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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

El Misterio de la Catedral de Barcelona. Del caos y la luz: los vitrales de la Catedral

Infokrisis.- Todo lo que tiene que ver con la tradición hermética tiene relación directa con la "Luz". Tal es el tema de este capítulo que alude especialmente a los vitrales de la Catedral de Barcelona, en sí mismos, obras de arte sorprendentes, pero que, como en toda Catedral gótica, tenían un significado y una función especial. Se aprovecha también para explicar, a partir de los textos del "Cosmopolita" el sentido de las distintas "regiones" iluminadas por la "Luz". Seguramente este capítulo aportará algo a quienes acudan a la Catedral de Barcelona a deleitarse con los vitrales que abren sus paredes a la luz.

 

El misterio de la Catedral de Barcelona
Segunda Parte
Capítulo VI
Del caos y la luz: Los vitrales de la Catedral


En la misma carta filosófica antes citada, el Cosmopolita nos explica que, a pesar de su estado de caos, esta materia primera tiene tres partes: una superior ("iluminada y eminentemente sutil"), la inferior ("tenebrosa, impura, mugrienta y grosera (...) pero que contiene todas las esencias y virtudes de las  superiores") y la media ("mezcla de una y otra"). El Cosmopolita alude, evidentemente, a las Grandes Tríadas, Azufre, Mercurio y Sal, Cuerpo, Alma y Espíritu, Cielo, Purgatorio e Infierno, etc. La Catedral como intersección entre el mundo de Dios y el mundo del Hombre, como espacio sagrado y auténtica ventana de comunicación entre uno y otro mundo, constituye un volumen intermedio que reproduce, a su vez, la Tríada en las Tres Tablas a las que hemos aludido cuando describíamos el trazado de la Catedral. La "región superior, iluminada y sutil" a la que se refería el Cosmopolita, corresponde a la Tabla Rectangular, donde se encuentra el Altar Mayor de la Catedral, sobre la Cripta de Santa Eulalia, bajo la Santa Cruz y la clave de bóveda mayor del presbiterio que representa a Cristo en la Cruz entre el Sol y la Luna, entre la Virgen y San Juan. La región inferior está situada en la Tabla Redonda, bajo el cimborrio, en el atrio del Templo, el lugar sagrado más próximo al mundo profano. Por eso dice el Cosmopolita que, esta zona, siendo impura contiene todas las esencias superiores. Finalmente, el centro de la Catedral, la Tabla Cuadrada, es una mezcla de ambas; los fieles manifiestan su voluntad de unirse a lo Sagrado, dejando atrás el mundo de lo contingente y aproximándose al mundo trascendente que anida en el Altar.

"La región inferior no está totalmente desprovista de luz, ni la superior de alguna mezcla de tinieblas" ¿cómo podía ser de otra manera, si todo lo contenido en el caos está formado por una sola y misma materia?. Esta materia tiene distintos grados de vibración, que dan como resultado, una materia sutil  que sigue siendo materia, acaso rarificada, pero materia, al fin y al cabo  y una materia densa  no completamente densa pero si con la opacidad suficiente como para ser considerada antítesis de la primera.

Las contradicción esencial en el interior del caos es la producida por el "agua primera e informe" y el "fuego vivificante que agita el agua"; volvemos a encontrar aquí los dos principios  a los que se refieren todos los hermetistas. El "agua primera" es el principio pasivo y femenino, mientras que el "fuego vivificante" es principio activo. Materia y forma estaban confundidas en el caos que constituía el habitáculo natural de la primera. La forma disipa al caos. Al igual que la piedra recién extraída contiene, confundida en ella, la materia y la forma, el caos primitivo contiene en su interior "las tinturas propias para crear los seres particulares". Los seres individuales son producidos por el Caos mediante estas tinturas que el "Cosmopolita" llama "potencias astrales puntuales", es decir, una parte de la materia divina albergada en un soporte tangible; "el Fuego no es un cuerpo, pero toma uno". Si no fuera a través de la materia, la esencia divina no podría manifestarse. La existencia del Creador se mide y manifiesta a través de su obra; sin ella no sería posible comprender todo su poder y armonía.

