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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

El fenómeno Rosa + Cruz (I de IV) Datos Históricos sobre la Rosa + Cruz

Infokrisis.- Nos ha sorprendido encontrar pocas referencias históricas y muchas menos doctrinales sobre el movimiento de la Rosa + Cruz. Prácticamente, todo lo que se puede encontrar en la red -al menos en lengua castellana- está publicado por los distintos grupos que hoy se reclaman herederos de la Rosa + Cruz. En la práctica a estos grupos les cabe, más bien, el calificativo de "rosacrucianos" estando más próximos del ocultismo contemporáneo que de la tradición Rosa + Cruz. Por lo tanto, publicamos en cuatro entregas un resumen de la historia, de la doctrina y de las prácticas de la Rosa + Cruz, en un intento de restituir a esta Tradición el espacio que le es propio.

De la Rosa a la Cruz

A quienes buscan interpretar el simbolismo evangélico más allá de lo que les han enseñado en las iglesias.

A los viejos “rosa cruces”, anónimos e incógnitos que, sin duda, están entre nosotros.

 

Introducción.

“Desde el punto de vista histórico, el rosacrucianismo ha de considerarse como una de las corrientes secretas que siguieron a la destrucción de la Orden de los Templarios, algunas ya existentes en germen antes de este acontecimiento, pero que se definieron y organizaron sobre todo después, como continuadoras subterráneas de la misma tendencia”[i].

El fenómeno “rosa cruz”[ii] puede ser considerado como la última emanación esotérica surgida en Occidente. Lo que vino después fue “ocultismo”, no “esoterismo”. Vale la pena recordar que la “rosa cruz” es un movimiento esotérico, no ocultista. Hay que encuadrar al fenómeno “rosa cruz”, pues, dentro de lo que se ha llamado Tradición Esotérica o Gran Tradición.

Esa Gran Tradición no es más que un mar que va arrojando olas a las costas. Cada una de estas olas puede ser considerada como un sistema de acceso a la trascendencia, una “revelación”. En su forma exterior –exotérica- cada uno de estos sistemas tiene la forma de “religión”. A cada religión exotérica, corresponde una doctrina “esotérica”. La palabra “esoterismo” deriva de “sother”, término griego que indica “lo que está escondido”. Exoterismo y esoterismo, a la postre, son las dos caras de una misma moneda. En el fondo puede decirse que las religiones tranquilizan al ser humano y le dan respuestas a los problemas de la existencia, contenidas en los Libros Sagrados de cada religión. Estos libros, inevitablemente, han sido escritos por “inspiración carismática”, es decir, en un estado de conciencia diferenciado. Por eso se dice que son “libros revelados”. Estos libros son susceptibles de distintos niveles de interpretación. El exoterismo los interpreta como relatos morales que encierran enseñanzas religiosas. El esoterismo, va más allá, e intenta ver en esos relatos, experiencias interiores del alma, procesos iniciáticos y caminos de acceso a la trascendencia. Mientras el exoterismo religioso se expresa mediante la fe, el culto y la teología, el esoterismo aspira a “tomar el cielo por asalto”, quiere suscitar la “experiencia interior” y dispone de una doctrina metafísica.

Pues bien, la “rosa cruz” es una forma de esoterismo cristiano inspirado en los Evangelios. Frecuentemente se dice que “todo lo que asciende, converge”[iii] y eso explica por qué, en el período de las cruzadas, algunos guerreros europeos llegados a Tierra Santa, se entendieron pronto con sus enemigos, los iniciados en el esoterismo islámico. De ese entendimiento (y de otros factores que ya estudiaremos en su lugar) nació el esoterismo templario y de éste, el fenómeno “rosa cruz”. Esta pequeña obra trata sobre la “rosa cruz” y pretende abordar el tema desde un enfoque muy concreto: la “rosa cruz” en tanto que heredera del esoterismo templario, forma gnóstica católica y última manifestación de la Gran Tradición en Occidente.

El libro se subtitula “La Rosa Cruz en su Historia, en su Doctrina y en su Práctica” y, efectivamente, vamos a abordar estos tres aspectos del fenómeno. Pero, en todo esto, existe un problema...

Los tres obstáculos para la investigación

Hoy resulta extremadamente difícil estudiar el fenómeno Y el grupo de ideas y organizaciones etiquetadas bajo el nombre de “rosa cruz”. Tres razones obstaculizan la tarea del investigador:

-           en primer lugar el que la Rosa Cruz Originaria[iv] fue un movimiento secreto, surgido en un período en el que, tal como demostró la persecución contra el templarismo, la Iglesia puso particular énfasis en reprimir cualquier otro sistema iniciático surgido fuera de los sacramentos administrados por ella. Como explica el gran esoterista René Guénon[v], la característica de toda organización secreta seria, consiste en “no dejar rastros de su existencia”. Es evidente; de lo contrario, no sería “secreta” y si existieran datos sobre ella y persistiera en autotitularse “secreta”... no sería “seria”. En este sentido, la “rosa cruz” originaria, se configuró como “sociedad secreta” y, en consecuencia, resulta extremadamente difícil, encontrar rastros documentales con anterioridad al siglo XVI[vi].

-           En segundo lugar, el fenómeno “rosa cruz” no se remonta más atrás del siglo XIV, sin embargo, reaparece en períodos muy posteriores e incluso se prolonga hasta nuestros días. Estamos hablando, pues, de una horquilla temporal de casi ochocientos años. En ese tiempo no ha existido UNA sola organización “rosa cruz”, sino una multiplicidad de formas derivadas del fenómeno originario. Algunas de estas formas están muy próximas de la pureza y de las intenciones originarias, otras son simplemente asociaciones creadas en tiempos muy recientes y cuyo interés es relativo. Pero, incluso, dentro de este tipo de asociaciones, existen aquellas que, efectivamente, intentan entroncar con los ideales de la Rosa Cruz Originaria, mientras que otras, no tienen absolutamente nada que ver con ella. Y aún hay más: al estudiar el fenómeno histórico de la “rosa cruz” se percibe que existe una evolución en sus posiciones, incluso en períodos muy remotos. La “rosa cruz” del siglo XIV no es la misma que la que emerge posteriormente, durante el Renacimiento. Y la que aparece en Alemania en el siglo XVII, tiene poco que ver con la que sale a la superficie en Inglaterra o Italia. Estamos hablando, pues, de fenómenos muy diversos.

-           Finalmente, existe una confusión que René Guénon ya puso de relieve[vii] entre el movimiento “rosa cruz” originario y los grupos hoy existentes que se reclaman “rosacruces”. En tanto que grupos organizados –no seremos nosotros quienes les atribuyamos la ominosa calificación de “sectas”- tienen sus propios intereses orgánicos y, el primero de todos ellos, consiste en aureolarse de un aroma fantástico y misterioso, capaz, por sí mismo, se suscitar la incorporación de nuevos miembros. Así, hemos podido enterarnos por ellos de la quimérica idea según la cual el “fenómeno rosa cruz” se originó en el Egipto faraónico[viii], por no hablar de que John Valentín Andreae, autor de los manifiestos rosacruces del siglo XVI, que algún insensato[ix] ha incluido entre la fantasiosa relación de “Grandes Maestres del Priorato de Sión”, organización, por lo demás, inexistente fuera del cerebro enfermizo de su inventor, Pierre Plantard. Esto ha creado una endiablada situación en la que resulta muy difícil distinguir entre la mistificación y la realidad histórica.

A nadie se le escapa que ante un tema tan absolutamente intrincado y complejo, menudea la posibilidad de caer en errores y confusiones. Evitaremos al máximo esta posibilidad, asiéndonos a puntos de referencia que puedan ser considerados lo suficientemente “sólidos” y “seguros”.

Los puntos de referencia “seguros”

Seamos claros desde el principio: si lo que el lector está buscando una novela de capa y espada a lo “Código Da Vinci”, o similar al “El Enigma Sagrado”, se ha equivocado de texto. Y no por que la historia del movimiento “rosa cruz” que vamos a presentar no sea, en sí misma sorprendente –frecuentemente, la realidad es mucho más espectacular que la ficción literaria- sino por que vamos a procurar limitarnos a los datos históricos contrastables, extraídos de obras de incuestionable rigurosidad; vamos a estudiar el simbolismo y las ideas del movimiento “rosa cruz”, partiendo de los textos más antiguos que han llegado hasta nosotros y vamos a evitar el tomar como fuentes documentales a las organizaciones actuales que se reclaman “rosacruces”, al ser todas ellas, excesivamente recientes y carecer sin excepción de una filiación indiscutible[x]. De todas formas, la última parte de esta pequeña obra de referencia está dedicado a la casi una docena de grupos que, a partir de ahora, llamaremos “rosacrucianos”.

Es obligatorio aludir a los manifiestos “rosa cruces” que aparecen en el siglo XVII en Alemania. La “Fama Fraternitatis”, la “Confessio”, las “Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz” y las “Cartas Rosacruces”[xi], saldrán a relucir con frecuencia en estas páginas. Fueron elaboradas por el círculo “rosa cruz” que emergió en Alemania a principios del siglo XVII. Las “Bodas Químicas” de Andreae, puede considerarse como el primer texto “rosa cruz” específicamente dedicado a la alquimia, y sintetiza las enseñanzas de los maestros previos, desde Llull y Arnau de Vilanova, hasta Paracelso.

Tenemos particular preferencia por algunas obras escritas por especialistas en el esoterismo, poco imaginativos, serios y rigurosos, como Julius Evola y René Guénon que han tratado el tema “rosa cruz” en algunas de sus obras. El primero trató el tema en dos obras fundamentales: “El Misterio del Grial”[xii] y “La Tradición Hermética”[xiii]. La tercera parte de “El Misterio del Grial”, titulada “La Herencia del Grial”[xiv], encuadra el fenómeno “rosa cruz” en el contexto histórico que le es propio. Alude a las relaciones entre cátaros, templarios, rosacrucianos, “Fieles de Amor” gibelinos, alquimistas y hermetistas y, finalmente, francmasones. En esta obra hemos adoptado éste planteamiento, al resultar, sin duda, el más serio, conciso y concreto.

En cuanto a “La Tradición Hermética”, se trata de un libro en donde Evola resume las doctrinas y procedimientos alquímicos. Existen muchas obras sobre hermetismo y alquimia, pero solamente unas raras excepciones son claras, comprensibles y bien documentadas. Esta obra es una de ellas, tanto por lo que se refiere al estudio del simbolismo específicamente “rosa cruz”, como a la operatoria de la alquimia tradicional. Especialmente su Capítulo 22[xv] tiene una conexión directa con el tema de la “rosa cruz”.

En cuanto a las obras de René Guénon, la “rosa cruz” es tocada en la obra ya citada, “Apreciaciones sobre la Iniciación”, y en “El Esoterismo de Dante”[xvi]. En la primera, Guénon trata en diversos capítulos sobre la iniciación “rosa cruz”[xvii]. En la segunda, el autor realiza una aproximación al fenómeno histórico del movimiento “rosa cruz” en la Edad Media.

Junto a las obras de estos dos autores, utilizaremos también algunas elaboradas por investigadores que contienen importantes referencias documentales y distintos libros sobre la historia del ocultismo: “La meta secreta de los rosacruces”[xviii] de Jean Pierre Bayard, “La Hermandad de la Rosa Cruz”[xix] de A.E. Waite, “Historia del ocultismo”[xx] de Frederic Köning, “Historia de la magia”[xxi] de Richard Cavendish, “Historia de las Doctrinas Esotéricas”[xxii] de Jean Riviere y “Historia del ocultismo”[xxiii] de Guérin-Ricard. Hay otras muchas, por supuesto, y alguna irá siendo mencionada en las notas a pie de página, pero estas, sin duda, son las más significativas. Sobre algunas de estas obras hay que decir que es preciso tomarlas con ciertas reservas. La totalidad de los datos que contienen no están suficientemente contrastados y existen contradicciones o errores manifiestos. Pero, aún así, estas obras suponen “muletas” para caminar en este vidrioso tema.

Con relativa frecuencia deberemos de acudir al universo simbólico para aclarar conceptos. Dos diccionarios de símbolos de singular brillantez, nos acompañarán en esta excursión: el “Manual-diccionario de Esoterismo”[xxiv] de Hervé Masson y el “Diccionario de Símbolos”[xxv] de Jean Chevalier y Alain Gheerbrand. El rigor de ambas obras está fuera de toda duda y nos supondrán una guía imprescindible en el capítulo dedicado al simbolismo “rosa cruz”.

Finalmente, utilizaremos algunas obras clásicas del ocultismo decimonónico. Hay que decir que a lo largo de todo el siglo XIX, reapareció el movimiento “rosa cruz” y algunos ocultistas franceses y anglosajones estuvieron en condiciones de recoger y ofrecer a sus lectores datos sobre el fenómeno. Así mismo, todos estos textos nos servirán también para hacernos una idea de cómo se gestó el “rosacrucianismo” contemporáneo.

¿Qué nos proponemos con este estudio?

Antes hemos dicho que no aspirábamos a componer una historia “clónica” del rosacrucianismo. En realidad, lo que nos proponemos es una tarea de “revisión” de lo que fue el movimiento “rosa cruz” e intentar determinar en lo que se ha transformado. Esto nos adentrará en una apasionante aventura histórica en los últimos siglos de la Edad Media. Nos llevará luego a conocer la proliferación de las sociedades secretas en el Renacimiento y en los años de la Reforma Protestante y de la Contra Reforma Católica. Nos será necesario adentrarnos en la masonería para entender como algunos grados masónicos del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, son grados procedentes de los movimiento “rosa cruces” de la época. Luego deberemos adentrarnos en el ocultismo surgido a mediados del siglo XVIII y así llegaremos a nuestros días. Será un intento de definición histórica, desnudo y esencial, despojado de todo aquello que suponga mistificación.

En una segunda parte abordaremos la doctrina “rosa cruz”. Un movimiento se justifica por su doctrina y en el caso de la doctrina “rosa cruz”, aún más, en tanto que es el eco de otro tiempo y nos conducirá a la comprensión de lo que supone la “tradición hermética”. En este sentido, la doctrina “rosa cruz” es posible que diga algo a los lectores de estas páginas. Quizás les ayude a reflexionar y a reconocer que lo que, en rigor, podemos llamar “vía rosa cruz”, sigue siendo válida para el hombre moderno.

En tanto que la doctrina “rosa cruz” se define mediante símbolos, era absolutamente necesario dedicar un capítulo a esta materia. Los símbolos son “expresiones sensibles de ideas”[xxvi]. Las ideas rosacruces se expresan, pues, mediante una floración simbólica sin precedentes, extraídos de los Evangelios, pero aplicados –y esto es lo interesante- no a un contexto religioso o teológico, sino de realización interior.

Hemos considerado necesario agregar una parte “operativa”. Las ideas “rosa cruces” no tienen sentido sino es con una intención aplicativa. La “alquimia rosa cruz” que, efectivamente, existió, intentaba transformar el “plomo opaco en oro resplandeciente”, es decir, lograr la “metanoia” (cambio radical) de la conciencia en el ser humano. Pero existían también otras prácticas ligadas al movimiento “rosa cruz”. No cabe la menor duda de que fueron tales prácticas, unidas sin duda, a una predisposición interior, las que permitieron a uno de los integrantes del círculo “rosa cruz” de Provins, Michel de Nostradamus, realizar sus más atrevidas y exactas predicciones[xxvii].

Lo que, finalmente, nos proponemos es introducir al lector en un mundo nuevo, al que llamaremos “el mundo de la tradición”. Ese mundo se remonta a los orígenes. Una vía para el acceso y la comprensión de ese mundo, es precisamente, el movimiento “rosa cruz”. Julius Evola dice al respecto: “Mas allá de la variedad múltiple de sus formas, la civilización premoderna, o como también podemos denominarla, tradicional, significa algo específicamente distinto [a la civilización moderna]. Se trata de dos mundos, uno de los cuales se ha diferenciado hasta el punto de no conservar apenas ningún punto de contacto con el anterior. Con lo cual, para la gran mayoría de los modernos también quedan cerradas las vías de una comprensión efectiva de este último”[xxviii]. Este planteamiento es fundamental para abordar nuestro tema. El movimiento y las ideas “rosa cruces” forman parte del ciclo de la civilización “pre-moderna”. Para comprenderlo en su plenitud será preciso trasladarse desde la modernidad a la pre-modernidad. Hoy, las ideas “rosa cruces” están en la modernidad, pero no son de la modernidad, sino un eco –en buena medida desfigurado- de otro tiempo y de otro momento de civilización.

El movimiento “rosa cruz”, expresa sus ideas con un lenguaje simbólico y, a la postre, implican una forma de metafísica. A primera vista, los símbolos y las ideas utilizadas, pueden parecer extravagantes, alegóricas y, en ocasiones, opacas. Basta con liberarse de los prejuicios impuestos por la modernidad, para que caiga un velo y podamos entender lo que supuso y supone aún el movimiento “rosa cruz”.

Para acceder al núcleo central del pensamiento “rosa cruz” será preciso realizar una mutación interior. El pensamiento moderno no nos dará acceso a la doctrina “rosa cruz”. Pero si logramos traspasar esta primera barrera, es posible que, casi sin darnos cuenta, una segunda mutación tenga lugar en nuestro interior. Es lo que los antiguos “rosa cruces” llamaban “metanoia”, el cambio radical de conciencia.

Ernesto Milà

14 de febrero de 2006.

 

Capítulo I

La Orden Rosa Cruz en la Historia

Es preciso explicar, ante todo, de qué estamos hablando. Hasta ahora hemos colocado nuestro tema, la “rosa cruz”, entre comillas, indicando con ello cierta provisionalidad. Referirse a la “rosa cruz” es, para unos, aludir a una sociedad secreta de carácter esotérico que pertenece al pasado; para otros es una realidad del presente, encarnada en la docena de asociaciones que utilizan el símbolo de la rosa y de la cruz; pero, a poco que se examina con cierta profundidad esta temática, parece evidente que las “organizaciones rosa cruces” originarias tenían unas características muy diferentes a las modernas y que, es presumible, incluso, que en buena medida, más que de “organizaciones”, se tratase de “linajes iniciáticos”.

Los distintos momentos históricos de la “rosa cruz”

Así pues, hay que distinguir entre varios elementos que tienen lugar en este libro, pero que, en el fondo, son objetos de estudios diferentes:

-           tenemos una Rosa Cruz Originaria de la que no se sabe absolutamente nada, pero cuya existencia es posible reconstruir a partir de dos elementos: 1) los textos aparecidos en el siglo XVII en Alemania que afirman que, doscientos años antes, existió una Orden Rosa Cruz[xxix] fundada por un personaje casi mitológico. Esto nos remite al siglo XV y 2) la naturaleza del esoterismo cristiano de ese período, derivado de supervivencias del gnosticismo templario del siglo XIII. Como se sabe, en el interior del templarismo se gestó una gnosis que resultó perseguida por la Iglesia Católica, en tanto que herética. Tras ser disuelta la Orden del Temple, los contenidos esotéricos que sostenía el “Capítulo Secreto” de la Orden (una especie de círculo interior para iniciados que querían ir más allá del culto exterior) se dispersaron en distintas asociaciones: de un lado los partidos gibelinos que actuaron en el Sacro Imperio; de otro, los “Fieles de Amor” y distintas asociaciones trovadorescas; fragmentos de las enseñanzas templarias llegaron, así mismo, a Escocia en donde fueron acogidas en los Gremios de Canteros, donde lugar, cuatrocientos años después, al Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Es previsible que algunos iniciados en el templarismo, se retiraran de la vida pública y constituyeran en torno suyo “linajes iniciáticos”, sin relaciones orgánicas entre sí y sin voluntad siquiera de constituir un grupo estructurado. A todos estos grupos, surgidos, del estallido del esoterismo templario, le llamaremos “Rosa Cruz Originaria”.

-           Aparece, posteriormente, una “rosa cruz” renacentista que abarca a los que se ha dado en llamar “magos cabalísticos” (Marsilio Ficino, Pico della Mirandola, Cornelio Agrippa, Tomasso Campanella y Giordano Bruno). Este grupo, casi completamente formado por individuos nacidos en la península itálica, incluye a individualidades excepcionales. Todos son “humanistas” y, a pesar de que resulta imposible, establecer que pertenecieran a ninguna sociedad secreta, es evidente que su floración en el mismo horizonte geográfico y en la misma época, denota la existencia de un centro iniciático. Ninguno de ellos reconoce la filiación “rosa cruz”, pero en todos ellos, está presente la idea de reconstruir un esoterismo cristiano, practicar la magia hermética y el khabalismo cristiano. Algunos han leído a Arnau de Vilanova y a Raymond Llull, y en el fondo, experimentan la sensación de ser sus continuadores. Otros se sienten hombres de ciencia (como Giordano Bruno), los hay que han descubierto el neoplatonismo (como Marsilio Ficino), y quienes se han aficionado a las lecturas herméticas alejandrinas (Pico della Mirandola). Se les puede acusar de “desviaciones”, pero todos ellos se sienten “católicos”. No podemos demostrarlo, pero tenemos la íntima convicción de que toda esta generación de hombres brillantes tiene su origen en los linajes supervivientes del templarismo y los “Fieles de Amor”[xxx] gibelinos. Este grupo tiene una continuación que sale a la superficie entre 1614 y 1616, cuando Johan Valentín Andrea publica sus dos manifiestos: “Fama Fratternitatis” y “Confessio”. A este período podemos llamarlo “Rosa Cruz Histórica”.

-           A partir de ese momento y en los dos siglos siguientes, es cuando aparecen los “movimientos rosa cruces” propiamente dichos. No puede hablarse de un movimiento unificado, sino de distintas organizaciones (la “Milicia Crucífera Evangélica”, la “Casa de la Rosa Cruz” y un largo etcétera) y de personalidades relevantes que actúan individualmente. Esto hace que las contradicciones empiecen a aflorar y que no se trate de un movimiento unitario, con objetivos e ideas comunes, sino de una multiplicidad de siglas e individualidades, algunas de las cuales están más próximas a la pureza originaria del ideal “rosa cruz”, mientras que otras han derivado hacia especulaciones personales, desviadas de tales orígenes. A este conjunto, podemos llamarle “Rosa Cruz Moderna”.

-           Finalmente, existen las asociaciones que, actualmente, se autotitulan “rosa cruces” y que han sido constituidas a lo largo del siglo XX. También aquí se trata de “productos” de muy distinta calidad. Estos grupos pueden incluirse sin dificultades dentro del “ocultismo” contemporáneo más que dentro del “esoterismo”. Mientras que el esoterismo es la búsqueda de lo que está escondido, utilizando para ello textos clásicos que derivan desde la más remota antigüedad, el “ocultismo” es la “afición por lo oculto” que cristaliza en una serie de especulaciones personales de pensadores del siglo XIX y XX. Tales asociaciones son las que Guénon ha llamado “rosacrucianas”.

En este primer capítulo, nosotros vamos a aludir a las tres primeras corrientes, dejando la última para el capítulo final.

Pero ¿qué es la Rosa Cruz?

Si ya empezamos a saber quienes son “los rosa cruces”, es mucho más fácil saber que es “la Rosa Cruz”. Digámoslo ya: es una experiencia interior transmitida por un iniciado a otro iniciado. Así pues, en rigor, deberíamos más bien, hablar de “experiencia rosa cruz” más que de “grupos rosa cruces”. En realidad, un “grupo rosa cruz” es tal, solamente en la medida en que es capaz de suscitar en el corazón de sus afiliados, la “experiencia rosa cruz”. Se alcanza esta “experiencia” mediante una práctica a la que aludiremos en su momento.

René Guénon insiste en este orden de ideas: “Los verdaderos Rosacruces jamás han constituido una organización con formas exteriores definidas”[xxxi]. Pero, Guénon introduce un elemento nuevo e interesante: “el término Rosacruz es propiamente la designación de un grado iniciático efectivo, es decir de un cierto estado espiritual, cuya posesión, evidentemente no está ligada al hecho de pertenecer a una determinada organización definida”[xxxii].

Hará falta explicar que es una “iniciación”: es el hecho de recibir, mediante un acto ceremonial y ritual, una fuerza particular que permite, mediante el esfuerzo, penetrar en un estado espiritual concreto. O dicho de otra forma: existe el mundo físico y el mundo metafísico, el mundo de la materia y el mundo del conocimiento trascendente. Ambos mundos están separados, pero existe la posibilidad de penetrar en el mundo superior, partiendo del inferior, mediante el hecho de la iniciación[xxxiii]. La iniciación es un “rito”. El rito es una operación mediante la que el receptor recibe una fuerza o un poder que le capacita para alcanzar un punto concreto en su conquista de la espiritualidad pura o en su comprensión de la trascendencia. Con las solas fuerzas humanas, sería imposible alcanzar el mundo que está más allá de lo humano. La iniciación nos proporciona esa fuerza.

Pero el camino de la espiritualidad es como el ascenso por una escalera: hace falta recorrer peldaño tras peldaño. Así pues, no existe UNA sola iniciación, sino una multiplicidad de ceremonias de iniciación que dan un acceso progresivo a la trascendencia. Una de ellas es la propia del “grado rosa cruz” del que hablaba Guénon. ¿Cuál es ese grado y en qué consiste? Para entenderlo, deberemos realizar, nuevamente, una distinción previa.

Existe una diferencia, conocida ya desde el mundo clásico, entre los llamados “pequeños misterios” y los “grandes misterios”. Los primeros son los que dan al individuo el pleno dominio y la perfección de su naturaleza humana[xxxiv]; los grandes misterios son los que permiten que el ser humano se identifique con la trascendencia.  

Pues bien, el “grado rosa cruz” se sitúa en el límite de los “pequeños misterios”. Marca la restauración del “estado primordial”, cuando el ser humano estaba en contacto con la trascendencia. El tema está desarrollado en el relato bíblico de Adán y Eva. El “estado edénico” es el estado propio del “grado rosa cruz”, el que facilita una reintegración en el estadio primordial de la creación, anterior a la “Caída” adánica.

Pero ¿por qué este grado deriva de dos símbolos, la rosa y cruz? Podemos anticiparlo, aun cuando solamente el hecho de haber atravesado esta experiencia iniciática, permite comprenderlo en su totalidad. En el ámbito de la cultura europea tradicional, el símbolo del ser humano materializado es la cruz griega, formado por cuatro brazos iguales. Cada uno de estos brazos simboliza un “elemento”: Fuego, Tierra, Agua y Aire que en su devenir constituyen la realidad contingente y el devenir. En el ser humano, estos elementos están presentes, en la Sangre (Fuego), en los Huesos (Tierra), en los Humores corporales (Agua) y en los Pulmones (Aire)[xxxv]. En su movimiento, estos elementos forma el devenir cotidiano y constituyen la “rueda solar” o la “esvástica” que tiene un solo punto fijo: el centro de la cruz. La cruz es, pues, el símbolo de la naturaleza material del ser humano y de la naturaleza misma del cosmos. Cuando los “rosa cruces” dicen que el ser humano está “crucificado” a la materia, quiere decir que sus sentidos le dan acceso solamente a la realidad material, pero no a aquello que está más allá de ella. El ser humano posterior a la Caída está crucificado a la materia y él mismo, cree ser solamente materia.

