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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Hubo un hombre llamado Tesla

Hubo un hombre llamado Tesla Redacción.- Presentamos a continuación el primer capítulo del libro de León Klein, “La Conspiración del Clima” que aparecerá en el primer trimestre del 2006. Este capítulo está dedicado a la biografía del genial inventor Nikola Tesla y a sus creativos inventos que han sido aprovechados por el programa militar HAARP.
 
El 20 de noviembre de 1994, el Anchorage Daily News dio la alarma: en un artículo de portada aludía a un peligroso programa de investigación militar basado en el bombardeo de la ionosfera con partículas. Las informaciones eran todavía confusas. Daba la sensación de que alguien estaba filtrando una información que conocía muy bien (probablemente un científico que había participado en el programa y que, posteriormente, experimentó escrúpulos morales) y que estaba sirviendo con cuentagotas. El artículo del Archorage Daily News aludía a que este programa era una aplicación directa de las teorías de Nikola Tesla.
 
Nikola Tesla, casi un desconocido, pero, sin duda, la persona que ha influido más en el desarrollo de las ondas electromagnéticas en el siglo XX. Desconocer la obra de Testa y sus 700 patentes implica una imposibilidad para entender muchos aspectos técnicos de la modernidad.
 
Seamos claros: como hemos visto, existen sospechas de que el tsunami de 2004 fue provocado; si esto es así, hay que incluir este episodio dentro de un objetivo estratégico armamentístico: el lograr un arma definitiva basada en la manipulación del clima; pues bien, este proyecto existe, es el proyecto Haarp del que hablaremos en el capítulo siguiente. Y Haarp tiene una paternidad conocida: Nikola Tesla. Esta es su vida…

Un joven prometedor

El 9 de julio de 1856 (otras fuentes dan el 10 del mismo mes), a las 12,00 de la noche, en Smiljan, un remoto pueblo croata, situado en Krajina, vio la luz –nunca mejor dicho a la vista de la vida que le esperaba- Nikola Teslka. Por aquel entonces, Croacia estaba integrada en el Imperio Austro-Húngaro y así seguiría hasta el final de la Primera Guerra Mundial.
 
Sus padres eran de origen serbio; de Milutin Tesla, su padre, se cuenta que era severo pero muy amante de sus hijos y extremadamente culto; además de ser clérigo ortodoxo era un notable escritor y poeta. Djuka, su madre, a pesar de ser analfabeta, tenía una memoria excepcional; era capaz de recitar largos poemas clásicos que su marido le había enseñado; era, así mismo, muy hábil en la construcción de aparatos que le ayudaran en las tareas domésticas. Había inventado un batidor mecánico de huevos; no hay duda de que la facilidad inventiva de Tesla procedía de su madre.
 
Pronto, el hijo de Djuka siguió los pasos de su madre. A los cinco años, Niko, como le llamaban familiarmente, ya había construido un motor impulsado por insectos y un pequeño molino de viento de palas lisas. Del padre heredó, sin duda, la afición por la lectura. Hacia los 12 años, ya había leído todo lo que le era accesible en la aldea de Smiljam. Su portentosa memoria fotográfica le permitió retener un número increíble de datos que, cuando se agotaron las lecturas, pasó a ordenar y a desarrollar en su imaginación. 
 
Su hermano mayor sufrió un accidente a causa del cual perdió la vida y Nikola, por algún motivo, se tuvo siempre como causante de la desgracia lo que hizo de él a lo largo de toda su vida un hombre torturado y con sentimiento de culpabilidad. Probablemente fuera ese dolor interior lo que le llevó por los caminos de la matemática e hizo de él un alumno brillante y aplicado, refugiado en sus libros y reconcentrado en sus estudios.
 
En esos primeros años de escolarización, Tesla, explica él mismo, vio un grabado de las cataratas del Niágara. Entonces intuyó su futuro. Se hizo el firme propósito de capturar toda aquella energía cinética del agua desplomándose y aprovecharla para el bienestar de la humanidad. Mientras observaba el grabado, en la portentosa imaginación de Tesla apareció una rueda movida por el agua en su caída. Luego comentaría a un tío suyo que una vez iría a América para aprovechar esa energía prácticamente inagotable. Su vida posterior se desarrollaría de manera sorprendentemente idéntica a lo previsto en este episodio infantil.
 
Y, sin embargo, nada hacía prever que a un joven de sus características, enfermizo y nacido en una aldea aislada, le esperase un brillante futuro como inventor en los EEUU. De hecho, sus padres pretendían que ingresara en un seminario ortodoxo en donde su quebrantada salud recibiría los cuidados necesarios. Pero Tesla no estaba dispuesto a seguir la carrera eclesiástica de su padre. En cierta ocasión le hizo prometer a su padre que si sobrevivía a las enfermedades que le acosaban, podría matricularse en ingeniería. Así ocurrió.
 
Se cuenta que, mientras estudiaba en el Gimnasio Real de Gospic, presentó a sus maestros algunas atrevidas teorías matemáticas que causaron primero estupor y luego desconfianza; era imposible que un joven de apenas 12 años fuera capaz de deducciones tan agudas y complejas. Así mismo, es muy conocida la anécdota que alude a la capacidad de Tesla para calcular logaritmos neperianos de memoria; los profesores lo sometieron a distintas pruebas, pensando que utilizaba algún truco. Pero no había truco, solamente un cerebro excepcionalmente dotado para el cálculo matemático-memorístico.
 
Luego, siguió estudios en la Escuela Politécnica de Graz, Austria, y completó su formación académica en la Universidad de Praga. Concluyó sus estudios de ingeniería en apenas tres años y, ya por entonces, había mostrado una irreprimible tendencia a la especialización en la rama de electricidad. Durante sus estudios en Graz pudo observar, por primera vez, un motor eléctrico de corriente continua. Dado que las escobillas generaban un gran y molesto chisporroteo, Tesla propuso a su profesor un motor de corriente alterna. Pero éste le aseguró que sería imposible hacerlo funcionar. A pesar del consejo del sesudo profesor, la idea no desapareció jamás del cerebro de Tesla que, a partir de ese momento, se sintió ganado por las posibilidades de la corriente alterna.
 
