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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

INMIGRACION

Colonia: NUNCA JAMÁS

Colonia: NUNCA JAMÁS

Con profunda repugnancia me he visto obligado a elaborar este gif. En primer lugar: da náuseas que episodios como el de Colonia puedan producirse en territorio de Europa a la sombra de una de las catedrales góticas más antiguas y hermosas. En segunda lugar, no hace falta hablar de los protagonistas (aunque los medios de comunicación alemanes los han definido con claridad: "africanos". No hacía falta, con mirar las fotos se recoce perfectamente de donde proceden). En tercer lugar: sorprende que el Estado alemán primero haya ocultado lo que sucedió en Colonia en la noche de fin de año (1000 "africanos" realizando tropelías, asaltos, agresiones sexuales y actos de vandalismo) y luego haya reconocido que "hubo errores" (¡díselo a las mujeres 150 mujeres que presentaron denuncias por agresión sexual y a las seguramente muchas más que prefirieron no hacerlo! ¡díselo a sus familiares y amigos! ¡díselo a sus padres!) 

Pregunto: ¿POR QUÉ LOS ESTADOS EUROPEOS ADMITEN CON TANTA FACILIDAD A INMIGRANTES Y NO LOS EXPULSAN CUANDO INCUMPLEN LAS NORMAS DE CONVIVENCIA? 

Mi temor: en Francia la violaciones de mujeres se han convertido en una plaga, en los países nórdicos otro tanto... mi temor es que esto se extienda a España, país que cuenta con 8.000.000 de inmigrantes entre legales, ilegales y nacionalizados. 

Mi centidumbre: BARBARIE Y SOCIEDAD EUROPEA SON INCOMPATIBLES Y DEBEN SEGUIR SIÉNDOLO (que corra).

Europa ¿tiene solución?

Europa ¿tiene solución?

Info|krisis. – ¿Qué si Europa tiene solución? Pregunta retórica que se contesta con un NO. En las actuales circunstancias internacionales y de sumisión política de Europa a los intereses estratégicos de los EEUU y de sumisión económica a los intereses de la alta finanza internacional y de los grandes fondos de inversión, Europa ¡claro que no tiene solución! Hace ya más de diez años que se colapsó la “construcción europea” tras el fracaso del referéndum para una constitución continental y desde entonces ha llovido mucho: lo suficiente como para saber que hoy “Europa” no es más que el recurso utilizado por el Bundesbank para sangrar en beneficio propio a los demás Estados europeos. Desde el punto de vista moral, Europa está anclada en un humanismo de fin de temporada que abarca desde la derecha (incluso desde la derecha más extrema) a la izquierda más radical. Cuando se dice que podemos son “comunistas” se comete un error de percepción: Podemos es la prolongación del zapaterismo con otra sigla y con otro líder. Nada más: no es marxismo, ni mucho menos bolchevismo, es la ideología de la UNESCO, de la new age y del humanismo más alicorto. Todo esto viene a cuento de la foto del niño muerto sobre la arena cuando intentaba ganar las costas europeas.

Inmigración: cambio de excusa

No albergo la menor duda de que la difusión de esa foto (como de otras muchas que se vienen repitiendo en estos años en los que una foto pasada por photoshop pasa a ser considerada, sin más, como “pieza de convicción”) forma parte de una campaña de “operaciones psicológicas” (Opsic) para ablandar aún más si cabe la conciencia de los europeos y permitir que pasen oleadas y más oleadas de inmigración.

Es evidente que ya no puede entrar más inmigración con la excusa de que van a contribuir al “crecimiento económico europeo”. En un continente asolado por el paro, lo que sobran son, precisamente, inmigrantes. Hace veinte años, a este pueblo español, que ha perdido la capacidad crítica y la funesta manía de pensar, se le podía hacer creer que los inmigrantes venían a pagar las pensiones de los abuelos. Hace veinte años, Aznar y los sindicatos nos podían asegurar que la inmigración no tenía nada que ver con las rebajas salariales. Hoy ya nadie se atreve a decir eso mismo sin arriesgarse a ser considerado como un perfecto ignorante.

Sin embargo, “Europa” (esto es las economías europeas y concretamente algunos sectores patronales, pues hoy “Europa” no es más que eso, un agente económico) precisa que entre aún más inmigración. ¿Motivo? Nos lo dicen los ministros de economía y los presidentes de las patronales: “para ganar competitividad”. Dado que ningún país europeos es dueño de su moneda, solamente puede “ganarse competitividad” rebajando los costes de producción… y especialmente salarios. Y para ello es preciso que la oferta de puestos de trabajo esté muy por debajo de la demanda de trabajo, solamente así se logra que los salarios bajen aún más. Por eso han entrado en España en los últimos 20 años 8.000.000 de inmigrantes y por eso hace falta que entren muchos millones más en la UE para que los salarios se aproximen a los de China (336 euros de salario mínimo) y nuestra economía sea “competitiva”. Delicias de la globalización, en cualquier caso.

Pero esta excusa económica ya no es digerible para el electorado europeo que, poco a poco, va dejando de apoyar a las opciones tradicionales y se vuelve hacia los partidos considerados como “xenófobos y racistas” que, simplemente, alertan sobre la naturaleza del problema: que una Europa así concebida es inviable dentro de un mundo globalizado. De hecho, incluso, cabe decir que la globalización es el peor de los destino posibles. Y, dado que la excusa económico–social ya no es viable, es preciso encontrar otra línea de argumentos para que los europeos sigan abiertos a la llegada de nuevas oleadas de inmigración que tendrán, inevitablemente, como resultado y por su mera presencia, bajadas salariales, necesarias para que una manufactura europea se pueda vender en algún mercado compitiendo con un producto chino.

Es ahí en donde pasa a primer plano el “argumento humanitario” que ya no apela a la economía sino a las vísceras.

La esencia del “argumento humanitario”

Hoy existen zonas del planeta que están absolutamente descontroladas y sumidas en guerras gracias a la “estrategia del caos” sembrada por los EEUU desde el comienzo del milenio y que comenzó con la invasión de Afganistán e Irak como respuesta a los extraños atentados del 11–S. Después de más de una década venteando el fantasma del “terrorismo internacional”, la ejecución oficial de Bin Laden en 2011, cerró aquel período. Las “revoluciones verdes” en el Magreb convirtieron la orilla sur del Mediterráneo en un hervidero y la guerra civil siria, inducida desde el principio por los EEUU para extender a aquel país la “oleada democrática” que se pensó iban a ser las “revoluciones verdes”, aumentó la tensión en la zona de Oriente Medio, extendiendo el conflicto al Kurdistán y a Irak. Era evidente que se iban a generar millones de refugiados.

Hoy, en Libia, ya no existe nada digno de ser llamado “Estado”. Las distintas zonas del país están controladas por bandas armadas ninguna de las cuales es completamente hegemónica en relación a las demás. Desde hace año y medio se ha generado una carrera entre las distintas bandas armadas de la zona para hacer pingües beneficios con el negocio de la inmigración a Europa. Llama la atención que los “refugiados sirios” no busquen asilo político ni en los emiratos del golfo Pérsico, ni en Arabia Saudí, ni siquiera en el cercano Líbano o en Irán, países en los que se encontrarían como en casa a tenor de la lengua, de la religión e incluso de la proximidad, sino que su objetivo sea Europa.

Es evidente que esos flujos migratorios no nacen espontáneamente, sino que son orientados y dirigidos por alguien. ¿Quién? Mafias, nos dicen los ministerios del interior. Bien, supongamos que son entidades mafiosas: si se trata de combatirlas, lo primero es cortar esos flujos, impidiéndoles que crucen el Mediterráneo (y, de paso, impidiendo que un porcentaje relativamente alto perezca en el intento) y en segundo lugar, devolviendo a las costas de las que han procedido a quienes logren llegar sanos y salvos a Europa. Nadie se arriesga a ahogarse si sabe que al final de su aventura existe un viaje de retorno a la orilla de la que se ha partido. Así se termina el negocio de las mafias de un día para otro…

Pero esto, medidas simples –casi de nota– no se adoptan… ¿Por qué? Porque no son las “mafias” las que orientan a esos flujos migratorios hacia Europa. Tales mafias (que, indudablemente, existen), no son más que el eslabón más débil de una cadena de intereses geopolíticos y económicos. La UE (cuyo gobierno no ha sido elegido por nadie y que es, de hecho, una institución todavía provisional y mal asentada jurídicamente) tiene interés ECONÓMICO en que entren riadas de inmigrantes: solo así, como hemos visto, su economía (no la economía de los ciudadanos de Europa, sino de la banca, la alca finanza y el capital) se hace más competitiva.

Luego está el papel de los EEUU y de sus intereses GEOPOLÍTICOS. Los EEUU tienen un interés particular en que estas riadas migratorias lleguen a su destino. Europa no es un “aliado” de EEUU: es un vasallo. Y se trata de que los vasallos nunca puedan reivindicar su primacía, ni cambiar de “señores”. Una buena forma de conseguirlo consiste en crear problemas internos que aumenten la debilidad y la pérdida de peso político de Europa.

En Europa –y en España– ya existe experiencia histórica suficiente como para saber que la llegaba masiva de inmigración se convierte pronto en un peso muerto que tienen que soportar los ciudadanos y que se traduce en altas tasas de delincuencia, en la creación de una bolsa aspiradora de recursos sociales, en bajadas salariales constantes (que mejoran las cifras “macroeconómicas”, pero que empeoran la capacidad adquisitiva de la mayoría de la población) y, sobre todo, restan IDENTIDAD: la identidad es una suma de elementos homogéneos y armónicos que hunden sus raíces en la historia y que hacen que los distintos pueblos europeos no solamente sean similares entre sí, sino que cuando existen diferencias estas no supongan brechas antropológicas y culturales, sino que entre un portugués del Alentejo y un noruego habitante de Narvik, entre un gallego y un griego, exista una contigüidad que no existe con un marroquí separado 14 km de Tarifa o con un egipcio separado por 400 km de las costas de Creta. Rompe la unidad étnica y antropológica, la unidad religiosa y cultural de un país y lo que harás será romper su pasado, romper sus raíces, romper su identidad… Se sabe lo que ocurre cuando a un árbol se le cortan las raíces.

Y para que los pueblos europeos asuman que son ellos (y no otros más próximos, más parecidos a los componentes de estas riadas migratorias) quienes deben recibir, acomodar, subvencionar ad infinitum a los “refugiados políticos”, se crea el ARGUMENTO HUMANITARIO. Su esencia es: “tienen problemas, les tienes que ayudar”. ¿Cómo? De momento compadeciéndoles por sus sufrimientos; luego, “entendiendo” su opción de venir a Europa y no a Qatar o a Líbano; finalmente, facilitando su asentamiento entre nosotros en condiciones de igualdad con los hijos de los que han construido estas naciones… A esto se le llama “integración”: existen dos conceptos que no deben confundirse: “asimilación” (cuando los recién llegados asumen la cultura y la forma de vida del país receptor) e “integración” (cuando conservan sus tradiciones y aceptan convivir con otras en el país receptor). La vía elegida en Europa es la segunda que implica, en sí misma, pérdida de identidad y reconocimiento explícito de que en Europa es admisible cualquier identidad con tal de que conviva con otras. Sabemos lo que es Islam entiende, desde Mahoma, por convivencia: cuando es minoría, plegarse a las normas intentando extraer las mayores ventajas posibles; cuando empieza a ser mayoritario, imponer dobles criterios (uno para musulmanes y otro para infieles) y, finalmente, cuando es mayoritario, imponer la sharia.

¿De dónde sale el “argumento humanitario”?

Nadie se siente bien ante la foto de un niño ahogado. Incluso los más fríos de corazón experimentamos un encogimiento ante imágenes como esa. Pero la cuestión no es tomar esa imagen en sí misma, sino encuadrarla en el contexto que le es propio: el de una “operación psicológica” que apela a los sentimientos de la población y pretende obtener una reacción emocional que parta de sus vísceras y no de su cerebro. Desde ese punto de vista la foto adquiere otra dimensión.

A poco que pensemos qué ha ocurrido para que se haya podido tomar una foto así, empezaremos a ver que las cosas no son tan simples como parecen y entenderemos perfectamente lo que se pretende con la difusión masiva de una instantánea de la que desconocemos casi todo, incluso si es auténtica o un nuevo montaje propio de una “operación psicológica”.

Si pensamos con la cabeza y no con las vísceras, nos preguntaremos qué hacía un niño sirio alejado casi 2.000 km de su país. Nos preguntaremos porqué sus padres n lo trasladaron a Jordania o al Líbano o a Turquía (fronterizas con Siria) donde hubieran podido pedir asilo político. Nos preguntaremos, igualmente, porqué no atravesó los 100 km de territorio jordano hasta llegar a la frontera con Arabia Saudí o los 900 km que separan las fronteras sirias de las de Kuwait. O incluso porque no optaron por viajar a Chipre, a la zona turca, cuya punta oriental está apenas a 70 km de las costas sirias… ¿Por qué a Europa cruzando un mar en el que ya han muerto demasiadas decenas de miles de personas? ¿Por desesperación? No, por inducción. Y entonces tendremos que caer en la cuenta de que el discurso que hemos presentado antes era racional y razonable. Y la conclusión simple: Europa no puede admitir incondicionalmente a riadas y riadas de inmigrantes. La única forma de poner fin a esta sangría y a las consecuencias que implica, es cortarla en seco: y esto solamente se puede hacer negando la presencia en Europa de un solo “refugiado político” que no pida asilo en cualquier país europeo por conductos legales, esto es, en el Consulado del país europeo que elija más próximo a su país de origen. No hay otra solución.

