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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Debate sobre Turquía: 2ª respuesta a C. Mutti

Debate sobre Turquía: 2ª respuesta a C. Mutti La contestación de Claudio Mutti a los comentarios realizados por él en la web de la revista Eurasia, lejos de detener el debate sobre el tema, en cierto sentido lo amplían. Voy a intentar circunscribirme, al tema –Turquía y la Unión Europea- si bien va a ser inevitable penetrar en otros terrenos.

1. SOBRE EL ESPEJISMO DEL ANTIAMERICANISMO DE LOS PAÍSES ÁRABES

Vale la pena empezar por el final. Exactamente por el último párrafo: “La matriz del apriorismo ideológico de Milà se manifiesta perfectamente cuando afirma: “las amenazas contra Europa proceden del actual mundo islámico”. Es exactamente la misma tesis difundida por los teóricos de la Casa Blanca, los que desearían enrolarnos en la empresa de piratería de hoy”.

No hace falta recurrir a las tesis de Alexandre del Valle, para advertir con facilidad que la inmensa mayoría de países árabes, tienen una orientación pro-norteamericana y que el mayor espejismo que registra la política internacional actual es el de unos países árabes opuestos a los EEUU.

Desde Marruecos a Pakistán, en la mayoría de países islámicos, es posible que haya movimientos populares fuertemente antiamericanos… pero no es menos cierto que están dirigidos por firmes aliados de EEUU: desde Perzev Musarraf, hasta Mohamed VI, sin recordar a la dinastía de los Saud. Y en cuanto a Turquía, no podemos olvidar que el más firme valedor de la entrada de Turquía en la UE fue José María Aznar, a su vez el más firme valedor de los intereses americanos en Europa hasta el 14 de marzo de 2004.

Por otra parte, la Casa Blanca, nunca ha sostenido la tesis de que el mundo islámico es una amenaza”. Sería difícil que así lo dijeran cuando se tiene por cierto que el 10% de los EEUU, literalmente, “es propiedad” del Mundo Arabe a causa de los petrodólares invertidos allí. No, apreciado Mutti: los EEUU han señalado al terrorismo islámico como enemigo, no al mundo islámico. Por lo demás, es evidente que el terrorismo islámico es apenas una mosca y que, sea cual sea su origen, su tarea es facilitar los “casus belli” para las aventuras exteriores de los EEUU.

Yo no estoy diciendo lo mismo: yo hablo del mundo islámico, EEUU del “terrorismo”. Cada día, desde hace casi un mes, sin excepción, los medios de comunicación españoles están dando noticias sobre la desarticulación de células terroristas islámicas en España. El asesinato de Theo Van Gogh en Holanda, se decidió en España. El 11-M fue cometido, no por fundamentalistas islámicos, sino por irredentistas marroquíes que consideran a España como “Al-Andalus”, esto es, territorio islámico usurpado por cruzados e infieles… En los 90, atentados muy similares –cometidos por islamistas y delincuentes comunes- se produjeron en París. Esto sin olvidar que, para nosotros, españoles, el 90% de la producción de hachish marroquí se exporta a España con la bendición de la Casa Real marroquí. O que la adormidera cultivada en el Afganistán post-talibán llega a Europa a través de la Ruta de la Sede, Turquía y el corredor musulmán de los balcanes.

El icono Bin Laden, una vez lanzado, ha conseguido vida propia: el “efecto contagio” ha actuado y de una y otra parte, sin necesidad siquiera de que existiera un centro de decisión terrorista; en mezquitas de toda Europa y en las cárceles, se están creando núcleos terroristas que unen fundamentalismo religioso, irredentismo, resentimiento social y simplemente odio. Querido Mutti: por suerte o por desgracia, en distintas cárceles, he podido conocer bien al mundo islámico. Mucho más fácil para mí que entré en La Santé acusado falsamente por los medios de haber cometido un atentado en la sinagoga de París, en tanto que supuesto “antisemita” era el “ídolo” de los islamistas. Entré en La Santé después de haber colaborado con los estudiantes iraníes en España en 1980, después de haber difundido los textos del Imán Jhomeini entre mis camaradas, después de haber organizado y participado en mítines de apoyo a la OLP en los años 70 y después de haber mantenido siempre una postura antisionista, que sigo manteniendo en la web infoKrisis. Entré en La Santé compartiendo el bagaje intelectual elaborado por René Guènon y Julius Evola. Pero salí literalmente horrorizado por el contacto con los presos islamistas: la mezcla de odio social, resentimiento, religión, crea un combinado explosivo que fermenta desde los años 80 y que apunta contra Europa, esto es, contra todos los ciudadanos de Europa. Eso ocurría en 1981. Desde entonces, el problema se ha agravado extraordinariamente.