Lo que distingue estas tres regiones es la mayor o menor presencia de Luz. La Luz penetra en la Catedral por los vitrales y se genera en el interior con cirios y velas; pero son dos luces de diferente naturaleza. Hasta la restauración iniciada a finales de los años sesenta, la Catedral de Barcelona era oscura y tenebrosa, el hollín de los cirios había cubierto hasta lo indecible las bóvedas, claves y sus nervios; se había depositado incluso en las paredes. Para colmo, hasta no hace mucho era frecuente que bastara una capa de cal para disimular el hollín depositado. Capas de hollín y cal se alternaban hasta disimular por completo relieves, ocultar materiales preciosos y borrar cualquier rastro de policromía. Algunas capillas, como la del Cristo de Lepanto, llegaban a tener en algunos lugares varios centímetros de suciedad. Los mismos vitrales, ennegrecidos, ahogaban la luz exterior, en lugar de potenciarla y filtrarla. Con la limpieza y restauración iniciada al acabar los sesenta, todo esto debía cambiar. Hoy sabemos que la Seo barcelonesa es luminosa y que su trazado tenía en cuenta las posiciones del Sol para que su Luz llegara hasta los fieles.

El primer proyecto moderno de iluminación de la Catedral data de 1911. Gaudí participó en su elaboración e imprimió su particular concepción mística. Sostenía que la Catedral no es un monumento cualquiera hecho para conmemorar una gesta o admirar una estética: es un lugar de recogimiento y plegaria, un espacio que debe favorecer la meditación. De ahí que la luz deba iluminar lo esencial y ser solo la necesaria, nada más. El altar mayor debe recoger las miradas y la atención de los fieles; pero, tanto ahí como en cualquier otro punto, sostenía Gaudí, deben evitarse focos y fuentes de luz que distraigan. Fue precisamente un discípulo de Gaudí, Bernardino Martorell, quien iluminó la capilla del Cristo de Lepanto siguiendo las enseñanzas de su maestro ya muerto y que seguramente habría aprobado el trabajo realizado.

Las Catedrales fueron construidas en un tiempo en el que solamente podían alumbrarse con luz natural o cirios, candelas y lámparas de aceite. La luz natural penetraba por los rosetones y las vidrieras. Dado el ángulo de inclinación del Sol y el ritmo de las estaciones, no toda la Catedral quedaba iluminada por igual, ni la iluminación era uniforme durante todo el año. El curso solar marcaba los ritmos. De ahí la importancia en la orientación del eje central del Templo en la operación de trazado de la Primera Tabla. Pero además estaban los vitrales. El vidrio utilizado en su elaboración, originariamente, no era de la misma naturaleza que el vidrio común. Era un producto elaborado alquímicamente. El procedimiento consiste en realizar la separación del Azufre sobre el Cobre, generándose una tintura capaz de fijarse en el vidrio. Un tratado alquímico explica que "Nuestra piedra tiene dos virtudes. La primera con relación al vidrio, al que da en su interior toda clase de colores, como en las vidrieras de la Sainte Chapelle de París".

