Blogia
INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

DOCUMENTOS POLÍTICOS XI: Doce tesis para un frente nacional (1999)

Infokrisis.- Encontramos este documento fechado en abril de 1999 y creo recordar que era un período en el que algunos estábamos trabajando con cierta ilusión por la construcción de un Frente Nacional. Claro está que había algunos que tenían cosas más importantes que realizar. En aquellos meses se hablaba mucho del 25º aniversario de la muerte de Franco que tendría lugar veinte meses después y los había que empleaban todas sus energías para conmemorar esa fecha. Llegó el 20-N de 2000 y, por supuesto, no ocurrió nada digno de mención. Lo que no es obstáculo para que algunos opinen que el próximo aniversario redondo, el 35º a celebrar en 2010 será el que contribuirá a actualizar un tema que sigue hoy solamente un poco más olvidado que hace nueve años. El documento es somero y en ocasiones algo tosco, sin embargo refleja el espíritu con el que algunos queríamos reintegrarnos a la lucha política en aquel momento: no en una organización concreta, sino en un frente que agrupara a lo esencial. El hecho de que a lo largo de un año todos los esfuerzos por crearlo se fueran al traste, fue suficiente como para que abandonáramos la idea y nos integráramos durante unos años en DN.

 

DOCE TESIS PARA UN FRENTE NACIONAL.

¿PARA QUÉ EL FRENTE?, ¿CÓMO?, ¿HACIA DONDE?



1. POLITICA DE FRENTE Y ENFRENTE DE LA POLITICA

    En los últimos veinte años, desde la aprobación de la Constitución, todas aquellas fuerzas políticas y sociales que han intentado hacer una política contracorriente, se han visto, antes o después, anegadas y desmovilizadas. Y no solo en España, sino en todo el mundo, salvo raras y honrosas excepciones.

    El proceso de mundialización de la economía, la globalización del planeta, el fin del duopolio USA-URSS, han generado el fantasma del "pensamiento único" y han impuesto lo "políticamente correcto" como único sistema de seudovalores susceptible de ser asumido en la era tecnotrónica. No importa que la humanidad y especialmente Occidente viva una situación de estabilidad aparente a costa de aceptar grandes injusticias, no importa que se esté gerenciando el mundo del siglo XXI con ideas que nacieron en el siglo XVIII, no importa que cada vez mas capital esté acumulado en menos manos, ni que la escala de valores se haya hundido hasta desaparecer ante el único valor comprensible para la mayor parte de las poblaciones: el bienestar económico y la tranquilidad, valores comprensibles, pero que para el sistema solo pasan a través del liberalismo económico.

    Todos los avances del sistema se han conseguido a costa de renuncias y sacrificios extremos: no solo el progreso económico se realiza a costa del despedazamiento del medio ambiente, sino de la calidad de vida de las poblaciones. Y esto a costa de restringir nuestro análisis al primer mundo y, más en concreto, a Europa Occidental y América del Norte. En el resto del globo, solo hay islas de progreso en medio de miserias generalizadas e incluso en esas islas de progreso, solo las altas burguesías locales, lo experimentan como propio en medio de arrabales y cinturones de miseria y depauperación.

    Nunca como ahora en Occidente se han expandido enfermedades que constituyen verdaderas epidemias, nunca como ahora se ha difundido una cultura de tan bajo nivel y tan bastardizada, nunca como ahora las poblaciones han sido tan ignorantes y carentes de capacidad crítica, nunca como hoy las estructuras sociales han sido tan inestables, nunca las enfermedades mentales tan extendidas, en ningún período de la historia las poblaciones, las ciencias han generado tantos problemas, tantas dudas, tantos temores, como hoy: no es solo la energía atómica, es la experimentación genética, son las consecuencias para el organismo de determinadas tecnologías... nunca como hoy, en un período que intenta ser de racionalidad absoluta, han aparecido tantos y tantos rasgos de irracionalismo, se han seguido a tantos mitos y se han aceptado tantos espejismos.

    Nunca tan pocos han concentrado tanto poder: ni la más absolutista de las monarquías, ni el dictador más totalitario. El gran capital monopolista impone sus reglas de juego, compra y vende políticos, empresas de comunicación, desata guerras para hacer subir la bolsa, provoca crisis para comprar acciones a bajo precio, destruye y fragmenta Estados irreductibles o que le resultan sospechosos de serlo, o simplemente por que les ha tocado servir de víctimas expiatorias en la ruleta rusa de la destrucción para mayor gloria del capital inversor. ?¿Qué Estado moderno puede estar por encima de las grandes concentraciones de capital cuyos activos superan los presupuestos anuales de muchos grandes Estados? Ellos imponen sus reglas: que no son las de las poblaciones con cuyo trabajo nutren sus engranajes. Ellos controlan la política: cuando es la política la que debe controlar a la economía.

    Pero no nos engañemos: el sistema mundial es frágil, recuerda a una estructura diamantina, la más resistente que ha construido la naturaleza... a costa de que no se encuentre su punto de fractura. Una vez localizado, basta un pequeño empuje para que la estructura salte por los aires en mil pedazos. Algunos autores han buscado distintos símiles para mostrar gráficamente la estructura del Sistema: Guenon lo comparó a una esfera que se ha ido transformando en un cubo, de la estructura más móvil ha pasado a la más estática. Pero ese cubo puede resquebrajarse y en sus grietas pueden insertarse palancas que lo remodelaran.

    Hoy existen pocas posibilidades de acción y rectificación del sistema: la cuestión es si vale la pena hacer aun algo y si puede hacerse aún algo.

    A la primera pregunta puede contestarse rotundamente: aunque hoy sea evidentemente imposible "cambiar el sistema" de arriba a bajo, si es cierto que pueden obtenerse victorias parciales, crear núcleos y zonas de libertad, preparar las bases para cuando ocurra el desplome previsible del sistema y tener estructuras políticas preparadas para ese momento. No se trata de configurarse como opción de poder, se trata, insistimos, en crear núcleos y zonas de libertad, tener una presencia en la vida política y social de cada país, que, por una parte, intenten rectificar los aspectos más problemáticos del sistema y por otro contribuyan a despertar en nuestros conciudadanos la sensación de que "algo no funciona" y que es preciso reaccionar. Eso o refugiarse en el papel de Casandra, anunciando desastres que finalmente ocurren pero ante los cuales nadie quiere hacer nada. O el papel de místico reconcentrado en sí mismo y sin contacto con el mundo.