El Islam que ha llegado en oleadas a Europa, no es, querido camarada, el Islam de los intelectuales tradicionalistas europeos, interiorizado, culturalmente rico y movido por el “impulso a la trascendencia” del que hablaba Evola. El Islam que está llegando masivamente a Europa es una doctrina supersticiosa, hostil, sin nada de profundidad ni de valor más allá del mero culto exterior y del formalismo más grosero y que, para colmo, es el elemento de agregación identitaria para una comunidad que llegó a Europa pensando que esta era la “tierra de promisión” y que todos iban a ser nuevos Zidane y se encontraron en los guetos de los suburbios o en trabajos escasamente pagados. De ahí al resentimiento social, al odio hacia lo que no puede conseguirse, no hay más que un paso. El Islam facilita el elemento identitario y antagónico con Europa. El conflicto está servido. Nada que ver, pues, entre el Islam de los intelectuales de origen cristiano, convertidos al Islam y el Islam de los recién llegados, primitivo, supersticioso, revanchista, o de individuos como Tarik Ramadan, diestros en el arte del doble lenguaje, que ante los medios europeos hablan de que no hay contradicción entre el Islam y las legislaciones europeas y luego, en privado, en el interior de las mezquitas, añaden “mientras las legislaciones europeas no entren en contradicción con el Islam”…

Y esto tiene importancia también en lo que se refiere a Turquía.

Lo que está en juego no es solamente un criterio geopolítico, ni siquiera lo que se juzga es un pasado histórico. Sobre esto se puede opinar y las distintas escuelas geopolíticas darán lugar a distintas posiciones, de la misma forma que cualquier escuela historicista realiza una selección de datos que sirven para estructurar su tesis y desconsiderar otras. Pero lo que está fuera de toda duda, siguiendo las noticias de los diarios, día a día, y el sentido común, es que la presencia de Turquía en la UE, con la posibilidad de que en breve, varias decenas de millones de turcos musulmanes pasaran a Europa Occidental, supondría una desestabilización añadida a la actual. Que no es poca y que puede percibirse simplemente leyendo las columnas de los diarios.

Las consideraciones geopolíticas e históricas o lingüísticas, no pueden hacer olvidar lo esencial: que existe una brecha antropológica y cultural entre Europa y el mundo islámico y que esta brecha se traduce en el fracaso, en toda Europa, de la “integración” y de la “asimilación” de las poblaciones inmigrantes procedentes de esas zonas. Esto nos parece incuestionable, innegable e indiscutible y no una particular muestra de islamofobia gratuita y apriorística.

Sobre lo demás, podemos estar debatiendo todo lo que queráis. La escuela geopolítica española que tiene a Vicens-Vives como uno de sus principales exponentes, es excesivamente historicista, más valdría llamarla “geografía histórica” que “geopolítica”, a pesar de la proximidad y de la facilidad de acceso a sus obras, no es la que compartimos. El debate, a fin de cuentas, no es sólo geopolítico o geohistórico, es holístico e integrador de distintos aspectos de la realidad. Y uno de ellos es el impacto de la presencia de una inmigración aún más masiva de ciudadanos turcos hacia “su Oeste”. Eso, ni sería bueno para Europa, ni siquiera sería bueno para Turquía.

Resumiendo: si Claudio Mutti pretende sostener que yo defiendo las mismas tesis que la Casa Blanca, se equivoca. Son la mayoría de países de mayoría islámica (algunos confesionalmente islamistas) quienes se alinean desde hace décadas con Washington. Lo que yo estoy defendiendo es la idea de una Europa nacida de la colusión de tres filones: el mundo greco-latino, el mundo nórdico-germánico y el mundo eslavo. Una Europa que, aún invadida por el Islam, se liberó de él, lo expulsó o lo contuvo. Una Europa con entidad propia, actor principal en la estabilidad de Eurasia, junto con una Rusia reconstruida y China ascendente. Una Europa cerrada a la influencia del americanismo y que denuncie el aventurerismo de las camarillas judías que en Washington mueven los hilos del neoconservadurismo (ver al respecto el material y las informaciones incluidas en la web http://blogia.com/infokrisis). Eso y no otra cosa.

SOBRE THIRIART Y SU EVOLUCION

Comenta Mutti que he olvidado la evolución de Thiriart y que después de “Europa un imperio de 400 millones de hombres”, Thiriart aún tuvo treinta años más para matizar su pensamiento. No lo he olvidado. De hecho, por razones de edad, yo no pude conocer a Thiriart en 1968 cuando me incorporé a los circuitos políticos, sino en 1991, poco antes de que muriera. Conozco perfectamente la evolución de Thiriart, la he seguido e incluso he traducido algunos textos del “último Thiriart” al castellano y conozco también a Gil Mugraza, que ofreció en su entrevista con Thiriart, las tesis finales del fundador de Jeune Europe.

Dicho esto hay que añadir que la Biblia o el Corán se aceptan o se rechazan en bloque; uno no puede aceptar el “Cantar de los Cantares” y rechazar el “libro de los Macabeos”, uno no puede aceptar algunas suras del Corán y rechazar otras. Con Thiriart en cambio si puede hacerse dado que su contribución al pensamiento político no tiene “inspiración carismática”. Thiriart evolucionó (y no siempre por motivos objetivos), pero nosotros no estamos obligados a aceptar todas las fases de su evolución. Ver con simpatía la obra de Thiriart no implica necesariamente seguir los pasos de su evolución.

