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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

GRANDEZA Y MISERIA DE LAS NUEVAS TECNOLOGIAS.

GRANDEZA Y MISERIA DE LAS NUEVAS TECNOLOGIAS. Redacción.- La revolución tecnológica, presentida en los años 70, iniciada de forma efectiva en los 80 y cuya evolución en el Siglo XXI es imprevisible, ha generado una nueva era: la Era Tecnotrónica. Nuevas tecnologías y microelectrónica se han aunado para constituir el ambiente en el que se desarrollará la humanidad futura, la Tecnosfera. En un momento en que la investigación histórica ha podido demostrar que todas las civilizaciones son mortales, deberíamos preguntarnos si la esencia de la Tecnosfera es o no compatible con la naturaleza humana. Responder a esta pregunta es ocioso.

La humanidad hoy no puede prescindir de las nuevas tecnologías. No sabemos si lo que la ciencia ha creado marca o no el crepúsculo de lo humano. Lo que intuimos es que lo humano, a finales del segundo milenio, es impensable sin el apoyo de la tecnología.

Este artículo pretende alertar sobre los riesgos de la revolución tecnológica, animando a que aquellos que se sientan en condiciones de afrontar su desafío, la utilicen para un fin muy diferente del que ha sido inicialmente pensada. El análisis de la tecnósfera nos lleva, fatalmente, a la cuestión de saber de qué manera puede ésta contribuir a que nuestra civilización realice una verdadera revolución, la única revolución posible: la que supone volver a los orígenes de lo humano.

I. ECONOMIA + TECNOLOGIA = CREPUSCULO DE LO HUMANO

Los conocimientos que antes tardaban décadas en transmitirsirse desde el foco investigador hasta los interesados, ahora se transmiten de forma inmediata. Este proceso ha producido una rápida evolución tecnológica que modifica los fundamentos mismos de la sociedad. Hasta ahora era imposible codificar el saber y transmitirlo instantáneamente a través del espacio y perpetuarlo en el tiempo. Gracias a Internet, esta barrera ha saltado. Pero Internet y las nuevas tecnologías han hecho mucho más que esto.

En la última década la tecnología ha formado un rodillo compresor sin control. Desde principios de siglo, pudo decirse con propiedad que "la economía es nuestro destino". Hacia los años cincuenta esa misma economía -que había sido generada para servir al hombre- pareció cobrar vida propia, romper cualquier cauce y control y convertirse en dueña de lo humano. Hoy es la hora de la técnica.

A las puertas del siglo XXI, la tecnología es nuestro destino. En los últimos diez años se ha constituido un combinado explosivo que no dejará de desarrollarse durante el próximo cuarto de siglo: revolución digital -en estado bien avanzado-, la manipulación genética -campo principal de investigación- y la nanotecnología -hoy en sus primeros pasos- conforman el destino de nuestra generación y de las próximas. Desbordados, primero por una economía incontrolable y luego por una tecnología desatada, asistimos al crepúsculo de lo humano. La política que, hasta hace doscientos años, ciencia y arte de la conducción de las Comunidades humanas, se ha visto rebasada primero por la economía y luego por la tecnología. Y esto ha creado un drama en Occidente.

II. DE LA POLITICA COTIDIANA A LA "GRAN POLITICA"

No en vano, el liberalismo surgido con el fin de la sociedad estamental, fue, ante todo, una doctrina económica, que tuvo luego en la partitocracia su traducción política. El libremercado de la economía al hacerse forma de organización política, se convirtió en el libremercado de las ideas. La verdad, la justa línea política, ya no eran una cuestión ética, moral o simplemente una tradición, sino, básicamente, una cuestión numérica. El gran error del liberalismo fue confundir calidad con cantidad y otorgar a la ley del número un valor metafísico y seudo-religioso.

La política hoy ha sido rebasada por la tecnología como ayer lo fue por la economía. El poder tecnológico aporta poder económico y el poder político se adecua a sus necesidades con fidelidad perruna. Paro esa política, caída al más bajo de sus niveles históricos, no existe otra ética ni moral más que la del lucro y el máximo beneficio. No es raro que sacrifique cualquier directiva -incluso la garantía de continuidad de la vida en el planeta- en aras del beneficio y del rendimiento del capital invertido.

