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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

El Misterio de la Catedral de Barcelona. La leyenda de los orígenes

Infokrisis.- La catedral de Barcelona está ligada a la figura del apóstol Santiago y existe al respecto a una abundante floresta legendaria que se completa con las leyendas barcelonesas que circulan en torno a Santa Ana, la "madre de la madre". En este capítulo aludimos a este ciclo legendario y le damos una explicación que enlaza con la tradición hermética entrando definitivamente en la materia que nos proponemos estudiar: aportar una explicación coherente a los símbolos herméticos de la catedral.

 

 

El misterio de la Catedral de Barcelona
Primera Parte
Capítulo II
LA LEYENDA DE LOS ORIGENES:
Santiago y la fundación de la Seo barcelonesa

 


El emplazamiento de toda catedral es elegido por su carácter sagrado. La Catedral de Barcelona no podía ser una excepción. Todo lo que ocurre dentro de ese lugar sagrado es cualitativamente diferente al mundo exterior, profano y contingente. Se erige un lugar sagrado en aquel punto en donde se percibe una vibración diferente. Dice Barrés en "La Colina Inspirada", y no resistimos a citar la totalidad del párrafo por su belleza y plasticidad: "Hay lugares que arrancan el alma de su letargo, lugares envueltos, bañados en misterio, elegidos desde tiempo inmemorial para ser el centro de la emoción religiosa (...) son los templos del aire libre. Aquí sentimos de repente la necesidad de romper débiles trabas para desplegarnos a una mayor luz. Nos agita una emoción; nuestra energía se manifiesta por entero, y sobre dos alas de oración y de poesía se lanza a grandes afirmaciones. (...) !Silencio! Los dioses están aquí (...). Para el alma tales espacios constituyen potencias como la belleza o el genio. No puede aquélla acercarse a ellos sin reconocerlos. Hay lugares en donde sopla el espíritu". Nosotros hemos sentido esta misma sensación en la Seo situada en las faldas del Táber. Allí también, desde tiempo inmemorial, existe un punto de unión entre lo trascendente y lo contingente.

Dice la tradición que Santiago el Mayor llegó a Barcelona en los albores del cristianismo, cuando un pinar se extendía desde la actual Plaza de Santa Caterina hasta las inmediaciones de la Iglesia del Pino. El emplazamiento actual de la Seo sería, pues, en la época paleocristiana, un inmenso y frondoso bosque. Allí el Apóstol, realizó su primera prédica. Se hizo oír alzado sobre una piedra y el primer símbolo cristiano que vieron aquellos primitivos barceloneses, fue la cruz hecha con dos ramas de pino que el Santo cruzó sobre su cabeza. El punto exacto donde predicó Santiago es el lugar ocupado por el actual altar mayor y, en recuerdo de la cruz originaria, fue alzada otra, de grandes proporciones, en el terrado de la Catedral. En cuanto a la piedra sobre la que predicó Santiago, tallada por los canteros medievales, se guardó en la primera Iglesia de San Jaime que luego resultaría derribada y traslada a la calle Fernando ( ).

Fue así como Santiago, santo patrón de los alquimistas y archimaestre de la merella, entró por derecho propio en la historia mítica de Barcelona y de su Seo. [Foto 4.- EL TIMPANO DE LA IGLESIA DE SAN JAIME EN LA CALLE FERNENDO. SANTIAGO MATAMOROS]

Esta vieja leyenda nos habla de tres símbolos que, ya de por sí, son el paradigma del arte hermético y demuestran ampliamente, sobre qué bases y sabidurías, se alzó la Catedral de Barcelona. Nos habla la tradición de una piedra, de un árbol y de un hombre santo: la materia prima, el principio vital y el operador.

Si el famoso alquimista francés Nicolás Flamel -nacido precisamente dos años después de que se iniciaran las obras de Santa María del Mar- viajó a Santiago de Compostela y Raimundo Lulio, hizo otro tanto al convertirse a la fe y si, el mito de tantos y tantos maestros que viajaron a la capital espiritual de Galicia, se repite con singular cadencia en la historia de la alquimia, en el caso de Barcelona es el Santo quien se desplaza; pero el tema sigue siendo el mismo, eternamente idéntico en su fondo. Y nos habla de una peregrinación.