En la primera fase de su actividad política al frente de Jeune Europe, Thiriart había debido dar contenidos emotivos a su doctrina, se vio obligado a recuperar mitos o crear otros que dieran un contenido emotivo a la idea europea. En el fondo el mito y la política están interrelacionados. El proyecto político fracasó. En los años 60, no puede desvincularse de la evolución de Thiriart de la que siguieron otros componentes del nacionalismo europeo (Nouvelle Ecole, por ejemplo). Se atribuía el fracaso de las intentonas políticas a la derecha reaccionaria y recalcitrante y a los resabios que de ella subsistían en la extrema-derecha. Se juzgaba que había que separarse lo más posible de los contenidos de la derecha: Thiriart lo hizo aproximándose al mundo árabe, a China… lo más alejado de la vieja extrema-derecha. Como era de prever, nada de todo esto pudo concretarse y Thiriart quedó políticamente aislado a partir de 1967, con el fin de La Nation Europeenne y hasta los inicios del hundimiento de los países comunistas. En esa tercera etapa, Thiriart remodeló completamente su pensamiento y abandonó cualquier otra perspectiva en beneficio de un análisis exclusivamente geopolítico… esto es, alejado de cualquier preocupación social y alejado de todo vínculo con la realpolitik de su “entorno geopolítico”, es decir, Europa Occidental. ¿El resultado? Un pensamiento aislado por completo de cualquier movimiento sociopolítico de cierto calado y compartido por grupúsculos que frecuentemente se excomulgan unos a otros por algún pequeño matiz… tal como Thiriart pintó en “Europa un Imperio de 400 millones de hombres”, aludiendo a los grupúsculos de extrema-derecha.

Queda claro que cuando mencionaba un texto de Thiriart… conocía también su evolución posterior. Las citas que Claudio Mutti nos ofrece de Thiriart no aportan nada nuevo al debate: ya las critiqué en mi anterior aportación y no voy a insistir en ellas.

LAS GRANDES VECTORES DE LA HISTORIA Y LAS TENDENCIAS SECUNDARIAS

Cuando Claudio Mutti alude a elementos históricos casi da la sensación de que Santa Sofía de Constantinopla sigue siendo Santa Sofía de Constantinopla, el culto ortodoxo sigue practicándose allí y los fieles siguen admirando el iconostasio. Parece ser que allí hubo una invasión, un asalto a una ciudad, una masacre y un cambio en la orientación del culto. Cruz adios, media luna por los próximos 500 años. Esta es la realidad: el antiguo Imperio Romano de Oriente fue destruido y el ciclo histórico iniciado con el mito de Rómulo y Remo, quedó liquidado. Sería difícil no ver en este episodio lo más parecido a una invasión y a un acto, digamos, como mínimo, hostil, hacia Europa.

Pregunta Mutti que cómo puede llamarse a la cultura bizantina “occidental”. Algo que para él resulta misterioso… Seguramente Mutti puede contestarlo satisfactoriamente. Tampoco hace falta entrar en sofismas. Me resultaría difícil considerar a la cultura bizantina como “oriental” salvo en términos geográficos percibidos desde Europa Occidental. En el fondo ¿De qué estamos hablando? ¿de geografía? ¿de cultura? ¿de historia? ¿de religiones?

¿De geografía? Anatolia es “oriente” en relación a Barcelona y “occidente” en relación a Kabul.

¿De cultura? Culturalmente Turquía es hoy no-Europa y Bizancio si fue Europa. Mirad un icono y luego un retablo románico y veréis parecidos cánones. A menos que consideremos al cristianismo como un religión que tiene su centro y su eje fuera de Europa (lo cual hasta hoy no es así).

¿De historia? Bizancio fue una división del Imperio Romano y como tal, Roma era Europa. De hecho Roma aceptó los límites de su espacio geopolítico (circunscritos al eje Mediterráneo fundamentalmente). El impulso de Roma fue en ese sentido de oeste a este, de Europa a los confines de Europa: esto es, a Asia Menor. El impulso otomano e islámico fue de Este a Oeste, es decir, de fuera de Europa al corazón de Europa.

¿De religiones? Bizancio fue ortodoxa y Turquía islámica. Hoy Santa Sofía es una mezquita, no hay rastro en Santa Sofía de culto ortodoxo alguno.

Aun a expensas de lo que pueda explicar Steven Runciman en las 1500 páginas de sus tres tomos de la Historia de las Cruzadas, la primera impresión que se tiene es que un imperio en expansión (el otomano), chocó con un imperio en decadencia (Bizancio) y lo abatió. Esta es la gran tendencia de la historia en el siglo XIV-XV. La historia puede examinarse en sus grandes tendencias o en sus pequeños episodios; en ocasiones los pequeños episodios parecen ir en contradicción con las grandes tendencias… pero no tienen fuerza suficiente como para negarlas: la “gran tendencia” es el primer impulso islámico que se produce a partir de la predicación de Mahoma y que lleva a los musulmanes hasta Poitiers.

