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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

La colonización de Europa. Guillaume Faye. Capítulo IX. ¿CUÁLES SON LAS SOLUCIONES? EL PRINCIPIO DE LA RECONQUISTA

El punto de vista de partida es que la tercermundización de Europa es a largo plazo inaceptable, como fue inaceptable por aquellos pueblos que sufrieron la colonización europea. La diferencia es que la colonización del Tercer Mundo por Europa fue provisional y no tomó la forma de una colonización de la población. La otra diferencia es que el colonialismo europeo fue civilizador, y evidentemente destructor de las sociedades tradicionales (pero no de sus culturas y religiones), y que su resultado fue la explosión demográfica del Sur y de Oriente y su incremento de poder. A la inversa, la colonización de Europa por sus antiguas colonias no comporta ningún efecto civilizador, tiende a ruinar nuestro equilibrio demográfico, sobrecarga nuestras economías y destruye nuestras identidades culturales.

En pocas palabras, la colonización europea fue globalmente negativa, sobre todo para Europa, mientras que la colonización de Europa por el Tercer Mundo es positivo para este último y aún más dañino para nosotros. Se puede decir que el colonialismo europeo y la colonización de Europa son en el fondo un mismo movimiento de flujo y de reflujo, y que el segundo es la consecuencia del primero.

Los bien-pensantes han combatido el colonialismo (y el neocolonialismo) en nombre del principio de caridad, de conmiseración y de amor hacia el Otro, ya que los Europeos eran considerados culpables de destruir y de explotar todos los pueblos de ultramar. Pero rechazan admitir que la inmigración y la colonización de Europa por el Sur y Oriente destruyen todavía más la civilización europea. Y aún más, se despreocupan de ello. Son xenófilos y etnomasoquistas, los "porta-maletas" amigos del FLN durante la guerra de Algeria hasta los lobbies inmigracionistas de hoy.

El destino de las civilizaciones extranjeras les es mucho más preciado que el de la suya propia. Es necesario hoy invertir las preferencias: solamente debe contar el destino de la civilización europea y de sus pueblos autóctonos. ¿Qué nos importan las civilizaciones, pueblos o las culturas extranjeras? Es por nosotros mismos que debemos combatir, y no por la humanidad. Seamos al fin etnocéntricos.

Esta posición no significa que los Europeos deban desinteresarse por la suerte global del planeta. En el "mundo llano", donde todos los pueblos son interdependientes, hace falta resolver conjuntamente aquellos que son los conflictos de interés y de poder, las cuestiones centrales tales como la protección del entorno natural y del ecosistema o la prevención de las guerras nucleares. Pero nuestro cuidado respecto del destino de la humanidad está subordinado al nuestro propio.

Este es el principio de la subsidiariedad aplicada a la medida de la humanidad en la que cada uno está en su sitio, cada uno es responsable de su sociedad, de sus costumbres, del estado de su cultura; pero cada uno es corresponsable del planeta, de Gaia, de esta bola azul y minúscula que rueda en el universo. Estamos todos embarcados en la misma nave, a la vez solidarios y adversarios.

Debido al hecho de la naturaleza humana, la cooperación de las civilizaciones, y los grandes bloques étnicos deben parecerse a una paz armada. El expansionismo irresponsable del islam o de los Estados Unidos, universalismos proselitistas poco cuidadosos de la diversidad humana, monoteísmos fanáticos, no saben admitir más que la ley de la fuerza. Esto es porque la civilización europea debe restaurar su poder, y primero su identidad, es decir, proceder a una reconquista de su propio espacio. Reconquista cultural y reconquista física. Purga del alma, y purga del cuerpo.

Creer que se podrá limitar la colonización, dirigirla, creer que las minorías no devendrán mayorías; creer que no nos arriesgamos a ser sumergidos en dos generaciones si el sistema actual perdura, todo esto surge de los sueños despiertos.

(c) Por el texto: Guillaume Faye

(c) Por la Edición Francesa: Editions de l'Aencre

(c) Por la traducción castellana: Miguel Ángel Fernández

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