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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Máxime Real del Sartre, los Camelots du Roi y el Valle de los Caídos

Infokrisis.- En febrero de 1981, el destino me llevó al Château de Reveillon. Allí tuve ocasión de tener noticia de un escultor francés amigo de la propietaria de la mansión, la marquesa Marie Therese Bouniol de Gineste, e incluso de ver algunas de sus obras. Se trataba de Maxime Real del Sartre. Brillante escultor, del Sartre también había sido jefe del servicio de orden de Action Française, los Camelots du Roi. A él le cupo un importante papel en el apoyo francés al esfuerzo bélico de Franco.

Un poco de memoria personal

El Château du Reveillon, hoy convertido en una especie de parador nacional, era en 1980 un destartalado caserón situado a 75 km de París propiedad de un notario parisino y de su hermana que residía en el lugar. Se trata de un palacete construido en el siglo XVII sobre las ruinas de una fortaleza anterior, probablemente de origen templario. Un torreón de esa fortaleza primigenia hacía sido convertida en palomar y todavía ostentaba en su parte inferior el habitual “árbol de la vida” en forma de columna central en la que se apoyaba la bóveda circular propia de algunas construcciones templarias.

En la bélle époque habían pasado por allí Marcel Proust que escribió algunas de las páginas más memorables de su “Jean Lantier” (recientemente publicado en edición de lujo en España). Proust citaba algunos lugares del Château que en 1981 todavía existían. Yo mismo me paseé entre los rosales búlgaros en los que Proust había caído en éxtasis. Recorrí la avenida de robles bicentenarios que describe Proust tal como la vi. Y bajé a los sótanos de la fortaleza junto a unos amigos libaneses, avanzando por los subterráneos cegados desde que los alemanes convirtieron la fortaleza en lugar de residencia para sus oficiales durante la II Guerra Mundial. Uno de estos pasadizos subterráneos, decía la tradición que conducían hasta la vecina fortaleza de Roussy y por ellos podía pasar un carro repleto de heno. En el punto equidistante entre ambas fortalezas existía una especie de plaza circular en donde el cochero de un carro debía esperar en el caso de que otro hubiera partido de la fortaleza contraria. Cada cochero tenía una canción particular que debía cantar en el interior del pasadizo para alertar al que pudiera partir del otro château. Lo cierto es que dimos con uno de los pozos de ventilación cegados por los alemanes y pudimos excavar varios metros y retirar los escombros colocados allí en 1940.

Además de Proust, visitó Reveillon la actriz Sarah Bernard que dejó como recuerdo unas extrañas plantas exóticas que florecían en primavera alcanzando singular altura. Eran, francamente, horribles hasta el punto de que mis amigos, falangistas libaneses, pensando que se trataba de malas hierbas, arrancaron varias de ellas hasta la raíz.

En el interior del castillo, en el gran salón de la entrada, a mano derecha se encontraba una antigua armadura que la tradición atribuía a Juana de Arco. El castillo tenía también su fantasma, un fantasma agradable y dulce, la hija de los marqueses que se arrojó al vacío desde el tercer piso del torreón de Occidente, cuando los revolucionarios intentaron capturarla en 1789. No sé si era cierta la historia, pero aquella habitación batida por los vientos que nadie había tocado desde aquella fecha, era el foco de extraños sucesos.

Lo interesante de Reveillon no era esto, sino que la marquesa y su familia habían tenido una relación estrecha con los medios monárquicos galos. De hecho, SAR Sixto Enrique de Borbón Parma, fue quien me presentó a la marquesa y quien me aconsejó que residiera allí durante unos meses. Eso me permitió departir durante varios meses en las tardes de invierno y primavera de 1981 con la propietaria del lugar. Pertenecía a una vieja familia cuyo solar originario no era el Marne sino Occitania. Su padre había dirigido un diario colaboracionista en Perpignan durante la II Guerra Mundial y, para colmo, en tanto que oficial del ejército, había coincidido con el futuro General De Gaulle en la Academia Militar, experimentando ambos entre sí una violenta enemistad. No es raro, que tras la guerra, el padre de Mademoiselle Bouniol de Gineste hubiera sufrido cárcel y condena a muerte posteriormente conmutada, según me explicó gracias a los “cátaros” de la región. Católica tradicionalista, a la Marquesa le costaba reconocer que aquellos a quienes ella llamaba “cátaros” y, por tanto, eran herejes, habían salvado la vida a su padre. Desterrados, compraron el viejo caserón de Reveillon y allí fue donde la conocí a ella.