El “argumento humanitario” es el “papeles para todos” de hace veinte años, redivivo. Es torpe, falso y mendaz, como lo era el otro. Apto sólo para corazones “solidarios” y cerebros nublados que no ven nada más allá de los bytes de una foto digital. Y, sin embargo, este argumento humanitario progresa en una Europa que haría bien en mirarse a sí misma y reconocer que existen bolsas de pobreza y problemas irresolubles en su interior que comprometen su futuro y que, por tanto, preocuparse por terceros indica abandono del pensamiento lógico: solucionados estos problemas irresolubles, luego, ya habrá tiempo de “ser solidario”. La virtud de la solidaridad con el Tercer Mundo que llega a Europa es que quien la ejerce se cree liberado de reconocer que en Europa existen problemas difíciles de afrontar sin romper con la globalización o con el dominio del neoliberalismo, la especulación y la alta finanza. Es mucho más fácil llorar ante la contemplación de una imagen dramática que por hacer algo contra los verdaderos riesgos que afronta hoy Europa.

Las “operaciones psicológicas” (y ésta lo es) nunca tienden a estimular las neuronas, sino que apelan a las vísceras. La racionalidad –la apelación al pensamiento lógico– es algo que puede ser superado “por arriba” o “por abajo”. Cuando se apela a las vísceras, obviamente, se hace por abajo. “Por arriba”, en cambio, el pensamiento lógico puede ser superado por la instintividad. Los instintos nos dicen qué es positivo y qué es negativo, sin necesidad de establecer los silogismos que exige el pensamiento lógico. No hay que olvidar que el ser humano tiene una componente biológica que ha garantizado la supervivencia de la especie y que está presente también en otros mamíferos superiores.

Las pautas de comportamiento que implican las reacciones instintivas pueden racionalizarse, pero no son el producto de la razón lógica. Preexisten a ella. Están en las raíces de nuestra naturaleza. Ciertamente, el ser humano, tiene conciencia de sí mismo y por tanto es superior al resto de especies y precisamente por eso tiene una dimensión espiritual que lo hace radicalmente diferente, pero la instintividad, situándose como emanación directa de “lo biológico” es lo que nos ha permitido hasta ahora sobrevivir en el mundo.

El instinto de agresividad se traduce en formas de defensa, ataque y huida ante un peligro. El instinto de supervivencia es lo que hace que tengamos a tener descendencia y que una generación quiera trascender a otro alumbrando a sus hijos. El instinto territorial es lo que nos hace amar a la tierra natal, luchar por ella, considerarla nuestro espacio natural. No parece necesario argumentar que son precisamente estos instintos, los que hasta ahora han garantizado la supervivencia de la especie, los que precisamente hoy ESTÁN COMPLETAMENTE AUSENTES EN EUROPA.

Para neutralizar una campaña de “operaciones psicológicas” como ésta, destinada a aceptar nuevas oleadas de inmigración, es preciso trabajar en dos frentes: sobre el razonamiento lógico y la instintividad. Europa, los europeos, tenemos adormecidos nuestros instintos. La cantinela humanitaria difundida desde la UNESCO y traducida por miles de agitadores que creen en su vacuidad, puede progresar gracias a que los europeos han ido priorizando imágenes ante las cuales se experimenta una respuesta visceral en lugar de escuchar sus instintos. Como el perro de Paulov que ante un estímulo equívoco generaba la respuesta esperada por el manipulador. Cabe recordar que, una de los rasgos de la cultura europea desde sus albores ha sido el modular sus instintos mediante instituciones como el derecho, la estructura trifuncional de las sociedades indoeuropeas, y su traslación al Estado, etc.

Cuando se carece de instinto de supervivencia, de instinto territorial, de instinto de agresividad, es cuando uno puede ser “solidario” con cualquier desconocido y cuando personajes tan absolutamente tristes y unidimensionales como la corte de alcaldesas que componen Podemos pueden apelar a formar “listas cívicas de acogida”, prometer ayudas municipales a las nuevas oleadas de inmigración y creer que hacen algo “por la humanidad” (Proudhom decía “si alguien os habla de humanidad ¡cuidado! Está intentando engañaros”). En realidad, lo que están haciendo es mostrar que los europeos han perdido casi completamente el contacto con sus instintos y dejar en evidencia, por eso mismo, que Europa, así concebida, no tiene solución.

© Ernesto Milá – info|krisis – ernesto.mila.rodri@gmail.comhttp://info–krisis.blogspot.com – Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen

 

El problema de los manteros

El problema de los manteros

Info|krisis.- No parece un gran problema. A fin de cuentas todo aquel que realiza una venta callejera puede hacerlo si dispone del correspondiente permiso municipal. España es muy restrictiva en la materia y si se dan es para determinadas actividades y circunstancias. Resulta caro, por ejemplo, vender, como se hace en otros países, alimentos en la calle. Es comprensible. Se hace competencia desleal a la hostelería. Así que para proteger el sector, se restringen los permisos de venta de alimentación y comidas preparadas…

Sin embargo, desde hace veinte años en España, en toda España no existe el más mínimo control sobre los manteros. La mayoría son ciudadanos senegaleses. Pertenecen a una secta islamista que es quien les facilita el material y les da los contactos para viajar a Europa. Allí, se considera “viril” y “heroico” el llegar a España. El problema es que la actividad que realizan los manteros es completamente ilegal en la medida en que:

1. Realizan la venta en espacios municipales sin ningún permiso municipal (pruebe usted a vender lo que se le ocurra en las mismas poblaciones en las que los manteros actúan masivamente y comprobará que, no solamente la actividad le resulta imposible, sino que le requisan el material que quiera vender… con cuyo importe se pagará la multa que le imponga el ayuntamiento).

2. No existe ningún tipo de licencia fiscal, cotización a hacienda o a la Seguridad Social (lo que permite que quienes ejercen de manteros, de paso, vivan de la asistencia social. La falta de medios de vida “legales” o demostrables es lo que les permite pedir subsidios y subvenciones por paro. Y, por supuesto, disfrutar de todos los beneficios de estar en España: asistencia médica gratuita, becas de alimentación y bolsas de comida gratuita… Cuando en realidad son “autónomos” que realizan un trabajo negro al margen de la correspondiente contribución al Estado… de quien reciben todo tipo de ayudas).

3. Suponen una competencia desleal para los ciudadanos que respetan la ley (habitualmente los manteros se colocan en zonas de mucho tránsito de personas, aquellas en las que los alquileres de locales comerciales resultan más costosos, uniéndose además el hecho de que estos establecimientos, además del alquiler, tienen que afrontar pagos de IVA, impuestos municipales –en ocasiones abusivos- cotizar a la Seguridad Social y a Hacienda, mientras que quienes desarrollan la misma actividad al margen de la ley lo hacen a pocos metros de distancia y sin que se les obstaculice).

4. Venden material completamente ilegal (los manteros no están vendiendo artesanía u objetos fabricados por ellos mismos que, al menos no contravinieran ninguna ley de propiedad intelectual, derechos de autor o registro de propiedad de marcas, y lo hacen en completa impunidad justo delante de establecimientos que cumplen todos los requisitos legales y ante las narices de los servicios policiales).

5. Obstaculizan el normal tránsito en las calles (normalmente no aparecen uno o dos manteros, sino que su presencia es masiva en las zonas más céntricas y frecuentadas, reduciendo el espacio disponible para pasear a la mínima expresión e incluso obstaculizando el acceso a los comercios legalmente establecidos, sin olvidar que la presencia de una pareja de policías sele ocasionar carreras y movimientos que crean alarma entre la población.

Todo esto parece indicar que el problema existe (lo hemos visto todos) y que es fácil afrontarlo: simplemente, cuando alguien realiza una actividad ilícita sin los permisos reglamentarios, existe un arsenal legislativo y  disuasivo lo suficientemente amplio como para que esta actividad se elimine radical e inmediatamente… Sin embargo desde hace 20 años este tipo de actividades se vienen realizando en España (y especialmente en la costa mediterránea) de manera absolutamente habitual, sin que ocurra nada.

Los protagonistas siempre son los mismos: manteros de origen gambiano o senegalés. El único argumento que se esgrime a su favor es que son “pobres” y que “tienen necesidad de trabajar”. La respuesta sería: “son relativamente pobres, reciben subvenciones y alimentos del Estado y de los servicios sociales y sus móviles de última generación denotan pobreza, como mínimo, relativa”. Algunos ilustres cretinos como “Ramoncín”, extremadamente hostiles a la venta de DVD replicados ilegalmente y que ha trabajado más que nadie para el cobro de un impuesto para todo aquel soporte informático que sirviera para almacenar datos (música, películas), paradójicamente han salido en defensa de los manteros, pidiendo que no se les obstaculizara, y que se apuntaran las baterías contra quienes hacen las reproducciones…

Sin embargo, el sentido común dice que este tipo de actividades es fácilmente controlable y este foco de ilegalidad se puede cortar con facilidad: basta con que durante una semana se incaute todo el material que llevan los manteros para que la actividad (tanto en los puntos de venta, como en su elaboración, esto es, en los talleres de elaboración) se haga inviable y desaparezca en pocos días. Si, siguiendo los consejos de “Ramoncín”, se apuntara solamente contra las factorías que replican el material, lo que se obtendría es, simplemente, que reforzarían su clandestinidad, se harían más herméticas, crearían más eslabones intermedios para garantizar su impunidad y, finalmente, la actividad ilícita, lejos de desaparecer, simplemente, se encarecería.

El problema que argumentan los ayuntamientos es que, gracias a esa actividad, quienes la ejercen “trabajan” y, por tanto, no entran en los circuitos de la delincuencia convencional. Pero ese razonamiento es falaz: la actividad, en sí misma, ya es ilegal y mantenerla lo único que contribuye es a reforzar una estructura mafiosa (al principio hemos dicho que quienes impulsan esta actividad es una secta religiosa islamista gambiana, con lo que ello implica). Por otra parte, si se trata de un “trabajo” debería estar regulado y, como mínimo, excluir a todo mantero de cualquier otra ayuda social al disponer de medios de vida

En realidad el problema es mucho más simple: quienes llegaron –y siguen llegando- a España ilegalmente, vulnerando la legislación vigente, y solamente al llegar recibieron ropa, zapatos, alimentación, ayudas, se les llevó en avión de Melilla a la Península, se les fue subvencionando, sin recordarles EN NINGUN MOMENTO que en España existía una legislación que había que cumplir, aquellos que desde el momento en que llegaron fueron recompensados (en la óptica africana) por vulnerar la legislación, es normal que la sigan vulnerando y que estén convencidos de que lo que hacen es un “derecho”. Porque ciertamente es un “derecho adquirido” a lo largo de veinte años de lasitud, dejadez y desinterés por parte del gobierno central y por parte de unos ayuntamientos preocupados por recaudar, especialmente entre gentes que no le traen problemas, es decir entre ciudadanos como usted y como yo.

Cuando empezó el fenómeno en 1996 (el momento en el que Aznar, el gran responsable junto a Jordi Pujol de las primeras oleadas migratorias) un africano entrevistado por TVE en Melilla declaró: “Queremos trabajar, queremos casa…”. Era un momento en el que en España existían 3.000.000 de parados y una situación delicada. Todos querían casa y todos querían trabajo, el problema es que ni había casa gratis ni había trabajo. Y siguieron llegando hasta completar una cifra de 8.000.000 de inmigrantes de los que 2.000.000 ya tienen nacionalidad española, otro millón ha regresado, a lo que hay que sumar los hijos de este colectivo que deben situarse en estos momentos entre uno y dos millones (y sobre los que no existe ninguna estadística, al ser considerados legalmente como españoles en virtud del “ius solis”).

Nuestra sociedad ha admitido a 8.000.000 de inmigrantes que, especialmente, han beneficiado a las patronales de construcción, hostelería y agricultura, a cambio de precarizar las condiciones de vida de los autóctonos y de que los autóctonos de a pie seamos los que tengamos que mantener a este “ejército de reserva del capital” gracias a cuyo peso muerto en la sociedad española y a la ley de la oferta y la demanda, se consigue que los salarios vayan disminuyendo y perdiendo poder adquisitivo.

La cuestión es ¿se puede solucionar el problema de los manteros? Todos los problemas son solucionables si existe voluntad política. No se trata de “negociar” porque no hay interlocutor válido para una negociación. Quien participa de una actividad ilegal no tiene capacidad para negociar, como máximo el Estado lo puede amnistiar de sus responsabilidades, pero en absoluto negociar. El problema es que los ayuntamientos son débiles, en primer lugar en ellos están presentes fuerzas  de la “izquierda humanitarista”, incapaces de concebir la posibilidad de emprender alguna acción punitiva contra la inmigración que, en su subconsciente, ha ocupado la figura del “proletario que no tiene nada y lo merece todo”.

La única forma de atajar el problema es que deje de ser cuestión de los ayuntamientos y pase a ser cuestión de Estado (y lo puede ser por los perjuicios que causa al pequeño comercio y a los derechos de las marcas). Bastaría simplemente con que la policía nacional lo reprimiese. La incautación del material es lo primero: es decir, la lucha contra los manteros de base. El resto se hará por sí mismo: o bien los centros de falsificación y reproducción de marcas y objetos cerrarán sus puertas, o bien intentarán seguir con una tarea imposible siempre se mantenga la presión policial.

¿Negociar con los manteros? El Estado solamente puede negociar desde un punto de vista: considerarlos como parados mientras no pasen por las ventanillas municipales solicitando las consiguientes autorizaciones para la venta ambulante. Una reducción de los impuestos a que está sometida esta actividad podría ser un buen incentivo. Lo irrenunciable seria la cotización como autónomos, la legalidad del material que vendieran y la liquidación trimestral del IVA correspondiente… ¿Cómo? ¿Qué no aceptan estar normas? Tampoco a los pequeños comerciantes les entusiasma pagar impuestos, ¿por qué debería de ser diferente con los gambianos? Eso o el camino de retorno a la tierra natal…

© Ernesto Milá – info|krisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

 

Libia y la inmigración

Libia y la inmigración

Info|krisis. Libia y la invasión migratoria a Europa.- El gobierno italiano de izquierda presidido por Matteo Renzi del Partido Democrático es el eslabón más débil del norte del Mediterráneo. Con una orientación “soft” similar al antiguo zapaterismo español, el gobierno italiano ha “rescatado” a 150.000 inmigrantes del mar en apenas un año, la mayoría procedentes de Libia. Se calcula que han muerto en la aventura en torno a otros 2.000 inmigrantes más. Y es que la debilidad mata. Si la UE hubiera asumido una política de contención de la inmigración no se vería lastrada por cientos de miles de inmigrantes superfluos cuya única función es disminuir el valor de los salarios, y tampoco habrían fallecido miles de personas en la aventura de cruzar el Mediterráneo. Veamos la génesis del conflicto.