¿Y la rosa? La rosa aparece en los símbolos rosacruces en el centro mismo de la cruz. Gráficamente, está representada como un estallido de rojo ígneo y situada sobre la cruz. Así pues, la rosa domina a la cruz. La rosa es símbolo del despertar espiritual. La doctrina rosacruz –que ya expondremos más detalladamente- parte de la idea de que, tras la Caída, el ser humano pasó de vivir en la espiritualidad, a vivir separado de la espiritualidad. Ésta se redujo a la mínima expresión y, por eso la existencia del ser humano es triste y cortada de su raíz originaria. Pero la espiritualidad –el alma- no ha desaparecido, sino que está en estado de latencia. Mediante prácticas y ejercicios de ascesis adecuados, o mediante la práctica de determinados procedimientos alquímicos, se logra revitalizarla.

Quien ha pasado por esta experiencia, afirma experimentar la sensación de que una rosa inmensa y roja, eclosiona en el centro de su pecho, y no como símbolo sino como percepción real. Es el signo del triunfo en la experiencia del “despertar” espiritual o del “despertar” interior. A partir de ese momento el ser humano, ya despierto, puede afirmar con propiedad que ha llegado hasta el límite de sus posibilidades humanas. Ha quedado reintegrado en el estadio primordial; o dicho de otra forma: ha remontado la “Caída” adámica[xxxvi].

La síntesis de este proceso es la rosa (el principio espiritual activado y convertido en el centro de la vida del individuo) sobre la cruz (el principio material del ser humano, a partir de ese momento subordinado al espíritu). Por eso, también, el título de esta obra es “De la Cruz a la Rosa”, lo que implica un tránsito simbólico, la conquista de un estado primordial.

La “Rosa Cruz Originaria”

Se sabe muy poco sobre el fundador mítico de la corriente “rosa cruz”. Y todo lo que se sabe es a través de los panfletos aparecidos entre 1614 y 1620. En la “Fama Fratternitatis” –de la que hablaremos más detenidamente en el siguiente parágrafo- se describe la existencia de un personaje al que se le prestan rasgos históricos, Christian Rosenkreutz, que habría nacido en 1387 y muerto en 1484 a la edad de 106 años. Es evidente que se trata de un personaje simbólico. Guénon dice a propósito suyo: “es muy dudoso que haga falta ver allí un personaje histórico, por más que algunos lo hayan dicho, sino que sobre todo aparece como la representación de lo que puede llamarse una entidad colectiva”[xxxvii].

Christian Rosenkreutz, según la “Fama” era huérfano, de origen alemán y perteneciente a la nobleza. Fue criado en un convento en donde aprendió griego y latín. Acompañado por uno de los hermanos del convento, recorrió el mundo cuando apenas tenía 16 años. Pasó por Damasco, Jerusalén y Tierra Santa, Arabia, Egipto, Marruecos y España, desde donde regresó a su patria. El relato explica que en Asia Menor fue iniciado en los “misterios de la ciencia oculta contenidos en el Liber M” (el Libro del Mundo). Hasta aquí estamos ante el típico viaje iniciático que tantas veces es utilizado en la historia del esoterismo como perífrasis simbólica de un proceso de transformación espiritual.

Tras regresar a Alemania, se retiró intentando asimilar todas las enseñanzas aprendidas en el curso de su periplo. Ayudado por otros tres discípulos, fundó la primera Sociedad Rosacruz. Luego, en 1348, preparó su tumba para que fuera descubierta 120 años después.

Algunos elementos simbólicos del relato deben ser tomados en consideración. La primera parte del viaje de Rosenkreutz tiene que ver con Tierra Santa y se sitúa en el período inmediatamente posterior al templarismo y a las cruzadas. No es, desde luego, un hecho casual. La segunda parte del recorrido –de Fez en Marruecos a la España de la Reconquista- indica también el carácter de “cruzada” y “guerra santa” de su aventura. Hay que tener presente que Jacques de Molay y los altos dignatarios templarios fueron ejecutados en 1314, mientras que, según el médico “rosa cruz”, Michel Maier, da como fecha de la fundación del primer grupo de esta tendencia en Alemania, la fecha de 1413[xxxviii]. El paralelismo es evidente y deliberado: se trata de establecer una filiación entre la “rosa cruz” y el templarismo; algo que ha permitido decir a Guénon: “después de la destrucción de la Orden del Temple, los iniciados en el esoterismo cristiano se reorganizaron, de acuerdo con los iniciados en el esoterismo islámico, para mantener, en la medida de lo posible, el lazo que aparentemente había sido roto por la destrucción [del Temple]; pero esta organización debió hacerse de forma más oculta, de alguna manera invisible, y sin apoyarse en una institución conocida exteriormente y que, como tal, hubiera podido ser destruida una vez más -de ahí el nombre “Colegio Invisible” dado alguna vez a la colectividad de los “rosa cruz”-. Los verdaderos rosacruces fueron los inspiradores de esta reorganización, o, si se quiere, fueron los poseedores del grado iniciático al que hemos aludido”[xxxix].

Se acepta unánimemente que el esoterismo templario se basa en una reinterpretación gnóstica del Evangelio de San Juan, que es, justamente, lo que asumieron luego los verdaderos “rosa cruces”. Esta reinterpretación fue posible cuando, durante las cruzadas, los monjes-guerreros del Temple, entraron en contacto con representantes del esoterismo islámico. De ahí el énfasis y los detalles puestos en la biografía de Christian Rosenkreutz por situarlo en zonas islamizadas, incluido su tránsito por España y Marruecos[xl]. El contacto entre los iniciados de Oriente con los monjes-guerreros llegados de Occidente, hizo reverdecer la gnosis pitagórica y neoplatónica que se habían perdido en el derrumbe del Imperio Romano y con el vértigo de las invasiones germánicas[xli].

Las ideas esotéricas habían permanecido en el khabalismo judío, que registraba actividad tanto en la Provenza francesa como en España y en la tierra originaria de Rosenkreutz. Ciertamente, permanecían algunos conocimientos esotéricos fragmentarios, derivados de las doctrinas alejandrinas, llegadas a través de Bizancio; pero, en el 1453, Constantinopla cayó en poder de los turcos y ese foco se dispersó. Se tiene constancia de que emigrados bizantinos se asentaron en Bohemia poco después, justo cuando aparecen las primeras organizaciones “rosa cruz” en Europa Central y se ha insinuado que pudieron tener alguna responsabilidad en el avivamiento de los focos clandestinos de esta corriente.

El hecho es que se tiene constancia, a partir del siglo XV, de la vaga existencia de grupos inspirados en doctrinas “rosa cruces”, en prácticamente toda Europa: existía una sociedad rosacruciana en Italia hacia 1410, otra en Flandes en 1430, otra en Alemania en 1459[xlii]. En 1484, cien años después de la muerte mítica de Rosenkreutz, se tiene noticia de la existencia de un grupo organizado en Augsburgo de Suabia, dirigido, entre otros, por Aegidius Gutman[xliii]. Así pues, contrariamente a lo que algunos historiadores han venido afirmando, la existencia de “núcleos rosa cruces” parece estar históricamente demostrada antes de la irrupción de Johan Valentín Andreae.

De hecho, en el 1200, aparece en el mejor momento del templarismo francés, el “Romance de la Rosa”[xliv] escrito por Jean de Meung y Guillaume de Lorris. Las grandes religiones de la época quedaban satirizadas y las alusiones a la tradición hermética y a la alquimia, eran demasiado evidentes, como para considerar a la obra un mero divertimento. A partir de este “Romance”, la rosa quedó ligada a la caballería medieval. No existen alusiones anteriores a la “rosa”, salvo en los escritos cristianos y en sus alusiones a la virgen como “Rosa Mística” o a la “Rosa de Sarón” que aparece en el “Cantar de los Cantares”.

No hay alusiones anteriores a 1200 y al esoterismo de la rosa. Sin embargo, en Oriente Medio y entre el esoterismo islámico tales referencias abundan. Abdl Ul Kadir Gilani compara las cicatrices a las rosas a las cuales atribuye un sentido místico[xlv].

No parece descabellado afirmar que la gnosis templaria incorporó el símbolo de la rosa a su patrimonio y que, de ahí, pasó, tras la hecatombe de 1314, a los círculos que dieron vida al movimiento “rosa cruz”. Pero hubo otro elemento a tener en cuenta en esa época: la irrupción del cabalismo cristiano de la mano de Arnau de Vilanova y de Raymond Llull, pero esto merece un parágrafo aparte.

Los “cabalistas cristianos”  

Arnau de Vilanova se decía ciudadano de aquello que se llamó “la catolicidad”. Su drama consistió en que su figura, no solamente se adelantó a su tiempo; Arnau, efectivamente, prefigura a los hombres del Renacimiento en su polifacetismo, en el interés que tuvo por todas las ramas del saber. Es heredero de la gloriosa tradición esotérica anterior, personificada en figuras como San Alberto Magno, Roger Bacon, Joaquín de Fiore, Avicena o Galeno, a quienes leyó y tradujo.

Se tienen pocos datos sobre la vida de este hombre que fue llamado en rigor "Médico de Reyes y Papas". El mismo nos dice en su "Espejo Médico" que nació en Vilanova de Filoca, cerca de Daroca, en 1240, cuando hacía poco que el territorio había sido conquistado por Jaime. La zona había sido repoblada con cristianos venidos de las tierras de Lleida.

A los veinte años fue a estudiar a Montpellier y logró graduarse en la Escuela de Medicina célebre de esa ciudad. Los judíos establecidos en Avignon, Narbona y Montpellier, habían ejercido la ciencia médica mucho antes de establecer la escuela en 1201. Arnau permaneció allí hasta 1270 y tuvo como profesor a Antón Martí quien "sembró en su espíritu la semilla del hebreo", al decir de sus propias palabras. Por esas fechas, Arnau había acumulado una notable biblioteca compuesta por libros de inspiración joaquinita, platónica y aristotélica sin que faltaran obras de Santo Tomas, textos de medicina y otras ciencias.

Pasó a ser médico de Pedro II de Aragón al que tratará de distintas dolencias hasta 1289, fecha en que vuelve a Montpellier donde residirá los diez años siguientes componiendo buena parte de su obra; en ese tiempo tradujo a Avicena y Galeno. También escribe obras de carácter profético que empiezan a ser miradas con desconfianza por los inquisidores que ven indicios del pensamiento de los begardos, fatricellis y otras herejías medievales.

En 1297 publicará su "Introducción a Joaquín de Fiore" y se hará portaestandarte del profetismo cristiano y del milenium apocalíptico que debería originarse con la llegada del anticristo que Arnau anuncia a fecha fija. El estudio de la cábala hebrea y su contacto con antiguos alumnos del Studium Hebraicum de Barcelona y Montpellier le induce a intentar la sistematización de una cábala cristiana a partir del análisis del nombre secreto de Dios, "Yhavhé".

Su actividad como médico de Jaime II le dará gran prestigio entre la corte catalano-aragonesa y, de médico de palacio, pasará a ser consejero del Rey. A finales del siglo XIII escribirá para Jaume II un "Tratado sobre la Prudencia de los Estudiantes Católicos" y otro para contribuir a la educación del hijo del Rey.

En 1298 Felipe el Hermoso, rey de Francia, lo envía en una embajada al Valle de Arán. Aprovecha su estancia en París para difundir sus ideas escatológicas sobre la llegada del anticristo. Esto le valdrá un primer proceso del que sólo le salvará su cargo de embajador y la inesperada influencia a su favor de Nogaret, el canciller del rey Felipe el Hermoso; este hombre, que ha pasado a la historia con el nombre de "el chacal" por haber expoliado y destruido a la Orden del Temple, preferirá alinearse con Arnau y salvarle la vida. Gracias al apoyo de Nogaret, pudo apelar a Roma contra la sentencia de la Sorbona y ser recibido por el papa Bonifacio VIII al que sanará de sus enfermedades crónicas.

Lo vemos en el 1302 en Cataluña polemizando con los dominicos de Gerona. Al año siguiente se ve forzado a escribir varios opúsculos contra los dominicos de Marsella que también le acusan de herejía, impiedad y contactos excesivamente estrechos con el cabalismo hebreo y los sabios islámicos. Estos ataques le obligan a pedir la protección del nuevo papa Benedicto XI del que será su médico, pero no podrá evitar que muera al poco tiempo, según algunos rumores, envenenado por un "espiritual", Bernardo Delicieux.

Marcha a la corte de Federico III de Sicilia, al que la cristiandad tiene por gran protector de los franciscanos "espirituales". Los disidentes franciscanos, en su intento de predicar una vida pura y ascética, huyendo de oropeles y vanidades, no hacían si no mirar hacia el interior de sí mismos y rechazar lo que representaba la Roma papal: el sacerdocio, la mediación entre Dios y el Hombre y el formalismo sobre lo real y auténtico. No en vano encontramos en la prédica de Francisco de Asís elementos tan absolutamente relacionados con una concepción del mundo antitética a la sostenida por la Iglesia que no podía sino terminar alineándose con las posiciones del Imperio frente al Papado. La catolicidad está en esta situación cuando Arnau establece su programa de reforma de la cristiandad. Es significativo que el eje de su programa gravite en el aspecto guerrero –y, en definitiva, Imperial- y caballeresco: no será el sacerdote, sino el guerrero al servicio del Imperio, quien reconquiste los Santos Lugares en una nueva cruzada. Arnau considera que sólo la derrota del Islam puede crear un clima favorable para una vigorización y un fortalecimiento de la catolicidad. Sus escritos quieren ser el tambor que llama a la “Guerra Santa”.

Clemente V, su amigo será elegido papa poco tiempo después, cuando ya se ciernen sombras amenazadoras sobre los templarios y las concepciones tradicionales de la humanidad medieval. Dos años después, en 1309, concluida la primera parte del drama templario, todos los reinos de Occidente han tomado medidas para disolver la orden en sus territorios; ese año, Arnau llega de nuevo a la corte de Sicilia con la esperanza de poder formular el paradigma de una nueva política cristiana para toda la catolicidad, capaz de sustituir el plan templario.

Sus adversarios verterán sobre él las calumnias más abyectas, dirán que ha calumniado a Jaime II ante el Papa. El rey lo cita en Málaga y le retira su confianza; aquí se iniciará el principio del fin. Envejecido y enfermo decide desplazarse de nuevo a la corte de Sicilia en donde le soplan vientos más favorables, pero fallece ante los baluartes de Génova, en el navío que lo traslada. Era el año del Señor de 1311.

Vale la pena repasar algunas ideas de Arnau que nos demostrarán la existencia de una veta ideológica desconocida que recorrerá la Edad Media, iniciada con el profetismo de Joaquín de Fiore y que culminaba en el movimiento “rosa cruz”, pasando por Templarios y Fieles de Amor. El intento de elaborar un profetismo derivado de los textos bíblicos, unido al cabalismo cristiano y a la alquimia, serán las tres características que adornarán al movimiento “rosa cruz” cuando salga a la superficie trescientos años después. De ahí que podamos afirmar, sin riesgo, que el propio Arnau de Vilanova perteneció a los incipientes círculos que representaban los valores “rosa cruz”, tal como serían conocidos públicamente trescientos años más tarde.

Hacia finales del siglo XI Joaquín de Fiore había escrito tres textos proféticos que fueron agrupados en lo que se ha dado en llamar "El Evangelio Eterno". En su conjunto se trata de un intento de interpretación de las profecías contenidas en el Apocalipsis. Joaquín de Fiore describe un ciclo de 2160 años compuesto por nueve siglos de "incubación" completados por 1260 años (42 generaciones de 30 años cada una), esto es, el período que va desde el año del nacimiento de Cristo hasta el 2160. Estas profecías culminaban con la "segunda llegada de Cristo" o "advenimiento de la Era del Divino Paráclito" y tuvieron gran repercusión en su momento.

Por extraño que parezca, en cierta forma, las profecías de Joaquín de Fiore se cumplieron y el año 1260 estuvo marcado por distintas convulsiones: se extendieron la cábala y la brujería que obligaron a los papas a tomar medidas promulgando bulas condenatorias y endureciendo la actividad de la Inquisición. Los dominicos impusieron sus conceptos escolásticos. En torno a esa misma fecha aparecen varios falsos mesías judíos y en distintos puntos del Islam surgieron autotitulados "Imanes ocultos". Es precisamente, en esa época, también, cuando Valentín Andreae sitúa la figura de Rosenkreutz. A poco que se examine la intención de Andreae se percibirá que atribuye a este personaje un carácter rectificador de la crisis medieval del siglo XIV.

La Era del Divino Paráclito se inaugurará 900 años después de esta fecha. El tiempo comprendido entre 1260 y el 2160 estará cubierto por "cinco períodos de prueba" (un tema que luego recuperarían los Hermanos del Libre Espíritu y otras herejías medievales). De Fiore estableció un paralelismo entre los cinco períodos que precedieron la llegada de Cristo (asirio-babilónico, persa, griego, helenístico y romano) y los que se sucederían a partir de 1260. No dudó que el exilio de los papas en Avignon equivalía a la cautividad del pueblo judío en Babilonia.

Arnau de Vilanova tomó este pensamiento escatológico y lo rectificó, uniéndolo a un proyecto de reforma espiritual de la cristiandad. Esto ocurrió entre 1297 y 1305, cuando Arnau compuso su obra "Del tiempo de la llegada del Anticristo"; se preocupó de justificar la necesidad profética en los textos evangélicos con objeto de evitar la acusación de herejía: era lícito, desde el punto de vista evangélico, estudiar las Escrituras "para descubrir los planes de Dios", al mismo tiempo que es bueno conocer las características del fin de los tiempos y saber cuando llegan, para estar preparados.

Lo que le mueve en esta investigación escatológica es la consideración de que el miedo al fin de los tiempos inducirá a la mayoría al arrepentimiento y al ejercicio de la caridad, mientras que, paralelamente, creará un clima apto para aceptar la reforma de la cristiandad. Los teólogos que lo condenaron en el Concilio de Tarragona adujeron el versículo de San Pablo en "Los Hechos de los Apóstoles": "No conoceréis ni el día ni la hora"; pero Arnau alegó en su defensa que San Pablo, si bien excluye una investigación racional, no descarta una revelación sobrenatural.

El punto de partida de Arnau es la respuesta que da Jesús a sus discípulos remitiéndolos a las profecías de Daniel, cuando estos le preguntan sobre el fin de los tiempos. A partir del material profético contenido en el "Libro de Daniel", Arnau infiere la existencia de un ciclo de 1290 "días" -que entiende alude a años- desde la destrucción del Templo de Salomón y el inicio de la Diáspora, hasta la venida del anticristo. Dado que el Templo fue destruido por los legionarios de Tito en el año 70 de nuestra era, hay que sumar a los 1290 "días", estos primeros 70 años, lo cual nos da como fecha de la llegada del Anticristo el año 1360.

El anticristo no vino, pero Arnau tuvo razón en prever grandes convulsiones para ese año: toda Europa se vio recorrida por cofradías de flagelantes que se azotaban para expiar sus pecados; su inspirador, Conrad Schmid, conocía la obra de Arnau. La sociedad medieval, a partir de esas fechas, fue resquebrajándose y ya nada pudo evitar la aparición del humanismo y el tránsito cada vez más acelerado hacia el mundo moderno y, por consiguiente, acarrear la ruina de la catolicidad. Las luchas entre partidarios del imperio y del papado arruinaron a las dos instituciones y abrieron el camino a la reforma protestante, muy alejada de la idea que Arnau se forjaba de la necesaria reforma de la Iglesia.

Luego estaba la cuestión del khabalismo. Arnau de Vilanova fue el primero en trasladar el khabalismo judío a la cristiandad e interpretar el misterio de la Trinidad cristiana en clave cabalística. A partir de Arnau se formó la escuela de khabalistas cristianos que tuvo entre sus más conocidos representantes a los grandes humanistas del Renacimiento: de Giordano Bruno a Marsilio Ficino y de Pico della Mirandola a Tomasso Campanella.

Arnau se explaya abundantemente en las nociones de khábala cristiana en su obra "Alocución sobre el significado del Tetragramaton". Tetragramaton quiere decir, literalmente, "cuatro letras". Los judíos tenían 72 nombres para llamar a Dios, sólo uno era sagrado y no podía ser pronunciado más que por el Gran Sacerdote y sólo en determinadas ceremonias. Estaba formado por cuatro letras que, según los khabalistas, hacían comprender la totalidad de lo creado representado por el Árbol Sefirótico.

Aquí existe un punto de confluencia entre pitagorismo y khabalismo hebreo. La "tetratkys" pitagórica (suma de los cuatro primeros números 1 + 2 + 3 + 4 que da como resultado 10, esto es un ciclo completo), tiene su equivalente en las cuatro letras del nombre sagrado de Dios (iod, he, vau y he) que, dispuestas una sobre otra, esquematizan el Árbol Sefirótico compuesto por las 10 séfiras o "emanaciones de Dios".

El Tetragramaton, encierra para Arnau, el misterio de la Trinidad: aunque el nombre oculto de Dios esté compuesto por cuatro letras, en realidad sólo son tres puesto que He se repite. Iod, la primera letra, en leerse -el hebreo se lee de derecha a izquierda- significa el punto que genera una línea: el "principio principiante sin principio" que hay en Dios Padre. He, al estar compuesto por un ángulo que une dos lados, contiene en sí mismo, el lazo de unión entre el principio y lo que se origina a partir de él. Iod es el "principio procedente del principio". Así pues, en el nombre de Dios existe un "principio sin principio" concebido por El, que genera por simple aspiración (en latín He equivale a la H, letra muda, sin sonido, pero con aspiración; de ahí la importancia del aliento en algunas ceremonias mistéricas). Las tres personas de la trinidad son pues "el verdadero y perfecto Padre, el perfecto Hijo y el elemento que los une". El principio de la generación es el Padre, el principio generado el Hijo, y la unión de ambos procede de su común amor.

Mediante la khábala cristiana, Arnau de Vilanova, intenta lograr la conversión de los judíos al cristianismo persuadiéndolos de que los misterios de la religión católica ya se encontraban implícitos en los textos del antiguo Testamento.

El khabalismo alcanzó gran fuerza y repercusión en el Languedoc y la Provenza francesa pasando luego a la península ibérica en donde irradió a partir de la Escuela de Gerona, entre el 1200 y el 1260. Su método consiste en el análisis de los nombres y las letras de cada palabra mediante unos valores numéricos que se atribuyen a cada signo y unos patrones de análisis basados en la ley de las correspondencias.

Sobre la biografía de Arnau planea el misterio de sus contactos con khabalistas judíos muy famosos como Abulafia, de quien algunos biógrafos  -Joaquín Carreras entre ellos- sostienen que se conocieron. Abulafía alcanzó la iluminación meditando sobre las páginas del sagrado "Sepher Yetsira" y fue a Roma con la quimérica idea de convertir al Papa. Abulafia estuvo intelectualmente próximo a los "espirituales", franciscanos disidentes. En su biografía se cita que tuvo contactos con un "místico católico" al que logró convertir al cabalismo; algunos sostienen que ese místico no era otro que Arnau. Ubertino da Casale (uno de los líderes "espirituales" franciscanos, que aparecerá como co-protagonista de la conocida novela de Umberto Eco "El nombre de la rosa") aceptará la interpretación del Tetragramaton de Arnau y la incorporará a su obra que gozó de gran prestigio y favor en la Corte de los Reyes Católicos, más de un siglo después[xlvi]. Esta interpretación será asumida por la tradición “rosa cruz” que, siguiendo a Arnau, realizará una “fusión” entre cábala, textos bíblicos, profetismo, doctrinas alejandrinas y tradición hermética.

La aparición de los apócrifos arnaldianos, la condena de su obra y la quema de buena parte de sus libros, hicieron que, a principios del siglo XVI, su figura quedara muy difuminada y se perdiera entre las brumas de la leyenda. En los últimos tiempos se ha pretendido hacer de Arnau una especie de avanzado de la ciencia médica moderna y se ha intentado despojar a sus escritos de todo lo que supusiera colusión con la magia, la cábala y la alquimia; se ha minimizado incluso su profetismo escatológico, reduciéndolo a una aportación anecdótica en el seno de su obra epistemológica y antropológica.

Pero todo esto supone olvidar que Arnau fue perseguido precisamente por eso que hoy se niega que estuviera presente en su obra. No fue perseguido por obtener derivados del mercurio sino por su práctica de la alquimia[xlvii]; no fue perseguido tanto por su apelación a la experiencia como por su voluntad de penetrar en los secretos del futuro mediante la interpretación profética; curó por procedimientos muy distintos de lo que hoy se entiende por "método científico", curó con una mezcla de magia, intuición espiritual y terapia psicológica. Su teología y su antropología deben más a Joaquín de Fiore y a la cábala herética que a la escolástica o el tomismo. Su pensamiento fue completado por otra personalidad sorprendente que puede ser considerada, así mismo, como precursora del fenómeno “rosa cruz”.

Es inevitable hablar de Raymond Llull o Raimundo Lulio, inmediatamente después de haber dedicado unas páginas a Arnau. Son casi almas gemelas. Llull también es precursor del fenómeno “rosa cruz”. Si destacamos su biografía es para situar históricamente otra característica de éste movimiento: se trata de una forma de esoterismo cristiano, pero no ligado a la Iglesia Católica (a “Roma”). Los “rosa cruces” originarios, entendían que el papado era hijo del “sacerdocio según Pedro”, mientras que ellos concebían una forma diferente y superior de consagración sacerdotal, el “sacerdocio según Melkisedeck”. La Biblia alude a Melkisedeck como “rey, sacerdote y profeta”. Pues bien, en la Edad Media se habían generado dos linajes “iniciáticos”: el dependiente de la Iglesia que administraba los sacramentos y la iniciación sacerdotal, y el Imperio que aspiraba a detentar la “doble espada” (espiritual y material). El emperador se configuraba en la doctrina gibelina como “emperador y pontífice” y se situaba sobre el papado. Mientras la Iglesia generó estructuras monásticas y órdenes religiosas que apoyaban su opción, el Imperio impulsó órdenes guerreras, estructuras gremiales y el fenómeno de la caballería y la metafísica del Grial. La Edad Media, a partir del siglo XIII se caracteriza por el enfrentamiento, progresivamente más virulento, entre la Iglesia y el Imperio.

El fenómeno “rosa cruz”, en tanto que derivado del templarismo, el gibelinismo y los Fieles de Amor, pertenece a la segunda “veta”, la Imperial; de ahí que su catolicismo no sea el romano. Más adelante insistiremos en este orden de ideas.

Las actividades desarrolladas por Llull a lo largo de su vida dejaron innumerables huellas en documentos y registros reales e inquisitoriales, que permiten trazar la biografía de este hombre que concitó adhesiones y despertó recelos e incluso odios eternos. A pesar de la abundancia de fuentes, algo brumoso e impreciso, como un hálito de misterio, envuelve la vida de este hombre providencial que se ganó por derecho propio su presencia en estas páginas. En más de un aspecto la vida de Llull evoca la de Nicolás Flamel, el célebre alquimista parisino. Veremos como las trayectorias de ambos se cruzan en un punto de gran tradición en la Europa Medieval, Santiago de Compostela.