La marquesa profesaba una viva admiración por dos grandes de la cultura francesa de las entreguerras a los que había conocido bien y a con los que su padre estuvo unido por una amistad intensa y franca: el aviador y escritor, Antoine de Saint-Exupery y el escultor Maxime Real del Sartre. En Reveillon quedaban recuerdos de ambos, cartas manuscritas de Saint-Exupery, álbumes de fotos de las obras de Real del Sartre e incluso algunos estudios para esculturas. Recuerdo una cabeza de Cristo cubierto de espinas y una mano de singular perfección en barro cocido. Y, por supuesto, la medalla de Juana de Arco, creada por el propio del Sartre y que figuraba en una vitrina de recuerdos, junto al comedor sala de estar en donde se desarrollaba plácidamente nuestra vida en Reveillon.

Sirva todo esto para explicar por qué dispongo de algunos testimonios personales e íntimos sobre Maxime Real del Sartre cuya personalidad me ha ido atrayendo progresivamente. Parte de esos testimonios son estrictamente personales y no seré yo quien traicione la confianza de la persona que me los comunicó, la Marquesa Marie Therese Bouniol de Gineste.

Maxime Real del Sartre, miembro de la Action Française

Había perdido un brazo en los combates de 1914, pero esto no le impidió ser el escultor monumental más famoso y solicitado de las entreguerras. Real del Sartre estaba emparentado con el compositor Georges Bizet y pertenecía a la aristocracia monárquica francesa educada en el pensamiento católico. A poco de fundar los Camelots du Roi, mientras estudiaba en la Escuela de Bellas Artes  y ostentar su jefatura a partir de 1936, Real del Sartre fue movilizado como la mayoría de sus camaradas para servir en el ejército francés durante la Gran Guerra. Él mismo solicitó un destino en el frente del Marne en donde dos años después perdería un brazo en combate, alcanzando el rango de capitán por méritos de guerra.

A pesar de lo que supuso para él esta merma, en el período comprendido entre 1920 y 19396 se convirtió en el escultor más famoso y solicitado de Francia. En tanto que monárquico orleanista fue el escultor oficial de la familia real francesa. Cuando se casaron los duques de Guisa elaboró todas las esculturas, bustos y obras ceremoniales que recordaron y presidieron el evento. En los “felices años veinte” elaboró una veintena de monumentos en homenaje a los caídos en los frentes de guerra, la mayoría todavía existentes.

Durante su juventud, antes de la guerra, del Sartre era famoso por sus bromas (canulars). Conocía hasta la saciedad las famosas alcantarillas de París, un mundo subterráneo y sombrío que era la réplica de la ciudad de la superficie; incluso las calles de las alcantarillas están rotuladas con una réplica de las placas que se encuentran unos metros por encima. Ese conocimiento permitía a del Sartre aparecer en los lugares más inverosímiles (irrumpió en un teatro mientras se estaba celebrando una representación apareciendo directamente en el escenario por un pasadizo que enlazaba con las alcantarillas. Ese conocimiento fue utilizado también por del Sartre y por los Camelots para irrumpir en reuniones de sus adversarios políticos o atacarlos por sorpresa. En el local de los Camelots en la rue Boccador se encontraban los “trofeos” que los Camelots habían ganado en todos estos combates: pancartas del partido comunista, retratos de Lenin, una colección de gafas que habían quedado en el suelo en el escenario de los combates, etc.

En 1928 fue encarcelado por haber interrumpido un juicio en la Corte Suprema acusando a los magistrados de traidores. Este encarcelamiento le proporcionó fama política que se unió a la fama como artista que ya había conocido desde mediados de esa década.

A partir de marzo de 1937 empezó su relación con Franco al que le realizó un busto para la Exposición de Arte Anticomunista que tuvo lugar en París en diciembre de ese año. Su fama le llevó a ser recordado incluso en el reciente film de Bertrand Tavernier, La vie et rien d’autre (1989) en la figura del escultor Mercador.

La novedad que introdujo Real del Sartre en el movimiento nacionalista francés fue el culto a Juana de Arco. En 1930, fundó la Compañía de Juana de Arco, organizada para propagar el culto y las peregrinaciones a los lugares que recorrió la Santa a la que definió como el “símbolo de la raza latina”. Del Sartre no había hecho otra cosa que recoger el nacionalismo francés pre-maurrasiano, tanto de izquierdas como de derechas, que ya tenía a la Doncella de Orleans como símbolo de Francia. Pero cuando se produjo la ruptura en la sociedad francesa al estallar el “caso Dreyfus”, el culto a la santa pasó a ser patrimonio de la derecha radical y empezó a aureolarse de tintes antisemitas. El 8 de mayo, fiesta de la santa, se convirtió en jornada de movilizaciones nacionalistas de fuerte tinte antisemita que tuvieron su inicio con el “caso Dreyfus” y su punto álgido con la subida al poder de León Blue (odiado por los Camelots en tanto que judío) líder del Frente Popular y de la SFIO. Durante todo ese ciclo, los Camelots multiplicaron dos consignas: “Larga vida a Juana de Arco” y “Muerte a los judíos” que dicen muy poco sobre las innegables cualidades intelectuales de la clase dirigente de Action Française compuesta por la crema de la intelectualidad francesa de la época.

