La política exterior española: de Franco a ZP
Redacción.- Si bien es cuestionable que con Franco todos viviéramos mejor, resulta mucho más evidente que, al menos con Franco teníamos una política exterior estable durante treinta años. En la transición todo esto se rectificó por que había necesidades nuevas en España y una nueva situación internacional más tarde. Se sucedieron Felipe, Aznar y ZP en el poder
y lo que hasta entonces era estabilidad se convirtió en giros constantes. Hoy España carece de política exterior digna de tal nombre. Vean el porqué
LA CONTINUIDAD EN POLITICA EXTERIOR: BASE DE CREDIBILIDAD
En pocos meses, España ha pasado de un alineamiento incondicional con EEUU a hacer ejercicio de antiamericanismo. La retirada de las tropas americanas de Irak ha sido la primera promesa y prácticamente la única- que ZP ha cumplido de todo su utópico programa electoral. Era una promesa, aparentemente, muy fácil de cumplir, así que ZP recurrió a hacerla efectiva el 18 de abril cuando apenas hacía unos días que llevaba en el poder.
ZP y buena parte de su electorado, creyeron que esta era la línea justa a adoptar en política exterior. De hecho, prácticamente el 85% de los españoles se había manifestado contra la ocupación de Irak y una cantidad todavía mayor se manifestó, en su momento, opuesta al envío de tropas. ZP creyó que el talante se demostraba cumpliendo esta promesa que le reportaría un aumento de su prestigio. Si, pero es evidente que no midió las consecuencias.
Nunca debimos inmiscuirnos en las aventuras militares de Bush, pero hubo algo peor que enviar tropas: la forma en que fueron retiradas. El mérito le cabe a ZP y, aleatoriamente a Moratinos, a partir de ese momento, apodado por algunos Desatinos. Pero no fue una buena opción.
En política exterior la credibilidad no viene dada por la justeza de una decisión, sino por la continuidad con que determinada línea política es mantenida. De ahí que en todos los países se tienda a aplicar políticas internacionales consensuadas entre los partidos mayoritarios. Así se evitan las oscilaciones constantes que, a la postre, no benefician, ni los equilibrios internacionales, ni a los países que las protagonizan.
España no tiene política exterior digna de tal nombre, en este momento. A partir de la reunión del G-8 a principios del 2002 y, especialmente tras el nombramiento de Ana de Palacio y la crisis de Perejil, la política exterior del PP se convirtió en un mero seguidismo acrítico hacia las decisiones tomadas en Washington. Pero, ni antes ni después, ni probablemente desde 1975, existe una política exterior propia, autónoma y definida con claridad.
POLITICA EXTERIOR FRANQUISTA. LINEAS MAESTRAS
Hay que decir que el franquismo pudo establecer, a partir de 1943, una línea política propia, muy bien definida. Ciertamente, el franquismo participó en el Pacto Anti-Komintern y, en un primer momento, se alineó con las potencias del Eje a las que, en buena medida, debió la posibilidad de imponerse sobre sus adversarios republicanos.
Pero en 1943, resultaba evidente para un militar como Franco, que el Eje no iba a poder combatir en distintos frentes al mismo tiempo y que lo más prudente era hacer gala de neutralidad para evitar males mayores. Esa habilidad para mantener a España fuera del conflicto y esa política de equilibrios, en la práctica fue lo que garantizó al franquismo que subsistiría hasta la muerte de su fundador.
Por que, en un segundo tiempo, tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y el Golpe de Praga de 1948, un telón de acero cayó sobre Europa. Se hizo evidente que los partidos comunistas de Europa eran una pieza de la política exterior soviética y que Stalin, amparado en una fuerza nuclear creciente, podía ambicionar desparramar su fuerza militar por Europa Occidental. En tanto que anticomunista, Franco se convirtió en un auxiliar de la OTAN, situado, paradójicamente, fuera de la alianza. En ese tiempo, la política exterior de Franco fue una traslación de su política interior: anticomunismo.
Segregado de Europa por su particular formulación política, Franco fue incluido en el dispositivo de defensa occidental a través de pactos bilaterales con los EEUU. España se alineó de esta forma con una concepción atlantista y occidentalista.
Las otras dos orientaciones de la política exterior franquista fueron la defensa de nuestra tradicional con el mundo árabe y cierta retórica imperial que tendía puentes con Iberoamérica.
En tanto que militar africanista, Franco conocía con relativa exactitud al mundo árabe. Si la diplomacia franquista jamás pudo vencer la desconfianza de las democracias europeas, si al menos estuvo en condiciones de tejer una tupida red de relaciones bilaterales y acuerdos con los países árabes. Y esto, a pesar, incluso, de la situación con Marruecos oscilante y permanentemente sometida a tensiones a partir de la independencia de aquel país (1956). Con algunos países árabes (Egipto) se exportaron armas y se diseñaron proyectos armamentísticos (cazas tácticos Saeta, el proyecto de reactor en ala delta, desarrollado por Willy Messersmith que fue finalmente vendido a Nasser y el proyecto de avión de despegue VTOL a principios de los años 70). Las relaciones con Arabia Saudí y con el Sha de Persia, fueron inmejorables y lo mismo puede decirse de Jordania y Siria. En este sentido, la política exterior española de la época suponía un apoyo incuestionable al bloque árabe frente a Israel.
En el otro extremo, los teóricos de la España Imperial sugirieron que se buscara en Iberoamérica lo que Europa se negaba a conceder: en primer lugar, relaciones diplomáticas para evitar el aislamiento y, sobre todo materias primas y víveres. A partir de la visita de Eva Perón a España, el franquismo estuvo en condiciones de superar el período de racionamiento e incluso, diez años después, estuvo en condiciones de convocar un pomposo Congreso Hispano-Luso-Americano-Filipino, promovido por el cerebro de la diplomacia franquista, el excombatiente de la División Azul, devenido ministro de exteriores, Fernando María Castiella.
Occidentalismo anticomunista con la consiguiente alineación con EEUU, tradicional amistad con el mundo árabe y, por tanto, opción antiisraelí, y, finalmente, cultivo de nuestro lazos transcontinentales con Iberoamérica, fueron los tres ejes de una política exterior que Franco consiguió mantener entre 1943 hasta su fallecimiento: durante 32 años, sin alteraciones de ningún tipo.
