A 40 años de Mayo del 68 (IX de XVI): El ejército francés ante la revuelta
Infokrisis.- El ejército francés había ocultado sus posiciones políticas desde la guerra de Argelia. A pesar de ser militar, el General De Gaule, no gozó de particulares simpatías después de su volte face en la cuestión argelina. De llegar al poder aupado por los militares con la consigna de “Argelia Francesa”, unos meses después viró 180º su posición y pasó a ser el principal sostenedor de “Argelia Argelina”, esto es, de la independencia. Los acuerdos de Evian sellaron la suerte de casi 3.000.000 de residentes franceses residentes en Argelia y de más de un millón de Harkis (argelinos colaboradores con la administración francesa) que debieron abandonar apresuradamente el país.
A pesar de que el “golpe de Argel” (sublevación del Ier. Regimiento de Paracaidistas) fracasara por falta de preparación y por insolidaridad de la mayor parte de militares, éste hecho y la represión a la que dio lugar primero, luego el fusilamiento del Teniente Coronel Bastien-Thiry y, finalmente, el asesinato por los barbouzes” (fuerzas mercenarias, verdaderos asesinos a suelto del Service d’Action gaullista) de decenas de patriotas franceses, muchos de ellos militares y el secuestro del General Argoud, jefe de la OAS, hicieron que, si bien, por disciplina la mayoría de las FFAA francesas acatara la autoridad del General De Gaulle, muy pocos lo sostuvieron activamente y todos desearan restañar las heridas que la crisis argelina y la OAS causaron en el interior de las FFAA. Muchos guardaron la ocasión para resarcirse. Los sucesos de mayo les dieron la oportunidad de hacerlo. Y la aprovecharon.
1. El ejército francés ante las revueltas de mayo
El ejército francés se había preocupado muy poco del ascenso de la nueva extrema-izquierda previamente a mayo del 68. Solamente medio año antes, en diciembre de 1967, a la Sección Segunda del Estado Mayor del ejército francés, le habían llegado informaciones sobre las actividades de células de la UJC-ML en algunas unidades, concretamente en el 9º Regimiento de Húsares, en el 43º Regimiento de Infantería y en el 151º de Carros. Las actividades de estas células consistían en difundir las revistas y los materiales de esta organización y ganar simpatizantes y afiliados para la misma. La seguridad militar localizó a los activistas, los dispersó en distintas unidades y los sometió a vigilancia.
Sin embargo, este episodio hizo que la información militar empezara a preocuparse por la irrupción de los grupúsculos y, dado que los servicios de seguridad del Estado civiles no les aportaban información efectiva sobre la situación, ellos mismos debieron crear su propia red de informadores y elaborar sus propios dosiers sobre los grupúsculos.
Era la primera vez desde la guerra de Argelia que el ejército francés se preocupó de grupúsculos políticos. Y lo que vio le sumió en la confusión. Los informes elaborados antes de mayo que intentaban pintar un cuadro de la extrema-izquierda, eran imprecisos, confusos, repletos de errores y, prácticamente, inservibles. Solamente estaban en condiciones de describir a las organizaciones juveniles del Partido Comunista pro soviético, el único que hasta la irrupción de la UCJ-ML en los cuarteles, les había preocupado. El problema era que se trataba de información antigua y, por tanto, inservible. Cuando estallan los primeros incidentes en el Barrio Latino, el 3 de mayo, el ejército francés está prácticamente fuera de juego y desconoce completamente la actividad y características de los grupúsculos.
El 11 de mayo el ministro de Defensa, Pierre Messmer, tras despedirse del primer ministro de Afganistán que había permanecido en Francia en viaje oficial, reunió apresuradamente con algunos asesores y adoptó algunas medidas precautorias de lo que pudiera suceder. Hay que recordar que en ese momento, en la noche del 10 al 11 de mayo, tuvo lugar la famosa “noche de las barricadas” en la rue Gay-Lussac, sobre la que volveremos algo más adelante, pero que, en cualquier caso, marcó el punto álgido de las revueltas.