En su juventud, jamás gozó de buena salud. A poco de iniciar sus estudios de ingeniería, contrajo malaria. Cuando ya tenía el título bajo el brazo, volvió al hogar paterno. Allí su salud volvió a debilitarse, en esta ocasión, a causa del cólera. De nuevo estuvo al borde de la muerte. Cuando apenas estaba restablecido, fue llamado a filas. Su padre logró aplazar primero y evitar después, que Nikola vistiera el uniforme militar. Lo envió a un balneario para reponerse y, finalmente, manejando las influencias de diversas amistades, consiguió que lo dieran por “no apto” para las fuerzas armadas.

América, América

En 1881, instalado en Budapest, prominente urbe del Imperio Austro-Húngaro, trabajó en una compañía de telégrafos norteamericana. Un año antes, había debido abandonar sus estudios en Praga por falta de medios económicos. De todas formas, en ese momento, su formación técnico-científica ya superaba a la de sus profesores que poco podían enseñarle, tan solo expedirle otro título académico que Tesla, por lo demás, desconsideraba. En este recorrido por las capitales centroeuropeas, le acompañó siempre la idea del motor de corriente alterna.
 
Estando en Budapest le ocurrió uno de esos extraños episodios que suelen estar presentes las biografías de los grandes científicos. A pesar del “método científico” y de la racionalidad necesaria en los procesos de investigación tecnológica, habitualmente, los grandes inventos no surgen de un trabajo racional, sino que son el producto de una brusca iluminación, desencadenada tras un largo proceso maníaco obsesivo. Tesla, paseaba un buen día por un parque de Budapest, cuando de repente, presa de una gran excitación, cogió una ramita y comenzó a dibujar sobre la arena el diagrama del primer motor polifásico de corriente alterna. Se movía de un sitio a otro del esquema, que poco a poco iba ganando en complejidad, jadeando y progresivamente más excitado, cubierto por el sudor y emitiendo extraños sonidos que nadie podía identificar como frases. Las fórmulas aparecían sobre la arena, grabadas por la ramita movida por una fuerza, desde luego irracional. Aquel éxtasis científico de Tesla atrajo a numeroso público que contemplaba entre extrañado y divertido, aquella temprana muestra de su genio inventivo. Retornado a una percepción real del mundo, Tesla corrió a su laboratorio a fabricar la unidad experimental que había imaginado en el parque. Carecía completamente de fondos y no encontró a nadie en la vieja Europa dispuesto a apoyar su iniciativa. Así pues, no le quedó más remedio que escribir a Charles Batchelor, socio y representante en Europa de Thomas Alba Edison, solicitándole una carta de presentación para el inventor. Poco después, en 1882 se trasladará a París y entrará a trabajar en una de las compañías de Edison, en cuyo seno realizará sus primeros trabajos sobre corriente alterna.
 
En 1888 emigró a los EEUU. La experiencia no comenzó precisamente bien. Al salir de París, le robaron la cartera y con ella el billete de tren que debía conducirle hasta Calais y el del navío que habría de conducirle a Nueva York. Otra persona se hubiera dado por vencida y habría esperado hasta poder adquirir otros billetes, pero Tesla, dotado de una sobrehumana capacidad de convicción, convenció primero al revisor del tren y luego al capitán del buque, para que le permitieran viajar sin billete. Pocos días después desembarcó en los abigarrados muelles de Nueva York; apenas llevaba consigo unos centavos en el bolsillo y la carta de recomendación para Edison escrita por Batchellor. Antes que cualquier otra cosa, Tesla corrió a entrevistarse con el inventor norteamericano. La carta decía: "Mi estimado Edison: Conozco dos grandes hombres y usted es uno de ellos. El otro es el portador de la presente". Lo que había comenzado mal, terminó tal y como Tesla había imaginado. Cinco años después se nacionalizaría norteamericano.

Junto a Thomas Alba Edison

Trabajó en el gabinete de Thomas Alba Edison, diseñando generadores, pero una inteligencia como la suya precisaba campos más abiertos y libres. Su talento era, como mínimo comparable al de quien lo contrató y, como él, se dedicó a la invención y a la investigación experimental. Las buenas relaciones con Edison se prolongaron hasta 1886, a partir de ese momento, creará su propia companía.
 
La convivencia con Edison no fue fácil. Tesla terminó acusándole, poco menos, que de estafador, y algo de cierto había en ello. Desde su primera conversación, Edison se mostró escéptico ante las propuestas de Tesla a propósito de la corriente alterna. Para Edison, este tipo de corriente jamás podría ser utilizada industrialmente a causa de su peligrosidad. Edison, cuyos intereses económicos iban muy por delante de su afán investigador, propuso a Tesla trabajar en otros campos, comercialmente más seguros; las dínamos y los motores eléctricos, por ejemplo. Así que le propuso una apuesta: 50.000 dólares a cambio de mejorar las dínamos y los motores de corriente continua. La cifra era desmesurada para la época y mucho más para un inmigrante recién llegado a los EEUU, así que Tesla aceptó ilusionado. Es posible que Edison bromeara o que no creyera posible realizar la mejora propuesta, el caso es que unos meses después, Tesla apareció con las mejoras requeridas. Edison le explicó que la oferta económica había sido una broma y que debía acostumbrarse a los “chistes americanos”. Pero Tesla jamás andó sobrado de sentido del humor y mucho menos de sentido del humor norteamericano, así que rompió sus relaciones con Edison. Ese fue el inicio de un corto período de privaciones en donde el serbo-croata debió de trabajar como peón caminero para poder subsistir.

Patente tras patente

El mismo año en que llegó a EEUU, presentó su primera patente, un motor de inducción de corriente alterna que, aún hoy, sigue utilizándose; el motor eliminaba las escobillas de encendido propias de los motores eléctricos de corriente continua. Previamente al diseño del motor de corriente alterna, había resuelto el problema de cómo generar y transmitir corriente alterna en sistemas eléctricos. Sus trabajos en esa época tendían a demostrar que la corriente alterna era mucho más fácil de transmitir y generar que la corriente continua unánimemente utilizada por entonces. Resulta difícil explicar hoy lo que supuso ese descubrimiento que en la actualidad tenemos completamente asumido. Basta decir, para aproximarnos que, a partir de él, la electricidad tuvo, un carácter industrial y pudo aplicarse a campos extraordinariamente más amplios que lo había sido hasta ese momento, cuando no pasaba de ser una curiosidad prometedora, pero apenas una curiosidad.
 