Es cierto que en algunos momentos hubo “coexistencia pacífica” entre el Islam y el mundo cristiano en los territorios ocupados en Asia Menor y antes a los visigodos en España. Y que algunos nobles visigodos fueron tenidos en consideración. Pero también es cierto que esta coexistencia, como la belleza de la poesía sufí andaluza, no pueden hacer olvidar que en España si hubo “limpieza étnica”, persecuciones religiosas en zona islámica y degüellos masivos de la nobleza visigoda (“noche de las fosas en Toledo”, por ejemplo) que se prolongaron hasta la expulsión de los moriscos en el siglo XVI, precedida de masacres difícilmente olvidables. Por cierto que, por entonces, los moriscos de las Alpujarras esperaban apoyar la invasión otomana y los moriscos sublevados en Granada adoptaron el atuendo turco: bonete rojo y turbante blanco. Y es igualmente indudable que en todo el mundo islámico el papel de los no islamistas, siempre, está muy disminuido o simplemente no existe… aun a pesar de que en algún momento sea cierto lo que dice Mutti sobre la presencia de comunidades cristianas en Turquía, como también existen en Irak. A no olvidar que tanto en Turquía como en Irak el Islam propio de estas zonas ha sido, al menos temporalmente atemperado, por el kemalismo y el baasismo laicos, respectivamente.

NO PERDER DE VISTA EL TEMA CENTRAL: TURQUIA Y LA UNION EUROPEA

Pero esto es alejarnos excesivamente del tema: el tema es Turquía y la no conveniencia de su ingreso en la UE. Los pequeños datos históricos que cita Mutti, requieren el concurso de especialistas o la relecturas de textos, no precisamente breves, como el de Runciman, que tienen escaso interés para concluir el debate sobre Turquía y la Unión Europea.

Lo que juzgamos aquí es si el ingreso de Turquía es favorable o no para la Unión Europea, no si históricamente el Islam es o no tolerante, practica o no limpieza étnica de los territorios conquistados, o si los islamistas disminuyen o no los derechos políticos y de culto de los no islamistas… cuestiones que, por otra parte, pueden responderse muy fácilmente a la vista del cariz que está tomando la presencia del Islam, AQUÍ Y AHORA, en Europa Occidental, es decir, en casa nuestra.

Tiene razón Mutti, cuando en el primer punto de su respuesta, nos acusa de resolver demasiado simplemente el problema de los límites de Europa y de los elementos que definen a Europa. Lamentablemente me ví forzado a examinar demasiado rápidamente algunos aspectos de la cuestión que no entraban directamente en el tema de fondo: Turquía. Tampoco es este el momento de entrar en otras cuestiones.

De todas formas si cabe decir que nadie alberga la menor duda de que el mundo eslavo forma parte de Europa. En cuanto a Rusia, evidentemente, en buena medida es Europa, pero también es algo más que Europa. San Petersburgo es Europa. Vladivostock difícilmente podría ser considerada como Europa.

Lo que hemos intentado establecer en la anterior respuesta a Mutti es: Eurasia está formada por tres actores principales (Europa que tiende cada vez más a identificarse con la UE, Rusia y China). Estos tres actores están obligados a cooperar para mantener:

1) la estabilidad de Eurasia y

2) aislar este amplio espacio geopolítico de las ambiciones de la nueva Cartago.

Este es el fondo de la cuestión y el objetivo principal: objetivo principal. Ante el objetivo principal, todos los demás se vuelven secundarios. Mi hipótesis de trabajo es que Turquía introduce un elemento de conflictualidad en Europa (choque cultural e inmigración masiva), Rusia (aspiraciones turcas a liderar los países turcófonos exrepublicas soviéticas) y China (en el Este de China abundan las comunidades turcófonas). La salida es: alejar a Turquía de la UE y, por extensión de Eurasia y orientarla hacia el mundo que es más similar a él, esto es, el mundo islámico.

Este es el núcleo del razonamiento que propongo. No otro. No creo que la geopolítica sea reducible a geohistoria, ni que puede aislarse la geopolítica de otras ciencias sociales ni mucho menos de la realidad objetiva de un determinado momento histórico: aquí y ahora, los problemas que crea Turquía dentro de la UE, para Europa y para Eurasia, son mucho mayores de los que genera fuera. Es resultado implica una opción: No a Turquía en la UE.