A partir de ese momento, la 11ª Brigada Blinda de guarnición en Camp des Loges (Saint Germain en Laye) que se encontraba de maniobras en Mailly fue colocada en estado de alerta. Tres regimientos de esta unidad (el 501º de carros de combate, acantonado en Rambouillet), el Marche du Tchad (en Pontoise) y el 1º de Artillería (con base en Melun), todos situados en las inmediaciones de París, estuvieron desde ese momento dispuestos a intervenir. La 9ª Brigada, de maniobras en Courtine fue, así mismo, movilizada y los centros de instrucción de reclutas, el 1º de Train y el 151ª de Montflery estuvieron dispuestos por su era necesario reforzar a las unidades de policía, gerdarmería y CRS. Otras unidades situadas en la Banlieu parisina –el 9º y el 11 de Húsares y el 5º Regimiento de Infantería- fueron también colocados en estado de alerta, con los permisos cancelados y todos sus efectivos dispuestos a intervenir en cualquier momento. En el Oeste de París, los distintos batallones y regimientos de la 11ª División Ligera de Intervención se mantuvieron hasta el fin de los incidentes en ese mismo estado de alerta.
No intervinieron, pero la situación no mejoró. El día 13 de mayo, los sindicatos decretaron la huelga general. El ejército empezó verdaderamente a alarmarse. El viernes 24 de mayo, De Gaulle apareció ante los medios de comunicación llamando al orden, pero su discurso no calmó los ánimos y fue completamente desoído por los sindicatos y por los revoltosos del Barrio Latino. Los incidentes se recrudecieron y el ejército recordó las enseñanzas sobre “guerra revolucionaria” que se impartían diez años antes en la Escuela de Guerra Psicológica de Philipeville. Los especialistas en estas técnicas habían adoptado inequívocamente posiciones a favor de la Argelia Francesa y algunos incluso de la OAS. Así pues, recurrieron a ellos. En ese momento empezó a saldarse la fractura que se había producido en el interior de las FFAA a raíz de la guerra de Argelia. El anticomunismo común a las dos fracciones operó este efecto. Pero, en ese momento -24 de mayo- las posiciones no eran unánimes. Si bien todos estaban de acuerdo en cerrar el paso violentamente a un golpe izquierdista, no todos estaban dispuestos a actuar si las organizaciones de izquierda alcanzaban el poder mediante la vía de la legalidad. En medios militares, se creía posible que el PC alcanzara el poder y, entre otros, el gobernador militar de París no estaba dispuesto a actuar en este caso. Otros militares, en cambio, sí.
2. Militares en contacto con la extrema-derecha
A la vista de la situación el día 25 de mayo, algunos oficiales de guarnición en los alrededores de París tomaron contacto con miembros de la extrema-derecha más militante para sondear si podían contar con sus efectivos en caso de que se vieran forzados a intervenir.
Los citados dirigentes –con algunos de los cuales hemos cambiado puntos de vista sobre este tema- contestaron afirmativamente, pero ni siquiera ellos estaban seguros de las posiciones que adoptarían sus bases militantes. En la noche de las barricadas de la calle Gay-Lussac, habían sido vistos algunos militantes de extrema-derecha en las barricadas, enfrentándose a la policía. Y, por otra parte, muchos odiaban a los comunistas y a los izquierdistas por sus constantes enfrentamientos con ellos, pero no odiaban menos al ejército que permitió el abandono de Argelia y a las fuerzas de orden público que les habían encarcelado y arrojado a las celdas de la Santé y de Fresnes. Muchos no olvidaban a Bastien-Thiry, a Boby Dovecar, a Claude Pieggs y a otros militares fusilados por De Gaulle, como tampoco a los cientos de camaradas torturados unos y asesinados otros por los “barbouzes”. Ciertamente, eran anticomunistas, pero muchos odiaban mucho más al gaullismo que a los izquierdistas. Además, los militantes de extrema-derecha tenían un mal recuerdo: durante las jornadas del Golpe de Argel, literalmente habían sido abandonados por los militares que les habían prometido apoyo y no estaban dispuestos a jugársela seis años después otra vez con quienes les habían traicionado entonces. El movimiento concreto que fue contactado fue, naturalmente, Occidente, que había demostrado tener una alta capacidad para la violencia.
Cuando el 17 de mayo, los izquierdista habían expulsado a la extrema-derecha de la Facultad de Derecho de Assas, contactaron con el Movimiento Occidente exmilitares y mercenarios que habían trabajado con Bob Denard en el Congo, ofreciendo su colaboración para una asalto a esta facultad. La dirección de Occident rechazó esta opción a pesar de que sus tres principales dirigentes –obviemos sus nombres- aceptaron la propuesta. Los otros votaron en contra prefiriendo una victoria de los izquierdistas a un acuerdo con los gaullistas. De esta manera, Occident abandonó el terreno de lucha durante las jornadas de mayo.
