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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

La inmigración explicada a mi hija en 20 diálogos. 03. Los trabajadores europeos: damnificados de la globalización

La inmigración explicada a mi hija en 20 diálogos. 03. Los trabajadores europeos: damnificados de la globalización

Infokrisis. Lo más sorprendente de los flujos migratorios es que no existe unanimidad en torno a ellos. Mientras una ínfima minoría se ve beneficiada con la inmigración, la mayoría siente que está perdiendo algo. En este diálogo abordamos las prácticas de "dumping" laboral que acompañan casi inevitablemente al fenómeno migratorio, explicamos, así mismo, por qué son posibles este "dumping" y a quienes beneficia.

 

Diálogo III

Los trabajadores europeos: damnificados de la globalización

[18 de septiembre de 2006]

 

Ayer dejamos la conversación cuando empezabas a hablarme de un concepto nuevo para mí, el “dumping laboral”. ¿Qué te parece si empezamos por ahí.

Es muy fácil de entender. Se dice que ejercer el dumping es vender algo por debajo del precio de coste. Imagínate que la fabricación de una tostadora vale 20 euros, incluidos todos los costes de producción, y, sin embargo, esa misma tostadora en el puesto de ventas se lanza a 10 euros. Eso es dumping. Puede responder a varias estrategias, todas ellas cuestionables desde el punto de vista moral e incluso jurídico. Por ejemplo, puede tratarse de un sistema para aventajas a posibles competidos que, como mínimo tendrán que vender ese mismo producto, al precio de coste. Es una forma de competencia desleal. También puede ocurrir que se trate de una forma de lanzamiento publicitario en la que el “gancho” sea determinados productos puestos a la venta a un precio tentador para el consumidor.

Pues bien, eso mismo puede ocurrir en el mercado laboral. En teoría, para fijar el precio de la fuerza de trabajo, entran en juego muchos factores: la naturaleza misma del trabajo, el número de gente y la capacitación de quienes puedan ejercerlo, la gente dispuesta a realizarlo, su peligrosidad, las necesidades del mercado y, finalmente, las necesidades de supervivencia de los que están dispuestos a realizarlo. El Estado ha contribuido a establecer alguna regla del juego fijando el “salario mínimo”.

Es evidente que el principio de todo negocio consiste en producir obteniendo los máximos beneficios con la mínima inversión necesaria. Los patronos procuran, por todos los medios, rebajar los costes de producción y uno de ellos es, precisamente, el coste de la fuerza de trabajo. Si existe un trabajador dispuesto a trabajar por un salario que sea la mitad de otro, es evidente que el patrono lo va a contratar a él. Pues bien, eso es lo que ocurre con la inmigración: vende su fuerza de trabajo a precios de “dumping”.

Francamente, sigo sin entenderlo. No termino de imaginarme ni como es posible, ni por qué motivo.

Quizás hace falta que te cuente algunas cosas. En primer lugar debes de tener en cuenta que los inmigrantes vienen de países con salarios extremadamente bajos. Para que te hagas una idea, el salario mínimo español permite a una familia rumana que recibe remesas de su familiar emigrado a España, vivir durante tres o cuatro meses. Inicialmente, el inmigrante tiende a comparar el salario percibido en su país de origen con el que percibe en el país del destino y, naturalmente, la comparación es altamente favorable. Por eso la resulta tan fácil aceptar trabajar por algo menos que el salario mínimo.

Pero existe una legislación vigente que hay que respetar ¿no te parece?

La casi totalidad de inmigrantes procede de países en las que la ley no se respeta y, además, llegan a España forzando la legislación vigente. De hecho, saben que deberían solicitar permiso de residencia en el consulado más próximo a su lugar de vida, según establece la Ley de Inmigración. Sin embargo, nadie o casi nadie respeta este principio. Llegan como “turistas”, engañan a las autoridades de aduanas y luego imponen una realidad de hecho para forzar su regularización. Es fácilmente comprensible que, a partir de todo esto, la ley tenga muy poco valor para la mayoría de inmigrantes. Así mismo, entre que unos ignoran la existencia de un salario mínimo y que otros están dispuestos a actuar en comandita con el patrono y declarar que trabajan media jornada cuando en realidad trabajan jornada y media, y, finalmente, el hecho de que otros trabajan de manera ilegal sin contrato de ningún tipo, ahí tienes algunos de los motivos por los que el  inmigrante acepta trabajar a precios de “dumping” laboral.

Ya, pero hay algo que se me escapa: hoy es difícil que un persona pueda vivir en España por menos de 1200 euros. ¿Cómo es posible que el inmigrante sea un trabajador de “todo a 100”, es decir, que hace cualquier cosa por 600 euros, 100.000 pesetas…?