Libia: una nación y un Estado evaporados

La fatalidad ha hecho coincidir en una especie de “tormenta perfecta” tres elementos: la volatilización del Estado Libio, la aglomeración en aquel país de decenas de miles de personas que aspiran  dejar atrás los focos de tensión de Oriente Medio y la presencia en el poder de un gobierno timorato y de izquierdas en Italia absolutamente incapaz de contener una riada migratoria que supera con mucho la que España ha venido soportando desde 1996. La convergencia de estos tres elementos está en el origen de la inflación de muertes que se están produciendo en las costas del sur de Italia.

¿Quién está llegando? Por una parte subsaharianos que quieren llegar a los escaparates de consumo occidentales y que se hacen eco de la imagen de “Europa tierra donde todo se regala” que les han pintado sus paisanos residentes en el viejo continente. De otro, gentes que huyen de los conflictos del Próximo y Medio Oriente, sirios, kurdos, iraquíes, palestinos, y especialmente libios en el momento actual, familias enteras que vienen a Europa convencidos de que se vive mejor en los centros de internamiento para inmigrantes ilegales que en la calle en libertad en sus países de origen. Y, finalmente, islamistas radicales que aspiran a llevar la yihad a Europa o que dan por acabado su compromiso con la “guerra santa” y quieren empezar de cero una vida nueva. A estos grupos pertenecen los inmigrantes musulmanes que arrojaron por la borda a 12 inmigrantes por el mero hecho de que eran cristianos… No es, en cualquier caso, la inmigración que Europa necesita.

No es que se trate de una “conspiración”, es que la evaporación del Estado Libio facilita las bases en el Sur del Mediterráneo para el “corredor migratorio” hacia Europa. Y, a todo esto, ¿Qué ha ocurrido en Libia en los últimos cuatro años?

La guerra civil libia prosigue en 2015

Vale la pena recordar la película de los hechos. En febrero de 2011, en Bengasi y en otras ciudades del país se produjeron insurrecciones que desembocaron en ocho meses de conflicto, al término de los cuáles se desplomó el régimen del coronel Mohamar El Gadafi. Desde el origen del régimen de Gadafi a principios de los años 70, aquel país había visto reforzada su identidad nacional. Fue, a partir de ese momento, cuando “Libia” empezó a existir como nación. El régimen de Gadafi dotó de una mínima “conciencia nacional” a un territorio del Magreb que nunca había tenido la idea de pertenecer a un mismo Estado. El hundimiento del régimen libio entrañó, no solamente la desaparición del último líder panarabista, sino también y sobre todo la evaporación de esa “conciencia nacional” y, con ella del mismo Estado. Lo que existe hoy en Libia –tal como podía preverse desde el inicio de las llamadas “revoluciones verdes”– era la sustitución de una dictadura por el caos y la guerra entre facciones rivales.

Cuando se iniciaron los incidentes en Bengasi que culminaron en la guerra civil (que todavía se prolonga), el único objetivo que guiaba a las distintas acciones insurgentes era la oposición  a Gadafi. Caído éste, se evidenció que no había ni rastro de “oposición democrática”, ni objetivos nacionales, ni siquiera interés en lo que podía ocurrir después. En el lugar del Estado aparecieron entidades tribales o fracciones religiosas, todas ellas armadas y disponiendo de milicias que campaban libremente sin que ninguna sombra de poder pudiera disciplinarlas.

El país de las cien fracciones

Obviamente, la “revolución” no estalló espontáneamente y, sin duda, la intervención de la OTAN y, especialmente de Sarkozy, constituyó un nuevo error de cálculo en las políticas “occidentalistas” hacia el mundo árabe. Lo que determinó la caída de Gadafi fue, esencialmente, el haberse querido mantener equidistante entre los EEUU y Rusia, a diferencia del régimen sirio que se ha apoyado en Rusia para su lucha contra la insurgencia islamistas en su territorio. A la hora de la verdad, el gobierno ruso se desentendió del destino de aquel que había rechazado su mano tendida antes del conflicto. El nacionalismo de Gadafi fue su tumba.

Hoy nadie gobierna en libia. La existencia de un Congreso Nacional General, el parlamento elegido el 6 de julio de 2012 es tan solo nominal. Existen decenas de fracciones, cada una con pequeñas milicias armadas de entre 250 y 500 hombres, en pugna por el control de los puertos y de las fronteras, de las calles y plazas de las ciudades, aeropuertos, y de los campos petroleros o de las carreteras que conducen a los puertos.

A groso modo, este enjambre de grupos puede ordenarse en dos fracciones: los “laicos” y los “islamistas”. La primera está formada por antiguos funcionarios del gobierno de Gadafi y por oficiales que desertaron en los primeros momentos de la guerra civil. La segunda está compuesta por todos los grupos partidarios de instaurar la sharia inmediatamente. Y luego cabría hablar de poblaciones de origen beduino, débilmente islamizadas, que actúan por su cuenta con cierta propensión a aliarse con clanes “laicos”.

En los pequeños pueblos, las rivalidades son siempre con la tribu vecina, pero en las grandes ciudades que registraron, desde el inicio del régimen de Gadafi, llegada masiva de población procedente de la periferia del país, se han acumulado gentes de orígenes muy diversos que no han roto todavía con sus tribus de origen y que constituyen fracciones rivales dentro de los barrios, especialmente en Bengasi, aumentando todavía más la sensación de caos.

El general Haftar y los islamistas

La lucha contra los islamistas corre a cargo en este momento del general Jalifa Haftar, un ex oficial de Gadafi que desertó en 1983 para exiliarse en EEUU, regresando en 2011 como “hombre de confianza” del Departamento de Estado. En mayo de 2014, Haftar pasó a la ofensiva con la llamada “Operación Al Karama” (Dignidad) para erradicar a los islamistas. La primera acción fue el bombardeo de las posiciones de las distintas fracciones musulmanas en Bengasi. La élite de su ejército está formada también por antiguos oficiales desertores del régimen de Gadafi y brigadas reclutadas entre las tribus saadíes (beduinas) y los autonomistas de la Cirenaica.

De la misma forma que en 2011, existió una unidad coyuntural para derrocar a Gadafi, ahora Haftar (y sus patrones del Departamento de Estado) intentan consolidar una inestable coalición de milicias “laicas” que oponer a los grupos islamistas que, por su parte, también intentan concluir una coalición, Amanecer de Libia con fuertes puntos de apoyo… ¡en las zonas de las que parten las pateras hacia el Lampedusa, Pantelaria, Sicilia y el sur de Italia! Concretamente, la parte noroeste del país (Trípoli, Mistara, Zuara, Zauiya, Homs), son zonas de enfrentamiento al igual que la costa central, desde Misrata hasta Bangasi en todo lo que constituye el Golfo de Sirte.

Es evidente que en estas zonas embarcan solamente quienes son “aprobados” por los “señores de la guerra” locales y, si tenemos en cuenta que amplias franjas de la costa están controladas por islamistas entonces puede entenderse la inquietud que ha aparecido entre el gobierno italiano sobre el “material humano” que va llegando y el pánico que se ha apoderado al saber que los islamistas llegan a cobrar el “peaje” para el embarque a cristianos… que luego (como si se tratara de una “ley de fugas” o como un remedo del episodio del “Túnel de Usera” durante la guerra civil española) los arrojan al mar por otros islamistas…

Libia: un país, dos gobiernos

Tal como podía esperarse en 2011, la “democracia” no ha aportado nada. En las elecciones que tuvieron lugar el 25 de junio de 2014 (casualmente poco después del inicio de la ofensiva del general Haftar) apenas votó el 18% del censo electoral (incluidos los falsos y los electores que votaron varias veces). Las elecciones fraudulentas dieron lugar a un parlamento que no representaba a nadie… y que se instaló en Tobruck, feudo del general Haftar. Al inaugurarse las sesiones de este parlamento de ficción, un 30% de los diputados ni siquiera se dignó asistir.

Mientras, este remedo de organismo representativo elegía como “jefe de gobierno” a un títere del general Haftar, la coalición islamista Amanecer de Libia, reunida en Trípoli el pasado agosto de 2014 designó a su propio “gobierno de salvación nacional”. Hoy, Libia es el “país de los dos gobiernos y los cientos de fracciones”.

Desde el inicio de la segunda fase de la guerra civil (agosto de 2014) se han producido más de 7.000 muertos. Los frentes están mal definidos (se lucha en barrios e incluso dentro de bloques de viviendas) y el número de desplazados se eleva a medio millón… una parte importante de los cuales ven en Europa su tabla de salvación.

En cuanto a la Organización del Estado Islámico (OEI), los yihadistas libios que fueron a combatir en sus filas en Siria y que retornaron al iniciarse la ofensiva del general Haftar, han tomado el control del puerto de Derna (en el noreste del país, próximo a la frontera con Egipto) imponiéndose sin muchas dificultades sobre las fracciones islamistas locales y extienden su influencia sobre Sirte. La OEI ha sabido imponerse y sobrevivir en el clima de guerra civil.

Errores europeos y “principio de prudencia”

Es fácil intuir que Libia se ha convertido –gracias a la inconsciencia del Departamento de Estado, a los informes erróneos de la CIA sobre las posibilidades de instaurar una democracia en aquel país, a las ambiciones seudo-napoleónicas de Sarkozy y a la incapacidad de la OTAN– en un país en la que ninguna fracción, ni islamistas, ni laicos, puede triunfar sobre la otra, pero tampoco pueden pactar una paz después de lo ocurrido en los últimos cuatro años. Así mismo, una intervención extranjera en un país con las características de Libia (desierto inmenso y aglomeraciones urbanas en la costa) es impensable y contribuiría a agravar la situación. Y lo que es peor: el avispero libio se está extendiendo a todo el Magreb. El 15 de febrero la aviación egipcia bombardeó las posiciones de la OEI y el 5 de marzo pasado, el general Haftar y su gobierno fueron reconocidos por Marruecos… generando la ira de los islamistas locales. Esto sólo ha hecho que empezar.

El gobierno italiano –de acrisolado “humanismo” y debilidad demostrada– debe irse preparando para acoger a decenas de miles de nuevos inmigrantes que afluirán en oleadas mientras Europa se niega a aprobar una política de contención decidida de la inmigración. Libia es víctima de los errores políticos de “Occidente”… pero Europa no puede abrir las puertas al aluvión de desplazados que ha generado una guerra civil desencadenada por los EEUU, Sarkozy y la OTAN. Así pues, lo primero que debería dirimir el Parlament Europeo son los niveles de responsabilidad del Sarkozy y de la OTAN y luego… cerrar fronteras. La crisis libia no se resolverá admitiendo 500.000 inmigrantes procedentes de aquel país en Europa, lo único que se logrará es que entre tanta inmigración se filtren yihadistas de la OEI y extender –aún más– el problema a Europa. El “principio de prudencia” indica la política a seguir… A fin de cuentas, los errores los han cometido gobiernos europeos, pero desde el punto de vista de Europa, de lo que se trata ahora es de proteger a la población europea.

(c) Ernesto Milá - infokrisis - ernestomila@yahoo.es - Prohibida la reproducción de ese texto sin indicar origen.

 

No olvidar la inmigración

No olvidar la inmigración

Infokrisis.- Una reciente encuesta del CIS ha establecido que los problemas que más preocupan en estos momentos a los españoles son el paro, la crisis económica, la corrupción de la clase política y la deuda pública. Si tenemos en cuenta que la población opina en función de la información que recibe de los medios de comunicación (y esta es siempre sesgada) tendremos que concluir que los sondeos del CIS lo que reflejan es el nivel de absorción con que se reciben las noticias de los medios de comunicación y no otra cosa.

Es cierto, además, que nuestro pueblo ha sido sometido desde hace treinta años a dos procesos diabólicos: de un lado la disolución de la “sociedad civil” y de otro la aculturización operada por un sistema educativo que “almacena” a los alumnos pero que no está interesado, ni mínimamente, en formarlos (y mucho menos en despertar su espíritu crítico), lo que, unido a la omnipresente telebasura, hace que el nivel cultural medio del país esté a la altura del polvo del camino.

Todo esto viene a cuento de que resulta increíble que la encuesta del CIS no dé cuenta de la preocupación de la población por la inmigración ilegal y masiva y que, éste tema, que en otro tiempo estuvo en la cabeza de las preocupaciones de todo un pueblo, ahora quede relegado al olvido. Y todavía más si tenemos en cuenta que problemas como el del gasto público están íntimamente ligados a la inmigración y al desembolso diario que supone tener una masa inerte de 7.000.000 de inmigrantes, de los que trabaja apenas 1.000.000 y siempre de manera estacional, en las franjas salariales más bajas, cotizando lo mínimo y realizando un gasto social máximo.

Si tenemos en cuenta que el paro está también íntimamente ligado a la inmigración, es evidente que resulta una inconsecuencia el que, según el CIS, la población esté preocupada por este problema… pero no por la inmigración. No resulta demagógico decir que en España hay 6.000.000 de parados y 7.000.000 de inmigrantes y que ambas cifras son excesivas. De hecho, lo que ha ocurrido desde 1997, gracias a la “genialidad” de Aznar (para el que todavía hoy la cosa parece que no vaya con él) fue que nuestro mercado de trabajo se vio alterado por una riada masiva de inmigrantes que tiraban a la baja de los salarios (y, según la doctrina neoliberal en boga, beneficiaba a nuestra “competitividad”… especialmente en el ladrillo y en hostelería). Ahora tenemos 7.000.000 de inmigrantes de los que sobran, como mínimo entre 4.000.000 y 5.000.000.

