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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

24-M: inestabilidad/volatilidad

24-M: inestabilidad/volatilidad

Info|krisis.- La pérdida de 2.000.000 de votos por parte del PP, la pérdida de 800.000 votos por el PSOE. La subida de que las candidaturas ligadas a Podemos y a Ciudadanos, pero no tanto como ellos deseaban y esperaban. La derecha no se ha derrumbado, ha reaparecido el centro y la izquierda se ha fracturado. Los distintos partidos van a tener que pactar y antes de llegar a las elecciones generales de otoño se verá cuáles son las preferencias y cómo reaccionan los electores de cada opción. Porque lo que ha demostrado estas elecciones y los meses previos es que las nuevas opciones tienen un alto grado de volatilidad en sus votos. Inestabilidad y fin del bipartidismo, tal podría ser el paradigma interpretativo de las elecciones municipales de 2015.

El contexto: unas elecciones al final de la crisis

Estas elecciones se han convocado en un momento en el que, no solamente el PP sino también los indicativos macroeconómicos, afirman que se ha llegado al fin de la crisis y se vuelven a oír cantinelas hace tiempo olvidadas del género de “España crece más que ningún otro país europeo”. Efectivamente, ha terminado la crisis… para las grandes fortunas y porque a lo largo de los siete años que se han sucedido desde el 2008, la caída en picado de los precios de la vivienda ha generado una reactivación de las ventas de inmuebles… comprados por grandes inversores, fondos de alto riesgo y empresas interesadas en disminuir su cuenta de beneficios. Pero, a pesar de haberse relajado la cerrazón de la banca a conceder créditos, las viviendas compradas por ciudadanos de a pie siguen a mínimos.

En cuanto a los salarios siguen disminuyendo su poder adquisitivo, mientras la presión fiscal no disminuye especialmente para las rentas procedentes del trabajo. Es cierto que cada mes hay cifras espectaculares de creación de empleo, pero se trata en su inmensa mayoría de “empleo basura” que no servirá a los contratados más que para sobrevivir unos meses, pero nunca para vivir dignamente, ni para crear una familia, ni mucho menos para tener hijos o estabilidad en el futuro.

Igualmente, si bien es cierto que España ha abandonado la franja de países candidatos al rescate por parte de la UE, no es menos cierto que la extraordinaria presión fiscal que está viviendo la clase media especialmente, sirve solamente para pagar los intereses de la deuda, no para disminuirla significativamente. Lo que implica que esta presión fiscal, gobierne quien gobierne, se mantendrá y que la deuda será heredada, no solamente por nuestros hijos, sino también por nuestros nietos.

Y todo esto dentro de un país que carece de “modelo económico” más allá de la hostelería y el turismo, es decir, de un país periférico dentro de la UE y que ocupa un lugar muy alejado de actividades económicas de alto valor añadido.

El contexto político del último año

La pérdida de fuelle de las opciones mayoritarias en las pasadas elecciones europeas y especialmente el tirón de Podemos pareció indicar un cambio de signo político que se ha ido confirmado, en general, en los meses siguientes con la salvedad de que Ciudadanos en los dos últimos meses despegó sobre UPD y se confirmó como el referente del voto de protesta de la derecha. Así mismo, en Cataluña, el nacionalismo soberanista moderado pasó de alcanzar su límite máximo el 9-N con su recurso al seudo-referendum, a dar síntomas de agotamiento.

No es que la “vieja banda de los cuatro” (PP+PSOE+CiU+PNV) fueran a desaparecer, sino que en la nueva fase que se anunciaba debería de convivir con la “nueva banda de los cuatro” (Podemos, Ciudadanos, ERC-CUP, Bildu). Los grandes no serán tan grandes y los pequeños crecerán, no lo suficiente como para desplazar completamente a los partidos hasta ahora mayoritarios, pero si lo necesario para pesar. Al menos esto es lo que empezó a estar claro a partir del mes de enero cuando los ataques contra Podemos empezaron a dar sus frutos liquidando a buena parte de su clase dirigente y cuando la crisis interior de UPD barrió a esta opción al tiempo que decantaba buena parte de su votos hacia Ciudadanos.

Cuando se convocaron las elecciones andaluzas de manera imprevista, tanto Podemos como Ciudadanos empezaron a “perder la virginidad”. Ciudadanos tuvo “reflejos” suficientes como para cortar la deriva que su delegación andaluza que ya una semana después había fraguado un pacto con Susana Díaz. En cuanto a las condiciones que Podemos presentó para pactar eran solamente cosméticas. Ambos partidos, Ciudadanos y Podemos deseaban, especialmente, que sus sucursales andaluzas no llegaran a pactos antes de las elecciones municipales, para evitar desvelar sus cartas hasta ese momento (y, por tanto, no decepcionar al elector, al menos, antes de que hubiera depositado su voto el día 24).

