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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Conspiradores, conspirativos y conspiranoicos (III de V). Cómo se planifica una conspiración

Infokrisis.- Llegamos a los momentos claves de esta serie. Tenemos una idea de lo que es una conspiración y de sus diferencias, sabemos que las conspirciones aparecen en períodos críticos de degeneración democrática, resta ahora saber cómo se planifica una conspiración, cuáles son sus niveles de decisión y como se ponen en marcha. Tal es la intención de esta entrega.

7. Cómo se planifica una conspiración

Es fácil describir las “artes conspirativas” con la precisión de un mecanismo de relojería. El proceso es siempre el mismo y es fácilmente reconocible en las conspiraciones del 11-M y del 11-S, como también en la del 23-F o en asesinato de Kennedy y en episodios de similar gravedad. No hay absolutamente nada original en todo ello, si hay que hablar de “originalidad” habrá que buscarla en el diseño táctico, pero la estrategia no varía nunca.

Se trata simplemente de ejecutar una acción espectacular que, por sí misma facilite el que la población acepte una situación nueva –la querida por los conspiradores- con mansedumbre bovina, que de otra manera se le habría hecho indigerible. Esto es todo y a esto se reduce el conspiracionismo desarrollado en el marco de una democracia formal. Apenas hay variación de una conspiración a otra, se trata siempre, simplemente, de elegir bien la acción espectacular –pura táctica- no es nada más que un momento puntual en el desarrollo de un programa estratégico concebido en función del objetivo propuesto. Está concebido inevitablemente como un proyecto de carácter político-militar en el cual siempre es preciso definir tres elementos:

- los objetivos a los que se pretende llegar.

- la estrategia o plan general de trabajo en la marcha hacia la conquista del objetivo político.

- las tácticas o fases en la ejecución del plan estratégico.

Esto permite suponer en la existencia de distintos niveles de planificación. Y esto es importante porque siempre que se habla de “autores intelectuales” se alude a ellos en relación a un atentado concreto. Este es el error: es difícil pensar que el nivel de decisión táctica –puesto que el atentado no es mas que un momento concreto, traumático pero puntual, en el desarrollo de un programa estratégico, por tanto es muy posible que quien defina los objetivos de la conspiración no tenga relación alguna con quien elabora el plan táctico, esto es el atentado en sí mismo. De hecho, la seguridad de una conspiración implica la existencia de distintos niveles de planificación y decisión. El nivel táctico es, sin duda, el más pedestre, tanto como es el más dramático, pero no es, desde luego, la “fuente” de la conspiración. Este nivel responde solamente de cuestiones “técnicas”: cómo cometer un atentado, en donde buscar la mano criminal que lo ejecuta, cómo garantizar su silencio y su seguridad, cómo cortar las investigaciones que pueden conducir a niveles más altos en la conspiración, cómo crear pistas falsas, cómo buscar falsos culpables, y, por supuesto, como ejecutar técnicamente el atentado.

Cabría, pues, más bien hablar de “responsables tácticos” de un crimen, mucho más que de “autores intelectuales”. Esta figura implica otra cosa. El “autor intelectual” es quien diseña la operación marcando los objetivos políticos y promoviendo la creación del pool (el grupo de intereses) interesado en llevar adelante la conspiración. La habilidad de un proyecto conspirativo consiste en enmascarar la existencia de este pool hasta hacerlo invisible evitando que jamás se habla de quienes salen beneficiados por una conspiración.

Es evidente que todos los niveles de la conspiración deben estar coordinados jerárquicamente desde la cúspide del pool a los niveles ejecutivos básicos. No hay conspiración sin establecimiento claro de estos niveles jerárquicos. Decir jerarquía implica establecer niveles de decisión. A medida que nos aproximamos a los niveles más bajos de la misma, aparece una indudable autonomía táctica. Los ejecutores tienen libertad para interpretar las órdenes que se les ha dado y planificar la operación clave de la operación según las posibilidades a su alcance. Quienes planificaron “intelectualmente” el 11-S o el 11-M no fueron los que eligieron estrellar aviones contra las Torres Gemelas, ni quienes ordenaron colocar bombas en trenes, sino quienes ordenaron realizar una acción espectacular de intensidad tal que permitiera un cambio de percepción en la opinión pública. Nada más. Sería imposible encontrar una orden que comprometiera menos, pero que dejara entender con tanta facilidad que era necesario asesinar a cuanta más gente mejor y de la manera más dramática para estar en condiciones de asegurar un cambio en la orientación política de un país.