DURANTE LA TRANSICIÓN: MIRADA A EUROPA
A la muerte de Franco, en todos los terrenos, incluido en política exterior, se hizo borrón y cuenta nueva. En realidad, Franco había puesto sobre el tapete todas las piezas que luego, recombinándose generarían la transición. Franco había creado un sistema económico de planificación capitalista y economía proteccionista que permitió pasar a partir del Plan de Estabilización del subdesarrollo a un desarrollo evidente de las fuerzas productivas.
A medida que las fuerzas productivas se iban desarrollando y el peso del mercado se iba imponiendo sobre la planificación económica, empezó a aparecer una contradicción insuperable. El sistema económico, liberal y de mercado, debía convivir con una estructura política autoritaria. Hubo un momento en el que la economía española para seguir desarrollándose precisaba de un nuevo marco político. Esa exigencia y no la muerte de Franco- fue lo que generó el movimiento imparable llamado transición democrática. De hecho, a partir de 1971, Franco y, especialmente Carrero Blanco, ya daban por sentado que, económicamente, España debería de integrarse en la naciente Comunidad Económica Europea y, por tanto, precisaría adoptar una forma política democrática. Carrero trabajaba en esa dirección un tránsito controlado hacia una democracia limitada hasta los socialistas y que excluyera a los comunistas, como el sistema alemán- cuando le sorprendió la muerte.
Hay datos más que suficientes como para suponer que en los últimos años del franquismo, las relaciones con EEUU sufrieron cierto deterioro. Carrero había promovido secretamente una iniciativa de investigación militar que debía concluir en la inclusión de España en el club atómico. Por otra parte, la negociación sobre el arriendo de las bases militares y la renovación de los acuerdos bilaterales, resultó extremadamente duro y forzado, hasta el punto de que algunos analistas han observado que determinados movimientos terroristas de la época (el FRAP en concreto) estaban teledirigidos por la CIA a fin de generar en el interior del régimen una sensación de desestabilización que les hiciera aceptar más fácilmente los acuerdos que Washington proponía.
En política exterior, el cambio más notable que se imprimió durante la transición fue el atlantismo. Adolfo Suárez y Calvo Sotelo eran conscientes de que, en el esquema de la época, la integración en la CEE, pasaba, inicialmente por una integración progresiva: en primer lugar por la homologación de la forma política (lo que se produjo a partir de 1979, disolviéndose las últimas reticencias tras el fracaso del golpe de Estado del 23-F) y, en segundo lugar, por la integración en la Alianza Atlántica (era todavía el tiempo en el que el Pacto de Varsovia situaba agresivamente sus fuerzas en la frontera entre las dos alemanias) que contribuía a dar profundidad al pacto.
FELIPISMO: UNA POLITICA EXTERIOR IRRELEVANTE
La relación privilegiada con los EEUU fue mantenida en virtud de los acuerdos firmados el 1 de diciembre de 1988 (Convenio para la Cooperación y la Defensa) que no fueron otra cosa más que un lavado de cara del felipismo al que la opinión pública le achacaba haber engañado al electorado con su OTAN: de entrada no al que siguió el Si a la OTAN. El felipismo alardeó en aquella época de que los pactos habían salvado la subordinación con la que los EEUU habían tratado a la España franquista pero la realidad era que con una España integrada en la OTAN, la importancia de estos pactos era muy secundaria. También era el tiempo en el que EEUU estaba autolimitando la presencia de sus tropas en el extranjero y le interesaba reducir efectivos en algunas bases, como las instaladas en España.
En ese período, la normalización de las relaciones con el Estado de Israel y la crítica hacia los asuntos internos de países iberoamericanos dirigidos por militares, llevaron al traste con lo ganado por el franquismo en estos dos frentes. En ese momento, ya no estaba clara cuál era la opción de política exterior, fuera de las declaraciones de cara a la galería. El felipismo jamás condeno la ocupación por Israel de los territorios palestinos, mantuvo una postura ambigua e irrelevante en el conflicto Irán-Irak, y se limitó a aludir al respeto a los derechos humanos en relación a Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia, etc. En una diplomacia que oscilaba entre el escultismo más voluntarista y bienintencionado y la traición a los propios principios (asunto OTAN).
A decir verdad, el alineamiento atlántico del PSOE tendía a integrar a España en la CEE, en un tiempo previo a los acuerdos de Maastrich en los que la institución no aspiraba a ser otra más que lo que indicaba su nombre: un mercado común, cuya defensa estaba subordinada a la iniciativa Norteamérica, dentro de la OTAN y en un mundo bipolar.
Las relaciones con Iberoamérica fueron tenidas como secundarias y confiadas a un personaje extremadamente secundario Yañez Barnuevo- que multiplicó sus viajes a todos los países de la zona sin obtener resultados apreciables. En cuanto al mundo árabe, Felipe adoptó una posición de mediador cuando España ya había perdido la confianza del mundo árabe (a causa de la normalización de relaciones con Israel) y no había ganado todavía la del Estado judío.
AZNAR O EL PARADIGMA DE LO QUE NO DEBE HACERSE
Cuando Aznar subió al poder, todo este esquema ya había quedado atrás: el Telón de Acero había caído, estábamos perfectamente integrados en Europa recibiendo, además, unas suculentas inyecciones de fondos estructurales gracias a los cuales era posible abordar la realización de faraónicas obras públicas, Iberoamérica vivía una situación de relativa estabilidad política por primera vez en un siglo y, finalmente, Maastrich había hecho del Mercado Común una futura unión política.
En la primera legislatura, Aznar no varió absolutamente nada las orientaciones en política exterior, heredadas del felipismo. Pero la situación internacional jugaba contra él en el Mediterráneo. El Zagreb, aquejado de una demografía explosiva, empezaba a presionar y enviar miles de inmigrantes ilegales, miles de toneladas de hachisch y a formular reivindicaciones territoriales en el Sahara, en Ceuta, Melilla y, finalmente, en Perejil en donde pasó a la acción.
También había variado la postura de alguno de los actores. EEUU estaba priorizando su relación con el mundo árabe y consideraba a Marruecos como la fachada atlántica de éste. En esa época, algunos observadores norteamericanos empezaban a augurar el distanciamiento entre Europa y EEUU. Hasta Perejil no se supo si la UE iba a tener una reacción unánime ante riesgos exteriores. Lo más probable es que Marruecos, espoleado por EEUU, decidiera abordar la invasión de Perejil. Para EEUU se trataba de realizar un test sobre la UE. Y el test indicó que Francia seguía manteniendo una política exterior autónoma, inamovible desde el siglo XIX en el Magreb. Se trataba de debilitar a España en la zona. Por lo tanto, cuando se produjo el incidente de Perejil, Francia calló.