En estos momentos, es cierto que existe una tendencia al “retorno” a sus países de origen… pero no por todos. Los polacos y búlgaros ya han regresado a sus países de origen, quedan pocos rusos (en comparación con los que vienen como turistas) y en los últimos meses se asiste a un retorno de grupos andinos, especialmente de ecuatorianos. Pero hay que hacer una salvedad: la mayoría no se van porque están esperando que les den la nacionalidad española, lo que les permitirá ir y volver. Es difícil establecer en qué porcentaje y cuantificar esa tendencia, pero si tenemos en cuenta que Ecuador está creciendo en estos momentos a un 7% anual (no, desde luego gracias a las soluciones neoliberales que solamente hoy se ponen en práctica en los países europeos en crisis y que ya decepcionaron ampliamente en Iberoamérica), lo sorprendente es que haya ecuatorianos todavía en España: si quedan se debe a que están a la espera de la naturalización como españoles y a que muchos de ellos viven con la paga de 426 euros (852 en pareja) a lo que hay que sumar las dádivas del Banco de Alimentos, Cáritas, Cruz Roja, las becas de comedor y la sanidad y educación gratis que, comparadas con la del país de origen, pueden ser calificadas de excepcionales. Si a eso añadimos alguna “chapuzilla”, al habitual “trabajo negro” o los consabidos “trapicheos”, entenderemos porque no se van a la velocidad que sería de esperar. Otro tanto cabe decir de los colombianos, bolivianos y peruanos. De hecho, los que siguen en activo de estos grupos apenas son las mujeres que trabajan como asistentas en el hogar o cuidando a ancianos.

Y, siguen llegando africanos. ¿Menos quizás que en otras épocas? No está claro, porque aquí las estadísticas de los medios oficiales son completamente opacas. Sabemos que han descendido el número de ilegales que entran en pateras… pero sabemos también que esa forma de entrada en España, a pesar de ser dramática, no es la más habitual: siguen entrando africanos, que ya no buscan trabajo (¿quién en su sano juicio puede creer que en España hay trabajo?) sino 426 euros y asistencia sanitaria gratuita (lo que no es poco si tenemos en cuenta de que un 14% de africanos tiene SIDA y que un porcentaje mayor está aquejado de todo tipo de enfermedades tropicales o que hasta hace poco estaban desterradas en España). Con poder enviar 100 euros al país de origen, esa cifra ya da un cierto “standing” social a la familia del inmigrante (de hecho, las zonas más abandonadas de África se encuentran en zonas que han dado abundante inmigración: si desde Europa envían lo suficiente para vivir ¿para qué trabajar la tierra?).

Resumiendo: siguen llegando africanos, se van a ritmo lento andinos, se están naturalizando inmigrantes de manera opaca y sin que el ministerio del interior dé datos al respecto, se va la inmigración que no ha creado problemas (europeos del Este). Sigue habiendo acumulación de rumanos (y especialmente de “romanís”) en algunas zonas del centro y del Mediterráneo. En definitiva, entre los que se van, los que llegan y los nacionalizados, en estos momentos seguimos en torno a los 7.000.000 de inmigrantes. Demasiados e inasumibles para nuestro mercado laboral y para nuestra sociedad.

¿Qué hacer? Primero de todo, cambiar de clase política. Hasta en Andorra tienen una legislación de inmigración mucho más inteligente que la implantada por el PPSOE: el permiso de residencia se supedita al contrato laboral, no tienes trabajo, no puedes residir en el país. Nadie ha acusado a Andorra de vulnerar los derechos humanos…

En segundo lugar, dar prioridad a los españoles en la concesión de ayudas y subvenciones. Hacer lo contrario es mantener el “efecto llamada” latente. De lo que se trata no es de animar a que vengan más inmigrantes, sino de convencer a los que están de que regresen voluntariamente a sus países de origen.

En tercer lugar, expulsar a los ilegales a medida que vayan llegando y denegar el permiso de trabajo y de residencia a quienes hayan cometido algún delito en España (incluidos delitos de tráfico: no olvidemos que el alcoholismo causa estragos entre las poblaciones andinas y que si los accidentes aumentaron a partir de 1998 fue precisamente porque aumento la población procedente de países en los que se da el carné de conducir como en una tómbola.

Finalmente, de lo que se trata es de recordar a la población que si hoy tenemos una deuda pública que supera el billón de pesetas es porque llegaron excesivos inmigrantes a los que hoy, en lugar de repatriar, el gobierno se obstina en subsidiarlos. La pregunta es ¿por qué? la respuesta es simple: porque si hoy retornaran a su país 5.000.000 de inmigrantes, el PIB descendería bruscamente entre el 8 y el 12% (al irse un 10% de la población hoy residente en España, el volumen de intercambio económico disminuiría también).

Pero, finalmente, de lo que se trata es de pedir cuentas a los que han programado esta tragedia: nuestros hijos, los mejor preparados, los que tienen más ganas de trabajar y labrarse un futuro, se están yendo de España y en España todavía siguen llegando legiones de menesterosos, sin preparación y, muy frecuentemente, atraídos por la sopa boba. Y aquí –como en todo el resto de destrozos que se han producido en España en las últimas décadas- hay responsables: Aznar creó un modelo económico que precisaba de inmigración para aplicarse y entreabrió las puertas; Zapatero, con su estupidez ideológica y su dogmatismo de ONG y de Correo de la UNESCO, las abrió de par en par; Rajoy, cree que mirando a otro sitio hará que la población no advierta el fondo de la cuestión. Hay que hacer tabla rasa con esta clase política que nos ha llevado al abismo. Solucionar el problema de la inmigración pasa por dar una patada en el trasero a políticos ciegos, estúpidos, tan rapaces como incapaces. No lo olvidemos.

© Ernesto Milà – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com

 

CAT: Identidad religiosa

CAT: Identidad religiosa

Infokrisis.- Este artículo fue escrito hace algunos años y desde entonces la situación no ha dejado de empeorar. Por eso lo traemos a infokrisis: ya nadie se acuerda de Carod-Rovira, el ilustre cretino que habló por primera vez de la existencia de un "islam catalán" ignorando que el islam es universal y que la lengua sagrada del islam es el árabe y no el catalán... (El presente artículo fue publicado en 2009 en la revista IdentidaD y se publicó con los recuadros fuera de texto que se adjuntan)

La identidad religiosa de Cataluña

La identidad religiosa figura entre las más importantes señas de identidad de un pueblo, incluso en estos momentos de laicismo y materialismo en donde, habitualmente, se vive de espaldas al pensamiento religioso. En este sentido, sólo un insensato como ZP puede dudar de que la identidad religiosa de los españoles está y estará siempre, íntimamente ligada al catolicismo. Algunas escuelas históricas han sostenido que el catolicismo “ha hecho a España”, afirmación arriesgada por que implicaría decir que, en caso de desaparición de la religión católica, España se desintegraría. Ahora bien, si es rigurosamente cierto que cualquier atentado contra la identidad religiosa de España, nos afecta a todos como comunidad política. Por tanto no resulta una buena noticia saber las preferencias religiosas de “los nuevos catalanes”

No sabemos cuál era el pensamiento íntimo de Carod-Rovira cuando, según informa la Agencia de Noticias Órbita, presentó el primer “Mapa de Lugares de Culto” de todas las religiones presentes en Catalunya, elaborado a partir de dos estudios hechos en los años 2004 y 2007 por el equipo de investigaciones en sociología de la religión de la UAB. Según este estudio, Catalunya cuenta en total con 3.449 centros de culto religioso, la inmensa mayoría de los cuales son de la Iglesia católica (2.534), aunque en los últimos tres años el mayor crecimiento contabilizado por la Generalitat corresponde a las iglesias evangélicas con fieles de origen iberoamericano.

Este mapa representa, según Carod-Rovira, una radiografía o "foto fija" de la situación actual de las diversas confesiones religiosas por lo que respecta a centros de culto, y pone de relieve que, en total hay trece confesiones distintas, con 3.449 templos repartidos por todo el territorio catalán. Esto ha permitido decir al profesor de la UAB que ha tutelado el estudio, Joan Estruch, que "ha desaparecido el antiguo monopolio religioso" que ha ejercido durante muchos siglos la Iglesia católica.

Del análisis concreto de la implantación territorial de las diversas confesiones se desprende que las iglesias evangélicas son las que crecen más en el número de centros de culto abiertos entre 2004 y 2007 (de 341 a 453), gracias a que la mayoría de sus fieles son inmigrantes iberoamericanos que han llegado a Cataluña en los últimos años.

Pero el estudio se equivoca a la hora de establecer el número de los centros islámicos nuevos de los cuales dice que han pasado de 139 a 169… el estudio presentado por Carod habla de “mezquitas”, pero no de “centros de oración” y estos, como mínimo, se han triplicado en los últimos años. El “Mapa”, de todas formas reconoce que en la “Catalunya del tripartito, del pà amb tomaquet i pernil, de los castellers, la sardana y els cavas”, existen, como mínimo 250.000 musulmanos, configurándose como la “segunda religión” de Catalunya. En tercer lugar irían los 100.000 evangelistas, mayoritariamente andinos.

Una última conclusión: hay algo que ha cambiado en el interior de ERC. Cuando hace siete años, su presidente coronario, el venerable Heribert Barrera, afirmó que la llegada masiva de inmigrantes magrebíes iba a desfigurar la “identidad nacional” de Catalunya, se hizo acreedor de todos los “elogios” habitualmente utilizados por el progresismo: xenófobo, racista, etc. Cuando se produjo el relevo en el interior de ERC, Carod encarnó, no solamente el afianzamiento del independentismo radical, sino también la introducción del progresismo más extremo, que ya había penetrado en el viejo partido catalán desde el período de Hortalá y luego de Colom.

Ese progresismo le lleva a Carod a concebir Catalunya como un “totus revolutum” interétnico (luego, “progresista”) que utilice como “lingua franca” el catalán, lengua que, luego, al retornar a sus países de origen, extenderán entre su familia, contribuyendo a una ampliación “imperial” de la lengua catalana. No es raro que, en los últimos años, abunden una de las manifestaciones culturales catalanistas más representativas, los “castellers” (torres humanas) “anxenetas” (niños que coronan estas torres) sean de orígenes no europeos.

Carod tendrá tiempo de lamentarse y crujir sus dientes; puede estar seguro. El laico Carod, secretario general de un partido de tradición masónica y republicana, no aprecia la esencia del fenómeno religioso, como configurador del alma de los pueblos. Eso le hace indiferente al hecho de que la identidad religiosa catalana –por lo demás, exactamente igual a la identidad religiosa española- se esté desfigurando a marchas forzadas con dos comunidades religiosas, una de las cuales permaneció solo 70 años en Catalunya hasta su expulsión definitiva (el Islam) y la otra siendo extremadamente minoritaria (la evangélica).

¿Seguirá siendo “catalana” una Catalunya con el Islam como religión mayoritaria y los evangélicos andinos cantando sus himnos en los barrios del cinturón industrial? Difícilmente. La Catalunya-mestiza, en el fondo, no es más que la “no-Catalunya” primero y la “anti-Catalunya” después. Gentes como Carod lo habrán hecho posible.

VALENCIA: PARA EL CES, LA INMIGRACIÓN SEGUIRÁ VIVIENDO

El Comité Económico y Social (CES) de la Comunitat Valenciana asegura en un informe sobre la Inmigración en la Comunitat Valencia que los factores que han impulsado la inmigración, como el turismo residencial y las dificultades de los países en desarrollo, continuarán en los próximos años. Esto tiene su parte positiva (turismo residencial) y su parte negativa (inmigración ilegal). Según dicho informe, la Comunitat Valenciana acoge a casi 582.000 extranjeros (en nuestra opinión llegan a 725.000, pues solamente se contabilizan inmigrantes empadronados, pero esta es otra historia; además de que la cifra es de hace… dos años, es decir, se ha elaborado según el Padrón Municipal de 1 de enero de 2005), en lo que supone el 15,6% del total de inmigrantes residentes en España.

El colectivo inmigrante en la Comunitat Valenciana supone el 12,4 por ciento de la población y el 15,4 por ciento de la población ocupada. Las características de esta población se concretan en un 77% del grupo de personas en edad de trabajar y un 10,3% de mayores de 64 años, que duplica la media nacional y puede ser debido al elevado peso del turismo residencial de extranjeros en la Costa Blanca, en el que predomina el turista jubilado con poder adquisitivo medio-alto, atraído por el clima y la oferta turística. El 34% de los inmigrantes son de origen comunitario frente al 20,8% en España. En cuanto a la procedencia, la C. Valenciana cuenta con la mayor colonia de ingleses, alemanes, belgas, holandeses y rumanos (10,4%) y respecto a los no comunitarios, los más numerosos son los procedentes de Ecuador, Marruecos y Colombia. En el mercado de trabajo, el 85% de los inmigrantes ocupados son no comunitarios, aunque en este porcentaje aún se incluía a los rumanos. El sector servicios acoge al 57,5% de los ocupados inmigrantes, aunque también destaca el 22,9% que trabaja en la construcción.

Tales son las cifras de este estudio que concluye que en los próximos años no variará la tendencia a la llegada de más inmigrantes. Es preciso destacar la presencia de jubilados comunitarios que viene a España en busca de sol y tranquilidad. Se trata de una comunidad que no crea ningún tipo de problemas. Holandeses, ingleses, alemanes, belgas, son, en el fondo, europeos, hijos de la misma cultura y con los que compartimos una misma identidad global. El problema es la inmigración extra-europea. Pues bien, el CES nos dice que seguirá… y el PP que gobierna en esta comunidad, permanece de espaldas a la cuestión, como si viera los toros desde la barrera.