Así pues vale la pena establecer las responsabilidades de cada nivel:

Nivel de Objetivos: le corresponde el marcarse los objetivos de la operación. Está formada por el pool. No es más que un grupo de intereses tan poderosos y concretos como informal es su estructuración. No hay minutas de las reuniones, no hay publicidad a pesar del poder de quienes deciden. El pool se forma en función de intereses y que buscan tener una situación preponderante y de fuerza en la nueva situación que pretenden crear. Participar en un pool supone reforzar la propia posición frente a competidores bien aclimatados en la situación que se pretende subvertir o bien frente a otros que estando fuera del pool no se beneficiarán del cambio que se propone. Decir pool es decir intereses decisivos. No se trata para un pool de beneficiarse simplemente con una nueva situación, sino de beneficiarse con contundencia redirigiendo buena parte de los flujos del Estado en gran medida hacia sus propios intereses.

En los prolegómenos de los atentados del 11-S, lo espectacular del desarrollo táctico de la operación era requerido por los objetivos fijados por el pool que impulsó el crimen. Estos objetivos, fundamentalmente, eran cinco:

- Rediseñar el mapa de Oriente Medio abriendo el paso a las guerras de agresión de Afganistán e Irak de acuerdo con Israel y Arabia Saudí.

- Eliminar los mayores riesgos que pudiera tener el Estado de Israel.

- Reorientar los recursos del Estado procedentes de la fiscalidad hacia determinados consorcios privados.

En el caso del 11-S, el nivel de objetivos es más difuso y menos evidente, sin embargo, es presumible que el pool estuviera formado por representantes de sectores interesados en:

- Obtener la victoria de Zapatero en las elecciones del 14-M que de otra manera jamás se hubiera producido (lo que se cuestionaba días antes de las elecciones era si Aznar obtendría mayoría absoluta, no la victoria del PP).

- Retirar las tropas de Irak rompiendo la coalición internacional con el resultado de debilitar la posición de los EEUU y de Inglaterra.

- Variar el marco de relaciones con Marruecos convertidas en imposibles tras el episodio de Perejil y con el aznarismo intentando sustituir a la inmigración marroquí por inmigración rumana.

- Intereses de los constructores y hosteleros españoles dispuestos a invertirsin riesgos en Marruecos.

Nivel estratégico: le corresponde trazar el plan general de trabajo para alcanzar el objetivo propuesto. Es inevitable que quienes se sitúen en este nivel sean buenos analistas políticos, experimentados y rigurosos. Intuyen la existencia del pool pero ignoran quienes lo componen, solamente conocen a la persona que ha contactado con ellos para proponerles el trabajo. De hecho, solamente deben contestar a preguntas concretas: ¿Qué ocurriría sí…? ¿qué efectos puede tener una operación con tales o cuales características…? ¿Cómo obtener un cambio en la opinión pública que posibilite emprender un nuevo rumbo político? Y así sucesivamente. Es posible, incluso que algunos partícipes de este nivel formen una especie de “dirección estratégica” que centralice y desarrolle definitivamente el plan estratégico a la vista de los estudios realizados. En este nivel están presentes individuos procedentes de muchos ambientes, todos ellos con poder y conocimientos a diferencia del nivel superior, el pool, que sobre todo disponen de recursos económicos y poder. De ahí que, frecuentemente, en este nivel se produzcan fugas y errores en un intento de obtener mayores rentabilidades personales a la operación. Así, por ejemplo, días antes del ataque a las Torres Gemelas se produjeron maniobras especulativas bursátiles sobre las acciones de las empresas que tenían allí su sede. Esas acciones apuntaban a determinada agencia de cambio y bolsa dirigida por un antiguo jefe de la CIA. En comparación con lo que estaba en juego (el diseño de un nuevo mapa de Oriente Medio y el estallido de las guerras de Afganistán e Irak, esta especulación apenas suponía una minucia… que sin embargo, alguien consideró que le valía la pena tentar la suerte; era evidente que todo esto se realizaba desde el nivel estratégico).