Esto, unido al excelente feeling personal entre Aznar y Bush, que el primero descubrió a partir de la reunión del G-8 (enero de 2002), generaron un relevo en exteriores y la sustitución del ministro Piqué (que lo ignoraba absolutamente todo de las relaciones internacionales) por la ministra Palacio (cuyo único mérito era la amistad que la honraba con Colin Powell y sus inmejorables relaciones en el mundo de los negocios de EEUU). Pero no fue solo un relevo de personas, sino que la línea política del ministerio sufrió un giro copernicano.
Los cuatro ejes de la política exterior aznarista fueron:
1) El alineamiento con los EEUU por encima de cualquier otra relación internacional.
2) La asunción por parte de Aznar de la doctrina del ataque preventivo (traducido como acción anticipatorio ) como eje central de la Defensa.
3) Un mal disimulado euroescepticismo con una tendencia a bloquear las discusiones, ralentizando la adopción de acuerdos, especialmente en el terreno de la constitución europea.
4) El intento de recuperar un papel internacional para España.
Pero estas cuatro líneas tenían puntos negros: en primer lugar, el alineamiento con los EEUU era completamente absurdo. Aznar hizo algo que jamás debe hacerse en política internacional: confundir las buenas relaciones personales con políticas de Estado. Era evidente que ni Aznar ni Bush iba a estar más de ocho años en el poder y que sus sucesores, probablemente no se apreciarían tanto resultaba absurdo, en el período de las democracias formales, basar una política exterior en principios que databan de la época de las monarquías tradicionales. La continuidad dinástica, frecuentemente asociada a las mismas políticas, no existe en las democracias electivas.
Aznar seguramente pensaba que la protesta popular y el antiamericanismo latente en la sociedad española sería olvidado en cuanto su política diera sus frutos. Creía verdaderamente y esto es lo dramático- que apoyar a EEUU en su loca aventura iraquí, reportaría beneficios inimaginables, tal como expresó zafiamente Jeff Bush, hermano del Presidente, en su visita a España, y tal como Aznar creyó hasta la cumbre para la reconstrucción de Irak celebrada en Madrid
Para colmo, Aznar se distanció del núcleo duro de la UE (Francia y Alemania), intentó realzar su papel poniéndose al frente de los países de tamaño medio, intentona que se plasmó en la Carta de los Ocho, de apoyo a Bush, el 30 de enero de 2003. Esta actitud olvidaba que el 80% de los intercambios comerciales de España se producen con la UE y que la buena marcha de la lucha antiterrorista dependía, fundamentalmente, de la actitud francesa, así como el desarrollo de infraestructuras financiadas con fondos estructurales. España, menos que nadie, podía permitirse el lujo de ser euroescéptica cuando las cuentas públicas españolas (como se encargó Schröder de recordarlo) se equilibraban gracias a la aportación de Fondos Estructurales.
Nada que decir sobre la doctrina del ataque anticipatorio que, en realidad, no estaba claro contra quien iba dirigido. En política, pero sobre todo en Defensa, la distinción y la claridad entre quien es el amigo y quien el enemigo, es básica. Aznar había fotocopiado el programa de Bush en la materia, lo había traducido y lo había aplicado sin que nadie en Defensa chistara.
Para colmo, cuando se produjeron los ataques terroristas del 11-M, venidos de Marruecos, en ningún momento, la doctrina del ataque anticipatorio entró en juego. La impreparación de las Fuerzas de Seguridad del Estado para hacer frente al terrorismo internacional indicaba que, ni el mismo Aznar, creía en la existencia de ese riesgo y que, por tanto, nada se hizo para conjurarlo ni siquiera preparar un ataque anticipatorio.
Pero había algo peor. Ignorar las propias fuerzas, la propia capacidad y los propios límites. Tras haber salido junto a Bush y Blair en la famoso foto que cerró la cumbre de las Azores, Aznar creyó estar en el techo del mundo. Y no era así: interesaba que apareciera en la foto por que suponía evidenciar una fisura en la UE y daba la sensación de que los países iberoamericanos seguirían al líder español pero era evidente que ni en España existía una opinión pública que fuera el apoyo de esa posición, ni mucho menos que España estuviera en condiciones de enviar tropas a combatir sobre el terreno, a diferencia de Inglaterra que hoy cumple su papel de infantería colonial de EEUU.
España carecía de fuerza suficiente para irrumpir en la escena internacional con un papel de actor de primer orden. Cualquiera con un mínimo sentido del realismo lo hubiera asumido. Aznar no. Y lo que es peor, esa nueva política de alineamiento promaericano generó una inmensa confusión en las cancillerías iberoamericanas y árabes, suponiendo una pérdida de imagen en esas dos zonas en las que durante casi cuarenta años Fernando María Castiella, había orientado sus preferencias.
Ciertamente, el intento de Aznar de tal como expresó- sacar a España del rincón de la historia en donde ha permanecido durante siglos, y situarla entre las naciones que cuentan y decidenera loable pero pecaba de irrealismo. Para que una política de este tipo fuera posible sería necesario que existiera un consenso político interior y que la propia sociedad estuviera dispuesta a asumir ese papel con todas las consecuencias implícitas: rearme, ampliación de los presupuestos militares, intervención directa en zonas en conflicto, y sobre todo, una economía potente y saneada, capaz de soportar todo esto. Ni uno sólo de estos elementos estaba presente en 2002. Aznar basaba toda su política en un solo y débil elemento, impermanente y subjetivo: su amistad personal con los Bush.
ZP, GIRO E IMPREPARACION
De Piqué se decía que era un vago, que le gustaba poco trabajar en el ministerio y que no estaba dispuesto a aguantar reuniones hasta altas horas de la noche. De la Palacio se decía que había instalado el caos en el ministerio, desoyendo los consejos de los técnicos y profesionales de la diplomacia. Con Moratinos esta tendencia se ha corregido y aumentado, sólo que él no tiene excusa, pues, no en vano, es diplomático profesional.
Hasta ahora, en los seis meses de gobierno socialista, el giro en política exterior ha sido visible tanto como la impreparación, el amateurismo y la inexperiencia de que hacen gala los socialistas en el terreno de las relaciones internacionales.
ZP basa toda su política exterior en la búsqueda del consenso como quitaesencia del talante aplicado a este sector. Así, al menos, figuraba en el programa socialista. Es muy bueno aludir al consenso en exteriores sólo que ZP no ha dado absolutamente ninguna prueba de tender al consenso en este terreno. Absolutamente todas sus iniciativas en la materia se han hecho sin contar con la oposición (desde la retirada de tropas hasta las invectivas contra el PP durante la visita de Chavez). No hay consenso. Y en este terreno, no creemos que fuera muy difícil obtenerlo.