    No es este nuestro caso: no puede negarse el carácter destructor y terminal del mundo moderno, ni nosotros podemos negar nuestra opción histórica de permanecer en pié entre las ruinas; nunca se ha intentado sacar a la civilización de una sima tan profunda: obviamente, la regeneración global de Occidente no puede realizarse solo en el curso de una generación. Son décadas, sino siglos, lo que se precisa para reestructuras un sistema de nuevo cuño, acorde con el tiempo que vendrá. Y para eso hace falta educación de las nuevas generaciones en otras escalas de valores. Así pues, vale la pena hacer algo, no solo por nosotros, por nuestro presente, sino por los que vendrán, por nuestros hijos y por los hijos de sus hijos.

    A la pregunta de sí puede hacerse algo, la respuesta es contundente: si, algo limitado, pero decisivo; algo que no apunte al corazón del sistema -por obvia imposibilidad-, pero que se aproxime a él; algo que mejore la situación de la disidencia interna y deteriore la del sistema. En un mundo polarizado como el nuestro, un 3 o un 5% de los votos, puede decidir mucho. Un concejal en un ayuntamiento puede tener la llave de muchas decisiones de las que depende la vida de los ciudadanos. Una asociación universitaria puede forzar la revisión de los programas de enseñanza de una facultad. Un sistema liberal permite la oposición interna: realicémosla como nunca antes la hemos realizado. Realicémosla pensando no es apuntalar el edificio semiderruido, sino en crear una estructura empotrada en él, que resista el desplome y sea el embrión de un nuevo modelo de sociedad. La voluntad crea un camino. Basta que la voluntad sea inflexible para que el camino lleve a objetivos graduales. Quizás en principio, no sean objetivos brillantes, de primera página de los diarios, pero cualquier pequeño éxito, cualquier mínimo avance, no lo dudéis, será una pequeña palanca que abra una brecha, por la que penetre una palanca, un punto en el que pueda empezar a actuar un piquete de demolición y una cuadrilla de constructores del orden futuro.

    ¿Un Frente? Si, es preciso sumar voluntades, añadir brazos, converger proyectos, tener claridad sobre los medios, los fines, los compañeros de ruta, los objetivos a alcanzar, el amigo y el enemigo: es decir, todo lo que Carl Schmidt considera "política". Pues de política se trata. Un Frente para hacer política, no para negar el valor de la política, ni para buscar otras vías alternativas, irreales por inexistentes y limitadas en tanto que niegan el binomio política-economía. Para actuar sobre el sistema o bien se actúa sobre la política o sobre la economía. Vedado lo segundo: solo queda lo primero. La "lucha cultural" eficaz no puede realizarse sin disponer de algunos mecanismos del poder. Un concejal encargado de cultura en una ciudad de segundo orden estará en mejores condiciones de afrontar una "lucha cultural" que el gabinete más erudito de intelectuales cortados de cualquier posibilidad de adoptar iniciativas tangibles. El intelectual no es aquel que piensa, sino el que hace del pensar una profesión. El político es alguien -o debería ser- que mejorase las condiciones de vida de las poblaciones.

    Ahora bien, un "concejal de cultura" puede ser propulsado por un Frente. Una "lucha cultural" en exclusiva es colocarse frente a la política. Está claro lo que apoyamos y lo que negamos.
 
2. HACER FRENTE EN LUGAR DEL FRENTE A FRENTE

    Las fuerzas que rechazan el "pensamiento único", lo "políticamente correcto" y el "nuevo orden mundial", dispersan sus energías en lugar de lo que la lógica de la situación implicaría: concentrarlas.

    Un caso típico es la Falange. Otro, los ambientes católicos. Finalmente, los ecologistas, traducen de nuevo esa capacidad de desviar los esfuerzos en una permanente guerra civil interior, de carácter fraccional.

    La Falange, tradicionalmente dividida en multitud de tendencias sin relación unas con otras y frecuentemente enemistadas hasta el encono fratricida, cifra su éxito en un irrealizable proceso de convergencia y unidad entre sus partes. Lo que nunca, ni siquiera en condiciones favorables se ha conseguido, podrá conseguirse en el futuro. La unidad de la Falange solo podría hacerse en función de un programa, de una revisión ideológica de envergadura, sin apriorismos ni tabúes; la unidad de la Falange solo podría conseguirse forjando una nueva clase política dirigente capaz de 1) hacer limpieza en lo que queda de partido, deshaciéndose de los elementos inválidos para la acción política, de los sectarios incapaces de mantener relaciones sostenidas con gentes que vienen de otras tendencias políticas, implantando la cultura del diálogo interior; 2) asimilando las orientaciones ideológicas, políticas y estratégicas que surgieran de un congreso digno de tal nombre, culminación de un debate interno, que redefiniera la línea del partido y la clarificada; implantando la cultura del análisis y la coherencia políticas.

    Presumiblemente los esfuerzos para marchar en esa dirección y lo problemático de la misma, son tales que surgen las dudas razonables sobre si Falange alcanzará alguna vez su unidad y si lo hará por extinción de tendencias más que por unificación de las mismas, y, finalmente, si la resultante estará algún día en condiciones de afrontar un combate político real.

    Hubo un tiempo en el que cabría preguntarse si las siglas FE tenían el prestigio suficiente como para agrupar tras de sí y movilizar las fuerzas del recuerdo. A estas alturas resulta evidente que las siglas FE ya no dicen nada a las nuevas generaciones y han perdido todo interés para las que le preceden. Si hubiera sido de otra forma, la mera aparición del yugo y de las flechas en las papeletas electorales ya habría suscitado un voto no militante. Y lo que se ha obtenido es un voto marginal.

    En cuanto a los grupos católicos, su situación es similar. Las distintas familias en las que se agrupa el catolicismo militante, son hasta tal punto diversas y enfrentadas por cuestiones de matiz que para ellos son de principio que, a tenor de la influencia del catolicismo tradicionalista en el seno de la sociedad española -apenas un 2%- vale la pena preguntarse si vale la pena concentrar y desperdiciar esfuerzos en una tarea aparentemente tan vana como imposible de lograr que el tradicionalismo católico asuma una postura política, algo que, por lo demás, ni siquiera Blas Piñar consiguió en su momento. Habría que añadir también que las fijaciones del catolicismo tradicionalista -trilogía aborto, divorcio, contraceptivos- no suscita eco en el electorado y, como máximo supone un lastre en un programa político que quiera ser ágil, capaz de atraer a masas disidentes del sistema e incluso de forjar una ética y una moral que contraste con la actual.

    Podría hablarse de otros grupos de opinión de los que ideológicamente no estamos excesivamente alejados y en los que se produce la misma fragmentación interior que en falange o en el catolicismo integrista. Los ecologistas fundamentalmente permanecen divididos en capillas dependientes de unos u otros partidos (PC/IU, ERC en Cataluña) su autonomía política es limitada y su ausencia de ideología -aquí y en Alemania- concreta y estable hace que sus formaciones oscilen según el viento de los acontecimientos cotidianos. La mezquindad de algunas de sus iniciativas, el utopismo de otras, la obsesión por el medio ambiente que desconoce que la resolución del problema no vendrá por un sistema que ha hecho de su destrucción un medio de su propio desarrollo, el permanente enfrentamiento entre sus camarillas, todo eso hace imposible que el ecologismo pueda alcanzar un lugar estable y prolongado en la vida política española y que en países donde ha logrado hacerse un hueco (Italia, Alemania, Francia) tarde o temprano desaparezca en beneficio de las opciones políticas habituales.