Tanto en la conspiración del 11-M como del 11-S era inevitable que estuvieran integrados en éste nivel estratégico individuos con una amplia experiencia en seguridad y que han debido de ocupar altos cargos en la seguridad de sus respectivos países. El concurso de analistas de información es así mismo necesario y estos solamente pueden proceder de consorcios periodísticos o de comunicación. Igualmente es presumible que participen conocedores de los asuntos internacionales, no necesariamente diplomáticos.

Nivel táctico: le corresponde todo lo relativo a la ejecución directa de la conspiración, especialmente en su momento clave de su desencadenamiento. Seguramente es la parte más simple, pero al mismo tiempo aquella en la que los cabos sueltos pueden permitir remontar una línea… hasta los niveles más bajo de la ejecución táctica. Para este nivel solamente existen “problemas técnicos”: ¿dónde contratar mercenarios con cualificación y estabilidad mental suficiente como para asesinar sin pestañear a cientos de personas a precio razonable? ¿Cómo fabricar culpables perfectos y chivos expiatorios? ¿Cómo administrar los tiempos en los medios de comunicación para que se optimice el impacto en la opinión pública y se maximicen los efectos? ¿Cómo crear cortafuegos y pistas falsas? ¿Cómo evitar que terceros puedan seguir la pista y remontarse a los responsables del nivel de decisión táctico? Las cuestiones a plantear son muchas y la responsabilidad de este nivel no termina con el estallido traumático de la conspiración sino que debe estar activo en los años siguientes hasta que se conjura el riesgo de que algo pueda torcerse por una inoportuna investigación o por la brusca salida a la superficie de algún dato que rompa en mil pedazos la versión oficial. Esto no se consigue manteniendo una estructura formal operativa, sino a través de la promoción de algunos de los participantes en la conspiración a puestos clave de la seguridad (no necesariamente los puestos públicos) desde donde podrán recurrir a fondos reservados y grupos de operaciones especiales. Lo esencial en este nivel es la parcelación de la información. A fin de cuentas se trata de las últimas consecuencias del paradigma newtoniano vigente en las ciencias y en la sociedad, aplicado a la conspiración y al terrorismo: un organismo se subdivide en aparatos y cada uno de ellos en funciones, cada función está aislada e ignora a otras y cada una de ellas se limita a ejecutar su parte ignorando incluso la existencia de otras partes. Solamente en el momento mismo de ejecución del momento de ruptura los participantes perciben que forman parte de un proyecto coherente pero del que ignoran cualquier otro dato concreto. Eso hace que, aun cuando alguna de las partes fracase, cometa indiscreciones o simplemente intenta aprovechar de alguna manera la información de la que dispone, nunca disponga más que de datos e informaciones completamente parciales y secundarias que, por sí mismas no indican apenas nada. De todas formas, los técnicos en todos estos temas, saben que quien ha sido capaz de planificar detallada y fríamente la muerte de cientos de personas no va a tener inconveniente en decretar la de un posible “renegado” que, en un momento dado, denuncie algún aspecto de la conspiración por secundario que pueda ser. La vida humana es frágil y vulnerable y si alguien lo sabe es precisamente quien ha asesinado a alguien. Por tanto, no es raro que en episodios como la muerte de Kennedy, la sucesión de muertes misteriosas que se produjeron en los diez años siguientes (en torno a 40 muertes) afectara solamente a testigos y a periodistas que habían intentado profundizar algunas pistas, pero nunca entre responsables directos o indirectos del crimen.

La figura del “chivo expiatorio” es fundamental y será tratada a continuación con todo el detalle y con la experiencia que nos otorga el dudoso honor de haber ocupado esta lugar en una ocasión de nuestra vida…

(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com

 

 

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