El otro grupo polarizado en torno a Tixier-Vignancourt que en ese momento operaba con el nombre de Front National Anti-Communiste, convocó una manifestación el 22 de mayo con mínima asistencia (apenas 1000 personas) de las que 200 eran militantes de Occident. La manifestación debía concluir en el asalto de la redacción del diario comunista L’Humanité, sin embargo, esta acción no se llegó a materializar ante el lanzamiento de bolas de hierro y objetos por parte de los sitiados. Los más activistas se dirigieron entonces al Liceo Condorcet ocupado por izquierdistas, logrando desalojarlo y arrancar las banderas rojas y negras. Luego se manifestaron ante la Estación de Saint-Lazare, ocupada por los huelguistas.
Si la opinión de Occident no era unánime entre su dirección, otro tanto ocurría con el partido de Tixier Vignancourt. Su adjunto, Raymond Le Bourre se oponía a participar en los sucesos al lado de los gaullistas, pero Tixier fue de la opinión de que podían arrancarse algunas mejoras en la situación de los presos de la OAS y en el retorno de los exiliados.
Los medios de prensa de la extrema-derecha, el semanario Minute, y el semanario Rivarol se manifestaron en contra de pactar para salvar al gaullismo.
Sin embargo pudo suscribirse un acuerdo aprisa y corriendo en la noche del 24 de mayo. Discretamente, los dirigentes de extrema-derecha que habían suscrito el acuerdo debían movilizar discretamente a sus efectivos; si se producía la insurrecciones comunista, debían concentrarse en el camp de Satory y en caso de no poder alcanzarlo por sus propios medios, se dieron unos cuantos puntos en los que debían ser recogidos por camiones del ejército; los militares rechazaban entregar armas a estos efectivos y proponían encuadrarlos en unidades militares especiales, sujetos a disciplina militar y que cumplirían órdenes de la cúpula militar. Si se producía la insurrección comunista, estos grupos serían incluidos en unidades de choque que previamente serían purgadas de los elementos sospechosos.
El 26 de mayo tuvo lugar una nueva reunión entre representantes de las FFAA y representantes de las distintas direcciones de extrema-derecha. La reunión tuvo lugar en un apartamento del Barrio Latino, a pocas decenas de metros de las barricadas. Los militares propusieron la creación de una milicia cívica comandada por ellos y constituida por la extrema-derecha y sus simpatizantes en caso de golpe de izquierdas.
Las direcciones de extrema-derecha exigieron que estas milicias fueran completamente independientes de los Comités de Defensa Cívica gaullistas con los que ningún acuerdo sería posible. Los militares aceptaron a condición de que estuvieran encuadradas y disciplinadas por ellos, para evitar los excesos que algunos extremistas podían cometer. A partir de ese momento y durante los días siguientes, los dirigentes de los distintos grupos de extrema-derecha empezaron a movilizar boca-oreja sus efectivos. Los propios militares a partir de ese momento variaron sus posiciones en relación a la extrema-derecha. Facilitaron locales de reunión.
3. El viaje de De Gaulle a las guarniciones francesas en Alemania
A partir del 24 de mayo, cuando se percibió que la propuesta de De Gaulle de convocar un referéndum no había calmado la situación, la actividad militar se centró en sondear a las unidades “seguras” por si tenía lugar la insurrección de izquierdas. Las unidades contactadas en los alrededores de París eran el 11º Regimiento de Húsares, cuyo Estado Mayor, según Duprat, era el más decidido partidario de la intervención. La 11ª Brigada y la 11ª División Ligera eran, así mismo, partidarios de una intervención aplastante. Los carros de combate de la 8ª División se habían concentrado en el norte de París y efectivos “seguros” procedentes de Metz y Nancy habían acampado cerca de la capital.
El despliegue de todas estas unidades había sido aconsejado a causa de que la “gendarmería móvil” no era demasiado segura (a diferencia de los CRS) y constaba que reprobaban las misiones para las que habían sido enviados. Como en todos los procesos revolucionarios, la crisis de las fuerzas policiales, eran el primer signo inequívoco de la crisis del Estado.
Además, otras unidades militares próximas a la capital no estaban dispuestas a intervenir en caso de insurrección comunista (el 9º de Húsares, el 2º Regimiento de Infantería de Marina). Otras unidades no eran operativas o no estaban adecuadas para una intervención de este tipo.
A partir del 24 de mayo, 10.000 reservistas fueron llamados a filas y el 25 se reforzaron las unidades “seguras” que circundaban París. A las 8:30 del sábado 25 de mayo, una columna militar fue vista en la autopista París-Lille, de camino a la capital. Los militares empezaron a dejar ver sus unidades en la banlieu de París, a modo de advertencia.