    Falange, catolicismo y ecologismo son tres tendencias que muestran un misma mal: la polémica y el conflicto interno imposibilita cualquier irrupción hacia el exterior. Y sin embargo, en su conjunto y aisladamente, estas tres tendencias engloban puntos interesantes de su acervo doctrinal y, también, en ellas se encuentran elementos dispuestos a afrontar un combate contra el "nuevo orden mundial".

    -     Algunos falangistas, por su pasado y por su proyecto revolucionario frustrado del cual nunca han terminado por establecer una estrategia realista, a poco que abandonen sus estériles querellas intestinas.

    -     Algunos católicos, por que pueden aportar una tradición y por que sus ideales chocan de pleno con las ideas dominantes en el mundo moderno, a poco que abandonen su rigidez doctrinal y el rechazo a colaborar con fuerzas no confesionales.

    -     Finalmente, algunos ecologistas, por su seguimiento crítico de la modernidad, por su temática implícitamente anticapitalista, pueden aportar savia nueva a condición de asumir valores que vayan más allá de los estrictamente ecologistas.

    Hay, por supuesto, otras muchas fuerzas políticas y sociales capaces de interesar a una estrategia de Frente Amplio. Baste ahora decir que es fundamental para todos reconocer al enemigo principal y concentrar contra él todas las baterías en lugar de desgastarse en una permanente batalla interior. Y a eso le llamamos "hacer Frente".

    Aquí y, por extensión en todo Occidente, hay un solo enemigo: los partidos que aceptan acríticamente y con fidelidad perruna el "nuevo orden mundial", las opciones que contribuyen a mantener el pié con su colaboración y su aquiescencia, las columnas sobre las que se asienta el sistema mundial y su delegación en Europa, los partidos que defienden opciones de confrontación micronacionalista y de secesión. Ese es el enemigo. En España tiene unas siglas: CiU, PNV, PP, PSOE... Resulta absurdo desde el punto de vista de una oposición real al sistema entablar confrontación con otras fuerzas que no sea contra esta "banda de los cuatro", no solo por economía del discurso político, sino también por que es bueno que sean torpedeados desde cualquier óptica y no solo desde la nuestra.

    -     Los tiempos del "combate anticomunista" ya han pasado y no volverán.

    -     Los tiempos de la "tercera posición" quedan lejos.

    -     Hoy solo existe el "pensamiento único" y la "disidencia".

Y quien disiente es nuestro amigo porque combate contra los mismos poderes que nosotros aunque quizás desde una óptica diferente.

3. IMAGEN DEL FRENTE E IMAGEN CONTRAHECHA

    Cero más cero es igual a cero. Concebir un Frente a partir de las organizaciones existentes en la actualidad en las "fuerzas nacionales", es una suma de impotencias. Ni FEJONS, ni DN, ni AUN, en las actuales circunstancias, tienen fuerza suficiente como para liderar un Frente Nacional. Mucho menos si se recurre a organizaciones menores: FEi, AE, etc.

    Sin embargo está claro que no existe federación sin federador, ni frente sin núcleo impulsor. Es imposible concebir el Frente Nacional sin pensar que alguna de las organizaciones mencionadas -no existen otras- pueda constituir el núcleo central del proyecto.

    Desde el punto de vista de la eficacia política es importante no confundir el proceso de unidad falangista con el proceso de creación de un Frente Nacional. Los falangistas deben comprender que, a estas alturas, su unidad es altamente improbable y no interesa más que a ellos. Desde fuera del ámbito falangista, a nadie se le oculta lo problemático de los llamamientos a la unidad y la fragmentación actual del movimiento. Cuando a mediados de los años ochenta se consolido, mal que bien, la unidad falangista al acceder Diego Márquez a la dirección del partido, se alcanzó una aspiración histórica que el propio Diego había enarbolado en sus 30 años de actividad política; conseguida la unidad había que preguntarse ¿y ahora qué? Ahora la suma de impotencias ya se había conseguido: ahora ya no podía hacerse nada más... El "congreso ideológico" ni siquiera fue capaz de distinguir entre ideología y programa y, lo que surgió, se mostró incapaz de recuperar los amplios sectores desmovilizados tras la autodisolución de FN y el fracaso/estafa de Juntas Españolas.

    Hoy ya no puede perderse ni un momento en semejantes discusiones que solo atañen a los falangistas.

    -     Confundir la "unidad falangista" con la formación de un "frente nacional", superponer un proceso a otro, constituye una caricatura frentista.

    -     Limitar las posibilidades de un Frente Nacional a lo que han sido hasta ahora las "fuerzas nacionales" supone una autolimitación incapacitante.

    El tránsito hacia un Frente Nacional es un largo camino en el curso del cual hay que forjarse los instrumentos de trabajo.

La formalización de un Frente Nacional es un hecho que se concreta en una etapa muy posterior a su elección como estrategia política por parte de un núcleo central.

    Su proceso de constitución sufre distintas etapas:

    1)     Intención explícita por parte de los sectores que constituirán el núcleo central. Elaboración de los documentos políticos y estratégicos que guiarán su actividad.

    2)     Período de construcción de los instrumentos políticos de ese Frente, e intensificación de la actividad de las partes.

    3)     Constitución formal del Frente Nacional.

    Y este es un proceso relativamente largo en el tiempo. Es imposible quemar etapas: la mera sigla "frente nacional" no supone que ese frente exista en la práctica. Ya lo vimos con Fuerza Nueva reconvertida en esa sigla que no era sino la décima parte de lo que antes había constituido el partido piñarista, sin ninguna aportación nueva en ningún sentido: ni ideologicamente, ni programáticamente, ni estratégicamente...

    La palabra FRENTE define justamente el objetivo a alcanzar y los medios a emplear. Más adelante intentaremos definir los instrumentos, los medios y los fines. Baste decir ahora que la adición de las partes que hoy subsisten de las "fuerzas nacionales" no sería sino un Frente Nacional contrahecho e impotente. Una vez más 0 + 0.