El PP no va a poder seguir enrocado durante mucho tiempo a las posiciones aznaristas. El hecho que, desde que fue apeado del poder, Aznar haya proliferado sus visitas a EEUU y se haya entrevistado con Bush, Powell, Rumsfeld, mientras que el propio Bush ni se ha dignado descolgar el teléfono a ZP, no suponen apenas nada: es en España en donde hay que gobernar y se gobierna con el apoyo del electorado, no con apretones de mano con los líderes norteamericanos tenidos unánimemente en Europa como una banda de aventureros tan locos como peligrosos. Sin olvidar que fue Rumsfeld quien pretendió dividir a la Unión Europea aludiendo a la Vieja Europa (Francia y Alemanaza) y a la Nueva Europa (España e Inglaterra). A pesar de los gestos de Aznar, la evolución de los acontecimientos internacionales juega en su contra. EEUU está empantanado en Irak, no se han encontrado armas de destrucción masiva, el mundo no es más seguro sin Saddam Hussein, el triángulo sunnita está completamente fuera de control, las distintas facciones de la resistencia irakí están demostrando que aguantan el pulso impuesto por los marines y la USAF. Hoy, Washington prosigue sus invectivas contra Corea, Irán, contra Siria, en una locura agresiva que hace absolutamente indefendible su posición internacional fuera de la capital americana. Y es en España en donde el PP debe de ganar elecciones. No es raro que en pocos meses, el PP deba cambiar necesariamente su impostación política internacional si quiere regresar al poder.
ZP ha basado su línea en cinco puntos que ha sido capaz de enunciar como declaración de intenciones en el programa electoral del partido:
1) Consenso para crear una política de Estado (ni ha intentado el consenso, ni hay el más mínimo gesto que demuestre que tiende a él),
2) Aproximación al núcleo duro de la UE (tanto Schöder como Chiraq son conscientes de la escasa talla política de ZP y de lo peligroso de hacer concesiones a un país como España que ha demostrado no ser de fiar en materia internacional),
3) Reaproximación al Mediterráneo y a Iberoamérica (primer viaje de ZP al extranjero: destino Marruecos, objetivos alcanzados: cero; ignorancia de la situación actual del Mediterráneo: choque entre el Norte y el Sur y necesidad para la política española: contener al Sur; en cuanto a Iberoamérica: mientras España dudaba, ha aparecido una nueva potencia regional de primer orden: Brasil que tiene un guión propio; la reciente Conferencia Panamericana de Costa Rica paralela a la cumbre de Cooperación del Pacífico, ha demostrado que la mayoría de países iberoamericanos que cuentan, salvo Venezuela, miran hacia el Pacífico más que hacia Europa. ZP no lo ha advertido aún).
4) Amistad con EEUU ( durante los próximos cuatro años, mientras Aznar siga paseándose por las esferas del poder en EEUU y Bush recuerde la afrenta que le supuso la defección española de Irak, proponer la amistad con EEUU es un puro sinsentido. La visceralidad de Bush va a imposibilitar recomponer este eje de relaciones con todos los riesgos económicos que esto puede acarrear y de los que los trabajadores de Izar son los primeros afectados al haberse rescindido el contrato de mantenimiento de la VI Flota. Más bien es posible que EEUU lo que intenten es torpedear las exportaciones españolas y la penetración económica en Iberoamérica).
ZP no es un diplomático, Moratinos si lo es, pero solamente es especialista en la cuestión palestina El gobierno ZP, en esto, como en cualquier otra área, da la impresión de amateurismo e impreparación. Ningún país sólido va a rectificar sus relaciones con España, mientras esta sensación siga estando presente en las cancillerías de todo el mundo.
La impericia de ZP le imposibilita para poder tener un protagonismo en las relaciones con Chiraq y Schröder. Cuando este último visita a ZP, en lugar de dar cualquier concesión al nuevo amigo le vende 120 carros de combate Leopard. Seamos claros: ZP no es tomado en serio en Europa y jamás lo será mientras no sea capaz de pactar una política clara de consenso en política exterior. ZP es despreciado en Washington donde se recuerda que permaneció sentado al paso de la bandera americana, desprecio aún mayor que el haber retirado las tropas de Irak. ZP es ignorado en el núcleo central de Iberoamérica que mira hacia los mercados del Pacífico y tiene un nuevo lidership regional, Brasil. Allí solamente puede tener como interlocutor a Castro o Chavez. En el mundo árabe, progresivamente radicalizado e impregnado por el fundamentalismo islámico, ZP es presidente de Al-Andalus tierra que un día fue musulmana y resultó usurpada por cruzados e infieles. Esto sin olvidar que con Marruecos la situación sigue igual que en los últimos 10 años, sólo que España ha cedido en la cuestión del Sáhara y tiene ya 600.000 marroquíes en su territorio de los que la mitad son simpatizantes de Bin Laden
Resumiendo, podemos decir que el franquismo logró estabilizar durante más de treinta años una política exterior. Durante la transición se realizaron las rectificaciones necesarias en la época, pero esa política se tornó inestable. Los cambios internacionales de 1989-2002, no hicieron que los distintos gobiernos españoles pudieran reconstruir una línea política propia en este terreno y, finalmente, los giros copernicanos realizados por Aznar y por ZP, han contribuido a restar credibilidad a España en los foros internacionales y entre las diplomacias mundiales.
En estas condiciones, ni ZP ni Moratinos, ni la política exterior española, son tomadas en serio sean cuales sean, por ninguno de los principales actores internacionales. Como ya hemos dicho, en ésta área sólo las políticas estables son tomadas en consideración. El resto es obra de ilusos o alucinados. Tanto a Aznar como a ZP, les cuadran bien estos calificativos. En efecto, ambos han confundido en distintos grados sus filias y fobias personales con políticas de Estado. Y así estamos como estamos.
© Ernesto Milà infokrisis infokrisis@yahoo.es
LA CONTINUIDAD EN POLITICA EXTERIOR: BASE DE CREDIBILIDAD
En pocos meses, España ha pasado de un alineamiento incondicional con EEUU a hacer ejercicio de antiamericanismo. La retirada de las tropas americanas de Irak ha sido la primera promesa y prácticamente la única- que ZP ha cumplido de todo su utópico programa electoral. Era una promesa, aparentemente, muy fácil de cumplir, así que ZP recurrió a hacerla efectiva el 18 de abril cuando apenas hacía unos días que llevaba en el poder.