VOLVIENDO AL PRIMER THIRIART, DESESPERADAMENTE Y ABRIENDO OTROS DEBATES

A fin de cuentas debemos de ser conscientes de que no somos “nosotros” quienes hacemos la historia, ni mucho menos quienes construimos Europa. Es preciso reconocer que este proceso tiene lugar a nuestras espaldas: desde hace treinta-cuarenta años gritamos “Ni USA, ni URSS, anulemos Yalta, Europa Nación”. Pues bien, hoy la URSS ya no existe. Los EEUU se encuentran cada día más lejos de Europa y más cerca de su desplome interior. Nuestro papel en todo esto ha sido irrelevante. Es entonces hora de volver al “primer Thiriart” y decir con él: “Séptima vía [para construir Europa]: La Europa institucional nacida del tratado de Roma de 1957. De las siete probabilidades ya enunciadas, ésta es, evidentemente, la menos mala. El espíritu del tratado es excelente: sólo le falta el soplo del espíritu político para ser realidad. No son las débiles e inestables fuerzas políticas actuales las que podrán llevar el tratado de Roma a sus últimas consecuencias. El tratado es una excelente idea que espera ser fecundada por una fuerza que ninguno de los actuales regímenes democráticos es capaz de suscitar”. A continuación proponía la Europa construida por el “movimiento europeo integrado, el movimiento de vanguardia”. Bien, todo esto merece una reflexión. Fue escrito en 1964. Desde entonces ha llovido mucho.

A fuerza de hablar de la “Europa de los Mercaderes” no hemos advertido que con el paso del tiempo el “Mercado Común” ha pasado de ser un espacio económico destinado a optimizar y facilitar los flujos comerciales, a ser un embrión de federación. Si aceptamos como “objetivo principal” el ya mencionado: estabilidad de Eurasia sobre la base del entendimiento entre los tres actores principales (Europa, Rusia y China)… la realidad es que la forma jurídica de “Europa” es hoy la Unión Europea. De ser una sucursal de los EEUU durante la Guerra Fría, el “decoupling” se ha convertido en una realidad irrefutable.

Hay que trabajar sobre realidades políticas: la Unión Europea es una realidad política operante. Detrás del debate sobre Turquía se esconde un debate mucho más importante, el debate sobre “Europa”. Repetimos: a fuerza de insistir en “Ni USA, ni URSS: Europa”… otros han construido Europa. A estas alturas, cualquier análisis mínimamente profundo, concluye necesariamente que desde 1990 los caminos de Europa y de EEUU se separan y a velocidad desde 2002. Nuestros dirigentes políticos no son, indudablemente, un ejemplo para la Europa del futuro, pero si han logrado construir a partir de Maastrich, la federación europea.

Ahora queda el penúltimo peldaño: la constitución europea. A fuerza de negar la “Europa de los mercaderes”, los “mercaderes” han hecho a la Europa política. Ahora existe y vamos a tener que jugar con esta configuración. No con otra. Lo único a lo que podemos aspirar es a estar presentes en las instituciones europeas con un rostro propio y propuestas razonables que sintonicen con el sentir de una fracción de europeos y que no supongan una renuncia a nuestra tradición política o un error en el análisis global de la situación. Defender la idea de una Turquía dentro de Europa, aun cuando, como lo ha realizado Mutti, utilizando algunos argumentos históricos, es aceptable para un debate franco, no supone ni sintonizar con un sector del electorado europeo -y lo que es más grave- sino renunciar a nuestra tradición política, que al menos en España sostiene que los intereses del Islam y los de Europa son contradictorios. Y, sobre todo, constituiría un fenomenal error de análisis global.

Ernesto Milà
Villena, 10 de noviembre de 2004.

TEXTO ORIGINAL DE LA RESPUESTA DE CLAUDIO MUTTI

1. Il 2 novembre 2004 Ernesto Milà ha pubblicato sul suo sito informatico personale (infoKrisis) una Respuesta a Claudio Mutti. Turquia no es Europa, che contiene alcune obiezioni a quanto abbiamo scritto nell’articolo La Turchia e l’Europa, accessibile nel sito della rivista di studi geopolitici “Eurasia” (www.eurasia-rivista.org).

Alle argomentazioni del nostro articolo relative all’appartenenza della penisola anatolica allo spazio culturale europeo, Ernesto Milà obietta: “Quando l’Anatolia (specialmente la sua costa occidentale bagnata dall’Egeo) era un prolungamento della Grecia, si poteva parlare di lingua, etnia e cultura europea. Ma, a partire dall’invasione ottomana e dalla distruzione di Bisanzio, parliamo di uno spazio geopolitico europeo conquistato da un popolo indiscutibilmente non europeo. Di più: un popolo che praticò la pulizia etnica e religiosa, distrusse la cultura bizantina e creò una situazione nuova”. Alcuni di questi concetti vengono ribaditi ulteriormente: “Mutti evita di descrivere la storia della conquista ottomana di Bisanzio. Lì assistiamo alla distruzione della civiltà e della cultura occidentale. (…) Senza parlare della pulizia etnica nei Balcani in seguito all’irruzione turca”.

Ernesto Milà, dunque, sostiene che un popolo non europeo che venga ad insediarsi in Europa non diventa, per ciò stesso, un popolo europeo. Scrive infatti testualmente: “Noi neghiamo questo automatismo; il fatto accidentale di aver occupato un territorio europeo non implica l’acquisizione legittima della qualifica di ‘europeo’”. Egli però applica questo criterio unicamente al caso dei Turchi Ottomani, i quali si insediarono in Tracia, dimenticando che, per essere valido, tale criterio dovrebbe potersi applicare anche ad altri casi. Ci limitiamo a citarne uno solo: quello delle dieci tribù guidate da Árpád (sette tribù ugriche e tre turco-cabardine) che nell’896 invasero la Pannonia ex romana e vi si insediarono, rimanendovi stabilmente per millecento anni. Insomma, se bisogna assumere il criterio invocato da Milà, non sono europei i Turchi, ma neanche gli Ungheresi, i Székely, i Finlandesi, gli Estoni, i Bulgari e nemmeno parecchie popolazioni della Russia al di qua degli Urali e del Caucaso.