Llull había nacido en Mallorca entre el 1233 y el 1235. El "Directorio de los Inquisidores" dice de él que era "catalán, mercader, oriundo de Mallorca, era laico, fantasioso, impérito, había escrito unos cuantos libros en lengua catalana vulgar, porque era totalmente ignorante de la gramática". Quien le dedicó estas líneas -el inquisidor Nicolau Eimerich- evidentemente no le tenía mucha simpatía. Lo único que hay de cierto en estas informaciones es su lugar de nacimiento y la profesión de sus padres que pudieron darle una desahogada situaciones económica. Como San Ignacio de Loyola, durante su juventud fue un aventurero de pocos escrúpulos, perseguidor de mujeres y amante impenitente.

Emprendió su "camino de Damasco" al quedar prendado por la belleza de una noble genovesa, Ambrosia de Castello a quien asedió con tenacidad. Es célebre su irrupción a caballo en una iglesia para depositar a los pies de su amada un madrigal. Tras este episodio, Ambrosia aceptó recibirlo en sus habitaciones y, teniéndolo con él, empezó a desnudarse, pero no para satisfacer los ímpetus del joven Llull sino para mostrarle su seno carcomido por las úlceras de un cáncer. El mismo Llull contó el episodio explicando como retrocedió horrorizado. En sus oídos quedaron grabadas las palabras de la dama: "Miralos bien Raimundo; contempla la fealdad de este cuerpo que ha conquistado tu afecto. ¿No harías mejor consagrando ese amor a Jesucristo?". Puede añadirse a modo de curiosidad que Pedro I de Castilla vivió un episodio similar cuando María Coronel le mostró una enfermedad análoga. Verosímilmente se trata de un episodio mítico que Llull o Pedro I, dramatizan de la misma manera, al igual que Flamel o Dante, lo hacen en la alegoría de Perrenelle o Beatriz: el símbolo de la pareja, los dos aspectos, masculino y femenino del Cosmos. 

Llull se retiró a meditar y pensó que el ejercicio de la lírica trovadoresca podría calmar su angustia; pero no logró serenarse con la poesía. En el siglo XIII, el movimiento de los trovadores, no era un movimiento exclusivamente poético o artístico, sino, en buena medida, un formidable movimiento de oposición política al papado, puesto al servicio de la concepción gibelina del Imperio. Se ha repetido hasta la saciedad que los trovadores hablaban un lenguaje secreto, que para ellos, el “Amor” era la inversión de “Roma”, la ciudad de los papas y que hay que ver en ellos y en otras organizaciones clandestinas gibelinas, adictas al Imperio, el núcleo que generaría, casi sin solución de continuidad, el movimiento rosacruciano. La experiencia trovadoresca fue sólo una etapa momentánea y puntual en la vida de Llull. Era joven cuando afirmó haber tenido la visión de una cruz; la rechazó; aun hubo de aparecer tres veces más la visión para que comprendiera su vocación. A partir de ese momento Llull decide entregar su vida "a señores que no se corrompan jamás". Dios era el único de estas características...

Quiso ratificar esta decisión mediante una acto que demostrase lo muy atrás que había quedado su disipada vida anterior. Y marchó a Santiago de Compostela. Llull sitúa este viaje en 1267, cuando contaba treinta y tres años... Demasiado simbolismo para no tomar esta peregrinación como una alegoría simbólica y que bastan para otorgarle la categoría de "noble viajero". Y es aquí donde la vida de Nicolás Flamel y la de Llull se cruzan.

Fulcanelli, quien sin duda ha hecho la exégesis más brillante del relato alegórico de Flamel, nos explica que hay que entender por "Compostela". El nombre derivaría de los vocablos latinos "compos", el que ha recibido, el que posee y "stella", estrella. Fulcanelli sostiene que el relato de la peregrinación que Llull, Flamel y otros maestros del arte hermético legaron a la posteridad, no es sino la descripción alegórica de las operaciones necesarias para alcanzar la piedra filosofal. Escribe Fulcanelli: "Pues bien, nosotros certificamos -y puede confiarse en nuestra sinceridad- que Flamel jamás salió de la bodega donde ardían sus hornos. Quien sabe lo que es el bordón, la calabaza y la merella del sombrero de Santiago, sabe también que decimos la verdad. Sustituyendo por los materiales y tomando modelo del agente interno, el gran adepto observaba las reglas de la disciplina filosófica y seguían el ejemplo de sus predecesores. Raimundo Lulio nos dice que realizó, en 1267, inmediatamente después de su conversión, el peregrinaje a Santiago de Compostela. Todos los maestros, pues, han empleado la alegoría, y esos relatos imaginarios que los profanos tomarían por realidades o ridículos cuentos, según el sentido de las versiones, son precisamente aquellos en que la verdad se afirma con la mayor claridad. Basilio Valentino termina su primer libro, que sirve de introducción a las "Doce claves", con una escapada al Olimpo (...) Bernardo Trevisano dice, en cuarenta páginas, muy poca cosa, pero el interés de su "Libro de la filosofía natural de los metales" procede las escasas páginas que componen su célebre "Parábola" (...) Cada autor escoge el tema que le agrada y lo desarrolla según su fantasía (...) Todas las efigies de Flamel lo presentan como peregrino (...) La llegada a Compostela implica la adquisición de la estrella". Y termina Fulcanelli: "El peregrinaje de Flamel es una pura alegoría, una ficción muy hábil e ingeniosa de la labor alquímica a la que se entregó aquel hombre caritativo y sabio". Lo mismo vale con Llull.

Tanto en el caso de Llull, como en el de Flamel, el desencadenante de su peregrinación es una mujer, Ambrosia para el alquimista catalán, Perrenelle para el parisino. Los nombres de ambas "mujeres" son extraordinariamente significativos. Perrenelle, esposa de Flamel, quiere decir textualmente "la piedra estaba en ella" (Pierre-en-elle), no hay ninguna duda que se aludía a la “piedra filosofal” de los alquimistas y en cuanto a Ambrosia apenas disimula el nombre que para los alquimistas era el néctar o quintaesencia que daba la inmortalidad. El tema de la muerte aparece en ambos. La muerte es la putrefacción de la materia, la misma que Llull observa en el seno de su amada, que tiene su equivalente en la muerte del "maestre Canches", el iniciador que acompaña a Flamel en parte de su viaje.

Ambos relatos son, pues, una misma experiencia -dramatizada en términos de peregrinación- de búsqueda y obtención de la piedra filosofal. Por eso tenemos la seguridad de que Ramón Llull practicó el noble arte de la alquimia, y no tanto por sus decenas de tratados propiamente herméticos -que pueden o no ser de su paternidad- como por aquellos otros que, reconocidos por todos los especialistas como lulianos, nos hablan en lenguaje simbólico y hermético.

Si Arnau de Vilanova había empezado hablar de fases en la elaboración de la "piedra filosofal", a partir de Lulio empieza a hablarse de "multiplicidad de caminos" para acceder al objetivo final de la ciencia hermética: la transmutación metálica. Un camino rápido y fácil llamado "vía seca" y otro largo y dificultoso, "vía húmeda", aparecen a partir de entonces. En el primero se trata de seguir una disciplina interior y un ascesis purificador que destruya todas las infecciones que la unión del espíritu (el Mercurio) con el cuerpo (la Sal) haya podido provocar en el Azufre (el alma). En la vía seca, por el contrario, se trata de entrar directamente en contacto con al Azufre para que, a partir de éste, se reavive el espíritu (el mercurio) prescindiendo de cualquier otra consideración; por eso los hermetistas aluden a esta posibilidad como un "lavado mediante el fuego". Todo induce a pensar que Llull siguió la vía seca. La vía difícil.

Otras innovaciones en haber de Llull -atribuidas por la Tradición Hermética- son la ideación de un recipiente de destilación llamado "pelícano" y la utilización del "sello hermético" para cerrar los vasos en el interior de los cuales se cuece el compuesto filosofal. Estas aportaciones son descritas minuciosamente en su "Elucidación del Testamento" uno de los tratados alquímicos que se le atribuyen.

En otro tratado, llamado "La Clavícula", describe todo lo necesario para la realización de la Gran Obra, lamentablemente, siempre en lenguaje alegórico o simbólico: "Hemos llamado Clavícula a esta obra porque sin ella es imposible comprender los demás libros nuestros, cuyo conjunto cubre el Arte entero y porque nuestras palabras son oscuras para los ignorantes", son sus primeras frases. Y advierte también en la introducción "Tened cuidado de revelar este secreto a los malos, no lo comuniquéis sino a vuestros amigos íntimos, aunque no deberíais revelarlo a nadie, porque es un don de Dios que con él hace un  regalo a quien le parece bueno. El que lo posea, tendrá un tesoro eterno". El tesoro existe, son los “lulios” o “nobles de la rosa”... Aun corren entre los coleccionistas unas monedas acuñadas, según se dice, con oro obtenido por Llull en una memorable transmutación en la Torre de Londres. Resulta extremadamente significativo que las monedas acuñadas con el resultado de una transmutación metálica realizada por Llull reciban el nombre de “nobles de la rosa”[xlviii].

Es incontrovertible la existencia de estas monedas y la presencia de Llull en Inglaterra. Todo lo demás está envuelto en la leyenda. Ciertamente buena parte del centenar de tratados alquímicos atribuidos a Llull es manifiestamente falso y entre las suspicacias que despertó en el Gran Inquisidor Nicolau Eimeric no figura la práctica de la alquimia, pero si se alude, en cambio, a la nigromancia. Efectivamente, la acusación aparece en el tratado de Eimeric titulado "Fascinació de los lul.listas" escrito con posterioridad a la muerte de Llull. En otra obra análoga, el "Directorio de los Inquisidores", se acusa a Llull de haber divulgado obras "obtenidas mediante arte diabólica, porque no le había sido comunicada por los hombres, ni por el estudio humano; ni por Dios, porque Dios no es doctor de los herejes ni de los errores". Tanto la acusación de nigromancia, como la alusión a las artes diabólicas, eran frecuentemente eufemismos que los inquisidores utilizaban para evitar hablar del noble arte de la alquimia que inmediatamente suscitaba el favor popular y la posibilidad de apoyos de la nobleza. Es, pues, posible que la Inquisición tuviera constancia de las tareas herméticas de Llull pero prefiriera procesarlo por lo que consideraba eran errores doctrinales y, por tanto, de mayor peso.

Llull tardó siete años en apaciguar su espíritu, luego emprendió su viaje, real o imaginario, a Santiago como inicio de una serie de desplazamientos por las grandes ciudades del mundo conocido. En 1265 regresa a Palma de Mallorca con un bagaje cultural envidiable. Entonces se aprestó a profundizar en el hebreo y el árabe, idiomas en los que llegó a expresarse con toda soltura. Decir hebreo, inevitablemente, llevaba a la cábala.  

Nuevamente encontramos un episodio en la vida de Llull en el que es imposible dilucidar la parte que corresponde a la realidad y lo que existe de simbólico. Un esclavo árabe de su propiedad se reveló; blasfemó de Cristo e hirió a Llull. Luego se suicidó. Existen muchas leyendas y alegorías herméticas que tienen como protagonista a un "esclavo fugitivo", tenido como símbolo del espíritu sometido a la tiranía de la materia. La rebelión del esclavo supone el intento de liberación del espíritu y su muerte es, de hecho, su triunfo, el equivalente al "opus nigrum" hermético, la primera fase de la obra filosofal. Tras este episodio, Llull, ya convertido en terciario franciscano, se retira al monte Randa.

En el monte Randa, situado en el centro geométrico de Mallorca, se encuentra hoy el santuario de Nuestra Señora de Cura. Allí, dice la tradición, se encontraba la cueva en donde Llull se retiró en 1273 durante ocho días y tuvo su primera iluminación de la que saldría "Ars Magna". Concentrado en sí mismo y en su propia interioridad, de repente alzó la vista hacia el árbol que le cubría con su sobra y pudo ver en las hojas las letras ordenadas que compondrían su obra capital. Retirado en el mismo lugar por otros cuatro meses, volvió a tener sus visiones angélicas y con ellas la revelación de toda la ciencia de su tiempo. Estas visiones le acabarían otorgando el título de "Doctor Iluminado"[xlix].

Intentará que el Papa Honorio IV aprobara su sistema de formación de misioneros, pero el día en que puso pié en Roma -3 de abril de 1287- el papa acababa de morir y Llull prefirió retirarse a París. Fue en la Sorbona donde disputó con Duns Scoto del que llegaría a ser gran amigo. El canciller de la Universidad, Bertaud de Saint Denis le permitió enseñar sus teorías y ser considerado, desde entonces, "Magister Raymundus". De esa época data el "Libro de las Maravillas". Luego en Montpellier escribió el "Arte Inventiva" y el "Arte Amatoria". Buena parte de esta producción parece de corte oriental; ya por entonces Llull era un perfecto conocedor de la literatura árabe; había leído los textos sufíes y la poesía musulmana y encontró en ellas inspiración y técnicas precisas. Resulta significativo, como ya hemos dicho, que el templarismo restableciera los contactos con el mundo árabe durante las cruzadas y que fuera a través suyo que se restableciera una forma de gnosis [doctrina del conocimiento] en Occidente. El interés de Llull por Oriente abunda en esta tendencia y es revalidada por la leyenda de Christian Rosenkreutz y sus viajes a Oriente. 

Llull, igual que Arnau de Vilanova, se sintió atraído por las doctrinas del "Evangelio Eterno" escrito por Joaquín de Fiore en la última década del siglo XIII. Pasó por Montpellier donde enseñaba Arnau. Contrariamente a Arnau, Llull no cree en la venida inminente del Anticristo -contra el que, por lo demás, escribe un opúsculo- pero, ambos coinciden en la necesaria reforma de la cristiandad que, como veremos, pasaba por la organización de una nueva cruzada y de la conversión de los infieles. Difunde estas tesis en los medios universitarios y entre los franciscanos "espirituales". Pero, poco a poco, se va convenciendo de que en esto existe mucha teoría y que es preciso predicar con el ejemplo.

Tras una crisis interior decidirá desplazarse a Barbaria (Túnez) para predicar entre los infieles su "Arte". Estaba convencido de la infalibilidad de su método, obtenido por revelación divina. Algunos historiadores sostienen que Llull buscaba desesperadamente el martirio. No lo conseguiría ni en este viaje ni en otros dos posteriores. A la expedición a Túnez seguiría otra en 1301 a Chipre y Armenia y una siguiente a Bugia. No hubo martirio, ni tampoco resultados positivos; los años siguientes serían igualmente parcos en éxitos... tanto para Llull como para la cristiandad.

El siglo XIII no terminó bien para la cristiandad. San Juan de Acre se había perdido y la pérdida de Tierra Santa constituyó un verdadero trauma para la cristiandad. El período que va de 1291 hasta 1307, poco más de quince años, está marcado por la búsqueda de un culpable de la derrota. Los reyes, por lo demás, habían perdido de vista, en su gran mayoría, los objetivos heroicos y el espíritu de las cruzadas, les interesaba mucho más ordenar sus reinos, empezaban a rivalizar con la nobleza feudal e iniciaban un proceso de concentración de poder que debería culminar un par de siglos después con la constitución de los primeros estados nacionales. Los reyes eran los primeros en necesitar un culpable a quien señalar y si, por lo demás, podían requisar sus fondos y llenar sus menguadas arcas, mucho mejor.

Durante estos quince años, particularmente en Francia, la Orden de los Caballeros Templarios fue el chivo expiatorio que atrajo todas las censuras y a la que se responsabilizó de las desgracias sufridas por la cristiandad. Pero tampoco la Orden de los Caballeros Teutónicos, ni los Hospitalarios se vieron libres de críticas e igualmente resultaron acosados por papas y reyes. Sin embargo, iban a ser los templarios, las verdaderas víctimas de este triste episodio que prefigura la historia moderna de Europa.

En los primeros años del siglo XIV se hizo evidente que la política templaria entraba en contradicción con la de Felipe el Hermoso rey de Francia. Este, por lo demás estaba endeudado desde 1300 con la Orden de la que había recibido un préstamo de cien mil libras para costear su corte. Más adelante, Felipe debió refugiarse en la Torre del Temple de París, hostigado por sus súbditos. En esos años los templarios se habían manifestado partidarios de limitar el poder real en beneficio de las instituciones feudales, religiosas y corporativas. Felipe comprendió pronto que su suerte estaba ligada a la de estos caballeros cuya tutela jamás lograría sacudirse, así que optó por la vía radical. Decidió exterminarlos con la complicidad Clemente V, pues tampoco el papado veía con buenos ojos el poder templario y se había hecho eco de los rumores que corrían sobre extrañas ceremonias y ritos iniciáticos aprendidos en Tierra Santa por el contacto con sectas musulmanas.

Desde 1179 llegaban acusaciones del clero contra la orden, pero su valor en el combate y la copiosa sangre templaria derramada en defensa de la cristiandad había acallado todas estas fabulaciones. Pero a principios del siglo XIV se vivía otro clima muy diferente. En esos momentos Llull aparece en escena. Escribe una amorosa misiva al papa Nicolás IV titulada "De qué manera se podrá recuperar Tierra Santa" que contiene una propuesta audaz ya que no original. En efecto, desde mediados del siglo XIII, Federico II, "Stupor Mundi", había propuesto un plan de unión de las tres principales órdenes militares. Llull lo recupera cincuenta años después y considera que solamente tal fusión podría crear una punta de lanza lo suficientemente aguerrida como para que la cristiandad pudiera poner pies en Tierra Santa, sin riesgo de un renovado descalabro. El Temple, los Hospitalarios y Teutónicos deberían aliar sus fuerzas en la "Orden del Espíritu Santo". 

El interés de Llull por el templarismo y las órdenes ascético-militares demuestra hasta que punto su presencia era viva en España. En los últimos cuarenta años, toda una historiografía francesa ha considerado la Orden del Temple casi como algo propio, un producto galo cuya presencia en el resto de Europa fue poco más que episódica. Nada más lejos de la realidad. El templarismo es un producto del ecumene europeo. Si bien es cierto que en Francia la Orden tenía algo más de arraigo que en otros países, la contribución española a las armas templarias no fue en absoluto desdeñable. Si en el Este los templarios corrieron a defender Tierra Santa y buena parte de su sentido y protagonismo está en las cruzadas, en el Oeste tenía lugar un combate de dimensiones igualmente épicas entre dos concepciones del mundo distintas, el Islam y Europa. El choque tuvo lugar en tierras de España; fue la epopeya de la Reconquista. Aquí el templarismo y los hospitalarios se emplearon a fondo. No puede extrañar, por tanto, el interés de Llull por el templarismo y por el resto de órdenes militares, como hijo de la catolicidad, nacido en uno de los reinos de Hispania, pedía eficacia en la lucha contra el Islam, no sólo en Tierra Santa, sino en su propia tierra.

Llull se desplazó a Chipre para entrevistarse con Enrique II, rey de los Santos Lugares que permanecía en esa isla, último reducto de sus efímeros dominios. No obtuvo nada de lo que pedía, ni apoyo para su proyecto, ni tan siquiera permiso para marchar en busca del misterioso reino del "Preste Juan" en la ruta hacia Oriente. En Famagusta fue recibido por el Gran Maestre del Temple, Jacques de Molay, quien, tras acogerle, le negó igualmente cooperación. Molay no pensaba que su orden pudiera ser liquidada solo tres años después, se veía maestre de la orden más poderosa de su tiempo con 30.000 combatientes, 9.000 encomiendas y miles de toneladas de metales preciosos en sus arsenales.

Ramón Llull no se rinde. Está persuadido -no en vano ha sido influido por Joaquín de Fiore- que la cristiandad está a punto de derrumbarse, que es preciso preparar las estructuras para el advenimiento del Reino del Divino Paráclito, ese Espíritu Santo, cuyo nombre quiere que sea el de la Orden Militar nacida de la fusión de las otras tres. Llull marchará a entrevistarse con Jaime II de Aragón en 1305; para él ha escrito "Liber de Fine" que el rey remitirá a Clemente V. Débil y temeroso, el papa tiene conocimiento de la conspiración que Felipe el Hermoso está urdiendo contra los templarios y pretende encontrar una salida en la fusión de las órdenes militares. La lectura del documento de Llull inspirará una misiva a los maestres de las tres órdenes en donde les sugerirá seguir el consejo de Llull. Pero la carta quedará sin respuesta durante muchos meses y cuando De Molay se digna contestar, la negativa, educada y correcta en su forma, es radical en su fondo. El 13 de octubre de 1307 la suerte está echada para los templarios que son detenidos en todas las encomiendas situadas en territorio francés.

Pero tampoco este descalabro para la caballería medieval indujo a Llull a la pasividad o la renuncia a su proyecto; antes bien, volvió a escribir al Papa para pedirle la celebración de un concilio que tratara sobre la disolución de la Orden y reconsiderara, a la luz de los nuevos acontecimientos, su proyecto de reconquista de Tierra Santa y fusión de las órdenes militares. Llull, sin entrar en la legitimidad de las acusaciones de Felipe el Hermoso contra la Orden, admite que los intereses templarios se han trasladado a Occidente, después de la pérdida de Acre y Jerusalén y considera que aquí entran en contradicciones con las distintas monarquías nacionales en formación. La única solución al problema consiste en unificar esfuerzos, aprovechar el legado templario y sus riquezas, para impulsar una nueva cruzada. Ingenuamente escribe al rey de Francia su memorial "Liber de natali pueruli parvuli Christi Iesu", pidiendo apoyo para su proyecto. Pero el rey Felipe quiere la destrucción de la Orden y la apropiación de su oro. Llull intentará salvar su proyecto por última vez en 1311 en el Concilio de Viena.

Morirá un año después de que Jacques de Molay y los altos dignatarios del Temple fueran quemados en una pequeña isla del Sena, tras Notre Dame de París, cuyas torres jamás acabarían los canteros medievales como protesta por la ejecución de quienes tanto les ayudaron.

Hasta aquí los datos biográficos y las teorías de Arnau de Vilanova y Raymond Llull. Vale la pena recordar lo que ya hemos dicho anteriormente: el fenómeno “rosa cruz” en esa época, no existía como organización. La semilla sembrada por el templarismo iba, sin embargo, fructificando e incorporando a personas no incluidas en la orden. Poco a poco, la “experiencia rosa cruz”, iba asentándose sobre un bagaje esotérico progresivamente más completo y sofisticado. En esta elaboración, las figuras de Vilanova y Llull, brillan con luz propia. Tras ellos, seguirá toda la generación de humanistas cristianos del Renacimiento italiano, que han pasado a la historia con el nombre de “magos renacentistas”. A ellos vamos a referirnos a continuación como elementos de transición entre la “Rosa Cruz Originaria” y la “Rosa Cruz Histórica”.

Los “magos renacentistas” y su filiación Rosa Cruz

Los humanistas del Renacimiento, partieron de un error manifiesto; en efecto, consideraban que sus dos libros de cabecera, el "Asclepius" y el "Corpus Hermeticum", habían sido escritos por el mismísimo Hermes Trimegisto[l]. La antigüedad de estos textos, sin embargo, no se prolongaba más allá del siglo III de nuestra era y forman parte, no tanto de la cultura egipcia, como de la helenística. Hay en estos textos interpolaciones de estoicismo romano, del judaísmo khabalístico, de la teología persa, creencias egipcias y el platonismo del "Timeo". La mayoría de estos tratados describen operaciones de magia y las concepciones metafísicas en las que se basaban, a través de diálogos.

Los humanistas del Renacimiento estaban convencidos que los libros habían sido "revelados" por el dios egipcio Toth (el Hermes griego, de ahí que se les llamara "tratados herméticos"). Para los renacentistas, Toth fue un personaje real, un sacerdote egipcio, sumamente sabio e inspirado que escribió los tratados[li]. Este error generó, paradójicamente, lo mejor del Renacimiento, lo que se ha llamado “humanismo mágico”[lii].

En 1460, Cosme de Medicis entregó un manuscrito procedente de Macedonia al filósofo neoplatónico, Marsilio Ficino, para que lo tradujera[liii]. Se trataba de 14 de los 15 libros que componen el "Corpus Hermeticum". Ficino dedicó la obra a Cosme y, en la introducción, reveló la reverencia que ambos sentían hacia aquel texto egipcio (y por tanto anterior al mundo clásico y al judaísmo): "En la época en que nació Moisés, florecía Atlas el astrólogo, hermano del físico Prometeo y tío materno de Mercurio el Viejo, cuyo sobrino fue Hermes Trimegisto"...[liv]

Ficino opinaba que la filosofía de Platón tenía su origen en el "Corpus Hermeticum" y veía en ella la perfección divina. En síntesis, la obra era un tratado, más mágico que hermético. Mediante el conocimiento de las leyes que rigen el macrocosmos, el sabio tendrá la posibilidad de dominar y controlar las fuerzas sutiles que reinan en la naturaleza inferior y ponerlas a su servicio. El "Picatrix", uno de los tratados, explicaba la posibilidad de crear talismanes utilizables en magia simpática y astral[lv].

Se creía que el nombre de "Trimegisto" (literalmente, “tres veces grande”) procedía de tres personajes diferentes que fueran llamados Hermes: uno sería Enoch, el otro Noé y, finalmente, el último el propio Hermes, rey de los egipcios. Era lógico que, finalmente, los magos renacentistas, la mayoría cristianos, fueran a parar a la khábala hebrea que daban como tradición común a Enoch y Noé y la unieran a la incorporaran a sus experiencias mágicas.

Marsilio Ficino, a partir de su traducción de los textos herméticos, se convierte a la nueva fe que, para él, es la más antigua que ha visto la humanidad y, por tanto, la más auténtica y originaria. Junto a la apertura de una escuela neo-platónica, Ficino fue el primer en practicar la magia astral[lvi] descrita en el "Corpus Hermeticum"; conoció tardíamente la khábala que, en el contexto de su obra, ofrece sólo un interés marginal. Diferente será el caso de Pico della Mirandola, contemporáneo suyo, quien además de la magia hermética se inició en la khábala práctica o magia khabalística[lvii].

La técnica de Pico consistía en invocar a los ángeles, arcángeles y sefirots (nombres o poderes de Dios), a través de procedimientos mágicos. Pico creía que los textos herméticos habían sido escritos directamente por Moisés, a quien la tradición hebrea atribuye, por su parte, la paternidad de la khábala. Buen conocedor de Arnau de Vilanova, Pico comparte con él la idea de que la khábala confirma la veracidad del cristianismo. Escribe: "hay una lengua sagrada cuyo significado ultrapasa la medida de la capacidad humana", se refiere a los caracteres hebreos imprescindibles para el estudio del khabalismo. De hecho, éste no es más que un sistema de meditación sobre unas formas (las letras hebreas), a cada una de las cuales se les atribuye unas equivalencias en los planos material, espiritual y divino. Mediante el estudio y el total abandono de uno mismo, despertará una "intuición intelectual", que generará una iluminación interior, o bien, la asunción de poderes por parte del mago o khabalista. Pico concibe la magia khabalística como el conocimiento final de las leyes de la naturaleza, que, por tanto, concede poderes sobre ella.