Tras la colaboración con Edison y el período en el que crea su propia compañía, Tesla entra a trabajar para George Westinghouse, investigador e industrial norteamericano, para el que desarrollaría los sistemas de corriente alterna. Westinghouse, compró los derechos del invento y mostró su aplicación práctica en la World’s Columbian Exposition de Chicago, en 1893. En 1893 consiguió transmitir energía electromagnetica sin cables, construyendo el primer radio transmisor (adelantándose a Guglielmo Marconi). Ese mismo año en Chicago, se hizo una exhibición pública de la AC (corriente alterna), demostrando su superioridad sobre la corriente continua (DC) de Edison.
 
Posteriormente, durante el curso de la Primera Guerra Mundial, el gobierno estadounidense estudiaba la posibilidad de detectar a los submarinos alemanes antes de que atacaran a los convoyes de mercantes. Tesla propuso emplear energía de ondas y diseño un sistema que evocaba a los modernos radares, pero, una vez más, su diseño fue barrido por el prestigio de Edison, encargado de esa investigación, el cual consideró ridícula la idea. Los primeros radares aparecerían casi 25 años después basados en los mismos principios que había enunciado Tesla.

La “guerra de las corrientes”


 


En cualquier trabajo que abordara, Tesla era un hombre que conseguía destacar con prontitud, así que su fama de inventor no pasó desapercibida para sus superiores, cuando tras la ruptura con Edison trabajó cavando zanjas; pronto quienes lo contrataron en ese período, pasaría a financiar sus inventos. Sus mecenas le solicitaron que se concentrara en una tarea: el desarrollo de sistemas de corriente alterna; Tesla se dedicó con entusiasmo a la tarea. Suya era la responsabilidad de gestionar eficazmente unos fondos que no le pertenecían y Tesla decidió que no podía defraudar a quienes depositaron su confianza en él.
 
Edison intentó tomar la delantera. Su prestigio en la sociedad americana le permitió solicitar al Congreso de los EEUU una ley que prohibiera el uso de la corriente alterna. La justificación era que el altísimo voltaje que utilizaba, podía causar daños a los bienes y a las personas; por lo demás, en ese tiempo, la corriente alterna solamente se empleaba en las ejecuciones en la silla eléctrica.
 
Para neutralizar esta iniciativa legislativa, Tesla realizó una demostración de la inocuidad de la corriente alterna. Él mismo se expuso a una de estas corrientes que atravesó su cuerpo sin causarle ningún daño. Ante esta prueba, Edison nada pudo hacer y su prestigio quedó momentáneamente erosionado.
 
Poco después, en 1893, Tesla, como hemos visto, vivió su momento de mayor gloria, cuando se encendieron al unísono las 50.000 bombillas que alumbraron la inauguración de la Exposición Internacional de Chicago. A partir de entonces, la corriente alterna, sin apenas variaciones técnicas, ha podido prolongar su existencia hasta nuestros días. En 1896, la ciudad de Búffalo fue la primera en ser totalmente iluminada con corriente alterna. Los generadores habían sido instalados en las cataratas del Niágara, separados 35 kilómetros del centro de la ciudad. En 1895, el generador de corriente alterna, diseñado por Tesla, se había instalado junto a las cataratas del Niágara, constituyendo la primera central de energía hidroeléctrica que todavía sigue en funcionamiento.
 
A partir de ese momento, gracias a la potencia económica de George Westinghouse y a la inteligencia inventiva de Tesla, la corriente alterna sustituyó a la contínua, siendo considerado el fundador de la industria eléctrica. Contra lo previsto por Edison, la electricidad llegó sin dificultades y sin que nadie corriera riesgo alguno. La comisión de expertos que debió optar por las ventajas del sistema alterno sobre el continuo, estaba presidida por Lord Kelvin que, a partir de ese momento, profesó una gran devoción al talento inventivo de Tesla.
 
Fue el final de lo que se llamó la “guerra de las corrientes”. Esta guerra situó a la compañía rival de Edison, la Eléctrica Westinghouse, al borde de la quiebra. Tesla, tras distanciarse de Edison y tras su período de peón caminero, había sido contratado por Westinghouse. A pesar de ser un pésimo negociante, Tesla, por una ocasión logró vender cara su patente sobre los generadores de corriente alterna. Las regalías percibidas por Tesla eran insoportables para la compañía así que Westinghouse le rogó que moderara sus pretensiones para salvar a la compañía. A pesar de que no tenía ninguna obligación y de que con ello renunciaba a percibir millones de dólares, Tesla rompió el contrato en deferencia al industrial que le ayudó en momentos difíciles. Estas y otras anécdotas en las que Tesla evidenció una gran ética y caballerosidad, le valieron el respeto de los círculos científicos de todo el mundo.

El neurótico y delirante inventor
 
En esa época empezó a dar muestras de estar aquejado de alteraciones neuróticas. Hoy, ha podido establecerse que Tesla estaba afectado por un desorden obsesivo-compulsivo. Una fuerza interior, irracional, le impulsaba a cometer actos repetitivos. Pedía, exactamente, 18 toallas y era incapaz de explicar el motivo. Se sabe que en restaurante Delmonico’s, esas 18 servilletas eran de lino procedente de los más variados lugares. A menudo, se sentía impulsado a dar tres vueltas alrededor de una manzana de casas y siempre contaba los pasos mientras paseaba. Eligió la habitación número 207 en el Hotel Alta Vista, debido a que 207 es divisible por 3. Durante la cena, apilaba sin cesar sus 18 servilletas de forma escrupulosa, siempre en busca de números divisibles por 3.
 