Una de las esculturas de Real del Sartre representando a Juana de Arco fue entregada personalmente a Mussolini y depositado en el Museo del Imperio Italiano. Cuando en 1937 visitó Sevilla y se entrevistó con Queipo de Llano le regaló una medalla de Juana de Arco diseñada por él mismo al tiempo que manifestaba su intención de esculpir una estatua en cuanto las tropas de Franco entraran en Madrid. En ese mismo viaje entregó una estatua de la Santa realizada en marfil al embajador portugués para que se la entregara a Oliveira Salazar, dictador portugués. En ese mismo viaje en el que se entrevistaría por primera vez con Franco en el Cuartel General de Burgos, pasó durante unos días por la ciudad de Salamanca en donde conoció al General O’Duffy jefe del batallón de católicos irlandeses que combatían con Franco. Le emocionó saber que los irlandeses luchaban con los colores de Juana de Arco y convirtió a su jefe en miembro de la Orden de la Santa.

En marzo de 1937 Real del Sartre cenó con Franco y con los miembros del Estado Mayor. Todos ellos habían recibido y lucían su correspondiente medalla de la Santa e incluso en el curso de la cena, el propio Maxime pudo colocar personalmente la medalla en el vestido que lucía la esposa de Nicolás Franco sentada junto a él en la mesa.

El viaje en cuestión había sido organizado por José María Quiñones de León, un monárquico español, antiguo embajador de Alfonso XIII en París que se había puesto al servicio de Franco. El viaje se inició en Biarritz bajo los auspicios del Conde de los Andes, otro aristócrata monárquico al servicio de Franco que había estructurado lo esencial del servicio de inteligencia nacional en la Zona Norte. Del Sartre estuvo acompañado por otro prominente Camelot du Roi y era jefe de Action Française en el sureste de Francia, Georges Massot, que hablaba perfectamente castellano y que realizó las funciones de traductor. Massot era otro de los franceses que más énfasis ponía en la colaboración con Franco. Ambos, Real del Sartre y él, pudieron lucir por primera vez desde 1936 los colores de Juana de Arco y la insignia de los Camelots inmediatamente cruzaron el puente internacional de Hendaya. En efecto, esos colores habían sido prohibidos en la Francia del Frente Popular. Les acompañaban otras dos personas, uno de ellos era un catalán (probablemente Bertrán i Musitu) que hablaba perfectamente francés, bien emplazado en los servicios secretos franquistas. En cuanto al cuarto acompañante, inicialmente no se publicó su nombre. Se trataba de Henri Bonneville de Marsagny héroe de la primera guerra mundial, que pasaría a dirigir la Bandera de Juana de Arco, compuesta por voluntarios franceses (en buena medida procedentes de Action Française y de los Camelots du Roi) que combatió al servicio de Franco como unidad de la Legión Extranjera.

El periplo de Del Sartre y de sus acompañantes en la España Nacional fue largo. Conocieron al General Mola que moriría poco después en Talavera de la Reina. En Irún fueron recibidos por el mando militar y ante ellos desfilaron las milicias de Falange.

A partir del día mismo en el que entraron en España, Real del Sartre empezó a enviar crónicas para el semanario Action Française. Esos artículos sirvieron en gran medida para configurar la visión que los católicos franceses tuvieron de la causa nacional. En esos artículos se alababa la reacción española contra el comunismo que contrastaba, según del Sartre con la actitud francesa de abatimiento y decadencia. Pudo explicar a sus lectores que Franco se había emocionado hasta la lágrima cuando del Sartre le explicó que su hermana y sus seis hijos se arrodillaban cada día y rezaban el rosario para pedir a Dios la victoria de las armas nacionales. Del Sartre entregó a Franco una historia de los Camelots du Roi encuadernada en piel y adornada con los colores de la bandera de Juana de Arco y de España dedicada por Maurras (que en ese momento se encontraba preso en Francia). En el momento cumbre de todos estos artículos laudatorios hacia la figura de Franco, éste permitió a Del Sartre que le prendiera en su capote militar la famosa insignea de Juana de Arco. Franco se expresaba con él en un francés que del Sartre calificó de “suave”.