De la misma forma que Arnau de Vilanova ya tuvo problemas con la Inquisición, el papa Inocencio VIII encontró heréticas algunas de las tesis de Pico. En julio de 1487, tras varias sesiones de la comisión papal, con el propio Pico presente, la Santa Sede emitió una bula de condena, declarando heréticas sus tesis y prohibiendo su publicación. Debió retractarse e hizo acto formal de sumisión. Más tarde huyó a Francia y estuvo encarcelado durante un tiempo.

En 1492, la subida al trono pontificio de Alejandro VI ("el papa Borgia") mejoró su situación. El nuevo papa, defensor de la astrología y la magia, salió en defensa del mago khabalista, el cual fue declarado libre de toda culpa. Pinturicchio, diseñó varios frescos en las habitaciones del papa, de indudable inspiración hermética, que Alejandro VI consideró homenaje a los perjuicios causados a Pico. El khabalismo cristiano triunfó en el Vaticano con Alejandro VI. Al menos temporalmente.

El Renacimiento fue, no sólo una filosofía, sino, sobre todo, un movimiento artístico. Pintores como Boticelli (véase su cuadro "La Primavera") o Durero ("La Melancolía", "El Caballero, la muerte y el diablo" o "La tentación de San Jerónimo"), Piero della Francesca, El Parmigiano, etc.[lviii] estuvieron influidos por la cábala cristiana que conocieron bien tal como demuestran sus obras. Cornelio Agrippa, uno de los inspiradores de Durero, puede considerarse, en rigor, un cabalista-cristiano y rosacruz.

Agripa introduce un nuevo elemento en el debate mágico del Renacimiento, el pitagorismo[lix]. Advierte la unión entre khabala y matemática y explica que es necesario que "el mago conozca la filosofía natural y la matemática y que también tenga ciertos conocimientos sobre mecánica, para hacer cosas maravillosas"[lx]. Agripa define en estas pocas líneas el carácter polifacético que tuvieron los grandes renacentistas, Leonardo da Vinci, particularmente.

Cien años después, Tomasso Campanella y el alquimista John Dee, demostraron que en el siglo XVI, la escuela de cabalismo cristiano se mantenía viva y activa y que buena parte de sus miembros había derivado hacia la alquimia. Dee y Campanella fueron cristianos ejemplares y del primero se dice que logró fabricar la piedra filosofal. En cuanto a la "Ciudad del Sol" de Campanella, anuncia ya el futuro heliocentrismo que desarollarán Copérnico, Galileo y Giordano Bruno. De Jhon Dee no cabe duda de que estuvo en contacto con los primeros grupos rosacruces ingleses[lxi]. Lo mismo puede decirse de Cornelio Agrippa y la rosacruz alemana. Los humanistas italianos, por su parte, seguirían constituyendo linajes iniciáticos autónomos.

El hermetismo enseña que el Sol, corresponde en la magia simpática, al Oro y, por tanto, siendo este inalterable y grado máximo de perfección, corresponde al Sol el lugar de centro de la creación en torno al cual todo gira. Copérnico publicó su tratado "De revolutionibus orbium celestiun" en 1543 y menciona el "Corpus Hermeticum" para dar autoridad a su tesis e incluso menciona a Hermes Trimegisto. Una lectura rápida de este texto indica que no es el interés científico lo que mueve a Copérnico, sino su interés por el Sol, interés derivado de los tratados herméticos. Por lo demás Copérnico se declaró conocedor y partidario de Marsilio Ficino[lxii].

Giordano Bruno es, sin duda, la figura más representativa del espíritu renacentista. Expulsado de los dominicos por hereje, viajó por toda Europa, escribió sus obras en Inglaterra y, encontrándose en Venecia, la inquisición romana reclamó su entrega. Procesado, fue quemado vivo en 1592. Bruno, es el primer khabalista de la corriente hermética que rompe con el cristianismo. En su obra "Cavala del cavallo pegaseo", expone su visión de la magia y la teología hermética. Antiaristotélico y neoplatónico afirma que "no es posible tener conocimiento alguno acerca de las cosas sobrenaturales, excepto a través de sus reflejos en las cosas naturales". El mismo, se autocalifica en más de una ocasión como "mago" y, a pesar de lo que han intentado explicar los racionalistas y positivistas del siglo XIX, su interés por la magia no fue sólo un producto de sus últimos meses en cautividad, sino que durante toda su vida, se interesó y practicó la magia khabalística[lxiii]. Las dos obras que escribió sobre estos temas, fechadas en 1590 (“De magia”) y 1591 (“De vinculis in genere”), no fueron descubiertas hasta hace 100 años. Bruno veía en Cristo a un mago. Escribía: "Si el hombre puede obtener poderes por medio de experiencias herméticas) por qué Cristo no pudo haber obtenido los suyos con métodos análogos".

El mismo Pico della Mirandola creía poder probar la divinidad de Cristo, sirviéndose de la magia y la khábala, siguiendo en esto a Arnau. Bruno conocía los comentarios khabalísticos del Génesis, pero su particular polémica con la Santa Sede, agrió su visión del cristianismo. La conclusión que ofreció en su libro "De immenso et innumerabilis" es que, tanto el cristianismo, como el khabalismo hebreo, han surgido de la tradición egipcia. Luego, de lo que se trata es de realizar una "contrarreforma" inspirada en Egipto; es decir, un retorno a las fuentes originarias del cristianismo. Pero existían otras interpretaciones.

A pesar de que el movimiento rosacruciano jamás fue unitario y que, ya a partir del siglo XVII, pueden percibirse en él tendencias contradictorias, finalmente no es más que un intento de interpretar los evangelios a la luz de la tradición hermética y de otras aportaciones no específicamente cristianas.

Es preciso aludir a un último humanista renacentista del que se sabe que era alquimista y “rosa cruz”, Teophrastus Bombastus von Hohenheim Paracelsus, el famoso “Paracelso” cuyo nombre aparece por derecho propio en “La Confessio”, uno de los primeros manifiestos rosacrucianos, su nombre aparece citado expresamente[lxiv]. El nombre de “Paracelso” es, obviamente, simbólico, significa “Elevado en materia espiritual”. En Würzburg conoció al abad Tritemius[lxv], otro de los nombres ligados a los linajes “rosa cruces” previos a la salida a la superficie del movimiento. De hecho, Cornelio Agrippa y Paracelso, fueron discípulos suyos. A pesar de ser abad de Spanheim, Tritemius, dejó varias obras trufadas de innegables contenidos herméticos. Su alumno, Paracelso, aprendió pronto árabe, caldeo, griego, hebreo. Fue versado en la khábala hebrea. Durante toda su vida ejerció la medicina y cuidó la salud de las grandes personalidades de su tiempo; su biografía nos lo pinta como un personaje extremadamente bondadoso y caritativo. Se conocen a la perfección sus obras, reunidas tras su muerte por su discípulo Huser, el cual imprimió una R mayúscula y una rosa en la carátula de los trescientos sesenta y cuatro escritos que encontró firmados por Paracelso[lxvi]. Paracelso reconoce la deuda contraída con los humanistas mágicos del Renacimiento (especialmente con Pico y Bruno), reconoce que su inspiración parte de Llull, agradece a Tritemius y Agripa sus consejos y Jacob Böheme fue, finalmente, su discípulo.

La influencia de Paracelso en los “rosa cruces” posteriores se evidencia en el énfasis puesto en los manifiestos rosacrucianos atribuidos a Andreae por la práctica de la “medicina natural”.

Se atribuye a los discípulos de Paracelso y, concretamente a Simón Studion[lxvii], el haber constituido una de las primeras organizaciones en las que cristalizó el pensamiento “rosa cruz”, la Milicia Crucífera Evangélica. Esta organización propugnaba, al parecer, una profunda reforma social y su emblema era la rosa y la cruz. Pero, estamos ante una organización equívoca y, acaso inexistente. Las fuentes sobre las que se alimentan todas las informaciones sobre este grupo parten todas de un mismo texto publicado doscientos años después, el “Witembergisches Repertorium der Litteratur" (1782-83), al que siguió otro texto, “Uber den Wahren Ursprung de Rosenkreuzer un des Freymaurer Ordens” (1823) escrito por von Murr, que completa las afirmaciones contenidas en el primero[lxviii]. Todas estas referencias destacan un hecho absolutamente increíble: que el católico Paracelso, habría inspirado una asociación... protestante.

¿Quién era Simón Studion? Waite explica que fue preceptor en Ludwisburg en donde tenía una librería y se preocupaba de coleccionar piedras preciosas. Fue, también, anticuario. Von Murr, explica que en el año 1686 estuvo en Hannover donde asistió a una “asamblea de carácter religioso, de la cual surgió el movimiento de la Milicia Crucífera Evangélica”[lxix]. Ahora bien, Murr era francmasón y su libro se preocupa de trazar una veta continua que partiendo de los Templarios, llegue a los francmasones, pasando por los rosacruces. Dado que entre el final del Temple y la aparición de Andreae, pasan casi 300 años, se ve obligado a imaginar asociaciones intermedias que aseguren la continuidad del legado templario. Le es más fácil partir de las especulaciones sobre los discípulos de Paracelso que reconocer que en ese período no existen datos suficientes que permitan pensar que existieron asociaciones “rosa cruces” dignas de tal nombre.

En el “Repertorium” se cita que en 1502, una cruz y otros instrumentos de la pasión de Cristo cayeron en Herrenberg y cita a algunos testigos. Entre ellos figuraba Tobías Hess, del que se sabe que era amigo de Johan Valentín Andreae[lxx], el cual le dedicó una de sus obras. Esto permitió a von Murr afirmar que existía una línea de filiación entre la Milicia Crucífera y Valentín Andreae.

Lo que sí es rigurosamente cierto es que, cuando sale a la superficie, estamos ante un movimiento que ha tomado partido –o a generado- el luteranismo. En “Memorias de los Extraños Desengaños Populares” de Charles Mackay, se reconoce que los “rosa cruces” eran luteranos, algo que el abate Gaultier, de la orden de los jesuitas, aprobó. Kauzer, por su parte, afirma que las iniciales FCR, significaban, tanto Fraternidad Rosa Cruz, como Fraternidad Religiosa Calvinista[lxxi].

Es posible que la “Fama Fraternitatis” fuera publicada en vida de Studion y que, como piensa Waite, él mismo fuera uno de los redactores, pero los testimonios a este respecto son muy débiles como para poder tenerse en cuenta. Por lo demás, en las escasas fuentes sobre la Milicia Crucífera no encontramos mucho material que sugiera que se trató de una continuación de los linajes iniciáticos surgidos del templarismo[lxxii]. Hay que recordar, cuál era en ese momento, previo a su salida a la superficie, las distintas aportaciones del fenómeno “rosa cruz”. 

Los primeros rosacruces advirtieron que los textos evangélicos, como los relatos bíblicos, en general, podían leerse utilizando tres claves: de un lado, el sentido estricto y literal del que se desprendía un contenido moralista; de otro, un sentido simbólico enunciado a través de signos, parábolas y enseñanzas que trascendían, con mucho, la interpretación meramente moralista y religiosa que solían hacer los sacerdotes en sus predicaciones; finalmente, existía un sentido más profundo, metafísico e iniciático, que se desprendía en el Antiguo Testamento de la khábala hebrea. Pero, la khábala es la llave que conduce a un estado diferenciado de conciencia que permite ver el cosmos como totalidad. “Estudiar la khábala” implica, necesariamente, introducirse en ese estado de conciencia profunda. Aquí radicaba el sentido metafísico de la enseñanza bíblica. En la medida en que los rosacruces intentaban encontrar el sentido oculto a los evangelios, era normal que, antes o después, terminaran interesándose por las fuentes en las que se habían escrito esos textos, es decir, en el ámbito de judaísmo khabalístico.

Los humanistas del Renacimiento aprovecharon los trabajos realizados por los precursores del cabalismo cristiano, en especial, Llull y Arnau; al mismo tiempo, algunos se sintieron capaces de desarrollar y practicar el hermetismo, inherente también a estos dos precursores; les ayudó el descubrimiento de los textos atribuidos a Hermes Trimegisto. Fue así como penetraron en la “magia natural”. Es, a través suyo, como esta temática se filtra en las asociaciones rosacruces aparecidas con posterioridad.

De hecho, hasta aquí, el movimiento rosacruciano, aún incipiente y sin, prácticamente, cristalizar en ninguna organización estable (o, al menos, conocida), había ido desde el siglo XIV, englobando los materiales que luego constituirán los rasgos específicos del movimiento sacado a la superficie por Johan Valentín Andreae. La magia alejandrina extraída de los textos atribuidos a Hermes Trimegisto, la alquimia tradicional, el cabalismo cristiano de Llull y Arnau, la interpretación esotérica de los evangelios, una cosmogonía derivada de todas estas influencia, fragmentos de la gnosis templaria, de la caballería gibelina y de los Fieles de Amor, fueron los materiales particularmente complejos y, hasta cierto punto, contradictorios, sobre los que, finalmente, cristalizaría lo que hemos llamado “Rosa Cruz Histórica”. Esta irrumpiría en el siglo XVII de la mano de Johan Valentín Andreae.

La “Rosa Cruz Histórica”

Se ha interpretado la reforma de Lutero como una primera versión de la “venganza templaria” que luego encontraría su segunda fase en la “Revolución Francesa”. Lo cierto es que existen algunos comportamientos equívocos en el reformador alemán[lxxiii]. Es evidente que se trataba de un monje agustino, carnal y sensualista, que no había podido soportar el voto de castidad y, a partir de este pequeño drama personal, encadena sus ideas que culminan el 31 de octubre de 1517, cuando cuelga en la puerta de la capilla del castillo de Wittenberg un cartel con sus noventa y cinco tesis contrarias a Roma. Pues bien, el sello de Lutero estaba constituido por una rosa sobre la que se situaba un corazón con la cruz[lxxiv].

Sea como fuere, es significativo que el movimiento “rosa cruz” solamente arraigó en países protestantes. En el fondo, el propio Jhoann Valentín Andreae (1586-1654), era pastor protestante y su propio tío, Jacob, había sido llamado “el segundo Lutero” y fue rector de la universidad protestante de Tubingia. Viajó por toda Europa y adquirió una cultura enciclopédica. Tuvo distintos cargos religiosos de singular importancia, muriendo como pastor luterano del duque de Würtemberg. Si hay algo de lo que no cabe la menor duda es que la carrera de Andreae tuvo que ver con la reforma luterana. Falta saber si el movimiento “rosa cruz” de la época había variado su orientación, pues, en efecto, una generación anterior, estaba relacionada con los ambientes católicos, a través de Tritemius y Paracelso que seguían la línea, así mismo católica, de Llull, de los Fieles de Amor y del templarismo; el hecho de que la doctrina de estos grupos y personas fuera, en cierta medida hostil a Roma y, el Papado desconfiara de ella, no implica que, en su fondo -hasta Andreae- era difícil dudar del catolicismo de los linajes “rosa cruces”.

Este es el punto crucial de la polémica: para unos, la “Rosa Cruz Originaria” fue un movimiento católico que defendía la existencia de una gnosis en el interior de ese marco religioso. Este movimiento aspiraría a ser una forma “esotérica” del “exoterismo” católico. Pero, con Andreae –y con los inspiradores de Lutero- aparece otra línea interpretativa: los gnósticos católicos, perseguidos y represaliados desde la destrucción del Temple (1314), hasta la ejecución de Bruno, habrían terminado rompiendo con Roma y constituyendo otra corriente religiosa en el proceso que se ha llamado “Reforma”.

Existe una tercera interpretación que, en el fondo, es la que sostienen Julius Evola y René Guénon en varias de sus obras: lo que hemos dado en llamar “Rosa Cruz Originaria” (los linajes iniciáticos surgidos del templarismo y que fueron ampliando y perfeccionando su bagaje doctrinal, tal como hemos visto, a lo largo de los siglos XIV, XV y XVI) terminaron sufriendo un proceso de infiltración y degeneración progresiva, una parte de la cual ya se percibe en los escritos de Andreae que, por otra parte, siguen teniendo interesantes referencias a la doctrina originaria.

En lo personal, compartimos esta tercera teoría de la degeneración progresiva del movimiento “rosa cruz” que se hará todavía más palpable en períodos futuros, tal como veremos. Esta teoría explica, así mismo, la multiplicidad de organizaciones y tendencias rosacrucianas, sus diferencias, su mayor o menor grado de identificación con los orígenes de la orden originaria y las polémicas que las han acompañado en todas las épocas.

Es importante destacar que Andreae reconoció haber sido el autor de “Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz”, pero niega ser el autor de la “Fama” y la “Confessio” y hay, necesariamente, que creerle. De hecho, Andreae, hacia el final de su vida, explica que todo ha sido una broma ideada por él[lxxv]. Pero resulta difícil creerle. La tradición “rosa cruz” establece que en 1648 “los rosacruces abandonan Europa”[lxxvi]. Es el tiempo de la paz de Westfalia que pone fin a la Guerra de los Treinta Años. Los “estados nacionales” sellan su existencia y rompen definitivamente la idea de la “unidad imperial” de Europa.

Es en ese momento, cuando emerge la leyenda según la cual los últimos rosacrucianos abandonarían Europa para trasladarse a la “India”[lxxvii]. La alusión a la “India” ha de interpretarse como un país simbólico; el Indostán está, por lo demás, situado, desde el punto de vista de Europa, en el Este, en el lugar por donde nace el sol, así pues, supondría un remontarse a los orígenes. Por otra parte, era en la India en donde se situaba el mítico reino del Preste Juan al que fueron a parar también los caballeros del Grial.

En análisis de los contenidos de los manifiestos rosacrucianos que aparecen en el siglo XVII evidencian que el movimiento proponía una reforma social en profundidad, similar –y no por casualidad- a la que habían intentado los templarios cuatrocientos años antes. Tras el lanzamiento de los manifiestos rosacrucianos, se evidenció que el intento había fracasado. La Paz de Westfalia rompió la unidad del Sacro Romano Imperio y selló la fractura de Europa en “estados modernos”, frecuentemente enfrentados por rivalidades nacionales. Así pues, no había nada que hacer, era imposible reconstruir la idea “imperial” tomando como base a alguna de las fracciones surgidas del estallido del Sacro Imperio. Lo prudente, entonces, era retirarse a la clandestinidad[lxxviii]. A partir de la Paz de Westfalia, dejan de aparecer nuevos manifiestos rosacrucianos. Andreae afirma que su obra ha sido una “broma”, casi lo que hoy llamaríamos “un experimento sociológico”. La leyenda afirma que los “verdaderos rosacruces” se retiraron a la “India”.

Todos estos elementos nos inducen a establecer una teoría integradora: los linajes surgidos del estallido del templarismo, se habían terminado reorganizando clandestinamente en el siglo XVI y completando su doctrina; a principios del XVII, deciden salir a la superficie y liderar un proceso de cambio social. Es entonces cuando emerge lo que hemos llamado “Rosa Cruz Histórica”. Ingenuos, a pesar de la brillantez de las mentes que impulsaron el movimiento, no advirtieron que los signos de los tiempos discurrían en otra dirección. Pasadas apenas tres décadas, reconocen su fracaso y regresan de nuevo a la clandestinidad. Pero, en ese momento, ya se han creado las fronteras en Europa que influyen decisivamente en el futuro del movimiento: aparecerá una “rosa cruz” alemana, otra “inglesa”, otra “francesa” y, con esta división, aparecerán las contradicciones y el alejamiento progresivo de la pureza originaria.

Paradójicamente, tras la aparición del escrito de Neuhaus sobre la marcha a la “India” de los “verdaderos rosa cruces”, la corriente, lejos de desaparecer, multiplica su presencia cada vez más, hasta llegar al siglo XIX, cada vez más alejada de las ideas originarias y progresivamente más cerca del ocultismo contemporáneo.

No es ahora cuando vamos a entrar en el contenido de los manifiestos rosacrucianos del siglo XVII, esto se realizará en el capítulo siguiente. Vamos a intentar seguir las vicisitudes de la “Rosa Cruz Histórica” a partir de la aparición de los citados documentos.

En 1619, Andreae alude a “juegos intelectuales”, lo que induce a pensar que “Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz” eran una ficción novelesca. Sin embargo, desdiciendo esta teoría, un año después funda su “República Cristianopolitana”, cuyas iniciales RC desdicen cualquier frivolidad. En otra de sus obras afirma: “Ahora he abandonado la Fraternidad, pero jamás abandonaré la verdadera fraternidad cristiana, que, bajo la cruz, huele las rosas y evita las mancillas del mundo”[lxxix]. Estas frases parecen confirmar nuestra teoría: Andreae, terminó considerando un error haber sacado a la superficie la orden y se desvinculó públicamente, a partir de cierto momento (1620), de lo que pudieran hacer o decir los manifiestos rosacrucianos que, sin control, aparecieron hasta 1640, pero, en todo momento, siguió vinculado a la “verdadera fraternidad cristiana” que describe (“bajo la cruz, huele a rosas”) de manera muy evidente.

Existen rastros de que algunos manifiestos rosacruces habían circulado antes de 1614, cuando se hace público el primer documento. Se han dado las fechas de 1602 y 1603, cuando Andreae apenas tenía 16 años para urdir una broma de tal magnitud. Otros, como Bayard, han supuesto que los manifiestos fueron escritos por su tío Jacob antes de 1601, fecha en que falleció y su sobrino se habría limitado, por afán de notoriedad, a publicarlos, vinculándose a ellos[lxxx]. Las “Bodas Químicas” fueron publicadas en 1616, cuando Andreae tenía 30 años. No es necesario pensar que fueron escritas por Jacob, cuando el propio Andreae, demostrará a lo largo de su vida, ser un prolífico autor. Un año después, en 1617, publica “Invitación a la Fraternidad de Cristo” y en 1619 su “Descripción de la República de Cristianápolis”, en donde demuestra estar muy versado en las doctrinas esotéricas. Las “Bodas Químicas” no son, pues, un accidente en la producción intelectual de Andreae.

Existe la seguridad de que Andreae dio marcha atrás en su intención originaria. Hacia el final de su vida, se adhirió a la Confesión de Augsburgo, rechazando toda herejía luterana y protestante. El duque Eberhard de Würtemberg le hizo predicador y consejero y, finalmente, en 1650, fue nombrado abad de Bebenhausen y, posteriormente, de Adelsberg donde permaneció hasta su muerte en 1645. Este final confirma la tesis del desengaño de Andreae ante el luteranismo y el efecto perverso provocado por los manifiestos rosacrucianos que se habían adherido a la Reforma protestante. En realidad, a partir de Andreae, podemos hablar ya de una “Rosa Cruz Originaria”, regresada a la clandestinidad y que no volverá a dar señales de vida en los siglos posteriores y una “Rosa Cruz Histórica” constituida por personalidades notables, multiforme y plurinacional[lxxxi], pero, progresivamente más desvinculada de los ideales de la “Rosa Cruz Originaria” que, recordémoslo, no aspiraba a otra cosa que ser el aspecto esotérico del exoterismo católico.

A partir de entonces, algunos de los nombres que generalmente se vinculan al movimiento rosacruciano -Descartes fundador del racionalismo lógico, Francis Bacon creador del método empírico y Newton inventor de la física mecanicista- se convierten en los principales teóricos del tan cuestionado actualmente "paradigma mecanicista" que rompió con la sociedad tradicional en la que el rosacrucianismo, la khábala y la tradición hermética y las “ciencias sagradas” tenían su lugar.

Paracelso y Tritemio, dan muestras de conocer la khábala y la temática rosacruz, más de cincuenta años antes de que aparecieran por vez primera los manifiestos de Andreae. Y otro tanto ocurre con el discípulo de Paracelso, Jakob Böheme, Gichtel y Kumrath. La corriente rosacruciana, cristiana y khabalista, alcanza sus más altas cotas con Miguel Maier y se agota con Robert Fludd quien conocía a la perfección la obra de Arnau de Vilanova sobre el Tetragramaton.

Lo que si resulta evidente a partir de la publicación de los distintos manifiestos rosacrucianos del siglo XVII es que Alemania se ha convertido en uno de los focos de difusión de las ideas de esta corriente. Vamos a intentar establecer qué ocurrió en Alemania después de la aparición de los escritos atribuidos al círculo de Andreae y qué individualidades notables emergieron como representantes de los distintos linajes “rosa cruz”. Se trata de una historia muy difícil de reconstruir. Da la sensación de que cuando aludimos a las personalidades notables –Heinrich Khumrath, Michel Maier, Von Ratichs Brotoffer, etc.- estamos hablando de individuos que no pertenecen a ninguno de los grupos organizados, sino que siguen manteniendo la antigua tendencia a crear “linajes iniciáticos”[lxxxii], desvinculados de cualquier organización estable. Pero estas existieron y hacia mediados del siglo XVIII terminaron aportando una parte de la inspiración a la Orden de los Iluminados de Baviera que puede ser considerada como una de las desviaciones extremas a las que llegó el iluminismo rosacruciano germánico.

Partamos de la fecha clave de 1614, fecha en la que unánimemente se acepta que se imprimió la primera edición de la “Fama Fratternitatis”[lxxxiii], si bien parece comprobado que fue escrita en 1610, tal como declara Adam Haselmeyer, quien escribió un “Responso” a la primera edición de la obra. Haselmeyer era notario público y juez imperial ordinario, así pues no hay motivo para dudar de su declaración. La “Fama” habla del mítico fundador de los “rosa cruces”, “el más divino e iluminadísimo Padre, es nuestro Hermano C.·.R.·.C.·., el jefe original de nuestra Fraternidad”.

La publicación de “Fama” y de los demás manifiestos rosacrucianos causó un extraordinario revuelo en su tiempo. Su lectura evidenciaba que no se trataba solamente de literatura mística, sino que los rosacruces de esa época aspiraban a realizar una profunda reforma socio-política. Algunos textos daba la sensación de que reivindicaban no sólo una alta metafísica, sino el derecho al ejercicio del poder. Quizás se tratara de esa profunda reforma propuesta por el templarismo, abortada por la persecución de Felipe el Hermoso y el desmantelamiento del feudalismo.

Entre 1604 y 1648, resulta sorprendente la cantidad de escritos emitidos por los grupos rosacrucianos o que tratan sobre ellos. Evola afirma que parece tratarse de una “sugestión colectiva”: “aún no sabiéndose nada preciso sobre ellos, los rosacrucianos se convirtieron en un mito y dieron origen a la literatura más variada, en pro y en contra, hasta que, en determinado momento, el interés otrora tan vivo, desvaneciese con la misma rapidez con que se había despertado”[lxxxiv]. Durante esos años de tormenta, emerge el nombre de uno de los más afamados “rosa cruces”, el médico alemán Michel Maier (1568-1622). Estaba en contacto con Robert Fludd y se dice que fue esta relación le permitió introducir la doctrina rosacruciana en Inglaterra. Fue médico personal de Rodolfo II, nombrado por él, en agradecimiento, conde palatino. Maier escribió veintiún libros sobre hermetismo y alquimia, la mayoría ilustrados con gravados extremamente bellos y sugerentes, repletos de simbolismo alquímico. Una de sus obras, “Atalanta Fugiens”, está formada apenas por láminas a las que apenas ha añadido un breve texto alegórico[lxxxv].