Era un fanático de la limpieza de la cubertería. Él mismo, se la limpiaba obsesivamente, como si se tratara de objetos de precisión. Limpiaba cada cubierto con una servilleta distinta. También solía calcular el volumen de los alimentos que ingería. Hasta su madurez fue un gran gourmet, pero, con el paso del tiempo, se entregó a una dieta vegetariana extrema que le llevó a ingerir únicamente leche y verduras. Creía que iba a morir víctima de una corriente de aire, así que, en invierno, cuando se albergaba en algún hotel desconocido, tapaba las rendijas de las puertas con cinta adhesiva y situaba la habitación a una temperatura tropical difícil de soportar. En los inviernos, apenas salía de su habitación. Había declarado que quería llegar a los 100 años y que eso implicaba ciertas renuncias y obligaciones. Cuando la hostilidad climática amainaba, caminaba todas las tardes por Central Park y entraba en la Catedral de San Patricio para meditar. Era un gran amigo de los animales. Curaba a las aves heridas o enfermas y diariamente les alimentaba en las proximidades de su domicilio. Durante sus últimos años se transformó en una persona excéntrica y aislada. Tenía pocos amigos y apenas los frecuentaba. Sus únicas compañías en esos años eran las palomas de las calles de Nueva York, que cuidaba y alimentaba diariamente.
 
Las cenas que celebraba en el Hotel Waldorf Astoria, eran frecuentadas por un público rigurosamente seleccionado por su notoriedad social, política o económica. Tesla supervisaba directamente el menú y la decoración del local. Generalmente, al acabar la cena, trasladaba a sus invitados a su laboratorio en donde les mostraba espectaculares demostraciones de sus experimentos.
 
Su personalidad era la de un neurótico y tenía todos los rasgos excéntricos que, frecuentemente, aparecen en personalidades dotadas de una brillantez fuera de lo común en algún terreno. Uno de los rasgos mas acusados de su personalidad era la tozudez con la que desempeñaba sus trabajos e investigaciones. Le era imposible descansar mientras no hubiera concluido la totalidad de la investigación en torno a un proyecto. No es raro que, con el paso del tiempo, esta actitud vital, fuera debilitando su naturaleza, sumiéndola en un estado de agotamiento y crisis de su sistema nervioso. Fue en ese contexto en el que su personalidad fue adquiriendo los rasgos neuróticos que hemos descrito. Aparecieron distintas enfermedades psicosomáticas y neurosis obsesivas. Le era imposible exponerse a la luz del sol, cualquier sonido, por débil y alejado que fuera, le trastornaba. Había adquirido una sensibilidad inusual en el sistema auditivo y era capaz de escuchar el tic-tac de un reloj situado en la habitación contigua del hotel. En cuando a los ruidos urbanos, terminaron por resultarle absolutamente perturbadores; le impedían la concentración, el ejercicio del pensamiento y la abstracción y, finalmente, le inducían un estado de agresividad extremo. Alguien ha dicho que cualquier ruido, por pequeño y débil que fuera, operaba en su cerebro, el mismo efecto que una gigantesca explosión.
 
Pero, aun a pesar de estas evidentes neurosis, Tesla tenía en mente proyectos muy ambiciosos y su ingenio inventivo había permanecido a salvo de sus obsesiones. Estaba convencido de que era posible transmitir corriente eléctrica a través de ondas, sin conducción eléctrica. Su razonamiento era muy simple: si a través de las ondas de radio es posible transmitir impulsos eléctricos y reproducir sonido generado en otro lugar, ¿por qué no iba a ser posible hacer otro tanto con la energía eléctrica? En 1891, diseñó la bovina de inducción magnética que lleva su nombre y, dos años después, ideó un sistema de comunicación sin hilos.
 
A lo largo de su vida patentó más de 700 inventos. Entre los más brillantes, figura un submarino eléctrico, patentado en 1898, y a él se debe el antecedente directo de la luz de neón. En el curso de una demostración, utilizó un tubo de vacío, repleto de gas, y demostró que era posible que ciertos gases se iluminaran en cuanto se les acercaba a un campo electromagnético. Mostró estos tubos doblados de tal manera que formaban los nombres de algunos científicos invitados para el experimento. Es evidente que se había anticipado a la invención de los tubos de neón.
 
En 1893, antes del primer vuelo de los hermanos Wright, experimentó un prototipo del primer avión de despegue vertical. Así mismo es considerado como el precursor de la radioastronomía. En su laboratorio de Colorado Springs, Tesla captó unas ondas de radio procedentes del espacio, convirtiéndose en pionero de la radioastronomía. Atribuyó la emisión de esas ondas a habitantes de otro planeta que identificó con Marte, lo cual no contribuyó precisamente a aumentar su prestigio entre las élites científicas.
 
Hay que reconocer que Testa era un tipo muy extravagante. Físicamente, era extremadamente alto, delgado y elegante, pero sus vestidos, frecuentemente, estaban pasados de moda. Se le tiene por homosexual, si bien, es mucho más probable, simplemente, que fuera un misógino asexuado al que las mujeres, como cualquier otra cosa que le distrajera de su trabajo, no le interesara excesivamente. Nunca contrajo matrimonio ni se le conocen aventuras sexuales de ningún tipo.
 
En su período de gloria, hacia principios del siglo XX, contaba con la amistad de personalidades distinguidas del mundo del arte y de la cultura. Entre sus relaciones más próximas se encontraba el escritor Mark Twain y el pianista Ignace Paderewski. Así mismo fue nombrado doctor honoris causa por distintas universidades y galardonado con premios de relieve internacional, sin embargo en 1912, Tesla rechazo la nominación para el premio Nobel de Física. Justificó este gesto argumentando que debería habérsele concedido el premio tres años antes, en 1909, en lugar de otorgársele a Marconi. Así mismo, en 1915, un parte de la Agencia Reuters, informó que Tesla y Edison compartirían ese año, el galardón. La noticia extraoficial, publicada en todos los medios de comunicación, no resultó confirmada. Hubiera resultado extremadamente paradójico que ambos científicos recibieran el mismo premio; Tesla, en esa época, seguía personalmente distanciado y crítico con Edison al que no había perdonado su “chiste americano” y la ruptura que siguió cuarenta años antes. A pesar de que Tesla necesitaba imperiosamente, en la época, los 20.000 dólares con los que estaba dotado el premio, no estuvo dispuesto a compartirlo con aquel a quien llamaba despreciativamente “inventor”, mientras que él se tenía por un “científico”; para Tesla la tarea del científico era enunciar principios y establecer leyes, abrir nuevos caminos a la ciencia, a través de los cuales, el inventor hallaba las aplicaciones prácticas de los mismos. Pero, también es cierto, que Edison manifestó su intención de renunciar al Nobel si debía compartirlo con Tesla. De hecho, no le perdonaba que hubiera abandonado su compañía y hubiera aceptado el contrato que le ofreció su rival comercial, Westinghouse. En 1917, Tesla seguía manteniendo posiciones extremadamente beligerantes hacia Edison y rechazó la Medalla que llevaba su nombre, ofrecida por el Instituto Americano de Estudios Electrónicos. La medalla, concedida por los trabajos de Tesla en torno a la corriente alterna, llegaba treinta años después de que llegara a sus primeros descubrimientos en este terreno, un retraso imperdonable para el serbo-croata.

