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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Lo que enseña el huracán de Nueva Orleáns

Lo que enseña el huracán de Nueva Orleáns Redacción.- Lo que ha ocurrido en EEUU, trasciende una mera “catástrofe humanitaria” para convertirse en un espejo de lo que está ocurriendo en aquel país. Cuando hemos dicho en otros artículos de este blog que “EEUU camina hacia la guerra civil racial y social”, mostrábamos la tendencia de la sociedad americana. En Nueva Orleáns, esta tendencia ha quedado suficientemente evidenciada. [en el momento de colocar on line este artículo, a diez días del paso del huracán, la situación sigue siendo insostenible]

Nueva Orleáns: una ciudad diferente a cualquier otra

De Nueva Orleáns lo que los turistas hemos retenido ha sido el “barrio francés” y la cocina “cajou”, mezcla de los gustos culinarios franceses y africanos. En ese barrio todavía se hablaba a principios del milenio, un idioma que “sonaba a francés”, si bien más del 30% de sus términos eran anglicismos. Nueva Orleáns fue, en los años sesenta, la capital del “black power” y la sede del movimiento de los “Black Panthers”. Es curioso, que muchos de los que hemos visitado Nueva Orleáns, hayamos experimentado una sensación de “mal rollo”, desde el momento en que descendimos del avión, hay algo negativo que flota sobre la ciudad. El contacto Nueva Orleans, en el fondo, es radicalmente diferente a cualquier otra de los EEUU, produce intensas y malas vibraciones y tal era una de los rasgos que comentábamos en el viaje de regreso. Es una apreciación subjetiva e irracional, pero no por ello, menos instintiva y auténtica.

Mayoritariamente, la población de Nueva Orleáns es negra, si bien procede de grupos étnicos diferentes a los grupos afroamericanos de otros Estados. Luisiana es pobre, mucho más pobre –junto con Misisipi y Alabama, que el resto de los EEUU (entre un 14 y un 15% más pobre). Estos tres Estados aportan solamente un 3% al PIB norteamericano. Desde el punto de vista económico, no son comparables a California que, en solitario, podría ser considerada como la tercera potencia económica mundial. El Sur de los EEUU es pobre; cuando se resolvió la guerra de secesión, con la victoria del Norte, los Estados sureños fueron víctima del ostracismo, el saqueo y la venganza. Todavía se perciben huellas de aquel conflicto que se remonta a 140 años antes del huracán que ha arrasado la zona.

Pero, no nos engañemos. El Sur, y concretamente, la ciudad de Nueva Orleáns es fundamental para los EEUU: en su cinturón se encuentran, en la zona marítima, plataformas petrolíferas, el gran puerto del sur por el que entra el 20% de las importaciones de los EEUU; y en su zona industrial, se encuentran las refinerías que abastecen a un 25% del mercado de crudos norteamericano. Pues bien, todo esto ha dejado de existir. Las plataformas petrolíferas han volcado, se han hundido, o están, sencillamente, inutilizadas. Las refinerías de petróleo han sufrido daños y son incapaces de refinar, por el momento, un litro de petróleo. El puerto está bloqueado.

No puede extrañar que todo esto haya entrañado una inmediata subida del precio del petróleo y que, finalmente, el gran handicap de los EEUU (la necesidad de financiar el consumo interior mediante la inyección de euros, petrodólares, o capitales venidos de Oriente, a las bolsas norteamericanas) se haya evidenciado en toda su brutalidad.

Por que el problema no es que el impacto de la catástrofe (entre 10 y 15.000 muertos), los daños sufridos por las poblaciones (solamente el 25% será cubierto por aseguradoras), ý el descrédito en el que ha caído la administración Bush (que sólo empezó a reaccionar torpemente, cinco días después del paso del huracán), la evidencia de un problema racial y social (blancos y negros ricos, salvados antes que negros y blancos pobres), sino que el huracán tendrá efectos duraderos sobre la economía norteamericana.

Esta tragedia, no ha ocurrido ni en Botswana, ni en Guinea Ecuatorial, ni en Bucaramanga, Belice o en una perdida y subdesarrollada isla de Polinesia; la tragedia ha ocurrido en un punto estratégico de importancia esencial para el capitalismo norteamericano. Y la administración Bush no ha sabido como reaccionar. Inmediatamente se han formado bandas de saqueadores, con el rango de “unidades rebeldes”, con capacidad para tirotear helicópteros de la Guardia Nacional, rechazar sus efectivos y obligar a un despliegue similar en número al que hubo que movilizar en la guerra de Afganistán de 2001.

Pues bien, a ese país, incapaz de controlar a su población, incapaz de reaccionar con prontitud ante una catástrofe natural (¿que ocurrirá el día en que la Falla de San Andrés termine por hundirse y rectifique la costa este de los EEUU hasta hacer que el mar bañe los desiertos de Nuevo México?), que finalmente ha tenido que pedir ayuda a la OTAN, a la UE y que “estudia con atención la oferta de ayuda cubana”, es la única potencia de dimensiones mundiales. Es evidente que, cuando en otras ocasiones hemos dicho en estas mismas páginas, que los EEUU es un gigante con pies de barro, no exagerábamos. En realidad, de la cintura para abajo, aparece el barro, la inestabilidad y la imposibilidad de salir airosos de la prueba.