Maier había conocido a Fludd en el curso de un viaje por Inglaterra en 1620. En varias de sus obras, alude, como antes había hecho Andreae, a la naturaleza iniciática del viaje. Percibe que el mundo es más complejo de lo que nos permiten comprobar nuestros sentidos físicos y propone el desarrollo de sentidos nuevos cuyo punto de partida sea el “corazón”. Maier, tras sus numerosos desplazamientos por Europa, regresó finalmente a Praga y recibió honores como médico. A pesar de que en ningún momento lo afirmara, es sin duda, uno de los cofrades de Valentín Andreae y, por supuesto, uno de los que más trabajaron para la difusión de los ideales rosacrucianos. Hasta su muerte defendió a la “Fraternidad Rosa Cruz” de los ataques venidos de todos los frentes y se preocupó por recalcar los aspectos místicos y herméticos del movimiento. Ahora bien, en ningún documento fehaciente, se logra demostrar que perteneciera a la misma organización que emergió con los manifiestos rosacrucianos y los libros de Andreae.

Uno de los personajes a los que Maier debe su inspiración es a Heinrich Khumrath. Nacido en 1560, Khumrath ejerció durante toda su vida como médico inspirado en las obras de Paracelso. Su tratado “Anfiteatro de la Sabiduría Eterna”, ilustrado con planchas herméticas, repletas de inscripciones latinas, griegas y hebreas, es, a menudo indescifrable. Andreae criticó las obras de Khumrath en la primera edición de la “Confessio”, sin embargo, en las ediciones siguientes, ésta crítica desaparece, lo que deja lugar a pensar que, inicialmente, Khumrath no estaba vinculado al grupo de Andreae y, posteriormente, ambos se conocieron y trabajaron juntos en el mismo proyecto.

En lugar alguno Khumraht reconoce sus implicaciones con el movimiento “rosa cruz”, sin embargo, las planchas que acompañan sus escritos y el contenido de estos, delatan esta filiación. La atrae particularmente la khábala que aplica a los evangelios, ha descubierto a los magos renacentistas, en especial a Pico, conoce la alquimia y la tradición hermética y, finalmente, es discípulo de Paracelso; en él están, pues, presentes todos los elementos ideológicos que constituían el patrimonio doctrinal del movimiento “rosa cruz”.

Llegados a este punto, podemos establecer dos líneas de filiación que, finalmente, terminan confluyendo. De un lado la que parte Tritemius, sigue con Paracelso y llega hasta Khumraht; probablemente, esta línea incluye a Alberto Durero, cuya trilogía de gravados místicos (“La Tentación de San Antonio”, “El caballero, la muerte y el diablo” y “La melancolía”) evidencia su vinculación con alguna sociedad secreta de la época, que solamente podía ser el movimiento “rosa cruz”. Pues bien, esta primera línea tiene un origen católico. Es directamente heredera de Lulio y Arnau de Vilanova, de los magos renacentistas y del cabalismo cristiano.

De otra parte, aparece la Reforma luterana y en el interior de la misma se genera la segunda corriente del movimiento “rosa cruz”, en principio autónoma y sin ninguna relación con la corriente anterior. Seguramente, el inspirador de Andreae es su tío Jacob, el cual pertenece al entorno de Lucero. En torno a Andreae aparecen las figuras notables de Comenius y Michel Maier. Si el primero mantendrá contactos con René Descartes y lo introducirá en el movimiento “rosa cruz” francés, el segundo exportará la hermandad a Inglaterra a través de Robert Fludd. En Inglaterra, otro de los linajes rosacrucianos pasa por Francis Bacon de quien hablaremos más adelante.

Ambos linajes, el católico y el protestante, finalmente, terminan por confluir, o al menos algunos de sus elementos lo hacen a partir de la figura central de Khumrath que, tras la aparición de la “Confessio”, toma contacto con Andreae. Los dos linajes han terminado unificándose. Pero, poco después algo ocurre en el interior de la organización –seguramente informal y que seguía manteniendo la tradición de los “rosa cruces” originarios, de mantener linajes iniciáticos clandestinos, más que de formar organizaciones estables- cuando el propio Andreae se desvincula y se convierte al catolicismo.

Es posible que, como dice Evola en el texto que ya hemos citado, Andreae y los dirigentes ocultos de la “rosa cruz” consideraran que había sido perjudicial salir a la superficie y que la situación política surgida con la Guerra de los Treinta Años impidiera cualquier forma de reforma político-social en profundidad. Es entonces cuando se urde el mito de la “marcha hacia la India” de los “últimos rosa cruces”. Bruscamente, cesan de aparecer nuevos manifiestos rosacrucianos, buena parte de los cuales habían sido lanzados por gentes que ni siquiera tenían relación con el núcleo “rosa cruz”. Pero, a partir de entonces se produce una situación endiablada: quienes desaparecen de la escena son los “verdaderos rosa cruz”, se refugian nuevamente en la clandestinidad y en el trabajo interior, creando linajes iniciáticos desvinculados de cualquier acción exterior. De ellos no vuelve a saberse absolutamente nada... y miente quien diga lo contrario. Lo más probable es que, el tiempo y las catástrofes sufridas por Europa entre el siglo XVII y el XX, hayan eliminado cualquier rastro de estos linajes iniciáticos. Si alguno ha logrado sobrevivir, desde luego, no ha dado jamás que hablar, ni nunca ha vuelto a manifestarse como Hermano Rosa+Cruz. Sin embargo, el otro linaje –simbólicamente, el que renunció a “marchar a la India”- siguió operando y creando nuevas organizaciones. Entre ellos participaron hombres de singular valía (Bacon, Descartes, Newton, etc.) que sentaron las bases del moderno paradigma mecanicista, del racionalismo y de la mecánica astronómica. En un segundo momento, estas grandes personalidades del mundo científico y filosófico, desaparecieron y fueron sustituidas por eruditos carentes de la misma creatividad que terminaron ingresando en la francmasonería. A partir de ese momento estamos ya ante la “Rosa Cruz Moderna”. Vale la pena, antes de penetrar en el detalle de esta transformación, ampliar lo que ya hemos apuntado sobre la participación de personalidades rosacrucianas en la formación del paradigma científico mecanicista que ha alimentado durante trescientos años a la ciencia occidental.

Los tres creadores del paradigma científico mecanicista

Francis Bacon, René Descartes y Isaac Newton, tales son los fundadores del paradigma mecanicista de la ciencia moderna. Los tres estuvieron ligados a movimientos rosacrucianos. Hasta finales del siglo XX, la ciencia se apoyó en sus principios: método científico, racionalismo y mecánica celeste.

¿De qué manera puede entenderse el “humanismo mágico” dentro de la perspectiva renacentista? La inspiración del renacimiento jamás fue científica, al menos tal como conocemos hoy la ciencia. En realidad, el renacimiento supuso exactamente “el renacimiento de las artes y las letras”, en absoluto de ideales científicos. No hubo espíritu crítico racionalista en el renacimiento, sino, como ha indicado Alexandre Koyré, resumiendo los ideales en la época, se pensaba entonces que “todo era posible”, incluida la magia y la alquimia. Destruido el tomismo y la ontología aristotélica medieval, desapareció el suelo bajo los pies de los humanistas del renacimiento. Hubo que esperar a que apareciera la figura de Francis Bacon para remediar esta situación. Y es curioso que mientras lo mejor del renacimiento que ha pasado a la historia, tenga que ver con doctrinas místicas y mágicas, sea, precisamente, un miembro del entorno rosacruciano británico, quien asentara un nuevo método de investigación. Existe en todo esto una contradicción que no pasará desapercibida al observador atento: se siguen confirmando la existencia de dos líneas en el fenómeno rosacruciano: una tiende al universo mágico y otra avanza hacia el racionalismo. Bacon fue el padre de la moderna investigación científica.

Expone sus teorías sobre el empirismo en su obra “Novum Organum”, publicada en 1620 (período que coincide con el lanzamiento de los manifiestos rosacrucianos). En esta obra, Bacon convoca a una investigación filosófico-natural que aspira a conseguir la “restauración” (instauratio) del saber y consecuentemente del poder que sobre la naturaleza gozó Adán en el paraíso y que la humanidad había perdido como consecuencia del pecado original. Y dice: "El hombre, por su caída, perdió su estado de inocencia y su imperio sobre la creación, pero una y otra pérdida puede, en parte, repararse en esta vida, la primera por la religión y la fe, la segunda por las artes y las ciencias". Bacon intenta una “reconciliación” entre ciencia y religión. El punto de partida de su obra es el rechazo de la lógica aristotélica.

La lógica aristotélica proponía una vía de investigación que parte "de las sensaciones y de los hechos particulares para elevarse rápidamente a las proposiciones más generales", pero Bacon propone partir de las sensaciones y de los hechos particulares, para obtener “de ellos proposiciones, ascendiendo de un modo continuo y progresivo la escala de la generalización hasta llegar a los principios más generales".

Pero, a pesar de esta aspiración científica, Bacon sigue moviéndose en un universo mítico, propio del humanismo mágico del renacimiento. Concibe, por ejemplo, que la putrefacción como algo causado por espíritus volátiles que tienden a alejarse de los cuerpos para gozar de los rayos solares. De igual manera, Bacon alude a los influjos lunares, al mal de ojo o a la fabricación del oro. Su obra esta repleta de contradicciones insuperables.

En 1623, Sin Francis Bacon publicó un relato novelado que tendría gran influencia en la formación de un estado de ánimo favorable a la colonización del Nuevo Mundo. En efecto, "The New Atlantis" relata la aventura de unos nave­gantes a la que vientos adversos desplazan de su ruta y hacen recalar en una isla gobernada por filósofos-científicos. El libro, de pocas páginas, está escrito en un lenguaje escatológico, con citas frecuentes a los Evangelios. No hay documentos objetivos de la filiación rosacruciana de Bacon[lxxxvi], pero es rigurosamente cierto que el símbolo de la hermandad -la rosa superpuesta a una cruz- aparece en la portada de "La Nueva Atlantis". La utilización del símbolo de esta Hermandad en la portada es elocuente, pero, espúrea. La trayectoria de Bacon indica hasta qué punto estaba alejado de la Rosa Cruz Originaria[lxxxvii].

En "The New Atlantis" describe una sociedad secreta llamada "Casa del Templo de Salomón" situada en la cúspide jerárquica de su Estado ideal. En la portada de su libro Bacon incluye una filacteria con la leyenda "Tempora patet occulta Veritas", "con el tiempo aparecerá la verdad oculta", alusión, tanto a la prohibición de llegar más allá de las columnas de Hércules, como a las manifestaciones periódicas de la Rosa Cruz cuyas manifestaciones y desapariciones en la historia están sujetas al ciclo de 108 años.

La llegada de los navegantes a la Atlántida en la obra de Bacon es seguida de un rito iniciático de purificación: "después del día de vuestra llegada, debeis permanecer internados por tres días", alusión inequívoca a los tres días de muerte y resurrección de Cristo. Al desembarcar los marineros tienen que jurar que "no sois piratas, ni habéis derramado sangre, legal ni ilegalmente, en los últimos cuarenta días", el mismo período de purificación de Jesús en el desierto. No es raro que los expedicionarios a la vista de este programa declaren: "Dios se ha manifestado, sin duda, en este país". Y otro proclama: "estábamos enterra­dos en lo profundo, como Jonás lo fué del vientre de la ballena y ahora estamos entre la muerte y la vida, pues estamos más allá del viejo mundo y del nuevo". Para Bacon, la Atlántida es un estado intermedio entre la vieja Europa y la nueva América, que considera muerte y vida respectivamente. La referencia al vientre de la ballena equivale a la cámara de meditación, oscura, negra y cerrada, en donde tiene lugar la muerte iniciática en todos los ritos esotéri­cos. El nombre del rey del país atlante que vivió 1900 años antes de la redacción del texto, tenía por nombre Solamona, "nosotros le tenemos por el legislador de nuestra nación. Este rey tenía un gran corazón". La misma cualidad se reconocía a Salomón; esta cualidad, unida a la correspondencia existente entre el corazón y el sol, como centros ambos del sistema solar y del hombre, se refleja en el mismo  nombre del rey: Solamona, Solis-Amon, nombres del astro rey en latín y egipcio. Esta "solaridad" se repite en el ciclo de 12 años, período en el que la sociedad iniciática de la Casa de Salomón, envía expediciones al mundo para informar sobre los asuntos que suceden fuera de la Nueva Atlántida.

Finalmente muestra las excelencias de la vida subterránea: "Tenemos cuevas espaciosas y profundas, las más profundas están perforadas a seiscien­tas brazas, y algunas están excava­das y hechas bajo grandes colinas y montañas (...) Están por igual apartadas del sol y de los rayos celestes y del aire libre. A estas cuevas les llamamos la Región Inferior". El lugar, no parece ser maldito como lo es la región inferior en casi todas las tradiciones; es, antes bien, el lugar en utilizado "para curar algunas enfermedades y para la prolongación de la vida de algunos eremitas que escogen vivir aquí, bien provistos de todas las cosas necesarias"...

Bacon se dedicó a la actividad política y fue miembro de la Cámara de los Comunes. Nombrado consejero privado de la Reina Isabel I y de Jacobo I, ejerció como fiscal de la Corona, pero en 1621 fue acusado de haber recibido regalos de los litigantes y condenado finalmente en 1621. En su puesto de Canciller consiguió que se promulgaran leyes que protegieran a los colonos. Con su libro quiso conjugar distintos niveles de necesidad: de un lado, impulsar la colonización del Nuevo Mundo para contrarrestar el formidable impulso de los navegantes españoles; de otro, definir la sociedad ideal, profundamente democrática y basada en principios espirituales. A partir de la publicación de "The New Atlantis" que la colonización inglesa cobra un impulso definitivo y los peregrinos del "Mayflower" (1620) se ven definitivamente reforzados[lxxxviii].

Descartes es el segundo grande de la cultura que aparece vinculado con la “rosa cruz”. René Descartes, como Bacon, es contemporáneo del sarpullido de manifiestos rosacrucianos. Se sabe que admiraba a Comenius, con quien se reunió en varias ocasiones, y que se sintió atraído por el contenido de tales documentos. Entre 1617 y 1621 viaja con el príncipe de Nassau por el sur de Alemania, justo cuando afloraron los primeros manifiestos rosacrucianos[lxxxix]. No cabe la menor duda de que Descartes estuvo en relación con estos círculos y que participó en su actividad. Los racionalistas ultramontanos han sostenido que el propio Descartes desmintió estas vinculaciones e incluso, uno de sus primeros biógrafos, Adrien Baillet ha dicho[xc] que Descartes viajó por toda Alemania intentando encontrar a los “rosa cruces” para desenmascararlos, pero que no dio con ninguno de ellos. Difícil de creer, puesto que el propio Descartes les dedica una de sus obras, “Polybii Cosmopolitani thesaurus Mathematiens”: “Dedico esta obra de nuevo a los sabios del mundo entero y muy especialmente a los Muy Ilustres Hermanos Rosacruces de Alemania”[xci]. ¿Quién puede dudar, a partir de este dato, de que, efectivamente, la relación existió?

Había nacido en 1596 en La Haye, cerca de Poitiers. Fue alumno de los jesuitas hasta 1616, luego estudio medicina y derecho, carreras que jamás ejerció. Durante su período como voluntario en el ejército de Mauricio de Nassau, no participó en operaciones importantes, ni reconoce acción bélica alguna; se suele pensar que se alistó para “conocer mundo” y, efectivamente, pudo desplazarse por los Países Bajos, Alemania, Polonia y Hungría. Regresa a París en 1622, pero luego marcha a Italia en donde permanece hasta 1624. Había conocido en Breda a Isaac Beeckman que sostenía tesis corpuscularistas basadas en las matemáticas; entre Beeckman y el maestro calculista alemán J. Faulhaber, lograron imbuirle el interés por la matemática.

Fue en esa época cuando tuvo su “revelación”; entre sueños descubrió su destino, el ser el elegido para desarrollar una “ciencia maravillosa”. En 1622 ingresa en el círculo de “los libertinos”, una sociedad de pensamiento que se preocupará de aumentar la reputación de su nuevo miembro. A estas alturas ya había resuelto algunos complejos problemas matemáticos, pero su vida no era la propia de un estudioso. Protagonizó algún duelo, hasta que finalmente decidió instalarse en los Países Bajos donde llevó una vida tranquila y aislada[xcii], hasta 1649 cuando falleció, un año después de que concluyera la Guerra de los Treinta Años. 

En 1637 había publicado el “Discurso del Método”. Sus aportaciones como científico abarcaron dos campos: en matemáticas simplificó las notaciones algebraicas y en geometría creó la geometría analítica; además, desarrolló el sistema de coordenadas, a partir suyo llamadas, cartesianas. En 1641 publicó las “Meditaciones Metafísicas” y, de manera póstuma, "La búsqueda de la verdad mediante la razón natural".

En la introducción del “Discurso del Método”, explica cuales son los móviles que persigue: se trata de mejorar la vida con ayuda de un conocimiento auténtico. Su punto de partida es el clásico “sólo sé que no se nada”. A partir de aquí desarrolla su sistema para alcanzar la verdad en cuatro “preceptos”: el “precepto de la evidencia” (no admitir nunca algo como verdadero sin conocer con certeza que lo es), el “precepto del análisis” (dividir las dificultades que tenemos en tantas partes como sea posible, para solucionarlas mejor), el “precepto de la síntesis” (establecer un orden de nuestros pensamientos incluso entre aquellas partes que tengan un orden significativo, apoyándonos en la solución de las cuestiones más simples para resolver problemas complejos) y el “precepto de la comprobación” (hacer revisiones amplias para estar seguros de no haber omitido nada).

Fue considerado el filósofo de la duda y estableció tres niveles principales de duda: dudar de algunas percepciones sensoriales, dudar de la similitud entre vigilia y sueño y dudar del error que un “ser superior” (o un azar, o una causa natural) pudiera suscitar sobre nosotros. La única certidumbre es su famosa proposición ego cogito, ego sum”, "Pienso, luego existo". A partir de aquí, Descartes es considerado como el padre de la filosofía moderna.

Sin embargo, no está exento del lenguaje críptico propio de los magos renacentistas. Al final de la Meditación Primera, por ejemplo, Descartes había aceptado tres razones para plantear la “duda radical”: el genio maligno, la hipótesis de un azar desafortunado, la hipótesis de una causalidad natural adversa; reconoce que el destino es tejido por las Moiras y la fatalidad dictada por el Hado.

A pesar de resultar bastante claro que Descartes fue iniciado en los misterios del movimiento rosacruciano, su doctrina asesta un golpe definitivo a cualquier forma de esoterismo y de pensamiento mágico. Si la única certidumbre es el “pienso, luego existo”, y ni siquiera los sentidos físicos pueden asegurarnos una correcta percepción de la verdad, cualquier forma de espiritualidad, es manifiestamente falsa. René Guénon es perfectamente consciente de lo que supone Descartes en la historia del pensamiento[xciii]. La doctrina que deriva de sus propuestas, el racionalismo, “es la creencia en la supremacía de la razón, en forma de un verdadero dogma, negando lo supraindividual, o sea la intuición intelectual pura, lo cual significa la exclusión de todo verdadero conocimiento metafísico”[xciv] y uno de los “guenonianos”, Biolcati, añade: «A través de las etapas de decadencia atravesadas por Occidente, la desviación y la anulación de lo intelectual fue llegando progresivamente a muy bajos niveles. Por ejemplo, en la filosofía moderna Descartes pretendió limitar la inteligencia a la razón. En efecto, con el racionalismo se identificaron ambas cosas, logrando la razón nada más que "claridad y distinción". A su vez con el empirismo no pudo ir el pensamiento más allá del dominio de la materia y de los fines prácticos. El racionalismo, sin embargo, no pudiendo elevarse a la verdadera intelectualidad, por lo menos llegó a una verdad relativa. En cambio el intuicionismo contemporáneo va más allá, rebajando la intelectualidad a tal punto que las facultades más elevadas no serían más que representaciones de la realidad sensible. Por fin, para el pragmatismo ya no queda ningún lugar para los niveles superiores, al asimilar la verdad a la utilidad, con lo cual se suprime totalmente el intelecto humano. Para esta última orientación del pensamiento ya no importa la verdad en un mundo donde no hay posibilidades de conocimiento real, sino únicamente aspiraciones a lo exterior y a la pura mecanicidad»[xcv].

Guénon alude al “error racionalista”, consistente en limitar las facultades intelectuales a la razón. En varias de sus obras, explica que existe otra posibilidad de acceder a la verdad, en la que, precisamente, se basaban la khábala hebrea, la tradición hermética, la gnosis cristiana y cualquier otra teoría del conocimiento metafísico: la intuición intelectual. Descartes la desprecia como equívoca, sin duda por que no la ha experimentado, lo que permite pensar que, o bien, su relación con el rosacrucianismo fue temporal o bien no supo captar los principios de la fraternidad, o bien el contacto se interrumpió sin que se pudiera completar la totalidad de la enseñanza. Pero existe, de nuevo, una tercera teoría: la fracción rosacruciana con la que contacto Descartes suponía, ya, un grado elevado de alejamiento de los principios de la Rosa Cruz Originaria.

Titus Burckhardt, resume las posiciones de Descartes recordando que “no conoce otra materia que la corpórea, ni otro modo de ser del espíritu que, el conceptual; ello reduce tanto el espíritu como el alma.  Por el contrario, según las doctrinas cosmológicas y metafísicas de los pueblos antiguos, el universo, el cosmos, consta de numerosos niveles existenciales que, de acuerdo con la naturaleza humana, pueden subdividirse en tres esferas, la del cuerpo, la del alma (o psique) y la del espíritu, más que si se examinan a fondo, constituyen una multiplicidad casi ilimitada. En la esfera corpórea se incluye todo lo que está sujeto a la materia (en el sentido corriente del término), al número, al espacio y al tiempo; la esfera psíquica se substrae de tales condiciones, sin que por ello se vea libre de otras, también limitativas, pero menos separativas, sólo el espíritu puro, que como tal es incomparablemente superior a la mera razón, se libera por encima de todas estas condiciones existenciales; está, por así decirlo, “hecho de conocimiento”, y no está sujeto ni a la forma ni al cambio”[xcvi].

En el fondo, la racionalidad es algo que siempre ha existido; lo que ocurre es que por encima de la comprensión racional, existe una “intuición intelectual, que puede ser considerada suprarracional, de la misma forma, que bajo la racionalidad, existe, pura y simplemente, la irracionalidad; suprarracionalidad es un concepto completamente diferente de irracionalidad. Descartes ignora el primero que es, precisamente, la acepción originaria de la “metafísica”.

El tercer gran nombre asociado al movimiento rosacruciano es Isaac Newton. Newton nace en 1643, dos décadas después de la eclosión de los manifiestos rosacrucianos. Hoy se reconoce que su obra, al menos una parte, está fuertemente influida por las concepciones mágicas que informaron al movimiento rosacruciano. Entre sus méritos se cita el ser científico, filósofo, alquimista y matemático.

Desde luego, su obra más importante es “Philosophiae Naturalis Principia Matemática”, en donde describe la ley de la gravitación universal. En este trabajo establece las leyes de la mecánica clásica que rigen los movimientos de los cuerpos sólidos.

Es fácil establecer cuál fue el principio del que partió Newton para enunciar sus leyes sobre la gravitación universal. Uno de los textos herméticos alejandrinos, la famosa “Tabla Esmeralda”, inicia su texto con esta frase, “Lo que está arriba es como lo que está abajo” que fue suficiente como para inspirar a todo el humanismo mágico renacentista. Es evidente que lo que el desconocido autor de este texto hermético intenta decir es que existe una correspondencia entre el mundo físico y el metafísico, entre lo que “está aquí abajo”, que no es sino un reflejo de lo que ocurre “allí arriba”. Las llamadas, “ciencias sagradas”, se basaban precisamente en la correspondencia entre el mundo físico y el mundo metafísico. Ahora bien, Newton, hurtó este principio de su parte metafísica y lo recondujo a la explicación de los fenómenos físicos y, así pues, establece que las “leyes naturales” que gobiernan el movimiento de los cuerpos celestes (lo que “está allí arriba”, que ya no es el mundo metafísico, sino el mundo muy físico descubierto por la astronomía), son idénticas a las leyes a que se someten los cuerpos sólidos presentes en la Tierra (es decir, “aquí abajo”).

Con razón se ha atribuido a Newton el calificativo de ser el científico más grande de todos los tiempos. Realizó investigaciones en campos muy diversos: estudio la luz y los fenómenos luminosos, estableció que el prisma tenía la cualidad de descomponer la luz y que ésta estaba compuesta por partículas; fue capaz de descubrir la ley de conducción térmica para hallar la tasa de enfriamiento de objetos expuestos al aire; estudió igualmente la velocidad del sonido en el aire y propuso una primera teoría científica sobre el origen de las estrellas. También avanzó posiciones en el cálculo matemático, que le fueron necesarias para desarrollar sus leyes físicas.

Era hijo de campesinos puritanos y se graduó en el Trinity Collage, obteniendo calificaciones mediocres. En de 1659, después de completar su formación con estudios realizados de manera autodidacta, sobre los temas que le interesaban, leyó la obra de Descartes sobre la geometría. Rápidamente fue superando a sus profesores y su fama llegó hasta la Royal Society que recibió, entre otros descubrimientos, un telescopio de su invención.

No puede ser considerado como una “buena persona” en el sentido coloquial de la expresión. Polemizó de manera violenta con quienes ponían reparos a sus teorías, en especial con Gottfried Leibnitz y John Locke. Cuando pasó a presidir la Royal Society, fue descrito como “dictador cruel y vengativo”. Se conoce una lista de cincuenta y ocho pecados que escribió a los diecinueve años en el cual se encuentra “Amenazar a mi padre y a mi madre con quemarlos y a la casa con ellos”. Además sufrió, a partir de 1693, crisis psicológicas, depresiones y estados paranoides.

Hoy se especula con que tales estados eran provocados por algún tipo de intoxicación que había afecto a Newton durante sus experimentos alquímicos. Odiaba a la medicina oficial de su tiempo, por lo que él mismo creaba en el laboratorio, mediante procedimientos alquímicos, las medicinas que requería cuando estaba aquejado por alguna enfermedad. Buena parte de su tiempo, lo dedicaba al arte de la alquimia. Sus escritos no dejan lugar a dudas: estaba interesado y trabajó para encontrar la “piedra filosofal” (que permitía la transmutación del plomo en oro) y el “elixir de la vida” (que daba la eterna juventud). No dudaba en definirse como “arriano”. Consideraba que la doctrina de la trinidad era falsa y terminó enfrentándose a la Iglesia. Participó en política y se opuso a Jacobo II, siendo miembro del Parlamento cuando éste fue destronado, pero esta actividad apenas es una anécdota en la vida de Newton que jamás destacó en sus intervenciones parlamentarias. Mucho más cómodo se sintió enviando a la horca a los falsificadores de moneda en tanto que Director de la Casa de la Moneda. En sus últimos años, abandonó completamente sus estudios científicos y se dedicó a estudiar temas religiosos y alquímicos.