4. PROGRAMA MAXIMO Y PROGRAMA MINIMO

    Establecemos aquí un principio de cuya comprensión depende la comprensión de la línea que proponemos. Vamos a ser claros: queremos una revolución nacional que para triunfar y expandirse tiene que tener una dimensión continental. Esa revolución nacional debe preparar el post-liberalismo en todos los terrenos: debe sustituir las categorías culturales burguesas por otras que primen la cualidad sobre la cantidad, el espíritu sobre la materia, la metafísica sobre la física, la unidad sobre la dualidad... debe sustituir la economía liberal por una economía mixta en la que el elemento determinante de la riqueza de un país lo constituya su fuerza de trabajo, su tecnología y capacidad de investigación en lugar del capital de las mafias que operan en él; debe sustituir el sitema de partidos por una sistema de representación directa, de carácter orgánico y funcional... No estamos hablando de un reajuste en el seno del sistema, una adaptación o una reforma: estamos hablando de una revolución. Creemos sinceramente que no hay nada de la civilización y de la cultura burguesa que merezca ser mantenido, conservado o rescatado. Estamos persuadidos de que esa civilización burguesa camina hacia su autodestrucción y nos congratularíamos con ver estrangular al último intelectual burgués con las tripas del último intelectual progresista. Así de simple y así de radical.

     No creemos que sea un problema de definiciones: aceptaríamos gustosos la palabra revolucionario (por que queremos derribar el orden establecido), pero también la palabra reaccionario (por que reaccionamos contra el caos hecho política cotidiana), y también podríamos aceptar gustosos el término conservador (a condición de definir exactamente que el contenido de la palabra pues creemos que no hay nada nuevo bajo el sol y que el paradigma de las fórmulas del futuro se encuentran en el glorioso pasado de la cultura clásica).

    Pero hasta aquí estamos solamente al nivel de las bellas declaraciones que no tienen nada que ver con la política cotidiana. Pues el párrafo anterior no deja de ser una declaración imposible de llevarse a la práctica. No seamos ingenuos: una cosa es el estado actual de nuestro sector político y otro el objetivo final que hemos definido. La distancia es la que separa el 0 del infinito. Así pues, ¿para qué preocuparnos más por un objetivo hoy inalcanzable? ?¿Para qué perder tiempo en discutir sobre aquello que está fuera de nuestras posibilidades?

    En el otro extremo se encuentra la perspectiva más alejada de nuestro objetivo político final: imaginemos una sociedad como la descrita por Orwell en 1984 o por Huxley o por Wells, un infierno totalitario dominado por una tecnocracia sin principios. O imaginemos también un "estado" en el que la ausencia de Estado nos situaría cerca del horror anarquista. Un mundo ingrávido, sin principios, sin leyes, sin categorías, sin niveles, sin estructuras, sin ética ni moral, sin tradición... sin historia; verdadera mezcla del ideal liberal americano y de la utopía anarquista europea: el peor de los mundos posible comparado al que hemos definido en nuestro proyecto político. Es otra versión del cero y el infinito.

    Podemos sacar algunas conclusiones de este planteamiento: si imaginamos una escalera en la que el peldaño superior esté ocupado por lo que hemos definido como nuestro objetivo político final y el inferior por el cuadro que hemos descrito como sociedad ultraliberal, resulta evidente que hoy nos encontramos en un escalón intermedio separado unos cuantos escalones del nivel más bajo y otros tantos del más alto. Al definir cada uno de estos escalones lo que estaremos definiendo son situaciones políticas nuevas, diferentes esencialmente de la actual: descender un peldaño, por ejemplo, supondría que el proyecto independentista catalán y vasco se consolidara; descender otro peldaño sería ver consolidarse una sociedad multicultural y poliétnica; descender un peldaño más, sería el desmantelamiento del proyecto de la Unión Europea y el renacimiento del riesgo de confrontación franco-alemana en Europa, aparte del encadenamiento de las pequeñas naciones europeas al imperio del dólar.

    Y a la inversa: un escalón superior al de la democracia formal que vivimos hoy, sería ir restando espacios de poder a los partidos políticos, fortalecer el poder municipal, consolidar la autoridad del Estado por encima de los partidos, reconstruir la sociedad civil, transferir áreas de poder hoy ocupadas por los partidos a la sociedad civil, reconstruir un embrión de Estado orgánico y comunitario... fases diversas que una vez alcanzadas se utilizan para mejorar las posiciones propias, debilitar al contrario y preparar la siguiente fase de ascenso.

    Lo que os estamos proponiendo lo podéis llamar "reformismo radical" o "concepción gradualista del proceso revolucionario".

    Los principios de esta concepción son:

    -    Tener conciencia en cada momento del lugar ocupado en la escalera del poder. Esto permite:

    -    Definir en cada momento un objetivo concreto, una estrategia específicas y unas tácticas adaptadas a cada instante.

    -    Definir en cada peldaño automáticamente la política de alianzas y la visión exacta de quien es el amigo y quien el enemigo.

    -    Responder automáticamente a las situaciones nuevas en función de que los factores que impliquen subir o bajar un peldaño en la escala.

    Esto tiene una serie de desembocaduras prácticas: la primera es abolir la antítesis entre programa mínimo y programa máximo. No existe programa máximo en la medida en que no vale la pena preocuparse por definir algo que es irrealizable en esa fase del proyecto político. El programa máximo, en la fase en que nos encontramos, solo puede definirse a nivel de principios ideológicos, no de medidas concretas. Estamos todos de acuerdo en que una de las últimas fases de nuestro proyecto político consiste en desmontar las estructuras capitalistas: cómo se hará eso es algo que hoy no vale la pena discutir. Si se nacionalizará el crédito, si se abolirán las sociedades anónimas, si el gravamen sobre el capital especulativo alcanzará tal o cual índice, todo eso es hoy una discusión absurda y carente de sentido práctico: por una sencilla razón de proximidad: nos queda lejos. Por tanto: renunciamos a un programa máximo; pero no a tener clara nuestra perspectiva ideológica final.

    Sin embargo, el programa mínimo si tiene importancia y debe ser reducible a unos pocos puntos, machaconamente repetidos hasta la saciedad, fácilmente comprensibles por todos, capaz de suscitar entusiasmo e interés por parte de un sector de la población, en la medida en que encarna sus intereses y aspiraciones. En otras palabras: el programa mínimo supone el máximo alcanzable en cada fase, esto es, en cada peldaño. Para una tarea frentista no puede ni debe olvidarse la imagen práctica de la escalera que, además, entra dentro de lo que es propiamente nuestra visión del mundo: un mundo con grados, con niveles, con jerarquías, con verticalidad; parecemos haber sido impregnados por la mentalidad demoliberal, promiscua, para la que no existe otra dimensión que la horizontalidad indiferenciada. Es hora de empezar a ver las cosas desde otro punto de vista, con otra lógica.

5. EL ENEMIGO SON LOS OTROS.

    No existe posibilidad de abordar un proyecto como el que proponemos si no experimentamos antes un cambio de mentalidad y una transmutación en nuestra forma de ver las cosas.