Santiago es la contracción de Sant Yago, derivado del nombre propio latino Jacobus, a su vez, surgido del hebreo-arameo Jacob. En Cataluña ha adoptado la forma de Jaume. Todas estas variantes tienen una extraordinaria proximidad fonética con la palabra vasca Jakin, sabio, que es también el nombre de una de las columnas del templo de Salomón y, por extensión, está presente en todas las logias masónicas. Yago contiene la raíz sánscrita yug-, que dió en latín yugun-yugi, yugo, unión; Sant Yago es pues aquel que reúne lo que está disperso, lo de arriba con lo de abajo...

Santiago o Jaime aparece en algunas formas de la leyenda como héroe sauróctono, domador de dragones. Se le suele representar con la calabaza, el bordón y la concha o merella, es decir, los atributos del peregrino que debe afrontar una larga y difícil ruta; tal es la alegoría con la que se cubre todo el procedimiento hermético.

La piedra sobre la que se alza el Santo en la leyenda barcelonesa, evoca la situación de lo humano antes de abordar los trabajos de transformación interior. Pesada, densa, impenetrable, áspera, la unidad de la piedra en bruto es engañosa, basta el cincel y el mallete de un aprendiz para romperla en mil pedazos y, cada uno de ellos volverse a fragmentar en otros mil, hasta convertirse en el polvo que constituye la esencia de lo humano. Pero ese mallete y el golpe continuado del cincel, pueden igualmente destruir la piedra o bien darle forma. La piedra -y ciertamente volveremos a referirnos a ella en otras muchas ocasiones puesto que la catedral no es sino una sinfonía de piedras- es ese elemento ineludible sobre el cual se asienta cualquier construcción, divina o humana; el mismo Santiago debió alzarse sobre ella, aun a pesar de que en su sombrero de peregrino figuraban las conchas indicativas de haber coronado el "templo interior".

A diferencia de los gnósticos cristianos que se dedicaron durante centurias a vituperar el cuerpo físico, a diferencia de aquellos bondadosos cátaros que consideraban que su espíritu estaba aprisionado en un despreciable cuerpo material, el alquimista honra, alaba y respeta su realidad física; a través de ella se manifiesta en el mundo de lo contingente, de la misma forma que Dios tiene necesidad del mundo para mostrar su poder. El alquimista aspira solo a dar forma a su piedra, no a destruirla ni maldecirla, pues también ella es parte de su ser.

En la barcelonesa Iglesia de Santiago, antigua iglesia de los judíos conversos, el tímpano nos muestra una escena de la vida del santo apóstol de los alquimistas. Es una escena guerrera; Santiago cabalga, espada desenvainada, en el fragor de una batalla, pues no en vano una de las formas del mito es la de Santiago "Matamoros"; y es que otros alquimistas, han preferido la alegoría guerrera antes que la del peregrino. Casare della Riviera escribió un memorable tratado hermético titulado "El Mundo Mágico de los Héroes", las imágenes de caballeros y guerreros abundan en la famosa "Atalanta Fugiens" de Miguel Maier y el mismo sentido viril tiene, desde el frontispicio, el tratado de Basilio Valentino "El carro triunfal del antimonio" o el diálogo entre Eudoxio y Pirófilo titulado "De la antigua guerra de los caballeros", y no encontraríamos dificultad en multiplicar referencias en la misma dirección. [Foto 5.- LA GARGOLA DEL CABALLERO, FRENTE AL PALACIO REAL]

Ya sea como peregrinación o concebido como combate, Santiago inspira las distintas alegorías con que se dramatiza y recubre de un velo impenetrable el noble arte de la alquimia. Igualmente, en el pórtico de San Ivo de la Seo abundan los motivos caballerescos que no pueden explicarse solo por la presencia cercana del palacio real. Un pasillo elevado, ya desaparecido, discurría desde las estancias reales, convertidas luego en Casa del Lloctinent, hasta la capilla catedralicia. Aun puede verse sobre la hilera de ventanales de las capillas, la puerta románica de acceso a este lugar, tapiada con una sencilla tabla de madera. Dos ventanales circulares iluminaban la estancia cuya techumbre se ha perdido, pero cuya forma puede intuirse por la huella que ha dejado sobre los contrafuertes que aguantan el campanario Sur. Pues bien, en este lugar, existe una gárgola adosada al primer contrafuerte del ábside, en la que puede verse a un caballero armado, lanza en ristre. Y en los laterales del pórtico de San Ivo figuran, así mismo, otros relieves alegóricos a las luchas sostenidas por caballeros catalanes contra dragones, glifos y leones. Quien entra en el Templo entra a batallar. Quien aspira a convertirse en "filósofo por el fuego", no tiene ante sí otra alternativa que la del combate, ni mas esperanza que, según la palabra bíblica, "forzar la puerta los Cielos". Lo entendieron los templarios, caballeros de la Pobre Milicia de Cristo que se reunieron, apenas acabado el presbiterio de la catedral en 1319.[Foto 6.- LA GARGOLA DEL CABALLERO, FRENTE AL PALACIO REAL]