Desde siempre se había sabido que Newton se interesó por la alquimia, lo que hasta 2005 se ignoraba era hasta qué punto esta temática ocupaba un papel central en sus especulaciones. Un manuscrito depositado en la Royal Society, redescubierto ese año, desvelaba cuál era su orden de prioridades. Se trataba de unas notas que se conocieron después de la muerte de Newton, en 1727, pero que nunca fueron catalogadas debidamente y que se perdieron tras ser subastadas en julio de 1936 por Sotheby’s y vendidas a un particular. Casi setenta años después, el documento ha vuelto a la luz, debidamente identificado por el Proyecto Newton del Imperial College de Londres. El manuscrito contiene notas de Newton sobre alquimia y la mayor parte del texto se refiere al trabajo de otro alquimista del siglo XVII, el francés Pierre Jean Fabre. Pero también recoge, de su puño y letra, lo que seguramente, serían sus propias ideas sobre alquimia. Fabre, por cierto, había publicado en 1632 “Alchimia christiana” y en 1634 “Hercules Pischymicus”. Ambas obras pueden ser consideradas, especialmente la primera, como textos específicamente rosacrucianos o de alquimia rosacruciana. Newton firmó sus trabajos alquímicos con el seudónimo “Ieova Sanctus Unus” (Jehova único santo), en el que reafirmaba sus convicciones anti-trinitarias, pero, además, era el anagrama de su propio nombre latinizado Isaacus Neuutonus - Ieova Sanctus Unus.

Parece ser que sus dos maestros en este arte fueron Isaac Barrow y Henry More, ambos profesores en Cambridge. Él mismo, fue autor de “Theatrum Chemicum” y “The Vegetation of Metals”. En 1680 inició la redacción de su “Index Chemicus” y dice años después, en “De Natura Acidorum”, intentó aplicar sus teorías sobre la gravitación, a las moléculas. Tradujo el “Triunfo Hermético” de Limojon de Saint-Didier y lo acompañó con unas notas de su puño y letra, “Praxis”. Así mismo escribió un pequeño tratado sobre la “Tabla Esmeralda”, así titulado y “Ripley Expounded”, sobre la obra del alquimista inglés George Ripley (1415-1490). Creía que solamente existía “Dios Padre” y que la Trinidad había sido un fraude. Al igual que otros rosacrucianos de la época, acusó a la Iglesia de ser la “Bestia” del Apocalipsis. No es raro que fuera sancionado por las autoridades del centro en el que impartía clases, que para mayor desconcierto, era el “Trinity collage”. También opinaba que Moisés había sido alquimista y mago.

Pues bien, estos tres científicos y filósofos, aparecen vinculados a grupos rosacrucianos y son los responsables del paradigma mecanicista que ha conformado el “mundo moderno” en sus tres últimos siglos. Un mundo que es, precisamente, la antítesis del mundo tradicional[xcvii] en el que la gnosis templaria y sus derivaciones tenían su razón de ser. Y esto es lo que nos confirme en nuestra tesis ya expuesta, según la cual, a partir de principios del siglo XVII se produjo una mutación en el interior de los círculos rosacrucianos europeos y un alejamiento progresivo de lo que hemos dado en llamar “Rosa Cruz Originaria”. La desviación será todavía más evidente a partir del siglo XVIII y mucho más en el XIX.

La “Rosa Cruz Moderna”

Desde nuestro punto de vista, la calificación de “Rosa Cruz Moderna” implica una pérdida de la personalidad de la organización en virtud de dos hechos: la integración de la mayoría de núcleos rosacrucianos en la naciente masonería, a la que aporta su propio simbolismo y distintos grados, especialmente en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado y en el Rito Escocés Rectificado, y, de otro lado, por la integración creciente de quienes quedaron fuera de la masonería, al ocultismo.

Desde el punto de vista temporal, el inicio de la aproximación entre “rosa cruces” y francmasones se inicia en el último tercio del siglo XVII, cuando se está gestando la aparición de la Gran Logia Unida de Londres en 1717 y se consolida en las décadas posteriores, hasta el punto de que, no sin cierta razón, la francmasonería ha podido presentarse como encarnación de los valores rosacrucianos.

En cuanto a la segunda tendencia, tiene que ver, especialmente con determinadas especulaciones místicas que se desarrollaron en el siglo XVIII y que condujeron, a lo largo de todo el siglo XIX, a la formación de distintos grupos ocultistas, todos ellos vinculados a individuos notables. Este capítulo terminará con la historia de estos grupos, la Orden Khabalística de la Rosa Cruz y del Santo Grial de Stanislas de Guaita y la Rosa Cruz Católica de Josephin Peladan, derivada de la anterior, ambas en el ámbito francófono y la Hermandad Hermética de Luxor y la Golden Dawn (Aurora Dorada) en el ámbito anglosajón. Todo lo que aparezca con posterioridad a estas cuatro organizaciones pertenece a lo que hemos dado en llamar “Rosa Cruz Contemporánea” que esbozaremos en el último capítulo de esta obra.

Veamos la primera tendencia que supone una confluencia entre francmasonería y rosacrucianismo.

El 24 de junio de 1314 se produjo la victoria del Rey Bruce de Escocia, sobre las tropas inglesas de Eduardo II, yerno, a su vez de Felipe el Hermoso de Francia. Los templarios escoceses combatieron a favor de Bruce. Justo ese año había sido ejecutado Jacques de Molay y los altos dignatarios del Temple en París. Bruce constituyó con los templarios escoceses la Orden de san Andrés del Cardo[xcviii]. El cardo, como se sabe, es el emblema de Escocia. En cuanto a San Andrés, su distintivo es la cruz en forma de X que es, a la vez, enigma, y la notación hermética del crisol, el horno abierto de los alquimistas. Así pues en Escocia, no se produjo una ruptura con el templarismo, ni mucho menos la persecución que tuvo lugar en Francia.

A partir del siglo XVII, la masonería estuardista tenía como grado supremo el de “Maestro Escocés de San Andrés”. Sin embargo, sólo unas décadas después, este grado aparecerá asociado a un nuevo grado llamado “Rosa Cruz” o “Caballero del Águila y del Pelícano, Masón de Heredom y Caballero de San Andrés”. La joya del grado es un pelícano que alimenta a sus polluelos. Sin embargo en el primer documento en que aparece este grado está escrito como “Roze Croix”, con “z” en lugar de con “s”, indicando con ello que hace alusión al término hebreo “rosen koroz” (príncipe heraldo). “Rôz” (rosah), en hebreo significa “secreto”.

En 1593, Jacobo VI de Escocia funda la Rosa Cruz Real con 32 caballeros de la Orden del Cardo, cuando es Gran Maestre de los masones operativos de Escocia (es decir, de los masones que practicaban los oficios de la construcción[xcix]). Cuando Jacobo II hubo de marchar al exilio francés, resucitó la Orden de San Andrés en 1687. Los acompañantes de Jacobo II, expandieron en Francia la masonería, llamada “jacobita”, formada por masones “aceptados” (que habían sido “aceptados” en las logias operativas de constructores, pero sin practicar ninguno de los oficios de la construcción). Esta masonería escocesa constituida en territorio francés, cristalizó en la Orden de los Maestros Escoceses de San Andrés y dio origen a la Gran Logia de Francia.

Todo este proceso se va acentuando con la formación de los distintos ritos masónicos. En la actualidad, el marco simbólico es altamente significativo del sincretismo masónico que ha englobado a distintas organización durante toda su historia y ha incluido el simbolismo que era patrimonio de las mismas. Así pues, en el Rito Escocés antiguo y Aceptado, diversos símbolos y grados proceden del rosacrucianismo: “Caballero de Oriente y de la Espada”, “Caballero del Sol”, “Caballero de las Dos Águilas”, “Príncipe Adepto”, “Dignatario del Sacro Imperio”, “caballero Kadosh” (equivalente a “Caballero Templario”) y a “Príncipe Rosacruz”. Es perceptible una ambición particular por parte del Rito Escocés en extraer sus leyendas y símbolos de la tradición templaria. Siete de sus treinta y tres grados originarios son de origen templario; el 30º lleva específicamente el nombre de “Caballero Templario” en gran número de logias. El grado supremo, el 33º, tiene como joya una cruz teutónica con las iniciales JBM (Jabopus Burgundius Molay, último Gran Maestre templario). La “palabra de tránsito” de este grado es precisamente “De Molay”[c].

Como hemos visto antes, la masonería escocesa afirma haber recibido su legitimidad de una orden anterior, el llamado “Rito de Heredom”, o “rito de los herederos”, aludiendo a la herencia templaria. Y es aquí donde la leyenda se remite al Rey Bruce que acogió a los templarios perseguidos. Más significativo es todavía el hecho de que el Grado 30 de la masonería de rito escocés, tiene como lema “El desquite de los templarios”. La leyenda que acompaña al grado afirma que los templarios encontraron cobijo en las sociedades secretas inglesas y desde allí crearon este grado para reorganizar su orden y llevar a cabo la “venganza templaria”. El texto del ritual dice concretamente: “La venganza templaria se abatió sobre Clemente V no el día en que sus huesos fueron entregados al fuego por los calvinistas de Provenza sino el día en que Lutero levantó a media Europa contra el Papado, en nombre de los derechos de la conciencia. Y la venganza se abatió sobre Felipe el Hermoso no el día en que sus restos fueron arrojados entre los desechos de Saint Denis por una plebe delirante, ni tampoco el día en que su último descendiente, revestido del poder absoluto, salió del Temple, convertido en prisión del Estado, para subir al patíbulo, sino el día en que la Constituyente francesa proclamó, frente a los tronos, los derechos del hombre y del ciudadano”[ci]. En el desarrollo dramatizado del ritual, uno de los participantes afirma: “La libertad se halla por encima de la Iglesia”, a lo que el Gran Maestre oficiante proclama: “La libertad se halla por encima de la Iglesia”.

A mayor abundamiento en el “Manuel del Caballero Rosa Cruz” se describe una historia de la orden hasta su confluencia con la masonería. Se dice, por ejemplo: “En la segunda mitad del siglo XVII, el rosacrucianismo y la masonería se van enlazando tan íntimamente, y se ejerce tal intercambio entre el simbolismo de la una y de la otra parte, bajo la influencia del espíritu filosófico humanista dominante que, a principios del siglo XVIII, los dos movimientos se han fundido prácticamente y la masonería se prepara para ser heredera de las tradiciones rosacruces y de las corrientes humanistas de la época”. Y más adelante se explica: “El hecho de que, ya antes del siglo XVIII, reuniones masónicas y rosacruz se verificaban en Londres en un mismo edificio, favoreciendo notablemente ese intercambio e influencia recíproca, que encontramos luego claramente expresada en los rituales y demás elementos del simbolismo y finalmente sancionadas por las ideas e ideales que animan e inspiran las Constituciones de la Orden”[cii].

Según algunos testimonios masónicos, Anderson y Desaguliers, los primeros impulsores de la masonería especulativa fundada en 1717, estaban en contacto con Newton, que sería uno de los responsable de la “rosa cruz” inglesa, y con Christopher Wren, el famoso arquitecto que reconstruyó Londres tras el gran incendio de 1658. Según estas fuentes, Wren habría tenido como inspirador a Comenius. Éste, por su parte, habría sido fundador de la Orden de los Hermanos Moravos, cuya inspiración procedía de los manifiestos “rosa cruces” y de las especulaciones de Jacob Böheme[ciii]. De todas formas, aunque el vínculo entre Wren y Comenius no ha sido históricamente comprobado, si parece cierto que éste estuviera próximo a los grupos rosacrucianos que emergieron con la publicación de los manifiestos del siglo XVII.

T. B. Clavel, el gran historiador de la masonería, reconoce, así mismo, la inclusión de elementos rosacrucianos en el acervo de la masonería. Explica, por ejemplo: “Los hermanos de la Rosa Cruz poseyeron establecimiento en todos los puntos de Europa; y, cuando apareció la francmasonería, a muy poco, introdujeron sus prácticas en ella. En Alemania duraron hasta 1750 en que cesaron sus reuniones por muerte de su jefe, llamado Brun”[civ]. Luego explica que los rosacrucianos establecieron “logias herméticas” en las que fundamentalmente se trataban temas alquímicos, hasta que, estas logias se llenaron de charlatanes y estafadores. Dice, Clavel: “La sociedad de los Rosa Cruz, organizada en su mayor parte por una especie de comandita compuesta de estafadores, llegó a ser formidable en Alemania y se dividió, a semejanza de la constitución jesuítica, en diferentes cuerpos, gobernados cada uno de por sí por un jefe particular, y todos sujetos a una suprema autoridad general. Sus grados, en número de nueve, se llamaba: celados, teórico, práctico, filósofo, adepto joven, adepto mayor, adepto exento, maestro del templo y mago”[cv].

De esta “Hermandad Rosa Cruz” alemana, se constituyó en 1777, la Orden de la Rosa Cruz de Oro, compuesta por tres grados y que tuvo un éxito particular en Alemania y los países nórdicos. Uno de sus jefes era el barón de Westerode. Otra disidencia se estableció en Austria e Italia a partir de 1780 bajo la denominación de “Hermanos iniciados de Asia”. Sus inspiradores fueron el barón Ecker d’Eckoffen, el profesor Spangenberg y el conde Wrbua[cvi]. Este grupo había desterrado la alquimia de sus prácticas, pero aspiraban a encontrar el elixir de la inmortalidad mediante la espagiria (especie de alquimia realizada con vegetales que tuvo mucho que ver con la medicina de Paracelso). Ante este caos, poco a poco, los rosacruces alemanes fueron entrando en las logias masónicas y el mismo proceso se produjo en Inglaterra.

Un estudio pormenorizado demuestra que la corriente rosacruciano-khabalista se introduce en las logias masónicas inglesas con Robert Fludd a principios del siglo XVII. Por esa época las logias masónicas en ese país estaban constituidas por artesanos "operativos", es decir, que ejercían el oficio de la construcción. Fludd fue, ante todo y sobre todo, khabalista y cultivó, como consecuencia de ello, las ciencias exactas en las que destacó.

Bayard considera que Fludd fue el “primer organizador de la francmasonería rosacruciana inglesa”[cvii]. En 1617, Robert Fludd escribió un “Tratado apologético defendiendo la integridad de la sociedad de los rosacruces” y, Bayard sospecha que el texto “Summun Bunum”, firmado con el nombre de Joachim Frizius, en el que se describen los principios esenciales de una comunidad regida por los ideales masónicos, fue escrito, así mismo, por Fludd. El texto data de 1629 y la masonería inglesa se funda en 1717. Durante ese tiempo, fue aumentando en las “logias operativas”, la presencia de masones “aceptados”, muchos de ellos discípulos de Fludd. Éste, por su parte, tiene los rasgos propios del humanista del Renacimiento. Dominó la khábala hebrea, se interesó por la filosofía, la medicina, la alquimia y la cosmogonía. Acompañó sus libros con dibujos que han pasado a ser la quintaesencia del pensamiento esotérico.

Los grupos rosacrucianos aportaron, pues, a la masonería, buena parte de su simbolismo y de sus principios. De hecho, en materia de hermetismo y alquimia, todo lo que hoy se respira en las logias, procede del legado rosacruciano. Sin embargo, no todos los rosacruces confluyeron con la masonería. Tanto antes de 1717 como después de esa fecha, siguió existiendo un movimiento rosacruciano autónomo que sufrió distintas suertes y que contiene elementos de muy distinta calidad. Hemos dicho que este movimiento termina dando vida a las distintas corrientes del ocultismo contemporáneo.

Podemos partir de la llamada “Rosacruz de Oro del Antiguo Sistema” para adentrarnos por esta veta que concluirá en los movimientos rosacrucianos de finales del siglo XIX y principios del XX.

Tras Fludd se produce la crisis del movimiento rosacruciano inglés y su fusión con la masonería a partir de 1717. Lo que aparece después de él, respira otro espíritu; no el de la tradición del khabalismo cristiano, sino el del racionalismo mecanicista que tuvo en las filas neo-rosacrucianas a sus principales exponentes, tal como ya hemos visto. Los símbolos son los mismos, las alusiones al "rosacrucianismo" no faltan, pero el observador atento, puede percibir un cambio de orientación. Es el final del khabalismo cristiano; lo que vendrá a continuación será "ocultismo", literalmente "culto a lo oculto"; algo muy alejado del "culto a la verdad" que buscaron siempre Arnau, Campanella, Bruno, Ficino, Pico y los “rosa cruces”.

El siguiente peldaño descendente.

El siglo XIX es el siglo de la “gran confusión”. La convulsión social que supuso la Revolución Francesa y la industrialización de Europa, trastocaron la estabilidad del antiguo régimen y arrojaron al mundo de las ideas, nuevas teorías y avances científicos, acompañados de unos márgenes de confusión, progresivamente crecientes. Es en el siglo XIX cuando aparece el fenómeno que se ha dado en llamar “ocultismo”. Éste ya había despuntado en el siglo anterior a través de algunas figuras ambiguas y confusas, como Giuseppe Balsamo, Conde de Cagliostro o el personaje, aún más difícil de definir, como fue el Conde de Saint-Germain. En ambos casos, resulta difícil separar lo que hay en ellos de realidad y de ficción. Ambos responden a la característica que acompaña siempre a los “rosa cruces”: el enigma, las dudas sobre su verdadera personalidad y un amplio margen para la indefinición. Aparecen en esa época distintas organizaciones, no menos ambiguas y confusas, algunas de las cuales se reclaman de la “rosa cruz”, si bien la mayoría no debió tener con los linajes de esta fraternidad, más que una relación tangencial, o bien se trató, como ya hemos advertido anteriormente, de elementos desgajados o degenerados de linajes anteriores. En ocasiones, los destinos de estos grupos ocultistas vuelven a cruzarse con los de la masonería, en la que ocupan una situación marginal. Son la “Rosa Cruz de Oro”, la “Rosa Cruz del Antiguo Sistema”, la “Orden de los Elegidos Cohen”, la “Orden de los Iluminados de Baviera” y el martinismo de Louis Claude de Saint-Martin y, finalmente, el Rito Escocés Rectificado. A partir de estos grupos, de los que nos vamos a limitar unos pocos datos de mera referencia, aparece el rosacrucianismo contemporáneo a finales del siglo XIX:

-           Orden des Goleen und Rosen Kreutzer, fundada en Francfort, de la que sabemos gracias a Samuel Richter, quien publicó sus constituciones en 1714 con el nombre de “Sincerus Renatus”. Resulta difícil saber si la orden fue una emanación de la mente de Richter o existió en realidad. La lectura de los cincuenta y dos artículos de la orden produce una irreprimible sensación de vulgaridad, cultivo del secreto y de lo oculto e imaginación tan desbordante como naïf[cviii]. Se dice, por ejemplo, “Está prohibido imprimir libros sobre nuestro secreto” y más adelante: “Se ordena no provocar éxtasis ni ocuparse de las almas de los hombres y de las plantas” o “Está prohibido darle la piedra a una mujer preñada, pues abortaría”. La obra de Richter aparece un siglo después de los manifiestos “rosa cruces” de Andreae y sus compañeros[cix]. La caída de nivel es evidente. Lo más probable es que tras el nombre de “Rosa Cruz de Oro” no existiera absolutamente nada, o como máximo algún grupo de espontáneos lectores de los manifiestos del siglo anterior, con el cerebro inflamado por las promesas de la fraternidad. O quizás, simplemente, en el mejor de los casos, restos de algún linaje iniciático anterior, en plena confusión mental.

-           La Rosa Cruz de Oro del Antiguo Sistema. Se trata un grupo “rosa cruz” circunscrito a la masonería. “En 1777, la Logia de los Tres Globos, de Berlín, tuvo por gran maestre al duque Federico Augusto de Brunswick, logia que reformó los rituales y creó la Rosa Cruz del Antiguo Sistema”[cx]. Este sistema masónico estaba inspirado en textos indudablemente “rosa cruces” (los escritos de Michel Maier y de Heinrich Khunrath)[cxi]. Al decir de sus fundadores, simbólicamente, conservaban los secretos de Moisés, Salomón y Hermes. Mencionaban a Llull entre sus miembros y pretendían ser una élite dentro de la francmasonería. Aludían a transmutaciones metálicas, pero entre sus miembros parece que se dieron casos de estafa y algunos explotaron la credulidad de las gentes. También es importante recalcar que Federico Augusto de Brunswick tenía particular predilección por la “masonería templaria” y en el Convenio de Wilhelmsbad (1782) aceptó la creación del grado de Caballero Benefactor de la Ciudad Santa. En esta asamblea, de todas formas, los “Rosa Cruces del Antiguo Sistema” vieron como sus tesis eran rechazadas. Da la sensación de que la “Orden de los Elegidos Cohens” (de la que hablaremos a continuación) realizaba entrismo en la masonería a través de aquella organización. En cualquier caso, lograron asentarse en Europa del Este. En Alemania, la Orden no soportó ni la competencia con los Iluminados de Baviera, ni los fracasos de sus experiencias en transmutación de los metales y las acusaciones de estafa. En 1779, contaban con 26 círculos y unos cuantos cientos de simpatizantes, que se decantaron progresivamente por la intervención en cuestiones políticas, a pesar de que en sus rituales subsistieron constantes referencias a la alquimia. A finales del XVIII la corriente había periclitado.

-           La Orden de los Elegidos Cohen. Fundada por Martínez de Pasqually[cxii] hacia 1754 en el Sur de Francia, es importante por que de algunos de sus últimos representantes surgirán los movimientos rosacrucianos franceses de finales del XIX. Estaba configurada, más como una orden masónica o paramasónica, que como “rosa cruces”, si bien es cierto que el último grado de su jerarquía era el de “Caballero Rosa Cruz” y que las enseñanzas que lo acompañaban tenían bastante que ver con los textos rosacrucianos. Estudiaban khábala, magia, sufismo, hermetismo. Literalmente, el nombre  de la orden, dos palabras judías, quiere decir “Sacerdotes Elegidos”. Tuvo como adherente a Jean Baptiste Willermoz que fundó luego el Rito Escocés Rectificado para católicos. Logró extenderse por Francia y Alemania y, finalmente, gracias a Louis Claude de Saint Martin, terminó convirtiéndose en una corriente masónica que ha subsistido hasta hoy, si bien dividida en distintas fracciones.

La trayectoria de todos estos grupos indica cierto grado de ambigüedad. A partir de 1717, con el crecimiento desmesurado de la masonería, tienden a confluir con ella y, como hemos visto, logran integrar algunos “grados rosa cruces” en determinados ritos. La masonería penetrada por estos grupos se percibe como muy diferente a la que conocemos hoy: está centrada en investigaciones alquímicas, practica la khábala y formas de misticismo. Ciertamente, algunas de sus obras de referencia proceden de la tradición “rosa cruz”, pero existe una teorización propia realizada mediante hombres notables (Saint-Martin, Willermoz, Martínez de Pasqually) y la incorporación de extraños místicos que nada tienen que ver ni con la masonería ni con el rosacrucianismo (Swedemborg[cxiii]). A partir de las especulaciones de algunos de estos personajes, irrumpe lo que podemos llamar el “ocultismo contemporáneo”.

La larga marcha hacia los movimientos rosacrucianos actuales

Este fenómeno tiene tres puntales sobre los que apoya su actividad:

1) la difusión de obras de un contenido místico confuso, fuera de cualquier marco iniciático, lanzando libros a la calle que cada cual puede entender a su manera;

2) el gusto por lo oculto como denominador general y

3) la aparición del “gurú” en torno al cual se organiza cada una de las corrientes ocultistas.

Hasta entonces, las obras esotéricas no se habían difundido masivamente. Los libros escritos por Andreae aspiraban a recoger en su organización a los simpatizantes, y las obras de Michel Maier no prometían nada, simplemente aspiraban a que el “buscador de la verdad” tuviera canales en los que inspirarse. Pero, a partir de finales del XVIII, aparecen organizaciones que “prometen” alcanzar cualidades sobrehumanas prácticamente sin esfuerzo, por el mero hecho de pertenecer a la asociación o de seguir rituales desprovistos de todo fundamento metafísico. Lo que hasta ese momento eran “linajes iniciáticos” u “organizaciones esotéricas”, pasan a ser “sectas ocultistas”. Y, como es natural, unas son más rigurosas que otras, algunas son pura estafa, mientras que otras generan un marco, más o menos adecuado, para realizar búsquedas espirituales. Este proceso se produce en Francia, Inglaterra y Alemania, especialmente. También en EEUU aparecen organizaciones de este tipo. Dos fundamentalmente: la Hermandad Hermética de Luxor y la Hermandad de Eulis. El rosacrucianismo británico decimonónico cristalizará en la Sociedad Rosacruciana de Inglaterra (SRIA) primero y luego en la Hermandad Hermética de la Aurora Dorada (la “Golden Dawn”) de la que emergerá la inquietante figura de Aleister Crowley. En Francia, los círculos martinistas, darán vida a la Hermandad Kabalística de la Rosa Cruz y a la Rosa Cruz Católica de Stanislas de Guaita y de Josephin Peladan, respectivamente. Finalmente, en Alemania, la Sociedad Teosófica generará una disidencia local capitaneada por Rudolf Steiner, fundador de la Sociedad Antroposófica que reconocía una herencia rosacruciana. Una vez más, intentaremos resumir las vicisitudes de estos grupos, para situarnos luego, ante los actuales movimientos rosacrucianos, etapa final de nuestro estudio.

-           Hermandad Hermética de Luxor. Se trató de un grupo norteamericano que recogía distintas influencias, formado por personalidades solventes. La palabra “Luxor” era tenida como formada por lux (luz) y aur (fuego), un simbolismo que entronca directamente con el rosacruciano. Su sede estaba en Boston y en su interior se practicó la magia ceremonial sobre la base de los textos herméticos alejandrinos. La sociedad se rompió en varias fracciones y no tuvo relación con los grupos rosacrucianos que emergieron en EEUU a lo largo del siglo XX. Su enseñanza consistía en una práctica de la magia ceremonial, basada en la khábala hebrea. El grupo afirmaba tener una inspiración rosacruciana, aunque es más fácilmente perceptible entrever una relación con las corrientes martinistas de la masonería continental.