En los tres días siguientes empezó a oírse “ruido de sables” en las guarniciones situadas en el Este de Francia y en las bases francesas en Alemania. Era rigurosamente cierto que los comandantes de estas unidades eran gaullistas confesos, pero en sus estados mayores no ocurría lo mismo. Muchos se habían mordido los labios seis años antes durante la insurrección del I Regimiento de Paracaidistas en Argel y ahora volvían a dudar y a maldecir a De Gaulle. Algunos de ellos habían colaborado ocasionalmente con la OAS, habían encubierto a sus militantes o, incluso, habían colaborado en sus actividades.
Tras el discurso del día 24, De Gaulle, sorprendido por el efecto contrario al pretendido, cayó en el silenció y en la confusión. El régimen estaba a punto de caer. A medida que ese silencio se prolongaba, aumentaban los partidarios de una acción efectiva contra los revoltosos. Se rumoreaba que en ese momento, algunas unidades militares estaban dispuestas a intervenir, pero no para salvar a De Gaulle, sino para aplastar a la izquierda.
El día 29, De Gaulle se desplazó a Baden-Baden para entrevistarse con el General Massu, comandante en jefe de las fuerzas francesas en Alemania, cuyas unidades eran las más efectivas en caso de conflicto. De Gaulle consiguió persuadir a los militares de que él era “el único capaz de salvar a Francia del comunismo”… pero no gratuitamente. En realidad, estos se dejaron convencer. Lo importante es lo que exigieron a cambio de desplazar a las unidades de intervención al otro lado de la frontera: la amnistía general para los encarcelados y exiliados de la OAS. De Gaulle no protestó. En ello le iba morir en la poltrona o bien en el exilio.
Al día siguiente De Gaulle se dirigió nuevamente al pueblo francés, con una actitud completamente distinta. Poco antes, la 11ª Brigada Blindada realizó una ostentosa marcha hacia París, mientras que el 1er. Regimiento de Paracaidistas de Infantería de Marina, acantonados en Bayona recibieron 10 aviones Nordatlas de Pau y 20 de Toulouse, preparándose para saltar sobre París. Una columna de blindados procedente de Alemania, cruzó la frontera, procurando llamar toda la atención posible pretextando la celebración de unas maniobras. Otros desplazamientos similares se realizaron simplemente para llamar la atención.
4. De la muerte política a la resurrección de De Gaulle
A partir de ese momento, el receptor del mensaje entendió perfectamente la situación. En efecto, eran unos mensajes dirigidos hacia el PCF que, en aquel momento se debatía entre la insurrección y la vuelta a los cuarteles de invierno. En realidad, el PCF nunca tuvo la iniciativa de la situación, pero tampoco quiso desvincularse completamente de una revuelta que corría el riesgo de amputarla influencia sobre las masas.
El 30 de mayo, el gaullismo resucitó. Los Comités de Defensa de la República aseguraban el encuadramiento de los elementos más activos de la derecha y de la extrema-derecha, la inmensa mayoría antiguos partidarios de la Argelia Francesa. Los especialistas del ejército en operaciones psicológicas realizaron una perfecta coordinación entre el discurso de De Gaulle de esa jornada y la movilización subsiguiente en los Campos Elíseos esa misma tarde. Entre 700 y 800.000 personas recorrieron el paseo desde la plaza de la Concordia a la Plaza de l’Etoile.
El fundador y jefe de la OAS, Raoul Salan fue liberado espectacularmente el 15 de junio de 1968, justo en el momento en el que la revuelta de mayo acaba oficialmente. En Barrio Latino cada vez estaba menos ocupado. Los “revolucionarios” se habían ido de vacaciones.
En esa fecha pudo regresar también a Francia, Georges Bidault, presidente del Consejo Nacional de la Resistencia junto a los generales y cuadros de la OAS. Desde 1963 Bidault permanecía exiliado. El 15 de mayo de 1968 regresó a París. Poco después fundó el partido Justice et Liberté que fue uno de los partidos integrados posteriormente en el Front National presidido por Jean Marie Le Pen.
Alicante y Tarragona, repletos de pieds-noires exiliados, vieron como estas comunidades iban disminuyendo. Todos fueron amnistiados. Algunos no regresaron jamás a Francia. Uno que no lo hizo me comunicó: “Francia es como una mujer a la que se ha querido mucho y de repente de ha engañado. Le das una patada y nunca más quieres volver a saber de ella”.
5. ¿Qué ocurrió en realidad?
Aparentemente, todo estaba claro:
- un proceso subversivo desencadenado por elementos de extrema-izquierda logra arrastrar a la CGT y al PCF, deseosos de no perder influencia sobre las masas.