BALEARES: EL SEMINARIO DE LA RESIGNACIÓN Y EL IDEALISMO

La agencia ABN informa que la Consellera de Immigración y Cooperación, Encarnación Pastor, ha clausurado el Tercer Seminario de Inmigración y Codesarrollo de las Islas Baleares. En la segunda jornada se presentaron las ponencias elaboradas por la presidenta del Foro de la Inmigración de la Comunidad de Madrid, Gotzone Mora, la regidora de Empleo y Servicios al ciudadano del Ayuntamiento de Madrid, Ana Botella, el consejero de Presidencia y Relaciones Externas de la Región de Murcia, José Antonio Ruiz Vivo y el Director de Inmigración y de Atención a los Ecuatorianos del Exterior, Fernando Suárez. En las conclusiones del Seminario, Pastor destacó que el codesarrollo es una solución para evitar la inmigración irregular y/o reducir sus consecuencias negativas y que en seminarios anteriores han dado resultados positivos y han convertidos los compromisos adquiridos en acciones directas.

La consejera explicó que la inmigración debe ser valorada como motor de desarrollo económico y socio-cultural, tanto en los países de origen como en los de acogida. Es vital ser conscientes de las diversas problemáticas que se esconden tras de ella y dar valor a los inmigrantes que llegan a nuestro país y que las remesas contribuyen a mejorar el bienestar de los países de origen. Suelen invertirse en sanidad y educación. Por lo que fomentar el envío de remesas por vías seguras y menos costosas, tratando a su vez, de orientarlas hacia la realización de inversiones en beneficio de la comunidad, todo ello con la participación de los inmigrantes residentes en países de acogida.

La inconsistencia del discurso del PP en materia de inmigración se hizo particularmente con las intervenciones de Ana Botella y de Gotzone Mora, concejala socialista de Guetzo (Vizcaya) y presidenta del Fórum de la Inmigración de la Comunidad de Madrid. Ambas coincidieron en acusar a los partidos nacionalistas de manipular a colectivos inmigrantes y de «jugar sucio con ellos». Botella tachó de «lamentable» que se juegue con los seres humanos con fines partidistas y recordó que la inmigración no deja de ser «una situación difícil para la persona que emigra». Gotzone Mora, para reforzar la tesis de que los nacionalistas utilizan a los inmigrantes, dijo que Arzalluz había declarado en una ocasión que prefería «a un negro que hable euskera, antes que a un constitucionalista», lo que consideró «denigrante y una falta de respeto». Hasta aquí, podemos estar de acuerdo, en lo que no estamos de acuerdo es que esa sea el fondo de la cuestión: todos los partidos, incluidos los nacionalistas, el PP y el PSOE, intentan beneficiarse de la inmigración ¡sin excepción! Y de una forma u otra. Los apoyos económicos del PP, proceden de los sectores de la construcción, hostelería y agrario… justo los más beneficiados por la inmigración, ¿cómo iba el PP a cortar la mano de quienes lo alimentan? Por eso el PP miró a otro lado cuando empezaron a llegar pateras a nuestras costas…

Finalmente en el apartado de conclusiones se destacó que migrar sea algo voluntario y no algo que se hace por necesidad y evitar la fuga de cerebros generando oportunidades en las comunidades de origen, reconociendo que el inmigrante contribuye al desarrollo y a rejuvenecer la población. Las políticas la han de fomentar y han de reducir sus costes. Los inmigrantes ofrecen mano de obra que escasea en los países del norte…

Como podemos ver, el “seminario” organizado en Baleares ha aportado cero al análisis de la inmigración. La inmigración se da como algo inevitable, imparable y que solamente se puede combatir… en el origen, es decir, ayudando al “desarrollo”. Ya hemos dicho en muchas ocasiones que invertir en “desarrollo” en África es desperdiciar el dinero. Por el mismo precio, se perdería menos ingresando directamente en las cuentas corrientes cifras en Suiza o en las Caimán, abiertas por los sátrapas africanos el dinero enviado a sus países,que inevitablemente buitrean en beneficio propio. Algo tan evidente y que se viene repitiendo en los cuarenta años de independencia africana, parece que no es visto por los cerebros del PP. Por que, salvo Gotzone Mora, en la puerta de salida del PSOE, el resto de asistentes eran peperos de estricta observancia…

Desengañémonos: la política de inmigración del PP y del PSOE es una sola y misma política. Quien habla de “voto útil” hacia el PP, evita el hecho central: que el primer problema de estos momentos en España es la inmigración. En el fondo ZP, es un sarpullido pasajero que desaparecerá víctima de su propia insustancialidad. Desaparecido ZP, quedará la inmigración. Si de lo que se trata es de votar útil hay que votar a opciones anti-inmigración. Una vez reinstalado el PP en el poder, la política de inmigración no cambiará. ¿Hay que recordar todavía que en los ocho años de gobierno del PP entraron 3.500.000 de inmigrantes en nuestro país? ¿hay que recordar que las comunidades gobernadas por el PP (Madrid y Valencia), además de la Catalunya del tripartito, la inmigración absorbe las ayudas sociales, los subsidios y lo esencial de la asistencia social? Todo ello, claro, con las bendiciones del PP.

(c) Ernesto Milá - ernesto.mila.rodri@gmail.com

Demografía española y foránea

Demografía española y foránea

Infokrisis.- Cada año, el 1º de enero, los informativos nos guardan algo que ha ido dejando de ser sorpresa a pesar de cierto impacto casi desagradable: los primeros recién nacidos en España son cada vez son menos españoles. En 2012 se produjo la misma tendencia que ya venía afirmándose comunidad autónoma a comunicad autónoma, desde el año 2000, cuando los cuatro primeros recién nacidos en las cuatro provincias catalanas, fueron hijos de inmigrantes.

El 1 de enero de 2012, el 75% de los nacidos en España era hijo de inmigrantes. El lobby inmigracionista no se inmutó, a fin de cuentas, desde 1999 nos venían advirtiendo de que la aportación de la inmigración a la demografía era esencial para pagar las pensiones de los abuelos, así que contra más inmigrantes vinieran, más trabajaran y más hijos tuvieran en nuestro país, más mano de obra habría, más altas a la seguridad social y más dinero dispondría el Estado. Pues bien, ni una sola de estas previsiones optimistas, ni una sola, se ha cumplido y no solamente por que ningún análisis puede realizarse desde el optimismo desbordante y las rentabilidades económicas, ni siquiera porque la crisis económica haya ralentizado relativamente la llegada de nuevas oleadas de inmigrantes, sino porque desde el principio, las previsiones y proyecciones eran una auténtica locura.

En 2004 el descontrol de los fenómenos migratorios era evidente para todo aquel que quisiera advertirlo. Solamente el ministerio del interior español seguía negándolo a pesar de que en los últimos años la llegada de la primera oleada migratoria se había traducido en un aumento de la delincuencia y, por supuesto, del número de extranjeros en situación de ilegalidad. En cuanto a los socialistas todavía en la oposición estaban próximos del “papeles para todos” que había enarbolado la izquierda desde mediados de los años 90 e incluso antes cuando se produjo el triste asesinato de Lucrecia Pérez. José Luis Rodríguez Zapatero desde el año 2000 se había convertido en el valedor más firme de la inmigración al incluir en su programa para aspirar a la secretaría general de su partido a la inmigración, como primer punto, aun a pesar de que en aquel momento, en su León natal, apenas residirían en toda la provincia un centenar de inmigrantes…

Así estaban las cosas en 2004

España en al iniciarse 2004, más o menos cuando los socialistas llegaron al poder, superaba los 43 millones de habitantes y de ellos había algo más de tres millones que eran extranjeros. En realidad, el gobierno de Aznar había insistido hasta el aburrimiento en que apenas había contabilizados dos millones, pero se trataba del habitual subterfugio para no crear alarma social. Bastaba salir a la calle y ver que en algunos barrios, los inmigrantes empezaban a ser mayoría y que difícilmente podían haber sido tan pocos. La trampa deliberada radicaba en que Aznar no contabilizaba a los casi 800.000 ilegales con los que se despidió su mandato, ilegales que todos sabíamos que existían, que estaban ahí, pero que él no tuvo el valor de reconocer porque ello equivalía a asumir el fracaso de su gestión en materia migratoria: no solamente con él se había iniciado el fenómeno, sino que él no había sido capaz de controlarlo una vez iniciado. Subía el PIB, pero en buena medida lo hacía porque subía también el número de consumidores adultos. Decir que en torno a un 40% de la subida del PIB se debía a la inyección de población adulta foránea equivalía a minimizar los resultados económicos de su político: a fin de cuentas, todo el truco residía en el ladrillazo y en la llegada de 600.000 inmigrantes al año.

Sin embargo, en los siete primeros meses de 2004 la inmigración experimentó cierta desaceleración y quizás hubiera seguido así (el efecto llamada generado por la reforma de la Ley de Inmigración impuesta por todos los partidos al PP cuando éste no tenia la mayoría absoluta en 1999, empezaba a disiparse) de no ser porque en agosto de ese año se anunció una “regularización masiva” de ilegales: a partir de ese momento empezaron a llegar masivamente pro todas las fronteras navales, terrestres y aéreas, inmigrantes procedentes de todo el mundo, alertados porque unos irresponsables (Caldera y su equipo) habían anunciado que les abrirían las puertas de Europa. Antes del anuncio de la regularización se preveía que llegarían en 2004 apenas 474.000 inmigrantes, casi 150.000 menos que en los dos años anteriores. Sin embargo, finalmente, lo harían 800.000…

Así pues, a principios de 2004, los extranjeros suponían un 7% del total de la población cifrada en 42.717.064 habitantes. Algunos demógrafos se atrevieron a decir que existía más inmigración de la que podía advertirse en manejando las cifras del padrón municipal. Joaquín Arango, catedrático de la Complutense y demógrafo, afirmó que seguramente superaba el 8%: "existe un número nada desdeñable de ciudadanos comunitarios, sobre todo en Canarias, Baleares, Málaga y Alicante, que pese a residir en España no se empadronan". De hecho, lo que decía Arango era cierto, pero había algo mucho más terrible: si los inmigrantes alemanes, holandeses e ingleses establecidos en las islas y en el Levante español no daban mucho que hablar era porque se trataba de jubilados que percibían pensiones altas y tenían un buen nivel de consumo. En realidad, el problema es que existían muchos inmigrantes que, no solamente eran ilegales, sino que preferían no dejar huellas de su presencia a fin de evitar posibles redadas. Pero había otro fenómeno igualmente inquietante: los nacimientos de hijos de inmigrantes.

El 1 de enero de 2000, Catalunya recibió la primera sorpresa del nuevo milenio: en las cuatro provincias catalanas, los primeros recién nacidos habían sido inmigrantes. En realidad, desde 1998 la inmigración ya estaba haciendo que se produjeran más nacimientos que muertes. En efecto, ese año, según el Instituto Nacional de Estadística, se inscribieron 364.427 bebés de padres españoles y 20.054 de padres extranjeros, que aseguraron un superávit de 6.477 dado que se habían producido 357.950 fallecimientos. El año siguiente el fenómeno fue todavía más evidente. Las autonomías en las que apenas había inmigración, registraron un descenso de población: Galicia, Castilla y León, Asturias, Aragón, País Vasco, Cantabria, Castilla-La Mancha, Extremadura y La Rioja.

La buena noticia era que el saldo poblacional volvía a ser positivo. La mala noticia es que ese salvo era positivo solamente gracias a la inmigración a la vista de que las españolas figuraban a la cola de la natalidad mundial con un promedio de 1,2 hijos por mujer. La última encuesta de fecundidad elaborada por el INE en 1999 incluso añadía un dato aún más patético: el 50’10% de las mujeres españolas de entre 19 y 49 años no tenían absolutamente ningún interés en tener hijos en ningún momento de su vida. Los motivos de esta negativa eran varios: paro femenino (entonces un 57% del total), precariedad de los salarios y de los empleos temporales, y el hecho de que a mayor nivel cultural las mujeres respondieran con una menor natalidad).

La misma encuesta añadía que si bien el 47% de las españolas ni tenían ni pensaban tener un hijo, en cambio el 42% de las mujeres andinas presentes en España tenían dos hijos y el 30% de las africanas llegaban a tres o más hijos…

La cuestión que se planteaba en la época era si la inmigración era la opción más adecuada para frenar el envejecimiento de la población española. Y las autoridades, todas ellas, coincidían en que sí. Eran los tiempos en los que se afirmaba con una seriedad pasmosa que en breve solamente se podrían pagar las pensiones de los abuelos gracias a los inmigrantes. A fin de cuentas estaba entrando población joven y se estaba incrementando el número de nacimientos, todo ello gracias a la inmigración. Por tanto, la respuesta a la pregunta inicial parecía clara: en efecto, la inmigración frenaría el envejecimiento de la población española. Ahora bien, si se examinaba todo esto más de cerca se percibía que en, en realidad, lo que ocurría es que se estaba sustituyendo a la población española por población inmigrante. Lo más probable es que hubiera bastado con una campaña demográfica o con crear estímulos fiscales a la natalidad para que la natalidad hubiera reflotado sin necesidad de recurrir a la sustitución de población. Porque, en efecto, cuando se altera el sustrato étnico y cultural de una nación, es inútil pensar que no va a generar efectos secundarios. Y el primero de todos es que los inmigrantes ni se integran en nuestra forma de vida, sino que siguen haciendo rancho aparte y que cuando en un país como España existe casi un millón de marroquíes concentrados en determinadas zonas, pueden vivir sin necesidad de integrarse: ellos mismos forman su círculo de afinidad. En zonas como Miami en las que hace treinta años los latinos empezaron a crecer, tras una fase de equilibrio, la población hispana sustituyó casi por completo a la anglófona.

Por otra parte, pensar que la llegada masiva de población joven inmigrante contribuiría a rejuvenecer a la población, era percibir solamente una parte del problema e ignorar que esa población también envejecería y lo haría antes en la medida en que llegaba a España con entre 20 y 35 años, en tres décadas o algo más, estos inmigrantes se jubilarían a su vez y, por otra parte, como veremos, determinadas encuestas indican que una vez establecidos en un país y mejorado su nivel cultural y de vida, los inmigrantes tienden también a reducir su tasa de natalidad. Con lo que, finalmente, la llegada de inmigrantes, a medio plazo no resuelve ni remotamente el problema del rejuvenecimiento de la población que es, para colmo, un falso problema: en efecto, Europa es un continente superpoblado, en donde una disminución de la población no sería un drama ni siquiera en lo relativo a las pensiones (bastaría con recaudar más de otras partidas, o apenas administrar mejor los fondos de la Seguridad Social para poder abonarlas, solución mucho más sencilla que la inyección artificial de millones de inmigrantes llegados de otras culturas).