-           Hermandad de Eulis. Organización disidente de la Hermandad Hermética de Luxor, fundada por Pascal Beberly Randolph, mestizo y amigo íntimo del presidente Abraham Lincoln. Nacido en 1825 viajó por todo Occidente y aprendió los rudimentos de sufismo musulmán y del tantrismo budista, que interesaron a minorías antes de que la contracultura y la Nueva Era las colocaran entre sus preferencias. Randolph afirmó haber sido instruido por "una doncella de sangre árabe y tez morena" que le enseñó "la magia blanca del amor". Su madre fue vidente y él desarrolló también estas facultades desde su más tierna infancia. Durante la guerra civil dirigió una compañía de negros. Lincoln lo nombró educador de esclavos liberados en Louisiana. Se afilió a la "Hermandad Hermética de Luxor". En 1858, poco antes de estallar el conflicto entre el Norte y el Sur de los EEUU, fundó la "Fraternidad de Eulis" como círculo interior y esotérico de la "Fraternitas Rosae Crucis". Randolph sostenía una curiosa visión maniquea de la fisiología humana que prefigura muchos de los puntos de vista de la Nueva Era sobre la sexualidad; explicaba que en el cerebro radicaba la parte negativa del cuerpo y en los genitales la positiva; a través de esta parte positiva el hombre podía entrar en contacto con la fuerza primordial del universo y los aspectos creativos de la vida: emoción, belleza, energía... A través del amor creía poder vivir la experiencia directa del contacto con Dios; dado que la mujer estaba más cerca de la esencia divina que el hombre, había que unirse a ella. Después de la muerte de Randolph, Maria de Naglowska reunió sus escritos que fueron publicados con el título de "Magia Sexualis". El libro se iniciaba con una frase programática: "El sexo es la más grande y principal fuerza mágica de la naturaleza". Con Randolph y la Naglowska se está en un terreno muy alejado del rosacrucianismo e incluso de los elementos doctrinales propios de estas tendencias. De todas formas, la Naglowska sostenía el misterio de la Trinidad y lo interpretaba de manera muy personal, intentando realizar una interpretación esotérica de los evangelios similar a la exégesis rosacruciana.

-           Sociedad Rosacruciana de Inglaterra.- También conocida como Societas Rosicruciana in Anglia y por sus siglas SRIA, fundada en 1867 por Robert Wenworth Little con la intención de promover el estudio de las doctrinas rosacrucianas y masónicas. Pronto, la entidad pudo disponer de sólidas bases en Londres, York y Bristol y, de ahí, saltar a la Europa continental, Escocia y EEUU. Esta asociación solamente admitía a francmasones a partir del grado de Maestro. Así pues, se trató de una asociación paramasónica que orientaba a sus adeptos hacia el estudio del pensamiento “rosa cruz”, más que de un grupo rosacruciano en sí mismo. Esta asociación no tendría mucha importancia, de no ser por que en su interior se gestó otra que ha dado más que hablar: la “Golden Dawn”.

-           Orden de la Aurora Dorada.- De nombre completo “Golden Dawn in Outer”, que, según sus fundadores debía ser una orden más operativa que la SRIA que, en el fondo cultivaba un mero espiritualismo difuso. Impulsada por Wynn Westcott y Mac Gregor Mathers, estos afirmaban haber recibido su legitimidad de Anna Sprengel, representante de uno de los linajes rosacrucianos alemanes periféricos a la masonería. La orden estaba jerarquizada en once grados que correspondían cada uno de ellos a una sephira. La Golden Danw adquirió cierta relevancia en la timorata sociedad victoriana de su tiempo, pero en su interior se produjo una polémica entre sus dos fundadores a causa de Aleister Crowley, un nuevo afiliado que no iba a limitarse a un papel subordinado, sino que aspiraba a tener un nombre propio en el ocultismo contemporáneo. La sociedad se rompió y periclitó rápidamente. A pesar de su origen y de la naturaleza de sus estudios sobre la khábala, este grupo está mucho más próximo al ocultismo contemporáneo que a la Rosa Cruz Originaria.

-           Ordo Templis Orientis.- En 1895, Karl Kellner, ocultista vienés fundaba una de las muchas órdenes neo-templarias que florecieron en el siglo pasado: la Ordo Templis Orientis (O.T.O.). Kellner había incorporado los elementos de magia sexual teorizados por Randolph. Hasta 1905 la orden apenas tuvo importancia, pero ese año Theodor Reuss sucedió a Kellner y incorporó a un hombre sorprendente: Aleister Crowley. Aleister Crowley, mago y satanista inglés (1875-1947) conocía perfectamente los trabajos de Randolph y había sido iniciado en los ritos de la famosa secta secreta británica "Golden Dawn" a la que perteneció buena parte de la intelectualidad victoriana de fin de siglo. Crowley incluyó técnicas de magia sexual en las instrucciones para la iniciación en los grados 7ª, 8º y 9º de la OTO. En ellos se proponía un culto al falo, asimilado al sol, y se daban consejos sobre "onanismo mágico", cópula hétero y homosexual, formas de unión con íncubos y súcubos, etc. La idea de todo este compendio es que en el momento del orgasmo puede ser descargada una energía susceptible de ser dirigida para obtener algún beneficio. El mismo Crowley utilizó "cópulas mágicas" para obtener dinero, establecer el emplazamiento de la Abadía del Thelema o lograr buena salud. El partener puede ser o no informado de la utilidad mágica de su unión erótica. Crowley atribuía al esperma emitido en estas cópulas poderes especiales y con él se consagran pentáculos y talismanes. Recuperó la idea del homúnculo o ser artificial creado en el laboratorio alquímico, que según él, podría ser formado con esperma emitido en el curso de estas prácticas. Crowley consideraba el coito como una forma entre otras -junto a la droga y el alcohol- de entrar en trance y obtener un contacto con una forma divina degradada (así fue como interpretó la "aparición" del espíritu "Alantrah" tras su relación con Roddie Minor o el espíritu "Ab ul Diz", manifestado tras el coito con Mary d’Este Sturges). Pero también, escribe Crowley, "la excitación sexual es solo una forma degradada de éxtasis divino"; al producirse es posible identificarse con alguna divinidad concreta. Crowley lo hará repetidamente con la "Gran Bestia 666" descrita por San Juan en El Apocalipsis, mientras que sus parteners serán "la mujer escarlata" mencionada en el mismo texto. En el ritual de la misa gnóstica establecido por Crowley la consumación del rito se produce cuando la sacerdotisa masturba al oficiante[cxiv]. Tras morir Crowley, sus organizaciones se fueron disolviendo pero no desaparecieron del todo. Un grupo de seguidores de Pasadena constituyó la Logia Ágape que aseguró la pervivencia de los rituales iniciáticos establecidos por Crowley. El papel de sus herederos fue importante en algunas componentes de la contracultura y posteriormente en movimientos "New Age". Un grupo de altos grados de la Logia Ágape abrió una librería ocultista frente al campus de Berkeley; muchos de los líderes de la contracultura se instruyeron allí en los aspectos ocultistas del movimiento[cxv]. Como era de prever, Crowley se fijó en la “rosa cruz” e incluso intentó remontar a ella la filiación de su grupo. Sostenía, por ejemplo que el emblema de la hermandad tenía un simbolismo sexual: la cruz era el falo y la rosa la vagina. Así pues, la “rosa cruz” sería el símbolo de la unión sexual...

-           Orden Khabalística de la Rosa Cruz. Con Stanislas de Guaita (1861-1897) estamos en pleno ocultismo contemporáneo. Él mismo es discípulo de Gerard Encause (alilas “Papus”) quien restauró el martinismo, casi desaparecido desde los tiempos de la revolución francesa. A partir de “Papus”, martinismo y rosacrucianismo caminan juntos en los medios ocultistas. “Papus” había sido iniciado en la “Hermandad Hermética de Luxor” y por el “Maestro Philipe de Lyon”. Fue el primer presidente de esta orden, en la que también participaron la mayoría de ocultistas notorios de la época: Charles Barlet (sucesor de Guaita como Gran Maestre de la Orden), Emmanuel Lalande (“Marc Haven”, casado con la hija del “Maestro Philipe de Lyon”, miembro del consejo supremo de la “Orden Martinista”), Yvone Leloup (“Paul Sedir”, discípulo del “Maestro Philipe”, miembro de la Orden Martinista y de la Hermandad Hermética de Luxor, finalmente, abandonó todas las asociaciones ocultistas y se refugió en el cristianismo). La OKRC, subsistió tras la muerte de Guaita, siendo dirigida sucesivamente por “Barlet”, “Papus” y “Teder” (Charles Detré)[cxvi]. A la muerte de éste se produjo un cisma a causa de la controversia sobre los requisitos masónicos de afiliación. Los dos grupos entraron en “coma” a partir de ese momento hasta que Robert Ambelain, reunificó los residuos de estos grupos siendo sustituido tras su muerte en 1992, por Gerard Kloppel, Gran Maestre Mundial del Rito de Menphis-Misraïm.

-           Orden de la Rosa Cruz del Templo del Grial. Tras su ruptura con Guaita, Peladan fundó en 1890 esta orden, también conocida como “Rosa Cruz Católica”. Peladan afirmaba haber sido iniciado por su padre (el cual habìa recibido iniciación del donde de Lapasse, el cual afirmaba haber sido iniciado por el conde de Cagliostro), afiliado desde 1840 a las logias neotemplarias de Toulouse. Su hermano estuvo relacionado con los “rosa cruces” de Toulouse. Éste grupo había surgido de logias masónicas martinistas de orientación católica, surgidas de la reforma de Willermoz. Al parecer, en la primera parte del siglo XIX, estas logias adoptaron posiciones monárquicas, legitimistas y rosacrucianas y de ahí surgieron varios linajes que periclitaron hacia mediados del siglo y resucitaron con la orden fundada por Peladan. Por su parte, Peladan era, ante todo, un esteta exaltado que se hacía llamar “Tzar Peladan”. Fue un famoso escritor en su tiempo y en su asociación fueron iniciados intelectuales decadentistas y artistas entre los que figura el músico Eric Satié y el pintor Santiago Rusiñol. Peladan estaba muy influido por el templarismo y la doctrina del Grial, achacaba a Guaita el haber constituido una orden que tenía poco que ver con el catolicismo de la hermandad originaria, en el que él se encuadraba. Su orden, organizada en forma de “Salones Rosa Cruz” tuvo auge gracias a las personalidades que lo acompañaban, pero periclitó con la muerte de Peladan en 1918, cuando ya había pasado su hora. Las orientaciones de esta sociedad parecen tener mucho más relación con la Rosa Cruz Originaria, si bien, se mezclaban en ella consideraciones estéticas propias del decadentismo de la época y algunas filtraciones ocultistas convencionales. Es importante señalar que el secretario personal de Peladan fue Georges Monti y que con ella se relacionó el cura de Rennes-le-Château, Berenger Sauniére[cxvii].

A la vista de todos estos desarrollos puede percibirse lo lejos que estamos ya de la Rosa Cruz Originaria. En realidad, todos estos grupos –insistimos, de mejor o peor calidad, pero siempre alejados de la idea originaria- cultivan el “secreto”, “lo oculto”, la ambición por desarrollar poderes psíquicos y una erudición sobre temas misteriosos, y constituyen un fenómeno radicalmente diferente a la “rosa cruz”. Esta última asociación ya nos pone en contacto con el ocultismo contemporáneo y con las distintas asociaciones que hoy asumen el nombre de “rosa cruz” de las que daremos un sucinto resumen en el último capítulo de esta obra.



[i] Julius Evola, “El misterio del Grial”, Plaza & Janes, Barcelona 1978, pág. 229

[ii] Suelen utilizarse distintas notaciones para nombrar al mismo fenómeno: “Rosacruces”, “R.·.C.·.”, R+C, etc.; hemos optado por aludir a él en la forma “rosa cruces” o “rosa cruz”, entrecomillados y en minúscula. R.·.C.·. suele ser la forma en la que se distinguen los grados “rosa cruces” dentro de la masonería y “R+C” es la forma en la que los grupos ocultistas aluden a sí mismos, utilizando una notación empleada por algunos grupos históricos de esta corriente. “Rosacruces” es una contracción que parece designar a los miembros de un grupo concreto; pero la “rosa cruz” es algo más que eso. Como veremos, es preciso distinguir lo que es la “rosa” y lo que es la “cruz”. En cuanto al uso de minúsculas, aludiría a la modestia y discreción propia de los verdaderos rosa cruces.

[iii] La frase es objeto de disputa: se ha atribuido al teólogo católico y paleontólogo, Teilhard du Chardin, pero también puede encontrarse en Frithoj Schuon, discípulo de René Guénon y es el “leit motiv” de su obra “De la Unidad Trascendente de las Religiones”, (Editorial Taurus, Biblioteca de Estudios Tradicionales, Barcelona 1981), si bien la frase citada como tal.

[iv] Vamos a utilizar, a partir de ahora, el término “Rosa Cruz Originaria” para definir al conjunto de personalidades y grupos más identificados con lo que consideramos que es la pureza originaria del movimiento. Utilizaremos, por el contrario, el término “grupos rosacrucianos” para adjetivas a las formas posteriores, en buena medida degradadas que aparecieron más tarde.

[v]  René Guénon, “Apreciaciones sobre la iniciación”, CS Ediciones, Buenos Aires 1993, Capítulo XIII, “Sobre el secreto iniciático”, página 135 y sigs.

[vi] Anónimo, “Las sociedades secretas”, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1966, pág. 199 y sigs.

[vii] René Guénon, “Apreciaciones...”, op.cit., Capítulo XXXVIII, “Rosacruz y rosacrucianos”, pág. 369 y sigs.

[viii] Tal es la argumentación con la que se inicia el folleto explicativo de la asociación llamada “Antigua y Mística Orden Rosacruz” que argumenta que su fundación data de los tiempos del faraón Thutmosis III (1504-1447 antes de JC). Véase, por ejemplo, Mariano Vázquez Alonso, “Escuelas Esotéricas de Occidente”, Ediciones 29, Madrid 1994, pág. 168.

[ix] Véase “El Enigma Sagrado”, Michel Baignet, Richard Leigh y Henry Lincoln, Editorial Martínez Roca, Barcelona, 1985, pág. 120. La lista no fue elaborada por los autores, sino extraída de un documento apócrifo, “Les Dossier Secrets”, atribuido a “Henri Lobineau”. Hay que decir que “Lobineau” era uno de los alias utilizados por Pierre Plantard y que, en cualquier caso, los autores de “El Enigma Sagrado”, aún dudando de la veracidad de la mayoría de datos publicados en este documento, no dudaron en articular en torno suyo su famoso best-seller que ha tenido una continuación al haber sido inspirador de novelas de capa y espada tan diversas como “El Código Da Vinci” de Dan Brown o “El péndulo de Foucault” de Humberto Eco.

[x] Tal como resaltaremos en la última parte de esta obra (Anexo), las organizaciones actuales rosacrucianas, suficientemente conocidas, son construcciones modernas, con pocos puntos de enlace con movimientos anteriores al siglo XIX. Dicho de otra manera: en caso de seguir existiendo, los linajes de la Rosa Cruz Originaria parece extremadamente dudoso que tengan absolutamente ninguna relación con los grupos que actualmente se reclaman de la “rosa cruz”, independientemente de que sus contenidos estén más o menos próximos a la doctrina originaria de la asociación. Vale la pena recordar que en el terreno iniciático, es importante que exista una “filiación regular”. Se entiende por “filiación regular” a la posibilidad de remontar una “cadena iniciática” a sus fundadores, sin interrupción. La “iniciación” es la transmisión de una influencia espiritual depositada en una sociedad o en un linaje. Para que haya “iniciación”, debe existir “iniciador”. Para qué una organización o un linaje puedan ser considerados “iniciáticos” debe de estar muy claro de dónde han recibido ese “influjo espiritual”, es decir, cuál es su fuente. Es este el momento adecuado para aclarar que cuando nos referimos a “organización iniciática”, entendemos a un conjunto de personas provisto de ritos, grados, marco orgánico y estructura comunitaria; mientras que cuando aludimos a “linajes iniciáticos” nos referimos a una cadena de transmisión personalizada de maestro a discípulo que se prolonga durante generaciones.

[xi] Estas obras fueron editadas en castellano a principios de los años 80 por dos editoriales pero se encuentran agotadas, nosotros hemos utilizado las versiones de estas obras que han sido colocadazas on line en Internet y pueden consultarse fácil, grauita y rápidamente en hhtp://leo.worldline.es/troman/rosacruz/rcbooks/index.html .

[xii] “El Misterio del Grial”, Julius Evola, Plaza & Janés, Barcelona 1976.

[xiii] “La Tradición Hermética”, Julius Evola, Martínez Roca, Barcelona 1977.

[xiv] “La Tradición Hermética”, op.cit., Capítulo titulado “La Herencia del Grial”, pág 181 y sigs.

[xv] “La Tradición Hermética”, op.cit., Primera Parte, Capítulo 23 “La espada y la rosa”, pág. 118.122.

[xvi] “El esoterismo de Dante”, Editorial Dédalo, Buenos Aires 1969.

[xvii] Especialmente en los capítulos V “De la regularidad iniciática” (pág. 53 y sigs.), XI “Organizaciones iniciáticas y sectas religiosas” (pág. 109 y sigs.), XXXVIII “Rosacruz y rosacrucianos” (pág 369 y sigs.), XXXIX, “Grandes misterios y pequeños misterios” (pág 379 y sigs.)

[xviii] “La Meta Secreta de los Rosacruces”, Jean Pierre Bayard, Editorial Robin Book, Barcelona 1991. En realidad, la mayor parte de datos de esta obra –al menos, los más interesantes- proceden del libro de Paul Sédir “La rose-croix”, no traducido al castellano y hoy descatalogado en Francia.

[xix] “La Hermandad de la Rosa Cruz”, A.E. Waite, Luís Cárcamo, Barcelona 1988.

[xx] “Historia del Ocultismo”, Dr. Frederic Köning, Plaza & Janés, Barcelona 1979.

[xxi] “Historia de la magia”, Richard Cavendish, Ediciones Lidium, Buenos Aires 1977.

[xxii] “Historia de las Doctrinas Esotéricas”, Jean Riviere, Editorial Dédalo, Buenos Aires 1976.

[xxiii] “Historia del Ocultismo”, L. de Gérin-Ricard, Plaza & Janés, Barcelona 1967.

[xxiv] “Manual Diccionario de esoterismo”, Hervé Masson, Roca, México DF 1970.

[xxv] “Diccionario de Símbolos” de Jean Chevalier y Alain Gheerbrand, Editorial Herder, Barcelona 1991.

[xxvi] “Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada”, René Guénon, Editorial Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires 1969, Cap. II, “El Verbo y el Símbolo”, pág. 8.

[xxvii] En el contexto de esta obra hemos preferido no aludir al “profetismo rosa cruz” y no mencionar a Nostradamus. Baste decir que, tanto él, como su maestro Giulio Cesare Scaligero, como el círculo al que perteneció, constituyeron un linaje “rosa cruz” específico. Todo en la vida de Nostradamus denota la pertenencia a una sociedad secreta de carácter “rosa cruz”: su profesión de médico, su dominio de las ciencias tradicionales, su visión profética, su práctica de la khábala, etc. Es más, no albergamos la menor duda, de que fueron las “prácticas rosa cruces” las que le posibilitaron realizar las formidables proyecciones de su mente sobre el futuro.

[xxviii] “La Tradición Hermética”, op.cit., pág. 31.

[xxix] “La Hermandad de la Rosa Cruz”, A.E. Waite, Editorial Humanitas, Madrid 1988, pág. 21.

[xxx] Los “Fieles de Amor” constituyeron una milicia combativa, con armas y acuerdos secretos. Luigi Valli los define como “hombres de acción, de lucha, de guerra, de partido”. El grito de guerra templario “¡Viva Dios Santo Amor!”, identificaba el “Santo Amor” con Dios. Es evidente el paralelismo que permite afirmar que los “Fieles de Amor” fue uno de los movimientos surgidos del templarismo. Se trataba de una cofradía de trovadores y poetas que expresan su fe mediante símbolos, evitando correr la misma suerte que el templarismo. El propio Dante, uno de los miembros de esta cofradía, en la “Divina Comedia” usó como símbolo central el sello del Gran Maestre de los Templarios, el águila y la cruz. René Guénon escribe en “El esoterismo de Dante”, op.cit., pág. 45: “Hay en el museo de Viena, dos medallas de las cuales una representa el Dante y la otra al pintor Juan de Pisa. Ambas llevan en el reverso las letras F.S.K.I.P.F.T. que deben ser interpretadas así: Fidei Sanctae Kadosch Imperialis Principatus Frater Templarius. Esta Asociación de la Fe Santa, de la que el Dante parece haber sido uno de sus jefes, era una tercera orden de filiación templaria cuyos signatarios se denominaban Kadosch, es decir, santo o consagrado (...). No faltaba razón a Dante, cuando al fin de su viaje, tomaba en La Divina Comedia por guía a San Bernardo, quien había establecido la regla del Templo, como si quisiera indicar con ello que la espiritualidad del santo era el único medio ofrecido a los caballeros para alcanzar el grado superior de la jerarquía espiritual". Por lo demás, en la Divina Comedia, son evidentes los símbolos esotéricos. Asín Palacios mostró que dos fuentes de esta obra son el “Libro de la Escala” y el” Libro del Viaje Nocturno”, dos obras de espiritualidad islámica. Los “siete cielos” del poema equivalen a los siete peldaños iniciáticos de los Fieles de Amor y que fueron definidos por De Barberito (ver “El misterio del Grial”, op.cit., pág. 211). La "Dama" de los Fieles era la Inteligencia Trascendente o la Sabiduría Divina. El Cuore Gentile de los mismos Fieles era el corazón noble y purificado de relaciones mundanas. Los Fieles de Amor debían escribir en verso, lengua de los ángeles y de los dioses. El propio Bocaccio, que formaba parte de la cofradía, se ha referido a la trascendencia esotérica en un cuento del Decamerón; en efecto, por boca de Melquisedek (símbolo de la iniciación real en contraposición a la iniciación sacerdotal derivada de San Pedro) explica que “del Judaísmo, Cristianismo e Islam, nadie sabía cuál era la verdadera fe”, frase a la que se suele dar un contenido crítico hacia el cristianismo, pero que, en realidad, intenta trascender a la mera fe exterior. A este respecto, recomendamos la lectura del Capítulo 26 de “El Misterio del Grial”, op.cit., págs 209-216.

[xxxi] “Apreciaciones sobre la iniciación”, op.cit., pág. 370.

[xxxii] “Apreciaciones sobre la iniciación”, op.cit., pág. 370.

[xxxiii] “Rivolta contro il mondo moderno”, Julius Evola, Edizioni Mediterranee, Roma 1988, pág. 21-22.

[xxxiv] “Apreciaciones sobre la iniciación”, op.cit., pág. 370-371.

[xxxv] “La Tradición Hermética”, op.cit., pág. 65-67.

[xxxvi] “Dios ha decidido de manera expresa conceder y otorgar una última vez más al mundo, cuyo fin sobrevendrá en breve, una verdad, una luz, una vida y una magnificencia parecidas a la que perdió y despilfarró en el Paraíso Adán, el primer hombre, arrastrando a sus descendientes a la miseria de la repudiación y el exilio”. Capítulo VII. Confessio.

[xxxvii] “Apreciaciones sobre la iniciación”, op.cit., pág 371-372.

[xxxviii] “Historia de la Magia”, François Ribadeau Dumas, Plaza&Janés, Barcelona 1975, pág. 209.

[xxxix] “Apreciaciones sobre la iniciación”, op.cit., pág. 372-373.

[xl] Puede resultar paradójico que templarios y órdenes ascético-militares islámicas reconocieran puntos de convergencia espiritual y, al mismo tiempo, combatieran entre sí. La aparente paradoja se resuelve teniendo en cuenta que ambos grupos iniciáticos distinguían entre “pequeña guerra santa” y “gran guerra santa”. La primera era la lucha física contra el adversario, armado con las mismas armas, la guerra en sí misma. En cuanto a la segunda se la consideraba como la lucha contra el propio adversario interior. Julius Evola realizó una exposición muy clara de estos conceptos en “Metafísica de la Guerra”, Julius Evola, Ediciones Alternativa (obra fotocopiada), Barcelona 1985, pág. 7-9.

[xli] “Diccionario de esoterismo”, op.cit., pág 577.

[xlii] Esta relación se repite en las historias clónicas de la “rosa cruz”. Originariamente fue publicada en la obra “Unparteiische Sammlungen Zu Historie der Rosenkreuzer” de Semler y fue rescatado en la obra de A.E. Waite “La Fraternidad Rosa Cruz”, op.cit., pág. 45.

[xliii] “Historia de la Magia”, op.cit., pág. 209.

[xliv] Existe una famosa escultura del Conde de Provenza Raymond Berenguer V, en la Iglesia de Saint-Jean de Malle, en Aix-en-Provence, en donde se le puede ver con una rosa en la mano y la espada al cinto.

[xlv] “Diccionario de Símbolos”, op.cit., pág 892.

[xlvi] No en vano, el Cardenal Cisneros, como veremos, se sentía próximo a la corriente "espiritual" y joaquinita y mandó imprimir las obras de Ubertino da Casale, al tiempo que enviaba a los últimos franciscanos "espirituales" a predicar en el Nuevo Mundo, recién descubierto por Colón.

[xlvii] Se ha atribuido a Arnau la interpretación khabalística de la notación INRI. Mientras que, para algunos –Fulcanelli entre ellos- INRI es el anagrama de “Igne Natura Renovatum Integra” (sólo el fuego renueva íntegramente a la naturaleza), para Arnau estaría formado por cuatro letras hebreas:

I (Iod) que simboliza el principio creador activo y la manifestación del principio divino que fecunda la sustancia.

N (Naïn) simboliza la sustancia pasiva, que se adapta a todas las formas.

R (Rasit) simboliza la unión de los dos principios y la perpetua transformación de las cosas creadas.

I (Iod) simbolizando de nuevo el principio creado divino, para significar que la forma creadora que emana de ella, se remonta sin cesar para volver siempre con ella.

[xlviii] Para Lenglet de Fresnoy, autor de la muy celebrada "Historia de la Filosofía Hermética", Llull se desplazó a Londres en 1312 llamado por el rey Eduardo de Inglaterra. Se encontraba obsesionado por la idea de una nueva cruzada y partió a las islas británicas con la idea de que, tanto el rey de Inglaterra como el de Escocia, financiaran el proyecto. Ambos monarcas alegaron falta de medios económicos para justificar su negativa a participar en la operación. Llull prometió facilitarles la suma que pidieran y para ello instaló en la Torre de Londres su laboratorio hermético. A los pocos días estuvo en condiciones de operar la transmutación obteniendo una extraordinaria cantidad de oro con la que se acuñaron unas monedas, los "Nobles de la rosa". Lenglet de Fresnoy añade que "Todos aquellos que han examinado esas piezas, tan curiosas y buscadas en Inglaterra, reconocen que son incluso de un oro más perfecto que el de los Jacobos y otras monedas antiguas de oro de este tipo. Hay incluso una inscripción que los distingue y que muestra que las piezas fueron hechas por una especie de milagro". La inscripción dice así: "De la misma forma que Jesús había pasado invisible por entre los fariseos, así el oro alquímico pasa inadvertido entre vosotros". La crítica racionalista resta verosimilitud a esta transmutación. Niegan que la acuñación se produjera bajo el reinado de Eduardo II, sostienen que fue posterior. La mayoría de los munismáticos sostienen que dichas monedas se acuñaron 150 años después del tránsito de Llull por las islas británicas. En cuanto a la objeción que Eduardo II le para mostrar su imposibilidad de apoyar la cruzada predicada por Llull, se admite que era cierta y que incluso el místico le aconsejó un método para superar esta deficiencia: promulgar un nuevo impuesto que gravara el consumo de lana... Es posible que la transmutación tuviera lugar, pero la acuñación se realizara 150 años después. Como también es posible que Llull diera consejos económicos a la corona.