Por otra parte, durante estos meses se ha producido la llegada al poder de la nueva izquierda griega, algo que se presentaba como una convulsión de alcance “cósmico”. Sin embargo, en los meses que han seguido a la victoria de Syriza se ha demostrado que se trataba de una izquierda “posibilista” y dispuesta a pactar, en absoluto a romper la baraja, promover un nuevo tipo de alianzas y de hacer política en Europa, ni siquiera a replantear el sistema de alianzas internacionales… más o menos, la misma línea de moderación que ha adoptado Podemos en España.

Si a esto unimos que Ciudadanos, ha dejado de ser un partido de “centro-izquierda”, para aspirar a ocupar un “nuevo espacio de centralidad”, tendremos el cuadro completo de la situación política en España: una situación en la que la derecha, desgastada por cuatro años de ejercicio del poder y el PSOE no recuperado del destrozo zapaterista, no podían sino perder votos en beneficio especialmente de dos nuevas opciones que han ido adoptando el beneficio de la moderación a cambio de su aceptación como “opciones de recambio”.

Inestabilidad y volatilidad

Lo que ha ocurrido en España en el último ha sido digno de ser estudiado en los anales de la prospectiva política: a medida que iban pasando los meses se percibía que la opinión del electorado iba cambiando y era incapaz de fijarse en algún punto estable y definitivo. Cada encuesta publicada (al menos cada encuesta, más o menos, realizada seriamente) indicaba una situación completamente diferente a la del mes siguiente y radicalmente diferente a la realizada anteriormente. Podemos tocó el cielo en el otoño pasado y solamente empezó a descender cuando mostró tener una mandíbula blanda ante los ataques de la derecha y deseo de moderación ante sus primeros excesos verbales y programáticos. Para colmo, el lanzamiento de Ciudadanos, que pasó de ser un partido antisoberanista en Cataluña, a una opción de centro-izquierda que se disputaba el mismo espacio que UPD y, finalmente, la “nueva centralidad”, o el CDS redivivo, hizo que parte de los votos de protesta que guardaba Podemos en su morral fueran a parar a la formación de Albert Rivera.

Una vez más, como ha ocurrido durante 35 años, los españoles no han votado por la “mejor opción” sino en “contra” de las opciones de poder. Hasta ahora ha sido habitual que la inmensa mayoría de los votos del PP no fueran votos de “convencidos” (el voto cerril), sino votos “contra” el PSOE. Y viceversa. Ahora sigue siendo igual: los votantes de Ciudadanos y de Podemos lo son en tanto que votos contra el PP y contra el PSOE. Sus contornos ideológicos y sus programas siguen sin estar definidos y el elector lo único que aspira es a castigar a quienes le han decepcionado. Hoy, nadie vota a nadie sin algún tipo de reserva mental y poniendo la mano en el fuego por la opción a la que entrega su voto. De ahí la “volatilidad” que se auguraba en las encuestas que se han ido sucediendo a lo largo de los últimos doce meses.

El panorama político que sale de estas elecciones está completamente atomizado. Se ha terminado la época de las mayorías absolutas. A partir de ahora, en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas será necesario llegar a pactos para gobernar. Y estos pactos, con un electorado volátil, aportarán inestabilidad generalizada, especialmente a partir de la segunda mitad de las legislaturas.

No vale la pena, en el momento actual, prever cuáles van a ser los escenarios que se abren para estos pactos: serán, por todo lo dicho anteriormente, inestables. Bastará que una encuesta indique el electorado vuelve la espalda a tal o cual fórmula de coalición para que esta se rompa y cada partido intente recuperar votos para las siguientes elecciones. Por otra parte, estas coaliciones serán contradictorias. La misma formación pactará con partidos diferentes en cada autonomía o ayuntamiento. En menos de un año el electorado percibirá, horrorizado, que el oportunismo sin principios no era solamente cosa de la “vieja banda de los cuatro” sino que también está implícita en la “nueva banda de los cuatro”.

Y luego está la cuestión soberanista en Cataluña y Euskadi. En Cataluña, la deriva soberanista ha perjudicado extraordinariamente a CiU que ha perdido 1.100 concejales, 110.000 votos. Pero, sin embargo, quienes han ganado han sido los grupos radicales (ERC ha pasado de 271.503 votos a 5.12.263 ganando 1.000 concejales, mientras que CUP ha multiplicado por cuatro sus resultados de 2011, quedándose con 222.207 votos y 374 concejales, 260 más que en 2011). En general, el soberanismo en sus distintas variantes, ha ganado 27.000 votos que, sin duda, han procedido del PSC, prácticamente desahuciado como en ningún otro lugar de España (pérdida de un 7% y más 200.00 votos).

En las provincias vascas, el PNV sigue siendo el partido mayoritario pero a muy corta distancia de Bildu. Es significativo que en Guipúzcoa Bildu haya obtenido 120 concejalías más que el PNV a pesar de estar separados solamente por 4.000 votos (a favor del PNV), lo que indica que Bildu ha vencido en muchos pueblos pequeños de la “Guipúzcoa profunda”.

Globalmente puede decirse que tanto en Cataluña como en Euskadi, el soberanismo avanza.

¿Quién ha ganado?

