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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Una necesidad: la revisión sobre el 11-M (II de IV)

Una necesidad: la revisión sobre el 11-M (II de IV) Redacción.- A partir del 14 de agosto, las informaciones publicadas por “El Mundo”, evidenciaban tener una única procedencia: la Unidad Central de Información Exterior. Era evidente que “alguien”, dentro de la policía, estaba “liberando” información, seguramente para proceder a ajustes de cuentas en el interior del cuerpo… lo cual ha demostrado ser positivo para el esclarecimiento de los hechos.

[Para completar la lectura de este artículo se sugiere la lectura de “11-M: los perros del infierno” de Ernesto Milá, que puede ser pedido a Editorial PYRE, adb@pyrelibros.com, al precio de 20 euros más gastos de envío. Así contribuirás al desarrollo y mantenimiento de esta web].

Haddad, preso para la policía española, libre en Marruecos

Entre las revelaciones de “El Mundo”, el 14 de agosto, se realizó una nueva entrega en la que afloraba tangencialmente la responsabilidad de Marruecos en la trama. En efecto, Mohammet Haddad, uno de los implicados en el 11-M, tras recibir una orden de busca y captura en España, huyó a Marruecos donde fue detenido por la policía durante unos días y puesto finalmente en libertad sin cargos… y sin avisar a la policía española.

Haddad, para ser liberado, presentó como coartada el haber estado el 10-M viendo en Tetuán un partido de fútbol por televisión. Esto bastó para convencer a los marroquíes. Poco, realmente, ante un crimen con 192 víctimas. Lo sorprendente es que varios testigos lo reconocieron como una de las personas que manipularon las mochilas y las introdujeron en los trenes de la muerte. ¡Haddad es considerado como ejecutor material en España y se encuentra en libertad en Marruecos!

No hay que olvidar que el Estado de Derecho es una noción inexistente en Marruecos. En ese país, está en la calle, aquel que la policía “quiere” que esté en la calle, al margen de sus responsabilidades y crímenes, y está en prisión aquel que la policía –y su majestad- deciden que debe estar entre rejas. Haddad está en la calle, luego es por voluntad del Estado marroquí que siga en la calle. Nadie le ha preguntado qué hizo el 11-M, ni dónde estaba en el momento de los atentados, con lo que el Estado marroquí demuestra su desinterés –sino su complicidad- en la masacre. Las únicas limitaciones impuestas por la policía a Haddad son permanecer en el país (no sea que resultara detenido en alguno de sus desplazamientos en el exterior) y, sobre todo, que no hable con la prensa (no sea que fuera tentado para que dijera la verdad)…

La conexión búlgara

Otro de los personajes equívocos que aparecen en la trama del 11-M es el súbdito búlgaro Tony Radev, cuyo nombre afloró en los primeros momentos de la investigación, pero que, igual que en el caso de Haddad, las autoridades de su país lo pusieron inmediatamente en libertad. La policía española lo vincula a “El Tunecino”. Hay que recordar que Serhane Fakhet (a) “El Tunecino” es considerado como uno de los líderes de la célula islamista que preparó los atentados. De hecho, “El Chino” es el único personaje de toda la célula, del que nadie puede ignorar su fanatismo islámico. Se diría que está ahí para recordar que, efectivamente, el atentado tiene un origen fundamentalista. El resto de los implicados, no pasan de ser meros fieles de mezquita, pero sin ninguna fe religiosa particularmente evidente, siendo la mayoría meros delincuentes comunes, accidentalizados, de los que incluso puede dudarse que les interesara ningún aspecto –ni moderado ni fundamentalista- del Islam.

Pues bien, sería “El Tunecino” el que –según la versión oficial- enseñaría a Radev la fabricación de explosivos. Así lo deduce la policía española a partir de unos apuntes encontrados en el domicilio de “El Tunecino” en los que se muestran esquemas de bombas y explosivos. Sólo queda preguntar dónde pudo aprender “El Tunecino” estas técnicas y de quién recibió adiestramiento terrorista… algo que dista mucho de ser evidente. “El Tunecino”, a diferencia de otros miembros de la célula, no era un delincuente común, sino un estudiante becado con cargo a los presupuestos generales del Estado Español, que trabajaba como oficinista en una empresa hasta poco antes de los atentados. No da el perfil de un terrorista, ni la reconstrucción sistemática de sus pasos, en el período previo al 11-M, permite pensar que recibió algún tipo de preparación terrorista. Y, por lo demás, Radev, ciertamente, residió en Madrid, en un piso del Parque de las Avenidas, en donde estaban censados otros 16 inmigrantes -¿para cuándo una ley que impida censar hasta el infinito a inmigrantes en un mismo domicilio?- entre ellos “El Tunecino”.