En 1945, el pueblo alemán llevaba tres años bajo los bombardeos de terror aliados. Bombardeados de día por los Liberators y las Fortalezas Volantes de los EEUU, y de noche por los Lancaster de la RAF, con bombas de fragmentación y de fósforo, respectivamente, la Alemania de la época resistía: fue capaz de centuplicar su producción de armamentos y lograr que la carestía no apareciera. Hasta prácticamente, principios de abril de 1945, la prensa diaria siguió apareciendo. Sin embargo, ha bastado un desastre natural, por lo demás, previsto con anticipación, para desbaratar la vida económica de los EEUU. Lo dicho ¿qué ocurrirá cuando la Falla de San Andrés termine por hundirse ante la fuerza siempre activa de las dos placas tectónicas que allí se unen?

El pueblo norteamericano es un pueblo débil y su potencia “imperial” un coloso con pies de barro. Es capaz de mostrar lo que se ha dado en llamar “la política del borracho” (mostrarse intolerante, agresivo y desafiante) ante potencias de cuarto y quinto orden (Afganistán, Irak, Corea del Norte, Siria), pero incapaz de poner en cintura a las bandas étnicas que actúan en su propio territorio. Un país así, es inviable como superpotencia mundial.

Nunca como ahora, un gobierno ha demostrado estar tan pendiente de los poderosos y despreciar tanto y de manera tan evidente a las clases más desfavorecidas. Así son los EEUU y así es el liberalismo salvaje.

Tal ha sido la gran enseñanza de esta catástrofe. Pero hay otra segunda enseñanza. Tras el Protocolo de Kyoto, la administración norteamericana, decidió unilateralmente y contra toda opinión científica, que la emisión de gases CO2, no tenía nada que ver con el calentamiento de la atmósfera y el consiguiente efecto invernadero. Utilizando la opinión de científicos amamantados por el poder federal, los EEUU se negaron a adoptar medidas contra la emisión de CO2. El resultado ha sido… precisamente, el recrudecimiento de los huracanes en la zona del Caribe. EEUU no es el único país que ha sufrido la fuerza de estos fenómenos atmosféricos. Todas las islas caribeñas y buena parte de los países del istmo de Panamá, se han visto más o menos afectados. Pero, sin duda, el huracán que ha arrasado Nueva Orleáns ha evidenciado lo peligroso de basar opiniones científicas en criterios políticos y falsear los datos sobre el cambio climático.

A partir de ahora, a los EEUU les va a ser muy difícil sostener el criterio contrario a los protocolos de Kyoto.

Queda algo más por decir. En el momento de escribir estas líneas, la tragedia humanitaria continúa. Los medicamentos se han terminado en la Zona Cero. Las bandas étnicas siguen arrasando e incendiando amplias zonas de la ciudad. Los vecinos que se han negado a evacuar la ciudad por tener la sospecha de que la integridad sus propiedades no quedaba en absoluto aseguradas, han adquirido en apenas cinco días, tres veces más armas que en el último año. Y están dispuestos a utilizarlas. Los especialistas de la UE han afirmado que la reacción del gobierno y de las entidades de ayuda humanitaria, ha sido tardía y torpe (se han llegado a enviar materiales inservibles para una catástrofe de estas características), que ha faltado iniciativa, prontitud, presteza y conciencia humanitaria para acudir en ayuda de las víctimas. El gobierno norteamericano –una vez más- no ha estado a la altura de las circunstancias. En el momento actual, no se sabe, ni remotamente, cuando va a restablecerse la normalidad en la zona. Ni siquiera, el gobierno ha estado en condiciones de retirar todos los cadáveres que flotan en las aguas. Es posible que estallen epidemias en breves días y que mueran más personas… de inanición ¡en el territorio de la primera potencia mundial!

No nos engañemos: el poder de los EEUU alcanzó su punto culminante, cuando un grupo de marines derribó –sin ninguna presencia popular- la estatua de Saddam Hussein en el recién conquistado Irak. A partir de ese momento, el poder de los EEUU se ha ido debilitando sensiblemente. Hoy, empieza a ser una sombra de aquel triunfal momento. La economía precisa capitales exteriores; militarmente, tanto en Afganistán como en Irak, el empantanamiento de la situación promete actualizar el recuerdo de Vietnam. Comercialmente, China ha optado por los aviones Airbus frente a los Boeing, la UE se constituye hoy como el principal proveedor de expertos y técnicos, para que EEUU pueda superar la crisis. ¿Es esto lo que se espera de una superpetencia? En realidad, esta situación, por sí misma, define a los EEUU como un “imperio en crisis”.

Nueva Orleáns evidencia que la guerra civil, racial y social ha comenzado en los EEUU. Torres más altas han caído: la URSS, en el punto álgido de su poder, con la marina del Almirante Gorchskov merodeando por todos los mares, con los spanetz colocando sus estandartes desde Afganistán a Cuba y desde Angola a Petrogrado, difícilmente podía suponer que apenas 36 meses después, se convertiría en un despojo. EEUU, como ayer la URSS, caerá, no tanto por la presión de enemigos extraños, sino víctima de su propio proceso de burocratización y de sus propios errores. Lo cual hay que tomarlo como lo que es: la posibilidad de un mundo multipolar cuyo advenimiento solo podrá ocurrir cuando se hunda el poder hegemónico de los EEUU. La trayectoria hacia un mundo multipolar, es impensable e incompatible con la existencia de una potencia que todavía mantenga pretensiones hegemónicas. A Hitler lo venció el invierno ruso. A los EEUU lo están venciendo los huracanes tropicales.

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© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

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