[xlix] El rey Jaime de Mallorca se interesó por esta obra y facilitó los medios para la puesta en marcha del Colegio de Miramar, escuela de misioneros y traductores especializados en llevar la palabra de Dios a los países dominados por el Islam. Trece franciscanos fueron sus primeros alumnos. Llull pretendió que instituciones de este tipo fueran creadas por toda la cristiandad, convencido -como Arnau en su momento- de que era posible convertir a los musulmanes al cristianismo mediante la argumentación.

[l] “Giordano Bruno y la tradición hermética”, Frances A. Yates, Ariel Filosofía, Barcelona 1983, pág. 16.

[li] “Giordano Bruno y la tradición hermética”, op.cit., pág. 18.

[lii] Llama la atención a este respecto el hecho de que algunos grupos rosacrucianos actuales, sigan cayendo en este mismo error y atribuyan a “Egipto” el origen de su movimiento. En Egipto no reconocemos nada que pueda ser asimilado o comparado al movimiento “rosa cruz”. El error deriva de la persistencia en atribuir los “textos herméticos” atribuidos a Hermes Trimegisto, el Toth egipcio, su autoría.

[liii] El relato completo de cómo se produjo este descubrimiento y la entrega de los textos a Ficino puede leerse en “Giordano Bruno y la tradición hermética”, op.cit., pág. 30. El manuscrito originario que tradujo Ficino se encuentra actualmente en la Biblioteca Laurenziana con la referencia “Laurentianos, LXX, 33 (A)”.

[liv] Extraído de la introducción o “Argumentum” que Ficino colocó en el inicio de su traducción del “Pimander”.

[lv] Existen varias ediciones de esta literatura, accesibles para el público español, el que agrupa los textos más interesantes es, sin duda, “Textos Herméticos”, Editorial Gredos, Madrid 1999, ISBN 8424922468/84-249-2246-8 o “Los Libros de Hermes Trismegisto”, Edicomunicación, Barcelona 1987, ISBN: 84-7672-151-X. Así mismo, en la web http://servisur.com/cultural/hermes/ se incluyen algunos textos herméticos y, especialmente, en http://www.educa.rcanaria.es/usr/elvigia/verano2005/Hermetismoenlared-ocio.htm, donde se ofrece un conjunto de vínculos con otras webs.

[lvi] “Giordano Bruno y la tradición hermética”, op.cit., Capítulo IV “La Magia Natural de Ficino”, págs. 63-89.

[lvii] “Giordano Bruno y la tradición hermética”, op.cit., Capítulo V “Pico della Mirandola y la Magia cabalística”, págs.105-141.

[lviii] Véase a este respecto, nuestra obra “Dalí, entre Dios y el Diablo”, Ernesto Milà, Editorial PYRE, Barcelona 2001, págs. 134-138.

[lix] A este respecto pueden consultarse los dos volúmenes del Conde Matila C. Ghyka “El Número de Oro”, Vol I y II, Editorial Poseidón, Buenos Aires 1968., especialmente el Capítulo II, págs. 39-92.

[lx] “Giordano Bruno y la tradición hermética”, op.cit., pág. 157. El capítulo VII, págs. 156-170)  de esta obra está consagrada a Agrippa y de él hemos extraído las citas sobre este autor que aparecen en las siguientes páginas.

[lxi] Entre otros, “Diccionario de Alquimia, Cábala y Simbología”, J. Félix Alonso, Trigo Ediciones SL, Madrid 1995, pág. 147.

[lxii] “Giordano Bruno y la tradición hermética”, op.cit., Capítulo XIII, pág. 240.

[lxiii] Frances A. Yates en su libro consagrado a Bruno que tantas veces hemos citado, consagra en su interesante obra ocho capítulos a recorrer el interés del sabio renacentista por la filosofía hermética (Capítulos XI y XII) y por la cábala (Capítulo XIV), inapelables para demostrar su vinculación a los círculos mágicos y herméticos de su tiempo.

[lxiv] En la “Confessio”, se describe la tumba de Christian Rosenkreutz y se dice: “Hay libros de distintas clases y, entre otros, el Diccionario de las palabras” de Paracelso y el pequeño mundo de su fundador”. Así mismo, vuelve a ser citado en el Capítulo II de la “Fama”, otro manifiesto rosacruciano. En esta ocasión se dice que “no se adhirió a nuestra fraternidad”... y no podía ser de otra forma: de hecho, los manifiestos rosacrucianos y la organización de Andreae aparecen (1614-160), cuando Paracelso ya ha fallecido (1541).

[lxv] Sobre el abad Tritemio y sus relaciones con la Rosa Cruz, puede leerse el completo estudio “El enigma de la Rosa Cruz”, Nouveau Piobb, ATE, Barcelona 1977. Especialmente el Capítulo II, titulado “Juan Tritemio y la Rosacruz”, pág 39-64.

[lxvi] “La meta secreta de los rosacruces”, Jean Pierre Bayard, Robin Books, Barcelona 1991, pág. 76.

[lxvii] “Diccionario Esotérico”, autores varios, Editorial Kier, Buenos Aires 1968, pág. 307-308.

[lxviii] A.E. Waite, toma ambos textos como referencia, para componer el Capítulo II de su obra “La Hermandad de la Rosa Cruz”, op.cit., pág. 45-58, sin añadir algo más que algunas especulaciones personales.

[lxix] “La Hermandad de la Rosa Cruz”, op.cit., pág. 48-49.

[lxx] “La Hermandad de la Rosa Cruz”, op.cit., pág. 52.

[lxxi] Datos extraídos de “La Hermandad de la Rosa Cruz”, op.cit., págs 49, 52 y 53.

[lxxii] Para acabar de arrojar un poco más de confusión al cesto, en 1905 apareció en EEUU la obra “La Orden Milicia Crucífera Evangélica”, escrita por alguien que decía ser su “Supremo Gran Maestre” y firmaba con el nombre de “Conde de Saint Vicent”. El autor establece una diferenciación entre la Rosa Cruz y la Milicia y afirma que se trató de dos organizaciones diferenciadas y sin puntos en común. En la lectura del texto quedaba implícito que, sea como fuere, se acababa de reconstituir la organización –si bien el autor, afirmaba que jamás se había disuelto- y él era su “Gran Maestre”. Cuando en 1934 tenga lugar el Congreso de Bruselas de la Federación Universal de Órdenes y Sociedades Iniciáticas (FUDOSI), entre las catorce organizaciones afiliadas se encontraba la Milicia Crucífera Evangélica...

[lxxiii] Esto ha permitido a Guénon escribir: “Lutero parece no haber sido más que una suerte de agente subalterno, sin duda bastante consciente del papel que debía representar; estos diversos extremos, por otra parte, jamás han sido completamente dilucidados”. Publicado en Études Traditionnelles, julio-agosto de 1950. Recopilado en Symboles de la Science Sacrée (op.cit., págs. 103-106) como capítulo XVII.

[lxxiv] El propio Lutero describe así su escudo y justifica los símbolos que hay en él: “En mi escudo hay una cruz negra, dentro de un corazón, para recordar que la fe en Cristo crucificado nos salva, porque con el corazón se cree para alcanzar justicia. Ahora bien, aunque la cruz es negra, mortificante y destinada a causar dolor, no obstante no cambia el color del corazón, no destruye la naturaleza humana; es decir, no mata, sino que deja con vida, pues el justo por la fe vivirá; por la fe en el Salvador. Ese corazón está sobre una rosa blanca, para indicar que la fe causa gozo, consolación y paz. La rosa es blanca, no roja, porque el blanco es el color ideal para los ángeles y espíritus bienaventurados. La rosa está sobre un fondo azul, para indicar que tal gozo de la fe es un fervoroso comienzo del futuro gozo celestial, que ha sido anticipado en parte, auque no revelado plenamente, y que es sostenido por la esperanza. Y alrededor del fondo azul hay un anillo de oro, significando que tal bienaventuranza en los cielos es eterna y más preciosa que todas las alegrías y tesoros. Cristo, nuestro amado Señor, por su gracia nos da la vida eterna. Amén”.

[lxxv] “La Meta secreta de los Rosacruces”, op.cit., pág. 66.

[lxxvi] “El Misterio del Grial”, op.cit., pág. 231.

[lxxvii] Evola en “El Misterio del Grial” establece el origen de esta tradición. Se trata del escrito de Neauhaus “Avertissement peiux et trés utile des Frères de la Rose-Croix à sçavols s’il y en a? quels sont?  d’où ont pris ce nom? Et à quelle fin ont espandu leur remommée? » (París, 1632), pág. 237.

[lxxviii] “Todo permite pensar que los rosacrucianos no constituyeron nunca una organización material “implicada” en el plano político y, por tanto, susceptible de ser localizada y herida, y que permanecieron efectivamente invisibles, más allá del mito que los tomó como tema (por lo demás, una de las designaciones de su grupo fue precisamente el de “Corporación de los Invisibles”). Parece ser que los rosacrucianos sacaron de su experimento una respuesta negativa, lo cual los indujo a “partir”. No se excluye que contribuyera a ello el hecho de comprobar la deformación de que ciertas ideas, a causa del ambiente, estuviesen destinadas tanto a sufrir como a causar efectos opuestos a los deseados. En la promiscuidad que presentan las obras de un Valentín Andreae, así como en la de otros autores que tratan de los rosacrucianos, queda clara, por ejemplo, una sensible tendencia a utilizar, en sentido protestante e iluminista, la aversión rosacruciana hacia la Iglesia Católica, determinando así uno de los más graves equívocos y una de las más peligrosas desviaciones, la misma desviación que llevó a los príncipes teutónicos a traicionar la sagrada idea del Imperio en el punto mismo en que se emanciparon luteranamente de Roma”. Julius Evola, “El Misterio del Grial”, op.cit., pág. 237 y 238).

[lxxix] Citado por Bayard en “La Meta Secreta de los Rosacruces”, op.cit., pág. 67.

[lxxx] “La Meta Secreta de los Rosacruces”, op.cit., pág. 68.

[lxxxi] En este sentido, resulta significativo que A.E. Waite, en su estudio “La Hermandad Rosa Cruz”, op.cit., se vea obligado a parcelar su tema de estudio en realidades nacionales. Podrá hablar pues, del “Rosacrucianismo inglés” (Capítulo X), de la “Rosacruz Alemana” (Capítulo XIV), de “La Rosacruz en Rusia” (Capítulo XIX) o de la “Rosa Cruz Americana” (Capítulo XXII)

[lxxxii] Es significativo que los “linajes iniciáticos” hayan sido “autorizados” por Michel Maier, el cual consagrado su Themis aurea a la exposición de las seis leyes adoptadas por los “rosa cruz”: 

1°) Que nadie entre ellos, cuando viaje, declare otra profesión más que la de cuidar gratuitamente a los enfermos,

2°) Que nadie sea forzado, a causa de su filiación, a revestir un traje especial, sino que se acomode a los hábitos del país donde se encuentra;

3°) Que cada Hermano acuda cada año, en el Día C, al Templo del Espíritu Santo, o declarar por carta las causas de su ausencia;

4°) Que cada Hermano deba elegir con cuidado a una persona hábil y apta para sucederle tras su muerte;

5°) Que la palabra R.C. sea reservada al sello, a la palabra de paso y a la firma;

La cuarta ley es la que consagra la legitimidad de los linajes “rosa cruz” y consolida la “cadena iniciática”. Por lo demás, el resto de las leyes encierran un significado, en buena medida, alegórico, pero es esta cuarta ley la que da la pista de que hay que buscar a los herederos de la Rosa Cruz Originaria en este tipo de linajes, más que en organizaciones estables. Estas leyes han sido reproducidas por Paul Sédir en «Histoire des Rose-Croix», Editions Traditionelles, París 1973.

[lxxxiii] “La Hermandad de la Rosa Cruz”, op.cit., pág. 112.

[lxxxiv] “El Misterio del Grial”, op.cit., pág. 232.

[lxxxv] Existe una versión de esta obra al alcance del público: “La fuga de Atalanta, de Michel Maier”, de Santiago Sebastián. Ediciones Tuero, Madrid 1989. La obra de Maier está precedida por un estudio sobre la alquimia y las artes.

[lxxxvi] Hay pocos datos y muy contradictorios sobre las relaciones de Francis Bacon con grupos rosacrucianos; las fuentes no son excesivamente fiables y están viciadas de partida. Wym Westcott, Mago Supremo de la Sociedad Rosacruciana Masónica, en su "Data the history of Rosa Crucian" afirma que Bacon fue rosacruz y autor de las obras firmadas por Shakespeare. De ahí derivaría el mensaje esotérico de algunas piezas del dramaturgo. Esta tesis se compone de dos partes: la primera -la filiación rosacruz de Bacon- no viene avalada por documentos objetivos, pero sí por símbolos. En cuanto a la segunda -identidad entre la personalidad de Bacon y Shakespeare- parece hoy totalmente descartada a la luz de la crítica literaria. W.F.C. Wigston publicó entre 1888 y 1892, cuatro grandes volúmenes sobre Bacon en los que trataba su filiación rosacruz. Afirma que perteneció a una "Sociedad Corporativa" que fundó él mismo y que luego se transformaría en "Hermandad Rosa Cruz". Las pruebas no son muy convincentes, pero sí dejan intuir que Bacon recibió algún tipo de influencia oculta. Capítulo aparte es si la "sociedad secreta" en la que participó presuntamente era rosacruz o no.

[lxxxvii] No hay más que examinar la aportación de Bacon a la ciencia moderna para advertir hasta qué punto se  oponía al espíritu de la Rosa Cruz originaria. Bacon fue partidario del absolutismo, mientras que la teoría rosacruz del poder proponía un Estado Orgánico y Comunitario; Bacon fue el iniciador de la ciencia experimental moderna y del empirismo, contra el aristotelismo. Estos dos aspectos, lo separan, no solo de la tradición antigua, sino que lo colocan como uno de los fundadores ideológicos del mundo moderno. El nombre de Francis Bacon ha sido reiteradamente recuperado por los estratos más bajos del ocultismo contemporáneo. Desde sus orígenes la Sociedad Teosófica se apropió de su figura. Una prominente teosofista, Annie Besant -sucesora de Helena Petrovna Blavatsky al frente del a secta- llegó a escribir que Bacon fue una reencarnación del alquimista Thomas Vaughan, el último superviviente de la Casa de Rakocsky, es decir, el Conde de Saint Germain, también de Christian Rosenkreutz y de otros varios. Lamentablemente para la Besant, Vaughan nació en 1622, mientras que Bacon moriría cuatro años después... Otra teosofista apelaba a la "lectura de los registros Akhásicos" (especie de memoria colectiva del mundo en la teoría teosofista) para autentificar estos datos. Esta corriente le hace miembro de una misteriosa Orden del Casco, inspirada en Palas Atenea, la diosa griega de la guerra. Dicha orden no sería sino una de las primeras formaciones esotéricas que desembocarían en el rosacrucianismo británico. Los datos que proceden de corrientes teosóficas son, en general, discutibles, pero la obra de Bacon tiene referencias explícitas que muestran su inequívoca alguna brumosa sociedad de pretensiones iniciáticas.

[lxxxviii] Las notas sobre Bacon han sido extraídas de la obra en fase de publicación “Lo que está detrás de Bush. Una historia mística de los EEUU”, Ernesto Milà, Editorial PYRE, Barcelona 2006.

[lxxxix] “La Meta secreta de los Rosacruces”, op.cit., pág. 101.

[xc] “La Vie de Monsieur Des Cartes", Adrien Baillet, 2 volúmenes, 1691, depositado en la Biblioteca del Arsenal sin más datos.

[xci] Citado por Bayard en “La Meta secreta de los Rosacruces”, op.cit., pág. 101.

[xcii] Su divisa era “vive bien quien bien se esconde”, bene vixit qui bene latuit.

[xciii] En varias de sus obras, Guénon aprovecha para realiza una profunda crítica a Descartes. Las referencias más notables pueden encontrarse en “El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos”, René Guenón, Editorial Ayuso, Madrid 1976, todo el capítulo XIII de esta obra está consagrada al racionalismo “Los postulados del racionalismo”, págs. 96 a 101, y también en los Capítulos II, IV, XIII y XIV; “Principios del Cálculo Infinitesimal” (no publicado en edición convencional en castellano), René Guénon, Editions Traditionelles, París 1949; “La crisis del mundo moderno”, René Guénon, Ediciones Obelisco y en tres artículos publicados en la revista religiosa “Regnabit”: el publicado originalmente en junio de 1926 (texto de una comunicación del autor a la jornada de estudios del 6 de mayo de 1926 organizada por la Sociedad de la Irradiación Intelectual del Sagrado Corazón. Retomado en este volumen y en Símbolos de la Ciencia Sagrada, op.cit.,), el publicado en Regnabit, abril de 1926 y el publicado en Regnabit, enero de 1926.

[xciv]El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos”, op.cit., pág. 97.

[xcv] “La Edad Crepuscular”, V. A. Biolcati, Ediciones Obelisco, Barcelona 1987, pág. 28.

[xcvi]Ciencia Moderna y Sabiduría Tradicional”, Titus Burckhardt. Editorial, pág. 7.

[xcvii] Esta antítesis está examinada hasta la saciedad y con una brillantez poco usual en tres obras fácilmente accesibles: “La crisis del mundo moderno” de René Guenon, Editorial Obelisco, Barcelona 1984, “El reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos”, Editorial Ayuso, Madrid 1971 y “Rivolta contro in Mondo Moderno”, Julius Evola, Edizioni Mediterránee, Roma 1990.

[xcviii] En Escocia, la Orden del Cardo representa el más alto honor al que puede aspirarse y es la segunda en importancia después de la Orden de Garter. Según la leyenda, data del año 809 cuando el rey Achaius formó una alianza con Carlomagno. También se afirma que Jacobo III de Escocia haya fundado la orden, en tanto que promotor de los cambios en el simbolismo real en Escocia, incluyendo la adopción del cardo como la insignia real de los Stuarts. Jacobo II de Inglaterra, restableció la orden en 1687 para recompensar a los pares escoceses. La toga de aquella época aún existe y tiene más de 250 motivos de cardo y ramitos de ruda conocidos como “La Hierba de la Gracia”,  antiguo símbolo de los Pictos. La orden estaba formada por el rey y 12 caballeros en alusión a Jesús y sus 12 apóstoles. Tras la abdicación Jacobo II en 1688, la orden quedó inactiva hasta su restablecimiento por la Reina Anne en 1703. Los primeros reyes de la casa Hannover también utilizaron la orden para reconocer a los nobles escoceses que apoyaron la causa Hannover. La orden volvió a resurgir cuando George IV lució el cardo durante su visita a Escocia en 1822. En 1987 se les permitió a las damas formar parte de la orden. En la actualidad la sede de la orden se encuentra en la Abadía de Holyroodhouse. En la actualidad está encabezada por la Reina Elizabeth. El lema es “Nemo me impune lacessit”, Nadie me daña impunemente.

[xcix] Datos extraídos de “El Secreto Masónico”, Robert Ambelain, Ed. Martínez-Roca, Barcelona 1987, págs. 140-144

[c] “El Misterio del Grial”, op.cit., págs. 245 y 246.

[ci] Citado por Evola en “El misterio del Grial”, op.cit., pág. 246-247 y extraído del “Ritual del XXX Grado del Supremo Consejo de Bélgica del Rito Escocés antiguo y Aceptado, pág. 49-50.

[cii] “Manual del Caballero Rosa Cruz”, Magister, Editorial Edicomunicación, Barcelona 1988, págs. 68 y 69.

[ciii] “Diccionario Esotérico”, op.cit., pág. 115: “Comenius (Komensky), Jhon Amos (1592-1670). Educador y clérigo checo. Adquirió fama por sus profecías y sus concepciones humanísticas siguen estrechamente la tradición rosacruz”.

[civ] Citado por T.B. Clavel en “Historia de la Francmasonería”, Ediciones Edicomunicación, Barcelona 1988, págs. 125.

[cv] “Historia de la Francmasonería”, op.cit., págs. 127.

[cvi] “Historia de la Francmasonería”, op.cit., págs. 126-127.

[cvii] “La Meta Secreta de los Rosacruces”, op.cit., pág. 93.

[cviii] Las constituciones de esta orden son reproducidas en “La Meta Secreta de los Rosacruces”, op.cit., pág. 110 y sigs.

[cix] Seguramente la exposición más completa y detallada del libro de Richter y de los principios de la Rosa Cruz de Oro puede leerse en la obra de A.E.Waite, “La Hermandad de la Rosa Cruz”, op.cit., a la que dedica todo el Capítulo XIV, págs. 359-372 y a ella remitimos al lector interesado en la erudición.

[cx] “La Meta Secreta de los Rosacruces”, op.cit., pág. 122-123 y “Historia de la francmasonería”, op.cit., págs.110-122.

[cxi] Este grupo tiene cierto interés por que es el primero que menciona como fundador de la “Orden” a un sacerdote alejandrino, “Ormus”. Este tal “Ormus” vuelve a reaparecer en los movimientos rosacrucianos del siglo XIX y emerge, finalmente, como fundador del inexistente “Priorato de Sión” sobre el cual se han edificado diferentes best-sellers, desde “El código Da Vinci” hasta “El Enigma Sagrado”. Véase a este respecto: “El Enigma Sagrado”, op.cit., págs. 150, 170, 182, 327 y 219. Así mismo, un relato completo sobre la fundación del rito y sobre “Ormus” y los “ormusianos”, relatado por René Le Forestier en su obra –inaccesible al público español- “Franc-Maçonnerie templière et occultiste”, puede leerse en “Tradición Oculta, masonería egipcia, rosacruz y caballería”, de Gerald Galtier, Oberon, Madrid 2001, pág. 119-120.

[cxii] Con Martínez de Pasqually, vuelve a aparecer un personaje real aureolado de misterio y secreto. “En vano los historiadores han sondeado sus archivos pues no han encontrado nada preciso sobre sus orígenes ni sobre su fin y han amontonado sobre este problema múltiples conjeturas de las cuales ninguna es, hablando con propiedad, definitiva” (“La Meta de los Rosacruces”, op.cit., pág. 129. Era español y alicantino e ingresó en la masonería el 20 de mayo de 1738. Su familia se instaló en Francia a una temprana edad. Quizás era de origen judío, si bien había recibido el bautismo. Su padre se había afiliado a la masonería jacobita. Fue discípulo de Emmanuel Swdenborg, el místico sueco, e inyectó en su grupo las ideas de éste. Tendría como discípulo de Louis Claude de Saint Martin, quien fundó la corriente martinista.

[cxiii] Emmanuel Swdenborg (1688-1712), científico, filósofo y místico-vidente sueco. Su doctrina espiritual está basada en “la manifestación de Dios en su persona” y en su supuesta capacidad de comunicarse con los espíritus y los ángeles, ejerció mucha influencia entre los pensadores de todas las tendencias de su tiempo. Su obra originó la creación de la denominada Iglesia de la Nueva Jerusalén. “Diccionario Esotérico”, op.cit., pág. 438.

[cxiv] A lo largo de su vida Crowley tuvo no menos de cuarenta amantes y de una decena de compañeras fijas, sin contar los varios cientos de prostitutas que utilizó casi diariamente. A esto hay que añadir una decena de amantes masculinos. Su virilidad parece haber estado por encima de la media. El explicaba este cambio constante de parteners por su búsqueda incesante de "su doble opuesto". Muchas de sus amantes terminaron con problemas psíquicos: Rose Kelly y Maria Teresa Ferari de Miramar, Pearl Brooksmith, Anni Jaeger y Dorothy Olsen acabaron en el manicomio su relación con Crowley. Según los psiquiatras ya estaban predispuestas para la esquizofrenia; Crowley, sin embargo, interpretaba estos casos como incapacidad de estas mujeres para operar "la transmutación mágica de las fuerzas evocadas".

[cxv] Jack Parsons fue despedido del colegio donde enseñaba por haber difundido entre sus alumnos los textos más viciosos de Crowley. Traumatizado por esta fulminante decisión se declaró "auténtico anticristo" y adoptó el siniestro nombre de "Belarion". Poco después murió en la explosión de su laboratorio químico, no sin antes redactar un "credo gnóstico" y otras obras en las que quedaba clara su voluntad de continuar los principios de magia sexual enunciados por Crowley: "No hay más dios que el amor y todas sus vías son amor y no hay más vías hacia dios que el amor. La vía hacia dios no está solo en el amor a Dios sino también en el amor al hombre" así empezaba su "Credo Gnóstico" que por fin proclamaba las excelencias del coito: "Celebremos cantando y danzando, la amistad y la unión carnales".

[cxvi] Sobre esta Orden existe un amplio estudio en “La Hermandad de la Rosa Cruz”, op.cit., Capítulo XXII “Una Orden Khabbalística de la Rosa Cruz”, págs.509-520.

[cxvii] Georges Monti fue secretario de Peladan en el momento de formación de la Rosa Cruz Católica. En los salones Rosa Cruz se conocieron las personas que setenta años después darían que hablar en torno al “affaire” de Rennes-le-Château: allí estaban Emma Calvé la cantante de ópera que intimó con el cura de Rennes, Émile Hoffet, el oblato infiltrado por el Vaticano a quien conoció Sauniére y, por supuesto, Monti, de nombre iniciático “Marcus Vella”, también llamado “conde monti”. Había nacido en 1880 en Toulouse y a lo largo de su vida recibió todas las iniciaciones que fue capaz de conocer y perteneció a las más diversas sociedades secretas, entre ellas a la masonería y a la Rosa Cruz de Baviera, un grupo paramasónico local. Antes de la II Guerra Mundial, Monti fundó en París el Grupo de Estudios Esotéricos, sobre el mismo esquema que la Rosa Cruz Católica de Peladan en la que apareció, por primera vez, un joven casi imberbe, Pierre Plantard que, durante la guerra fundaría la asociación Alpha-Galatas y en los años 60 crearía todas las piezas que luego otros utilizaron para encajar el misterio de Rennes-le-Château cuyo origen se encuentra en el círculo formado en torno a Peladan hacia finales del XIX. A este respecto, véase “El misterio de Rennes-le-Château”, Gerard de Sède, Martínez Roca, Barcelona 1991, págs. 153-159. Todo este asunto tiene muy poco que ver con el fenómeno “rosa cruz” y mucho con el ocultismo y la producción de best-seller actuales y es por esto que nos hemos limitado a reseñarlo en estas páginas.

 

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