ZP y buena parte de su electorado, creyeron que esta era la línea justa a adoptar en política exterior. De hecho, prácticamente el 85% de los españoles se había manifestado contra la ocupación de Irak y una cantidad todavía mayor se manifestó, en su momento, opuesta al envío de tropas. ZP creyó que el talante se demostraba cumpliendo esta promesa que le reportaría un aumento de su prestigio. Si, pero es evidente que no midió las consecuencias.
Nunca debimos inmiscuirnos en las aventuras militares de Bush, pero hubo algo peor que enviar tropas: la forma en que fueron retiradas. El mérito le cabe a ZP y, aleatoriamente a Moratinos, a partir de ese momento, apodado por algunos Desatinos. Pero no fue una buena opción.
En política exterior la credibilidad no viene dada por la justeza de una decisión, sino por la continuidad con que determinada línea política es mantenida. De ahí que en todos los países se tienda a aplicar políticas internacionales consensuadas entre los partidos mayoritarios. Así se evitan las oscilaciones constantes que, a la postre, no benefician, ni los equilibrios internacionales, ni a los países que las protagonizan.
España no tiene política exterior digna de tal nombre, en este momento. A partir de la reunión del G-8 a principios del 2002 y, especialmente tras el nombramiento de Ana de Palacio y la crisis de Perejil, la política exterior del PP se convirtió en un mero seguidismo acrítico hacia las decisiones tomadas en Washington. Pero, ni antes ni después, ni probablemente desde 1975, existe una política exterior propia, autónoma y definida con claridad.
POLITICA EXTERIOR FRANQUISTA. LINEAS MAESTRAS
Hay que decir que el franquismo pudo establecer, a partir de 1943, una línea política propia, muy bien definida. Ciertamente, el franquismo participó en el Pacto Anti-Komintern y, en un primer momento, se alineó con las potencias del Eje a las que, en buena medida, debió la posibilidad de imponerse sobre sus adversarios republicanos.
Pero en 1943, resultaba evidente para un militar como Franco, que el Eje no iba a poder combatir en distintos frentes al mismo tiempo y que lo más prudente era hacer gala de neutralidad para evitar males mayores. Esa habilidad para mantener a España fuera del conflicto y esa política de equilibrios, en la práctica fue lo que garantizó al franquismo que subsistiría hasta la muerte de su fundador.
Por que, en un segundo tiempo, tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y el Golpe de Praga de 1948, un telón de acero cayó sobre Europa. Se hizo evidente que los partidos comunistas de Europa eran una pieza de la política exterior soviética y que Stalin, amparado en una fuerza nuclear creciente, podía ambicionar desparramar su fuerza militar por Europa Occidental. En tanto que anticomunista, Franco se convirtió en un auxiliar de la OTAN, situado, paradójicamente, fuera de la alianza. En ese tiempo, la política exterior de Franco fue una traslación de su política interior: anticomunismo.
Segregado de Europa por su particular formulación política, Franco fue incluido en el dispositivo de defensa occidental a través de pactos bilaterales con los EEUU. España se alineó de esta forma con una concepción atlantista y occidentalista.
Las otras dos orientaciones de la política exterior franquista fueron la defensa de nuestra tradicional con el mundo árabe y cierta retórica imperial que tendía puentes con Iberoamérica.
En tanto que militar africanista, Franco conocía con relativa exactitud al mundo árabe. Si la diplomacia franquista jamás pudo vencer la desconfianza de las democracias europeas, si al menos estuvo en condiciones de tejer una tupida red de relaciones bilaterales y acuerdos con los países árabes. Y esto, a pesar, incluso, de la situación con Marruecos oscilante y permanentemente sometida a tensiones a partir de la independencia de aquel país (1956). Con algunos países árabes (Egipto) se exportaron armas y se diseñaron proyectos armamentísticos (cazas tácticos Saeta, el proyecto de reactor en ala delta, desarrollado por Willy Messersmith que fue finalmente vendido a Nasser y el proyecto de avión de despegue VTOL a principios de los años 70). Las relaciones con Arabia Saudí y con el Sha de Persia, fueron inmejorables y lo mismo puede decirse de Jordania y Siria. En este sentido, la política exterior española de la época suponía un apoyo incuestionable al bloque árabe frente a Israel.
En el otro extremo, los teóricos de la España Imperial sugirieron que se buscara en Iberoamérica lo que Europa se negaba a conceder: en primer lugar, relaciones diplomáticas para evitar el aislamiento y, sobre todo materias primas y víveres. A partir de la visita de Eva Perón a España, el franquismo estuvo en condiciones de superar el período de racionamiento e incluso, diez años después, estuvo en condiciones de convocar un pomposo Congreso Hispano-Luso-Americano-Filipino, promovido por el cerebro de la diplomacia franquista, el excombatiente de la División Azul, devenido ministro de exteriores, Fernando María Castiella.
Occidentalismo anticomunista con la consiguiente alineación con EEUU, tradicional amistad con el mundo árabe y, por tanto, opción antiisraelí, y, finalmente, cultivo de nuestro lazos transcontinentales con Iberoamérica, fueron los tres ejes de una política exterior que Franco consiguió mantener entre 1943 hasta su fallecimiento: durante 32 años, sin alteraciones de ningún tipo.
DURANTE LA TRANSICIÓN: MIRADA A EUROPA
A la muerte de Franco, en todos los terrenos, incluido en política exterior, se hizo borrón y cuenta nueva. En realidad, Franco había puesto sobre el tapete todas las piezas que luego, recombinándose generarían la transición. Franco había creado un sistema económico de planificación capitalista y economía proteccionista que permitió pasar a partir del Plan de Estabilización del subdesarrollo a un desarrollo evidente de las fuerzas productivas.
A medida que las fuerzas productivas se iban desarrollando y el peso del mercado se iba imponiendo sobre la planificación económica, empezó a aparecer una contradicción insuperable. El sistema económico, liberal y de mercado, debía convivir con una estructura política autoritaria. Hubo un momento en el que la economía española para seguir desarrollándose precisaba de un nuevo marco político. Esa exigencia y no la muerte de Franco- fue lo que generó el movimiento imparable llamado transición democrática. De hecho, a partir de 1971, Franco y, especialmente Carrero Blanco, ya daban por sentado que, económicamente, España debería de integrarse en la naciente Comunidad Económica Europea y, por tanto, precisaría adoptar una forma política democrática. Carrero trabajaba en esa dirección un tránsito controlado hacia una democracia limitada hasta los socialistas y que excluyera a los comunistas, como el sistema alemán- cuando le sorprendió la muerte.