Con el FBI en los funerales

A la vista de su ritmo de trabajo, de sus peculiares hábitos de vida y de sus neurosis progresivas, no es raro que, finalmente, su salud se resintiera y una noche, mientras estaba solo en el Hotel New York, el 7 de enero de 1943, falleciera, al parecer, de una trombosis coronaria. Murió solo y relativamente pobre (pero no en la miseria, como se ha escrito). Sus funerales se celebraron en la Catedral de San Juan Divino, ante dos mil personas, muchos de ellos dirigentes políticos y científicos notables de todo el mundo, incluidos tres premios Nobel. Hugo Gernsback, amigo y admirador de Tesla, uno de los primeros informados de su fallecimiento, mandó construir una máscara mortuoria de cobre. La Segunda Guerra Mundial se encontraba en su período álgido y los restos incinerados de Tesla no pudieron ser enviados a su tierra natal, como establecía su testamento, hasta que finalizó el conflicto.
 
Lord Kelvin, el científico británico, expresó con estas palabras la grandeza científica del fallecido: "Tesla ha aportado a la ciencia de la electricidad más de lo que cualquier otro había hecho hasta ahora".
 
Aunque muchos de sus documentos fueron entregados al Museo Tesla de Belgrado en 1952 -siendo posteriormente incluidos en la Memoria del Mundo- hasta la fecha gran parte de sus notas y aparatos de sus laboratorios continúan siendo secretos de estado.
 
Si los últimos años de la vida de Tesla habían estado presididos por sus dificultades económicas y la búsqueda de financiación para sus extraños proyectos, al producirse su muerte, las dos corrientes dominantes que sufrirá su memoria estarán presididas por el olvido y el misterio.
 
Se atribuye su muerte a la continua exposición a intensos campos electromagnéticos, pero hay que reconocer que había superado, con sus 86 años, la edad media de la época y que su muerte, se debió a causas naturales. No es precisamente la causa de su muerte lo que debe presidir el “misterio Tesla” –que efectivamente existe- sino el hecho de que inmediatamente se conoció la noticia de su muerte, la habitación fuera allanada por el FBI cuando el cuerpo de Tesla se encontraba todavía allí. La caja de caudales y los papeles y dossier que se encontraban en la habitación fueron confiscados por el FBI. Otras seis cajas que contenían notas sobre los trabajos que había realizado en los últimos años, fueron así mismo secuestrados por el FBI y aún hoy están protegidos como “secreto de Estado”.
 
El motivo por el que Tesla interesaba al FBI era por su doble condición de inventor y pacifista. No solamente se opuso a que sus inventos fueran utilizados con fines bélicos, sino que siempre fue partidario de que la energía eléctrica fuera un servicio gratuito. Estaba convencido de que podía serlo… pero las compañías que administraban la electricidad no estaban de acuerdo en ver reducidos a cero sus ingresos. A ellas se debe el olvido y la fama de estrafalario que tuvo en vida en inventor. Pero el hecho de que el FBI secuestrara todos los papeles que pudo indica que no toda la clase científica era escéptica ante los inventos de Tesla, sino que, desde las esferas gubernamentales se seguía muy de cerca el desarrollo de sus trabajos, hasta el punto de codiciar sus documentos personales. Y hoy, tales documentos siguen siendo calificados como “secretos de Estado”.

El “Rayo de la Muerte”

¿Qué contenían esos documentos? Era el resumen de las investigaciones de Tesla en los diez años anteriores a su muerte. Desde 1934, había investigado lo que se considera un precedente del rayo láser que sólo sería descubierto un cuarto de siglo después. El invento de Tesla, según su propia definición, “proyecta partículas que pueden ser relativamente grandes o bien de dimensiones microscópicas, y que nos permiten enviar a una pequeña zona situada a gran distancia una energía trillones de veces superior a la que es posible enviar con rayos de cualquier clase. Así, resulta posible transmitir millares de caballos de fuerza por medio de un haz más delgado que un cabello, de tal forma  que nada puede resistírsele”. Es evidente que, Tesla era un pacifista convencido, pero que de esta definición, pueden deducirse aplicaciones bélicas inmediatas. El invento fue conocido como el “rayo de la muerte”, capaz de destruir cualquier cosa que estuviera dentro de un radio de 320 km.
 
En 1900, Tesla, previendo la evolución de la ciencia en los cien años siguientes, había escrito: "En un futuro próximo veremos una gran cantidad de aplicaciones de la electricidad (...) podremos dispersar la niebla mediante fuerza eléctrica (...) centrales sin hilos se utilizarán con el propósito de iluminar los océanos (...) se conseguirá la transmisión de imágenes mediante hilos telegráficos ordinarios (transmisión sin hilos de inteligencia y energía) (...) otra valiosa novedad será una máquina de escribir operada mediante la voz humana (...) tendremos eliminadores de humo, absorbedores de polvo, esterilizadores de agua, aire, alimentos, y ropa (...) se convertirá en imposible contraer enfermedades por gérmenes y la gente del campo irá a las ciudades para permanecer allí (...) transmisión de energía sin hilos (producida por generadores ambientalmente compatibles) para que el hombre pueda solucionar todos los problemas de la existencia material. La distancia, que es el impedimento principal del progreso de la humanidad, será completamente superada, en palabra y acción. La humanidad estará unida, las guerras serán imposibles, y la paz reinará en todo el planeta."
 