En el año 2001 las Naciones Unidas emitieron un documento en el que se trasladaba su “ideología” en relación a los movimientos migratorios. El documento en cuestión se titulaba Migraciones de reemplazo: ¿una solución ante la disminución y el envejecimiento de las poblaciones? En este estudio, se sostenía con toda seriedad que la Unión Europea precisaría 47,5 millones de inmigrantes en la primera mitad del siglo XXI para conservar su tamaño actual, 79,4 millones para estabilizar el volumen actual de población en edad de trabajar y 674 millones para mantener constante la relación entre población activa y población jubilada… El estudio recibió muchas críticas especialmente por la metodología utilizada y por el hecho de que se basara en la suposición absurda de un crecimiento económico ilimitado. La “ideología” de la ONU (gestada en las esferas de la UNESCO) implica reconocer que los movimientos migratorios que se daban a principios del milenio no eran suficientes para resolver la pérdida de demografía en Europa. Hacía falta, no un poco más, sino mucha más inmigración.

Tras leer el informe uno duda de si el informe propone resolver los problemas económico-sociales de Europa o más bien construir una sociedad mestiza y multicultural, exigencia que en ningún momento aparece con claridad en el informe pero que sobrevuela cada una de sus páginas: el informe no fue más que la traslación del principio de “un único gobierno mundial, una única religión mundial, una única cultura mundial… y una única raza mestiza” que constituye el leit motiv de la “ideología” de UNESCO y que está presente desde la fundación de la organización internacional. A pesar de su nulo interés científico, de su metodología deficiente y de sus apriorismos ingenuos e ignorantes, dicho informe fue el documento utilizado por el lobby pro-inmigracionista para justificar sus políticas de apertura a la inmigración. Zapatero creyó en él a pie juntillas, y Aznar aun sin creer en él adoptó ciegamente la política que auspiciaba, seguramente porque su amigo Bush se lo habría aconsejado…

Realidades, proyecciones y ficciones demográficas

A lo largo de todo el siglo XX la esperanza de vida de la población española se duplicó pasando de 34,8 años en 1900 a 78,8 en 1999 y ascendiendo hasta 80,9 años en 2007. Realmente, no es que los españoles vivamos el doble… sino que las mejoras en la sanidad y en la higiene hace que cada vez mueran menos niños, con lo que la edad media tiende a aumentar. Sin embargo, la fecundidad femenina ha ido descendiendo a lo largo de todo ese tiempo: de los 2,8 hijos por mujer en 1975 se ha pasado a 1,15 en 1998 y a 1,46 diez años después, por debajo de la media europea. Si se realizan proyecciones para los próximos cuarenta años resulta una pirámide de población en la que abundan las edades por encima de los 55 años, lo que implica que la población activa laboralmente es inferior a la población ya jubilada. Tal es el escenario que nos aguarda en las próximas décadas y que parece dar la razón a los que concluyen que el sistema de seguridad social es inviable. Sin embargo, la supervivencia del sistema de pensiones no depende solamente de la pirámide de población, sino de otros muchos factores: cuantía de las poblaciones, rigor en la administración de los fondos, la solidaridad intergeneracional y la consideración de que el dinero de las pensiones proceda solamente de los fondos de la seguridad social o bien esté abierto a otras aportaciones llegadas vía impositiva. 

Entre 2000 y 2009, según las cifras oficiales, la presencia de población inmigrante en España pasó de 2.3% al 12%, pasando la población española de 40,5 millones a 46,7 millones. Si tenemos en cuenta que la inmensa mayoría del crecimiento demográfico español desde 1999 se debe a la inmigración y que, tal como hemos establecido antes, la población española hubiera perdido volumen de no ser por la inmigración, hay que concluir que ya en 2009, la presencia de inmigrantes en nuestro país estaba por encima de los seis millones de personas. El INE sostenía que el 89% del crecimiento de la población española se debió al saldo migratorio y sólo el 11% al crecimiento natural (nacimientos menos defunciones).

Un dato importante es que la edad media de los inmigrantes que llegaron entre 2002 y 2007 era de 29 años con una concentración entre los 25 y los 39 años, en el momento en que excluimos a los jubilados procedentes de la UE de la cifra de inmigrantes. Así pues, es evidente que, a corto plazo –y recalcamos lo de “a corto plazo”- la inmigración tiene un factor de “rejuvenecimiento” –ignorando todos los problemas que genera, claro- y para demostrarlo entre 2002 y 2008 la edad media de la población residente en España descendió de 41 a 40 años. Pero, la demografía es algo móvil: los inmigrantes también envejecen. Dicho de otra manera: la presencia de inmigrantes solamente mitiga por un breve espacio de tiempo el problema del envejecimiento de la población. ¿Y luego? Luego al problema de la integración de los inmigrantes se suma el problema de su envejecimiento, con lo que para ese viaje no deberían de hacer falta alforjas.

Según las simulaciones que realizó EUROSTAT indicarían que de no existir inmigración, España perdería en el 2060 el 20% de la población que tenía en 2008. Pero si las entradas de inmigrantes fueran del orden de 225.000 anuales, la población aumentaría un 15% respecto a 2008. Lamentablemente no existe una tercera simulación, acaso la más interesante y la menos arriesgada: ¿qué ocurriría si algún gobierno realizara una campaña de estímulo de la demografía y beneficiara fiscalmente a familias para que tuvieran hijos? No es raro que cualquiera de las dos variantes contempladas por Eurostat dé unos resultados negativos o muy negativos: en la primera (la hipótesis de inmigración igual a cero), en 2060, por cada 74 personas jubiladas habría 100 trabajando (suponiendo que hubiera trabajo, presunción, hoy por hoy, excesivamente optimista…). Pero si cada año entraran hasta el 2060, 225.000 inmigrantes año (lo que equivaldría a 11.700.000 inmigrantes, lo que supondría, no un 15% de la población española en 2008, sino en torno al 25%, sin contar con que la tasa demográfica de la inmigración podría hacer que esa cifra se elevara hasta como mínimo por encima del 30%... lo que supondría, es decir, un tercio de la población total…) por cada 60 jubilados habría 100 trabajando, lo que tampoco es ninguna ganga y ni siquiera resolvería el problema. Es más, contribuiría a agravarlo –desde el punto de vista desde el que se ha hecho el estudio- porque aumentaría la masa inerte de población inmigrante, población no productiva (mujeres que no trabajan, niños que no tienen edad de trabajar e inmigrantes que a la vista de su escasa preparación profesional carecen de trabajo estable), aumentaría extraordinariamente.

Pero hay algo peor: dado que los inmigrantes que llegan están concentrados en las franjas de edad de entre 20 y 50 años (dos tercios de los inmigrantes tienen esas edades), cuando algunos de estos lleguen a la edad de jubilación, coincidirán parcialmente con la edad de jubilación de los hijos del “baby boom” que en la actualidad tienen entre 35 y 55 años. Lo que empezará a ocurrir a partir del 2020. Para el 2040, los inmigrantes que hoy están en activo –que en un 81% ya han expresado su intención de permanecer en España- se habrán casi completamente jubilado. A partir de ese momento existirá una asimetría creciente y todavía más grave entre las personas en activo y las personas jubiladas, bastante más espectacular que en la hipótesis de que no hubieran entrado inmigrantes a partir de 2008.

Luego está la perspectiva demográfica de la inmigración. Desde la década de los 80, la población española ha estado por debajo del nivel de reemplazo generacional (2,1 hijos por mujer fértil). Esto implica un proceso de envejecimiento progresivo que puede ser extremo o moderado. Durante el período 1993-2002, cuando se inició el fenómeno migratorio, la natalidad española estaba en torno a 1,2 pero en el segundo período, cuando se produjeron reagrupaciones familiares en masa y se dejó sentir el peso de la demografía inmigrante, se elevó hasta el 1,3 entre 2004 y 2007 y 1,46 en 2008. Esta cifra, todavía estaba lejos de la tasa de reposición, y, por tanto, generaba más problemas de los que resolvía (problemas sociales, aparición de guetos, aumento de la delincuencia, pérdida de señas de identidad, etc).

Las mujeres inmigrantes tienen más hijos y los tienen antes: mientras que las españolas suelen tener el primer hijo como promedio a los 30,3 años, las extranjeras los tienen a los 26,9 años, sin olvidar que tienen un promedio de fecundidad mucho más elevado (1,92 hijos por mujer, mientras que las españolas están por debajo del 1,2). Pero habría que precisar más: las mujeres africanas tienen 3,5 hijos por mujer, por encima del umbral de reemplazo, mientras que las asiáticas se sitúan e torno al 2,43 y las latinas hacia el 1,43. ¿Conclusión? Cuanto más alejada está la identidad inmigrante de la española, su tasa de natalidad es mayor y aunque con el paso del tiempo vaya disminuyendo, es difícil que esta diferencia desaparezca.

Pero hasta 2008 se puso de manifiesto que la contribución de la inmigración al aumento de nacimientos iba en aumento. En 1996, solamente el 3,3% de los nacimientos eran de madre extranjera, pero en 2008 la cifra se había elevado al 20,7% y al año siguiente llegarían al 24%. Es decir, uno de cada cuatro nacimientos era hijo de inmigrantes (y al cabo de un año de vida, si había permanecido en España, recibiría la nacionalidad española). Si tenemos en cuenta que la población inmigrante es inferior a ese porcentaje (17% del total), su contribución a la natalidad es muy superior. ¿Cómo puede explicarse eso? Por dos vertientes: en primer lugar porque en sus países de origen, la inmigración tiene unas tasas de natalidad similar a las que tiene en España y, en segundo lugar por que el 69% de las mujeres inmigrantes tienen entre 15 y 49 años, es decir, son más jóvenes que las españolas y, por tanto, más fértiles, mientras que apenas el 48% de las españolas tienen esa edad.

Todos estos datos demográficos indican que en 2008 la inmigración ya tenía una importancia creciente, pero que no iba a resolver ni remotamente el que se consideraba el principal problema de cara a la viabilidad del sistema de pensiones. Ya hemos indicado que existían otras soluciones y que la inmigración, por no ser, ni siquiera era la solución más fácil, ni la más viable, ni la más sostenible. O dicho de otra manera, no era solución. Lo que era, en definitiva, era un parche técnico que tendía a reemplazar a la población española por población inmigrante y a desfigurar la identidad étnica y cultural de nuestro país, lo que no podía en ningún caso considerarse un avance: allí donde han existido sociedades “mestizas”, éstas se han mostrado extraordinariamente inestables. Para ese viaje no hacían falta alforjas.

La última evolución del fenómeno 2008-2012

A partir de 2008, a medida que la crisis económica se fue afianzando, distintos medios de prensa, convirtiéndose en voceros del gobierno de turno, fueron difundiendo la idea de que “la inmigración estaba disminuyendo”. La noticia, como veremos era falsa y las cifras indicaban justamente lo contrario, a saber, que incluso en tiempos de crisis, cuando en todo el mundo se sabía que España era uno de los países más afectados, seguían llegando inmigrantes, atraídos no tanto por nuestro mercado laboral, como por nuestros servicios sociales y asistenciales y entendiendo que nuestro país seguía siendo el eslabón más débil para acceder a los hipotéticos mercados de consumo europeos.

El 1º de enero del 2012 se produjo un nuevo hecho significativo: el 75% de los primeros nacidos ese día en todas las comunidades autónomas era hijo de inmigrantes. Repetimos: el 75%, es decir, 3 de cada 4… En algunas comunidades como Madrid y Cataluña, el 20% de la población total procedía de la inmigración (sin contar a los hijos de la inmigración nacidos en España y ya considerados como españoles al cumplir un año). El 1º de enero de 2012, a las 00:00 horas nacía en Ceuta, Fátima Sora, hija de musulmanes y, desempleados ambos. En Cataluña, el primer bebé del año fue un ecuatoriano. Y en Gerona se trató de un gambiano cuyos padres son de religión musulmana. Musulmán de padres fue también el primer bebé del año en Lérida. Lo mismo ocurrió en Murcia, siendo el segundo un hijo de bolivianos. En Lorca se trató de un bebé de padres ecuatorianos. Y en el País Vasco, no se trató de ningún Aitor, Andoni, o Edurnes, sino de un chino originario de Fujian. Sobre los nacimientos el 1º de enero se disponen de abundantes datos que tradicionalmente son aireados por la prensa…. Pero sobre el resto del año debemos conformarnos con las estadísticas que nos ofrece el INE al año siguiente. Lo que indican va en la misma dirección.

Durante el año 2011 fueron regularizados 268.322 inmigrantes a los que hay que sumar los que nacieron en nuestro país y los que fueron llegando ilegalmente. Sobre estos últimos hay datos contradictorios, pero sobre los regularizados, la cifra es de algo más de setecientos diarios. No es raro que las cifras de extranjeros residentes en España hayan experimentado un aumento. El 1 de enero de 2011, según el INE, la población española era de 47.190.493 personas, un 0’4% más que en 2010. El aumento se debe, por supuesto, a la llegada de más inmigrantes, especialmente porque a lo largo del año un número significativo de españoles, la mayoría jóvenes con alta cualificación técnica y profesional, huyeron de la crisis emprendiendo el camino del exilio económico. En otras palabras: el número de ciudadanos españoles que se iban de España aumentaba, pero al mismo tiempo la población también aumentaba un 0’4%, por lo que hay que pensar necesariamente que ese aumento se debe solamente a la inmigración (¿a qué otro factor podría deberse?). No hay que olvidar el número de concesiones de la nacionalidad española que ha ido en aumento desde 2003 y que a partir de 2010 se ha convertido en extremadamente significativo: ese año se concedieron 123.721 nacionalidades españolas a inmigrantes y solamente entre enero y septiembre de 2011 se concedieron otras 82.301 por lo que hay que pensar que se superó ampliamente la cifra del año anterior.