Las autoridades búlgaras detuvieron a Radev a petición de la policía española. En el registro domiciliario le encontraron extraños documentos: un plano del canal de Lozoya y esquemas de explosivos… lo suficiente como para que, como mínimo, fuera extraditado a España o bien fuera interrogado en relación al 11-M. Sin embargo, Radev fue puesto en libertad sin avisar a las autoridades españolas.

¿Qué hace Radev en medio de esta trama? Resulta difícil explicarlo incluso para la policía española. Da la sensación de que su presencia otorga una sensación de “internacionalismo islamista” a la trama del 11-M. En ningún sitio se afirma que Radev sea, siquiera, de confesión islámica. De hecho, en Bulgaria existe una minoría turca de confesión islámica… pero, ni el nombre, ni dato alguno, permite suponer que Tony Radev perteneciera a esta minoría.

¿Entonces? La presencia de Radev en la trama es extremadamente confusa. “El Mundo” añade: “La policía aún mantiene muchas dudas sobre la posible implicación de este ciudadano de nacionalidad búlgara”. Pero lo cierto es que tenía los planos del canal de Lozoya y esquemas de realización de explosivos: ¿para qué cruzar toda Europa con este material que, cualquier terrorista, sabe perfectamente que puede acarrearle problemas en caso de ser descubierto?

Existe sólo una explicación razonable: Radev y sus “papeles” son uno de los pocos datos que tienden a demostrar que “El Tunecino” tenía nociones de manejo de explosivos y que, además de ser un fanático religioso, era también un tipo con “preparación” suficiente para cometer los atentados. En efecto, si eliminamos a Radev de la trama, resulta muy difícil explicar lo que ya dijimos en nuestro libro “11-M: los perros del infierno”: ningún delincuente común (como la mayoría de la célula) o ningún fanático religioso (como “El Tunecino”) se convierten en terroristas sin preparación previa. Los papeles de Radev permiten pensar que “El Tunecino” tenía esa preparación (sin embargo, un informe de la UCI, reconoce que ninguno de los islamistas detenidos tenía material ni conocimientos para fabricar bombas). Y es por eso –solo por eso- por lo que Radev debía ser detenido en Sofía con el inquietante dossier sobre el canal de Lozoya y los esquemas para fabricar artefactos explosivos. Lo suficiente como para demostrar la “preparación” de “El Tunecino”, pero no lo suficientemente intensa como para que las autoridades búlgaras lo mantuvieran en la cárcel.

Abdelmajid Boucher: 45 días en prisión en Belgrado…

Esta galería de extraños personajes culmina con Abdelmajid Boucher, “presunto autor” de la masacre de Madrid. Boucher es el increíble personaje que “huyó” del cerco policial al piso de Leganés y desapareció sin dejar huellas. Hay que decir que la peripecia de Boucher resulta absolutamente increíble. Al parecer, fue a tirar la basura aquella tarde en Leganés, cuando observó como la policía tenía rodeado el inmueble. Entonces, llamó a uno de los que se encontraban en el piso y salió huyendo. Absolutamente increíble e inaceptable.

¿Cómo podemos pensar que la policía –después de varios días de búsqueda- consigue ubicar el piso de Leganés –sin que sus inquilinos lo adviertan, a pesar de que la policía preguntaba por todo el barrio y que los inquilinos eran suficientemente conocidos en el barrio y ya se había publicado su implicación, y fotos, en la masacre del 11-M- y, en esta operación, uno de los implicados logra escapar? Este tipo de cosas no ocurren nunca en el mundo real. Habitualmente un cerco a delincuentes de esa naturaleza, resulta inexpugnable y nadie, absolutamente nadie, logra romperlo. No hay que olvidar que esta operación no era la persecución de un chorizo que había robado un coche, o de un pequeño narcotraficante, era, sin duda, la más importante movilización que realizaba la policía española tras un grupo de terroristas con tantas víctimas a sus espaldas. Y, sin embargo, uno de los “sitiados” logra romper el cerco a la carrera… Increíble, incomprensible, inaceptable.