El PP ha perdido votos (que ha perdido ciudades), ha perdido el PSOE (que pierde concejales y votos), pierden UPD y IU que pasan a ser irrelevantes, ha perdido CiU, mientras que Podemos y Ciudadanos han quedado por debajo de sus expectativas. Los comentaristas han acompañado con cierta frecuencia esta sentencia añadiendo que “Ha ganado la democracia”. En realidad, no ha sido así; quien ha ganado, lo hemos dicho antes, es la inestabilidad que, poco a poco se irá enseñoreando del mapa político español.

Amarga victoria para el PP, dulce derrota para el PSOE. Para ambos podía ser peor. Derrota para CiU que indicará a Artur Mas lo poco conveniente de convocar elecciones anticipadas para septiembre. El PP va a ser víctima a partir de ahora de su propia estrategia, aquella que se remonta al período de Fraga cuando decía “sin enemigo a mi derecha”… sin enemigos, pero también sin candidaturas con quien pactar. La derecha del PP se ha difuminado por completo, Vox no ha podido hacerse con un espacio político, como tampoco consiguió conquistarlo el PADE, por ser demasiado parecidos ambos al modelo original.

Se da la paradoja de que el PP habiendo sido partido mayoritario en muchas capitales de provincia, perderá una importante cuota de poder municipal por esa incapacidad para pactar. Veremos a quien apoyará Ciudadanos a la hora de la verdad… sin duda a quien le resulte menos oneroso y a quien le prometa más cuotas poder. Lo propio del centrismo: una forma de oportunismo sin principios. De ahí a reconstruir todo un sistema de corruptelas y favoritismos no hay más que un paso.

Queda hablar de quienes no han acudido a las urnas. A pesar de existir opciones nuevas, a pesar de las proclamas sobre el final de la crisis, lo cierto es que en 2011 la suma de votos en blanco, nulos y abstención sumó un 38%, y que este mismo ha sido el porcentaje cuatro años después. Medio millón más de ciudadanos se han sumado a la abstención que ha alcanzado la impresionante cifra de 12.240.792 votos que, por motivos muy diferentes, se han negado a ir a las urnas. Los votos en blanco han disminuido en 200.000 que, sin duda, han ido a parar a Podemos en buena medida. Y también se han dado 37.000 votos nulos menos que en 2015 con idéntica interpretación global. Todo esto indica que muchos ciudadanos ni siquiera se han tomado el interés en manifestar su abstención activa.

No ha ganado, pues, nadie. Como máximo puede decirse que quien ha ganado ha sido la constitución de 1978 que logrará prolongar su vigencia al no ser cuestionada frontalmente por nadie… y al darse una situación de atomización del voto que impedirá los dos tercios de consenso en el próximo parlamento de la nación para reformarla. Y esta “democracia” se parece tanto a la constitución de 1978 como un huevo a una castaña. De lo formal a lo real.

¿Y las generales de noviembre?

Se suele decir que quien gana las elecciones municipales, gana también las municipales. Si esto es cierto, el esquema que se dará en los ayuntamientos y en las comunidades autónomas de inestabilidad, se trasladará en noviembre próximo a toda la nación. En efecto, el PP, puede perfectamente seguir siendo el partido mayoritario, pero distará mucho de alcanzar la mayoría absoluta y, por supuesto, ni el PSOE se aproximará, ni las nuevas opciones parecen en condiciones de generar fenómenos parecidos. Así pues, en noviembre, las elecciones, también, las ganará la inestabilidad.

¿Gran coalición? ¿Gobierno de coalición de izquierdas? No hay muchas más opciones. En el primer caso, PP-PSOE serían la coalición de “lo viejo” contra “lo nuevo”, pero también una coalición del jacobinismo contra el soberanismo. Gobierno fuerte de mera supervivencia de la “vieja banda de los cuatro”. El segundo caso solamente sería viable si alguna formación de izquierdas fuera mayoritaria, lo que parece poco probable. Así pues, Rajoy tiene cantada una segunda legislatura en situación minoritaria y en la que estaría completamente acorralado en el parlamento y sin capacidad de maniobra con crisis soberanista en Cataluña.

No es que España no tenga solución: es que cada vez más se aleja de cualquier situación que parezca una solución definitiva y radical. España, país de parches y de males menores que terminan siendo chapuzas irresolubles. España, país sin esperanzas y sin remedios, gobernado por gañanes e impresentables, pinochos y fantasmas desabanados, salteadores de caminos y piratas con sable de abordaje entre los dientes. España con pueblo, ciudades y caminos repletos de votantes suicidas. País éste de abstenciones masivas, que muere entre el sopor y la fanfarria, entre la corruptela y el nepotismo. Donde solamente hay espacio para el pesimismo y donde ya no parece quedar absolutamente nada a donde agarrarse para tener un gramo de esperanza. Con el máximo de inestabilidad y el mínimo de seguridad. Con oportunismo antes que con convicción y conveniencias antes que lealtades. País envidiable guiado por políticos impresentables elegidos por electores indolentes. País, en definitiva, del que uno puede sentir cualquier cosa, menos el orgullo de ser español en estos comienzos del siglo XXI.

© Ernesto Milá- infokrisis – ernestomila@yahoo.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen

 

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