Queda el pinar. Oriente y Occidente han encontrado en el pino el símbolo paladino de la inmortalidad. El taoísmo recomienda alimentarse de este árbol e ingerir sus semillas, puntas y resinas, para alcanzar la vida eterna y se prescribe que los templos shintoistas japoneses sean construidos con madera de pino, por su peremnidad; una leyenda extraída de la alquimia china, nos habla del fu-ling, hongo que nace mil años después de que se haya colado resina de pino en la tierra, y cuya ingesta otorga la inmortalidad. Los pinos próximos a nuestras costas, aquellos que nacen en los acantilados de la Costa Brava, batidos constantemente por los vientos, parecen reducidos a un núcleo de vitalidad extremadamente austero, donde nada hay superfluo y solo parece quedar lo esencial; son la imagen misma del hombre que ha renunciado a todo, incluso a sí mismo. La peremnidad de sus hojas y su fortaleza, verosímilmente, lo asocian a la inmortalidad. Consagrado por el viejo paganismo a Cibeles y Dionisos, el pino estaba asociado a los cultos telúricos y al orfismo, siempre como símbolo -el árbol y su simiente, la piña- de la permanencia. El tema es idéntico al de la piedra filosofal, catalizador capaz de transmutar plomo en oro, que concede también los frutos de la inmortalidad.

A la hora de establecer cuales son los elementos que entran en juego en la obra hermética no podemos olvidarnos, por la pista que supone, esa cruz formada por Santiago + con las dos ramas de pino. Apenas vale la pena extenderse en este particular por demasiado obvio. Los cuatro brazos de la cruz considerados de dos en dos, la rama vertical y la rama horizontal, significan el principio activo y el principio pasivo, y de cuatro en cuatro, aluden a los distintos elementos que conforman todo lo contingente: fuego, tierra, agua y aire, presentes tanto en el alquimista (sangre, huesos, humores y pulmones) como en la materia prima que deberá separar y ordenar. Santiago -el símbolo de la maestría hermética- lo ha logrado y para mostrarlo alza su cruz de pino. Los textos canónicos de la alquimia identifican el principio activo con el Azufre, esto es con el alma, aquello que es en sí, esa chispa de trascendencia que todavía late en nuestro interior; y el principio pasivo con el Mercurio, lo mudable, sin luz propia, sin forma.

El guerrero o el peregrino, Santiago, en cualquier caso -el Jakin, sabio, del que deriva Jacques- operando sobre la materia prima -la piedra-, forma el signo de la cruz con ramas de pino; materia prima, operador y objetivo, tres grados de alejamiento de lo contingente y de aproximación a lo trascendente, dos principios y cuatro elementos. La hermosa leyenda de los orígenes de la Seo barcelonesa es también el paradigma de todo lo necesario para abordar los trabajos herméticos.



SANTA ANA, MADRE DE LA MADRE:
La capilla del Claustro

La penúltima capilla del corredor sudoeste del Claustro está consagrada a Santa Ana, otra figura femenina que gozó de singular fervor en la Barcelona antigua. Varios son los lugares que le estuvieron consagrados. De la colegiata dedicada a la Santa queda aún la pequeña iglesia y su claustro en la calle Rivadeneyra, antes adosados a la antigua muralla de la ciudad; la puerta de acceso al recinto, situada en la confluencia de la actual Plaza de Cataluña con las Ramblas, llevaba su nombre, como también una céntrica calle que va a desembocar a esta columna vertebral del casco antiguo barcelonés.

Santa Ana es la Madre de la Virgen María y todos estos toponímicos son muestras de la importancia que tuvo su figura en la Ciudad Condal. Pero Santa Ana no aparece en página alguna del Nuevo Testamento y su culto es, de un lado, una reminiscencia céltico-pagana y de otro, un símbolo hermético.