La llegada del Partido Popular al poder, contrariamente a lo que algunos habrían podido suponer, no ha variado en absoluto la situación. En ningún lugar del programa del Partido Popular se habla de repatriar a los inmigrantes, ni siquiera está presente una intención de resolver el problema, tan solo se dice que “se cumpla la ley de extranjería”… lamentablemente, el problema (y no la solución) es la Ley de Extranjería y sus sucesivas reformas cada vez más erráticas. Para colmo, cuando Aznar recogió en Quito su doctorado “honoris causa” en octubre de 2011, resumió la percepción que tiene el PP del problema de la inmigración. Vale la pena citar las palabras de Aznar: “Nosotros lo que hemos dicho siempre, y lo he promovido, es que la historia de la prosperidad de España no se puede escribir sin los inmigrantes, y en particular sin la aportación de los migrantes ecuatorianos. Téngase en cuenta que cuando llego al gobierno, en el 96, hay aproximadamente 300 mil inmigrantes en España, y cuando yo salgo del gobierno hay más de 3 millones. Es decir, la explosión de la inmigración en España se produce en esos años. La prosperidad de España no se puede construir sin la migración”. El mensaje del PP estaba más que claro ¿cómo iba Aznar a renunciar a la inmigración de la que él mismo fue el iniciador y desencadenante y que ocupó un lugar esencial en el desarrollo de su modelo económico, ese que fue capaz de dar una sensación de crecimiento económico ficticio durante poco menos de una década?

Fue inevitable, de todas formas que los inmigrantes se resintieran en parte del estallido de la crisis económica. No regresaban pero si se veían obligados a adoptar medidas de austeridad. Los nuevos nacimientos disminuyeron aunque no de manera muy significativa. Los nacimientos de madres extranjeras disminuyeron en 2011 siendo 43.942 (el 19,1%) cuando el año anterior habían sido de 47.084 (el 20,2%). En 2011, las mujeres españoles seguían tenido 1,33 hijos (entre ellas ya había en torno a 400.000 antiguas inmigrantes que habían recibido la nacionalidad), un 0’10 más que diez años antes, mientras que las mujeres extranjeras tenían 1,61 hijos (1,64 en 2010).

En 2011 se publicaron los resultados del padrón municipal que indicaban que la población solamente había crecido en 22.000 personas, indicándose así mismo que el número de extranjeros habría descendido un 0’7%... Estas cifras hay que ponerlas bajo caución. En efecto,  si la cifra total había caído ligeramente es porque algo más de 100.000 inmigrantes han desaparecido de las listas de inmigración y han reaparecido como “nacionales”. A esto se suman los españoles que se han ido a trabajar al extranjero, 114.000 a lo largo de 2011, una cifra récord. Así pues, la suma de los nacionalizados y de los que se van alcanza las 214.000 personas, y la distancia entre los que se van y los que quedan en España (47.212.990 personas, 22.497 más que un año antes) es de 236.497 personas… Estos son los “nuevos españoles”, tratándose en su inmensa mayoría de inmigrantes que han ido entrando a lo largo de ese año. ¿Se ha ido alguno? Sí, claro que alguno se ha ido; es más, pero la mayoría de los que se han ido lo han hecho sin darse de baja del padrón municipal, para poder volver de nuevo en cuanto encuentren trabajo o lo deseen. Por otra parte, muy pocos se han dado de baja voluntariamente en el padrón municipal… simplemente no han renovado (por desidia, desinterés o desorden personal) su inscripción en el padrón.

En 2007, el primer año de la crisis, llegaron a España 749.208 inmigrantes. Desde entonces las cifras han ido disminuyendo, pero es completamente falso lo que se publicó a principios de 2011 sobre que casi medio millón de inmigrantes habían abandonado España ese año. Si el saldo migratorio es negativo es sobre todo y muy especialmente por la concesión de la nacionalidad española, y la prueba es que mientras estuvo en vigor, la llamada “operación retorno” apenas consiguió que menos de 10.000 inmigrantes se acogieran a ella. Dicha operación subsidiaba el retorno a cambio de no regresar durante tres años… algo que no interesaba a la mayoría de inmigrantes.

No solamente siguen regularizándose inmigrantes por la discutible vía de la “regularización por arraigo”, sino también por la “regularización familiar” (los inmigrantes ilegales que tengan hijos nacidos en España reciben el permiso de residencia), al tiempo que siguen llegando tanto ilegalmente como a través de la  “reagrupación familiar”… Las cifras no aumentan más rápidamente porque quedan compensadas sólo en parte, por la concesión de nacionalizaciones que disminuye entre 100 y 125.000 personas la cifra de inmigración anual.

Ahora bien, si reconocemos –y es fácil hacerlo a través de la interpretación de las cifras- que la inmigración no se va en proporción significativa, sino que sigue aumentando y quienes se van son nuestros muchachos mejor preparados, la pregunta siguiente es ¿por qué no se van si el mercado de trabajo está hundido y sin posibilidades de recuperación a corto ni medio plazo? La respuesta la dan las cifras de remesas: no disminuyen, aumentan. ¿Para qué van a volver a sus países de origen si aquí tienen sus servicios sociales básicos (sanidad y educación) cubiertos por el Estado sea cual sea su situación laboral y si para colmo, entre alguna subvención, la alimentación cubierta por Caritas o por cualquier organismo asistencial, y el trabajo negro, viven mejor aquí que en cualquier otro lugar incluido su país de origen? Sin olvidar, claro está, que en muchos de estos países, a esa misma inmigración se la trata a patadas, mientras que aquí son considerados como objeto de atención preferencial por parte de ONGs y del lobby inmigracionista.

© Ernesto Milá – infokrisis – ernesto.mila.rodir@gmail.com

 

 

Inmigración 2012 en las aulas

Inmigración 2012 en las aulas

Infokrisis.- El primer balance que puede realizarse y lo que vamos a intentar hacer en las páginas que siguen es demostrar que la inmigración ha sido uno de los factores que han contribuido a aumentar la crisis de la enseñanza, no el único pero sí el factor exógeno que más impacto ha tenido. Nadie puede pensar que la inyección de un porcentaje altísimo de nuevos alumnos, muchos de los cuales ni siquiera dominan el  castellano y llegados de horizontes muy distintos que atribuyen distinto interés a la educación, puede realizarse sin pagar un alto coste.

Nadie había previsto en 1996 la llegada masiva de inmigrantes en el país y la forma en la que repercutiría en todos los servicios (sanidad, consumo de energía, accidentes laborales y de tránsito, prisiones, delincuencia y, por supuesto, educación). Además de la irresponsabilidad que supuso el establecer un modelo económico en el que la inmigración fuera uno de los cuatro pilares (siendo el resto el ladrillo, los salarios bajos y el acceso fácil al crédito), hay que añadir la absoluta imprevisión de cómo ese flujo podía alterar a la sociedad española. Quienes orientaron el flujo de inmigrantes, ni siquiera se preocuparon sobre cómo podía afectar a la marcha de la sociedad. Seguramente porque ni siquiera les importaba nada que estuviera más allá de las “cifras macroeconómicas”…

Esta es la crónica de cómo se destruyó un poco más al sistema educativo.

Dificultades de rendimiento académico

Los sociólogos han intentado establecer porqué los inmigrantes tienen un rendimiento escolar más bajo que los autóctonos, pero las conclusiones a las que han llegado no resuelven lo esencial del problema: si tienen un rendimiento más bajo, ¿qué puede hacerse para que lo igualen al resto de alumnos?

En 2011, la American Sociological Association realizó un estudio en más de 13 países occidentales sobre una muestra de 7.000 adolescentes inmigrantes, procedentes de 35 países distintos. Se trataba de establecer si los jóvenes inmigrantes se ven afectados en sus estudios por las influencias que sobre ellos ejercen los países de origen. La respuesta es que sí, existen esas influencias y actúan negativamente en el rendimiento académico de los escolares inmigrantes. Los hijos de inmigrantes procedentes de países políticamente inestables tienen un rendimiento académico más bajo que el de otros niños inmigrantes. Pero, en general, tanto este informe como el de PISA, reconoce que el gran peligro es que los colegios que tienen un alto porcentaje de inmigrantes cada vez ven como este número aumenta hasta convertirse en pocos cursos en colegios a los que solamente acuden inmigrantes.

El nivel de abandono escolar es bastante más alto y su porcentaje de ingreso en la universidad mucho más bajo. ¿Las soluciones? Estos estudios no aportan soluciones viables que no impliquen medidas autoritarias contrarias al derecho a la libre elección del centro de estudios, o bien inyección de fondos con dudosos resultados o ­­más bien con resultados voluntaristas como lo que implica “integrar la creciente diversidad de lenguas maternas y perspectivas culturales y desarrollar habilidades interculturales; cómo adaptar las capacidades de enseñanza o cómo estrechar los lazos con las familias y las comunidades inmigrantes”.

Pero hay algo todavía más increíble y muy difícil de interpretar: los alumnos de origen inmigrante de segunda generación obtienen peores resultados escolares que los de primera generación, cuando en principio debería de ser todo lo contrario, a medida que una comunidad inmigrante y todos sus miembros aumentan la permanencia en el país debería de producirse un fenómeno de integración progresivo.

Sin embargo, ocurre todo lo contrario: los inmigrantes de primera generación vienen a trabajar y se integran a través del trabajo, pero sus hijos, en cambio, quieren vivir como sus compañeros de clase autóctonos. Lamentablemente para ellos el trabajo realizado por inmigrantes es casi siempre por franjas salariales más bajas que los autóctonos e incluso antes del estallido de la crisis económica era un trabajo habitualmente precario y temporal por lo que la igualdad salarial con los autóctonos era imposible.

Es evidente, tal como señalaba el estudio, que “se aprecian indicios claros de una intensificación de la tendencia a la segregación en función de la situación socioeconómica, dado que los padres que gozan de una buena situación social tienden a retirar a sus hijos de los colegios con muchos alumnos inmigrantes”… claro que para ese viaje no hacían falta alforjas. Dicho de otra manera: el problema no tiene remedio porque la ventaja que aporta la inmigración y en la que reside su atractivo para la economía es precisamente porque tira a la baja de los salarios y acepta vender su fuerza de trabajo más barata que la autóctona. Ese es el único factor por el que se han orientado riadas migratorias hacia Europa: para bajar el valor de la fuerza de trabajo, para nada más.

Qquienes planificaron los procesos migratorios eran perfectamente conscientes de que a la inmigración le esperaba ocupar el escalón socio-económico más bajo y si lo hicieron fue conscientemente para que, aumentando el flujo económico (el PIB) disminuyera la renta per cápita, aumentando paralelamente los beneficios de determinadas patronales (construcción y hostelería, especialmente).

En España el nivel de fracaso escolar entre la inmigración es alto. Mucho más alto que entre los alumnos autóctonos cuyo fracaso es superior a la media de la Unión Europea. En un informe publicado el 31 de enero de 2012 por la Comisaría Europea de Educación sobre las estadísticas de fracaso escolar en la UE muestran que cada año más de seis millones de jóvenes abandonan los estudios en la UE sin concluir la ESO, lo que a su vez comporta un gran obstáculo para el normal desarrollo económico y social. El informe explicaba que la situación se agrava en el caso de los jóvenes de origen extranjero, ya que hay una mayor concentración de fracaso escolar entre los inmigrantes, con unas tasas que doblan las de los nativos.

El 26% de los inmigrantes de los países de la UE de entre 18 y 24 años abandonan el sistema escolar sólo con el título de Primaria o habiendo cursado parte de la Secundaria, mientras que ese porcentaje se reduce al 13% entre los autóctonos, pero en España las cifras son muchísimo más altas: un 45% de los inmigrantes no concluyen sus estudios cuando el fracaso escolar es del 30% entre los alumnos autóctonos (teniendo solamente por delante a Malta y Portugal). El mayor porcentaje de abandono de los estudios a edades tempranas es en general mayor entre los inmigrantes que entre los nativos en prácticamente toda la UE. Todo esto se atribuye a las condiciones socioeconómicas familiares y las de adaptación entre los jóvenes extranjeros de entre 10 y 15 años. A nadie se le escapa el coste económico que supone para España el fracaso escolar: alumnos que reciben servicios gratuitos pero que no los aprovechan. El responsable de educación de la Unión Europea, Androulla Vassiliou definió este coste como “inasumible”.

Las explicaciones al fracaso escolar parecen no reconocer los factores culturales y se centran solamente sobre los económicos. No reconocen que los magrebíes, por ejemplo, apenas otorgan importancia a la educación, apenas ven rentable e interesante cualquier otra cosa que no sea el que sus hijos empiecen a trabajar inmediatamente y no atribuyen –dada su cultura fatalista- importancia a la formación. Y ante este factor no hay absolutamente nada que hacer: es como un muro ante el cual cualquier presupuesto, toda inyección de fondos, cualquier medida de discriminación positiva, son completamente inútiles e ineficaces. Véase por ejemplo la medida con que el Ayuntamiento de Barcelona intenta beneficiar a la inmigración.

A partir de 2012, Barcelona reserva en cada centro plazas escolares para hijos de inmigrantes. Los padres  de alumnos que inscriban a sus hijos a partir del curso 2012-2013 podrán elegir entre doce centros (el doble que desde 2007), seis públicos y seis concertados. Además, el proceso de preinscripción es la reserva de plazas para alumnos inmigrantes tanto en escuelas públicas como concertadas. En cada clase deberán hacer dos plazas para alumnos con “necesidades educativas especiales”, es decir, para inmigrantes. Con ello se pretendía evitar las llamadas “escuelas gueto”, mayoritariamente públicas, donde el porcentaje de inmigrantes llega hasta el 95%. No se trata de un “regalo”, sino de una imposición. Si se considera, por ejemplo, que un alumno tiene una “condición social desfavorable” al desconocer el catalán y el castellano, podrá obligarse a los padres a que lo matriculen en otro centro donde existan plazas de reserva. Con ello se pretende ir equilibrando la distribución de estudiantes inmigrantes… Lo que ocurrirá previsiblemente, es que en aquellos centros en  donde hasta ahora la enseñanza no se veía ralentizada por la presencia de alumnos inmigrantes, a partir de ahora, empiecen a tener problemas por la inclusión de este alumnado. Una vez más el “mal de todos” se convertirá en el “consuelo de tontos”…

Pero como el que no se conforma es por que no quiere, fuentes de la Generalitat de Catalunya indicaron el 11 de octubre de 2011 que "El 75% de los niños inmigrantes de colegios públicos son culés"… así que ¿para qué preocuparse? 