- durante unos días, Francia vive al borde de la guerra civil.
- el general de Gaulle buscando apoyos pide ayuda a las FFAA
- estas la prestan a cambio de la amnistía general a sus camaradas presos y del retorno de los exiliados.
- estas medidas de gracia se ponen el marcha el 15 de mayo, fecha en la que concluye oficialmente la revuelta iniciada mes y medio antes.
Así pues, asunto cerrado, expediente archivado… ¿o no?
En absoluto.
Al concluir la revuelta, algún servicio de inteligencia, seguramente francés filtró a los medios de comunicación distintos dossier en el que responsabilizaba de los incidentes a los servicios especiales de la República Democrática Alemana. Muchos de esos dossier fueron difundidos por la prensa de derechas y de extrema-derecha, creyéndolos auténticos.
Se difundió la información de que sobre las barricadas de la calle Gay-Lussac, durante la famosa “noche de las barricadas”, se encontraron varias granadas de mano ofensivas fabricadas en Alemania Oriental. Estas granadas eran de tipo RG42, consideradas como “muy mortíferas”. En la zona donde se descubrieron, habían sido vistos jóvenes alemanes pertenecientes al Sozialistiche Deutsche Studenten (SDS), uno de los grupos contestatarios alemanes de los que, en la época, se investigaban sus relaciones con el HVA (Haupt Vereidigungamt, el servicio de información germano-oriental) que, siempre según estas informaciones, se habrían encargado las operaciones de desestabilización de Europa Occidental desde 1965…
Evidentemente, todas estas operaciones eran pura intoxicación. Entonces lo podíamos intuir. Ahora tenemos la seguridad.
En efecto, si era cierto que existía un titiritero que movía los hilos de la subversión, pero no era, desde luego, el HVA. Si hubiera sido él, hoy se conocerían a la perfección todos los extremos de la operación: el HVA ha sido disuelto y sus archivos son públicos después de la unificación alemana de 1989. No, el HVA no era la “pista buena”, era simplemente, la excusa, la maniobra de diversión. Las granadas sembradas junto a un automóvil en la calle Gay-Lussac era apenas un individuo intoxicador.
Y, por supuesto, en 1965 el HVA no desencadenó ninguna operación, sino que en ese mismo año fue precisamente la CIA, tal como sabemos hoy, la que desencadenó la Operación CHAOS, ordenada y comandada por Angleton. Esa operación, que inicialmente tenía como objetivo restar efectivos a los Partidos Comunistas prosoviéticos, se aprovechó para otros fines igualmente espúreos: la desestabilización del gobierno del General De Gaulle.
De Gaulle había separado en 1967 a las fuerzas armadas francesas del dispositivo militar de la OTAN, aun permaneciendo en la estructura de la Alianza Atlántica. Los americanos ni le perdonaron este desplante ni el que seguiría, cuando en el curso de su viaje a Canadá proclamó ante las cámaras de TV de todo el mundo: “Viva Quabeq Libre”. El desmembramiento de Canadá hubiera acarreado la pérdida de influencia de EEUU en la parte francófona del país y el aumento de la influencia francesa en una zona que los teóricos del “destino manifiesto” ya habían bautizado como zona de influencia de los EEUU.
Este fue el sentido final del mayo francés y todo lo demás, no fue más que mera coreografía y atrezzo para una “operación especial”. El hecho de que fueron los maoístas fomentados artificialmente en el curso de la Operación CHAOS, el hecho de que el primer cóctel molotov de las revueltas fuera arrojado –tal como vimos- por un militante de Occident sobre un coche de la policía y el hecho de que este movimiento, desde su origen, practicara una actitud activista completamente provocadora y destinada a tensar situaciones, el hecho mismo de que los miembros de la extrema-derecha tuvieran el corazón escindido entre las barricadas de la calle Gay-Lussac y la incorporación a las milicias cívicas anticomunistas y, finalmente, el hecho de que la “revolución de mayo” tuviera como resultado inmediato la caída de De Geulle –perdió el referéndum que él mismo convocó- y el indulto general a los militantes de la OAS… todo esto son los verdaderos frutos de mayo, mucho más, en cualquier caso, que Cohn Bendit y demás “ex combatientes”, cuarenta años después, vendiendo sus fantasías y sus ficciones… Mayo del 68 tuvo distintos titiriteros, Cohn Bendit fue uno de los monigotes. Repetimos: “tuvo distintos titiriteros”. La CIA fue uno, pero hubieron otros en clave interna francesa. ¿Quién dijo que una operación planificada por servicios especiales no puede ser aprovechada para otros objetivos?
© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com
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