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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

“Globalización” o “Gobierno Mundial”

Infokrisis.- Con el tiempo se ha ido sabiendo que la reunión del Club Bildelberg el pasado año 2010 supuso una quiebra en el interior de este grupo de poder a causa de las diferencias entre un grupo de elite norteamericano compuesto por capitales subordinados a los intereses del Estado de Israel, y otro que no se siente cómodo con esta situación y quiere ir más allá se la globalización. Se trata de una importante fractura generada en buena medida por la crisis económica mundial. El hecho de que la situación esté evolucionando hacia el caos hace temer a las dos fracciones del Club Bildelberg que pueda producirse una situación de descontrol generalizado que solamente terminaría con un conflicto bélico de envergadura.

 

A partir de la reunión de Sitges del Club Bildelbergs existen dos opiniones enfrentadas. Es la primera vez desde que existe esta organización en la que las diferencias impidieron aportar acuerdos. Y esta fractura llega en plena crisis económica mundial. La primera fracción del Club –compuesta por capitales norteamericanos subordinados al Estado de Israel y, en buena medida, procedentes de financieros de origen judío– aspira a seguir manteniendo el proyecto de Nuevo Orden Mundial, esto es, la globalización tal como ha conocido a partir de 1989. No puede hablarse de un perfil ideológico de este grupo, pero sí de unas reacciones y actitudes comunes: esta fracción considera que los EEUU son el “pueblo elegido de la modernidad” y está vinculado por lazos indelebles e incluso místicos con el “pueblo elegido de la antigüedad”, Israel.

¿Dónde situar Bildelberg?

Algunos analistas consideran que el Club de Bildelberg es la cúspide de la pirámide del “poder mundial”, bajo la cual se sitúan otras conferencias y círculos similares de menor rango: la Comisión Trilateral que agrupa a magnates, políticos y comunicadores procedentes en exclusiva de EEUU, Japón y Europa; el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) y su corresponsal en el Reino Unido, el Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) que unen a esferas influyentes en el mundo anglosajón. La cúspide es, indudablemente, el Club de Bildelberg que sería una especie de “élite de la élite” y agruparía a personalidades del mundo de las finanzas, la gobernación, la comunicación y los medios de todo el mundo en sus encuentros anuales.

A lo largo de los más de cincuenta y siete años de existencia, la fisonomía del Club ha ido cambiando desde los primeros momentos en los que su fundador, Joseph Retinger, intentaba promover el entendimiento entre los EEUU y la Europa de la postguerra. Con el paso del tiempo, los asistentes fueron variando y ampliándose. El tratamiento de los temas dejó de ser meramente consultivo para irse convirtiendo en un “foro operativo”.

Las dos últimas reuniones del Club han tenido lugar en “zonas de conflicto económico”: en Grecia en 2009 y en España en 2010. En ambas reuniones se aludió a la crisis económica y a los países PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, España) y fue en el curso de estos dos encuentros cuando, a la vista de la gravedad y el creciente descontrol de la situación económica, se generó y se fue ampliando la brecha entre las dos alas del Club.

La crisis ingobernable

Como se sabe, inicialmente, la crisis económica se presentó como localizada en los EEUU y generada por las “hipotecas basura”, las famosas subprimes. A fin de cuentas, parecía no ser nada más que un ambicioso conjunto de operaciones inmobiliarias excesivamente arriesgadas, que tan solo dañarían a algunos pequeños aventureros financieros, pero que no afectarían a lo esencial de sistema mundial.

El hecho de que el presidente Bush se viera obligado a poner en marcha un “plan de salvataje” bancario que se comió literalmente 800.000 millones y la noticia de que los “activos tóxicos” circulaban por todo el mundo y tenían capacidad para “infectar” a otras instituciones de crédito y bancos no norteamericanos, fueron las primeras señales de la gravedad del problema y de lo incomprensible de que se hubiera producido.

Si bien la primera operación de rescate bancario consiguió salvar a los grandes bancos hipotecarios norteamericanos (Fanny Mae y Freddy Mac), distó mucho de reactivar la economía mundial (2009) y, a partir de ese momento, lo que era tan sólo una crisis coyuntural que iba a afectar solamente al sector inmobiliario norteamericano y a unos cuantos bancos lo suficientemente estúpidos para conceder créditos imposibles de reembolsar, se convirtió en una crisis estructural y generalizada.