No sería la única vez que Del Sartre viajaría a España. A principios de 1938 volvió acompañado por Massot, por el jefe del grupo parlamentario de Action Française, Pierre Héricourt y, finalmente, por Charles Maurras, recientemente liberado de sus dos años de prisión. Poco antes del Sartre había viajado solo con un busto de Cristo a caballo elaborado en bronce, regalo personal a Franco.

En el curso de este segundo viaje, del Sartre pudo estrechar la mano del General Moscardó, el héroe del Alcázar de Toledo. En Francia, la gesta del Alcázar se había convertido en mítica gracias a los escritos de Action Française y a la primera crónica de la guerra escrita en 1938 por Maurice Bardeche y su cuñado Robert Brasillach, entonces director de la revista Je Suis Partout.

Sin embargo, en 1940, cuando volvió al Madrid liberado para asistir a la entrega de la Legión de Honor a Franco en la sede de la Embajada Francesa, a del Sartre le sorprendió –y desagradó- ver como Madrid estaba recorrida por automóviles oficiales con la bandera de la cruz gamada, muestras de la influencia que en ese momento tenía la embajada alemana en la capital. Del Sartre, como todos los miembros de Action Française, pertenecían al nacionalismo tradicional francés que veía en Alemania al enemigo secular. Eso hizo que durante la ocupación alemana, los Camelots y los miembros de Action Française evitaran la colaboración con los alemanes.

Eso no le evitó ni a del Sartre ni a Maurras el ser víctimas de la depuración en la posguerra que, en realidad, fue una venganza de la izquierda a quienes les habían hecho la vida imposible en la pre-guerra. Del Sartre conoció una vez más las rejas de la prisión y Maurras permanecería encarcelado durante siete años y liberado sólo poco antes de morir.

El precedente: los muscadins monárquicos

El 9 de Termidor de 1794, Robespierre subió a la guillotina empujado por los que hasta ese momento habían sido sus cómplices. El “terror” había acabado oficialmente, pero no realmente. Los jacobinos aún eran fuertes en numerosos barrios parisinos y en provincias. Sus modales zafios, sus ropas desaliñadas constituían un verdadero insulto para los realistas. No es raro que cuando estos quisieron mostrar un estilo propio lo situaran lo más alejado de los jacobinos.

Los jóvenes realistas impusieron una moda en el París convulso: elegantes y refinados utilizaban un perfume elaborado con musgo, musc en francés. De ahí que se les conociera como los muscadins (más o menos, los musgueados o los musgodinos). Hablaban en buen francés que para muchos era incomprensible a causa de que había eliminado la letra “R” por odio a los revolucionarios y a la revolución.

Cuando toda la nobleza francesa había sufrido el filo de la guillotina hacía falta mucho valor para declararse monárquico y adoptar una moda que implicara ser reconocido como tal. Vestían casaca verde, color del Conde de Artois, pretendiente al trono, con el cuello negro en recuerdo del Rey asesinado por la revolución. Sus ropas lucían 17 botones de nácar en honor del Delfín de Francia, un niño de apenas siete años, preso en la torre del Temple y que sería asesinado antes de poder ser reconocido como Luís XVII. Incluso su peinado mostraba un carácter militante: trenzaban su pelo de forma que caía a los dos lados de sus mejillas para atenuar los golpes que podían recibir en sus frecuentes choques contra los sansculots jacobinos. Ciertamente, lucían una enorme escarapela tricolor en sus sombreros… que se transformaba en blanca con solo tirar de un hilo.

La mayoría eran jóvenes estudiantes y empleados, que frecuentaban los aledaños del Palais Royal y se reunían en el Café de Chartres donde, en otro tiempo se reunían los caballeros de Saint Louis de France. Cualquier sans-culotte que se adentraba en esa zona no salía sin una severa paliza. Poco a poco, los muscadins controlaron la mayoría de París salvo los barrios marginales. En 1795, 25.000 realistas se alzaron en París siendo masacrados por Napoleón Bonaparte. La masacre fue espantosa y no envidió nada a los peores tiempos del terror jacobino.

Siempre, los Camelots du Roi tuvieron a los muscadins como su ejemplo y su antecedente histórico. Aún hoy, los jóvenes que siguen la escuela de pensamiento de Action Française y difunden las publicaciones maurrasianas ostentando el nombre de Camelots du Roi, siguen consideran a los muscadins como su modelo a seguir.

Los Camelots du Roi, fuerza de choque del realismo francés

A partir de 1905, los Estudiantes de Action Française, ocasionalmente distribuían el semanario de la organización en la calle. Puede considerarse que las experiencias obtenidas en esos años sirvieron posteriormente para dar mayor entidad a estas acciones de propaganda.

