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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

El Misterio de la Catedral de Barcelona. Caos primordial y caos de los filósofos

Infokrisis.- Siguiendo los capítulos de la Segunda Parte del trabajo titulado El Misterio de la Catedral de Barcelona, iniciamos una reflexión sobre el Caos que se continuó en el capítulo siguiente y que, por su importancia, se sitúa en el centro de toda la temática que estamos siguiendo. Las fuentes de donde se extraen las referencias están constituidas esencialmente por los textos clásicos sobre hermatismo y alquimia. Cuando confeccionamos este pequeño trabajo tuvimos que consultar estos textos, algunos de ellos de difícil acceso, situados solamente en bibliotecas privadas pertenecientes a heruditos, hoy, en cambio, ha variado extraordinariamente el panorama y todos estos textos pueden consultarse en web y descargarse en nuestros ordenadores.

 

El Misterio de la Catedral de Barcelona
Segunda Parte
Capítulo IV
CAOS PRIMORDIAL Y CAOS DE LOS FILOSOFOS

 

La lectura prolongada de los textos canónicos de la alquimia demuestra que son voluntariamente engañosos y hábiles en confundir al observador poco avisado. Cuando un hermetista nos habla de Caos, no podemos hacer mucho caso de la palabra en sí, debemos ver que atributos le siguen o preceden, debemos, en fin, examinar el contexto en el que se incluye y la intención precisa de cada autor, en cada momento concreto. [Foto 50.- TIMPANO, ARCHIVOLTAS Y ROSETON ALVEOLADO DE LA FACHADA]

Así pues, si bien en algunos autores, la palabra "Caos" aparece aislada y sin más precisiones, en otros textos se acompaña de una indicación no desdeñable, "Caos primitivo"  caos que entra en el orden de explicaciones que hemos expuesto hasta ahora , en otros, "Caos de los filósofos". Entre ambos conceptos existe una diferencia fundamental. Así mismo, el "caos de los filósofos" expresa una idea que aparece también bajo diferentes apelativos, aparentemente contradictorios, pero perfectamente acordes con los conceptos simbólicos del Arte: si se le llama "Saturnia vegetal", y no simplemente Saturno, es por que en él se ha individuado un principio animado  el vegetativo , si se le conoce como "Tierra Santa" y no como "Tierra" es para expresar en aquella una actividad que está ausente en ésta. Otros textos dicen de él que es el "hijo" o "Niño de Saturno", es decir, una emanación del primer caos. También lo han apodado "leche de la virgen", para aludir a su poder generador y fructificador. Trabajar sobre el "Caos primitivo" es preparar el "Caos de los filósofos". Filaleto dice de éste último que "de él se saca el Mercurio tintóreo que contiene el oro místico".

El "Caos primitivo" existe como tal en la mayoría de los humanos. El hermetista y solo él, lo advierte en sí, dentro de sí, en torno suyo. Y decide afrontar el milagro de la obra hermética: toma conciencia de ese caos, medita sobre él, se instruye sobre su composición; de sufrirlo quiere pasar a dominarlo; poco a poco, va percibiendo que todo lo que precisa  la energía desconocida que opera la transmutación alterando la estructura atómica de los elementos  está incluido en ese mismo caos y empieza a distinguir sus partes, primero con dificultad, luego elige la que le interesa, la destaca de las otras, la separa más tarde. El "Caos primitivo", inconsciente, es sustituido por el "caos de los filósofos", consciente y verdadera materia prima. ¡Cuán hermosa es esa primera transmutación interior operada en lo más íntimo del artista!; esa decisión soberana de la voluntad que reconoce sus límites y está dispuesto a superarlos, es el primer producto de la reflexión del operador sobre sí mismo. No se puede conocer el mundo de la Naturaleza, sin conocer antes aquella parcela íntima que se rige por los mismos impulsos que el Universo. Cuando el estudioso advierte su caos interior, ha dado un primer paso para adentrarse en la Ciencia que le reportará las mayores satisfacciones de su existencia.

Es importante negar la identidad entre caos y subconsciente, sostenida por alguna escuela disidente del freudismo. El caos de los filósofos va más allá del subconsciente del cual es sólo una parte, pero no el todo. El subconsciente, tal como es entendido por la psiquiatría moderna, tiene algunas analogías con el caos, pero se trata de un concepto mucho más restringido. Se ha hablado del subconsciente como de las profundidades del ser humano, atribuyéndole un contenido acuoso y movedizo, en donde residen monstruos y formas terribles que imponen su ley al consciente. Pero este es el dominio de la psiquiatría, no del hermetismo. Los procesos de la psicología se resuelven en el cerebro, los del hermetismo en el Atanor.

La historia de Moisés está narrada en los capiteles corridos del claustro de la Catedral de Barcelona, especialmente en tres series particularmente notables. Puede verse en el primero los "palacios de Egipto", sobre ellos vuela el "ángel exterminador". Tales construcciones, esquematizan el horno de los filósofos, representado habitualmente con la forma de un torreón, provisto de dos aberturas. En la inferior arden los carbones, en la superior se cuece el huevo filosofal. El ángel, una vez más, nos habla de la presencia del elemento superior quintaesenciado, sin cuyo concurso la transformación es altamente improbable; es el Ángel de la Espada, el emisario del Logos.