Desde que el lunes 15 de septiembre de 2008 cayeron Lemhan Brothers y American Internacional Group (AIG), la mayor aseguradora del mundo, empezó a percibirse la ingobernabilidad de la crisis. ¿Se trataba de caídas provocadas? Por supuesto: un sector del Club de Bildelberg estaba persuadido de que había que salvar como fuera a la globalización y para ello era precisa sacrificar el papel preponderante de los EEUU en el mundo. Esta era la clave del problema tal como la planteaba un sector del Club frente a los “nacionalistas norteamericanos” tipo Brzezinsky.

El razonamiento era simple: el origen de la globalización se encuentra en la resolución favorable a los EEUU de los cuarenta años en que se prolongó la Guerra Fría. Del “duopolio” se pasó al “monopolio” internacional. Y la consecuencia lógica de la nueva situación creada con la caída del Muro de Berlín fue la creación de un sistema económico mundial patroneado por los EEUU. Pues bien, este esquema ya no sirve… y ha demostrado su ineficacia a lo largo de esta crisis

En el fondo de la cuestión reside la creciente convicción de que la crisis en estos momentos es incontrolable (tal como teme un sector del Club de Bildelberg, y buena parte de los economistas mundiales). La crisis para un sector de Bildelberg sería una crisis del neoliberalismo… que paradójicamente se intenta resolver aplicando fórmulas neoliberales en lo que parece ser una reedición de la triste historia del bombero incendiario. El problema es cómo ambas fracciones del Club entienden ese “neoliberalismo”…

Doce años que cambiaron al mundo… y que han concluido

Si durante el período que se prolongó desde 1989 hasta el 11–S de 2001, el poder hegemónico norteamericano fue inapelable tanto en lo económico como en lo militar (y, por lo demás, el poder del dólar se basaba en el presupuesto del Pentágono y en las bayonetas de los marines), sin embargo, a partir de 2001 se percibieron tres fenómenos nuevos: el ascenso irresistible de nuevos países con voluntad de convertirse en superpotencias económicas regionales (India, Irán, Brasil); por su parte, el crecimiento chino auguraba, en segundo lugar, que en apenas 15 años su economía se convertiría en la primera a nivel mundial; y, finalmente, que los EEUU se habían convertido en la aspiradora del ahorro de todo el mundo al necesitar diariamente algo más de 2.000 millones de dólares inyectados en sus bolsas (procedentes especialmente de China, pero también de Rusia, de la Unión Europea, de India y de los países productores de petróleo) para asegurar el “american way of life”…

Estos tres fenómenos evidenciaron:

1)      Que los “países emergentes” y una Rusia salida de la crisis del postcomunismo, no iban a seguir tolerando por mucho tiempo ni la tiranía del dólar en los mercados mundiales, ni la insolencia de los EEUU a la hora de aproximarse mediante la política del “big stick” (el gran garrote) a las fuentes energéticas mundiales y a garantizar su control mediante una red de 700 bases militares repartidas a través de cien países y asumen más del 50% del presupuesto global de defensa de todo el mundo.

2)      Que la economía norteamericana se había convertido en una economía parasitaria y había dejado desde hacía mucho tiempo de ser una economía productiva y que esa posición solamente era posible gracias a la existencia de la Reserva Federal y al control del valor del dólar. La economía norteamericana hoy, en 2011, precisa entre el 40 y el 45% del ahorro mundial para financiar su consumo interior. Existe la sensación cada vez más vivida fuera de los EEUU de que con ese dinero se están financiando guerra ofensivas y de invasión que solamente benefician a los EEUU. Esto demuestra también una gran impotencia: sin la compra de bonos del tesoro norteamericano que realiza todo el mundo, éste país no estaría en condiciones de mantener sus aventuras bélicas del exterior. Y al mismo tiempo una situación de interdependencia de la economía mundial: si China ha adquirido con sus “ahorros” bonos del tesoro norteamericanos, su economía está relacionada a los EEUU y la seguridad de su dinero depende de la salud del dólar. Para los teóricos norteamericanos de la globalización (Paul Volcker primero y Brzezinsky luego) esta interdependencia de las grandes economías garantizaría la paz mundial…

3)      Que la crisis ha afectado desigualmente a distintas partes del mundo: en China el crecimiento ha proseguido, Rusia, por su parte, sigue reconstruyendo su sistema de producción, en Iberoamérica la crisis se ha notado menos que en Europa o en EEUU y en India el crecimiento, aunque ralentizado, prosigue. Esto ha generado una nueva situación geopolítica que no favorece en absoluto al poder mundial de los EEUU: el eje de la economía mundial se está desplazando hacia el Pacífico, pero su eje se está alejando de la Costa Oeste de los EEUU y situándose en Asia… y esto es precisamente lo que reconoce un sector del Club de Bildelberg. Sería este sector el que aspira a poner fin a la actual situación de monopolio hegemónico del poder mundial que detenta los EEUU y que cada vez se corresponde menos con su hegemonía económica y con la salud del dólar.