En efecto, el 16 de noviembre de 1908, Maurice Pujo, desde aquel momento uno de los hombres más próximos a Charles Maurras, fundador y alma del semanario y del movimiento Action Française, creaba el primer grupo de vendedores callejeros de su semanario. Pujo contó con la ayuda de Henri Vaugeois, entonces un joven estudiante del Barrio Latino. Inicialmente carecían de nombre, se les conocía como “estudiantes de Action Française” y dominaban sin discusión el Barrio Latino. No dudaban en enfrentarse con estudiantes de cualquier otro grupo político –incluida la extrema-derecha– para mantener y ampliar su dominio sobre la Rive Gauche. Maurras había bromeado: “¿Reconquistar Alsacia y Lorena? Si, está bien, pero mejor empezar por la Sorbonnne”. Los jóvenes lectores de su revista habían cumplido la consigna. Ente ellos destacaba ya Maxime Real del Sartre, Marius Plateau y los hermanos Lefevre. De ellos partió la idea de vender cada domingo el semanario Action Française a la salida de las Iglesias. Empezaron en el distrito XVII de París y se fueron extendiendo por toda la capital y más adelante por todas las provincias del hexágono francés.

Todavía no tenían nombre y sería un periodista desaprensivo les llamó irónicamente “Camelots du Roi”. En francés, el “camelot” es una especie de vendedor ambulante. Ellos recogieron el nombre como un desafío y lo asumieron: en el fondo aceptaban como una tarea de apostolado el vender la revista en las calles. Y, además, eran monárquicos. Maurras era un doctrinario curioso que solamente podía salir de una Francia racionalista y cartesiana: ni era monárquico, ni siquiera católico, pero había llegado a la conclusión racional de que la monarquía y el catolicismo estaban presentes en toda la historia de Francia y una eventual regeneración de la nación francesa solamente podía darse sustituyendo la odiada república por una monarquía tradicional y el laicismo ecléctico por los valores del catolicismo que, en el fondo, eran los de la Francia profunda. Esta doctrina atrajo al grueso de la juventud francesa desde principios de siglo. Los Camelots no tuvieron dificultades en encontrar difusores para su revista.

Difundir una revista en la calle suponía la posibilidad de enfrentarse con adversarios políticos. Los Camelots du Roi solían utilizar como armas disuasivas el bastón de caña con punta metálica, la verga de toro y el puño de hierro. Nunca –ni ayer ni hoy– negaron que asumían practicar una “violencia al servicio de la razón”. Maurras era un escritor agresivo en sus escritos, pero mesurado y moderado en su práctica política. De hecho, en las distintas historias escritas sobre los Camelots du Roi, se admite que si bien a lo largo de su historia fueron víctimas de agresiones y provocaciones, frecuentemente mortales, nunca mataron a nadie, ni recibieron la orden de hacerlo.

Esto era muy acorde con la personalidad de Maxime Real del Sartre. La Marquesa Bouniol de Gineste me lo definió como un gran bromista, además de cómo patriota y monárquico legitimista. Conocía a la perfección los subterráneos de París –las calles de París tienen una curiosa réplica en los subterráneos que reproducen bajo tierra el trazado urbano de la ciudad, y que ostentan las mismas placas identificativas de las vías de la superficie– y eso le había permitido irrumpir, a él y a sus camelots, en los lugares más inverosímiles, irrumpir en teatros a través de portones desconocidos siempre comunicados con las alcantarillas, etc. Del Sartre había dado a los Camelots una consigna: “En la mano un bastón y en el bolsillo un libro”, en otras palabras: teoría y acción. La violencia para ellos era justa, necesaria y conveniente sólo cuando se la subordina a la racionalidad y deja de ser una explosión de cólera momentánea y visceral. Maurras siempre preconizo como estilo un perfecto dominio de uno mismo. De hecho condenó los incidentes del 6 de febrero de 1934, cuando Jacques Bainville le dijo: “Maître, París se ha alzado”; Maurras le contestó con displicencia: “No me gusta la gente que pierde el control”. Él enseñaba a los Camelots a dominar sus instintos y a dominarse a sí mismos: la violencia, les decía, solamente es aceptable cuando se pone al servicio de una causa justa. Los Camelots aprendieron la lección.

Se conservan pocas fotos de los Camelots y no son siempre significativas. Los rostros que vemos pertenecen a todas las clases sociales: se ven en ellas a estudiantes, obreros, aristócratas, burgueses, artesanos, bachilleres, etc. Contrariamente a lo que la mitología dogmática de la izquierda ha intentado establecer, en los Camelots estaban presentes todas las clases sociales francesas. La Gran Guerra supuso un duro golpe para la organización.