De hecho una familia española no puede subsistir sin 2.000 euros, como mínimo. Más de la mitad de esa cantidad se la lleva la vivienda y, deberá arreglarse con el resto para llegar a fin de mes, a duras penas. El modelo español de convivencia es: pareja con hijo que vive en un piso de propiedad o de alquiler. Pero el modelo de vida de buena parte de los inmigrantes no es exactamente el mismo. Te explico: he visto inmigrantes búlgaros y rumanos dormir en plazas públicas cubiertos con cartones y plásticos, subsistiendo al mes con apenas 200 euros y enviando otros 400 a su familia. He visto pisos en el Raval de Barcelona repletos de inmigrantes, durmiendo en literal y por turnos. He visto a empresas de hostelería del Paseo de Gracia que ofrecían a sus trabajadores esos mismos pisos, detrayéndoles el precio de su salario, ya de por sí escaso. He visto a tres familias ecuatorianas con hijos, convivir en un piso de apenas 50 metros cuadrados, cerca de la Puerta de Toledo en Madrid. Ningún español aceptaría trabajar en esas condiciones. Buena parte de los inmigrantes, si. ¿Entiendes el porqué es posible que trabajen en régimen de “dumping laboral”.

Si, y me sorprende. Lo encuentro inmoral por parte de los patronos…

No te equivoques, el patrón tiene una ley de oro: producir con los costes más bajos. Si el “sistema” se lo permite, él no tiene obstáculos morales para practicarlo. Entiendo por “sistema”: el papel del Estado que no realiza esfuerzos suficientes para contener la avalancha de ilegales y para que alguien se tome en serio su Ley de Inmigración, los inmigrantes que aceptan vivir y trabajar en esas condiciones… ¿entiendes por que, al principio, te dije que la inmigración es un drama?

Los sindicatos que, en teoría, deberían de defender los intereses de los trabajadores ¿no dicen nada ante todo esto?

Los sindicatos son incapaces de ver la naturaleza real del problema. Sus cúpulas están presas del pensamiento progresista que les lleva prácticamente a pedir el “papeles para todos”. Las cúpulas sindicales están impregnadas del pensamiento de la izquierda progre. Yo he conocido a un secretario general de un conocido sindicato, hablar en términos despreciativos de “la morangá” (los inmigrantes magrebíes) en privado, y deshaciéndose en llamamientos libertarios para eliminar las limitaciones a la entrada de inmigrantes. Por no hablar de las bases. Los sindicatos viven en plena contradicción: no distinguen entre trabajadores “autóctonos” y trabajadores “inmigrados”. Su único deseo es convencer a los inmigrantes para que se afilien y paguen su cuota mensual. Poco más. Velan por sus derecho. El problema es que, en un país como España, en donde ni el mercado laboral es boyante, ni los salarios medios permiten vivir medianamente bien, donde las tasas de paro entre nuestra población son tan alarmantes como las de empleo precario, subempleo, trabajo negro, etc., no es un país en el que haga falta mucha mano de obra extranjera.

Así, fatalmente, los derechos de los trabajadores autóctonos entran en contradicción con los de los trabajadores inmigrados. En la construcción, los salarios no han experimentado subidas desde 1999, es más, en algunos casos, incluso han bajado. Otro tanto en hostelería y trabajos agrícolas. Es normal: han llegado demasiados inmigrantes y los patronos pueden permitirse el lujo de contratar a aquellos que aceptan trabajar por un salario más barato. ¿Quién tiene la culpa? Es obvio: la entrada masiva de trabajadores extranjeros, revienta el precio de la fuerza de trabajo. Así pues, existen contradicciones entre los intereses de los trabajadores autóctonos y los de los recién llegados. Si, todos son trabajadores, pero… con intereses y modelos de vida muy distintos.

En este terreno, a decir verdad, los sindicatos son cómplices de las patronales, tanto como lo son de lo “políticamente correcto”. Si los sindicatos defendieran los intereses de los trabajadores autóctonos, simplemente dirían: “basta de importar mano de obra extranjera”, “la mano de obra extranjera hace que el precio de la fuerza de trabajo baje”, “los trabajadores españoles solo podemos trabajar a cambio de un salario digno que permite realizar nuestro modelo de vida”… en lugar de todo esto afirman: “iguales derechos entre los trabajadores inmigrados y los autóctonos”, “no a las contrataciones ilegales”, y, cada vez más tímidamente, “papeles para todos”… En el fondo de la cuestión, el sindicalismo no acaba de reconocer que el sistema económico en el que actúa es un régimen de mercado y la fuerza laboral es considerada como un elemento más de ese mercado. El día en que lo acepten, su punto de vista será diferente.

Lo que me estás diciendo, a fin de cuentas, es que los grandes perjudicados de la inmigración son los trabajadores de nuestro país y que mientras siga habiendo inmigración masiva sus condiciones de vida irán empeorando. ¿Me equivoco?

Aciertas completamente. Es así y no existe argumentación alguna capaz de demostrar lo contrario. Ese explica el por qué el voto de los partidos anti-inmigracionistas en toda Europa sea un voto en gran medida procedente de las clases trabajadoras, frecuentemente un voto que hasta hace 15 años era entregado masivamente a la izquierda comunista. No es ni un voto “nostálgico”, ni un voto de derecha ultrarradical, ni mucho menos de fascistas y neonazis convictos y confesos: es el voto de la gente que está más cerca del problema. Verás.

