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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Acaba de Aparecer: La Gran Mentira - 2ª Edición

Acaba de Aparecer: La Gran Mentira - 2ª Edición Redacción.- Ha aparecido la Segunda Edición de "La Gran Mentira", en editorial PYRE, cuando se cumple el tercer aniversario del ataque al WTC. En dicha obra, Ernesto Milà, cuestiona la versión oficial sobre el atentado y establece una reflexión sobre la naturaleza del terrorismo internacional: ¿por qué ha fracaso el terrorismo clásico? ¿por qué si el terrorismo clásico ha sido derrotado, vivimos pendientes del terrorismo? ¿por qué dicho terrorismo no ha incorporado armas de guerra ABQ? ¿es un terrorismo autónomo al servicio de una locura ideológica o es una locura ideológica al servicio de un centro oculto de poder? Todas estas preguntas con contestadas a lo largo de las 160 páginas de la segunda edición de esta obra, de la que ofrecemos a continuación un capítulo de muestra.

Puede adquirirse "La Gran Mentira", 2ª Edición, Barcelona 2004, 160 páginas, de Ernesto Milà al precio de 12,50 €, en Tienda PYRE

Estructura e ideología de Al Qaeda

Como hemos visto, la net-war, es un tipo de conflicto en el que los protagonistas utilizarían estructuras organizativas en red (cuyos elementos están interconectados en vez de constituir una pirámide jerárquica), así como estrategias y tecnologías propias de la era de la información. Esto lleva, necesariamente a una actuación coordinada de pequeños grupos dispersos, sometidos a una orientación estratégica común, pero dotados de independencia táctica.

Al Qaeda sería el primer tipo de organización estructurada y adaptada para una guerra en red. En 2001 se creía que Al Qaeda no era ni un grupo único ni una coalición, sino que estaría constituida por un núcleo central (ubicado en Afganistán en torno a Bin Laden) y por células durmientes distribuidas por todo el mundo, en torno a las cuales gravitarían una serie de organizaciones islamistas. El núcleo central elaboraría la línea estratégica y distribuiría las orientaciones a las «células durmientes» para que trataran de ponerla en práctica. La organización estaría dirigida por un «emir», el icono del mal, Bin Laden, del que dependerían un consejo consultivo, segunda cadena de mando de la que dependen cuatro comités encargados de los «frentes» militar, el religioso, el de propaganda y el financiero.

En septiembre de 2001 se creía que esta red estaba constituida a imagen y semejanza de Internet: la destrucción de una de sus partes no implicaría la destrucción de la totalidad de la organización, ni siquiera aunque fuera eliminado el comando central. SPECTRA sin Blofeld ni Scaramanga, ni ninguno de sus socios, seguiría funcionando, mientras existiera un último mercenario.

Una vez más, todo esto, podemos examinarlo groso modo y tiene cierta lógica y coherencia; el problema, como siempre empieza cuando lo sometemos al microscopio. En primer lugar, por que aquello que los servicios de seguridad de todo el mundo han podido saber sobre Al Qaeda no tiende a confirmar el cuadro organizativo ideal diseñado por los «expertos» en terrorismo internacional. De hecho, no se sabe siquiera de donde ha partido tal diseño, ni se conocen documentos propios de Al Qaeda en los que explique su voluntad de convertirse en una «red de redes» terrorista. Por otra parte, nunca los objetivos de Al Qaeda han estado excesivamente claros y las organizaciones que se reunieron en Jartum para crear el Frente Islámico Mundial, en su mayor parte, eran irrelevantes.