En los primeros meses de combates, buena parte de los Camelots murieron en los frentes de batalla. “La Gran Guerra –se lee en una de las crónicas sobre la organización- decapitó durante un tiempo a este movimiento que contó entonces con más héroes muertos que jefes vivos”. Antes de la Primera Guerra Mundial, Action Française era el movimiento mayoritario de la juventud francesa.

En mayo de 1908, los primeros Camelots organizaron manifestaciones contra Charles Andler, profesor de la Sorbonne que se destacaba por sus ideas pacifistas. En el curso de los incidentes, Pierre Pimodan, fue el primer herido de Action Française. Pimodan llegaría ser el jefe de los estudiantes de AF y moriría heroicamente en la I Guerra Mundial. Fue en 1908 cuando se incorporó un joven desconocido de porte aristocrático, modales refinados y convincente oratoria; se trataba de Maxime Real del Sartre.

Del Sartre resultó detenido por primera vez ese año cuando interrumpió un proceso en la Corte de Casación contra miembros de AF. En el silencio de la sala se pudo oír su voz potente exclamar con serenidad: “Magistrados indignos y falsarios, los franceses os escupirán en el rostro por vuestra infamia”. Aún no era miembro de AF, pero al ser puesto en libertad se dirigió a las oficinas de la revista en la rue Chaussée d’Antin, encontraron a Henry des Lyons y a los hermanos Lefèvre, con los que distribuyeron el domingo siguiente el semanario en la iglesia de Saint-François de Sales. El éxito aconsejó multiplicar esa práctica al resto de distritos e iglesias de París. Del Sartre asumió la presidencia y Henry des Lyons la secretaría de la nueva organización. El 21 de noviembre de ese año tuvieron su primer acto de protesta en el teatro Odeón cuando interrumpieron un acto consagrado a Zola, a causa de su papel en el “asunto Dreyfuss”.

Juana de Arco, inspiradora de los Camelots

Antes de la guerra existió un profesor, André Thalamas de historia en la Sorbona cuya única enseñanza consistía en negar lo que llamaba la “Juanolatria”. Thalamás aumentaba irracionalmente sus ataques contra la figura de Juana de Arco a sabiendas de que la mayoría de sus alumnos eran simpatizantes de AF. Finalmente, el semanario convocó una campaña de movilizaciones para evitar las infamias de Thalamas. Miles de jóvenes se manifestaron en varias ocasiones en el Barrio Latino. Resultaron detenidos varios jóvenes en un puesto de policía del Latino, pero los manifestantes consiguieron liberarlos asaltando la comisaría. Posteriormente, la misma manifestación se dirigió hacia la estatua de Juana de Arco en la rue du Rivolí, depositando una corona de flores.

Las repercusiones del “asunto Thalamas” fueron enormes y popularizan en nombre de los Camelots du Roi en toda Francia. Serge Real del Sartre, hermano de Maxime resultó profesado por estos incidentes cuando apenas tenía 16 años. Cuando tenía lugar el proceso, un grupo de 500 camelots dirigidos por Maxime asaltó el Senado llegando hasta el patio del palacio al grito de “Abajo la República”. La campaña contra Thalamas había durado tres meses en el curso de los cuales en un momento u otro todos los dirigentes de los Camelots sufrieron prisión, incluido un joven escritor que despuntaba: George Bernanos. Thalamas no pudo concluir su curso en la Sorbonne: en la onceava clase, Maurice Pujo con un grupo de Camelots consiguió introducirse en el anfiteatro de la facultad y expulsar a Thalamas. El asunto tuvo una excepcional repercusión en Francia y supuso un formidable impulso para el desarrollo de los Camelots. Al terminar la campaña de tres meses, fue evidente que el curso de Thalamas no había podido concluirse y que la policía republicana se había visto desbordada por los Camelots. Existe una foto de esa época en la que Maxime Real del Sartre y Marius Plateau aparecen tras las rejas de la prisión. Dicha foto se convirtió en un icono para la juventud francesa.

A partir de salir en prisión, del Sartre percibió que el problema de los Camelots no era conseguir nuevos militantes –había cola para entrar en la organización- sino conseguir militantes de calidad. Se redactaron unos estatutos que delimitaban la forma de entrar en la organización: era preciso tener 18 años, superar una investigación preliminar que se extendía sobre el aspirante y sobre su familia, sus relaciones y sus medios de vida y, finalmente, se preveía un período de prueba antes de ser admitido.

