Reflexiones sobre Europa.
El referéndum griego y el “tutelaje” a la economía italiana
La Unión Europea se ha construido mal, en realidad muy mal: en primer lugar se configuró como una “unión económica” (la famosa “Europa de los tenderos”), no se construyó con vocación política y, para colmo, cuando se inició la construcción, Europa era muy diferente en los años 50 que en la actualidad. Entonces, Alemania estaba en plena reconstrucción y otro tanto le ocurría a Francia. De lo que se trataba era que ambos países que se habían enzarzado en tres guerras demoledoras en apenas tres generaciones, no volvieran a las andadas de nuevo con una cuarta que sería peor que las anteriores juntas. A partir de 1989, con la caída del muro de Berlín, Alemania reconstruyó su espacio territorial y su potencia económica hasta el punto de poder permitirse la reconstrucción del Este y financiar a los nuevos socios.
Este fue el segundo problema: los nuevos socios del “mercado común” llegaban con ideas muy diferentes cada uno. Los países mediterráneos (Grecia, España y Portugal) necesitaban liquidez y financiación para abordar la construcción de infraestructuras y estaban dispuestos a liquidar sectores enteros de su economía a cambio para evitar hacer la competencia al eje franco-alemán que siempre se ha configurado como “núcleo duro” de la UE. A medida que a UE fue ampliando su superficie, se fue dispersando cada vez más. El conjunto era, en consecuencia, cada vez más heteróclito. Hoy todavía es un misterio que diablos hace el Reino Unido en la UE, país que desde el último tercio del siglo XIX no es más que la quintacolumna de los EEUU en Europa.
Había un tercer problema: los Estados europeos estaban regidos por principios democráticos, unos Estados funcionaban mejor y otros peor, pero la democracia era la norma obligada para entrar en el club (España no pudo negociar en serio su entrada en las Comunidades Europeas sino hasta la muerte de Franco), sin embargo, ¿quién elegía a las autoridades de Bruselas, esto es, a los rectores del a UE? Desde el principio fue evidente que el control de los mecanismos rectores estaba en manos de una casta de tecnócratas y burócratas a los que nadie había elegido pero que hacían y deshacían a su antojo.
Finalmente se llegó en Maastrique al cambio de paradigma: de ser una mera “unión económica”, se pasaría a una “unión política”. Sin embargo, diez años después resultaba imposible redactar una constitución europea aceptable por todas las partes. Y, para colmo, quienes construyeron Maastrique hoy ya no gobiernan, con lo que la consolidación de Europa se ha ido haciendo a base de avances y retrocesos inimaginables. Y aquello ya dura más de medio siglo sin que sea vean perspectivas claras de cómo se puede ir evolucionando en el futuro.
Desde Maastrique el avance más sustancial fue la creación del euro que, indudablemente ha tenido la ventaja de evitar los cambios de moneda en cada frontera, pero también generó problemas: el euro era una emanación del eje franco-alemán y su gestión quedaba regida por el Banco Central Europeo, una especie de emanación del Deutsches Bank que restaba a los países periféricos miembros posibilidad de jugar con políticas monetaristas para rectificar sus problemas económicos.
Hubo muchos más errores en la construcción de Europa (la creación a partir de Schenghen de un “espacio común europeo” sin antes haber creado una legislación que lo regulara e impidiera que las mafias de delincuentes hicieran de este avance una ventaja para su actuación) que no se advirtieron apenas mientras la UE se iba ampliando y repartiendo fondos estructurales. Pero llegaron las vacas flacas y fue entonces cuando se empezó a notar lo mal que se habían hecho las cosas.
El elemento esencial de la polémica actual es quién tiene la primacía, si la autoridad económica-tecnocrática o la soberanía de los Estados miembros. Nadie ha elegido a la autoridad económica-tecnocrática de la Unión Europea, por tanto, situarla en la cúspide de cualquier poder, parece excesivo y antidemocrático. En lo que se refiere a los Estados miembros, lo cierto es que en toda Europa gobiernos inoperantes e incapaces de gestionar sus propios países, irresponsables con orientaciones partidocráticas mucho más que democráticas, han gestionado el poder de manera torpe y nefasta. Hay errores por un lado y errores por otro. La soberanía nacional debería tener como contrapartida la eficacia en la gestión… y los errores en los últimos 25 años han sido tantos que resulta imposible reconocer un atisbo de eficacia y de previsión del futuro en todos los gobiernos europeos.
El hecho de que la UE haya presionado sobre Grecia hasta el punto de obligarle a retirar la propuesta de referendo y el que las autoridades económicas de la UE y del FMI, sigan en Italia si este país cumple las orientaciones que propuso para sanear su economía, son las consecuencias de algo caótico y desordenado, sin orientación precisa y sin rumbo que lleva prolongando su existencia por espacio de 50 años, demasiado tiempo para tanto caos.
Europa es necesaria en estos momentos. Debería configurarse como un bloque económico y de poder desde Gibraltar a los Urales y desde Narvik a Chipre. Hoy es un enano político y un caos económico. Hay presupuestos y proyectos que solamente pueden abordarse desde una perspectiva europea y si Europa es necesaria, sobre todo hay que abordar su construcción desde un punto de vista político. Muy poco de lo construido hasta hoy puede servir para gran cosa sino para acelerar el euroescepticismo, pero Europa es necesaria para la supervivencia de nuestra cultura, de nuestra economía y para que nuestro continente siga siendo faro y guía de civilización como lo fue en otro tiempo. Por eso la consigna no puede ser otra más que “Sí a Europa, No a esta Europa”.
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