La humanidad tecnológica de los albores del Tercer Milenio está siendo dirigida con las ideas anticuadas, torpes y agónicas de fines del siglo XVIII. Intentar reflexionar sobre los destinos de la humanidad implica, en definitiva, entrar en una discusión política, puesto que de lo que estamos hablando es de comunidades, no de élites tecnológicas o financieras.

Pero esta "política" no es la pequeña política cotidiana, sino la Gran Política de la que hablara Nietzsche, aquella que es, repetimos, ciencia y arte de conducir las Comunidades humanas.

III. REVOLUCION TECNOLOGICA Y CAMBIO SOCIAL

La revolucion tecnológica ha implicado un cambio en la estructura social y en la geoeconomía. Georges Dumezil ha demostrado como las sociedades indo-europeas han tenido una tendencia irreprimible, incisa en sus genes o, si se quiere, en lo más profundo de su alma, a adquirir una estructura trifuncional. Nuestras sociedades hasta el siglo XIX fueron estamentales (guerreros, sacerdotes, productores). El esquema volvió a repetirse como caricatura cuando los estamentos o castas se transformaron en clases sociales (alta burguesía, burguesía media y proletariado). Hoy nuestras sociedades caminan hacia lo que se ha dado en llamar "sociedad de los tres tercios".

La revolución tecnológica, y particularmente las teleactividades (trabajo realizado desde el domicilio) y la robótica (trabajo realizado por máquinas inteligentes) han arruinado la estructura económico-social que domino en Occidente desde la primera revolución industrial. El trabajo, cosificado y transformado en mercancía por el liberalismo, se rije, como cualquier otra, por la ley de la oferta y la demanda. Las ingentes bolsas de parados garantizan que el precio de adquisición del trabajo seguirá siendo bajo.

Las bajas tasas de natalidad del Primer Mundo corrían el riesgo de que se produjera una descompensación entre la oferta de trabajo y la demanda del mismo. La inversión de la pirámide de población podía haber llegado a ser, especialmente en Europa, la garantía de que la mercancía-trabajo, podría venderse en un futuro, más cara. La emigración extra-europea ha paliado este riesgo. Se trata de una fuerza de trabajo que se vende a bajo precio. Algo comprensible si tenemos en cuenta las precarias condiciones de vida (sociales, económicas y políticas) de los focos de emigración. Pero eso no era todo.

Junto a la emigración, otro fenómeno a contribuido a desplazar el eje de la producción fuera del Primer Mundo. Desde mediados de los años 70 ya empezó a observarse la tendencia de las multinacionales a establecer sus plantas productoras en el Tercer Mundo, donde las condiciones laborales eran más benignas para los empleadores y agobiantes para los empleados. Esta tendencia no ha dejado de crecer y multiplicarse. Si hoy el grado de desarrollo debiera medirse por la presencia de industria, el Primer Mundo figuraría como una zona en declive hacia el subdesarrollo.

IV. LA IMPARABLE MARCHA HACIA LA "SOCIEDAD DE LOS TRES TERCIOS"

El Primer Mundo se ha convertido en el paraiso del sector terciario, como distintas zonas del Tercer Mundo (los "dragones asiáticos", Méjico, etc.) lo son de la industria de producción de bienes.

El "taylorismo" (la eufemisticamente llamada "organización científica del trabajo") acarreó el fin del artesanado. En los años ochenta, la robótica (sustitución de las rutinas por máquinas) y la nueva geopolítica del trabajo, han generado una situación desconocida hasta ahora en el Primer Mundo: la muerte del trabajo productivo y el fin de las profesiones.

En menos de quince años (lo que tarda en agotarse la generación que hoy tiene 45 años) solamente una pequeña parte de la población estará vinculada a la producción. Una fábrica será un lujo en el Primer Mundo. La "terciarización" de la economía hará imparable la marcha hacia la sociedad de los "tres tercios": ni habrá trabajo para todos, ni voluntad de distribuir las parcelas existentes. Un primer tercio de la población occidental habrá conseguido insertarse en el mercado de trabajo terciarizado; vivirá de acuerdo con la legislación social y fiscal vigente. Cotizará a la Hacienda Pública, pagará sus impuestos, estará en regla con la Seguridad Social o el mecanismo que la haya sustituido. Tendrá, en general, un aceptable nivel de vida; se podrá permitir tanto el ahorro como el consumo. Pero serán los únicos.