Para colmo, ese sospechoso prosigue su vida como cualquier otro inmigrante ilegal de los millones que circulan por Europa, en los meses siguientes a su portentosa huida y a saberse buscado por todas las policías del mundo. Finalmente, su aventura termina en la vía férrea de Subotica a Belgrado, cuando es detenido sin papeles y pasa 45 días esperando la expulsión, sin que a la policía yugoslava le conste que se trataba de un “peligroso terrorista”. Para colmo, en el momento de ser detenido, Bouchar, lejos de intentar pasar desapercibido, hace todo lo posible para hacerse notar: da dos filiaciones conflictivas y manifiestamente falsas –una siria y otra iraquí… podía haber dado una tunecina, absolutamente tranquilizadora, o la de algún amigo de su propio país, Marruecos, pero el caso era vincularse a un país en situación de guerra abierta y terrorismo cotidiano, Irak, o bien de otro país, Siria, sobre el que recaen sospechas de apoyar a la resistencia iraquí- y para colmo muestra una actitud en todo momento provocadora y desafiante en relación a la policía yugoslava. A partir de esta actitud, los yugoslavos piensan si Bouchar es algo más que un inmigrante ilegal y notifican su detención a INTERPOL. Es así como la noticia de su detención llega a España.

Todo lo que rodea la “epopeya” de Bouchar es manifiestamente increíble: desde su fuga de Leganés, hasta su detención en Yugoslavia. Ni se entiende como logró huir del cerco de Leganés, ni mucho menos, como siguió moviéndose durante un año y medio por todo el mundo, sin papeles, ni, especialmente, por qué al ser detenido, no intentó pasar desapercibido y ser expulsado sin más averiguaciones. Demasiados interrogantes como para que podamos pasarlos desapercibidos.

Por cierto, la Comisión de Investigación sobre el 11-M no insistió mucho en cómo fue posible que Bouchar consiguiera huir del cerco de Leganés (al PP el tema le interesaba poco un morito que escapaba a no ser que no tuviera el teléfono de Josu Ternera en la agenda, y al PSOE, evidentemente, prefería no insistir mucho en una de las partes más opacas de la trama.

Tres personajes en busca de una trama

Haddad, Radev y Bouchar, son tres personajes equívocos de los que casi nos habíamos olvidado y cuyo recuerdo hemos recuperado gracias a las informaciones de “El Mundo” publicadas en la primera mitad de agosto de 2005. Lo más importante, estaba todavía por llegar (un policía español de origen sirio, antiguo terrorista, habría liberado los teléfonos utilizados en la masacre e incluso se sospecha que pudo haber soldado los cables en los teléfonos de las mochilas, de lo que hablaremos en la próxima entrega), pero en la primera quincena de agosto, “El Mundo” ya había recuperado el recuerdo de estos tres “terroristas”, o presuntos tales, de los que muy pocos se acordaban.

Haddad, buscado en España, reconocido como autor material del crimen por testigos, se mueve con entera libertad en Marruecos, gozando de una extraña protección a cambio de… no hablar con la prensa. Su papel es, sin duda, un cabo suelto que conduce a la seguridad marroquí.

Radev, el búlgaro no islamista, que viajó por toda Europa con los planos del canal de Lozoya y con apuntes comprometidos sobre explosivos. Su papel no es otro que demostrar que “El Tunecino” tenía conocimientos sobre explosivos.

Bouchar, el marroquí extremadamente escurridizo en Leganés, y radicalmente patoso en Belgrado, que elude un cerco de cientos de policías en lo que constituye uno de los episodios más increíbles del terrorismo mundial (el suicidio de siete implicados en la masacre: “el muerto se come siempre el marrón”), pero que provoca la intervención de INTERPOL en Belgrado y su localización por la policía español.

Estos tres personajes extraños, con unos rasgos político-religiosos mal definidos, con una participación en los atentados que tiende, son, desde luego, personajes secundarios de la trama, pero su papel no es menor, porque refuerza la responsabilidad de los presuntos terroristas muertos en Leganés.

No ha estado de más repasar las últimas revelaciones sobre su paradero, como aperitivo para lo que va a seguir, la que sin duda constituye la revelación más dramática salida a la superficie al margen de la investigación oficial: la figura de Ayman Kalaji, terrorista en los años 70, ex miembro del Frente Democrático de Liberación de Palestina, de origen sirio, llegado a España y colaborador de la policía y luego policía a su vez… la persona que liberó los teléfonos móviles utilizados en los atentados y al que la Comisaría de Información atribuye la soldadura de los cables que llevaban al detonante de, al menos, una de las mochillas-bomba. En la próxima entrega, analizaremos el papel de Kalaji, según los documentos de la UCI.

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