Hay datos más que suficientes como para suponer que en los últimos años del franquismo, las relaciones con EEUU sufrieron cierto deterioro. Carrero había promovido secretamente una iniciativa de investigación militar que debía concluir en la inclusión de España en el club atómico. Por otra parte, la negociación sobre el arriendo de las bases militares y la renovación de los acuerdos bilaterales, resultó extremadamente duro y forzado, hasta el punto de que algunos analistas han observado que determinados movimientos terroristas de la época (el FRAP en concreto) estaban teledirigidos por la CIA a fin de generar en el interior del régimen una sensación de desestabilización que les hiciera aceptar más fácilmente los acuerdos que Washington proponía.
En política exterior, el cambio más notable que se imprimió durante la transición fue el atlantismo. Adolfo Suárez y Calvo Sotelo eran conscientes de que, en el esquema de la época, la integración en la CEE, pasaba, inicialmente por una integración progresiva: en primer lugar por la homologación de la forma política (lo que se produjo a partir de 1979, disolviéndose las últimas reticencias tras el fracaso del golpe de Estado del 23-F) y, en segundo lugar, por la integración en la Alianza Atlántica (era todavía el tiempo en el que el Pacto de Varsovia situaba agresivamente sus fuerzas en la frontera entre las dos alemanias) que contribuía a dar profundidad al pacto.
FELIPISMO: UNA POLITICA EXTERIOR IRRELEVANTE
La relación privilegiada con los EEUU fue mantenida en virtud de los acuerdos firmados el 1 de diciembre de 1988 (Convenio para la Cooperación y la Defensa) que no fueron otra cosa más que un lavado de cara del felipismo al que la opinión pública le achacaba haber engañado al electorado con su OTAN: de entrada no al que siguió el Si a la OTAN. El felipismo alardeó en aquella época de que los pactos habían salvado la subordinación con la que los EEUU habían tratado a la España franquista pero la realidad era que con una España integrada en la OTAN, la importancia de estos pactos era muy secundaria. También era el tiempo en el que EEUU estaba autolimitando la presencia de sus tropas en el extranjero y le interesaba reducir efectivos en algunas bases, como las instaladas en España.
En ese período, la normalización de las relaciones con el Estado de Israel y la crítica hacia los asuntos internos de países iberoamericanos dirigidos por militares, llevaron al traste con lo ganado por el franquismo en estos dos frentes. En ese momento, ya no estaba clara cuál era la opción de política exterior, fuera de las declaraciones de cara a la galería. El felipismo jamás condeno la ocupación por Israel de los territorios palestinos, mantuvo una postura ambigua e irrelevante en el conflicto Irán-Irak, y se limitó a aludir al respeto a los derechos humanos en relación a Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia, etc. En una diplomacia que oscilaba entre el escultismo más voluntarista y bienintencionado y la traición a los propios principios (asunto OTAN).
A decir verdad, el alineamiento atlántico del PSOE tendía a integrar a España en la CEE, en un tiempo previo a los acuerdos de Maastrich en los que la institución no aspiraba a ser otra más que lo que indicaba su nombre: un mercado común, cuya defensa estaba subordinada a la iniciativa Norteamérica, dentro de la OTAN y en un mundo bipolar.
Las relaciones con Iberoamérica fueron tenidas como secundarias y confiadas a un personaje extremadamente secundario Yañez Barnuevo- que multiplicó sus viajes a todos los países de la zona sin obtener resultados apreciables. En cuanto al mundo árabe, Felipe adoptó una posición de mediador cuando España ya había perdido la confianza del mundo árabe (a causa de la normalización de relaciones con Israel) y no había ganado todavía la del Estado judío.
AZNAR O EL PARADIGMA DE LO QUE NO DEBE HACERSE
Cuando Aznar subió al poder, todo este esquema ya había quedado atrás: el Telón de Acero había caído, estábamos perfectamente integrados en Europa recibiendo, además, unas suculentas inyecciones de fondos estructurales gracias a los cuales era posible abordar la realización de faraónicas obras públicas, Iberoamérica vivía una situación de relativa estabilidad política por primera vez en un siglo y, finalmente, Maastrich había hecho del Mercado Común una futura unión política.
En la primera legislatura, Aznar no varió absolutamente nada las orientaciones en política exterior, heredadas del felipismo. Pero la situación internacional jugaba contra él en el Mediterráneo. El Zagreb, aquejado de una demografía explosiva, empezaba a presionar y enviar miles de inmigrantes ilegales, miles de toneladas de hachisch y a formular reivindicaciones territoriales en el Sahara, en Ceuta, Melilla y, finalmente, en Perejil en donde pasó a la acción.
También había variado la postura de alguno de los actores. EEUU estaba priorizando su relación con el mundo árabe y consideraba a Marruecos como la fachada atlántica de éste. En esa época, algunos observadores norteamericanos empezaban a augurar el distanciamiento entre Europa y EEUU. Hasta Perejil no se supo si la UE iba a tener una reacción unánime ante riesgos exteriores. Lo más probable es que Marruecos, espoleado por EEUU, decidiera abordar la invasión de Perejil. Para EEUU se trataba de realizar un test sobre la UE. Y el test indicó que Francia seguía manteniendo una política exterior autónoma, inamovible desde el siglo XIX en el Magreb. Se trataba de debilitar a España en la zona. Por lo tanto, cuando se produjo el incidente de Perejil, Francia calló.
Esto, unido al excelente feeling personal entre Aznar y Bush, que el primero descubrió a partir de la reunión del G-8 (enero de 2002), generaron un relevo en exteriores y la sustitución del ministro Piqué (que lo ignoraba absolutamente todo de las relaciones internacionales) por la ministra Palacio (cuyo único mérito era la amistad que la honraba con Colin Powell y sus inmejorables relaciones en el mundo de los negocios de EEUU). Pero no fue solo un relevo de personas, sino que la línea política del ministerio sufrió un giro copernicano.
Los cuatro ejes de la política exterior aznarista fueron:
1) El alineamiento con los EEUU por encima de cualquier otra relación internacional.
2) La asunción por parte de Aznar de la doctrina del ataque preventivo (traducido como acción anticipatorio ) como eje central de la Defensa.
3) Un mal disimulado euroescepticismo con una tendencia a bloquear las discusiones, ralentizando la adopción de acuerdos, especialmente en el terreno de la constitución europea.
