genera objetivos teocráticos que enlazan con un pasado remoto, y dada, finalmente, la ubicación geográfica de “frontera sudoeste de la Unión” que tiene España, por todo ello, la contención es la única política posible, no solo para España sino para toda la Unión Europea. Este axioma puede ser desarrollado a partir de las tesis que expusimos en nuestra serie de artículos contrarios a la integración de Turquía en Europa y la posibilidad de que el “espacio turcófono” sea un factor de desestabilización permanente entre las tres potencias euroasiáticas.
La tercera consecuencia no es otra que reconocer que el destino de España y el de Europa, a lo largo de todo el siglo XXI, van a estar unidos. Si bien es cierto que en el pasado, las contradicciones y los intereses contrapuestos, frecuentemente, se tradujeron en guerras y conflictos, éste período ha concluido. La última guerra civil entre europeos (1939-45) y la fabricación de nuevas armas de destrucción masiva, indica que de producirse un nuevo conflicto de esas características en suelo europeo, implicaría casi necesariamente la desaparición de Europa, incluso físicamente.

[prosigue]

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

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