El siguiente capitel nos muestra las cabezas de tres soldados egipcios anegados por las aguas. La falta de espacio ha sido resuelta por el artista que labró la escena, colocando las olas en vertical. La escena alude, no solo al episodio de la huida del Israel de Egipto, sino también al fracaso en la experiencia hermética; el poder desencadenado con la liberación del Mercurio, durante la primera fase de los trabajos, no ha podido ser controlado por el operador y ha terminado anegándolo. Cuando lo que la antigua alquimia llama el "espíritu mercurial" -es decir, el psiquismo- se liberaba de su soporte físico, desdoblándose de él y alcanzando un estado incondicionado que sumía al cuerpo físico en un estado similar a la muerte, podía ocurrir que el alquimista experimentara una sensación de terror, algo así como sentir que el suelo falta bajo los pies, el vértigo de una caída o ser arrastrado por las aguas. En cualquier caso, estas dramatizaciones de experiencias psíquicas indicaban que el Mercurio no estaba lo suficientemente purificado para su "extracción" de tal forma que una vez provocada ésta, era imposible controlarlo y, como el Faraón ante el Mar Rojo, debía volverse atrás y buscar un anclaje firme (el cuerpo físico o la ribera del Mar Rojo).[Foto 51.- LAS AGUAS DEL MAR ROJO AHOGAN A TRES EGIPCIOS] [Foto 52.- MOISES IRRADIANDO LUZ E IMPLORANDO EL CONCURSO DE LO DIVINO]

En el siguiente capitel del claustro, Moisés aparece ante Dios irradiante de luz que porta las Tablas de la Ley, dispuesto a entregarlas. Al otro lado del árbol, puede verse también a Moisés implorando ayuda a los cielos. Frente a él se alinean los hombres y mujeres judíos que habían rendido culto al becerro de oro, vistiendo trajes que corresponden a los judíos de la corona de Aragón en el siglo XV. Las alusiones a Moisés deben ser tenidas como referencias al mago que efectúa los trabajos herméticos y arquetipo del alquimista. Algunos investigadores han asegurado que se trataría de un príncipe del Nilo. Su nombre egipcio era Osarsiph y la Biblia reconoce que fue instruido en los misterios de aquella religión, pero ¿cuáles eran tales misterios? Asistió, según la tradición, a la escuela del templo de On, ciudad que, más tarde, sería conocida con el nombre de Heliópolis. Allí aprendería todo lo necesario para legislar la vida nómada del pueblo judío y escribir para ellos los libros del Pentateuco de cuya exégesis se encargarían los khabalistas. Toda la peripecia del pueblo elegido, desde sus orígenes hasta su libertad, debe ser entendida, no tanto como una experiencia histórica objetiva, sino como una dramatización de experiencias interiores de carácter metafísico. Al igual que hiciera Flamel legando a la posteridad el relato de su peregrinación a Santiago de Compostela, tres mil años antes, Moisés ya utilizó la alegoría del viaje iniciático para iluminar la mente de sus coetáneos y enseñar que la búsqueda espiritual empieza dejando atrás la "Tierra Negra" de Egipto, superando la tentación del becerro de oro -la vía de la mano izquierda- atravesando el Mar Rojo, ascendiendo a la cumbre del Sinaí y contemplando la zarza ardiente, peregrinando durante cuarenta años antes de entrar en la Tierra Prometida. Otros, han preferido el símbolo de la aventura contra el dragón y otros, como Cyrano de Bergerac, el relato del viaje a la Luna... La trayectoria del Pueblo Elegido que culmina con la entrada en Palestina, se inicia con la descripción del Caos Primordial, en los primeros versículos del Génesis.

En la parte lateral del contrafuerte derecho de la fachada de la Catedral, justo bajo una terrorífica gárgola en forma de Dragón alado, existe una vigorosa estatua de San Roque que muestra -como aquella otra que se encuentra en el arranque de la escalinata del Hospital de Sant Pau- los atributos del peregrino -el bordón y la merella- y la rodilla izquierda descubierta, símbolo de los iniciados. Aun hoy, los neófitos que ingresan en la masonería, deben caminar sobre el enlosado ajedrezado del Templo, con la rodilla izquierda descubierta, antes de ser investidos como Aprendices. La versión barcelonesa de la leyenda de San Roque cuenta que un cuervo negro -jeroglífico de la primera fase de la obra hermética- sobrevoló Barcelona pero cayó muerto sobre la ciudad. Sus entrañas se abrieron expandiendo un olor fétido. Así comenzó una epidemia de peste. San Roque, que acababa de llegar, se contagió y debió abandonar su morada, acompañado de un perro que lamió sus heridas. Esta leyenda presenta al Santo como eterno viajero, con hatillo y un perro caracoleando entre sus piernas; representación similar a aquella otra del Tarot que nos muestra en su primera carta al "El Loco", un joven que camina directamente al abismo -la vida- con un perro mordiéndole  -símbolo de sus bajos instintos y pasiones, su psiquismo indomeñable-; resulta evidente que San Roque y "El Loco" tienen el mismo origen, sin embargo lo que en éste representa fiereza y agresividad -el perro- en aquel se limita a ser un manso can que lame las heridas del Santo. Por eso el Santo figura en el contrafuerte de la fachada: ha domado "su Mercurio", ha disciplinado su psiquismo, es digno de mostrar su rodilla izquierda al recibir la iniciación. "El Loco" del Tarot representa al "Caos Primordial", que tiene ante sí el abismo y la oscuridad; San Roque, por el contrario, representa el "Caos de los Filósofos", aquel que ya está dispuesto, mediante la iniciación  -evocada por su rodilla descubierta- a transformarse en Orden. [Foto 53.- SAN ROQUE EN LA FACHADA DE LA CATEDRAL]

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