    Antes hemos aludido a la "banda los cuatro" (PNV, CiU, PP y PSOE) como columnas sobre las que se asienta el sistema político español. Cometeríamos un error si viéramos en la composición de esta "banda" un todo monolítico y sin fisuras. No solamente las tienen cada una de sus patas entre ellas, sino en su mismo interior bulle el descontento, la inestabilidad y la fragmentación. Y otro tanto ocurre con el sistema mundial: se comporta generalmente como un todo unitario, pero no es más que una conjunto de agregados frecuentemente en lucha unos con otros. La sabiduría de cualquier conducción política consiste en identificar las contradicciones que existen en el interior de estos bloques y procurar que se agudicen más y más.

    No hay que olvidar que periódicamente estos partidos segregan excrecencias (PADE), que cada vez con más frecuencia secciones provinciales de los partidos mayoritarios se configuran como opciones autónomas e independientes sin otra disciplina ni lealtad que sí mismos. Que dentro de partidos mayoritarios se forman corrientes regionales, nacionales o incluso locales, que, de persistir son irradiadas.

    Por otra parte, no hay que perder de vista que, aquí y allí aparecen fenómenos de cualqunquismo político tal como se llamó en Italia o poujadismo como se conoció en la Francia de los años 50. Se trata de sectores de la burguesía que finalmente experimentan la sensación de que el sistema mundial también los machaca a ellos. Ellos que tienen mucho que perder y que frecuentemente lo pierden: son los Ruiz Mateos, los Gil... cuyos proyectos políticos estrafalarios crean expectación en torno a él y, frecuentemente son incluso capaces de obtener éxitos puntuales que luego, su incapacidad para traducir en un contexto de política más amplio, dilapida. Al confundir lo personal con lo global, estos partidos tienen un techo marcado por la relevancia social y el interés que despierta su líder. Más allá de lo estrafalario de un Gil o de un Ruiz Mateos, el hecho es que han sido respaldados por el electorado. Y esto demuestra que existe un sector del electorado que antes votó a un partido mayoritario o permaneció en la abstención y que bruscamente se ha sentido huérfano y ha entregado su voto a un "líder", sin preocuparse de lo grotesco del mismo. Si aparecieran más líderes de este estilo, la banda de los cuatro se vería más y más debilitada: luego, se trata de aliados circunstanciales.

    Además existe toda una variedad de partidos regionalistas, no nacionalistas, segregados por la derecha del PP. Estos partidos están presentes en Alava, en Navarra, en Baleares, en Valencia, en Asturias, en Santander, etc. Son, por una parte, un signo de los tiempos: tiempos de fragmentación y de ausencia de soluciones globales, tiempos de líderes locales de relativa relevancia. La falta de alternativas políticas obliga al electorado a aceptar cualquier otra vía que evite entregar el voto a los partidos mayoritarios: se prefiere un partido local, "de los que son como nosotros", como si la proximidad fuera un determinante político. Estos partidos como los anteriores no cuestionan nada, no critican los aspectos esenciales del sistema político, se limitan simplemente a pedir máximos para su ciudad o su comunidad, recogen el voto de los descontentos. Son, sin embargo, factores de fragmentación y debilitamiento de las opciones mayoritarias. ?¿Por qué no existen en Francia? Por que allí la protesta y el descontento va a parar al Frente Nacional.

    También existen partidos de nuevo cuño y, sobre todo, sectores sociales que no pueden aceptar la marcha de los acontecimientos políticos. Son los sectores lingüísticos que defienden el castellano allí donde las lenguas locales lo sofocan, son sectores juveniles surgidos de la emulación tardía de los métodos y principios de la contestación de los 60 (el Partido Humanista, por ejemplo), son sectores obreros asustados por la progresiva riada de mano de obra inmigrante que vende su fuerza de trabajo por un precio de remate.

    Finalmente, existen también sectores culturales hartos de la mediocridad del pensamiento único dominante y que desean ardientemente crear nuevos espacios de discusión y cuestionamiento. El mundo de la cultura es uno de los que más se resienten de la contradicción entre la realidad del mundo moderno y los principios con los que se gestiona y es el que, antes o después, va a reaccionar. No está claro que la reacción sea la correcta: frecuentemente el intelectual tiene tendencia a llegar a las últimas consecuencias del pensamiento dominante, en lugar de contestarlo. Por sus palabras los conoceréis, pero una cosa debe quedar clara: un Frente Nacional no está interesado en una "batalla cultural", ni puede estarlo, está interesado en apoyar a "sus" intelectuales y en que un frente cultural desarrolla una actividad cada vez más amplia, pero su batalla no es cultural; puede integrar la cultura pero ni es el frente más importante, ni el único, ni siquiera el decisivo y, desde luego, no puede liderarla.

    ¿Qué pasa con Izquierda Unida? IU es como una serpiente de dos cabezas (una anfisbena mítica): de un lado un grupo que se considera integrante de una izquierda tópica, tradicional, anticapitalista, cuya única salida estratégica es la "unión de la izquierda" con el PSOE, cuyos mitos y temas favoritos muestran la podredumbre y la miseria intelectual de la izquierda. Junto a ese conjunto de tópicos existe un partido que recoge una parte del voto de protesta. Difícilmente IU va a superar los resultados ya obtenidos, más bien, ha entrado en la vía de una larga agonía política que le deparará reducción en su techo electoral, fugas hacia el PSOE, desmovilizaciones, escisiones locales, y finalmente, desbarajuste en el período postanguitista. ¿Hemos de recordar que el principal aporte electoral del lepenismo ha sido las masas que hasta finales de los años 80 votaban al Partido Comunista de Francia? Con todo esto está clara nuestra posición respecto a IU: Olvidemos el fantasma del comunismo, cada vez está más descarnado y diluido, ya no es una bandera política ni una excusa para la movilización. Veamos en IU una organización en crisis que se opone al nuevo orden mundial y en cuyo interior actúan fuerzas de todo tipo: ni es el enemigo principal, ni el secundario, ni siquiera es una enemigo, o no hay que tomarlo como tal. Evidentemente, ante una campaña en favor de la repatriación de los inmigrantes ilegales, IU estará en contra: su dirección, pero no la totalidad de sus bases, ni mucho menos su electorado. IU es -como el PCF- presa de la mitología humanitaria propia de la izquierda tradicional. Los hemos visto en las manifestaciones por la paz en Yugoslavia, permanecer indecisos ante la consigna "OTAN NO" e incapaces de suscitar entusiasmo con los tímidos "Milosevic No". IU, como la izquierda tradicional, está en crisis: no se trata de enfrentarnos, sino de aprovechar su crisis.