Perché allora Milà non rifiuta la qualifica di europei anche a tutti questi altri popoli? Semplice: perché molti di loro sono diventati cristiani. Anche se non lo dice esplicitamente, è questo uno dei concetti fondamentali in base ai quali egli stabilisce chi sia europeo e chi no. Lo si capisce benissimo quando dice: “L’attuale territorio della UE ha una uniformità religiosa evidente, che l’incorporazione di nuovi associati contribuirà a rompere”. Milà ha così aggiornato la sinonimia novalisiana: Die Christenheit oder Europa. Ma l’“unica cristianità” idealizzata dal poeta romantico non è mai esistita; sicuramente non è esistita dopo il primo grande scisma del 1054. Figuriamoci nell’UE del 2004!!!

Ma, dicevamo, secondo Milà l’appartenenza cristiana è solo una condizione necessaria per potersi dire europeo. Necessaria, ma non sufficiente. L’altra condizione richiesta consiste nel trarre origine “o dai popoli nordico-germanici o dal mondo classico greco-latino”. A questo punto, il carattere europeo dei popoli slavi diventa problematico. Esclusi a priori i Russi (che secondo Milà occupano uno spazio extraeuropeo) ed esclusi a priori i Bulgari (che sono originariamente un popolo turco), che ne facciamo dei Polacchi, degli Slovacchi, dei Croati? Cattolici sì, ma irrimediabilmente slavi. Dunque non europei.

Tuttavia le condizioni poste da Milà per potersi dire europei non sono terminate. Le nazioni europee, egli dice, “sono oggi democrazie stabili con un sistema economico liberale”. Ne consegue che la formula di Novalis, ulteriormente adattata, dovrebbe suonare così: “la liberaldemocrazia ovvero l’Europa”.



2. Ma torniamo ai Turchi. Gli Ottomani, secondo Milà, “distrusse[ro] la cultura bizantina”, che egli identifica tout court con la “cultura occidentale”. In che modo può essere chiamata “occidentale” una cultura che, chiamandosi “bizantina”, trae il proprio nome dalla capitale dell’Impero Romano d’Oriente? Per noi è un vero e proprio mistero…

Quanto alla asserita distruzione della cultura bizantina ad opera degli Ottomani, ci permettiamo di segnalare a Ernesto Milà quel capolavoro del grande storico romeno Nicolae Iorga che è Byzance après Byzance (Balland, Paris 1992), in cui viene descritta la fioritura della civiltà bizantina dopo il 1453, sia nei territori dell’Impero ottomano sia nelle zone adiacenti in cui essa si diffuse. “Bisanzio, con tutto ciò che essa rappresentava (…) non poteva scomparire con la caduta successiva delle sue tre capitali - Costantinopoli, Mistrà e Trebisonda - nel XV secolo. (…) Bisanzio si conservò fino a un’epoca che cercheremo di definire (…) Dopo la trasformazione, per molti versi soltanto apparente, del 1453, essa [la cultura bizantina, n.d.r.] si annetterà forme di civiltà provenienti dal mondo gotico di Transilvania e Polonia, attraverso la Moldavia romena” (pp. 7-8). Oltre al libro di Nicolae Iorga, segnaliamo a Milà anche un altro studio che illustra la continuità bizantino-ottomana: L’Islam e l’eredità bizantina di Piero Calò, pubblicato nel 1990 dalle Edizioni all’insegna del Veltro.

Ci sono però altri libri, dei quali consiglieremmo volentieri la lettura a Ernesto Milà. Il primo è La caduta di Costantinopoli 1453 di Steven Runciman. A p. 143 dell’edizione italiana (Feltrinelli, Milano 1968) Milà potrà informarsi circa la vera sorte del patriarca che resse le sorti della comunità cristiana di Costantinopoli negli anni che precedettero la conquista ottomana: Gregorio Mammas “era fuggito dalla città nel 1451”, sicché risulta del tutto infondata l’affermazione dello stesso Milà, secondo cui il patriarca sarebbe morto combattendo contro i Turchi assieme al basileus Costantino XI. Nel celebre studio di Franz Babinger su Maometto il Conquistatore e il suo tempo (Einaudi, Torino 1967), invece, Milà potrà leggere che nel 1453 l’elezione e la consacrazione di Giorgio Scholarios ebbero luogo “secondo l’uso e l’ordinamento tradizionale” (p. 111), sicché risulta piuttosto azzardato asserire, come fa per l’appunto Milà, che il governo ottomano “depose e assassinò i patriarchi di Costantinopoli”.