Un segundo tercio de la sociedad, formado quizás por inmigrantes que acepten los trabajos más bajos y peor remunerados, de un lado, y de otro, por individuos que vivan del Tesoro Público, de las instituciones asistenciales, y que, de tanto en tanto, puedan acceder a trabajos temporales, mal remunerados y siempre discontinuos, será el eslabón intermedio entre el primer tercio y el tercero.

Este tercer sector de la sociedad vivirá en una marginalidad total. Situados fuera de cualquier mecanismo asistencial, recurriendo con frecuencia a la caridad pública, o a las ONG's, sin que sus nombres consten ni en los ordenadores de Hacienda, ni en los de Seguridad Social, conjugarán trabajo negro con delincuencia. No les quedará siquiera la esperanza de salir de la marginalidad, sino que su único anhelo será sobrevivir en un día a día angustioso e incierto.

Una sociedad así está en trance de constitución en los EEUU a poco que se observe la realidad cotidiana. Y síntomas del proceso pueden percibirse igualmente en Europa Occidental. Pero una sociedad en la que un tercio sostiene la estructura del Estado y a los otros dos, no es una sociedad que pueda perpetuarse durante mucho tiempo. Es, antes bien, el paradigma de la inestabilidad. Y como tal se desplomará, quién sabe si por su propia debilidad interior.

V. VIRTUALIDAD Y REALIDAD

Hasta llegar a la situación actual, la humanidad ha vivido tres revoluciones sucesivas. Durante el neolítico la Naturaleza (materia, a la postre) se transformó en mercancía (otro status de la materia) mediante el trabajo físico. La revolución industrial hizo que una materia primera se transformara en otra materia (producto), mediante la energía. Hoy la revolución tecnológica ha logrado transformar la materia en materia y nuestra relación con ella, mediante la informática.

La producción de bienes que desde el neolítico hasta principios del XIX se realizaba mediante la fuerza del trabajo, a partir de la revolución industrial pudo hacerse gracias a la energía. Esto provoco una explosión de la productividad. Los beneficios también se dispararon. La organización social y el ecosistema quedaron, eso sí, alterados hasta lo irrecuperable; pero esto importaba poco, el Sistema no entendía de valores éticos o ecológicos. Lo que va de la revolución industrial a la tecnología es lo que va del reemplazo de la energía por la información. En esto consiste precisamente el proceso de virtualización: en reemplazar materia por información.

La humanidad neolítica vivió en un ambiente Natural. Las transformaciones posteriores de la sociedad generaron un ambiente Arquitectural. Hoy, la revolución tecnológica, ha generado un ambiente Virtual. Nadie duda que este cambio tiene una importancia metafísica: lo Virtual es lo contrario de lo Real. No es otra forma de realidad, sino una convención que reemplaza lo tangible por una fantasmagoría.

Antes se decía "Si no lo toco no es real". La revolución tecnológica quiere decirnos lo contrario: "Si puedo tocarlo no es real". Hubo un tiempo en que si el hombre deseaba saber lo que era la Naturaleza no tenía otro camino más que el que conducía al Bosque. A partir de los años cincuenta bastó con encender un aparato de TV para saber lo que era el bosque y hoy un bosque puede ser creado en el cyberespacio sin que tenga una existencia real.

La revolución tecnológica ha acelerado una tendencia ya existente desde el triunfo del liberalismo económico. Cuando adquirimos cualquier producto, estamos pagando, no solamente el valor material de ese producto, sino una serie de añadidos inmateriales (esto es, virtuales), la publicidad, la imagen, el marketing...; a mayor es el valor inmaterial, corresponde una mas alta virtualidad del producto.

Finalmente ha llegado un momento en que lo virtual ha generado un muro entre nosotros y el mundo real. La virtualidad nos impide percibir la realidad. Llega un momento en el que nosotros mismos, dejamos de ser nosotros mismos para convertirnos en una mera imagen forjada para deleite de los otros y satisfacción de nuestro propio narcisismo.