6. UN FRENTE ES UN FRENTE CUANDO TIENE UN NUCLEO DE HIERRO

    ¿Podemos considerar muy alejado trabajar con grupos políticos como los definidos hasta aquí? Si, mientras permanezcamos presos de las concepciones que nos han llevado hasta la esterilidad política. Hemos mencionado distintos sectores políticos. Algunos son más importantes que nosotros, otros están a nuestro mismo nivel, otros son simplemente siglas de alcance local, algunos son solo siglas que pueden "lucir bonito" en el cartel que lleve a un Frente Nacional. Vender una idea política es como vender una camisa: hacen falta distintas tallas. En un Frente Nacional hacen falta distintas tallas políticas para que cada ciudadano elector encuentre la medida con la que sintoniza. Pero esas distintas tallas deben estar estructuradas en torno a un núcleo de hierro.   

    El principio de todo Frente es que no existe sin ese núcleo vertebrador.

    No existe núcleo vertebrador sin ideología, ni objetivos políticos, ni estrategia, ni táctica, ni criterio organizativo.

    El principio vertebrador del Frente es que un núcleo duro que no tiene fuerza suficiente para alcanzar poder político por sí mismo, debe rodearse de otras fuerzas capaces de ser utilizadas para ampliar su radio de acción.

    El símil histórico es la actitud y el papel de los PCs en los Frentes Populares. Nunca una minoría tan exigua logró rentabilizar a unas mayorías tan amplias como las representadas por los Partidos Socialistas.

    Hemos hablado de partidos regionalistas, de disidentes del PP, de movimientos sociales, etc. Con solo consolidar una estructura geográfica constituida por entre 100 y 150 cuadros cualificados, perfectamente formados técnica y políticamente, rodeada de 300 militantes activos, es posible abordar un proyecto de envergadura como el que proponemos. Ahora bien, el primer paso, es ese núcleo de hierro.

    Eso implica:

    1)     debates políticos tendentes a constituir una línea política operativa
    2)     debates estratégicos
    3)     acopiar documentación: textos, manuales,
    4)     formar equipos: político, relaciones públicas, juventud, operativo, información, etc.
    5)     dar al núcleo coherencia estructural (sentido de camaradería), implacabilidad y eficacia.

¿De qué manera podrían reconvertirse los partidos y militantes actuales en embriones del núcleo duro de un Frente Nacional?

    La respuesta es tan obvia que casi resulta ocioso plantearla: convergiendo, limando asperezas, integrándose progresivamente, debatiendo en común. Utilizando las próximas convocatorias electorales para como "primarias": que aquel grupo que logre mejores resultados y muestre una mayor adecuación a la forma de hacer política actual, se convierta en la pieza esencial del núcleo duro de un Frente Nacional. Tal es la propuesta.

    ¿Miedo a colaborar con otras fuerzas políticas que no pertenecen a nuestra familia? Es aquí donde podemos aplicar la teoría de los dos cántaros, el de hierro y el de barro que son transportados juntos uno al otro. Si uno de los dos cántaros resultará dañado será, obviamente, el de barro. Otro tanto ocurre en las colaboraciones entre grupos políticos de distinta entidad y familia, solo el que tenga estructuras más sólidas, obtendrá ventajas con la colaboración. Solo tienen miedo a trabajar en el interior de un Frente Nacional aquellos que se sienten inferiores, que saben limitado e incompleto su discurso político, que tienen conciencias de lo inadaptado de su ideología pero se niegan a reconocerlo para justificar su autonomía e independencia... quienes, en definitiva se niegan a hacer política y prefieren diletantismo más desde un club que desde un partido revolucionario.

    Núcleo de hierro para forjar un Frente de acción política. Núcleo de hierro para adelantar posiciones, para recuperar la iniciativa política. Núcleo de hierro para rodearse de un amplio espectro de fuerzas políticas que agrupar para subir un peldaño: para pasar de una partitocracia formal a nuevos espacios de libertad, en marcha hacia una sociedad orgánica y comunitaria.

7. UN FRENTE ES TAL CUANDO TIENE ESPACIO PROPIO

    La política diferenciada de una organización en los regímenes partitocráticos occidentales solo es posible cuando esa organización dispone de un espacio propio. Es difícil que en el centro surjan nuevas opciones políticas: allí el espacio está ocupado por dos partidos que desde mediados de los años 80 iniciaron una marcha hacia el centro político, dejando atrás sus posiciones de partida de derecha e izquierda, el PP y el PSOE. Estos dos partidos -y sus socios nacionalistas en la banda de los cuatro- constituyen ese gigantesca formación con aspiraciones de partido único, el partido de la burguesía. Tanto a la derecha como a la izquierda de este gigantesco bloque de centro se abren espacios tradicionales semidesiertos en la medida en que las formaciones tradicionales han ido allí donde han creído que se encuentra la parte del león electoral.

    La elección de un espacio político es de capital importancia por que de ella dependerá la imagen del Frente. Y este tema merece una reflexión de envergadura dadas sus implicaciones. Son varios los elementos a tener en cuenta.

    Resulta evidente que existe un espacio extremadamente amplio que va del centro derecha a los confines de la extrema-derecha. El PP ha podido abandonar ese espacio y desplazarse hacia el centro en la medida en que carecía de competidores a su derecha. De otra manera jamás se habría arriesgado a ceder un porcentaje electoral a su competidor. Así pues, un Frente Nacional, si desea disponer de un espacio en solitario en el que desenvolverse a sus anchas: ese espacio está a la derecha.

    Pero esta opinión, aparentemente clara y rotunda, merece alguna corrección. La devaluación de los conceptos de derecha e izquierda y su desfiguración, atenúan la rotundidad del concepto expresado antes. ?¿En qué se diferencia un discurso de centro-derecha moderado de un discurso de derechas? Apenas en unos cuantos matices circunstanciales y en el énfasis puesto en algunos temas (defensa nacional, política europea, educación religiosa en las escuelas, etc.) pero ninguno esencial.

    Además, en nuestra perspectiva gradualista el primer objetivo es restar poder a los partidos políticos, desdibujar sus contornos; nuestro análisis político implica una crítica a la partitocracia y, por tanto, a la derecha, al centro y a la izquierda, utilizando todo el arsenal doctrinal que va desde Ortega a José Antonio. De él deriva nuestra resistencia a utilizar el término "derecha" para situar nuestra opción política. A esto hay que añadir que algunas fuerzas con las que es posible establecer una política de Frente, difícilmente aceptarían una rotulación "de derechas".

    ¿Derecha? ¿Izquierda? ¿Centro? Nuestro reformismo radical tiene algo de todos ellos, es pues, y tal es la definición, una forma de transversalismo. Tal es el rótulo que debe aparecer en nuestra propaganda y en nuestros análisis.
La cuestión es ¿existe espacio propio para el transversalismo? Un discurso político para ser comprensible debe ser simple, sencillo y comprensible. Demasiada sofisticación, demasiado eclecticismo puede ser tenido como indefinición e incomprendido por el electorado. Por lo demás, no hay que olvidar que una organización, como la que proponemos, haga lo que haga y diga lo que diga, será siempre considerado como un partido de extrema-derecha... solo quien alcanza un porcentaje electoral superior al 20% puede permitirse el lujo de que lo que dice sea aceptado como tal: es el caso de Fini y su postfascismo, lo cual no quita que Rauti y su MS-Fiamma siga siendo tenido como neofascista y ultraderechista aun cuando sus opciones transversalistas están claras.