Come si è visto più sopra, Ernesto Milà accusa gli Ottomani di aver praticato “la pulizia etnica e religiosa”. È vero esattamente il contrario. L’Impero ottomano fu sempre un edificio multietnico, a partire dalla classe dirigente, che annoverò numerosissimi visir, ministri e capi militari di origine greca, slava, albanese ecc. (Si veda a questo proposito il nostro articolo Roma ottomana, in “Eurasia”, 1, 2004). Addirittura, fu multietnico fu lo stesso harem dei Sultani, sicché, se vi fu pulizia etnica, essa avvenne proprio a danno del sangue turco, che nella Casa di Osman diminuì da una generazione all’altra! Ma nemmeno di pulizia religiosa è possibile parlare, altrimenti non esisterebbero comunità cristiane nei territori dell’ex Impero ottomano.

Ernesto Milà vuol sostenere questa tesi adducendo il caso dell’Albania e della Bosnia: “La maggioranza degli Albanesi e dei Bosniaci abbandonarono il cattolicesimo e adottarono l’Islam durante l’occupazione ottomana, che durò fino al 1912”. Ora, se è vero che nel 1912 fu proclamata l’indipendenza dell’Albania, la Bosnia si staccò dall’Impero ottomano un po’ prima del 1912: affidata nel 1878 dal Congresso di Berlino alla tutela e all’amministrazione absburgiche, la Bosnia fu annessa all’Austria-Ungheria nel 1908. Quanto all’affermazione secondo cui i Bosniaci avrebbero abbandonato il cattolicesimo, essa non corrisponde alla realtà storica. I Bosniaci erano bogomili, ossia seguivano una dottrina di derivazione manichea che era duramente perseguitata, in quanto eretica, dalla cattolica Ungheria. Per sottrarsi alla persecuzione cattolica, nel 1463 i Bosniaci si schierarono dalla parte di Mehmed II; in seguito all’integrazione della Bosnia nell’Impero ottomano, i bogomili si convertirono all’Islam e formarono un importante ceto di dignitari nel loro paese.



3. Passiamo ad altro. Siccome nel nostro articolo avevamo citato Jean Thiriart, il quale in un articolo del 6 marzo1964 scriveva che “La Turchia è Europa”, Ernesto Milà trascrive un altro brano di Thiriart, dove Vienna (1529, 1683) e Lepanto (1571) vengono menzionate tra le località in cui l’Europa ha combattuto nel corso dei secoli per la propria indipendenza. Il libro da cui Milà ha estratto il brano in questione è L’Europe. Un empire de 400 millions d’hommes, uscito nel 1964. Milà dimentica che, dopo la pubblicazione di questo libro, Jean Thiriart visse ancora una trentina d’anni, nel corso dei quali ebbe modo di modificare e aggiornare le sue vedute. Per quanto riguarda in particolare la Turchia, già nel 1964 Thiriart scriveva:

”La Turchia è Europa (…) I nazionalisti (così essi si autodefiniscono) sono individui di scarsa immaginazione e scarsa ambizione. (…) Il nazionalismo – nella semantica attuale del termine – è una filosofia e uno stile di vita per vecchi, anche se magari hanno diciassette anni nel senso fisiologico. Quando mi è capitato di dichiarare che la Turchia è Europa, ho sollevato un diluvio di proteste pedanti. Ma come? E il Turco nemico ereditario? E il musulmano aborrito? Non è mancato niente in tutto ciò, neanche l’oleografia del massacro di Chio. I nazionalisti hanno una visione estremamente sentimentale della storia: si potrebbe dire che hanno un’ottica rovesciata della realtà. Nel 1964 il problema politico-storico si pone nel modo seguente: i Turchi controllano l’accesso al Mediterraneo orientale, l’Europa deve controllare questo mare, dunque i Turchi sono Europei. Spetterà ai moralisti, agli scrittori, agli storici, in una parola agli intellettuali di aggiungere alle mie considerazioni realistiche gli ornamenti morali abitualmente richiesti dal galateo. È criminalmente imbecille respingere la Spagna dal Mercato Comune in nome del democratismo, come fanno i socialisti fanatici; è stupido ostracizzare la Jugoslavia di Tito, così come fa la destra, perché la Spagna e la Jugoslavia sono in primo luogo territori europei e solo in maniera del tutto accessoria e precaria sono le sedi rispettive del franchismo e del titoismo. Idem dicasi per la Turchia, della quale abbiamo bisogno. Non è affatto il caso di prendere partito, per motivi sentimentali, a favore dei Greci perché sono cristiani, mentre gli altri sono musulmani (…)” (Criminelle nocivité du petit-nationalisme: Sud-Tyrol et Chypre, “Jeune Europe”, 6 mars 1964, p. 173).

Nel 1967 Thiriart ritornava sull'argomento, pubblicando su "La Nation Européenne" (n. 16, aprile-maggio 1967, pp. 32-33) un articolo di Leonardo Fiori significativamente intitolato Turquie, Gibraltar du Bosphore. L'articolo concludeva così: "L'Europa ha bisogno della Turchia, non solo per la sua grandissima importanza strategica, ma soprattutto perché la Turchia è in primo luogo una provincia della nostra Europa". All'articolo di L. Fiori si accompagnava un riquadro, nel quale era riportata una dichiarazione del ministro degli esteri turco Cemal Erkin, secondo il quale "la Turchia aspira a integrarsi definitivamente nell'Europa unita di domani".