Ana es considerada la "madre de los dioses de Irlanda". Es innegable la existencia de un hilo oculto que une la Catedral de Barcelona a la tradición Irlandesa. En el claustro, junto a la capilla de Santa Ana, se encuentra la de San Paladio, ignoto primer obispo de Irlanda, ajeno por completo a cualquier culto y fervor en nuestras latitudes; el retablo y la capilla fueron desmontados hace unas décadas y hoy el lugar está transformado en tienda de venta de libros y postales para turistas. Ana, originariamente fue, con este mismo nombre, una diosa celta. Cerca de Münster existen dos colinas llamadas los "dos senos de Ana". Se trata, pues, de una diosa de la fertilidad, pero al mismo tiempo es la esposa de Belenos, dios del Sol. El matrimonio entre el Padre Cielo y la Madre Tierra genera todo lo visible. En tanto que diosa de la Tierra, Ana es también de las profundidades, del mundo oscuro y telúrico que los celtas consideraban el reino de los muertos.

Hasta el siglo VIII no se tuvo a Ana, ni a su esposo, Joaquín, como padres de la Virgen María. Sin embargo, en la ceremonia de consagración de la Catedral de Apt el 776, ante Carlomagno, un ciego sordomudo a la vez excavó el piso del templo descubriendo una cripta donde la Santa estuvo enterrada durante siglos alumbrada por una lámpara perpetua. Esta lámpara evocaba el carácter luminoso de la diosa celta. La inscripción era inequívoca: "Aquí yace el cuerpo de la bienaventurada Ana, madre de la Virgen María". El ciego y sordomudo fue curado milagrosamente indicando el poder regenerador de la Madre Tierra. En la capilla suiza de Sainte-Anne de Romont acudían las mujeres embarazadas que querían garantizar un feliz nacimiento. Más al Norte, en las viejas leyendas Irlandesas, Ana está presente como diosa de los Tuatha De Dannán, constructores de dólmenes. En Bretaña, las regiones que tienen ermitas y templos dedicados a Santa Ana, son igualmente, las más ricas en megalitos. A poco que observemos la naturaleza de estos lugares comprobaremos que el culto a Santa Ana está más vivo en zonas de difícil acceso (valles situados entre altas montañas en Suiza), islas (Irlanda) o penínsulas (Bretaña), o bien en zonas, como Barcelona, donde la presencia de provenzales, fue importante. Pues bien, en estas zonas pudo conservarse el recuerdo de la diosa-madre céltica cuyo carácter luminoso, regenerador y fecundo pervive en la tradición católica. [Foto 7.- LA CAPILLA DE SANTA ANA, MADRE DE LA MADRE Y MATERIA PRIMA. COLEGIATA DE SANTA ANA]

Esto no es todo. Ana es también una de las alegorías que encubre la materia prima de los alquimistas. Como "madre de la Madre", su importancia, es central: en efecto, remite a los orígenes, a la matriz de todo lo creado. Y así es, en efecto, en la génesis católica: la materia primera (Ana, la Tierra Negra), alumbra una materia más pura (María, la Virgen Blanca) que, finalmente, termina por elevarse sobre la naturaleza humana (Cristo, luminoso y solar). Para que este tránsito sea posible es preciso recurrir al "horno", el claustro materno. Si el tránsito de la Materia Prima (Ana) a la Materia Primera (María) puede realizarse sin el concurso de un principio vivificador, sino que para ello basta simplemente una purificación de la materia mediante el consabido "solve y coagula" de unos textos o el "re-re-re" de otros -es decir, la operación mil veces repetida-, para asumir el siguiente estadio (el crístico) se requiere el concurso del elemento superior, el Fuego (Espíritu Santo) fecundador. Los alquimistas repiten en términos más velados y con alegorías metalúrgicas, lo que la mitología céltica nos decía de manera ingenua en relación a Ana, principio material que había que casar con el fuego solar (Belenos) para generar todo lo manifestado. Apolo y Diana, Dante y Beatriz, el Caballero y su Dama, son otras tantas reiteraciones del mismo tema y expresan la necesidad de partir de una materia prima (nuestra integridad cuerpo-alma-espíritu), para, depurando la componente psíquica, liberar la chispa del espíritu y obtener su impregnación en la materia primera. Allí, en el claustro de la catedral se encuentra la capilla de Santa Ana, para hacernos meditar sobre la figura y el papel de la Madre de la Virgen.  

(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción total o parcial de este texto

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