    Nuestra dificultad para definir un espacio político deriva de que el sistema utiliza una imagen geométrica "hemipléjica": el semicírculo, tomada a imagen y semejanza del parlamento. Pero la realidad social y la realidad del parlamento son sensiblemente diferentes. La perspectiva cambia si consideramos la figura de un círculo en lugar del semicírculo. Mientras que en éste hay vacío más allá de los términos de derecha e izquierda, en el círculo hay un amplio sector que une la derecha con la izquierda sin pasar por el centro convencional.

    Todo esto, traducido a términos prácticos quiere decir:

    -    Existe un amplio hueco a la derecha del PP sin cubrir.
    -    Ese es el hueco que la lógica del sistema nos reserva.
    -    Pero esa lógica no es la nuestra (aunque nos beneficie).
    -    En realidad nuestra perspectiva es transversal y tal es la definición y la línea que debe recoger nuestra agitación y propaganda.
    -    Así pues nuestro espacio político es el que va de la derecha desierta a la izquierda postcomunista, "por detrás de la Asamblea y dando la espalda al presidente", tal como ya enunciara el grupo "Ordre Nouveau" en los años 20. Y retener esta figura del círculo en lugar del arco parlamentario debería de constituirse en un tema fundamental de nuestra ubicación y definición política.

    A poco que nos fijemos en la situación del Front National veremos que objetivamente se trata de un partido transversalista: con un electorado obrero, con propuestas políticas populistas de un lado, propias de la derecha tradicional de siempre e incrustaciones de alto calado social, solamente el esquematismo simplista de los medios de comunicación ha hecho del Front National una opción "de extrema derecha", cuando resulta vidente que es algo más que eso. Nosotros también aspiramos a ser algo más que eso.


8. UN FRENTE ES UN FRENTE CUANDO RESPONDE A UN ANALISIS POLITICO

    Si la formación de un Frente Nacional fuera una cuestión que afectara solo a una opción política no habría que darle mucha importancia: se trataría de un mero problema de oportunidad y técnica. Recordamos la llamada "operación Roca" que dio vida al partido reformista. Todo consistía en obtener unos cuantos créditos multimillonarios sobre el que basar el lanzamiento de un partido. El problema radica en que, siendo importante, el dinero no lo es todo y ni siquiera garantiza el feliz desarrollo de una tarea política. El error del partido reformista consistió en suponer que unos políticos improvisados y mercenarios, sin historia, sin trayectoria, sin experiencia ni pasado, sin ideas ni principios, pueden seducir al electorado y convencerle de que le preste su apoyo. El partido reformista no aportaba nada al escenario político, ni su existencia respondía a un acertado análisis político, sino a una ambición de poder por parte de sus promotores: sabedores de que la mayor bolsa de electores se encuentra en el centro político, intentaron crear un partido que ocupara ese centro sin advertir que... ese espacio ya estaba ocupado, si bien no por un centro químicamente puro, si por un centro derecha y un centro izquierda que imposibilitaban cualquier la inserción del primer recién llegado.

Un Frente Nacional -como por lo demás el lanzamiento de cualquier opción política de nuevo cuño- debe responder a un análisis político, no a un deseo voluntarista o a un ambición imperativa.

Nuestro análisis es este:

-    Desde el punto de vista objetivo (el de la situación):

    -    la situación política española muestra una polarización extrema en dos fuerzas políticas (PSOE y PP) que para poder gobernar cómodamente el Estado precisan de una tercera fuerza, hasta ahora nacionalista. Una cuarta fuerza, hasta ahora con cierta presencia, IU, se encamina hacia su ocaso final.

    -    esa situación ha distorsionado el panorama político español. Gracias a las debilidades y errores de Suárez durante la transición, España pasó a ser un híbrido de Estado unitario y Estado federal, sin ser ni una cosa ni otra, una "nación compuesta por nacionalidades" según el desafortunado texto constitucional. La geometría política posterior hizo del nacionalismo una especie de enanos privilegiados en aras de la "gobernabilidad".

    -    en el actual momento político solo existen tres salidas una vez concluya el actual período electoral:

        1)    Mayoría absoluta del PP y gobierno en solitario: aunque las urnas cumplan esta previsión, resulta difícil pensar que podrían gobernar frente al resto del arco parlamentario.
        2)    Mayoría relativa del PP y gobierno apoyado por los nacionalistas: es la situación actual. Este ciclo está agotado en lo que se refiere a colaborar con el nacionalismo vasco y las exigencias del nacionalismo catalán hacen prácticamente imposible
        3)    Mayoría relativa del PP y coalición con el PSOE: la cuestión vasca ha precipitado una  aproximación entre ambos partidos que pudiera extenderse a todo el territorio nacional como un intento de recomponer la fortaleza del Estado frente a los nacionalismos.

    -    salvo la primera opción, el resto son salidas contra natura, que decepcionarían al electorado del PP. LA segunda opción supondría un paso adelante en la desintegración nacional; en las otras dos, nada sustancial cambiaría.

-    Desde el punto de vista subjetivo (el propio):   

    -    Aplicando la teoría gradualista y la imagen de la escalera: se trata de ver de qué forma la actual situación política puede experimentar un cambio que mejore nuestras posiciones. Esto implica elegir enemigo principal y enemigo secundario.

    -    La dificultad estriba en la fragmentación política del país: está claro que en Cataluña y País Vasco, el enemigo principal es el nacionalismo; en el resto de comunidades, la situación varía extraordinariamente y, a nivel nacional, habría que definir al enemigo en función de su colaboración con el nacionalismo. Es decir, cuando fue el PSOE quien pactaba con los nacionalistas en sus últimas legislaturas, es ahora el PP... Será la "gran coalición" PP/PSOE en caso de producirse, etc.

    -    El objetivo es pues:

        -    recomponer la Unidad del Estado,
        -    aislar al nacionalismo periférico y
        -    liderar una reforma radical de la UE y de la OTAN

    -    La estrategia es intentar insertarnos en el parlamento con una presencia mínima que, dada la polaridad de fuerzas políticas, jugase, en un sentido u otro, un papel de fulcro de la balanza.

    -    La táctica es obtener un éxito político local (en elecciones europeas o en algún municipio importante) que desemboque en nuestra entrada en el Parlamento Español.