En todo esto existe algo utópico y visionario que, evidentemente, no se ha cumplido. Era el pacifista ingenuo quien hablaba, no el científico. Pero el resto de la frase es elocuente: a la vista de los conocimientos científicos de principios del siglo XX, era posible adelantar las fronteras del progreso mucho más de donde hoy se encuentran y explorar en direcciones sobre las que, al menos oficialmente, existe hoy el tabú. Había algo en la vida de Tesla que lo sitúa entre los grandes utopistas del siglo XIX y XX. Un científico es utopista, no en tanto que tiende a investigaciones de dudosa conclusión, sino porque sugiere aplicaciones problemáticas a inventos tangibles. En la Meca del capitalismo, los EEUU, resultaba muy arriesgado afirmar que era posible suministrar energía eléctrica gratuita. Implicaba, enfrentarse a la omnipotente clase empresarial norteamericana. Era mucho más razonable –y pesimista- pensar que los descubrimientos de Tesla serían utilizados como apoyo para la estrategia de hegemonía mundial en la que se embarcaron los EEUU desde la guerra hispano-norteamericana de 1898. Los poderes fácticos de los EEUU aprovecharon y recondujeron las invenciones de Tesla y anatemizaron al utopista social; luego, lo precipitaron al olvido, a pesar de que en 1943 un tribunal de Nueva York, certificó que la invención de la radio correspondía a Tesla y no a Marconi. Testa, en rigor, fue el gran inventor del siglo XX, gracias al cual el suministro eléctrico llega a cada uno de nuestros hogares. Lo cual no es poco.
 
En 1924, varios medios de comunicación diron cuenta de los sorprendentes trabajos realizados por Harry Grindell-Matthews. El New York Times de 21 de mayo de ese año, publicaba: "Si la confianza de Grindel-Matthews, inventor del supuesto "rayo de la muerte", en su descubrimiento estuviera justificado podría ser posible poner todo un ejército enemigo fuera de combate, destruir cualquier fuerza de aviación que ataquen a una ciudad o paralizar cualquier flota que se aventure hacia el interior de una cierta distancia de la costa por los rayos invisibles. El inventor consintió en contar en el día de hoy al New York Times que rechazaba continuar divulgando la naturaleza exacta de los rayos más allá del uso para dirigir una corriente eléctrica capaz de realizar el programa mencionado”. Para Grindell-Matthews, el rayo de la muerte no podía ser usado para la destrucción de barcos o de fuerzas terrestres acorazadas, ya que se encontraban en contacto con la masa terrestre, pero sí podía utilizarse en la destrucción de los aeroplanos. Más adelante declaró que era posible inutilizar los sistemas electrónicos de barcos y equipos terrestres. Sin embargo afirmó que aunque los barcos no podían ser destruido como los aviones, sí al menos podían dejarlos fuera de servicio bloqueando todo su sistema eléctrico. A lo largo de los años siguientes, las grandes potencias de la época invirtieron una ingente cantidad de fondos en trabajar en esa dirección. Pero entre 1924 y 1930 no se volvió a saber nada de las investigaciones de Grindell-Matthews.
 
En 1930, los habitantes del barrio londinense de Brezal Hampstead, se sobresaltaron al ver en el cielo un haz luminoso que definieron como con “forma de ángel”, que se alzaba en el cielo. La imagen etérea estaba dotada de estrechas alas y bruscamente desapareció para ser sustituido por las palabras "Feliz Navidad". Era un experimente tras el cual se encontraba Grindell-Matthews y su equipo. Análogas demostraciones se realizaron en otras grandes ciudades, incluida Nueva York. Era evidente que, en silencio, proseguían las experiencias para dotas a las fuerzas armadas de distintos países de un sistema de defensa y ataque basado en rayos luminosos.
 
Estos equipos mostraron su eficacia en distintos momentos de la Segunda Guerra Mundial: los bombarderos alemanes que se dirigian hacia Londres a través del Canal de la Mancha, eran guiados por un “rayo”; cuando los ingleses detectaron este sistema de guía, lo aprovecharon para detectar los puntos por donde intentaban penetrar los bombarderos alemanes y enviar allí sus cazas. Posteriormente, los “rayos” fueron utilizados en Inglaterra para detectar submarinos alemanes en el Atlántico, acechando convoyes aliados.
 
Tesla, como hemos dicho, era pacifista. Seguramente había leído “20.000 leguas de viaje submarino” de Julio Verne; en esta novela de anticipación, el “capitán Nemo”, comandante del submarino “Nautilus”, así mismo pacifista, había convertido su navío en el “arma de guerra que terminará con las guerras”. Dotado de una extraordinaria potencia ofensiva, ninguna otra arma en poder de país alguno, podía hacerle frente, así pues, el planteamiento no parecía erróneo: era el arma definitiva que disuadiría a los gobiernos de emprender aventuras bélicas. Tesla, en un episodio de su vida que parece extraído de una novela de Verne, se dirigió al presidente de los EEUU, Woodrood Wilson (que introdujo a su país en la Primera Guerra Mundial), afirmando que había diseñado un arma capaz de destruir amplias zonas del globo: el “rayo de la muere”. En los escritos póstumos de Tesla se han podido localizar distintos fragmentos en los que esta idea aparece una y otra vez. Todo induce a pensar que en el último tercio de su vida, Tesla se obsesionó con este invento, a medida que su vocación pacifista iba creciendo. Debería tratarse de una energía obtenida y concentrada fácilmente y que podía ser orientada y dirigida mediante un sistema de ondas de radio.
 
Poco tiempo después se produjo un incidente que aun hoy permanece inexplicado. El buque francés Lena estalló sin que pudiera darse ninguna explicación de lo sucedido. Finalmente, una comisión estableció que seguramente había saltado una chispa eléctrica en algún lugar vital del navío, ocasionando la deflagración posterior. Un inventor Lee de Forest, explicó que Tesla estaba experimentando con torpedos orientables guiados por un sistema de ondas eléctricas con intensidad suficiente como para causar una chispa en la santabárbara del barco y hacerlo explotar. Otro investigador, el italiano Giulio Ulini, decía haber diseñado en 1913 un dispositivo llamado “Rayo F” capaz de hacer estallar a distancia conducciones de gas. La marina militar francesa había solicitado a Ulivi que realizara tres experimentos de destrucción de minas en el puerto de Trouville. Meses después, era el ejército italiano el que invitaba a Ulivi a realizar estas mismas experiencias.
 