Bin Laden, en su declaración del 7 de octubre de 2001 (en donde, de forma extremadamente sorprendente por su ambigüedad, no asume la autoría del atentado del 11-S, pero si lo justifica, explicaba que la «nación musulmana» (que jamás ha existido) sufre una discriminación desde el final de la Primera Guerra Mundial, por culpa de Gran Bretaña y Francia; luego la Segunda Guerra del Golfo y el cerco a Irak, así como el inicio de la Segunda Intifada, no fueron sino actos de persecución contra los musulmanes. Para colmo, los «infieles» estaban pisando los lugares más sagrados del Islam (presencia de soldados americanos en Arabia Saudí). Todo esto era suficiente para justificar su llamamiento a la lucha contra cruzados e infieles, particularmente norteamericanos, pero también europeos. En 1998, estos mismos argumentos fueron enunciados por primera vez en la declaración fundacional del Frente Islámico Mundial, que concluía con una llamada a la jihad contra «judíos y cruzados». Los firmantes –aun sin tener autoridad para ello– dictaban una fatwa en la que ordenaban «matar a los americanos y sus aliados, civiles o militares, en cualquier país en que fuera posible». El 7 de agosto siguiente, cuando se cumplía el octavo aniversario de la llegada a Arabia de las tropas americanas, se producían los atentados en las embajadas de Estados Unidos en Nairobi (213 muertos, tan sólo 12 de ellos americanos) y Dar es Salaam (11 muertos seguramente todos ellos islámicos y ninguno americano…).

El primer documento más o menos ideológico en el que el icono del mal expresó sus ideas, es conocido como la «Declaración de guerra contra los americanos que ocupan la tierra de los dos lugares sagrados» o «Epístola ladenesa», cuyo subtítulo ordenaba: «Expulsad a los infieles de la Península Arábiga». Está fechada en agosto del emblemático año 1996. Es el período en el que Bin Laden abandona Sudán y se instala en Afganistán. En octubre de ese año, un atentado de Al Qaeda mató a 19 soldados americanos en la base de Khobar, Arabia Saudí. En este documento, Bin Laden denuncia la impiedad de la monarquía saudí y hace votos por el derrocamiento del régimen. Dado que Bin Laden, en esa época consideraba que no era posible mantener una guerra convencional contra los EEUU, predicaba el terrorismo y la guerra de guerrillas. El documento termina recordando los bienes prometidos por el Corán a los guerreros caídos en la «guerra santa». En fin, un análisis político muy simplista y promesas religiosas altamente improbables. Documentos posteriores no aportaron gran cosa a este análisis.

Lo más sorprendente es que Al Qaeda no ha dado pasos reales para que sus hipotéticas «células durmientes» llevaran a cabo estos planes. Las tropas norteamericanas en Arabia Saudí, no han sido sometidas a un hostigamiento continuo, sino tan sólo a media docena de atentados esporádicos y, a menudo, innecesariamente suicidas. En otros países, los atentados con sello real o supuesto de Al Qaeda no han contribuido, como ya hemos dicho, a mejorar la situación de los islamistas, sino que más bien ha contribuido a aislarlos, cercarlos y someterlos a una dura represión, que no solamente les ha afectado a ellos, sino que ha terminado mermando a los islamistas moderados. Por lo demás, insistimos de nuevo, las organizaciones que participaron en la conferencia de Sudán y que dieron vida al Frente Islámico Mundial, eran irrelevantes. De las «células durmientes» se sabe poquísimo y, desde el punto de vista técnico, son absolutamente imposibles. En la mayoría de los casos, los detenidos un poco por todo el mundo, no parecen peligrosos terroristas, sino más bien miembros de organizaciones asistenciales islamistas, ligadas, eso sí, a grupos radicales, pero sin capacidad para practicar ningún nivel de terrorismo y, mucho menos, atentados del calado del 11-S o del 11-M. Jamás han sido combatientes, jamás han empuñado un arma, jamás han matado a nadie, jamás han actuado en clandestinidad, jamás han destacado como analistas políticos… jamás, y sin embargo, atentados como los del 11-S o del 11-M, han sido diseñados con una precisión política milimétrica para lograr los efectos esperados y con una precisión técnica que solamente individuos muy familiarizados con el terrorismo podían alcanzar. En absoluto por estudiantes de urbanismo o chorizos menudeadores de haschish en discotecas de baratillo en Lavapiés.

Puede adquirirse "La Gran Mentira", 2ª Edición, Barcelona 2004, 160 páginas, de Ernesto Milà al precio de 12,50 €, en Tienda PYRE

(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es
(c) Editorial PYRE - pyre38@yahoo.es

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