VI. LAS CONSECUENCIAS METAFISICAS

La verdadera sabiduría consiste en vivir aquí y ahora: en un tiempo real, una existencia sensible. El precepto platónico "ser uno mismo" resuena aun en del viejo continente. Pero ya no somos nosotros mismos, sino la sombra de unos arquetipos generados por el marketing y la publicidad (somos imagen).

No vivimos en nosotros, sino en imágenes que hemos asumido, como aquel espectador de un film que termina identificándose con el seudo-héroe protagonista. La imagen no sobrevive al tiempo, por que es, como el fotograma de una película, una sucesión inagotable de instantes, cuyo sentido no se percibe aisladamente. La imagen es devenir, movimiento, agitación. Lo esencial de la persona es el Ser, núcleo íntimo de lo humano, es decir, estabilidad, serenidad, inmovilidad.

El Ser y el devenir corresponden a lo real y a lo virtual. En cada momento de nuestra existencia estamos eligiendo entre uno u otro. Pero la economía y las tecnologías ya han elegido por nosotros. La virtualidad es nuestro destino suplementario.

VII. EL CREPUSCULO DE LO HUMANO

Lo humano está compuesto por un cuerpo, un espíritu y un núcleo íntimo o alma. La máquinas tienden a dotarnos de otros brazos y otras piernas, músculos de hierro y acero. La informática sustituye a nuestro cerebro, allí donde mora lo esencial de nuestro espíritu. Los robots, combinaciones de informática y biomecánica, serán nuestros más directos competidores en el futuro.

Con el paso de las décadas muchas de nuestras habilidades se verán mermadas y sustituidas ventajosamente por máquinas. Hoy un programa de tratamiento de textos hace inútil que estudiemos gramática; una calculadora sustituye nuestra capacidad de cálculo mental; el automóvil hace inútiles nuestras piernas. Los teléfonos celulares hacen inútil la comunicación telepática. La TV y la informática hacen ociosa nuestra imaginación. En la investigación espacial o submarina la robótica ya ha creado equipos que superan dificultades jamás accesibles a lo humano.

Las tecnologías futuras, no solo sustituirán utilidades de nuestro cuerpo, sino que terminarán invadiéndolo. A eso apunta la nanotecnología o los avances en materia de transplantes, biomecánica o genética. Implantes y prótesis, la clonación, hará dependientes nuestros cuerpos de la tecnología.

Está naciendo el mundo posthumano, mundo en el que el Ser está ausente, mundo en un perpetuo devenir tecnológico. ¿Cuánto tiempo se tardará en delegar algunas funciones de nuestra conciencia a equipos informáticos? ¿para cuándo los implantes de cerebro crearán sensaciones virtuales tan reales como si hubieran tenido existencia fenoménica? ¿para cuándo el sueño de un hombre inmortal, gracias a la nanotecnología, la criogenia y las técnicas de clonación? ¿cuándo seremos cómo Dios?

De la misma forma que una bola de nieve que cae por la pendiente de una montaña, no tiene otro destino final que seguir cayendo a velocidad creciente y arrastrarlo todo a su paso, la situación actual (economía + revolución científica) no puede sino llegar hasta sus últimas consecuencias: la realización del sueño adámico, la inversión del modelo divino, concretada en un nuevo titanismo tecnológico.

VIII. EL CYBERESPACIO, ¿VEHÍCULO DEL VIEJO PARADIGMA?

Buena parte de los contenidos que circulan por el cyberespacio tienen un carácter, absolutamente inútil, o son simplemente patógenos. La noción misma de cyberespacio, en alguna de sus acepciones, es absolutamente insana. Internet juega en la misma dirección que otros procesos concurrentes iniciados a principios de la década de los ochenta: es un factor más de repliegue a lo individual e íntimo.

El cyberespacio nos conecta con otros a quienes jamás conoceremos. Nos habla de un mundo que posiblemente nunca veremos en la medida en que el cyberespacio es inconcebible si abandonamos la mesa donde está instalado nuestro ordenador. El sexo virtual es la ultima ratio que nos ofrece el cyberespacio. No solamente hace inútil las relaciones interpersonales sino que incluso las sustituye por un patético remedo de sexualidad apto solo para onanistas. El cyberespacio, por lo demás, no ha inventado la paidofilia, pero sí ha creado el marco más adecuado para su desarrollo.