El periódico de izquierdas Gil Blas, tuvo que reconocer la realidad: “Dos tercios de los estudiantes de derecho son monárquicos así como buena parte de los alumnos de Bellas Artes y de Artes Decorativas; también en Medicina existe un grupo importante de Action Française y de los Camelots du Roi”. Para un sector importante de la juventud francesa, constituía un orgullo haber sido encarcelado por colaborar en algunas de las campañas de los Camelots. Cuando se cumplió el tercer aniversario de la organización, sus militantes habían pasado 10.000 días en cárcel. Estos jóvenes para los que la prisión había llegado a ser algo familiar, tenían la mítica esperanza en que un Rey vendría para salvar a Francia de la desintegración, esta simple idea les daba la fuerza para crecer y suscitar entusiasmo como ninguna otra fuerza política de la época.

La guerra destrozó a lo mejor de la juventud francesa. El 80% de los Camelots du Roi murieron en combate… De los 15 secretarios generales de los Estudiantes de AF, 13 murieron en los campos de batalla. En noviembre de 1918 cuando se firmó la paz, era necesario reconstruir una organización que había sufrido miles de muertos. Esta reorganización se inició en la tradicional manifestación por Juana de Arco el 19 de mayo de 1919. Una manifestación de tres kilómetros de largo supuso el reconocimiento de la sociedad francesa al tributo de sangre de AF y de los Camelots. En esta ocasión, los Camelots, como tales estuvieron prácticamente ausentes. Sus bajas los habían desmantelado. Hubo que esperar a la misma manifestación dos años después para asistir al relanzamiento de la organización. El 8 de mayo de 1921 se conmemoró el 500 aniversario de la Salvación de Francia por Juana de Arco.

En 1923, Marius Plateau, uno de los dirigentes de los Camelots, resultó asesinado por un anarquista. Plateau había tenido un comportamiento heroico durante la guerra obteniendo las más altas condecoraciones francesas. Su cadáver fue seguido por 100.000 parisinos. En represalia, los Camelots asaltaron las oficinas de las revistas izquierdistas L’Oeuvre y L’Ère Nouvelle. 1923 fue un año terrible para los Camelots que vieron como era asesinado también Philipe Daudet, hijo de Leon Daudet, uno de los mejores intelectuales de Francia y fundador de Action Française. Cuando en 1925, Maurras dirige una carta al ministro del interior, Abraham Shrameck (de etnia judía), exigiendo que cesaran los asesinatos de patriotas, es condenado a dos años de prisión.

Cuando llega 1926, Action Française se ha convertido en un movimiento de masas que logra movilizar 10.000 personas en Estrasburgo, 35.000 en Nimes, 60.000 en el Mont des Alouettes… La manifestación tradicional en honor de Juana de Arco en París, frente a la estatua de la Santa en la Rue Rivolí se salda con varias horas de incidentes después de que el ministro Shramech haya desautorizado el acto. La manifestación dirigida por Real del Sartre desborda a las fuerzas policiales que sufren 118 heridos. Por su parte, 221 miembros de Action Française son, así mismo, detenidos

Cuando en 1929, los Camelots cumplen 20 años de vida y siguen dirigidos por los jefes naturales supervivientes de la Gran Guerra y de los asesinatos políticos, el tributo de sangre ha sido espantoso, pero siguen dominando el Barrio Latino y el movimiento se ha convertido en una importante organización de masas

Cuando se inician los años 30, la tensión política que vive Francia se convierte en insoportable. Los casos de corrupción salpican la República y, finalmente, a finales de 1933 estalla el “Affaire Stavisky”. Desde junio de ese año, la revista Action Française había iniciado una campaña contra los escándalos con la consigna “¡Abajo los ladrones!”. Cuando se inicia el año siguiente, el asunto Stavisky crece de dimensiones al aparecer “suicidado” su instigador.

El  de febrero de 1934 tiene lugar la gran manifestación ante la Cámara de los Diputados. Están presentes, además de los excombatientes miembros de los Croix de Feu que la han convocado, el resto de “ligas” de extrema-derecha, especialmente Action Française que se sitúa al otro lado del Sena, frente al puente de la Concordia, en la plaza del mismo nombre. Los incidentes, precisamente, se iniciaron cuando el grupo de Camelots del Distrito XVII de París, dirigidos por el que luego sería uno de los jefes de la organización clandestina y terrorista de extrema-derecha conocida como La Cagoule, Jean Fillol, inició una carga contra la policía para superar la barrera que habían establecido en el puente de la Concordia. Los incidentes duraron hasta la 1:00 de la madrugada y costaron 17 muertos entre los manifestantes, 1 entre la policía, 258 heridos grados entre los manifestantes (entre ellos Maxime Real del Sartre) y 92 entre la policía. Seis de los muertos eran miembros de Action Française y de los Camelots.