Si esto es así, la hegemonía mundial de los EEUU cada vez es menos interesante para la globalización. Es más, la existencia misma de la nación americana, con sus recursos, con su constitución, con sus bases militares, empieza a ser demasiado costosa para mantener un sistema mundial globalizado.

En el mes de diciembre se puso de manifiesto, por ejemplo, la llamada “guerra de las divisas”, fundamentalmente entre el yuan chino y el dólar japonés. Ambas economías tienen un comportamiento similar, ambas tienen lo que Europa no tiene, herramientas para fijar su política monetaria. Algo que le parece intolerable a algunos antiguos partidarios de la globalización que hoy se decantan hacia el “gobierno mundial”. La globalización no ha podido terminar completamente con el poder de los Estados Nacionales y, por tanto, siguen existiendo leyes, gobiernos, fuerzas armadas, intereses en definitiva, que defienden soberanías y gobiernos que dependen de elecciones libres y, por tanto, del estado de ánimo de la opinión pública.

Los “mercados” (eufemismo para mencionar a un pequeño grupo de financieros que inspiraron la globalización), por ejemplo, ha presionado sobre Zapatero para que aprueba “reformas” que acentúen la vinculación española al sistema mundial globalizado… pero la posibilidad de caer en picado en las encuestas, una vez se apliquen estas reformas, es lo que hace dudar a Zapatero y genera impaciencia en los “mercados”. Esto es precisamente lo que un sector del Club Bildelberg quiere evitar a nivel internacional: aspiran, no solamente a un sistema económico mundial autónomo del poder político y con hegemonía de los “mercados”, sino que aspira a que estos “mercados” dicten las normas políticas al margen de los gobiernos democráticos y de sus recursos. Y es en ese momento en el que estalla la llamada “guerra de las divisas” como demostración de la existencia real de este problema.

De la “globalización” al “nuevo orden mundial”

En efecto, la “guerra de divisas” se basa en la presunción de que el yuan está sub-evaluado y el dólar sobre-evaluado… lo cual es rigurosamente cierto en ambos casos. Tanto la Reserva Federal como el Banco Central Chino tienen potestad para fijar políticas monetarias y especialmente tasas de interés; la Reserva Federal compra los bonos del tesoro que emite el gobierno de los EEUU emitiendo, simplemente, dinero. Pero China, hace exactamente lo mismo: ambas –es Samir Amin quien lo explica en una reciente entrevista– “han conservado en su poder las herramientas necesarias para manejar su política monetaria”… algo que la Unión Europea desde los acuerdos de Maastrich y Lisboa ha renunciado a hacer.

El Banco Central Europeo, por ejemplo, no tiene capacidad para prestar dinero al Estado y su única atribución es… controlar la inflación y conjurarla, cómo si ese fuera el único riesgo para una economía… El Banco Central Europeo ni siquiera tiene capacidad para fijar las tasas de interés ¡deja esa potestad al mercado bancario… y se limita a reconocer cada mañana el termómetro que fijan los mercados! Y los “mercados” nuevamente son un eufemismo para mencionar a los bancos a los bancos europeos, a los bancos norteamericanos y a los bancos foráneos que operan en Europa. Increíble, pero cierto: Europa ha emitido una moneda única, pero ha dado su control efectivo, no a las naciones europeas, sino a las instituciones de crédito, europeas, no europeas… y incluso anti–europeas.

La percepción que tiene un sector del Club de Bildelberg es que la globalización encuentra problemas en la medida en que todavía existen Estados–Nación que mantienen instrumentos para utilizar la economía en beneficio propio. Así pues, a la etapa de la globalización, proponen que suceda la etapa del “gobierno mundial”.