Resulta un misterio el saber si, tal como auguraba John Perry Barlow, en su "Declaración e independencia del cyberespacio", éste estará en condiciones de regularse a sí mismo y si no reproducirá las mismas lacras -incluso corregidas y aumentadas- de la sociedad en cuyo interior ha nacido. Y, por lo demás, ésta voluntad de autorregulación y de creación de una nueva ética y moral, pertenece al carácter utópico del proyecto tecnológico. En el cyberespacio se proyectan esperanzas utópicas. En cierto sentido el cyberespacio es el hijo bastardo del proyecto contracultural de los años sesenta y no es raro, por ello, que quienes tuvieron un protagonismo en aquel movimiento se hayan lanzado a la conquista de este nuevo medio tecnológico. El fallecido Thimoty Leary no era una excepción.

La contracultura fue un intento de hacer el viejo lema "libertad, igualdad, fraternidad", enarbolado por la revolución burguesa de 1789 y por la proletaria de 1917 y enfangado por ambas. El proyecto contracultural pretendía encontrar una tercera vía entre el capitalismo y el comunismo burocrático. Pero el objetivo final era común en los tres proyectos y está presente en la ideología dominante en el cyberespacio. La revolución tecnológica, aun rompiendo los ritmos y la estructura de la sociedad surgida de la revolución burguesa -todavía hegemónica en sus valores y formas organizativas- no es sino una prolongación extrema y terminal de la misma.

IX. EL CYBERESPACIO, PUNTO DE ENCUENTRO DE LOS DISIDENTES

Pero el cyberespacio es eso y justamente lo contrario. Un concepto global y holístico como éste, necesariamente debía generar en su interior una contradicción que atentara contra su misma matriz (la revolución burguesa como matriz inicial y la contracultura como matriz más reciente).

Si en la contracultura participaron "disidentes" de todos los pelajes que, finalmente, fueron integrados en el sistema, creando la sensación de que nada podía cambiar y que era necesario pasar de lo "apocalíptico" a lo "integrado", ahora el cyberespacio ofrece una trinchera a todos aquellos que no compartan los ideales dominantes en los últimos doscientos años.

El cyberespacio es A y no-A a la vez y, por tanto, permite que, por primera vez, los disidentes del sistema, tengan al alcance de la mano una parte de las nuevas tecnologías, que las utilicen a su servicio y que creen con ellas las nuevas armas de la revolución del futuro.

X. HOY EL TIGRE SE CABALGA EN EL CYBERESPACIO

La única forma de que un tigre no acabe con nosotros es montarse a sus espaldas y esperar que cansado se detenga, solo entonces será posible asestarle el golpe definitivo. Se trata de utilizar, como en algunas técnicas de combate orientales, la fuerza del adversario para desequilibrarlo y hacerle morder el polvo.

Gracias al cyberespacio el disidente de la sociedad tecnoburocrática sabe que no está solo, que otros muchos como él sienten en su corazón el bullir de nuevas ideas y la necesidad de abandonar una etapa, que aunque breve -apenas doscientos años- no ha sido precisamente gloriosa en la historia de la humanidad. Gracias al cyberespacio cerebros ardientes hasta ahora incomunicados entre sí pueden realizar el mismo efecto en la "red" que una microscópica partícula de arenisca en el interior de una ostra: crear, casi de la nada, una maravillosa y rica perla.

El cyberespacio, en principio, es, objetivamente, la negación del materialismo científico. Por primera vez el espíritu científico se ha visto obligado a reconocer la existencia de un espacio inmaterial. Quién está habituado a practicar surfing por el cyberespacio sabe hasta qué punto los soportes materiales son prescindibles y puede, por tanto, concebir, siquiera de manera intuitiva, lo que es la espiritualidad. Quien tiene un concepto exacto de lo que es el cyberespacio puede asumir tranquilamente la idea de la unidad holística entre el Cosmos, la Naturaleza y lo Humano.