Nella lunga intervista rilasciata a Bernardo Gil Mugarza nel 1983 (Les 106 réponses à Mugarza, Bruxelles 1983, vol. II, p. 141), Thiriart aggiungeva altre considerazioni. "I Dardanelli – diceva - costituiscono un luogo strategico dell'Europa. (...) La Turchia è una provincia della Grande Europa. Quindi, le campagne di stampa turcofobe non soltanto sono di pessimo gusto, ma sono idiozie politiche. Certo, c'è il problema degli immigrati turchi nei due comuni di Bruxelles. Ma è un problema sociale. Gli autori delle campagne di stampa suddette si rivelano politici di sottoprefettura, che si pavesano del titolo di 'Europei' senza neanche sapere che cosa sia l'Europa. (...) Bisogna condannare con estrema severità tutta la letteratura nazionalista tedesca antitaliana e tutta la letteratura nazionalista belga antiturca. Si tratta di sentimentalismo e di xenofobia pericolosi per l'unità politica dell'Europa". E ancora: "L'Europa conterrà dei Turchi, dei Maltesi, dei Siciliani, degli Andalusi, dei Kazaki, dei Tatari di Crimea - se ne rimangono -, degli Afgani. Per il semplice fatto che l'Europa non potrebbe esistere in modo vitale senza possedere e controllare i territori abitati da questi popoli" (p. 141). E infine: "Il Bosforo costituisce il centro di gravità di un impero che in un senso va da Vladivostok alle Azzorre e nell'altro va dall'Islanda al Pakistan. Istanbul è il centro di gravità geopolitico di un Impero euro-sovietico. (...) E' il luogo in cui insediare la capitale di un Impero" (pp. 37-38).



4. La tesi di Ernesto Milà è che “la Turchia è stata, storicamente, una potenza avversaria dell’Europa”. Si tratta però di una tesi contraddetta dai fatti storici, i quali ci presentano la Turchia come l’alleata ora di una parte dell’Europa ora di un’altra: per fare un paio di esempi, nel XVI sec. essa si schierò con Francesco I contro Carlo V, mentre nella prima guerra mondiale si alleò con gli Imperi Centrali contro la Triplice Intesa. Dunque, se in tali circostanze la Turchia è stata avversaria dell’Europa, lo sono state anche la Francia, l’Austria-Ungheria e la Germania. Il che è assurdo.

Il nemico ottomano di ieri, dice ancora Milà, coincide con la Turchia del nostro tempo, così come la Cartagine dell’antichità è il Maghreb di oggi. Qui la realtà delle cose viene totalmente rovesciata, poiché gli eredi della talassocrazia economica cartaginese non sono certamente il Marocco o l’Algeria o la Tunisia di oggi. “Cartagine, cioè l’Inghilterra”- scriveva correttamente Simone Weil, la quale, è ovvio, era solidale con la Cartagine britannica. “Cartagine, cioè gli Stati Uniti” – si deve dire oggi. E si deve aggiungere e ripetere continuamente, come Catone: Carthago delenda est!

Quanto alla tesi di Milà, essa discende da un a priori ideologico, che è quello secondo cui “l’identità europea si è forgiata nella lotta contro il mondo islamico”. Di qui l’immancabile rievocazione dei “grandi fatti storici della Reconquista o delle Crociate”. Ma la risposta a tali argomenti è già stata data da un pezzo; ed è la risposta magistrale di un Europeo al quale nessuno oserà contestare il titolo di “buon Europeo”. Eccola: “Il cristianesimo ci ha carpito con la frode la mèsse della civiltà antica; più tardi ci ha di nuovo defraudato della mèsse della civiltà islamica. Il mondo meraviglioso della civiltà moresca, a noi in fondo più affine, più eloquente al senso ed al gusto che non Roma e la Grecia, venne calpestato – non dico da quali piedi – perché? Perché era debitore della sua nascita a istinti nobili, virili, perché diceva sì alla vita anche con le rare e raffinate delizie della vita moresca!… Più tardi i cavalieri crociati combatterono qualcosa, davanti a cui meglio sarebbe convenuto loro prostrarsi nella polvere, - una civiltà al cospetto della quale persino il nostro diciannovesimo secolo dovrebbe apparirci molto povero, molto ‘tardo’. – Certo, volevano far bottino: l’Oriente era ricco… Ma siamo giusti! Le Crociate – alta pirateria, niente di più!” (Friedrich Nietzsche, Anticristo, 60).

La matrice dell’a priori ideologico di Milà si manifesta perfettamente quando egli afferma che “le minacce contro l’Europa provengono dall’attuale mondo islamico”. È esattamente la stessa identica tesi diffusa dai teorici della Casa Bianca. Quelli che vorrebbero arruolarci nelle imprese di pirateria di oggi.

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