4) El intento de recuperar un papel internacional para España.
Pero estas cuatro líneas tenían puntos negros: en primer lugar, el alineamiento con los EEUU era completamente absurdo. Aznar hizo algo que jamás debe hacerse en política internacional: confundir las buenas relaciones personales con políticas de Estado. Era evidente que ni Aznar ni Bush iba a estar más de ocho años en el poder y que sus sucesores, probablemente no se apreciarían tanto resultaba absurdo, en el período de las democracias formales, basar una política exterior en principios que databan de la época de las monarquías tradicionales. La continuidad dinástica, frecuentemente asociada a las mismas políticas, no existe en las democracias electivas.
Aznar seguramente pensaba que la protesta popular y el antiamericanismo latente en la sociedad española sería olvidado en cuanto su política diera sus frutos. Creía verdaderamente y esto es lo dramático- que apoyar a EEUU en su loca aventura iraquí, reportaría beneficios inimaginables, tal como expresó zafiamente Jeff Bush, hermano del Presidente, en su visita a España, y tal como Aznar creyó hasta la cumbre para la reconstrucción de Irak celebrada en Madrid
Para colmo, Aznar se distanció del núcleo duro de la UE (Francia y Alemania), intentó realzar su papel poniéndose al frente de los países de tamaño medio, intentona que se plasmó en la Carta de los Ocho, de apoyo a Bush, el 30 de enero de 2003. Esta actitud olvidaba que el 80% de los intercambios comerciales de España se producen con la UE y que la buena marcha de la lucha antiterrorista dependía, fundamentalmente, de la actitud francesa, así como el desarrollo de infraestructuras financiadas con fondos estructurales. España, menos que nadie, podía permitirse el lujo de ser euroescéptica cuando las cuentas públicas españolas (como se encargó Schröder de recordarlo) se equilibraban gracias a la aportación de Fondos Estructurales.
Nada que decir sobre la doctrina del ataque anticipatorio que, en realidad, no estaba claro contra quien iba dirigido. En política, pero sobre todo en Defensa, la distinción y la claridad entre quien es el amigo y quien el enemigo, es básica. Aznar había fotocopiado el programa de Bush en la materia, lo había traducido y lo había aplicado sin que nadie en Defensa chistara.
Para colmo, cuando se produjeron los ataques terroristas del 11-M, venidos de Marruecos, en ningún momento, la doctrina del ataque anticipatorio entró en juego. La impreparación de las Fuerzas de Seguridad del Estado para hacer frente al terrorismo internacional indicaba que, ni el mismo Aznar, creía en la existencia de ese riesgo y que, por tanto, nada se hizo para conjurarlo ni siquiera preparar un ataque anticipatorio.
Pero había algo peor. Ignorar las propias fuerzas, la propia capacidad y los propios límites. Tras haber salido junto a Bush y Blair en la famoso foto que cerró la cumbre de las Azores, Aznar creyó estar en el techo del mundo. Y no era así: interesaba que apareciera en la foto por que suponía evidenciar una fisura en la UE y daba la sensación de que los países iberoamericanos seguirían al líder español pero era evidente que ni en España existía una opinión pública que fuera el apoyo de esa posición, ni mucho menos que España estuviera en condiciones de enviar tropas a combatir sobre el terreno, a diferencia de Inglaterra que hoy cumple su papel de infantería colonial de EEUU.
España carecía de fuerza suficiente para irrumpir en la escena internacional con un papel de actor de primer orden. Cualquiera con un mínimo sentido del realismo lo hubiera asumido. Aznar no. Y lo que es peor, esa nueva política de alineamiento promaericano generó una inmensa confusión en las cancillerías iberoamericanas y árabes, suponiendo una pérdida de imagen en esas dos zonas en las que durante casi cuarenta años Fernando María Castiella, había orientado sus preferencias.
Ciertamente, el intento de Aznar de tal como expresó- sacar a España del rincón de la historia en donde ha permanecido durante siglos, y situarla entre las naciones que cuentan y decidenera loable pero pecaba de irrealismo. Para que una política de este tipo fuera posible sería necesario que existiera un consenso político interior y que la propia sociedad estuviera dispuesta a asumir ese papel con todas las consecuencias implícitas: rearme, ampliación de los presupuestos militares, intervención directa en zonas en conflicto, y sobre todo, una economía potente y saneada, capaz de soportar todo esto. Ni uno sólo de estos elementos estaba presente en 2002. Aznar basaba toda su política en un solo y débil elemento, impermanente y subjetivo: su amistad personal con los Bush.
ZP, GIRO E IMPREPARACION
De Piqué se decía que era un vago, que le gustaba poco trabajar en el ministerio y que no estaba dispuesto a aguantar reuniones hasta altas horas de la noche. De la Palacio se decía que había instalado el caos en el ministerio, desoyendo los consejos de los técnicos y profesionales de la diplomacia. Con Moratinos esta tendencia se ha corregido y aumentado, sólo que él no tiene excusa, pues, no en vano, es diplomático profesional.
Hasta ahora, en los seis meses de gobierno socialista, el giro en política exterior ha sido visible tanto como la impreparación, el amateurismo y la inexperiencia de que hacen gala los socialistas en el terreno de las relaciones internacionales.
ZP basa toda su política exterior en la búsqueda del consenso como quitaesencia del talante aplicado a este sector. Así, al menos, figuraba en el programa socialista. Es muy bueno aludir al consenso en exteriores sólo que ZP no ha dado absolutamente ninguna prueba de tender al consenso en este terreno. Absolutamente todas sus iniciativas en la materia se han hecho sin contar con la oposición (desde la retirada de tropas hasta las invectivas contra el PP durante la visita de Chavez). No hay consenso. Y en este terreno, no creemos que fuera muy difícil obtenerlo.
El PP no va a poder seguir enrocado durante mucho tiempo a las posiciones aznaristas. El hecho que, desde que fue apeado del poder, Aznar haya proliferado sus visitas a EEUU y se haya entrevistado con Bush, Powell, Rumsfeld, mientras que el propio Bush ni se ha dignado descolgar el teléfono a ZP, no suponen apenas nada: es en España en donde hay que gobernar y se gobierna con el apoyo del electorado, no con apretones de mano con los líderes norteamericanos tenidos unánimemente en Europa como una banda de aventureros tan locos como peligrosos. Sin olvidar que fue Rumsfeld quien pretendió dividir a la Unión Europea aludiendo a la Vieja Europa (Francia y Alemanaza) y a la Nueva Europa (España e Inglaterra). A pesar de los gestos de Aznar, la evolución de los acontecimientos internacionales juega en su contra. EEUU está empantanado en Irak, no se han encontrado armas de destrucción masiva, el mundo no es más seguro sin Saddam Hussein, el triángulo sunnita está completamente fuera de control, las distintas facciones de la resistencia irakí están demostrando que aguantan el pulso impuesto por los marines y la USAF. Hoy, Washington prosigue sus invectivas contra Corea, Irán, contra Siria, en una locura agresiva que hace absolutamente indefendible su posición internacional fuera de la capital americana. Y es en España en donde el PP debe de ganar elecciones. No es raro que en pocos meses, el PP deba cambiar necesariamente su impostación política internacional si quiere regresar al poder.