Pero además basta buscar un poco para averiguar que existe una cyber-espiritualidad ya inserta en la red. Alguién ha comparado la progresiva densificación y consolidación del cyberespacio con la construcción de las catedrales. Ambos son, en efecto, dos grandes proyectos de civilización. Una catedral es una representación holística del cosmos. Así las concibieron los maestros de obras desconocidos que trazaron sus planos. Representaciones con su medida, su ritmo y su armonía, como el cosmos mismo. El cyberespacio es como una de esas piedras en bruto, utilizadas por los canteros medievales, de las que decían que contenían todas las formas posibles y que solamente era necesario trabajarlas para extraer de la piedra en bruto aquella forma que interesaba. El cyberespacio es una piedra en bruto que puede transformarse, primero en la grava y luego en la arenilla, reflejos de lo inútil, o bien, ser soporte para una nueva Edad de Oro.

XI. EL CYBERESPACIO COMO TAMBOR DE UN DESPERTAR ESPIRITUAL

Nuestra generación y las generaciones que vendrán después, tienen todo un mundo que repensar y construir. En este proceso el cyberespacio jugará un papel determinante. Lo humano que ha pasado por distintos estadios (mágico, mítico, racional) tiene ahora la disyuntiva de diluirse en lo indivual o bien tender hacia lo comunitario. El individuo es aquel ente replegado en sí mismo, aislado de los demas. La "comunidad" es un grupo social unido por un mismo proyecto y una misma intención histórica.

La fase racional de la civilización se correspondió con estructuras nacionales. El cyberespacio y la economía han hecho saltar por los aires el concepto de "fronteras nacionales". Hoy no hay más patria que la idea por la que un ser humano sigue en pié en un mundo en ruinas, un mundo que, como cantaba Woody Goothie, "está enfermo y agoniza, aunque apenas sí acaba de nacer"... Frente al concepto horizontal e igualitario de nación como conjunto de todos los que han nacido sobre un mismo suelo, sean estúpidos o sabios, egoistas o voluntaristas, vividores o abnegados, corruptos o rectos, el nuevo paradigma reivindica en el cyberespacio un concepto vertical de patria: la patria del siglo XXI es la idea que el ser humano se forja como concepción del mundo.

El cyberespacio es el instrumento gracias al cual es posible que una élite nueva se forje, no para entablar una batalla final, sino para estrechar sus vínculos, establecer los límites precisos de su pensamiento alternativo, saber donde está la disidencia y donde la prolongación de lo actual y, finalmente, esperar el desplome de las estructuras socio-políticas hoy agónicas.

XII. LAS BASES DEL NUEVO PARADIGMA

Cuando Robert Khün escribió su "Estructura de las Revoluciones Científicas" tenía razón en establecer el concepto de "paradigma". Khün tenía razón en afirmar que un paradigma es, inicialmente, visible solo por unos pocos que se adelantan a su tiempo, mientras el anterior paradigma sigue siendo oficialmente reconocido. Llega un momento, sin embargo, en que lo que hasta ese momento estaba velado para la mayoría, se hace bruscamente visible, como si un pañuelo cayera de los ojos. Recuérdese que el marxismo era incuestionable en el mundo intelectual hasta los años 70 y que hoy, sin que existan nuevas argumentaciones en contra a las ya enunciadas en los años 20, es rechazado por casi todos.

Los disidentes de hoy, agrupados en el cyberespacio, sin crear estructuras que aspiren, ni a ser partidos políticos, ni nuevas opciones ideológicas, tienen como estrategia inmediata ir madurando sus ideas y esperando el tiempo en el que "la venda caiga de los ojos". Lo contrario -actuar como un movimiento revolucionario de tipo clásico- sería intentar detener la velocidad de caída de un alud, con la sola fuerza de una mano. "Cabalgar el tigre" implica, fundamentalmente, esperar que "el Tiempo llegue".

El plazo entre el presente, oscuro y sobre el que se ciernen negros nubarrones, y el futuro de un nuevo período áureo, es el necesario para generar una élite intelectual y tecnológica. Debate de ideas, establecimiento de una concepción vertical del mundo y de la vida, prácticas meditativas, tamiz sistemático que separe lo útil de lo superfluo en Internet, son las orientaciones para el día de hoy. Mañana, los signos de los tiempos establecerán las tácticas.