9. UN FRENTE ES UN FRENTE CUANDO RESPONDE A UNA NECESIDAD HISTORICA

    La posibilidad de éxito de una iniciativa como la que proponemos y su prolongación en el tiempo depende de que su existencia responda a una necesidad histórica. Es decir, que sea una opción que vaya más allá de lo coyuntural. De ahí el interés en aplicar la "doctrina de la escalera" e incidir en la concepción gradualista del proceso revolucionario.

    Pero hay más. Hoy afrontamos una situación que va mucho más allá de una mera crisis funcional del sistema y tampoco  -contrariamente, a lo que decíamos en el pasado- se trata de una crisis estructural: el sistema camina implacablemente y fuera de todo control, hacia su lógica final. Solamente en los últimos tiempos esta lógica ha podido evidenciarse.

Ha hecho falta que cayera el muro de Berlín y se pasara de un sistema de estabilidad basada en un duopolio imperialista, a un sistema unipolar que en diez años se ha mostrado, en cierto sentido (en política internacional y en economía) mucho más inestable, pero que en todos los demás terrenos ha actuado como si fuera una apisonadora.

    Es en ese momento cuando los conceptos que ya se evidenciaban oscuramente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, han aparecido a la luz pública: "nuevo orden mundial", "fin de la historia", "pensamiento único", "lo políticamente correcto", etc. Todas estas nociones no son más que los apéndices terminales del mundo surgido en 1789 y de su lógica racionalista, humanista, economicista, burguesa, liberal y capitalista.

    Hoy ese pensamiento único apenas tiene respuesta. Incluso aquellos que lo miran con desconfianza e incluso lo censuran y se revelan contra él (Anguita) son incapaces de remontarse hasta sus orígenes y condenar su lógica.

    Así pues, desde el punto de vista cultural, no hay más opción que las concepciones cristalizadas en 1789, o bien una visión disidente. No existen terceras vías: Anguita en lo político y los intelectuales de izquierda son la muestra; oponiéndose a aspectos parciales del sistema, no logran huir de su racionalidad central y, antes o después, esa racionalidad se reconstruye en forma de contradicciones insuperables. No lo dudemos: desde el punto de vista cultural, estamos en condiciones de proponer una escala de valores y unos patrones diferentes a los del "pensamiento único". Y somos los únicos.

    Más aun: esa visión cultural y esa escala de valores no nos pertenecen en propiedad, no la hemos creado nosotros, ni nos tenemos por originales en nada: pertenece a nuestra herencia cultural, desde el mundo clásico greco-latino a la humanidad medieval, desde el impulso que generó las páginas más brillantes de nuestra historia hasta la reflexión que hace ahora cien años realizaron los intelectuales del 98 español. Ese pensamiento, ese ESTILO, no puede perderse. Mientras exista un solo hombre civilizado que sea capaz de transmitir cultura, existirá esperanza. Pero si esa visión alternativa al pensamiento de 1789 se pierde nada podrá hacerse en el terreno de la reconstrucción política, por que ya, necesariamente, habremos adoptado la escala de valores y principios del adversario.

    Esa es nuestra tarea histórica: impedir la desaparición de lo que es Cultura con mayúsculas, ser herederos legítimos y dignos de una tradición y un pasado que nació hace milenios y que hoy agoniza, reconquistar, en definitiva, para un tiempo nuevo y convulso, un estilo y una escala de valores que inspiró los períodos áureos de la civilización occidental.

¿Se puede desertar de una tarea así?

    Está claro que un Frente Nacional es una alternativa política que debe buscar la eficacia sobre cualquier otra pretensión. Pero no olvidemos jamás los objetivos finales. Su lejanía actual de un lado y el hecho de que el núcleo central de un Frente sea construido por hombres y mujeres, por militantes, en definitiva, hace que a pesar de lo coyuntural de sus consignas difundidas a nivel popular, contraste con un máximo cuidado por la formación cultural, ideológica y política de los cuadros que vertebran en Frente. No solo habría que diferenciar entre agitación (difusión de ideas, pocas ideas a un público grande: electores) y propaganda (difusión de muchas ideas entre un público minoritario: militantes), sino también entre dos formas de propaganda: una intensiva y otra diluida, la primera de largo alcance y la segunda de carácter puramente operativo, adaptada a la actual coyuntura.


10. DEL AÑO CERO AL ARRANQUE. ¿QUE HACER? Y ¿QUE DESHACER?

¿Qué hacer?

    1)     iniciar un proceso de reagrupación entre partidos o fracciones de partidos que se muestren favorables a la constitución de un Frente Nacional.

    2)    estimular el debate fundamental:

        -    debate sobre programa.
        -    debate sobre estrategia (incluida imagen).
        -    debate sobre tácticas.
        -    definición del marco ideológico.

        recopilando el material elaborado en un Depósito Documental.

    3)     forjar instrumentos de acción:

        -     desarrollar los instrumentos de que disponemos en la actualidad, especialmente los informáticos.
        -     desarrollar y convertir en operativa una Agencia de Prensa sobre informaciones alternativas.
        -     estudiar la posibilidad de lanzar una revista mensual (o quincenal) con una tirada inicial de 2000 ejemplares, formato tabloide, de 32 páginas, estilo "El Militante", más cuidada desde el punto de vista gráfico.

    4)    establecer tiempos y definir calendarios, estableciendo un plan de lanzamiento.

    5)    normalizar relaciones internacionales.

    6)    recopilar bases de datos: medios de comunicación, antiguos militantes de partidos, personalidades susceptibles de interesarse por nuestra acción.

¿Qué deshacer?
   

    1)    ... los viejos usos y hábitos de trabajo que han llevado a la esterilidad y la inanición a nuestro ambiente político.

    2)    ... compromisos y lealtades con organizaciones que a lo largo de los años hayan demostrado una ineficacia y una ineptitud total para obtener el más mínimo éxito político y el avance de sus propuestas.

    3)    ... el cerco de silencio que nos envuelve y que no se trata de una conspiración, sino de la consecuencia lógica de nuestro proceso de extinción política.

    4)    ... el amateurismo político para el que todo se hace expontáneamente y con amplias dosis de voluntarismo ingenuo.

    5)    ... el "protagonismo" de veteranos quemados en anteriores combates y que, incluso involuntariamente, pueden generar una imagen polémica del Frente Nacional. Es preciso dar paso a líderes y responsables nuevos.

    6)    Aislar a los elementos problemáticos y fraccionales y a los ambientes incapaces de comprender que un Frente es inicialmente una comunidad de organizaciones y siglas que tienen intereses comunes aunque no sean exactamente coincidentes en todos los demás puntos, pero que, desde el principio en que se acepta que viajar juntos, se acepta igualmente que es más lo que une que lo que separa.


23 de abril de 1999

© Ernest Milà - http://infokrisis.blogia.com - infokrisis@yahoo.es - Prohibida la reproducción de este texto sin citar origen.

0 comentarios