El OSS, antecedente de la CIA, desde antes de la Segunda Guerra Mundial estudió la viabilidad de los inventos de Tesla enfocados hacia la defensa nacional. La idea del “Rayo de la Muerte”, fue recuperada por el OSS, que a finales de los años 30, estudiaba armas capaces de producir alteraciones físicas en los seres humanos. Dado que la Convención de Ginebra había prohibido la utilización de gases químicos con fines bélicos, la OSS indagaba en otras direcciones: armas que produjeran mareos, vómitos, alteraciones del ritmo cardíaco, etc, a partir de emisiones de haces de energía, los “Rayos T”. Estos rayos, formados con energía que vibraba a la misma frecuencia que la cerebral, debería de provocar cortes en las capacidades psicomotrices y, por tanto, alterar la conducta. Durante la “Guerra Fría”, tantos los aliados occidentales como los soviéticos, experimentaron con prisioneros alemanes, técnicas de lavado de cerebro y control mental basadas en una combinación de distintos estímulos, desde electroshoks, hasta inducción de estímulos negativos siguiendo las pautas establecidas por Paulov a principios de siglo. Al menos eso es lo que se ha podido conocer con el paso del tiempo. Se ignora como desembocaron las investigaciones sobre el “Rayo T”, pero se tiene la seguridad de que fueron los antecedentes de las llamadas técnicas de control mental.
 
En cuanto al “Rayo de la Muerte” de Tesla, finalmente vio la luz en forma de Rayo Lasser. Hoy, un haz de rayos lasser enfocados hacia un espejo flexible, constituyen el armamento esencial de la llamada “Guerra de las Galaxias”. En las fronteras más avanzadas de la tecnología bélica, se están haciendo realidad las intuiciones geniales de Nikola Tesla.

Un inventor polifacético

Los dos grandes inventos por los que Tesla ha pasado a la historia de la electricidad son la invención de la corriente alterna y la bovina de inducción magnética. Pero existen otros campos de la ciencia en los que su aportación es mucho menos conocida e incluso discutida y que entran perfectamente en el contexto de esta obra. Investigó en termodinámica, radiaciones, energía solar, rayos X y rayos cósmicos, fotografía, fluorescencia, automática, robótica, electromagnetismo… Algunos le atribuyen el invento de la radio y explican que Marconi se (los dos circuitos acoplados en resonancia) que, en realidad, fue de Tesla.
 
También es famoso su robot construido hacia 1895. Era sumergible y podía ser dirigido a distancia. A él se debe también el primer motor de energía solar. La turbina diseñada por Tesla tenía un rendimiento del 60%, frente a las demás, que apenas llegan al 40%. La diferencia introducida por Tesla estribaba en que el fluido trabaja en régimen laminar, mientras que las otras lo hacen en régimen turbulento, de ahí las menores pérdidas y su mayor rendimiento frente a las no convencionales. Interiormente, la turbina Tesla carece de hélices que sustituye por discos metálicos muy finos, separados entre sí, para crear un flujo laminar y minimizar las pérdidas por rozamiento. El problema práctico de la turbina Tesla era que los discos al sertan finos se deformaban con facilidad y, a finales del siglo XIX, no existían materiales dureza suficiente como para sustituirlos eficazmente; hoy, ese problema está resuelto con discos de titanio.

A decir verdad, a Tesla le faltó solamente una cualidad: la de hábil negociante que si fueron Marconi, Edison o Westinghouse. Tesla se movía muy bien en el terreno de la investigación científica y de la invención de prototipos, pero mucho menos en las aplicaciones prácticas de sus patentes. Si tenemos en cuenta que Marconi y Edison fueron dirigentes de la General Electrics, no es raro que Testa, el inventor aislado, el genio exuberante, no pudiera nada contra el potencial económico que representaban. Aún así la Corte Suprema de los EEUU le reconoció la paternidad del invento de la radio, pero Tesla no pudo evitar que el dinero obtenido con la fabricación de equipos de radio, fuera a parar en exclusiva a los bolsillos de Marconi. Había algo que los grandes industriales que habían forjado sus fortunas al calor de la energía eléctrica jamás pudieron perdonar a Tesla: el que aspirase a comunicar a todos los habitantes del planeta mediante energía eléctrica gratuita que pretendía distribuir a través de la Wardenclyffe Tower, cerca de Nueva York.

El gran proyecto inacabado en la vida de Tesla fue el proyecto para aprovechar las vibraciones eléctricas naturales de la Tierra y, a partir de ellas, obtener energía eléctrica inagotable y de bajo costo. Logró el apoyo financiero de John Pierpoint Morgan, propietario de la Union Pacific, gracias al cual pudo construir el complejo de Wardencliff, en las inmediaciones de Nueva York, en Long Island. En esta ocasión, Tesla utilizó su bien conocida capacidad persuasiva, para ofrecerle a  Morgan el monopolio mundial del sistema de comunicaciones inalámbricas, a cambio, tan solo de una inversión de 150.000 dólares. Con ese dinero, instaló el laboratorio de Wardencliff y en el centro de las instalaciones situó una torre de madera de 45 metros de altura con una gigantesca esfera de  cobre que operaba a modo de electrodo, de 30 metros de diámetro. Lo que ocurrió a continuación es descrito por distintos biógrafos de Tesla como una sucesión interminable de circunstancias adversas que, en síntesis, desprestigiaron los trabajos realizados en el laboratorio. Fue pasando el tiempo y los resultados no terminaban de llegar. Morgan estaba cada vez más nervioso, hasta que, tras haber cenado con el inventor, éste, posiblemente, eufórico y con alguna copa de mas, le confesó que la verdadera intención del proyecto era transmitir electricidad gratuita a los hogares. Morgan retiró inmediatamente los fondos y Tesla tardó en encontrar nuevos inversores. En 1917 la torre sería derribada y el proyecto archivado. En realidad, el invento frustrado anticipaba en 70-80 años, los sistemas integrados de comunicaciones que engloban transmisión sin cables de información.
 