CONCLUSION: LA TECNOSFERA AL ENCUENTRO DE LA TRADICION

Esa nueva élite será arqueo-futurista.

La tecnología es nuestro destino. Nos guste o no. La tecnología como la ciencia, no son neutrales: según la aplicación que se haga de ellas pueden contribuir a crear un mundo nuevo o a convertir nuestro mundo en un infierno. La tecnósfera tiene una increíble capacidad para rectificar sus propias posiciones. Los errores del ayer se rectifican mañana. Los problemas causados hoy, no serán problemas en el futuro, sino malos recuerdos. En unas pocas décadas seremos capaces de prever y rectificar los cambios climáticos, habremos creado nuevos combustibles y el haber permanecido durante décadas ante el abismo del colapso ecológico nos habrá hecho reaccionar y corregir las tendencias más abyectas de la modernidad.

La criogenia, la ingeniería genética y la manotecnología, unidas a los últimos desarrollos de la microinformática, habrán dado nacimiento a un mundo nuevo. Los valores del mundo moderno que hasta hora han ido alimentando a las últimas generaciones desde 1789 hasta hoy, ya no servirán. Habrá falta alumbrar un nuevo sistema de valores.

Pero si se trata de salvar lo humano del impacto producido por las nuevas tecnologías, se trata, no de idear nuevos valores coherentes con el nuevo clima tecnológico (los valores tienen que ver con lo humano, las nuevas tecnologías, en cambio, tienen que ver con la superación de lo humano) sino de rescatar los valores tradicionales sobre los que se fundó la civilización cuando no existían tecnologías dignas de tal nombre. En esos valores encontraremos a la humanidad en estado químicamente puro.

Una vez mas, alfa y omega, principio y fin se encuentran: y sólo es posible el entendimiento entre ellos: el progreso científico más avanzado, unido a los valores “originarios”.

Cualquier progreso que aporta algo al ser humano, es inevitable que prenda en la sociedad. La clonación, la energía genética, serán indiscutibles cuando logren salvar vidas, mejorar la calidad de la vida, vencer enfermedades, reparar anomalías genéticas, etc. No se trata de acertar o negar estas nuevas técnicas: hoy sólo los Testigos de Jehová se niegan a realizar transfusiones de sangre. Mañana nadie encontrará argumentos para negar la utilización de las tecnologías genéticas… desde el momento en que resuelvan problemas. Resulta inútil discutir sobre este extremo.

Ahora bien, la discusión que conviene, no es esa, sino otra: ¿qué valores acompañarán a estas tecnologías? Nuestra opción es clara: sólo los valores originarios que surgieron con nuestros ancestros –los valores de la sociedad trifuncional indoeuropea- puede ser el soporte de un mundo que corre el riesgo de disolver los restos de lo humano. En tanto que próximos a la fuente originaria de la civilización, esos valores son más auténticos. Tanto mayor es la fuerza que empuja hacia estadios más avanzados de civilización y tecnología, tanto más próximo a los orígenes deben estar los valores de los que se nutre esta civilización. Un viejo proverbio taoista dice: “Allí donde las montañas son altas, los valles son profundos”. Allí donde se manifiesta la ciencia más vanguardista, allí mismo los valores deben ser más esenciales y originarios. Allí donde el mundo científico abre nuevas fronteras, allí debe manifestarse el núcleo impulsor que dio vida a la civilización que ha construido el mundo.

Allí donde el progreso tecnológico amenaza lo humano, debe manifestase lo humano en estado puro. De ahí que nuestra opción sea arqueo-futurista y nuestra aspiración: apoyarnos en el progreso científico más avanzado (fronteras siempre adelante, sin tiempos muertos, sin trabas, sin cortapisas), compatibilizándolo con las tradiciones ancestrales originarias, allí donde no existía tecnología, sino solo seres humanos. Por que, a fin de cuentas, la única revolución posible es la que supone volver a los orígenes de lo humano, pasando por el progreso tecnológico más avanzado.

© Ernesto Milà – infoKrisis – infokrisis@yahoo-es

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