En esta nueva etapa de lo que se trata es de restar competencias a los Estados–Nación y limitar cada vez más las parcelas de soberanía… empezando por el poder de los EEUU. ¿Y eso cómo puede alcanzarse? Simplemente cesando esfuerzos para salvar al dólar norteamericano y al euro y abriendo la perspectiva a lo que observadores como el economista argentino Adrián Salbuchi definen como “colapso controlado”. El objetivo final sería la sustitución del dólar y del euro por una nueva moneda mundial que no sería controlada por ningún país en particular, sino simplemente por una “autoridad monetaria mundial”… verdadero “gobierno mundial” y última fase de la acumulación de capital. Pero queda conocer la opinión del otro sector del Club Bildelberg.

¿Una guerra para superar la crisis?

En las mismas columnas de la revista IdentidaD hemos alertado en varias ocasiones sobre el riesgo de que algún sector de la “intelligentsia” mundial se concluya que la reactivación económica mundial solamente puede alcanzarse, como en crisis anteriores, recurriendo a la provocación artificial de conflictos parciales o generalizados capaces por sí mismos de poner en marcha a la industria y, posteriormente, de generar el formidable negocio de la reconstrucción de las zonas afectadas. Es la vieja táctica utilizada en 1939 cuando un conflicto fronterizo entre Alemania y Polonia fue la excusa utilizada por la alta finanza internacional para desencadenar la Segunda Guerra Mundial. Pues bien, en la actualidad éste riesgo, lejos de desaparecer, lo tenemos cada vez más próximo.

La zona de Cachemira, el Beluchistán y, por supuesto, Irán, son zonas poco distantes en el espacio, concentradas en Asia Central, en donde todos los datos apuntan a que puede convertirse en el foco de un conflicto futuro. En la reunión de Sitges del Club Bildelberg, se trató del tema del ataque a Irán. Y ahí habría surgido un desacuerdo en el cual las posiciones del Club se habrían polarizado en las dos tendencias que hemos mencionado.

Para el capital judío, para los representantes del Estado de Israel y para la alta finanza norteamericana altamente tributaria con estos medios –es decir, para el sector partidario de mantener la globalización tal como la hemos conocido en los últimos 21 años, el ataque a Irán es casi una necesidad que deriva de la actual precariedad del Estado judío, aislado internacionalmente, debilitado interiormente y amenazado por Estados árabes circundantes y dudando cada vez más –a la vista de los resultados de las guerras de Irak y Afganistán– de la capacidad de los EEUU para conjurar el riesgo.

En el momento en que los marines se retiren de Irak, cuando el poder nuclear iraní alcance su máxima expresión, el Estado de Israel experimentará una amenaza bien real y no está dispuesto a llegar hasta ese punto sólo: precisa del poder protector del Pentágono. Un sector de Bildelberg comparte esta posición y, en tanto que su origen y su emotividad están vinculados a Israel, están mucho más interesados en una “guerra preventiva” para salvar al Estado judío que en promover el “gobierno mundial. Ese guerra, por lo demás, serviría para poner de nuevo en marcha la economía mundial.

El otro sector del Club de Bildelberg considera todo este planteamiento como excesivamente arriesgado: no desean afrontar un conflicto provocado entre los Países Árabes e Israel, no tienen el más mínimo interés en salvar a un Estado situado en un lugar inhóspito del planeta y poblado por apenas 7.000.000 de habitantes que desde su fundación se ha convertido en un problema mundial. Prefieren dejar que se desencadene una crisis étnico–social en los EEUU que, junto a la enormidad de la deuda norteamericana y a la sobrevaloración del dólar, den lugar a un desplome interior en ese país, del que pueda surgir una nueva moneda mundial y al calor de la misma un “gobierno mundial”. Tal es la apuesta y tales son las posiciones de ambos sectores del Club.

En parte, la llave está en manos del Estado de Israel: un ataque relámpago de la aviación judía sobre los puntales del Plan Nuclear iraní, utilizando incluso armas atómicas, podría generar un conflicto localizado en el cuadrilátero Oriente Medio - Asia Central. Los EEUU intervendrían a favor del Estado de Israel, mientras los países árabes se concentrarían en operaciones de represalia. La actitud de China y de Rusia podría contribuir a que el conflicto pasara a ser mundial: lo que algunos analistas no han dudado en describir como “Tercera Guerra Mundial” acaso con exceso de dramatismo, pero en el que está pensando una parte del Club de Bildelberg.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.eshttp://infokrisis.blogia.comhttp://info-krisis.blogspot.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

 

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