ZP ha basado su línea en cinco puntos que ha sido capaz de enunciar como declaración de intenciones en el programa electoral del partido:
1) Consenso para crear una política de Estado (ni ha intentado el consenso, ni hay el más mínimo gesto que demuestre que tiende a él),
2) Aproximación al núcleo duro de la UE (tanto Schöder como Chiraq son conscientes de la escasa talla política de ZP y de lo peligroso de hacer concesiones a un país como España que ha demostrado no ser de fiar en materia internacional),
3) Reaproximación al Mediterráneo y a Iberoamérica (primer viaje de ZP al extranjero: destino Marruecos, objetivos alcanzados: cero; ignorancia de la situación actual del Mediterráneo: choque entre el Norte y el Sur y necesidad para la política española: contener al Sur; en cuanto a Iberoamérica: mientras España dudaba, ha aparecido una nueva potencia regional de primer orden: Brasil que tiene un guión propio; la reciente Conferencia Panamericana de Costa Rica paralela a la cumbre de Cooperación del Pacífico, ha demostrado que la mayoría de países iberoamericanos que cuentan, salvo Venezuela, miran hacia el Pacífico más que hacia Europa. ZP no lo ha advertido aún).
4) Amistad con EEUU ( durante los próximos cuatro años, mientras Aznar siga paseándose por las esferas del poder en EEUU y Bush recuerde la afrenta que le supuso la defección española de Irak, proponer la amistad con EEUU es un puro sinsentido. La visceralidad de Bush va a imposibilitar recomponer este eje de relaciones con todos los riesgos económicos que esto puede acarrear y de los que los trabajadores de Izar son los primeros afectados al haberse rescindido el contrato de mantenimiento de la VI Flota. Más bien es posible que EEUU lo que intenten es torpedear las exportaciones españolas y la penetración económica en Iberoamérica).
ZP no es un diplomático, Moratinos si lo es, pero solamente es especialista en la cuestión palestina El gobierno ZP, en esto, como en cualquier otra área, da la impresión de amateurismo e impreparación. Ningún país sólido va a rectificar sus relaciones con España, mientras esta sensación siga estando presente en las cancillerías de todo el mundo.
La impericia de ZP le imposibilita para poder tener un protagonismo en las relaciones con Chiraq y Schröder. Cuando este último visita a ZP, en lugar de dar cualquier concesión al nuevo amigo le vende 120 carros de combate Leopard. Seamos claros: ZP no es tomado en serio en Europa y jamás lo será mientras no sea capaz de pactar una política clara de consenso en política exterior. ZP es despreciado en Washington donde se recuerda que permaneció sentado al paso de la bandera americana, desprecio aún mayor que el haber retirado las tropas de Irak. ZP es ignorado en el núcleo central de Iberoamérica que mira hacia los mercados del Pacífico y tiene un nuevo lidership regional, Brasil. Allí solamente puede tener como interlocutor a Castro o Chavez. En el mundo árabe, progresivamente radicalizado e impregnado por el fundamentalismo islámico, ZP es presidente de Al-Andalus tierra que un día fue musulmana y resultó usurpada por cruzados e infieles. Esto sin olvidar que con Marruecos la situación sigue igual que en los últimos 10 años, sólo que España ha cedido en la cuestión del Sáhara y tiene ya 600.000 marroquíes en su territorio de los que la mitad son simpatizantes de Bin Laden
Resumiendo, podemos decir que el franquismo logró estabilizar durante más de treinta años una política exterior. Durante la transición se realizaron las rectificaciones necesarias en la época, pero esa política se tornó inestable. Los cambios internacionales de 1989-2002, no hicieron que los distintos gobiernos españoles pudieran reconstruir una línea política propia en este terreno y, finalmente, los giros copernicanos realizados por Aznar y por ZP, han contribuido a restar credibilidad a España en los foros internacionales y entre las diplomacias mundiales.
En estas condiciones, ni ZP ni Moratinos, ni la política exterior española, son tomadas en serio sean cuales sean, por ninguno de los principales actores internacionales. Como ya hemos dicho, en ésta área sólo las políticas estables son tomadas en consideración. El resto es obra de ilusos o alucinados. Tanto a Aznar como a ZP, les cuadran bien estos calificativos. En efecto, ambos han confundido en distintos grados sus filias y fobias personales con políticas de Estado. Y así estamos como estamos.
© Ernesto Milà infokrisis infokrisis@yahoo.es
5 comentarios
0.618 -
Antonio -
nacionalista -
saludos.
Anónimo -
Pascual Tamburri repasa en el presente artículo los condicionantes que tradicionalmente han marcado la política exterior española.
Pascual Tamburri
24 de mayo de 2004
http://www.eldiarioexterior.com/noticia.asp?idarticulo=691&subtema=Pascual%20Tamburri
De Diwaniya a Kabul, pasando por Túnez
Pascual Tamburri se pregunta cuáles son las diferencias entre la presencia española en Iraq y en Afganistán, cuando en ambos casos se trata de misiones amparadas por la ONU.
http://www.eldiarioexterior.com/noticia.asp?idarticulo=1737&subtema=Pascual%20Tamburri
"Nobile e cara terra". Italia, referente exterior de España
Para Pascual Tamburri la política exterior española tiene en Italia un adecuado espejo donde mirarse, aunque tradicionalmente se ha ignorado la iniciativa de este país.
http://www.eldiarioexterior.com/noticia.asp?idarticulo=1846&subtema=Pascual%20Tamburri
La división interna de un Estado determina su debilidad externa
Pascual Tamburri explica en este artículo que España no es hoy una nación espiritualmente unida, y a la división de las almas tiende a añadirse una división material.
http://www.eldiarioexterior.com/noticia.asp?idarticulo=471&subtema=Pascual%20Tamburri
Anónimo -
http://www.minutodigital.com/noticias/edit251104.htm