En los días siguientes, el Partido Comunista aumentó su presión sobre los Camelots en un vano intento de expulsarlos de sus reductos del Barrio Latino. Varios dirigentes de Action Française fueron asesinados a los largo de 1935 y durante 1936 por militantes comunistas, ente ellos varios jefes de grupo.

El 9 de Febrero de 1935, uno de los fundadores de la revista y, sin duda, una de sus plumas más afiladas, Jacques Bainville moría de muerte natural. Durante su funeral, mientras Leon Daudet pronunciaba el elogio fúnebre, un automóvil con Leon Blue, jefe del partido socialista integrado en el Frente Popular, pasaba en pleno Barrio Latino, por el boulevard de Saint Germain donde varios miles de miembros de Action Française esperaban el paso del cortejo fúnebre. Blue fue reconocido, su automóvil volcado y él estuvo a punto de morir linchado por la multitud. Los Camelots siempre han sostenido que fueron ellos quienes libraron al odiado Blue de la muerte y que la agresión se produjo por parte de elementos incontrolados exaltados. Sin embargo, el incidente ha pasado a la historia como protagonizado por Action Française que, precisamente a causa de él, fue prohibida, incluyendo sus organizaciones satélites, incluidos los Camelots. Las casas de todos los dirigentes de estas organizaciones fueron registradas y los dirigentes encarcelados. Maurras fue acusado de “provocación para el asesinato” y condenado a dos años de cárcel

Este episodio supuso el inicio del declive del movimiento. De un lado, los incidentes del 6 de febrero habían evidenciado el nacimiento de grupos de corte fascista que resultaban suficientemente atractivos para muchos militantes de Action Française. De otro, la brutal respuesta del gobierno a la manifestación del 6 de febrero, hizo que otras franjas se orientaran hacia la lucha clandestina y el terrorismo puro y simple. Finalmente, la propia represión y la prohibición de desarrollar actividades, supuso la desmovilización de parte de los efectivos. Con todo, en la clandestinidad, los Camelots siguieron realizando demostraciones y actos de protesta.

Cundo estalló la guerra de España, en torno a 500 franceses engrosaron las filas del ejército franquista encuadrados en la Bandera Juana de Arco, que tuvo en Maxime Real del Sartre a uno de sus más activos propagandistas. Los Camelots se declararon sin restricciones a favor de Franco.

Del Sartre en España: del 18 de Julio al Valle de los Caídos

Como hemos dicho, Maxime Real del Sartre realizó campaña activa a favor de Franco mientras duró la guerra civil española. Action Française nunca se recuperaría de la quiebra que supuso la disolución y, posteriomente, de la fractura interior que produjo la ocupación alemana. Maurras vio con buenos ojos el gobierno del Mariscal Petain en la Zona Libre de Vichy y aportó ideas y efectivos humanos al régimen del viejo general.

Tradicionalmente, Maurras siempre había sostenido posturas antialemanas que vacunaron a su movimiento contra una participación activa en la colaboración con el enemigo. A diferencia de otros partidos de extrema-derecha (como el PPF o los franciscas), los maurrasianos no colaboraron con los alemanes en la zona ocupada, pero esto no impidió que los odios acumulados anteriormente a la guerra por parte de la izquierda francesa hacia Action Française, tuviera su revancha después de 1944, cuando el territorio francés fue liberado por los anglonorteamericanos.

En ese momento se iniciaron los procesos de la “depuración” que alcanzaron incluso a aquellos que como Petain y Maurras no habían colaborado con los alemanes. Maurras y Maurice Pujo serían encarcelados y solamente se amnistiaría al primero pocas semanas antes de que muriera en 1952. Maxime Real del Sartre también pasó su calvario judicial.

A finales de los años 40, cuando estos problemas quedaron atrás, Real del Sartre volvió a la España a cuyo régimen tanto había ayudado durante la guerra civil. En tanto que escultor, presentó un proyecto para el Valle de los Caídos. Tuve ocasión de ver en el Château de Reveillon este proyecto junto a algunos bocetos del escultor.

Básicamente consistía en una gigantesca cruz en posición horizontal visible desde el aire. A diferencia del proyecto de Juan de Ávalos que finalmente venció y que contemplaba la gigantesca cruz vertical, con el grupo de estatuas que la circundan, el de Maxime Real del Sartre, tenía como centro, esa misma cruz, pero horizontal situada sobre la cripta. Creo que ganó el mejor proyecto. Pero eso no implica que, mientras Juan de Ávalos fue, sobre todo escultor, Maxime Real del Sartre, fue más Camelot du Roi que cualquier otra cosa.  

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

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