El curso 2011-2012

Al iniciarse el curso (con unas elecciones a la vuelta de la esquina y ante las que no era cuestión generar alarma social) se publicó lo que aparentemente era una noticia tranquilizadora: “El alumnado de origen inmigrante desciende”, un 6% en la Comunitat Valenciana (Levanta 02.11.11). Otros medios regionales difundieron la noticia en primera página. No era verdad. El descenso era tan leve que podía deberse no tanto a, como se sugería, que los inmigrantes estaban retornando, como al hecho de que miles de ellos habían dejado de ser inmigrantes para recibir la nacionalidad española. Por otra parte, la cuestión era: ¿cuántos de los alumnos considerados como “españoles” desde el punto de vista administrativo eran hijos de inmigrantes y por tanto, desde el punto de vista cultural tenían poco o nada que ver con la cultura, el Estado y la Nación españolas? De hecho, según el “ius solis” que en parte está vigente en la legislación española, basta con que un hijo de inmigrantes nazca en nuestro territorio para que al cabo de un año reciba la nacionalidad española… En Valencia, con un Partido Popular en el poder y un área de inmigración hasta hacía poco en manos del conseller Rafael Blasco, multiculturalista convencido y mundialista ferviente, la noticia debía divulgarse en su aspecto “tranquilizador”, a pesar que se tratara de una mentira estadística. En otras comunidades –como en La Rioja- nuevamente se volvió a asistir a un aumento de la presencia de alumnos inmigrantes en ese curso: un 3,5%. ¿Qué ocurría a nivel nacional? ¿cuál era la tendencia a principios del curso 2011-2012 cuando se preveía una inflexión de la situación política y el zapaterismo era evidente que iba a ser sustituido por el neoliberalismo del PP?

En el curso 2000-2001 apenas estaban matriculados 141.916 niños hijos de inmigrantes en las escuelas españolas. La mayoría de ellos habían llegado en la primera oleada de inmigración que se dio entre 1997 y 2000, durante la primera legislatura de José María Aznar. Parecían pocos, pero eran muchos si tenemos en cuenta que en aquel momento el número de inmigrantes presentes en el país estaba en torno al millón y que se tenía la sensación de que los inmigrantes que iban llegando eran sobre todo varones jóvenes en edad de trabajar. No era así: estaba llegando mano de obra poco cualificada e inmediatamente, una vez asentados, traían a sus familias. Pero eso se ocultada a la población porque, en la óptica de la época, generaba “alarma social”.

Si bien el año 2005 fue el que registró más llegadas de inmigrantes (fue el año de la “regularización masiva de febrero-mayo que regularizó a 600.000 ilegales y generó la entrada de 800.000 nuevos ilegales más desde que se anunció la medida en agosto de 2004 hasta que concluyó el año 2005) es significativo que el mayor aumento del número de inmigrantes en las aulas se produjera en el año 2001-2002: exactamente, 100.039 alumnos más. Esto da la razón a los que pensamos que el problema de la inmigración, contrariamente a la opinión latente en la sociedad española, no se inició durante el período de José Luis Rodríguez Zapatero, sino en el de José María Aznar. La única diferencia entre ambos era que Aznar defendía el flujo masivo de inmigrantes como forma para aumentar artificialmente el PIB y abaratar el precio de la mano de obra en la construcción, mientras que Zapatero era un partidario convencido de la multiculturalidad, el mestizaje y la ingeniería social.

Pues bien, desde el curso 2000-2001 hasta el curso 2010-11 la presencia de alumnos inmigrantes no ha dejado de crecer  de 141.916 hasta los 770.384, tal como puede verse en el siguiente cuadro procedente del documento Datos y Cifras. Curso escolar 2011-2012, publicado por el Ministerio de Educación:

 

En cuanto al aumento del número de inmigrantes por niveles de enseñanza, el mismo documento aporta este cuadro:

 

En este cuadro puede percibirse que el número de alumnos en Enseñanza Infantil (pre-escolar) aumentaron casi seis veces, mientras que los alumnos inmigrantes en Educación Primeria aumentaron casi cinco veces y los de bachillerado seis veces. El mayor aumento, sin embargo, se dio entre los alumnos de Formación Profesional: aumentó doce veces en apenas diez años…

Hasta el momento no se han publicado las cifras totales correspondientes al curso 2011-2012, si bien se disponen de cifras parciales publicadas por el Gobierno de la Comunidad Valenciana. Según este estudio, en la totalidad del Estado existen un 12,4% de alumnos procedentes de la inmigración. La cifra, en principio, no parece alarmante si tenemos en cuenta que existe un 15% de inmigración en la totalidad del país. Ahora bien… esta cifra es manifiestamente falta porque registra únicamente a niños y niñas matriculados en nuestras escuelas, de nacionalidad extranjera… ¡pero no a los hijos de inmigrantes que han nacido en España y que han recibido la nacionalidad en su primer cumpleaños constando administrativamente como “españoles”! Una vez más, la mentira estadística tiene como objeto minimizar el impacto de la inmigración.

Estadísticas como esta son las que permiten explicar que la inmigración está reduciéndose y que los inmigrantes están regresando a su país, algo completamente falso, torpe y mendaz. El estudio sostiene que en la Comunitat Valenciana, en el curso 2011-2012 el número de inmigrantes en las aulas se ha reducido un 5,8%, pero elude decir la nacionalidad de los padres (lo que permitiría ver el número real de hijos aportados por las familias inmigrantes, dato mucho más claro e interesante y definitivo). Sin embargo, ni siquiera manejando estos datos las cifras de inmigración tienen a la baja. El caso de La Rioja, por ejemplo, es paradigmático. Esta comunidad es la que cuenta con una mayor presencia inmigrante en las aulas (el 16,5%), seguido por Baleares (un 15,6%), mientras que Madrid (con el 13,4%) y Cataluña (con el 13%) están por detrás, hasta llegar a Murcia (12%) y Valencia (11,1%). La estadística queda completamente desvalorizada cuando insiste en que en el curso 2010-2011 la presencia inmigrante se redujo un 0’75%: cuando la estadística oficial del Ministerio, aun sin tener en cuenta los hijos de inmigrantes nacidos en España a los que se les ha hecho el regalo de la nacionalidad española, indicaba que el número de alumnos inmigrantes había aumentado en neto en 8.000 plazas…

Ahora bien, ¿qué ocurre en La Rioja que sin ser la comunidad con mayor número de inmigrantes residentes en su territorio, si en cambio, tiene al mayor número de alumnos procedentes de la inmigración? Es simple: buena parte de esos alumnos son de origen pakistaní, sin embargo sus padres ya no están en La Rioja, se han ido a cualquier otro destino (incluido su propio país de origen) para trabajar (a la vista de que aquí en España no hay trabajo), pero dejando a sus mujeres y a sus hijos en España, viviendo de subvenciones y subsidios y beneficiándose de un sistema asistencial (pagado por los ciudadanos autóctonos pero abierto a cualquiera que pase incluso accidentalmente por nuestro territorio nacional) desconocido en su país de origen. Dicho de otra manera, los pakistaníes han entendido que si de lo que se trataba era de trabajar, España no era el país más adecuado para ello, pero sí lo era para mantener aquí a sus mujeres e hijos con un grado de comunidad ausente en su propio país. En síntesis: nos quedamos con la inmigración pasiva y parasitaria, mientras que la inmigración activa se va a su país de origen. Este retorno no se publica en las estadísticas, para que conste que el padre está en paro en España, no se indica que haya retornado y se así su estado laboral cuenta para hacerlo acreedor de subvenciones y subsidios públicos… cuando en realidad están trabajando en su país de origen.

En realidad, la inmigración ha sido un fenómeno que nunca, ni durante el período Aznar cuando se originó el problema, ni durante el período Zapatero cuando estalló con toda su brutalidad especialmente a partir de la “regularización masiva”, ni durante el período Rajoy, cuando la inmigración constituye una de las principales causas del déficit del Estado, en ninguno de estos períodos ha estado bajo control, siempre ha estado desbocado y nunca ningún gobierno ha manifestado la más mínima intención en regularlo y disciplinarlo, sino todo lo contrario. Véase por ejemplo esta medida adoptada por Zapatero en su último período, cuando ya el déficit público era insoportable…

En el reglamento que desarrollaba la Ley de Extranjería, aprobado en 2010, se contemplaba el dar papeles a los inmigrantes cuyos hijos han nacido en España. Este requisito formaba parte de una nueva figura creada por el zapaterismo y denominada “arraigo familiar” mediante la cual se regularizará la situación de los padres de los menores con nacionalidad española, "siempre que el niño esté a cargo del progenitor/a y conviva con quien solicite la autorización". Así mismo, el mismo reglamento “regularizaba” inmediatamente a las mujeres en situación de inmigración ilegal que hubieran sido víctimas de malos tratos… A nadie se le escapaba que esto era un coladero más urdido para regularizar al mayor número de inmigrantes (féminas) en el menor tiempo posible y, a partir de ese momento, se abría la veda para que cualquier mujer inmigrantes en situación de ilegalidad que quisiera ser regularizada inmediatamente presentando simplemente una denuncia por malos tratos… Luego, con no acudir al juicio, el supuesto maltratador sería absuelto pero la regularización ya no daría marcha atrás.

La cuestión más sorprendente es: ¿cómo es posible que un hijo “español” sirva para regularizar la situación de padres inmigrantes en situación de ilegalidad? Sencillo: porque al cabo de un año del nacimiento de ese hijo, administrativamente ya es considerado como español. Es como una pescadilla que se muerde la cola: inicialmente, la legislación zapateriana atribuye una discutible nacionalidad española en función de un “ius solis” y a despecho del “ius sanguinis”, y en una segunda etapa, dado que el hijo “es español” los padres deben serlo también… y por eso se cesa en su situación de ilegalidad y se les regulariza inmediatamente a pesar de que su perspectiva de futuro sea simplemente vivir de la caridad pública y del trabajo negro ante la imposibilidad de encontrar trabajo en un mercado laboral que permanecerá quebrado por tiempo indefinido.

La martingala para regularizar a ilegales dio con este reglamento una nueva vuelta de tuerca tan increíble y jurídicamente discutible como la que el zapaterismo había introducido en la reforma de la ley de inmigración con la figura de la “regularización por arraigo” en el que la vulneración de la ley de inmigración (que prescribía que la forma normal de acceder al permiso de trabajo y residencia en España era solicitarlo en el consulado español más próximo al lugar de origen) y el fraude (el entrar en España con visado turístico cuando en realidad se entraba con la intención de quedarse en nuestro país), se recompensaban con la regularización automática (por “arraigo”) al cabo de tres años (que fueron reducidos a dos en el Reglamento de Extranjería)… O como la vulneración y el fraude de ley se premiaban y estimulaban. La nueva figura de la “regularización familiar” iba en la misma dirección.

Pues bien, no existe ni una sola estadística del Ministerio de Educación en la que se alude a “hijos de inmigrantes” (que incluiría a los que habiendo nacido en España, una año después obtienen la nacionalidad española), en lugar de a “inmigrantes”. De ahí que seamos extremadamente cautos a la hora de valorar el porcentaje de niños de otras culturas presentes en nuestras aulas. Esto es lo que hace que se produzcan situaciones increíbles como la que muestra el siguiente recuadro en el que la Comunidad Autónoma en la que hay menos alumnado inmigrantes es… Ceuta con apenas un 3%.

 

Cuando Ceuta es una de las comunidades que, simplemente por su ubicación geográfica, son más permeables a la inmigración y registran un mayor tránsito de inmigrantes, muchos de los cuales, especialmente magrebíes, se quedan a residir allí, pero eso sí, el número de inmigrantes en aquella comunidad es oficialmente el 4,5%... a pesar de ser una de las ciudades con más población de origen extranjero. No cuesta mucho, como vemos, engañar a las estadísticas.

De hecho, para percibir la importancia y el alcance de la inmigración en España y su impacto en las escuelas basta con aproximarse a cualquier colegio público, al azar, en cualquier lugar de la geografía española y ver los rostros de los padres que van a recoger a sus hijos. Se percibe con extrema facilidad que están muy por encima de ese  15% tan oficial como tranquilizador.

Por otra parte, hay que tener presente que no todos los niños inmigrantes están escolarizados. Casi el 40% de los magrebíes que vienen a España carecen completamente de formación y tampoco entienden que sus hijos necesiten formación académica para abrirse paso en el futuro. En cuanto a los hijos de los gitanos rumanos caracterizados por una gran movilidad, tampoco puede decirse qué porcentaje jamás ha acudido a una clase en territorio español. De ahí que podamos establecer que 770.000 alumnos inmigrantes en las escuelas españolas no sea en absoluto representativa del total de niños inmigrantes que se encuentran sobre nuestro territorio; para obtenerla habría que sumar los hijos de inmigrantes nacidos en España y nacionalizados españoles y los hijos de inmigrantes residentes en España que no han considerado necesario escolarizar a sus hijos. De ahí que, sin miedo a equivocarnos podemos decir que la cifra total de menores hijos de inmigrantes residentes en España se sitúe cómodamente por encima del 1.000.000.

Para aproximarnos un poco más a esta cifra deberemos establecer cuántos hijos de inmigrantes han nacido en España. Y tal es la próxima etapa de nuestro estudio.

© Ernesto Milá – Ernesto.mila.rodri@gmail.com