Cuando tiene lugar la ruptura con Morgan, Tesla había sido víctima de una campaña de desprestigio, probablemente procedente de empresarios sin escrúpulos a los que asustaban las declaraciones pacifistas, humanitarias y filantrópicas del inventor. Desde principios de siglo circulaban rumores sobre sus excentricidades. Se decía, por ejemplo, que en Colorado Springs había captado señales eléctricas procedentes de otro planeta (acaso de Marte) lo que, según él, evidenciaría la realidad de vida inteligente más allá del planeta Tierra. En aquel tiempo, como hoy, la creencia en la existencia de “hombrecillos verdes”, arrojaba desprestigio e ironías sobre quien la sostenía. Los enemigos de Tesla, utilizaron este episodio para acusarle de excéntrico, visionario y poco serio. Y la acusación tuvo efectos, contribuyendo a aislarlo de la comunidad científica y de cualquier mecenas dispuesto a financiar sus investigaciones.

Con todo, estos experimentos tuvieron resultados positivos. Tesla fue capaz de encender 200 bombillas, conectadas en serie de 50 vatios a 42 kilómetros de distancia de su estación. Los cálculos de Tesla le llevaban a establecer que la energía podía transmitirse a 960 km de distancia.

La polémica con Marconi

Cuando se producía el estancamiento en los experimentos financiados por Morgan, tuvieron lugar los experimentos de Guglielmo Marconi sobre telegrafía sin hilos. Marconi pretendía algo parecido a Tesla, transmitir energía a distancia, por ondas, pero iba muy atrasado en sus trabajos. Sólo en 1900, Marconi estuvo en condiciones de enviar señales de una a otra orilla del Canal de la Mancha. Para ello utilizó un oscilador inventado por Tesla. Ambos investigadores prosiguieron sus trabajos, yendo Tesla muy por delante de Marconi y éste siendo altamente tributario de las patentes de Tesla. Marconi terminó orientando sus trabajos hacia la transmisión del sonido a través de las ondas, pero cuando solicitó la patente de su invención en EEUU, inicialmente, le fue negada debido a que Tesla había presentado tres años antes un invento similar. Mientras que Marconi, solamente contemplaba la transmisión de señales (una especie de telégrafo sin hilos), Tesla sostenía que era posible enviar a distancia, datos, imágenes y sonidos. En realidad, además de la radio, estaba prefigurando el invento de la televisión.
 
Al igual que se había ocurrido antes, el rival de Tesla, en este caso Marconi, disponía de un mayor instinto comercial y de mejores conexiones sociales. La Compañía Telegráfica Sin Hilos de Marconi, tenía entre sus accionistas a miembros de la aristocracia inglesa. Otro de sus socios capitalistas era Edison, siempre situado en las antípodas de Tesla. El 12 de diciembre de 1901, las acciones de esta compalía subieron como la espuma cuando lograron transmitir señales de uno a otro lado del Atlántico.
 
En ese momento, la carrera hacia la invención de la radio parecía empezar a decantarse, por primera vez, hacia Marconi. Tesla no se alteró, en realidad, apreciaba la voluntad del italiano, más que capacidad inventiva, y así pudo decir a un ingeniero amigo suyo: “Marconi es una buena persona. Dejémoslo continuar. Está utilizando 17 de mis patentes”. Pero, en 1904, la oficina de patentes de los EEUU, seguramente a causa de presiones procedentes de medios influyentes, concedía la licencia al invento de Marconi: el italiano pasará a la historia como inventor de la radio. Tesla, inicialmente, tenía otras invenciones que reclamaban su atención, pero, en 1911, cuando Marconi obtuvo el Premio Nóbel, se enfureció verdaderamente. Recurrió a los abogados, pero la querella interpuesta contra Marconi, no progresó por falta de medios económicos. Hubo que esperar hasta 1943, poco después de la muerte de Tesla, para que la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos reconociera la patente de la radio de Tesla. Existía una razón extremadamente pragmática para que el poder judicial actuara así. La Compañía de Marconi acababa de demandar al gobierno norteamericano por la utilización abusiva e ilegal de sus patentes durante el primer conflicto mundial. La Suprema Corte evitó la demanda restaurando la prioridad de la patente de Tesla e invalidando la de Marconi. Así pues, hoy, a pesar de que Marconi siga siendo generalmente reconocido como inventor de la radio, en realidad, Tesla es, jurídicamente, el verdadero inventor de esta patente. Una victoria póstuma.
 
Entre los inventos “reconducidos” hacia campos que Tesla no había prevista, figura el “rayo de la muerte” que lleva directamente al “proyecto HAARP”, entre otras cosas, destinado a investigar la posibilidad de generar alteraciones climáticas a voluntad.
 
Tesla tenía la intención de utilizar ciertas formas de electricidad para alterar el clima. En 1900, había escrito: "En un futuro próximo veremos una gran cantidad de aplicaciones de la electricidad (...) podremos dispersar la niebla mediante fuerza eléctrica (...) centrales sin hilos se utilizarán con el propósito de iluminar los océanos (...) se conseguirá la transmisión de imágenes mediante hilos telegráficos ordinarios (transmisión sin hilos de inteligencia y energía) (...) otra valiosa novedad será un máquina de escribir operada mediante la voz humana (...) tendremos eliminadores de humo, absorbedores de polvo, esterilizadores de agua, aire, alimentos, y ropa (...) se convertirá en imposible contraer enfermedades por gérmenes y la gente el campo irá a las ciudades para permanecer allí (...) transmisión de energía sin hilos (producida por generadores ambientalmente compatibles) para que el hombre pueda solucionar todos los problemas de la existencia material. La distancia, que es el impedimento principal del progreso de la humanidad, será completamente superada, en palabra y acción. La humanidad estará unida, la guerras serán imposibles, y la paz reinará en todo el planeta". Sin embargo, algunos desarrollos inspirados en ideas de Tesla dieron lugar a aplicaciones bélicas.
 
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

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