Los primeros vitrales aparecieron en Persia en laboratorios alquímicos y llegaron a Europa trescientos años después, en el período de las Cruzadas, formando parte del flujo cultural que de Oriente llegó a nuestras latitudes a través del templarismo. En un principio carecían de color y solo proyectaban una luz blanca. La primera construcción gótica, la Abadía de Saint Dennis, tiene ya vitrales impregnados con tinturas azul y roja. De ahí pasó a Notre-Dame de París y a Chartres, ciudad en la que se estableció el colegio de alquimistas que los fabricaron hasta mediados del siglo XII. Luego ya no hubo más. Solo aproximaciones surgidas no de "tinturas" herméticas, sino de colores profanos. Pero aun así, durante mucho tiempo, los maestros vidrieros fueron considerados de rango igual al de los caballeros y autorizados a llevar espadas. El dominio de la Gran Obra, hacía del Artista el mas heroico de los combatientes. Se había vencido a sí mismo y había inyectado en la masa pastosa del vidrio fundido su Oro. De ahí que los análisis químicos modernos hayan advertido que el vitral rojo contuviera rastros de "púrpura de Casio", compuesta, entre otros elementos, por el metal regio y solar. Antes, las pocas aberturas de las iglesias románicas estaban cubiertas con "cristal de antimonio".

Se ha sostenido que el vitral alquímico contiene propiedades diferentes a las del vidrio ordinario. Hoy, la ciencia moderna ha identificado en la luz, partículas de energía y vibraciones lumínicas. Energía destructora y vibración constructiva. Al igual que los Sagrados Corazones irradiantes que, alternativamente, muestran rayos ondulantes (la vibración constructiva) y rectilíneos (la energía destructiva), el Sol tiene el doble poder de la vida y de la muerte. La noche es necesaria para las operaciones herméticas, como si las partículas de energía lumínica, al impactar contra el compuesto hermético lo neutralizaran e hicieran imposible su transmutación en un mineral más perfeccionado. La función del vitral alquímico es polarizar la Luz, hacer que la partícula se estrelle contra el vidrio y sea repelida por él, mientras que la onda vibracional penetra en el interior del Templo. Los conservadores de las Catedrales en las que quedan rastros de vitral alquímico sostienen que, por algún efecto que ignoran, la suciedad, el polvo y los agentes contaminantes, son repelidos por estos productos de la Ciencia Hermética. El vitral hermético rechaza el Caos y abre el paso a la verdadera Luz.

Los vitrales de la Catedral de Barcelona fueron producidos 250 años después de que se agotase la escuela de Chartres. Los más antiguas son las de la girola y sus motivos decorativos tienen siempre que ver con la advocación de las capillas que iluminan. Las más modernas son los situadas en el cimborrio que incluyen las efigies de Manuel Girona, su esposa y el arquitecto que terminó la Catedral. Aun cuando estos vitrales no fueron elaborados por procedimientos alquímicos, logran el fin deseado que Gaudí supo entender con singular agudeza: estimular el recogimiento y la meditación.

El patrón de los artesanos del vidrio es San Marcos, cuya imagen está representada en la capilla de San Bernardino de Siena que, en otro tiempo, fue lugar de culto del gremio de Zapateros que tiene al evangelista como patrón. Martirizado cerca de Alejandría, unos mercaderes venecianos llevaron sus reliquias a la ciudad de los canales de la que es patrón. En el curso de un viaje apostólico a Alejandría, San Marcos sufrió la rotura del calzado y acudió a Aniano, un maestro zapatero, que al repararlo se hirió accidentalmente. Marcos sanó la herida con fango y Aniano se convirtió siendo martirizado poco después. La relación de Marcos con los vidrieros procede de los frecuentes accidentes que se producen en esta profesión. El símbolo de San Marcos, el León, remite al signo astrológico del mismo nombre, por donde discurre el curso del Sol en el mes más ardiente y luminoso del año, ese mismo sol que ilumina los vitrales y puede llegar hasta nuestro Santuario del Corazón a poco que nosotros le abramos las puertas.

De entre todas las imágenes representadas en los vitrales, una destaca por su reiteración y por la confusión que genera en quien la advierte. Se trata de casi 250 papagayos situados en las vidrieras del ábside, rodeando los escudos de las casas reales. La posibilidad de articular unos pocos sonidos a costa de imitar al hombre, el hecho de que vuelen y sus colores (rojo, verde, azul y blanco) situaron a estas aves próximas al símbolo de la realeza.

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