Para un miembro de la alta burguesía, el inmigrante es el jardinero, la babysister, el coger o la cocinera, o bien los trabajadores del cortijo o de la empresa de construcción. Los primeros son “sumisos”, así que la impresión que tiene es que toda la inmigración es así. En cuanto a los segundos, realmente, no tiene contacto con ellos; para hablar con los trabajadores del cortijo, de la fábrica o del tajo, tiene toda una serie de cargos subalternos de confianza. Además, las clases altas viven en barrios en donde el nivel de seguridad es muy alto, no solamente el que ellos mismos pueden pagarse, sino el que el mismo Estado les garantiza. En esos barrios apenas hay delincuencia, ni tampoco viven inmigrantes. Así que la alta burguesía ignora la naturaleza real del problema y sigue apoyando a partidos de centro-izquierda o de centro-derecha, sin importarle, ni entender mucho, las noticias que diariamente aparecen sobre la inmigración.

Harina de otro costal es lo que ocurre con las clases populares. Estas, en principio, deben competir con los inmigrantes en cuanto a puestos de trabajo, salarios, etc. Además viven en zonas más baratas en las que los inmigrantes establecen sus “pisos patera” (con decenas de moradores en su interior). Frecuentemente –otro día veremos por qué- se producen roces en la convivencia. En el mismo puesto de trabajo, no siempre la convivencia es buena. Muchos de los inmigrantes están habituados a otros ritmos de trabajo y muchos también carecen de formación laboral. Además, es incuestinable que al tener más hijos, los inmigrantes reciben las ayudas sociales (becas de comedor, becas de libros, etc.) que hasta no hace mucho les aliviaban el llegar a fin de mes. Y así sucesivamente.

En definitiva, querida hija, que un fenómeno que para una ínfima minoría de privilegiados es, literalmente, un chollo, para la inmensa mayoría de la población y muy especialmente para las clases populares, es y te voy a emplear una palabra muy dura, una maldición.

Sin embargo, las clases populares no manifiestan su oposición a la inmigración, da la sensación de que nadie se opone a que siga al mismo ritmo que en los últimos años.

La inmigración apareció como problema en las encuestas del CIS, poco después de los incidentes de El Ejido. Desde entonces ha ido escalando puestos en tales encuestas hasta convertirse en el gran problema de la sociedad española. Ahora bien, ni existen partidos que formalmente pidan desde las instituciones el que el gobierno tome medidas urgentes y drásticas, ni existen medios de comunicación con valor suficiente para enfocar el tema en toda su crudeza.

Los gobiernos van a remolque de las encuestas y de la presión de la oposición. Aznar en agosto de 2002 afirmaba que la delincuencia no había aumentado. En septiembre, a la vista de las encuestas, debió poner en marcha una batería de medidas a medio plazo para desactivar el conflicto. Fue la presión de las encuestas la que le obligó a ello. El problema no existe, si no está reflejado en una encuesta. Es así de simple. Esto, por lo que se refiere a la derecha. En cuanto a la izquierda excéntrica de ZP, la situación es todavía peor: su espíritu está escindida entre los tiempos de la pancarta (todo hombre de izquierdas admite mucho mejor el “papeles para todos” que “políticas de contención y repatriación”) y su obligación de gestionar el poder consecuentemente y en beneficio de la población. En este sentido la política de ZP en relación a la inmigración (de ZP como responsable y de los Caldera, Rumi, Moratinos, como subalternos) ha sido, sencillamente, una estupidez reiterada sin ni una sola medida racional o razonable.

Además, la izquierda tiene otro problema. En los años 70 y 80, percibió un fenómeno sociológico relevante. Si hasta entonces sus votantes habían procedido de la clase obrera, a partir de ese momento, cada vez más, estos grupos sociales tendieron a aburguesarse y convertirse en cada vez más conservadoras. La izquierda europea descubrió en la inmigración una futura bolsa de votos de reemplazo. Los inmigrantes iban a constituir una nueva clase obrera europea que, por supuesto, votarían a los partidos de izquierda. Ese análisis se reveló suicida y criminal.

En primer lugar, por que los inmigrantes extracomunitarios no han demostrado ser votantes fieles de nadie (primera fase) y, en segundo lugar, porque en la actualidad están en fase de construir sus propios partidos, en especial los islamistas franceses que presentarán sus propias candidaturas en las próximas elecciones municipales.

Por otra parte, no te olvides que la sociedad europea cree –al menos por el momento…- en sus instituciones y en el imperio de la ley. Tiene tendencia a pensar cuando acude a votar, que elige a la mejor opción para resolver los conflictos de la sociedad y, por tanto, solo escasas minorías terminan vociferando o agitando consignas fuera de las instituciones. Por eso, Europa es una balsa de aceite, aun cuando el fuego está encendido y el aceite terminará hirviendo y quemando.

Si, cariño, lo realmente trágico es que las perspectivas generadas por la inmigración en los próximos 50 años son muy sombrías. Sin excluir el fantasma de un conflicto, ya en ciernes, que será a la vez civil, racial, religioso y social.

Me has dejado sin ganas de seguir hablando. Creo que voy entendiendo el fondo de la cuestión, pero no he podido sino sentir un escalofrío.

 

 

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