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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

365 QUEJÍOS (7): emborronadores...

365 QUEJÍOS (7): emborronadores...

365 QUEJÍOS (7): ¿POR QUÉ NO LE PINTAS EL CULO A TU PADRE?

Vaya por delante que soy un gran admirador del arte urbano y que allí donde voy procuro fotografiar los grafitis de más valor artístico. He visto grafitis memorables en Montréal y Québec, los he visto portentosos e imaginativos en Lisboa, en Praga, en Budapest, en Edimburgo e incluso uno de mis hijos fue contratado para realizar varios grafitis por esos mundos de Dios. Pero, una cosa es hacer, más que “grafitis”, pinturas murales de más o menos calidad, lo que podríamos llamar “arte urbano” (impermanente por definición), y otra muy diferente ir emborronando paredes, trenes, metros y muros con firmas, con inscripciones gilipollescas o con imágenes simplemente mal concebidas y peor ejecutadas. De todos, sin duda, pintar los transportes públicos es una de las muestras más palpables de que hay mucho memo suelto por ahí. Ayer, sin ir más lejos, a las 3 de la madrugada un grupo de estos payasos apedreó en Barcelona un tren cuando estaban haciendo pintadas en la estación de Plaza de Cataluña. Porque, además, estos tipos creen que tienen el derecho a ensuciar paredes y transportes. Me resisto a llamarlos “grafiteros”. Se quedan en simples EMBORRONADORES.

Mi queja, de todas formas, no va contra ellos. De hecho, soy perfectamente consciente de que toda sociedad tiene una tasa de tarados que va en aumento. Y cada especialidad de estos tarados, hace solamente aquello que sabe hacer. Es, incluso, de agradecer que los “emborronadores” de este nivel sean sinceros y nos digan a través de sus “murales”: “soy un pobre diablo, no sé ni siquiera pintar, no tengo criterio artístico, sentido estético, ni sirvo para nada más que pulsar un spray, ahí lo pedéis ver, y por cierto, esta es mi firma”. Tanta sinceridad merece cierta compasión.

No, de lo que me quejo es de que desde hace más de una década, esta costumbre procedente de lo peor de lo peor de Nueva York (ciudad en la que, por lo demás, hay grandes muralistas y grafiteros y por la que ha pasado, entre otros notables, del género, Banshee), no tenga cabida en el código penal y no sea considerado como delito. ¿Para qué sirve el parlamento si no legisla? ¿Y para qué sirve el otro parlamentito autonómico si es incapaz de ver cómo están los transportes públicos de deteriorados por unas pocas docenas de pobres diablos que creen que así “afirmarán su personalidad”, en lugar de evidenciar sus carencias? Respuesta obligada: un parlamento que no legisla es como un jardín sin flores, miserable y deprimente, triste e inútil. Y lo mismo puede decirse a los ayuntamientos  que –como el de Barcelona- por boca de la Colgau se limitan a declarar “inaceptables” estas prácticas grafiteras… pero se niegan a tomar medidas, no sea que deba ejercer su autoridad…

¿Es un delito pintar las paredes? En mi época sí lo era. Si pintabas un muro con una consigna política y te pillaban, te podían acusar de una colección de delitos que te hacían arriesgar algún que otro año de cárcel. Hombre, tampoco es eso, pero si se  trata de atajar esta epidemia a la vista de la cretinización creciente de sectores de la juventud, víctimas del sistema de enseñanza, de la ausencia completa de escala de valores. No pido que pintar una pared o un transporte público: LO QUE PIDO ES QUE QUIEN LO HAGA ESTÉ OBLIGADO A LIMPIARLA, ESA Y CUALQUIER OTRA QUE EXISTA EN LA CIUDAD.

Porque se trata de restablecer la normalidad e incluso la belleza de barrios y transportes públicos (ya se sabe que los futuristas amaban la velocidad de trenes y vehículos) y alguien lo tiene que hacer. LO QUE ESTOY PIDIENDO ES:

1) Que se utilice esa tupida red de cámaras instaladas por todas las  calles, en los subsuelos, en los garajes, en las estaciones, para IDENTIFICAR A LOS EMBORRONADORES.

2) Para imponer a estos payasos la OBLIGACIÓN DE REPARAR LO QUE HAN EMBORRONADO (limpiando con cargo a su patrimonio: si tienen dinero para comprar sprays, tienen dinero para costearse legías, trapos y medios para limpiar)

3) Extender esa obligación a cualquier otra “firma” que hayan dejado por la ciudad.

4) El principio debe ser: el que emborrona, limpia; el que genera un gasto a la ciudad, paga ese gasto, el que molesta a sus vecinos debe compensarles.

5) Ya que se consideran una “tribu urbana” hay que tratarlos como tal: “aunque no sea tuya, esta basura la limpias tú”.

No creo que haya otra forma de combatir a estos emborronadores (que, por lo demás, siempre han demostrado ser muy agresivos).

Quizás alguien crea que se podría añadir la oferta de cursos gratuitos de formación artística. No, desengáñense, el nivel artístico de los emborronadores es cero. Ni sirven, ni servirán, como pintores, ni artísticos, ni industriales. Dudo incluso que sirvan para algo, ni-nis por derecho propio y para siempre.

 

 

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